Atrápame, si puedes - Vanessa Lorrenz - E-Book

Atrápame, si puedes E-Book

Vanessa Lorrenz

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Beschreibung

¡Andy está decidida! Va a impedir que su padre pase el resto de su vida en la cárcel. Claro que para ello tendrá que usar métodos… no muy legales. Pero eso es lo de menos, porque ha ideado un plan perfecto. O al menos lo parece. ¿Qué puede salir mal? ¡Nada! ¿Qué diferencia puede haber entre estafar a un tonto millonario, o a un sexy oficial de policía? Bueno, quizás… que el guapo agente esté dispuesto a perseguirte hasta conseguir llevarte directo a la cárcel. ¿En serio era tan perfecto ese plan? ¿Y por qué el hombre equivocado parece ser tan increíblemente apropiado para el corazón de Andy? Descubre cómo terminará el corazón de nuestra estafadora en la novela de Vanessa Lorrenz.

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Atrápame, si puedes

Vanessa Lorrenz

Primera edición en ebook: Noviembre, 2020

Título Original: Atrápame, si puedes

© Vanessa Lorrenz

© Editorial Romantic Ediciones

www.romantic-ediciones.com

Diseño de portada: Olalla Pons - Oindiedesign

ISBN: 978-84-17474-94-2

Prohibida la reproducción total o parcial, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, en cualquier medio o procedimiento, bajo las sanciones establecidas por las leyes.

«Has llegado tan impuntualmente a mi vida, que he decidido

mover todos los relojes hacia tu posibilidad».

Anónimo

CAPÍTULO 1

¿Han sentido alguna vez que la vida los golpea tan fuerte que sienten que sus fuerzas están a punto de flaquear? Hay veces en que el destino es tan caprichoso que pone traspiés para que las personas no logren sus objetivos. Andy había escuchado que la vida era simple, pero que nosotros nos empeñamos en hacerla complicada; ella estaba segura de que el destino era el que estaba empeñado en darle una paliza. Estaba a punto de cometer la locura más grande de su vida, pero ella sabía que valía la pena cada paso que estaba a punto de dar. No tenía otra escapatoria, estaba obligada a hacerlo, de otra manera viviría con el remordimiento de no haber hecho hasta lo imposible por salvar a la persona más importante de su vida.

El plan era fácil, estaba segura de que nada podía salir mal o eso esperaba. Recordó los motivos que la empujaron a estar en ese lugar y la imagen del rostro de su padre sonriéndole le dijo que estaba haciendo lo correcto. Sí, era hora de jugarse el todo por el todo. Nada la detendría. Salió de sus divagaciones y se dijo que debía lanzarse de una vez, mientras más pronto terminara, más rápido lograría cumplir con su objetivo, ya después tendría tiempo para lamentaciones. Giró la vista por toda la estancia y se dio cuenta de que nadie notaba su presencia, acarició un mechón de cabello que se le había soltado del primoroso recogido que llevaba y que le permitía disimular el audífono que tenía escondido. Necesitaba comunicarse con su compañero, porque ya había tardado mucho en encontrar a su víctima; si no le decía que estaba bien, era capaz de subir a comprobar qué pasaba.

—Esto va a ser realmente fácil. Tengo a mi objetivo localizado —Andy habló entre dientes para que únicamente su voz se escuchara por el micrófono que tenía dentro del escote de su vestido y su interlocutor la pudiera escuchar. Tenía que mantener la mente fría, si no quería ser descubierta.

—De acuerdo, es hora de pasar a la acción. —Escuchó que le decía su amigo a través del audífono. Los nervios la comenzaban a atacar, pero se repitió mil veces en la mente el motivo que la estaba orillando a cometer esa locura.

Su víctima estaba frente a ella, lanzando los dados en el craps dentro del famoso casino Royal Price. El hombre la miraba como si fuera un suculento manjar al que fuera a devorar en cualquier instante. Andy intentaba con todas sus fuerzas reprimir las náuseas que sentía al ver aquel sujeto, y para que no se le notaran, respiró de manera discreta. Debía rondar los cincuenta años, calvo, con muchos kilos de más, los cuales no lograba disimular con su esmoquin de diseño, se notaba que se le reventarían los botones en cualquier instante. Había estado acechándolo, lo tenía todo muy bien planificado. El primer contacto con su víctima había sido un encuentro accidental, había dejado caer sus bolsas de compras y lo había hecho de una manera tan teatral que el hombre se acercó a ella como si fuera un caballero andante que estaba dispuesto a socorrer a una débil dama. En cuanto sus miradas coincidieron supo que lo tenía embelesado.

