Auschwitz, ciudad tranquila - Primo Levi - E-Book

Auschwitz, ciudad tranquila E-Book

Primo Levi

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Auschwitz ha sido el alfa y el omega de la obra de Primo Levi. El alfa, en 1947, con Si esto es un hombre; el omega, cuarenta años después, con su último libro, Los hundidos y los salvados. Pero, entre estas dos piedras angulares de la literatura sobre la Shoah, Levi no ha dejado nunca de contar el Lager y de indagar, a través de sus narraciones, acerca de la terrorífica naturaleza de ese lugar. Este libro nos ofrece diez relatos enmarcados por dos poemas: doce reflexiones, inesperadas y apasionadas, sobre la mayor tragedia colectiva del siglo XX. Bajo la égida de un título paradójico pero concebido por el mismo autor, «la ciudad tranquila» del campo de concentración se convierte aquí en el objeto de miradas e interpretaciones de lo más dispares: la fantástica, por ejemplo, en el tríptico de relatos distópicos constituido por «Mariposa angelical», «Versamina» y «La bella durmiente en la nevera»; o, por supuesto, la autobiográfica, con textos como «Cerio» o «Vanadio», en el que Levi habla del reencuentro, veinte años después, con uno de sus carceleros. Pasados treinta y cinco años de la muerte de Primo Levi, quizá el más lúcido testigo de la barbarie de los campos de concentración nazi, esta antología reincide en la importancia de mantener vivo el recuerdo del horror, y abre, gracias al delicado equilibro entre ficción y memoria, un nuevo espacio de reflexión.

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Fabio Levi - Domenico ScarpaIntroducción

 

 

 

Entre los que sobrevivieron a la experiencia de Auschwitz, muchos se sintieron impulsados a contarla, y a hacerlo lo antes posible. Quienes, como Primo Levi, sintieron la necesidad con mayor fuerza, tuvieron que enfrentarse a la dificultad de ponerla por escrito: escribir acerca de Auschwitz suponía acompañarse de recuerdos que conllevaban dolor, aunque se escribiera para liberarse de ellos y para dejar testimonio.

«Hilera oscura», el poema que abre Auschwitz, ciudad tranquila, expresa la dificultad mencionada. Levi está en Turín, la ciudad en la que nació y en la que «con involuntarias interrupciones» ha vivido siempre. Con mirada atenta, observa una escena en apariencia irrelevante: a semejanza de lo que sucede en las Ciudades invisibles de su amigo Calvino, las hormigas han construido una ciudad propia dentro de la nuestra, y él las observa caminar alineadas sobre uno de los raíles de la vía del tranvía, que no tardará en pasar. La fila de hormigas es doble, pues hay hormigas que van y hormigas que vienen, que entrechocan las cabezas y las antenas. Sin embargo, Levi la cita en singular, y escribe «Hilera oscura» porque la escena le ha recordado una imagen de Dante: la del canto xxvi del Purgatorio, en la que, rodeadas por un círculo de fuego, las almas de los lujuriosos siguen su camino en largas hileras entre las llamas, y son tan felices de poder expiar los pecados cometidos que intercambian saludos festivos cuando se encuentran. En una imagen panorámica, Dante compara su comportamiento al de un ejército de hormigas: «Igual que las hormigas se hociquean | al encontrarse en su parduzca hilera | quizá para informarse de su suerte».

Si las ánimas del purgatorio van en busca de salvación, las hormigas sobre el raíl caminan en fila hacia la muerte, y quien lo observa desde arriba, lo sabe. La memoria involuntaria que ha recordado los versos de la Comedia saca a la superficie otra imagen, en este caso real, no literaria: las filas de deportados que caminan al alba oscura hacia el campo de exterminio. Y aquí, Levi quiebra el verso, lo interrumpe también tipográficamente, como si saltara de línea antes de ser verso completo: «No quiero escribirlo, | No quiero escribir de esta hilera, | No quiero escribir de ninguna hilera».

Los versos de «Hilera oscura» son del verano de 1980. Poco antes, en marzo, Levi ha acabado la primera redacción de «La zona gris», quizá el capítulo más difícil de todos los que forman su último libro: Los hundidos y los salvados, una reflexión sobre Auschwitz cuarenta años después de los hechos. Levi vuelve a doblegar la dificultad de escribir, como siempre, pero esta vez paga el esfuerzo a precio alto, con un dolor que los versos finales de «Hilera oscura» expresan en un grito silencioso plasmado en el blanco del verso con el que acaba el poema.

