Artes & Oficios. El esmalte al fuego sobre metales - Núria Lopez-Ribalta - E-Book

Artes & Oficios. El esmalte al fuego sobre metales E-Book

Núria Lopez-Ribalta

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Beschreibung

El esmalte al fuego sobre metal es un arte milenario que, actualmente renovado, se manifiesta como una disciplina en extremo versátil y de primer orden para la expresión artística. Este libro explica de manera didáctica y rigurosa las técnicas fundamentales del trabajo del esmalte, mostrando con todo detalle los diferentes procesos e incidiendo especialmente en los aspectos prácticos del trabajo. Tras una breve visión de la historia del esmalte, se enseña la naturaleza, las características y el comportamiento del esmalte, un tipo de vidrio formulado específicamente para ser aplicado sobre el metal. Seguidamente, se explican los materiales y las herramientas que se emplean, los procesos preparatorios y las diversas técnicas. En el último capítulo, a manera de ejemplo, se muestra paso a paso la creación de varias obras originales de diversos colaboradores.

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El esmalte

Proyecto y realización

Parramón Paidotribo

Dirección editorial:

María Fernanda Canal

Ayudante de edición y archivo iconográfico:

Mª Carmen Ramos

Textos:

Eva Pascual i Miró, con la colaboración de Núria López-Ribalta en “Historia del esmalte sobre metal”

Realización de los ejercicios:

Núria López-Ribalta, con la colaboración de Rafael Arroyo, Montserrat Mainar, Gemma Moles y Andreu Vilasís.

Diseño de la colección:

Josep Guasch

Fotografías:

Nos & Soto, Carme Carranza y archivo Núria López-Ribalta. Bagues-Masriera Joiers (para sus fotos en p. 17, 118, 122, 123, 156).

Dibujos infográficos:

Farrés - il•lustració editorial

Maquetación:

Estudi Guasch, S.L.

Segunda edición

© 2014 ParramónPaidotribo

www.parramon.com

[email protected]

ISBN: 978-84-342-3385-0

ISBN EPUB: 978-84-342-9975-7

Derechos exclusivos de edición para todo el mundo.

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la impresión, la reprografía, el microfilm, el tratamiento informático o cualquier otro sistema, sin permiso escrito de la editorial.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Sumario

INTRODUCCIÓN

HISTORIA DEL ESMALTE SOBRE METAL

El arte del esmalte sobre metal

EL ESMALTE

El esmalte como materia

Tipos de esmalte

Presentaciones

MATERIALES Y HERRAMIENTAS

Metales

Presentación de los metales

Materiales para la limpieza de los metales

Materiales específicos

Materiales para trabajar el esmalte

Materiales auxiliares

Herramientas para el metal

Herramientas para aplicar el esmalte

Herramientas específicas y máquinas

Hornos y útiles de hornear

El taller

PROCESOS TÉCNICOS

ASPECTOS PREVIOS

Características y comportamiento del esmalte

Preparación y limpieza del esmalte

Limpieza de los metales

Aplicación del esmalte

Paletas y pruebas

TÉCNICAS

Esmalte pintado

Esmalte pintado: grisalla

Esmalte pintado: aplicado en seco

Pintura sobre esmalte

Campeado

Alveolado

Bajorrelieve

Vitral

Esmaltado en relieve

Esmaltado de joyería y acabados

PASO A PASO

Conjunto de centro y pie de postre

Panel (1)

Panel (2)

Colgante

Escultura

GALERÍA

GLOSARIO

BIBLIOGRAFÍA Y AGRADECIMIENTOS

Introducción

El esmalte al fuego sobre metal es un arte milenario. El esmalte es un tipo de vidrio formulado específicamente para ser aplicado sobre un metal. Mediante el proceso de cocción en el horno se une íntimamente a ese soporte y recubre su superficie.

El resultado es un acabado vítreo, muy brillante, de colores vibrantes y resistentes, con las cualidades propias del vidrio. Esta disciplina artística también se denomina esmalte vitrificable al fuego sobre metal o vidrio sobre metal (glass on metal), siguiendo la denominación más difundida en el ámbito cultural anglosajón. Tradicionalmente asociada a las obras de arte suntuario como las piezas de orfebrería y joyería, y empleada también en aplicaciones industriales, en la actualidad se revela como una disciplina en extremo versátil y de primer orden para la expresión artística. Situada en el contexto de las artes del color o pictóricas, deviene un vehículo de creación sumamente interesante por sus múltiples recursos y aplicaciones, que incluyen el mundo del objeto, la joya o el mural, así como por los resultados que ofrece y que la caracterizan, diferentes y alejados de otras disciplinas artísticas. El arte del esmalte al fuego sobre metales requiere el conocimiento previo de los materiales que se van a utilizar. Así, los artistas se enfrentan con un material complejo, cuyas especiales características determinarán el resultado final, al igual que en el vidrio. A ello cabe añadir la dificultad de trabajar también con soportes y elementos metálicos, un material radicalmente diferente del esmalte en cuanto a naturaleza y comportamiento. Es imprescindible, pues, conocer a fondo el esmalte como material, su naturaleza y sus características, pero también las de los metales, así como el comportamiento conjunto en la cocción. El esmalte exige rigor en todos los procesos técnicos que involucra, tanto en los previos (limpieza del esmalte y del metal, aplicación del esmalte y confección de paletas o pruebas) como en el desarrollo de los procesos que requiere cualquier técnica; asimismo, permite una constante investigación. Sin embargo, se trata de una disciplina gratificante para con el neófito, pues los resultados son ostensiblemente atractivos desde el principio, sobre todo en lo que concierne a colores y texturas.