Después de parecer afligida, el hombre la invitó a cenar a uno de los más lujosos restaurantes y, aunque la comida era fabulosa, eso no menguaba el hecho de que sentía una repulsión casi enfermiza. Ahora se encontraban disfrutando de todas las maravillas del casino y, para su sorpresa, les habían dado acceso ilimitado.

Tomó la fina copa llena de burbujeante champán y la saboreó entre sus labios mirándolo sensualmente. El hombre comenzó a sudar y entreabrió los labios observándola con deseo. «Maldito asqueroso», pensó al mismo tiempo que caminaba en su dirección. Llegó a su lado y el aroma de su fragancia dulzona inundó el ambiente, ¡Dios! Tenía unas ganas locas de salir de ahí, pero en vez de eso sonrió como una niña frente a su regalo de navidad cuando el hombre acercó la palma de su mano, donde sostenía los dados para que ella los soplara dándole buena suerte.

—Hermosura, será mejor que nos retiremos a la habitación —dijo él, después de ganar un par de partidas. Andy le sonrió como si esa fuera la mejor idea del mundo. «Llegó la hora del show» pensó decidida, mientras se dejaba guiar por la mano del asqueroso hombre hasta la lujosa habitación del hotel, que se encontraba en la parte superior del casino. Mientras estaban en el ascensor pensó en la posibilidad de huir, pero no podía, por suerte no estaban completamente solos, dos parejas estaban dentro del artefacto infernal, el tiempo se le hizo eterno, miró con curiosidad los números mientras se iban iluminando, dependiendo del piso en el que se encontraban. Cuando llegaron hasta el suyo, el corazón comenzó a latirle desbocado. No era la primera vez que lo hacía, pero sentía que ese hombre no era tan fácil de dominar. Y así lo comprobó cuando entraron en la habitación; el hombre prácticamente se abalanzó sobre ella, pero en un acto reflejo logró escapar de la prisión de sus brazos, sonriendo de manera tonta como si estuviera encantada con las atenciones que ese hombre le proporcionaba.

—Espera un segundo, querido, a mí me gusta jugar lentamente, permíteme que te sirva una copa de vino —dijo seductora, mientras de manera sensual se pasaba uno de sus perfilados dedos por sus carnosos labios, era consciente de que ese simple gesto volvía locos a los hombres. Y ese era el efecto que quería lograr con él, hacerle perder la cordura hasta que ella lograra su cometido.

Se ajustó su vestido entallado color negro con sinuosos movimientos, volviéndose a acomodar sus cabellos color rojo cobrizo, se dirigió al pequeño minibar de la habitación y sirvió dos copas de vino. Con un sutil movimiento llevó a su mano una pequeña pastilla que, al hacer contacto con el vino, aparecía un burbujeo inocente; cuando estuvo todo listo, le ofreció la copa y mirándolo a los ojos se llevó su copa a los labios. El hombre, sin dudarlo dos veces, apuró su copa de un solo trago, para volver al ataque con ella.

—¡Oh, espera, cariño!, deja que te mime, esta noche pareces cansado. Vamos, recuéstate en el sillón.

Sabía que no tardaría mucho en caer rendido, así que para que no sospechara nada se tumbó sobre él, reprimiendo las náuseas al sentir la excitación del hombre crecer al tener contacto con sus piernas. Era lo más ruin y asqueroso que había hecho en su vida.

Le empezó a desanudar la corbatilla del traje, y comenzó a masajear los hombros.

—Vamos, cariño, esta noche lo vamos a pasar genial —dijo tratando de parecer melosa, cuando en realidad lo único que quería era vomitarle encima. Se siguió acariciándole los hombros, pero el hombre quería tocarla también, así que como pudo logró evadir cada uno de sus intentos por posar sus manos sobre su cuerpo.

—Eso espero. —Al escuchar la voz adormilada del hombre, supo que su víctima estaba a punto de caer rendido. Cuando escuchó el sonoro ronquido sonrió satisfecha, se alejó de él yendo hasta el minibar para servirse otra copa.

—Vaya, cariño, no me rendiste nada. —Ahí tenía a un hombre poderoso, Stuart Clangor, el hombre más rico según los estándares de una famosa revista y del The New York times, estaba ahí, rendido ante una mujer. Una muestra más de que los hombres no pensaban con el cerebro.

—Adelante, Tom —volvió hablar al micrófono que tenía oculto en el vestido.

