Artes & Oficios. El cuero - Maria Teresa Lladó i Riba - E-Book

Artes & Oficios. El cuero E-Book

Maria Teresa Lladó i Riba

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Beschreibung

Este libro versa sobre las técnicas fundamentales de trabajo del cuero, concretamente del curtido al vegetal, expuestas de manera didáctica y adecuada para las personas interesadas en este arte desde una vertiente práctica. Se tratan sólo las pieles conseguidas a partir de animales domésticos que son fuente de alimentación, obviando las pieles de animales no domésticos y de los que son criados en cautividad a causa de su piel. En sus páginas se enseñan, tras un breve repaso a la historia y al curtido, las principales pieles y sus características para identificarlas, los materiales y herramientas que se emplean y los procesos de las diferentes técnicas. En el último capítulo se muestra paso a paso la confección de ocho proyectos originales con las distintas técnicas de trabajo.

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El cuero

Proyecto y realización

de Parramón Paidotribo

Dirección editorial:

María Fernanda Canal

Editor:

Tomàs Ubach

Ayudante de edición y archivo iconográfico:

Mª Carmen Ramos

Textos:

Eva Pascual i Miró, con la colaboración de Félix de la Fuente y Anna Soler en “El arte en la piel”, y de Felip Combalia y Jaume Soler en “El curtido”.

Realización de los ejercicios:

Maria Teresa Lladó i Riba, con la colaboración de José Luis Bazán, de Artenazarí en “Bandeja con mosaico” y “Vaciabolsillos”.

Diseño de la colección:

Josep Guasch

Fotografías:

Nos & Soto, Museu de l’Art de la Pell, de Vic (Historia), Felip Combalia (curtido) y Sergi Oriola (pág. 21).

Dibujos infográficos:

Jaume Farrés

Maquetación:

Estudi Guasch, S.L.

Quinta edición

© 2016, ParramónPaidotribowww.parramon.com E-mail: parramon@paidotribo.com

ISBN: 978-84-342-2887-0 ISBN EPUB: 978-84-342-9917-7

Derechos exclusivos de edición para todo el mundo.

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra mediante cualquier recurso o procedimiento, comprendidos la impresión, la reprografía, el microfilm, el tratamiento informático o cualquier otro sistema, sin permiso escrito de la editorial.

Sumario

INTRODUCCIÓN

EL ARTE EN LA PIEL Y EL CURTIDO

Los nobles oficios de la piel: el soporte material

El arte de la piel en Europa

El mundo latinoamericano

El arte de la piel en Oriente

África

La piel: características y estructura

El curtido de las pieles

MATERIALES Y HERRAMIENTAS

Las pieles

Materiales auxiliares

Materiales para acabados

Herramientas

Herramientas auxiliares

Máquinas

PROCESOS TÉCNICOS

El corte

El grabado

El repujado y el labrado

El moldeado

Cosidos y trenzados

Decoraciones y acabados

PASO A PASO

Cesta trenzada

Bandeja con mosaico

Reloj con aplicación

Marco con decoración cosida

Vaciabolsillos

Caja repujada

Álbum repujado y con aplicación

Espejo con paisaje

GALERÍA

GLOSARIO

BIBLIOGRAFÍA Y AGRADECIMIENTOS

Introducción

La piel de los animales es un material usado por los seres humanos desde tiempo inmemorial, incluso antes que los tejidos. El empleo de las pieles creó la necesidad de transformarlas, haciendo de una materia perecedera un material duradero, posiblemente testimonio de uno de los primeros procesos de transformación de un material realizados por la humanidad. Pero más allá de su uso primigenio, eminentemente práctico, las pieles siempre han llevado aparejadas las nociones de prestigio y nobleza junto con los componentes estéticos que les son propios, nociones que aún perduran. Sin embargo, en la actualidad, la industria y la manufactura de la piel son actividades no exentas de polémica, tanto por lo que respecta a las especies animales empleadas como a los procesos de curtido. Por ello, consecuentes con la preservación de la naturaleza, en este libro se trata sólo sobre las pieles conseguidas a partir de animales domésticos que son fuente de alimentación, se obvian las de animales no domésticos y las de aquellos que son criados en cautividad a causa de su piel. El libro versa, fundamentalmente, sobre los trabajos en cuero y principalmente sobre el cuero curtido al vegetal, pues aparte de involucrar un proceso de curtido más respetuoso con el medio ambiente que otros es el indicado para desarrollar el trabajo en el taller, y también es el más respetuoso para las personas.

