Autopsia de un instante - Luis Ignacio Coloma Vieyra - E-Book

Autopsia de un instante E-Book

Luis Ignacio Coloma Vieyra

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Beschreibung

Es una analogía de cuentos y poemas realistas y metafísicos. 60 hojas llenas de experiencias, anhelos y enseñanzas que nutren al Lector. Desgloso un fragmento de tiempo, para analizar todas sus posibilidades e infinitos futuros.

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Seitenzahl: 63

Veröffentlichungsjahr: 2018

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Coloma Vieyra, Luis Ignacio

Autopsia de un instante / Luis Ignacio Coloma Vieyra. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores del Mundo, 2018.

70 p. ; 20 x 14 cm.

ISBN 978-987-4947-04-8

1. Literatura Argentina. 2. Poesía. 3. Cuentos. I. Título.

CDD A860

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdelmundo.com

Mail: [email protected]

Diseño de portada: Justo Echeverría

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

I

Nació en la caleta de pescadores, situada en una pequeña playa con una veintena de botes y una pared de rocas a unos cincuenta metros del mar con unas casetas en donde los pescadores guardaban sus implementos de pesca, las redes por reparar, los espineles enredados y remos quebrados, fue su primer paisaje, las huellas de sus primeros pasos las borró la espuma de las olas sobre la arena. Su madre lo abandonó muy niño, pero todos los pescadores fueron sus padres. Aprendió a raspar y pintar embarcaciones, a preparar carnadas, a seleccionar peces vendibles, además, de leer las nubes, a descifrar el movimiento de los vientos, a percibir los cambios del mar. Alguien dijo este es hijo del Calafa, un pescador que no volvió del océano. Quedó con ese nombre como el alcatraz, la gaviota, estaba definido en un bautizo con los oleos de la niebla marina. Aconteció que la primavera era incapaz de desplazar al invierno que se había manifestado en lluvias y marejadas, no permitiendo salir a los botes. El Calafa hipnotizado ante la furia del mar permaneció junto al bramido de las olas que se pulverizaban en las rocas transformándose en espuma que se elevaba en el aire como una nube instantánea.

Al día siguiente, llegaron los hombres para constatar el destrozo de algunos botes y las casetas convertidas en astillas, el patrón de la caleta sentenció, el temporal terminó porque se llevó al Calafa.

INSTANTE

Mi existencia es la consecuencia

De infinitos instantes fallecidos,

Tomo uno de esos tantos

Para efectuar una autopsia,

Instante que tuvo vida

Y ahora habita en la dimensión

De un recuerdo,

Están las alegrías,

Las lágrimas,

El abrazo fraterno

De lo que fue un instante

Y la existencia continúa

Dejando en el camino

La muerte de más instantes.

II

El guardia con la mirada perdida en el vacío cuidaba la puerta de la pequeña sala en donde los dos hombres conversaban, hubo un silencio más prolongado, el abogado preguntó una vez más.

—Le repito, para que Ud. No sea condenado, debemos probar que hacía entre las 7 y las 7:30 del día de ayer.

—Es cuando salgo de casa y lo que tardo llegar al trabajo, camino todos los días a la misma hora.

—Siempre hace lo mismo?

—Es una rutina regular.

—Alguien lo ve, algún vecino, conocido del barrio?

—Seguro, pero no tengo amistad con nadie.

—Piense cuidadosamente, Ud. Ve a personas, cosas que ocurren diariamente.

El abogado giraba el lápiz golpeando el papel pausadamente produciendo un ruido que llenaba el ambiente como una gota de agua que se estrella en el silencio.

—Salgo a la misma hora, cerca de la casa siempre veo a dos ancianas que barren la vereda, se apoyan en sus escobas y conversan, a veces he logrado escuchar que hablan de sus gatos.

—Eso es muy importante, tiene que haber más.

—Si, al llegar a la esquina me cruzo con el vendedor de leche empujando su carro, usa el gorro blanco inclinado hacia un lado, me da la impresión que es demasiado pequeño para su cabeza.

—Le ha comprado alguna vez o le conoce?