En este libro se muestran las técnicas fundamentales del arte del esmalte sobre metal. Se explican de manera amena, pero a la vez rigurosa, desarrollando los principales procesos que involucran. Se articula en cinco capítulos fundamentales. El primero relata una breve historia del esmalte. El siguiente trata del esmalte como material, sus características y presentaciones. A continuación, se ofrece una exhaustiva explicación de todos los materiales y herramientas que se emplean en las diferentes técnicas del esmalte. En el cuarto capítulo, el más extenso, se abordan los procesos técnicos de esta disciplina artística, empezando por los aspectos previos y siguiendo por las principales técnicas que lo configuran. Finalmente, en el capítulo de paso a paso se muestra el proceso completo de creación de cinco obras en las que colaboran artistas plásticos de reconocida maestría y trayectoria.

Con esta obra no se ha pretendido crear el manual definitivo del esmalte sobre metal, sino ofrecer una visión rigurosa y clara de las técnicas fundamentales (sin descartar que existan otras variantes) en una disciplina exigente pero agradecida, que requiere constante investigación. Estrictamente, cada una de ellas sería merecedora de un libro específico, dado el amplísimo abanico de posibilidades que el esmalte al fuego ofrece como medio artístico y artesanal. Por otro lado, también, se ha querido ofrecer una serie de recursos muy útiles para la creación y experimentación, así como apuntar ideas para desarrollar obras nuevas y únicas con el lenguaje personal de cada uno. La creación con esmaltes permite conseguir obras con componentes estéticos muy particulares, donde la reflexión de la luz y la pureza del color devienen los elementos centrales de interés, esto combinado con otras características propias del esmalte (brillo, lisura, etc.) dan como resultado las especiales características definitorias de este arte.

Las autoras Núria López-Ribalta (a la derecha) y Eva Pascual (a la izquierda) con el fotógrafo Joan Soto.

Núria López-Ribalta es licenciada en Historia del Arte y Doctora en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona. Se graduó en esmaltes en la Escola Superior de Disseny i d’Art Llotja. Discípula y colaboradora de Andreu Vilasís, se ha especializado en técnica e historia del esmalte. Es profesora en la escuela Llotja desde 1978, donde ha obtenido la Cátedra de Dibujo en 2008. Amplió estudios de pintura en el Reial Cercle Artístic de Barcelona y en la Escola de Belles Arts i Oficis d’Olot (Girona). Es conservadora del Museu de l’Esmalt Contemporani (MECS) de Salou (Tarragona) y la presidenta para España del Creativ-Kreis Internacional de Alemania. Es cofundadora de CIDAE (1983) y redactora de la revista L’Esmalt. Ha colaborado también en numerosas publicaciones y participado como ponente en conferencias y simposiums internacionales, así como en la organización de exposiciones, certámenes y concursos sobre esmaltes. Ha formado parte del jurado de la “XI Biennale Internationale l'Art de l'Email” de Limoges (Francia) de 1992, de la de Tbilisi (República de Georgia) de 2006 y de las de Salou. Tiene su propio taller de esmaltes y expone regularmente sus obras de dibujo, pintura y esmalte. En 1997 se le otorgó el Diploma de Maestro Artesano de la Generalitat de Catalunya. Ha celebrado numerosas exposiciones individuales y colectivas en Japón, Canadá, Alemania, Gran Bretaña, Italia, Bélgica, Argentina, India y Estados Unidos de América, formando parte sus obras de la colección permanente de diversos museos en Rusia, Hungría, Francia, Alemania, Estados Unidos de América y España, entre otros. Ha recibido numerosos premios internacionales de esmalte, entre los que destacan: el “Diploma de la Municipalidad” en la Bienal internacional de Vilnius (Lituania) de 2005, el “Premio a la excelencia” de 2001 en el 14 Cloisonné Jewelry Contest, en 2004 el “Premio a la calidad por excelencia” en la International Enamelling Art Exhibition y el “Premio a la integración de materiales” en el 17 Cloisonné Jewelry Contest, todos ellos en Japón.

Eva Pascual i Miró es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona, especializada en Museografía, Diseño y Acondicionamiento por la Universidad Politécnica de Catalunya y en Conservación Preventiva por la Universidad Autónoma de Catalunya. Ha realizado cursos sobre mercadotecnia y gestión de empresas culturales. Por tradición familiar se inició en el conocimiento de las antigüedades, sobre todo en el mueble catalán en particular y el mobiliario medieval en general, así como en las artes decorativas medievales, temas sobre los que ha desarrollado sus trabajos de investigación. Su trayectoria profesional se ha desarrollado, entre otros, en varios museos e instituciones culturales de Catalunya, como documentalista de colecciones de mobiliario y artes decorativas, gestora del patrimonio y coordinadora de exposiciones. También ha trabajado en empresas de servicios integrales para instituciones culturales. Ha escrito numerosos artículos sobre artes decorativas y mobiliario medievales catalanes e impartido cursos sobre historia, documentación y criterios de restauración de mobiliario. Es colaboradora habitual de la revista Estudi del Moble y coautora de los libros Restauración de madera, Decoración de madera, Restauración de pintura, El vidrio, El cuero y Estampación, de esta misma colección.