La presente obra ofrece información detallada sobre la historia del arte de la piel y los procesos de curtido, así como sobre las principales técnicas de trabajo del cuero explicadas de manera sencilla y amena, pero a la vez rigurosa, y también los procesos técnicos a modo de ejemplo para facilitar su comprensión.

Se articula en cuatro grandes capítulos. En el primero se relata una breve historia del arte en la piel y sobre el curtido de las pieles, ofreciendo una interesante panorámica sobre estos temas. El siguiente versa sobre los materiales y las herramientas. Se explican las principales pieles, atendiendo al proceso de curtido, sus características para su identificación y sus propiedades, así como sus posibilidades en lo que se refiere a técnicas de trabajo; seguidamente, se muestran los materiales y las herramientas empleados en las diferentes técnicas, agrupados según su uso. En el tercero se explican con todo detalle los procesos de las principales técnicas de trabajo del cuero, y se aportan ejemplos a manera de referencia. No se ha pretendido tratar absolutamente todas las técnicas, pues se excederían los límites de esta obra, por ello se recogen sólo las fundamentales. Para finalizar, en el capítulo de paso a paso se recogen ocho proyectos explicados de forma pormenorizada donde se muestra en detalle el proceso de creación completo. Estos ejercicios se articulan como propuestas desde el punto de vista creativo; se alejan de los repertorios de la marroquinería y entran de lleno en el campo de la creación artística; en este sentido, se pretende ofrecer una nueva visión de los trabajos en cuero. Este aspecto se refleja en los ejemplos de diferentes artistas que ilustran las técnicas y en la interesante galería de obras realizadas por artistas de todo el mundo. Un glosario con las definiciones de los principales conceptos y una completa bibliografía sirven, asimismo, de referencia para quien desee profundizar en el tema.

En este libro no se ha pretendido redactar el manual definitivo sobre las principales técnicas de trabajo del cuero, sólo ofrecer una visión rigurosa y clara de una actividad que requiere constante investigación. Animamos a quienes tienen esta obra en sus manos a iniciarse en este campo, que creemos apasionante, a investigar y experimentar para confeccionar obras únicas con el lenguaje personal de cada uno.

Maria Teresa Lladó i Riba es una artista multidisciplinar que ha escogido la piel como vehículo de expresión. Por tradición familiar se inició en el conocimiento de la piel y el curtido. Trabajó en diferentes disciplinas artísticas, cursando luego estudios de arte en piel en el Taller d’Art d’Igualada, secció d’Art del Centre d’Estudis d’Igualada.

Su trayectoria se fundamenta en la constante investigación de las posibilidades expresivas de la piel y el cuero para la creación artística, desarrollando una amplia producción. Imparte cursos de iniciación al trabajo en piel para el público general, así como seminarios monográficos de especialización en técnicas concretas para artistas. Ha expuesto individualmente sus obras en exposiciones temporales de museos y centros de arte públicos y galerías privadas, también ha participado en algunas muestras colectivas. Invitada en varios programas de televisión, ha realizado demostraciones de trabajo de la piel paso a paso para los telespectadores. Su producción se centra actualmente en los trabajos por encargo, realizando numerosos trabajos para instituciones públicas de Cataluña, así como para particulares. Sus obras se hallan en numerosas colecciones privadas del Estado español, Portugal, Alemania, Francia, Suiza, el Japón, Estados Unidos de América o la Argentina, entre otros.