—No, porque solamente tomo café negro antes de salir.

—Siga por favor, debemos encontrar a una persona que pueda testificar de haberlo visto esa mañana.

—Hay un vendedor de diarios, lo he visto tirarlos entremedio de la cortinas de los negocios que aún no han abierto.

Tiene un voceparticular, los grita en forma demasiado rápida.

—Le ha comprado usted alguna vez?

Un movimiento de cabeza negado, fue la respuesta.

—Con todo lo que nos ha dicho veremos si logramos algo. En el recinto penal transcurrieron días de espera tediosa. El hombre aislado recibía regularmente sus comidas, los guardias indiferentes lo consideraban un objeto, cumplían su deber sin hablar una palabra fuera del reglamento. Hasta que le avisaron que el abogado requería de su presencia.

—Me tiene buenas noticias?

—No puedo darle esperanzas, consulté a todas las personas que Ud. Ve en su camino, nadie lo ha visto nunca.

• • • •

Cerca de la casa de las ancianas, la joven miraba a través de la ventana.

—Vas a llegar tarde, sal de una vez.

Que le habrá ocurrido, siempre pasaba a la misma hora.

—Por qué te preocupas, ese joven nunca se dio cuenta que existías, se habrá cambiado de casa o de trabajo.

—Espero verlo algún día, tan solo eso.

SOY

Soy ciudadano de la Mente Universal,

Hijo de la primera explosión,

En el nacimiento del tiempo,

Obrero en la construcción de las constelaciones

Y artesano en la expansión del espacio

Soy ciudadano del planeta tierra.

Mis células tienen la formación

Del primer principio,

Existente en su memoria

Todo el esfuerzo de sobrevivencia

De su historia cíclica

Hasta llegar a mi cuerpo

A trabajar en funciones ordenadas.

Soy ciudadano de mi mismo

En una peregrinación infinita

Hacia las fuentes de la creación.

III

Caminaba vacilante, algo ebrio, con un casco de seguridad ladeado sobre su cabeza baja, se apoyaba con su mano derecha en un saco a medio llenar que descansaba sobre su espalda. El crepúsculo abría las puertas a las sombras de la noche en la calle en donde se juntaban los carretones de manos y fleteros de ocasión bajo el alero de una fábrica abandonada, apartada de vecinos y tránsito de vehículos.

—Allá viene el flaco del casco. La mujer atrajo la atención de su acompañante en labor de separar cartón, el papel blanco, las cajas plataneras por tener diferentes precios al ser vendidas. Y le preguntó al hombre del casco.

—El carretón donde está?

—Me lo robaron. El hombre y la mujer se acercaron extrañados, sin comprender lo que habían escuchado al recién llegado que tiraba el saco con rabia al suelo.

—Entré a tomar en el bar de la casa grande, desperté en la calle al lado de la puerta y el carretón ya no estaba, recorrí buscándolo toda la tarde preguntando si alguien lo había visto, pero nada.

—¿Habías entregado el cartón?

—Si, pero, tenía botellas para vender, las frazadas y la comida, ahora no sé en qué lugar voy a dormir y cómo voy a trabajar.

—Tírate aquí. Te presto un abrigo, me lo regaló una vieja con otras ropas que vendí. Formó una cama con cartones, para taparse tuvo que dormir encogido, el abrigo no alcanzaba a cubrirlo. Cuando despertó tenía frente a él un carretón grande y al viejo fumando sobre su vehículo, inclinado por su peso.

—Te robaron tu chatarra.

—Fue ayer, como vuelan las noticias.

—Estoy enfermo y tengo que retirar el cartón y el papel, si me ayudas compartiremos las ganancias mientras aparezca tu carro. Aún dormido y con una terrible sed se levantó a ordenar los cartones que le habían servido de colchón. Nunca habían sido amigos, se conocían porque dormían en el mismo lugar, el viejo era un solitario, se rumoreaba que tenía familia y varias veces le habían visitado con la intención de llevarlo a una clínica, siempre prefería su carretón y la calle.

—Está bien, no tengo en que trabajar y no deseo pasar los días sin tener que comer.

Todos