Unos segundos más tarde un hombre de unos veinticinco años, entraba por la puerta de la habitación, cargando un portafolio. Vestía un traje hecho a la medida con el que nadie pondría en duda que era un alto ejecutivo, se acercó a ella y sonriendo divertido comenzó a abrir el portafolio de donde sacó una computadora y otros aparatos eléctricos que Andy jamás entendería.

—Este te ha durado menos, ¿no será que te has pasado con la pastillita milagrosa?

Hizo una mueca observando al hombre que estaba tendido en el sillón, incluso se lograba observar un hilillo de baba que salía de su boca. Se acercó hasta él para revisar que aún respiraba, pero al escuchar otro ronquido se quedó más tranquila, tampoco es que lo quisiera matar, solo quería su dinero.

—No, solo que este quería pasarse de listo, me arrinconó en cuanto llegamos a la habitación, así que tuve que actuar de inmediato.

—Bueno, esta cita va a salirle un poco cara. No quiero pensar en la cara que se le pondrá cuando se dé cuenta del dinero que perdió.

—Para ese momento, ya estaremos lejos de aquí.

Comenzaron a buscar en los bolsillos del hombre hasta que dieron con la billetera, de donde sacaron varias tarjetas bancarias para que Tom hiciera su magia con la computadora, iba a realizar una transferencia de fondos, pero tenían que hacerlo con suma cautela, ya que tenía que hacerle pensar al hombre que el dinero lo había gastado en las mesas de juego.

Ningún hombre lleva un registro de cuánto gasta en los casinos, y mucho menos uno que se va con una mujer que no es su esposa para pasar una agitada noche de sexo desenfrenado. Andy comenzó a quitarle toda la ropa del hombre y con mucho esfuerzo lo llevó hasta la cama, golpeándolo de camino a la habitación, ¿por qué demonios ponían tantas mesas de camino a la habitación?, ¡fabuloso!, solo esperaba que el hombre se imaginara que le dolía todo el cuerpo por la resaca mañanera que tendría. Su columna lo resentiría, ese hombre pesaba una tonelada.

—Listo, Andy, misión cumplida —dijo Tom guardando todo en el portafolios de manera cuidadosa. Devolvieron la billetera a la misma bolsa de la chaqueta de donde la habían sacado.

Después de dejar al hombre desnudo sobre la cama, colocó algo de ropa interior de mujer, para que pensara que habían pasado la mejor noche de su vida y sin prestar la menor atención a lo que había sucedido se dispusieron a salir de ahí.

—Andy, es hora de largarnos de este lugar —el tono de voz de su amigo le hizo saber que estaba igual o más nervioso que ella.

Salieron los dos de la habitación, ella caminó con dirección a los ascensores y Tom por las escaleras; tenían que lograr salir sin que nadie se percatara de lo sucedido, tampoco podían darse el lujo de que los vieran salir juntos. Se jugaban mucho en ese tipo de trabajos, sobre todo porque todas las cámaras de seguridad estaban en el pasillo, pero nadie desconfiaría de un hombre de negocios y de una mujer que se había ido a la cama con un hombre casado.

Andy salió por la puerta principal del casino, como si nada, como si estuviera paseando en una noche mientras tomaba el fresco sereno. Caminaba sin temor, como si minutos antes no acabara de cometer una estafa a uno de los hombres más poderosos de la ciudad. Sintió que la adrenalina salía de su cuerpo y caminando un poco más deprisa llegó a la esquina de la calle donde por suerte un taxi se detuvo para llevarla a su casa. Nunca se acostumbraría a ese estilo de vida, pero por el momento no le quedaba otra opción.

CAPÍTULO 2

Llegó a su apartamento con las piernas aun temblándole, siempre le pasaba lo mismo. Se tumbó en un viejo sillón que tenía algunos resortes salidos y cerró los ojos tratando de controlar su respiración. Estaba hasta la coronilla de esa situación, si no fuera porque necesitaba reunir el dinero para sacar a su padre de la cárcel, estaría más que encantada de dejar ese negocio tan sucio.

Vivía en un bloque de ocho apartamentos a las orillas más alejadas de la ciudad, solo tenía una habitación, un pequeño baño, una cocina con un pequeño desayunador y, nada más. Se acercó a la habitación mientras se iba deshaciendo el recogido que llevaba, para después quitarse la peluca rojiza, dejando ver su cabellera castaña aprisionada en un recogido sujeto por una malla. Comenzó quitándose las horquillas que la estaban matando, y suspiró cansada, dejando caer los mechones de cabello que le llegaban hasta la espalda, se masajeó el cuero cabelludo, pues le dolía horrores; ahora solo le faltaba recibir el mensaje de Tom, mientras cruzaba los dedos esperando que todo saliera bien.