Historia del esmalte sobre metal

En la página anterior, Léonard Limosin (1505 - 1576-77). San Miguel derribando al dragón. Grisalla sobre cobre. Mitad s. XVI. Musée municipal de l'Evêché (Limoges, Francia).

El esmalte al fuego sobre metales es un arte milenario que hunde sus raíces en la historia de la humanidad y que ha llegado hasta nuestros días sin interrupción, tras pasar por períodos de esplendor y de decadencia. Hoy se halla totalmente renovado y vigente, y gracias a él se siguen coloreando metales en la joyería y orfebrería, el objeto cotidiano, el mural arquitectónico y el arte, tanto en escultura como en dos dimensiones. Constituye un procedimiento pictórico vitrificable aplicado sobre bases de metal a las que confiere un acabado perenne de color vivo, potente, duradero, impermeable y prácticamente inalterable. Ello ha permitido la conservación de innumerables piezas artesanales o artísticas que se remontan al tercer milenio a.C., testimonio de una incipiente tecnología del vidrio que el ser humano supo adaptar y aplicar a los metales para embellecerlos mediante luz, color y transparencias singulares. Conocer el pasado de este arte milenario lo hace aún más apasionante, y nos sorprenderán las capacidades creativas y los alardes técnicos logrados en épocas que no disponían, ni de lejos, de la tecnología actual. La belleza de las obras que mostramos en este libro nos hará valorar más las artes y los oficios manuales, pues desde antiguo, el espíritu creador humano ha unido la belleza, suntuosidad y riqueza de los metales al esplendor de los colores vitrificados para elaborar los más bellos objetos, que hoy atesoran sobre todo catedrales, iglesias, monasterios, palacios y museos de todo el mundo.

El arte del esmalte sobre metal

Orígenes

El esmalte vitrificable es una pasta vítrea que, molturada, en forma de arena, se aplica a metales, sobre los que se funde y adhiere por calor; resulta adecuado, pues, establecer el paralelismo de su origen en las mismas civilizaciones que descubrieron el vidrio, sus usos y su tecnología. Éstas fueron la egipcia y la mesopotámica, en el cuarto y tercer milenio a.C. Ambas desarrollaron tecnologías del vidrio y orfebrería con incrustaciones de pastas vítreas que nos permiten hablar de proto-esmaltes. Se trata de joyas en las que se combinan las incrustaciones en huecos y alvéolos (cloisonné de incrustación) de piedras semipreciosas con pastas de vidrio a menudo talladas, encajadas e incrustadas entre láminas de oro, previamente elaboradas. Destacan los tesoros de la reina Pu-Abi o Shubad (en los museos de Filadelfia, Bagdad y Británico), de Tutankhamon c 1500 a.C. (Museo de El Cairo) o de la reina Ak-hotpe de la XVIII dinastía.

Utilizamos el término proto-esmalte porque parece que el vidrio no siempre fue aplicado y fundido conjuntamente con el metal, sometiendo a ambos a la acción conjunta del fuego, sino que la pasta vítrea, en algunos casos, fue depositada en estado líquido (por fusión) derramada dentro de los alvéolos metálicos donde quedaba atrapada, y al enfriarse ocupaba los recovecos y espacios a los que, en ese estado, se adaptaba perfectamente.

Al parecer, quienes perfeccionaron y sobre todo difundieron las tecnologías del vidrio y sus derivados fueron los navegantes y viajeros fenicios. Lo llevaron por todo el Mediterráneo, dándolo a conocer en las numerosas colonias que allí establecieron.

Se les atribuye también su descubrimiento, pero quizás esto forma más parte de la leyenda que de la realidad. Plinio el Viejo, en sus crónicas, relata que la pasta vítrea fue descubierta, de forma casual, por la fusión resultante de la sílice de las arenas de las playas mediterráneas, donde varaban los fenicios, combinada con los elementos calcáreos (valvas), los cuales se adherían a los metales que utilizaban para cocinar o mantener el fuego por las noches.

Mundo antiguo

El trabajo de los metales en Occidente se fecha hacia el 2000 a.C.; sin embargo, los más antiguos vestigios de la esmaltería encontrados hasta hoy pertenecen al Mediterráneo. Concretamente en la isla de Chipre aparecieron piezas de joyería esmaltada en la técnica del alveolado en oro en tumbas de la civilización micénica del Egeo. Un conjunto de seis anillos de la tardía Edad del Bronce, del siglo XIII a.C. del yacimiento de Kouklia, conservado hoy en el Museo de Nicosia, y un cetro real de oro del siglo XI a.C. de la necrópolis de Kourion, más perfecto, también en el mismo museo. La pasta de vidrio no se incrustó sino que fue aplicada y fundida directamente sobre el oro. En la Grecia clásica se incorporó a la joyería (de la que quedan escasos restos), en el siglo VI a.C. Por influencia fenicia, en las colonias mediterráneas aparecen, entre otras piezas, el collar de Gadir (Cádiz, siglos V-IV a.C.) o el “Tesoro del Carambolo” de Sevilla (colgante, siglos VIII-VI a.C.), probablemente fenicio al estilo de la cultura autóctona de Tartesos, en el sur peninsular íbero. Roma dejó bastantes más vestigios en la Galia francesa, y otros que se conservan en el Metropolitan Museum of Art (Nueva York, EE.UU.). Los celtas y otros nómadas que atravesaron Europa hasta la península Ibérica dejaron piezas en una técnica nueva de excavado del metal, sobre todo en yacimientos galos, donde se encontró incluso un taller y diversas herramientas de esmaltador (Musée des Antiquités Nationales de Saint Germain, en Laye, Francia). También a ellos se les atribuye la introducción del esmaltado en Occidente. En la historia hay que buscar paralelismos, más que un único origen puntual, pues en diferentes puntos del planeta el ser humano desarrolla tecnologías similares o idénticas sin aparente relación física entre las mismas. En Oriente también se conocían estos procedimientos, que fueron llegando a Occidente a través de las invasiones periódicas de los pueblos nómadas procedentes de las estepas euroasiáticas. Destacamos a los Escitas, pueblo de origen asiático con una avanzada tecnología orfebre y metalista, propia de nómadas, que entró en contacto con el mundo griego cuando éste, en época macedónica, se había expandido hasta la península de Crimea, lugar donde existió una especie de taller internacional de joyería y orfebrería, en que el esmalte era bien conocido y utilizado en piezas refinadas y de alta tecnología.