 

La antología Auschwitz, ciudad tranquila toma cuerpo a partir de una constatación: además de ser víctima y testimonio de un campo de exterminio, Primo Levi fue —los once meses que pasó en Auschwitz— víctima y observador. Es decir, Levi consiguió alejar una parte de su ser y de su mente de lo que sufría a diario, y todo ese tiempo tuvo fuerza para observar y buscar una explicación a los hechos. Buscaba comprender el funcionamiento de aquel lugar y de las personas que encontraba: los torturadores y sus colaboradores, las víctimas.

Primo Levi no ha dejado nunca de explicar qué era un campo de exterminio, y el acto de explicarlo era, al mismo tiempo, un indagar. Un momento importante de ese itinerario es 1958, cuando Einaudi publica la edición definitiva de Si esto es un hombre. Entonces, Levi es consciente de que no ha acabado de contar qué fue Auschwitz, pero sabe también que en adelante deberá comenzar siempre desde el principio. Lo hará apenas un año más tarde con el relato «Capaneo», el que abre esta antología.

La versión de «Capaneo» que presentamos es casi un inédito. En 1978, Levi modificó el texto e incluyó la nueva redacción en una antología de 1981 titulada Lilít e altri racconti. De ese modo, el texto original de «Capaneo» no se reimprimió tras la primera edición. Apareció el mes de noviembre de 1959 en una revista mensual florentina, Il Ponte, la misma que doce años antes, en el verano de 1947, había anticipado el capítulo más oscuro y doloroso de Si esto es un hombre: «Octubre, 1944», en el que se relata cómo se seleccionaban los prisioneros que debían acabar en las cámaras de gas. Por eso, tras el remoto y no menos emotivo encuentro con los lectores de Il Ponte, y poco después del regreso de Si esto es un hombre con el sello de un gran editor, Primo Levi vuelve a hablar de Auschwitz con unos fragmentos escritos en primera persona:

 

A mí, sí; a mí me conocéis. Es posible que entonces y allí, harapiento y peor afeitado que de costumbre, rapado, tuviese un aspecto muy diferente al de ahora, pero es detalle sin importancia: el fondo no ha cambiado.

 

Hemos elegido la versión de 1959 de «Capaneo» porque es la primera vez que Levi vuelve a hablar de «entonces y allí» tras Si esto es un hombre. Lo hace con voz desafiante, la voz de un «salvado» que asume la obligación de no dejar que caiga en el olvido ni el «hundido» abyecto, Vidal, ni el recuerdo de un «hundido» indómito, Rappoport. Brusca, sarcástica y desdeñosa (incluso consigo mismo más que con el personaje de Vidal, que en la versión definitiva será Valerio), la voz que nos arrolla en semejante comienzo tiene pocos parangones en la obra de Levi. Por si no fuera suficiente, «Capaneo» es un relato arropado con muchas citas literarias patentes, latentes e incluso escondidas: Rabelais, la épica de los nibelungos, Villon («au temps de ma jeunesse folle»), Pavese («haber escrito algo te deja como un fusil disparado», se lee en una entrada del 27 de junio del diario). Pero la alusión principal es el título del relato: Levi espera que sea el lector quien recupere del fondo de la memoria la figura de «Capaneo», que en el canto xiv del Infierno se enfrenta con la autoridad divina con un tan elegante como vano furor verbal.

La Comedia está omnipresente y es esencial en Si esto es un hombre, no solo en el capítulo «El canto de Ulises» donde, para ayudar a un compañero, Levi se esfuerza por traducir del italiano antiguo al francés moderno el canto xxvi del Infierno y lucha contra los fragmentos olvidados de cuanto aprendió en el colegio. Dante está presente, lo estamos viendo, ya en los títulos de los tres primeros textos de Auschwitz, ciudad tranquila. Una «mariposa angelical» aparece en el canto x del Purgatorio: «¿No ves que somos todos como larvas | de las que nacerá la mariposa | que hacia el bien vuela sin impedimentos?».