Eva Pascual i Miró es licenciada en Historia del Arte por la Universitat de Barcelona, especializada en Museografía, Diseño y Acondicionamiento por la Universitat Politécnica de Catalunya y en Conservación Preventiva por la Universitat Autònoma de Catalunya. Ha realizado cursos sobre mercadotecnia y gestión de empresas culturales. Por tradición familiar se inició en el conocimiento de las antigüedades, sobre todo en el mueble catalán en particular y el mobiliario medieval en general, temas sobre los que ha desarrollado sus trabajos de investigación. Su trayectoria profesional se ha desarrollado, entre otros, en varios museos e instituciones culturales de Cataluña documentando colecciones de mobiliario y artes decorativas, como gestora del patrimonio y coordinadora de exposiciones. También ha trabajado en empresas de servicios integrales para instituciones culturales. Ha escrito numerosos artículos sobre mobiliario medieval catalán e impartido cursos sobre historia, documentación y criterios de restauración de mobiliario. Es coautora de los libros Restauración de madera, Decoración de madera, Restauración de pintura y El vidrio, de esta misma colección.

El arte en la piel y el curtido

El uso de la piel está documentado desde la prehistoria más remota, y se halla presente en culturas y poblaciones de prácticamente todo el planeta. Su utilización está dotada, con frecuencia, de unas connotaciones de nobleza y prestigio que la hacen idónea para la manufactura de objetos artísticos o culturales. Abordar este estudio sobre el cuero de manera universal es una labor ingente y sobrepasa los objetivos de la presente obra.

El marco de esta introducción vendrá determinado por nuestro contexto cultural más próximo, que es la cultura europea occidental, con especial referencia al mundo circunmediterráneo y al latinoamericano, y con algunas pinceladas de otras culturas con producciones artísticas específicas en este material.

Como es sabido, la piel constituye la cobertura externa de los animales y, por tanto, requiere unos tratamientos para transformarla en una materia estable, que por lo general, es el curtido. Las características intrínsecas del cuero resultante están determinadas por la especie animal y por el método empleado.

De la combinación de estos factores resultan productos muy diferentes, los cuales determinarán también el tipo de técnica y de trabajo artístico susceptible de aplicar.

En cuanto a las técnicas artísticas, podemos decir que son prácticamente ilimitadas, y que han sufrido enormes variaciones y adaptaciones a lo largo de los tiempos. En este mismo volumen se podrá encontrar un buen elenco de las principales, así como ejemplos de las más representadas en la colección del Museu de l’Art de la Pell, de Vic.

Los nobles oficios de la piel: el soporte material

Sabemos que la piel tiene siempre procedencia animal; sin embargo, el producto elaborado presenta enormes variaciones, al igual que la técnica de trabajo y su uso.

En general, los cueros gruesos y compactos de grandes herbívoros son apropiados para solería de calzado, guarnicionería, mobiliario resistente, así como equipamiento utilitario e incluso bélico. En cambio las pieles pequeñas son más adecuadas para el calzado, la confección, los complementos, el revestimiento de muebles y estuches, la escritura y la creación artística.

Muchas de las denominaciones de cueros y pieles aluden directamente a la especie de procedencia, e incluso a su talla, (vaqueta, becerro, potro, cabra, cabritilla, gamuza…).

Según el método utilizado en su conservación, también podemos encontrar productos absolutamente diferentes: la piel cruda, la curtición vegetal y la curtición mineral.

El pergamino es una piel cruda, utilizada en algunos instrumentos musicales, en las figuras de teatro de sombras, o en los libros miniados. Sin embargo, el procedimiento más frecuente en toda la región euroasiática es la curtición vegetal, de la que resulta una amplia gama de pieles y cueros para todo tipo de usos, desde los utilitarios a los más sofisticados. Según las zonas, las especies animales y los procedimientos locales, podríamos señalar algunas de las variedades de curtición vegetal históricamente destinadas a objetos suntuarios, como el cordobán y la badana españoles, el marroquín del sur del Mediterráneo, o la piel de Rusia o moscovita. De la curtición mineral procedían unas pieles finísimas, aterciopeladas y flexibles, apropiadas para la confección: los famosos baldeses españoles, la gamuza, la suecia, o las pieles de peletería.