Cerró los ojos recordando cómo fue que se había metido en todo ese embrollo. Cuando tenía ocho años, su madre murió a causa de un infarto fulminante, su padre que la amaba con locura no logró resistir la pérdida y se dejó caer en el vicio del alcohol cuando tenía quince años; sabía que su padre era alcohólico, aunque para ella él seguía siendo su héroe, su única familia con la que podía confiar, así que lo amaba a pesar de no lograr salir de ese abismo. Fue una infancia difícil, todo el dinero que ganaba su padre se lo gastaba en alcohol, lo que la obligó a tener que madurar a temprana edad.

De esa manera, y para tratar de salir adelante y pagar las pocas cuentas de las que dependían, tuvo que comenzar a trabajar, aunque su afán de superarse nunca se vio truncado, estudiaba por las noches y trabajaba de día en lo que podía, ya fuera en una tienda de abarrotes, paseando perros o cuidando niños, lo que fuera era bueno para su inestable situación económica. Miraba la vida pasar desde otros ojos, mientras las niñas de su edad jugaban o se divertían, ella tenía que hacer frente a su casa, tenía que cuidar de su padre y de ella misma, aunque nunca estuvo sola, Tom siempre estaba ahí para apoyarla desde el primer momento en que lo conoció.

Como su padre nunca estaba en su casa, los hombres la molestaban pensando que no tenía alguien que la protegiera, siempre había logrado mantenerlos a raya para que no se propasaran con ella, pero un maldito día uno trató de cruzar la línea. Ese día marcó el principio de su desgracia. Cerró los ojos recordando el maldito momento en que todos sus planes se vinieron abajo, aún no comprendía muy bien qué es lo que había sucedido, pues todo pasó en un abrir y cerrar de ojos.

Acababa de cumplir los veintidós años, Andy llegó a su apartamento como siempre lo hacía después de estar trabajando diez horas seguidas en el supermercado y, de haber asistido a clases en la escuela nocturna, abrió la puerta y en un instante se vio aprisionada por un hombre robusto, que la empujó contra la pared. Sintió el miedo recorrerle el cuerpo, cuando las manos del asqueroso hombre recorrieron su espalda, alzando su blusa. Trató de forcejear con él, pero era más fuerte y mucho más grande, así que le comenzó a invadir el pánico.

Con todas sus fuerzas luchó para poder liberarse de su agarre, pero parecía una tarea imposible, si cerraba los ojos aún podía el recordar el olor nauseabundo del alcohol barato, liberó una de sus manos y le propinó una bofetada fuerte, pero eso en lugar de ayudarla, solo provocó que el hombre le golpeara en la cabeza dejándola media inconsciente; el olor a alcohol provocó que le diera una arcada que tuvo que reprimir y al enfocar la vista pudo ver que tenía los ojos inyectados de sangre, seguramente estaba borracho y drogado.

—Ahora vas a saber lo que es un verdadero hombre, estúpida. Vas por ahí de recatada, pero no eres más que una buscona.

—Suélteme, por favor, no diré nada a la policía, pero déjeme, por favor —imploró en un vano intento de que su captor tuviera piedad de ella.

Sintió cómo la tiraba en el suelo, abriéndole las piernas a la fuerza. Ese fue el momento más horrible de su vida, la impotencia se apoderó de ella al no poder defenderse, aquel hombre seguramente la mataría después de violarla. Sus manos recorrían sus pechos y aunque ella se retorcía intentando que se alejara, no lo conseguía, cuando sintió cómo metía una de sus manos entre sus piernas, y deseó morir en ese instante. Estaba a punto de rendirse cuando el peso que la tenía prisionera desapareció. Aturdida, se levantó para ver cómo su padre molía a golpes a aquel asqueroso hombre. Todo pasaba como en cámara lenta, el hombre estaba tan borracho que no acertaba a pegarle a su padre, pero ella tenía que hacer algo para evitar una tragedia.

Aquello estaba predestinado a terminar de la peor manera. Como pudo, trató de separar a su padre para que no matara al hombre, intentó tomarlo de los hombros, lo jaló tan fuerte como sus fuerzas se lo permitían, tratando de esquivar los golpes, mientras lloraba asustada.

—Déjalo, papá, no cometas una locura —dijo llorando al ver la furia y el odio en la mirada de su padre. Nunca lo había visto así.

—Estás muerto, maldito, ¿me escuchas? Te mataré con mis propias manos. —Al parecer, su padre no entendía de razones. Ella comenzó a llorar más fuerte invadida por el miedo y su padre al escucharla le dio un golpe al hombre que lo dejó tumbado en un rincón y se acercó a ella para consolarla.