Dante al completo, y no solo el Infierno, como podría esperarse. Dante al completo, sí, pero de diferente manera a como aparecía en Si esto es un hombre, porque el Dante del poema que abre el libro y de los dos primeros relatos es un Dante más meditado y mejor sedimentado en la memoria. Ya no es el Dante de un escritor-testigo novato que gracias al ejemplo que debe dar ha encontrado su propia voz, la entonación justa, el léxico para decir «Auschwitz». El Dante que aparece en Levi tras Si esto es un hombre es, sencillamente, el Dante de un gran escritor contemporáneo, que recurre al clásico para llevar a cabo operaciones literarias refinadas y complicadas. En «Hilera oscura», en «Capaneo», y en «Mariposa angelical», uno de los objetivos es siempre el mismo (escribir, narrar, explicar Auschwitz), pero en un tiempo y con un ánimo diferentes, apoyado en lenguajes diferentes.

 

Esta antología, compuesta por diez relatos enmarcados con dos poemas, representa casi treinta años de trayectoria literaria que descansa en más de un género literario. Auschwitz, ciudad tranquila es el libro de un escritor que quizá, y por mucho tiempo, ha tenido dificultad a la hora de confesar, incluso de confesarse, que se siente escritor de pleno derecho sin dejar, por otro lado, de presentarse como testigo. Todavía hoy, decir que Primo Levi es un escritor no es una aseveración que se dé por descontada, sobre todo porque una parte importante de su obra sigue en la penumbra. Las diez historias breves reunidas en este volumen muestran las muchas maneras en las que Levi ha decidido hablar de Auschwitz para hablar también de algo que va más allá o, viceversa, muestran que ha creado mundos fantásticos para aludir también, bajo los pliegues en los que se esconde ese más allá, a cómo se sufría en los campos de exterminio. Así como Auschwitz le vuelve involuntariamente a la memoria (véase «Hilera oscura»), Levi debe igualmente defenderse de este regreso involuntario, y por eso deja que se agrande en el recuerdo, que se expanda en la trama de las historias inventadas, que se muestre con claridad, o con códigos cifrados, que se mezcle en otras épocas y en diferentes contextos.

En «Capaneo», Primo Levi se acerca al proscenio, se presenta; le bastan unas líneas para conseguir captar nuestra atención. Si «Capaneo» es una historia de Auschwitz explicada quince años después de Auschwitz, en los tres cuentos fantásticos que siguen es como si Auschwitz saliera del lugar en el que está, tranquilo y silencioso, como un gas que se expande en el espacio y se demora en el tiempo.

«Mariposa angelical», «La bella durmiente en la nevera» y «Versamina» aparecieron en una recopilación de 1966 que llevaba un título amargamente irónico: Historias naturales. La editorial Einaudi le sugirió a Levi que publicara el libro con pseudónimo porque el contraste con los otros dos libros anteriores hubiera sido excesivo. Hablamos de Si esto es un hombre, el relato del «Viaje al revés» y de La tregua, de 1963, el libro del interminable y accidentado regreso a Turín. No completamente convencido, Levi aceptó la sugerencia de Einaudi y eligió el pseudónimo de Damiano Malabaila. Einaudi tuvo la genialidad de presentar el libro con una faja amarillo resplandeciente con una palabra expresión: «¿Ciencia ficción?».

De hecho, por mucho que algunas de las quince Historias naturales puedan definirse «biología ficción» o «tecnología ficción», no se puede hablar de ciencia ficción clásica, pues solo el relato «La bella durmiente en la nevera» está ambientado en el futuro. Además, aunque el tiempo sea un porvenir remoto, el espacio es algo próximo y significativo: el relato teatral «La bella durmiente en la nevera» se desarrolla «en Berlín, en el año 2115». Del conjunto de Historias naturales, los tres cuentos aquí recuperados componen un verdadero «ciclo alemán». Si tanto «La bella durmiente en la nevera» como «Mariposa angelical» están ambientados en Berlín, ya acabada la guerra, cuando la capital del derrocado Tercer Reich está dividida en siete sectores bajo el control de las cuatro potencias aliadas, «Versamina» se desarrolla en Viena (se citan, de hecho, los chelines austríacos).