El material y las aplicaciones artísticas: cordobán, versus guadamecí

En los trabajos de divulgación artística, e incluso en la bibliografía especializada, se suelen confundir los conceptos de soporte material y de técnica aplicada; pero las fuentes documentales no ofrecen ninguna duda al respecto: el cordobán era una piel de cabra, fruto de un esmerado proceso de curtido vegetal (con zumaque) y del zurrado con grasas; por tanto, era relativamente pequeña, asociaba elasticidad, suavidad, resistencia, grano fino y capacidad plástica, y permitía el tinte con colores vivos y homogéneos. Semejantes características lo hacían especialmente apto para recibir la aplicación de diversas técnicas artísticas como la incisión, el repujado, el dorado, etc. Ahora bien, el cordobán no constituye una técnica artística. Era especialmente apreciado para la manufactura de indumentaria, cuerpo del calzado de lujo, bolsos, escarcelas, cinturones, así como el revestimiento de objetos suntuarios: estuches, cofres y arquetas, sillas de montar, vainas de espada, almohadas y encuadernaciones. La denominación, desde la Alta Edad Media, alude directamente a su origen, cuando Córdoba era la capital del califato y, en toda Europa, cordobán equivalía a piel de España.

Bote octogonal recubierto de cordobán con aplicaciones de oro, decorado con bandas de entrelazo mudéjar. Al-Andalus, siglos XI-XV.

Cofre recubierto de cordobán labrado con motivos incisos, con refuerzos y cerradura de hierro ricamente decorado. España, circa 1500.

Bolsa de corporales de guadamecí. Representa el Agnus Dei y las cinco llagas de la Pasión. España, siglo XVI.

En cambio guadamecí (guadamecil o guadamacil) designa una técnica artística que conoció su florecimiento en la península Ibérica entre los siglos XV y XVIII, así como su paulatina extensión a toda Europa, Latinoamérica, e incluso el Japón. Conocemos el proceso de fabricación y su uso por medio de la documentación y de las fuentes iconográficas y literarias.

En origen es una técnica artística que consiste en recubrir la flor de la piel de una película metálica (pan de oro, de plata, etc.), con el objeto de crear una superficie estable para la aplicación de policromía y diversos barnices, así como el ferreteado con pequeños punzones. Ésta es el soporte de la decoración plástica, quedando el material oculto a la vista. Las pieles recortadas en rectángulos regulares y doradas se cosían entre sí, adoptando el tamaño requerido para cubrir la superficie deseada.

Se desconoce el significado del término “guadamecí”, que es común a las lenguas romances peninsulares. En otras lenguas europeas, el término hace referencia a la técnica o el aspecto (Fr. cuir doré; Ing. Gilt-leather; It. corami d’oro; Al. Goldleder; Hol. Goudleer), en paralelo al español oropel, que significa simplemente piel dorada, plana y sin policromía. Los estudios etimológicos más recientes reivindican el origen hispanoárabe del término guadamecí a partir de la raíz masra, que significa “estar cubierto con ramos”, o bien “revestir algo con colores vivos y ardientes”. No es extraño que algunas de las descripciones españolas del siglo XVI se refieran a los guadamecíes como “colgaduras de verduras”. El adjetivo mir califica algo que tiene un tinte muy coloreado, significados ambos que se avienen al concepto de esta técnica artística y a su función.

Los objetos más antiguos conservados datan del siglo XV, mientras que las primeras referencias al término son de los siglos XII y XIII. Sin embargo, la base del guadamecí, el dorado de la piel, era ya conocida desde la Antigüedad, como lo prueban numerosos objetos del Egipto faraónico, o referencias documentales y literarias de Roma o Bizancio. En los escasos manuales medievales sobre técnicas y oficios, aunque de forma sucinta, aparece documentada también la técnica de la piel dorada, sobre todo en aquellos que reproducen repertorios romanos o bizantinos. De hecho, se conocen algunas encuadernaciones coptas en piel de los siglos VIII o IX con aplicaciones doradas, y también a partir del siglo X florecen en Europa numerosos escritorios que producen manuscritos sobre pergamino, cuyas miniaturas se basan en parecidos procedimientos y el uso de similares materiales. También existen prendas de indumentaria con piel dorada en toda Europa occidental desde el siglo XII, como calzado, cinturones, escarcelas o bonetes.

