Autofobia - Cristina Serrano - E-Book

Autofobia E-Book

Cristina Serrano

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Beschreibung

Nueve cuentos sobre nueve mujeres que comparten un miedo secreto: la "Autofobia", el miedo a uno mismo y a la soledad. Las protagonistas conocen de primera mano la angustia, el delirio y otros estados aún más difíciles de definir. Serrano sorprende por su estilo para captar gestos, detalles, y otros indicios de una vida cuya agitación nos resulta tremenda y cercana.

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Seitenzahl: 49

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Cristina Serrano

Autofobia

Cuentos

Saga

Autofobia

 

Copyright © 2019, 2022 Cristina Serrano and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788728374863

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

AUTOFOBIA es miedo a sí misma, también es miedo a la soledad. Autofobia es una colección de cuentos con los que pretendo incomodar, subrayar esa locura cotidiana que todos llevamos dentro y que a los ojos de los demás aumenta de tamaño. En los cuentos encontraréis gestos que se repiten, pelusas que escondemos bajo la cama y mujeres que no soportan los espejos.

Para mi hermana Rosa

Cumpleaños feliz

Como cada día, el despertador sonó a las 9 de la mañana. El viento ya movía las cortinas fingiendo una danza lenta, sin prisa. El ritmo de sus ojos iba aumentando. De niña siempre perdía cuando la retaban con aquel estúpido juego a permanecer sin parpadear. Sin embargo, su cuerpo se agitaba despacio como si pesase un poco más según avanzaban los minutos. Tenía la sensación de que sus músculos palpitaban más que su corazón, sentía pequeñas convulsiones tras las rodillas, a veces junto a la oreja.

Se levantó. Notó la rugosidad de la alfombra en la planta de sus pies y caminó hasta el salón. La tristeza se había instalado en el techo, junto a lámpara de araña y ya no se percataba de ella. Estaba ahí, había tomado el control de la vivienda, pero para qué iba ella a mirar hacia arriba. Miraba constantemente el suelo y allí solo había restos de comida, cabellos caídos que se enredaban junto a los cabellos arrancados y alguna mancha de grasa consecuencia de esos bocadillos enormes que se hacía con sardinas enlatadas. Además, siempre se olvidaba de comprar servilletas.

Hoy tenía un cumpleaños, un almuerzo de cumpleaños. Habrá tarta, gente nueva a la que conocer, música. Necesitaba hacer una lista con temas de conversación y buscaría algún dato en internet para parecer interesante durante la tertulia. Tendría que llevar un regalo, claro. Necesitaba saber quién cumplía los años. La cita era a las 13.00 horas, eso lo recordaba.

Miró en el calendario de pared por si en el recuadro correspondiente al 3 de julio hubiera anotado el nombre de la persona que la invitó; pero no, solo ponía fiesta e incluso había dibujado una especie de pastel, algo naif, con dos velas.

Ella odiaba los números pares. No podía haber sido ella la que hizo el dibujo. Solía poner una vela o tres, pero nunca dos. Esa tarta deforme la tenía que haber pintado la persona que cumplía los años.

Miró el móvil, a ver si con un poco de suerte las redes sociales o alguna agenda digital le recordaban algún dato más.

Su teléfono marcaba aún las 9 de la mañana. Quizá fuese el despertador el que andaba adelantado.

No había tiempo que perder. Lo importante era encontrar un regalo que sirviese para cualquier persona. ¿Y si fuese un niño? ¿El hijo de alguna amiga y por ello esa especie de tarta tan infantil? Podía llevar algo típico, un buen vino, un bizcocho, flores... pero el problema era que se tratase de un niño como tantos que espera con los brazos abiertos su paquete envuelto en papel brillante.

Si se detenía a buscar pistas no llegaría a tiempo.

¿Y adónde tenía que llegar? ¿Dónde era esa fiesta de cumpleaños?

Entonces se dio cuenta, y se puso mucho más nerviosa. Era su propia fiesta de cumpleaños. Tenía que prepararlo todo. Lo más rápido sería bajar a comprar lo necesario para hacer unos sándwiches. También buscaría una tarta ya preparada y bebida, mucha cerveza, algunas botellas de vino tinto, un tinto joven que combine bien con el embutido y los encurtidos. ¿Podía servir el mismo vino con un poco de salmón ahumado? No quería parecer una paleta.

Se tenía que vestir para la ocasión.

Abrió el armario y buscó un vestido amarillo con flores azuladas. Era muy llamativo, quizá más adecuado para un baile de noche pero qué caray, era su fiesta de cumpleaños. Se maquilló en tonos pastel, se hizo un enorme moño y se puso unos tacones altos.

Antes de precipitarse cogió su móvil y buscó en la agenda: mamá, madre, Adela... no estaba por ningún nombre. Menos mal que eso sí lo recordaba: 656 71...

Enseguida sonó una voz de mujer al otro lado.

—Mamá, hoy es mi cumpleaños ¿lo recuerdas, verdad?

—Señorita se ha confundido de número, aquí solamente vivo yo y no tengo hijas. Lo siento.

La señora colgó y entonces Galena Montalbán se puso aún más nerviosa.

Seguramente era una broma, sería la mujer que limpia los lunes en casa de su madre. Sí, los lunes sube a limpiar una mujer que tiene esa misma voz. Su madre le ha gastado una broma pesada.

¡La mesa! Está llena de trastos. Antes de bajar a comprar todo hay que limpiar, buscar el mantel rojo, las copas... luego comprará flores. ¿Qué música es la más adecuada para una fiesta de día?

No se tenía que haber hecho el moño tan pronto, se estaba deshaciendo mientras ponía orden.

Se detuvo junto a la ventana y sin darse cuenta comenzó a mordisquear sus uñas con ansia. Una, otra, tiró de la piel hasta que la línea de las cutículas se volvió roja, la sangre brotaba despacio. Intentó arañarse pero ya no pudo, unas pequeñas manchas de sangre marcaron su brazo izquierdo cerca del codo. Entonces tiró del moño y lo deshizo completamente.

Volvió a tomar su teléfono móvil. Llamaría de nuevo a su madre... 654 82...