Estaría fuera de lugar hacer aquí un comentario detallado; será suficiente apuntar los temas. «La bella durmiente en la nevera» nos presenta a una persona reducida a objeto, con la inicial y ambigua aceptación que hace la persona-objeto de su condición. Se trata de una mujer joven, Patricia, que, muy pronto y en un ambiente burgués y de buenas maneras, acabará convertida en presa sexual. «Mariposa angelical» es una narración reticente en la que aparece el intento —presente en la última catastrófica fase del Tercer Reich— de provocar una mutación en el homo sapiens, con la voluntad de transformarlo en una nueva especie de supercriatura. Por último, «Versamina» describe una familia de compuestos químicos que convierten en placer la percepción del dolor físico y de la abyección moral, y anota también las consecuencias concretas de tal conversión. Escrito en 1965, «Versamina» es el primer texto de Levi (químico de formación) que lleva en el título el nombre de una sustancia química, aunque sea imaginaria.

En el epígrafe de Historias naturales, que Levi toma de Rabelais, se habla de «enfantemens estranges et contra nature». En parte estrambóticas (contra natura) son las tres historias del «ciclo alemán». Levi imagina —y reelabora en clave fantástica, pero sin alejarse del mundo en el que vivimos— las tres mayores ofensas contra la humanidad que perpetró el nazismo: la reducción a cosa del ser humano, el racismo como fundamento u horizonte último de la ideología, el intento de manipular la esencia íntima del espíritu humano. Y todo ello experimentando con sofisticados ensayos científico-industriales. Degradada a objeto, subdividida en categorías de dominadores y esclavos según criterios raciales, la especie humana se verá finalmente deformada y cambiada tanto en cuerpo como en alma.

El título Auschwitz, ciudad tranquila recuerda el «ciclo alemán»: es un título inquietante, una no paradoja que equivale a describir un lugar que produce un dolor gratuito, sobreabundante, dolor tomado como escoria del campo de extermino y que, sin embargo, jamás colma al torturador a pesar de ser generada por un mecanismo que se autorreproduce y que contagia al resto del mundo. Víctima, espectador y testigo, Levi siente que la descripción que hace, la narración y la indagación, nunca son suficientes pues, por muy límpidas, precisas y agudas que sean, son poca cosa allí donde el dolor es siempre demasiado. Por eso, a lo largo de los años, utilizará tantos recovecos para desvelarnos Auschwitz de la manera más completa posible.

 

El sistema periódico, aparecido en 1975 es, en buena parte, la «autobiografía química» de Levi; comprende dos cuentos que tienen relación con Auschwitz. Uno de ellos («Cerio») de manera directa, el otro («Vanadio») de manera indirecta. Único entre los veintiún textos de la serie, «Cerio» se desarrolla dentro del campo de Auschwitz. Incluso en este caso, pasados treinta años de los hechos, es una obra que narra —que se propone narrar— algo diferente. Primo Levi se siente obligado a presentarse a sí mismo o, mejor dicho, a presentarse como era en el otoño de 1944: con un tono más pacato y a la vez más complejo de como aparece en «Capaneo», con más claroscuros, como si quisiera aludir a la empresa nocturna que él y su amigo Alberto llevarán a buen término, aunque el final feliz no esté permitido. La aventura con el cerio acabará bien, pero Alberto será uno de los prisioneros muertos durante la evacuación hacia otros campos de exterminio, en enero de 1945, situados en Alemania. Pasan poco más de veinte años y el químico Primo Levi, ahora técnico en una empresa que fabrica pintura, reconoce —gracias a un curioso error ortográfico en una carta comercial— a una persona que conoció «allí», en el laboratorio químico en el que también fue técnico, pero esclavo. El reencuentro con el Dr. Lothar Müller, un alemán, uno que estaba «en el otro lado», su jefe de laboratorio de entonces, es una de las historias más sutilmente tejidas por Levi. De estas páginas en las que es narrador y personaje, como en Si esto es un hombre y en La tregua, aparece de lleno su talento de escritor. «Ni infame ni héroe —será el sintético juicio que emitirá sobre el Dr. Müller—; un ejemplar humano típicamente gris».