Fíbula de bronce. Roma. Esmalte excavado (champlevé). Procedente de Galia (Vaison la Romaine). S. III. Musée des Antiquités Nationales (St. Germain-en-Laye, Francia).

Escudo ofrenda de Battersea. Arte Celta (Encontrado en el Támesis cerca del puente de Battersea, en Londres, Reino Unido). Bronce dorado y esmalte rojo opaco. Edad de los Metales, La Tène, Arte Celta. S. I a.C. (350) (77,7 × 22 cm). British Museum (Londres, Reino Unido) (inv: P&EE 1857.7-15.1).

Cetro real necrópolis de Kourion. Civilización micénica. Esmalte alveolado sobre oro. S. XI a.C. Museo arqueológico de Nicosia (Chipre).

La atribución a los celtas de la autoría del descubrimiento occidental del esmaltado de metales, se basa en un famoso texto del siglo III (c. 240 a.C.), del griego Filostrato, residente en Roma. Éste, refiriéndose a celtas, francos, vikingos, sajones..., relata que “los bárbaros del norte” fundían unas arenas grises sobre los metales, las cuales se convertían, al enfriarse, en materia dura y de vivos colores”. Ciertamente, estos pueblos guerreros decoraban sus armas, corazas, arneses para caballo, joyas y amuletos formando dibujos o elementos decorativos entre reservas excavadas en el metal, o creadas por fundición (técnica de campeado), que se rellenaban de materia vítrea que fundía allí a elevada temperatura. Invadieron el Imperio romano e introdujeron en el centro y el norte de Europa esta técnica decorativa.

Destaca el tesoro guerrero de Battersea (hoy en el British Museum de Londres, Reino Unido), del siglo I a.C.

Paralelamente a la dominación romana, en el Mediterráneo, en el siglo I a.C. aparecieron vestigios importantes de piezas esmaltadas en el Egipto tardío pertenecientes a la poco conocida cultura Meroé en la zona de Nubia (Tesoro de la reina Amanishaketo, 35-20 a.C.), que justifican una pervivencia y evolución de estas técnicas en sus lugares de origen.

Medioevo.Del alveolado al campeado

En la Edad Media la cultura celta seguía viva en el norte de Europa, especialmente en Irlanda y las islas británicas, donde destacan hallazgos importantes como el tesoro de Sutton Hoo, del siglo VII (British Museum).

En Oriente, el origen más lejano por procedimientos similares es China. Así, desde Egipto o China, o por influencia mediterránea, el esmaltado de metales llegó hasta el Imperio bizantino, que lo perfeccionó y llevó a su máximo esplendor, técnica y artísticamente, en un mundo ya cristianizado. La técnica que se perfeccionó fue el alveolado en oro. Se disputan esta hegemonía Georgia y Bizancio. Los vestigios más antiguos en Georgia datan del siglo VIII; en el Museo de Bellas Artes de Georgia (Tbilisi, República de Georgia) se encuentran los mejores ejemplos de ello: el Tríptico Martvili y el Tríptico Khakhuli, de los siglos IX a XII.

Estas técnicas de alveolado en oro se desarrollaron en Oriente hasta ya entrada la Edad Media en forma de iconos, y Georgia dilató en el tiempo su producción hasta el siglo XV. Entre los ejemplos bizantinos más conocidos está la famosa Pala d'Oro (retablo de 3,34 × 2,12 m), conservada en la Iglesia de San Marco de Venecia, con un montaje orfebre en plata dorada posterior (de estilo gótico), pero que enmarca suntuosamente los mejores esmaltes bizantinos (225 piezas, la mayoría del siglo XII) procedentes de la antigua basílica de Santa Sofía de Constantinopla. Otros magníficos ejemplos se conservan en el Museo Nacional de Budapest (Hungría): las Coronas del emperador Constantino Monomachos y de San Esteban de Hungría (siglo XI), que posee además uno de los ejemplos más antiguos de esmalte vitral en los pináculos procedentes de una antigua corona de princesa bizantina. De la zona de Kiev y Bulgaria se conserva también bastante joyería esmaltada bizantina en oro, de gran influencia posterior en Occidente a través de los talleres exportados a Germania.

Tras la caída del Imperio romano de Occidente, se introducen estas técnicas más perfeccionadas y suntuosas en un Occidente empobrecido tras el esplendor del mundo clásico grecorromano, gracias a alianzas políticas entre emperadores carolingios y otomanos con Bizancio.