En la documentación de los reinos hispanos, a partir del siglo XIV, menudean las referencias a guadamecíes para designar objetos suntuarios como almohadas de cama y de sentar, fundas y estuches litúrgicos, frontales de altar, imágenes de devoción, etc.), así como lujosos revestimientos de interiores (colgaduras murales, guardapolvos sobre puertas y ventanas, cortinas, cobertores de camas y mesas, doseles, paramento de estrados...).

A finales del siglo XV son frecuentes las referencias a maestros guadamacileros y sus producciones, y a partir del primer tercio del siglo XVI las ordenaciones gremiales de muchas ciudades reglamentan las normas del oficio, lo cual permite conocer sus procedimientos técnicos, sus producciones, su instrumental, las materias primas e incluso algunos de los motivos representados. Igualmente se conocen los principales centros de producción en esa época (Sevilla, Granada, Córdoba, Valencia, Ciudad Real, Valladolid, Madrid o Barcelona), y los nombres de algunos de los maestros. Desgraciadamente, se trataba de una producción de taller, cuyas obras no se firmaban y, salvo excepciones, no se conoce la autoría. Los comitentes realizaban sus encargos al guadamacilero, quien, a su vez, subcontrataba la parte figurativa a un pintor.

Fragmento de un revestimiento mural de guadamecí español del siglo XVI, con los motivos policromados y ferreteados con un diseño inspirado en un tejido tardo-gótico. España, siglo XVI.

Pieza de guadamecí, policromado y ferreteado. Representa un modelo de cruz de orfebrería gótico-florido. España, finales del siglo XV-principios del XVI.

El arte de la piel en Europa

Revestimientos murales de guadamecí

El empleo de revestimientos murales de guadamecí en la decoración de palacios y casas señoriales fue habitual en la península Ibérica en los siglos XVI y XVII. Plásticamente se caracterizan por una superficie plana, sin relieve, pero con fondos profusamente ferreteados. Los motivos representados con mayor frecuencia son de temática renacentista, como pilastras, capiteles, arcos y grutescos, aunque continúan vigentes temas de tradición mudéjar o gótica. Su decoración copia por lo general los diseños textiles de la época, reproduciendo los temas decorativos de los lujosos brocados y damascos contemporáneos.

La piel cubría la desnudez de las paredes y aislaba de los rigores del clima, aportando confort y calidez a los interiores. En este sentido, suponía un sustituto más económico respecto a los tapices bordados en sedas, oro y plata, producto de importación reservado a las elites aristocráticas y mercantiles.

En el primer tercio del siglo XVII se desarrolló en los Países Bajos un novedoso sistema de producción, que a mediados de siglo se había extendido por toda Europa. Consistía en estampar en relieve la piel dorada con planchas previamente grabadas. Después se pintaban a mano, lo cual permitía realizar conjuntos homogéneos para revestir amplias superficies murales, como reproducen algunos cuadros barrocos, e incluso se conservan habitaciones completas.

Este procedimiento acabó por desbancar a los talleres hispanos, aunque a su vez sucumbió con la popularización del papel pintado, avanzado el siglo XVIII.

En resumen, el guadamecí es una de las aportaciones específicamente hispánicas a la historia del arte universal, aunque hoy está casi olvidada.

Conjunto de revestimiento mural de guadamecí. Países Bajos, siglo XVIII.

Objetos litúrgicos de guadamecí

En los siglos XVI y XVII era frecuente la realización de objetos litúrgicos con la técnica del guadamecí, como bolsas de corporales, cojines, paños de sagrario, cubrealtares, casullas, imágenes de devoción, frontales de altar, e incluso algún retablo. Muchas iglesias lucían frontales, según consta en los inventarios parroquiales, ya que su coste era relativamente asequible. Estaban formados por varias piezas de piel chifladas y cosidas entre sí (en épocas posteriores fueron chiflados y encolados); seguían el mismo esquema compositivo que los frontales bordados, con la figura principal situada en el centro, enmarcada por motivos ornamentales, geométricos o vegetales.