Se sabe desde hace tiempo que «Vanadio» se basa en un hecho real, que el nombre real de Lothar Müller era Ferdinand Meyer, y que Meyer y Levi se escribieron gracias a Hety Schmitt-Maass, la «Hety S» que aparece en «Cartas de alemanes», el octavo y último capítulo de Los hundidos y los salvados. Tras haber dado testimonio de Auschwitz con escrupulosa fidelidad a los hechos en Si esto es un hombre y en los capítulos iniciales de La tregua, al escribir «Vanadio», Primo Levi manipula deliberadamente un recuerdo del campo de exterminio que arrastra desde hace casi treinta años, hasta 1975, con El sistema periódico. Entre los motivos para hacerlo, hay uno particularmente notable: de entre todos los textos publicados, «Vanadio» es el primero en el que aparece la categoría de «gris», aquel en el que se pone en marcha la reflexión pública de Levi sobre la que, al poco tiempo, será codificada como «zona gris».

El espacio ambiguo, colmo de figuras humanas, que se abre entre víctimas y verdugos, lo indagará Levi en el mencionado capítulo de Los hundidos y los salvados que se titula «La zona gris» y que, no por caso, es el más extenso del libro. Levi describió ya la figura con la que culminan aquellas páginas —Chaim Rumkowski, decano del gueto judío de Łódź— en el otoño de 1977, en el breve texto «El rey de los judíos» aparecido en La Stampa, el diario de Turín con el que colaboraba regularmente. Quien se detenga a confrontarlo con las páginas de Los hundidos… en las que se habla de él verá que la primera versión es más fluida y coloquial, menos solemne, pero no por eso tiene contenidos menos terribles, que sirven para testimoniar la reflexión historiográfica, narrativa y moral que Levi nunca interrumpió.

No la interrumpió siquiera tras la publicación de Los hundidos y los salvados. Entre todos los cuentos de Primo Levi, «Fuerza mayor» (La Stampa, 27 de julio de 1986) es el más misterioso, sin duda; uno de los más inquietantes. No es muy conocido, por lo que será mejor no desvelar el final. Podemos anticipar que es un cuento-laboratorio en cuyo tramado se reconoce un Auschwitz silenciado, reducido a una dinámica de valores vectoriales. «Fuerza mayor», esto sí lo podemos decir, es el relato de una violencia: una violencia concreta, desapasionada, mecánica y eficaz; una violencia ni caliente ni fría, solo imperturbable e imparable, gratuita e irracional, pero también precisa. Busca un escopo concreto, y lo encuentra. Es límpido, por otra parte, como corresponde a una de las normas estético-morales de Levi, que en Auschwitz asistió —sin duda— a episodios cruentos, pero que no los incorpora a las páginas. La truculencia está ausente de los cuentos de este libro. Levi prefiere describir las trayectorias de las fuerzas que alguien ejerce y que otro alguien sufre, una fuerza que produce una humillación imposible de abolir.

Al igual que «La bella durmiente en la nevera», el cuento «Auschwitz, ciudad tranquila», que da título a esta antología, es un relato «alemán» y, a su manera, teatral. Como en «Vanadio», es también un encuentro con un colega químico «del otro lado», y también en esta ocasión el encuentro tiene origen en la correspondencia alemana de Levi: de un círculo de cartas y de conocidos comunes, de capas de relato barajadas y recompuestas con paciencia, acaba por formarse un coro, un coro alemán hecho de silencios y de medias palabras que, con todo, consiguen delinear un perímetro atroz, el de Auschwitz, a donde el joven Oberingenieur Mertens se ha dejado enviar y en donde ha pasado todo el tiempo esforzándose por no ver.

El último cuento, un relato de misterio en el campo de exterminio, es simétrico respecto a «Auschwitz, ciudad tranquila». La antología se cierra con dos cuentos corales, pero si el coro del primero hace todo lo posible por esconder una historia, para borrar su recuerdo, para sepultar hechos y lugares, el coro del segundo —que se mueve alrededor de la figura de Goldbaum— es un coro que aporta fragmentos y los añade a los que obran en poder de Levi con la intención de salvar la historia de un solo individuo, un «hundido» que, como Alberto, desapareció durante la evacuación de enero de 1945.

 

Libro narrativo, que no ensayístico, Auschwitz, ciudad tranquila es, como Los hundidos y los salvados,