En la Edad Media, el cristianismo se extendió por casi toda Europa. En ella renacen y se perfeccionan técnicas de metales y con ello el esmalte, casi exclusivamente en manos de monjes o artesanos al servicio de la Iglesia. Siempre alrededor de la temática religiosa, se elaboran objetos para el comercio de reliquias y el culto, en todos los ámbitos artísticos. En la península Ibérica, en la época del Al Andalus, se practicó con acierto y características propias orientalizantes el arte del esmalte. Artísticamente, tuvo gran influencia entre los reinos cristianos del norte. Sólo el reino de Asturias y parte de Cataluña quedaron libres de tal influencia después de ocho siglos de ocupación musulmana. Tras el arte visigodo, el arte asturiano ha dejado piezas relevantes de orfebrería autóctona prerrománica como la Cruz de la Victoria, con esmaltes alveolados (siglo X), en la Cámara Santa de Oviedo, muy relacionadas con el arte carolingio, lombardo y franco.

La Pala d’Oro, detalle de San Mateo. Oro, esmalte alveolado y piedras preciosas. S. XII. Basílica de San Marco (Venecia, Italia).

Evangeliario. Taller germánico otoniano. Primer cuarto del s. XI (sudoeste de Alemania). Oro, pedrería y esmaltes alveolados de oro sobre oro (39,2 × 32 cm total). Detalle del evangelista san Lucas, Musée du Louvre (París, Francia) (O.A. cat. 13).

Las técnicas de esmaltación medievales se adaptaron rápidamente a las temáticas, formas y economías de los nuevos tiempos. Así, el alveolado de oro sobre oro se fue reconvirtiendo en la técnica del excavado o campeado en cobre, luego dorado. Los metales preciosos escaseaban en Occidente y era imposible competir con el lujo oriental. El cobre, en cambio, facilitó el trabajo a carolingios y otonianos, quienes crearon talleres importantes, monásticos o palatinos en los siglos X-XI (Corona imperial de Viena y Tesoro de Gisela, encontrado en Mainz y hoy en el Museo estatal de Berlín, Alemania), que derivaron en una producción casi seriada y comercializada a través de los caminos de peregrinaje entre las sedes eclesiásticas más importantes. Entre los primeros núcleos se encuentran abadías merovingias (Conques) o lombardas (Altar de San Ambrosio de Milán o Corona de Hierro en Monza), donde se gestó el paso del alveolado al campeado. Pero el centro de producción más importante a partir de los siglos XII-XIII fue la ciudad de Limoges, en el centro de Francia, que abasteció de piezas en esmalte “Champlevé” a toda la Edad Media, principalmente arquetas relicarios, báculos, cálices, palomas eucarísticas, píxides, cruces, navetas... y todo tipo de objetos religiosos para el culto. Destacan las colecciones del Musée de Cluny y del Musée du Louvre (en París). En la región lemosina muchas iglesias conservan in situ piezas destacadas como las arquetas de Ambazac, Bellac o la de Saint Étienne de Gimel. Algunos temas de arquetas son recurrentes como las dedicadas a santa Valeria o santo Tomás Becket. También destacan las lápidas funerarias de Godofredo Plantagenet en Le Mans u otras en la Basílica de Saint Denis.

La península Ibérica supo recoger en su momento esta técnica. Así, el taller de Silos, con influencia árabe hispánica, dio sus frutos en época románica e influyó en Francia a través del camino de Santiago hasta tal punto que algunos autores discuten no la hegemonía, pero sí el origen lemosino de estos talleres.

Frontal de San Miguel de Aralar. S. XII. Taller catedralicio de Pamplona. Arte románico de colaboración franco-hispana. Esmaltes en técnica de excavado sobre cobre dorado formando un retablo sobre alma de madera (93 × 1,85 cm). San Miguel in Excelsis. Aralar (Navarra, España).

En España se conservan los únicos grandes conjuntos “retablos” románicos de orfebrería esmaltada del siglo XII: en Santo Domingo de Silos, Burgos, en Orense y en Aralar, Navarra. Cataluña conserva pocas piezas; destaca el Missal de Sant Ruf (Archivo Capitular de Tortosa) del siglo XII, procedente de la Cataluña norte.

Otros dos grandes centros fueron las Escuelas del Mosa y el Rin, de mayor calidad artística y técnica pero menos conocidas. Entre las obras renanas destacan la Arqueta de los Reyes Magos de la Catedral de Colonia y el altar-tesoro de los Güelfos (siglo XII) de Master Eilbertus, en el museo Kunstgewerbe de Berlín (Alemania); y también entre los mosanos muchas obras realizadas y/o conservadas en la actual Bélgica (Musées Royaux d’Art de Bruselas) o fuera de ella, como el Tríptico de Stavelot (hoy en Nueva York), o en el British Museum. De estos talleres medievales sólo se conoce el nombre del monje germánico Teophilus, que dejó un texto importantísimo: De Diversarum Artium Schedula, el texto técnico más antiguo sobre tecnología de metales y esmalte.

A finales del siglo XIII, entre los renanos/mosanos, encontramos a Nicolás de Verdún, autor de una parte de la Arqueta de los Reyes Magos y del retablo de Klosterneuburg (en Austria), de 1181. Tras él, lentamente, fue surgiendo un nuevo estilo, el Gótico. Éste conlleva cambios estilísticos, conceptuales y tecnológicos.