Las imágenes de devoción representan un solo personaje o composiciones complejas, como escenas de un retablo. De éstas, sólo excepcionalmente conocemos el autor, como ocurre en la galería de retratos de la catedral de Valencia, del taller de Juan de Juanes. Se encuentra una gran variedad de temas, según las advocaciones de las iglesias y las capillas adonde se destinaban las piezas. En España destaca por su devoción la Santa Faz o Verónica, especialmente entre finales del siglo XVI y la primera mitad del XVII. Respondían siempre al mismo esquema compositivo, con una iconografía muy repetitiva, que sólo variaba en la calidad final de ejecución. Los motivos más frecuentes en los objetos litúrgicos eran los eucarísticos como el Agnus Dei, los anagramas de Jesús y María, o los símbolos de la Pasión.

Frontal de altar de guadamecí del siglo XVII, con la representación policromada de san Jerónimo en el centro y motivos de flores y pájaros en los laterales.

Imagen de devoción de guadamecí con la figura de la Verónica, policromada, sobre fondo dorado y ferreteado con varios hierros. Enmarcada por una cenefa de tradición mudéjar. España, siglo XVI.

Mobiliario contenedor: arquetas, cajas y baúles

Desde época medieval el mobiliario contenedor (arquetas, cofres y baúles), era con frecuencia de madera recubierta de piel (encorada). Protegía el interior de la humedad y los insectos, al mismo tiempo que le daba prestigio y suntuosidad. La piel podía ser lisa, o bien estar decorada con motivos policromados, grabados, gofrados o dorados, o con aplicación de tachuelas y costillas de latón, hierro o plata, así como de cerradura y asas. Las arquetas y cajitas servían para guardar objetos de gran valor material o sentimental, como joyas o documentos, pero en sí mismas eran ya una joya, convertidas en símbolo de amor y compromiso matrimonial. También las encontramos en el ámbito litúrgico como estuche de reliquias, cálices y custodias, cruces, libros de horas, etcétera.

En el marco occidental, la confección de arquetas recubiertas de piel responde a tres tradiciones. La primera es fruto de la herencia andalusí y se define por los motivos de inspiración mudéjar, con una clara influencia de las cajas y los botes de marfil hispanoárabes, donde predomina una labor detallista de entrelazo y ataurique.

Otro grupo de arquetas corresponde a la tradición norte-peninsular, caracterizada por su simplicidad, funcionalidad y resistencia. La estructura va forrada de piel, cruda o curtida, y reforzada por fajas de hierro, cuyo contraste constituye la única concesión decorativa. A este grupo corresponden las arquetas catalanas de los siglos XIV y XV.

Un tercer grupo responde a la tradición norte europea, con predominio del sentido estético y decorativista. Destacan las arquetas de cordobán grabado, recubiertas de piel repujada o decoradas con otras técnicas. El cordobán se cubre generalmente con motivos incisos, con temas geométricos y vegetales de inspiración gótica, o con representaciones de santos, anagramas y leyendas litúrgicas. Los hierros que rodean la arqueta se convierten en motivos decorativos propios, reduciendo su tamaño y complicando la decoración. En el siglo XV son muy abundantes en Castilla, Aragón y Cataluña, y se denominan “cajas de Flandes”.

En inventarios y descripciones de toda Europa es corriente la referencia a “cofres encorados”, o recubiertos de cordobán o piel cruda. Los baúles son contenedores diseñados especialmente para el viaje, presentan la tapa combada para la lluvia, y asas para su transporte; también se encontraban en las casas, para almacenaje de enseres domésticos. En los siglos XV-XVI la piel está decorada con motivos grabados y la estructura reforzada con hierros ricamente trabajados. Pero a partir del siglo XVII y en el XVIII, su forma y decoración es más austera, de acuerdo con su funcionalidad, en ocasiones realizada con tachuelas de distintas formas, tamaños y materiales.

Junto a las aplicaciones mencionadas se encuentra una serie de objetos de lujo destinados a la aristocracia, donde la piel adquiere la categoría de joya, asociada a materiales preciosos. Se trata de pequeños objetos simbólicos, conmemorativos o propagandísticos, como medallas y placas, retratos, fundas, espadas, relicarios, etcétera.