—No lo mates, papá, no quiero que vayas a la cárcel.

—No se merece menos, hija, es un maldito bastardo que pudo haberte lastimado.

Su padre la rodeó con sus brazos y Andy se soltó a llorar al sentirse protegida, nunca en su vida había pasado tanto miedo.

A pesar de haber recibido una golpiza, el hombre que la atacó trató de salir huyendo, con tan mala suerte que tropezó cayendo y golpeándose en la cabeza en un pequeño escalón de la entrada, provocando que muriera al instante. Andy y su padre no se podían creer lo que sus ojos estaban viendo, el hombre estaba tendido en un charco de sangre, tenía los ojos muy abiertos, como si no se esperara caer.

Todo lo demás fue caótico. La policía llegó, detuvieron a su padre por asesinato, aunque trataron de explicar una y mil veces que él no lo había matado, pero los agentes ni siquiera los escucharon, culpando a su padre sin tener pruebas suficientes.

Poco menos de un mes su padre era condenado a quince años de prisión, ya que lo culpaban por homicidio culposo, porque como su atacante estaba tan golpeado, las pruebas según lo inculpaban, después de escuchar la sentencia fue trasladado a un penal de máxima seguridad, dejándola a ella más sola de lo que nunca había estado.

Aún recordaba cómo había suplicado llorando al abogado para que consiguiera sacar a su padre en libertad, pero ellos eran pobres y les habían asignado un abogado de oficio, el cual fue muy claro desde el primer minuto: su padre estaba metido en un problema muy grave y no creía que saliera en libertad a menos que pagaran una cantidad de dinero con muchos ceros a la derecha, algo que Andy sabía que era imposible. No tenían dinero ni para comer, aunque claro, que el abogado le dijo muy sutilmente que, si quería conseguir que su padre saliera de la cárcel, podía hacer unos trabajos para él. No hizo falta ser muy lista para saber a qué se refería.

Se masajeó la cabeza volviendo al presente, tratando de retener las lágrimas que estaban pugnando por salir pensando en su padre. Cuatro años después había una pequeña esperanza de que saliera de la cárcel: la solución era pagando una fianza de cien mil dólares, algo que para ella era una cantidad infinita.

Conoció a Tom en el supermercado donde trabajaba. Él era un mil usos dentro de su trabajo, pero era un cerebrito para las computadoras, así que cuando a ella le dieron la notificación de que su padre podía salir bajo fianza, no lo pensaron dos veces e idearon un plan, que aparentemente estaba dando resultados; ya tenían la mitad del dinero para que su padre saliera libre, y esa era su única motivación.

Cada miércoles, como correspondía, le tocaba realizar una visita a su padre, eso era lo más doloroso del mundo, aunque dentro de la cárcel había dejado el alcohol. El encierro lo estaba consumiendo poco a poco, ya no quedaba nada de ese hombre alto, corpulento que la cargaba entre sus manos para alzarla al aire, mientras ella reía a carcajadas; su cabello, que antes fue de un rubio radiante, ahora comenzaba a estar canoso, y su rostro ahora presentaba arrugas que mostraban lo mal que lo pasaba en la cárcel.

Odiaba pasar por todo el proceso para ingresar a la cárcel. El hecho de que la tuvieran que revisar como si fuera una peligrosa criminal, a veces se sentía tan mal de ir a ese lugar, pero no porque no quisiera a su padre, sino porque recordaba que él estaba ahí por su culpa, por haberla defendido. El sonido de la reja correrse la estremeció, dio un paso adelante cruzando esos malditos barrotes que tenían prisionero a su padre y lo encontró sentado en una mesa esperándola.

En cuanto su padre la vio, sus ojos brillaron con alegría. Ese era el único momento en el que lograba ver parte del inmenso amor que le profesaba su padre. Únicamente por ese instante, todo valía la pena. Es más, si en sus manos estuviera cambiarse por él, lo haría, y se consumiría con gusto en la cárcel con tal de verlo libre. Así por lo menos no se torturaría pensando en la injusticia de su caso.

Se sentaron en una mesa con dos banquillos a cada lado. Andy había pasado toda la mañana cocinando la comida preferida de su padre, y comer con él.

—Hija, te he dicho que no me gusta que vengas, no sabes el riesgo que corres al estar aquí.

—Y yo te he dicho que vendré todos los miércoles de visita —dijo, mientras comenzaba a sacar de la cesta varios recipientes de comida—, así que no sigas, sé cuidarme sola.

—Eso es demasiada comida solo para nosotros dos.