Se impone la nueva idea de que el arte debe ser luz y que con la luz se llega a Dios. Con ello se olvida el oscurantismo del Románico y los artistas dejan que las luces atraviesen las cristaleras góticas. Así pues, los esmaltes románicos (con excepciones puntuales en Venecia, Bizancio e Italia) eran opacos. Ello se debía a dos razones técnicas: los conocimientos de pastas vítreas y óxidos colorantes y el metal de base, el cobre.

Master Eilbertus. Altar portátil, Colonia. 1150-1160. Esmaltes renano-mosanos, en excavado y alveolado. Cobre dorado sobre alma de madera (13 × 30 × 35 cm). Tesoro de los Güelfos, Kunstgewerbe Museum (Berlín, Alemania) (inv. W. 11).

Códex. Misal de St. Ruf. Arte románico. Cubierta de Evangeliario “Crucifixión”. Esmalte excavado sobre cobre, dorado. Moldura/marco encuadernación de plata sobre alma de madera (26,2 × 18,5 × 7 cm). Taller catalán (Cataluña norte. Avignon). Último tercio del s. XII. Archivo capitular de la catedral de Tortosa (Tarragona, España) (inv. Ms. 11).

Arqueta de san Esteve. Cobre y esmalte excavado, Limoges. S. XIII, entre 1210-1220. MNAC (Barcelona, España) (inv. MNAC/MAC 65526. Foto Cabezas / Sagristá MNAC, 1995).

Cáliz del Conde de Mallorca. Plata dorada y esmaltes transparentes en bajorrelieve de plata basse taille. Barcelona, segunda mitad de s. XIV (25 cm alto × 17 cm diam. pie). Estilo gótico. Detalle del pie. Musée du Louvre (París, Francia) (O.A. inv. 3359).

Los esmaltes transparentes y las nuevas técnicas del Gótico

Durante el Gótico, las ciudades y la burguesía crecen en importancia, la economía permite a la Iglesia utilizar la plata, metal precioso que se adecua bien a los nuevos cristales transparentes. El vidrio evoluciona, se perfecciona y, gracias a las investigaciones de los maestros vidrieros, la paleta se enriquece con azules cobalto, rojos intensos... y verdes esmeralda. Vidrieros, orfebres y esmaltistas conviven en ciudades y catedrales. Así, los esmaltadores empiezan a triturar los mismos vidrios transparentes más perfectos que ornamentan con vitrales las altas y luminosas catedrales y los aplican sobre la plata. El metalista del siglo XIV que excavaba el cobre con alvéolos aprende a perfeccionar ese grabado y lo hace más detallado, casi dibujístico. Lo cincela también y lo recubre no sólo en partes alternas metal/esmalte, sino totalmente con esmaltes transparentes que dejan ver su dibujo.

Surge la técnica del bajorrelieve(basse taille). Imprevisiblemente, la hegemonía artística de Limoges decae y la retoma Italia, donde los talleres de Siena producen las mejores obras. Por razones históricas y políticas, Cataluña se incorpora a la elaboración de esmaltes con todo lujo de detalles en esa época, y constituye el segundo centro en importancia. La Catedral de Girona, con su retablo mayor y su museo diocesano, son prueba de ello. Los talleres de Mallorca producen cálices y cruces de la mejor calidad. El museo del Louvre conserva varios de factura netamente catalana que se remontan al siglo XV. También París aporta piezas importantes de la esplendorosa cultura de la corte borgoñona de 1400, con excepcionales piezas en la técnica denominada esmalte de bulto(ronde-bosse) sobre oro. El Goldenes Rössel (París, 1404), que hoy se halla en la Abadía de Altötting (Alemania), es un alarde de técnica y refinamiento en estas piezas esmaltadas. También aportaron en bajorrelieve de oro los espejitos de Louis de Anjou (Musée du Louvre) de 1379 o la famosa copa The Royal Gold Cup (finales del siglo XIV, British Museum, Londres), de agitada historia. El uso pictórico de los esmaltes transparentes, la figuración y la evolución general artística favorecieron la transición hacia los “esmaltes pintados” del Renacimiento.

La independencia de la orfebrería: nacimiento del esmalte artístico o pintado

Esta época marca una frontera importantísima en la historia del arte del esmalte. Hasta ese momento, el esmalte estaba subordinado y ligado al mundo de la orfebrería o joyería. Constituía un complemento. El esmaltador artista por sí solo no existía. Con la llegada del Renacimiento, el esmaltador se independiza. Decide que puede crear y utilizar el esmalte como procedimiento pictórico que es, por sí solo. También los nuevos materiales le son propicios.

Todo ello forma parte de la evolución del arte en general. El Renacimiento es un período de desarrollo del ser humano y de sus capacidades. Se separa de la religión, se siente libre y centro del universo. Aparecen técnicas de divulgación del arte como el grabado. El intercambio cultural es más fácil y las imágenes cruzan fronteras con mayor rapidez.