Arqueta de madera recubierta de piel cruda, con refuerzos de hierro con motivos cuadrilobulados. Cataluña, siglo XIV.

Arqueta de piel dorada, repujada y policromada, con la representación de escenas galantes. Cataluña o Francia, circa 1400.

Nuevas tipologías de mobiliario: arquimesas y biombos

En el Renacimiento europeo se produce un cambio en las formas de vida que afecta tanto al mobiliario como a los temas decorativos. Aparece la arquimesa o escritorio, frecuentemente recubierta de piel y decorada con motivos gofrados en oro o policromía. Presentan habitualmente esquemas geométricos o vegetales, pero a veces reproducen temas figurativos de carácter mitológico, heráldico, o inspirados en ciclos épicos.

A mediados del siglo XVII, a raíz de la importación de objetos y muebles orientales, se generaliza una nueva tipología de muebles en la decoración de interiores, el biombo, que pasa a formar parte del mobiliario de los grandes palacios y mansiones de finales del siglo XVII y del XVIII. Presentan un bastidor de madera recubierta de piel, lo que le confiere una estructura ligera. A principios del siglo XVII la piel aún es visible, como en las encuadernaciones de la época, decoradas con gofrados y hierros dorados, mientras que en la segunda mitad del siglo adoptan la técnica de los revestimientos murales de guadamecí, de temática naturalista y motivos de inspiración exótica; más adelante, en el siglo XVIII se impone abiertamente el gusto oriental, de chinerías, aunque confeccionados en Inglaterra.

Arquimesa forrada en piel teñida y gofrada en oro, con aplicaciones en mosaico policromado, con escenas épicas y mitológicas. Italia, circa 1625.

Biombo de guadamecí, decorado con temática naturalista y motivos de inspiración oriental. Inglaterra, primera mitad del siglo XVIII.

Las sillas

Hasta el siglo XVI, en las casas de la península Ibérica no había sino una silla, utilizada por el cabeza de familia. Los restantes miembros se sentaban en taburetes o bancos, y las mujeres lo hacían a la morisca. Esta costumbre explica la existencia del estrado, o tarima recubierta de esteras, cojines y almohadas de tela y de guadamecí, recuerdo de la herencia islámica.

Las sillas con asiento y respaldo de piel se realizaban ya desde el siglo XV, y se pueden agrupar en distintas tipologías según su estructura, tales como sillas de cadera, plegadizas o jamugas, a la portuguesa, sillones fraileros, etc. Se elaboraban en vaqueta, vacuno joven de gran resistencia, que podía ser lisa, con decoración grabada, o bien formando un almohadillado con motivos cosidos, como era habitual en los bancos. Las sillas portuguesas, construidas en maderas tropicales de gran calidad, y con decoraciones de gusto colonial, alcanzaron gran prestigio y difusión en Europa.

La evolución que experimentan las distintas tipologías de sillas se refleja principalmente en las formas estructurales de la madera, aunque también en la decoración de la piel. Ésta, inicialmente simétrica e inspirada en motivos vegetales y heráldicos, se enriquece con un gran abanico de temas, como animales exóticos, ángeles, personajes mitológicos o figuras humanas.

Sillón de madera de palosanto y cuero grabado, con un diseño plenamente rococó. Portugal, mediados del siglo XVIII.

Sillón frailero con estructura de madera y cuero grabado con motivos heráldicos en el respaldo. España, siglo XVII.

El mundo latino

Poco es lo que conocemos de las artes aplicadas en piel en época precolombina. Lógicamente, la conquista tuvo un reflejo inmediato en la producción de una artesanía específica del cuero, que consiguió la fusión de las técnicas y los oficios hispanos más tradicionales (madera, hierro, curtido vegetal, ferreteado, grabado, cincelado...), con los materiales, las técnicas y los lenguajes específicamente indígenas (cestería, piel cruda, calado, trenzado, bordado en piel...). Surgieron así verdaderas escuelas coloniales, que tuvieron su mejor representación en los virreinatos de Nueva España y el Perú.

De la zona de México destaca la producción de petacas