Así, en el norte de Italia se pasa del bajorrelieve al esmalte pintado con acierto, pero con torpeza. Los esmaltes venecianos pintados son prueba de ello. De nuevo Limoges renace de sus cenizas con méritos propios. Allí, los talleres que aún conservaban conocimientos técnicos resurgen con una estética completamente nueva, cercana sobre todo a los grabados que reproducen pinturas. Primero son de tema religioso, pero poco a poco aparece lo profano y lo mitológico. Durante los siglos XV-XVII, toda Europa es prolífica en trípticos, polípticos y placas en policromía por yuxtaposición y superposición de colores sin metales de separación, desmarcados de la orfebrería. Hacia 1530, aparece la técnica de la grisalla, que da pie a esmaltes monocromos, fruto de la copia de grabados (ver imagen pág. 9). Los mejores especialistas están en los talleres de Limoges. Sus investigaciones les procuran un esmalte blanco semitranslúcido que les permite modelar las anatomías de los cuerpos en claroscuro, de un modo dibujístico y pictórico que hasta entonces no existía. Se le llama “blanco de Limoges” en honor a su origen. Entre los miembros de familias o dinastías que perpetúan por dos siglos y medio la técnica de la grisalla, que se combina con los esmaltes pintados (placas u objetos de cobre como aguamaniles, bandejas, platos, vajillas, cajas, candelabros, salvamanteles, etc., completamente recubiertos de esmalte vitrificado), destacan los nombres de: Reymond, Penicaud, Limosin, Court (entre ellos una mujer, Suzanne Court), Courteys, Nouailher...; o anónimos como Maître aux grands fronts o Maître de l’Énéide, siempre imitando la pintura de caballete. Léonard Limosin alcanzó la categoría de pintor real, gracias a sus creaciones propias. El Museo Municipal del Evêché de Limoges cuenta con una magnífica colección de grisallas y esmaltes pintados del Renacimiento y Barroco. El Musée du Louvre conserva las más espectaculares piezas de Léonard Limosin, entre ellas el retrato del condestable Anne de Montmorency (1556) y los dos retablos de la Crucifixión y la Ascensión. En él se expone además una exepcional colección de esmaltes pintados y grisallas de los siglos XVI-XVII.

The Goldenes Rössel. Relicario “Adoración de la Virgen”. París, 1404. Estilo gótico. Realizado para el rey Carlos VI. Oro, esmaltes ronde-bosse (58,4 cm alto). Conservado en el tesoro de la Catedral de Altötting (Alemania).

Léonard Limosin. Venus y el Amor. Esmalte pintado sobre cobre. Limoges, s. XVI. Renacimiento (Francia) 1555 (19 × 26 cm). Musée du Louvre (París, Francia) (inv. MR R274) (autre inv. N1251).

Pierre Courteys ( 1580). Laocoon, c. 1559. Esmalte pintado policromo sobre cobre. Musée municipal de l’Evêché (Limoges, Francia).

Léonard Limosin: Retrato del futuro François II. Placa Esmalte pintado sobre cobre (44 × 31 cm). Renacimiento. Musée du Louvre (París, Francia) (inv. N1253).

No obstante, no desaparece el esmalte aplicado (joyas, orfebrería...) y existen ejemplos de esmaltes de plique en alveolado y vitral o “de bulto”, tanto en el Gótico parisino y alemán como en el Renacimiento, y su continuidad en el Barroco y Rococó junto a otras técnicas que comentaremos. El célebre escultor y orfebre Benvenuto Cellini labró y esmaltó en 1543 una pieza excepcional: Salero de oro para el rey Francisco I (Kunsthistorische Museum, Viena, Austria). Además, nos dejó un tratado de orfebrería que incluye el trabajo del esmalte, de incalculable valor histórico. (Ver bibliografía.)

Joya esmaltada tardorenacentista. España. S. XVII. Esmaltes de bulto (rondebosse) sobre oro. Museo Nacional de Artes Decorativas (Madrid, España) (Inv. CE1869).

El cansancio del público y el cambio de modas provocan una disminución de la clientela y de los talleres; con ello se vulgarizan las piezas y se pierde perfección técnica, alcanzando una importante decadencia y casi la desaparición en el último tercio del siglo XVII, agravada por la peste. Las familias Nouailher y Laudin son las últimas que, en clara decadencia, siguen practicando el oficio, pero olvidan la perfección y las transparencias y se dedican a decorar pintando pequeños objetos o placas religiosas sobre fondo blanco, y finalmente copian motivos con interés comercial, no artístico. Esta nueva técnica se denominará Pintura sobre esmalte. Nace en Francia, en la zona del Loira (Talleres de Blois) a mediados del siglo XVII y se perfecciona en Inglaterra, que salvará el oficio, y en el siglo XVIII encontrará su máximo esplendor en Ginebra (Suiza), el principal centro de producción, difusión y virtuosismo. En realidad, constituye una subtécnica de la anterior, los esmaltes pintados policromos, que se usa combinada para los detalles, textos, etc. Se trata de una técnica pictórica, muy apropiada para la miniatura, que aplica óxidos metálicos sobre superficies previamente vitrificadas. El nuevo gusto Rococó por el objeto lúdico y de coleccionista, lujoso, de la nueva sociedad propicia que se investigue esta técnica hasta llevarla a la perfección. Las miniaturas de retratos sobre todo y luego de temas mitológicos, cortesanos, frívolos para cajitas y costosos relojes de bolsillo devuelven al arte del esmalte su esplendor en esta nueva modalidad, que explota sólo parte de sus posibilidades. Destacan Jean y Henri Toutin y los hermanos Huaud entre los iniciadores franceses, emigrados algunos a Ginebra. De la escuela miniaturista ginebrina sobresalen los pintores Liotard, Thouron, Soiron y Glardon. Además, se esmaltaron un sinfín de refinados objets de vertu en metal precioso con fondos grabados en técnica guilloché que pervivieron con éxito durante el siglo XIX en Ginebra, París e Inglaterra. Las mejores colecciones se hallan en los Museos de Horlogerie de La Chaux de Fonds y de Ginebra, así como en el de Artes Decorativas de Barcelona.

Paralelamente, se desarrollaba una actividad orfebre singular en la corte de Centroeuropa de los Augsburgo, en los talleres sajones de Nuremberg, que llegaron a alardes técnicos sorprendentes en la técnica de “esmalte de bulto”, como la obra de Johan Melchior Dinglinger, Palacio del gran Mongol (1701-1708), que se conserva en la Grünes Gewölbe (Dresde, Alemania), y las colecciones palatinas de Munich y Copenhague.

No obstante, la excesiva proliferación de objetos y chinoiseries conduce a la vulgarización y al aburrimiento a finales del siglo XVIII, de modo que se cae en una progresiva decadencia que abarca gran parte del siglo XIX hasta casi un total olvido del procedimiento.

Christofle. París / St. Denis. S. XIX. Jarrón Iris amarillos. París, diseño Reiber, 1874. Alveolado de fundición. Bronce dorado. Musée Bouilhet-Christofle (St. Denis, Francia) (ref: G950).

Reloj con miniatura de esmalte. Ofrenda. Pintura sobre esmalte sobre oro y fondo en guilloché con esmalte azul transparente. Final s. XVIII. (5 cm de diámetro). Estilo directorio. Oro y perlas. Ginebra (Suiza). Marca reloj: Monnier et Mussard. Museo de Artes Decorativas de Barcelona (España) (Inv. 38790).

La industrialización.Nuevas posibilidades. De la recuperación de las técnicas antiguas al esplendor del Art Nouveau y el Art Déco

En el último tercio del siglo XIX, con dificultad, volverán a recuperarse las diversas técnicas de esmaltación gracias al interés por el pasado de anticuarios y arqueólogos.

Se desarrolló, en cambio, el esmalte sobre hierro, como novedad para la incipiente industria, para objetos utilitarios y, sobre todo, para placas publicitarias o de señalización que han influido mucho en el posterior desarrollo del esmalte artístico del siglo XX y hasta hoy, con nuevas posibilidades en el revestimiento arquitectónico, mural de interior, diseño industrial, escultura urbana, etc. Francia (Morez) y Alemania destacan en estos aspectos.

El siglo XIX

Además de la revolución industrial se dieron otras circunstancias que provocaron la recuperación. Los anticuarios y joyeros, durante la etapa de los revivals artísticos, instigaron a los artífices a la recuperación. Se escribieron los primeros manuales técnicos en Francia; París y Sèvres fueron el núcleo generador. Destacamos a Wagner, Froment-Meurice, Falize, Boucheron, Christofle, Tard, Barbedienne (esmalte orfebre) y a Grandhomme, Garnier, Popelin, Lepec, A. Meyer y los Soyer (esmalte pintado). La Manufactura de Sèvres (de porcelanas y cerámicas) creó un centro de investigación de materiales y técnicas que incluyó, entre 1845 y 1872, un taller de esmaltes sobre metales de donde surgieron muchas obras interesantes y buenos técnicos y artistas (Meyer-Heine, Gobert, De Courcy, Philip, los Apoil y Robillard) que fueron capaces de formar una generación de estilo “neo” del XIX importantísimo, sin la cual no existiría hoy en día el esmalte. En Limoges sólo J.B. Ernest René Ruben y Dalpayrat esmaltan junto a Delphine De Cool, que triunfó luego en París como grisallista y profesora, y más tarde Blancher y Bourdery.

Théophile Soyer (París, 1853-1940). Grisalla sobre cobre. Estilo revival del s. XIX (a la manière de Limoges). París, 1889 (18,5 × 10,5 cm). Colección privada Lilian Mencahe, México.

Lluís Masriera (1872-1958). Broche. Barcelona, c 1902. Modernismo. Ninfa alada (7 × 6,5 cm). Oro, ópalos, perla y diamantes. Esmalte de bulto sobre cincelado y vitral (plique-à-jour). Colección Bagués-Masriera (Barcelona, España).

Lluís Masriera (1872-1958). Broche. Barcelona, c 1912. Colgante. Paisaje (5,5 × 3,7 cm). Oro amarillo, diamantes, perlas, rubíes y esmalte vitral (plique-à-jour). Colección BaguésMasriera (Barcelona, España).

Eugène Feuillâtre (1870-1916). Caja. Murciélagos. París, 1900. Estilo Art Nouveau. Plata en bajorrelieve esmaltado con tonos opalinos y alveolado. Kunstgewerbe Museum (Berlín, Alemania).

A la difusión del esmalte y su aprecio por el público colaboraron las grandes manifestaciones: las exposiciones internacionales. Su gran popularidad fue consecuencia de ello y del nuevo estilo en boga, estimulado por el movimiento inglés de las Arts and Crafts, el Art Nouveau, que desde las últimas décadas del XIX y hasta 1910 ocupó de forma global la vanguardia artística europea. Un estilo homogeneizador de todas las artes y los lugares a la vez que rompedor. Fugaz pero contundente, donde la joyería esmaltada alcanzó un protagonismo inusitado que todavía hoy conserva. René Lalique, Thesmar, Fouquet, Vever con Tourette y Grasset, Feuillâtre, Gaillard, Wolfers, von Cranach, Christofle y Lluís Masriera son nombres clave europeos, al igual que Tiffany en EE.UU.

Entre todas las técnicas recuperadas al más alto nivel (grisalla, esmaltes pintados) y renovadas (campeados industriales, alveolados, falsos alveolados...), se popularizó el esmalte fenestradoovitral(plique-à-jour)