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- Herausgeber: Ricardo Tronconi
- Kategorie: Erotik
- Sprache: Spanisch
- Veröffentlichungsjahr: 2017
Tres incautos exploradores, aventurándose en gruta, se convierten en protagonistas de un ambiguo caso de presunto homicidio. El caso, llevado por el comisario De Narvalho y por su consorte Melodía De La Anguila, es relatado elmente en el diario personal de un joven narrador, que destaca todas sus contradicciones: la cueva, famosísimo agujero denominado “La Vulva” (por su impresionante parecido con el órgano mujeril), es escenario de un feroz engaño, que podría ser el motivo del deceso investigado. En el proceso, que ve involucradas varias personalidades del mundo cientí co, en primera posición el lósofo Alan Marrón (en arte Galáctico De Los Galácticos), se muestran decisivas algunas leyendas relacionadas con el adulterio y la in delidad de la mujer, que ayudarán a nuestro narrador a superar la fase juvenil de la exploración de “La Vulva” con su compañera y lo catapultarán en un universo más doloroso de alcanzar, aunque “increíblemente y asquerosamente rico”.
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Ricardo Tronconi
Imagen cubierta con licencia CC BY-NC-ND 4.0.
ĺndice
AVENTURA EN “LA VULVA”
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
AVENTURA EN “LA VULVA”
O LA EXTRAÑA HISTORIA DEL LOBO MARSICANO (Y DE LA AGUJA EN EL PAJAR)
Traducción del texto por Martina Guglielmi
CAPÍTULO 1
Tenía yo alrededor de diecisiete años cuando la chica que compartió conmigo el primer sexo me pidió que fuéramos a “La Vulva”, una de las cuevas más famosas del mundo, de las más anheladas por los espeleólogos del universo. En aquellos tiempos Cunna era ya una experta exploradora de grutas, teniendo un gentilicio positivo para cada tipo de hoyo que se pueda explorar: el padre y la tía eran miembros de la asociación de espeleólogos Somos Todos Ginecólogos, fundada por el abuelo paterno muchos años atrás. Sobre al nombre algo discutible de la asociación, algunas voces insistentes sugerían que la musa inspiradora había sido la abuela materna (ginecóloga y espeleóloga), puesto que había sido ella quien le había hecho descubrir al abuelo paterno la entrada a la gruta misteriosa, llamada seguidamente “La Vulva” por su sorprendente parecido con el órgano mujeril. También los ginecólogos, picados por la curiosidad por el clamor que surgió de un descubrimiento tan original, habían acudido corriendo para observar la extraña configuración rocosa. Fue tan grande la sorpresa de ver, más allá de la espesa vegetación, unos labios que se abrían en el vestíbulo de la pequeña entrada, que nació la asociación ginecológica Somos Todos Espeleólogos. Esta última se ponía al centro del dilema ideológico de la objeción y de la no objeción, permitiéndoles a todos (objetores y no objetores) observar algo que no habían visto nunca con sus propios ojos, sin que otros les dijeran dónde mirar (de la cual más tarde nació la Hermandad del Libre Albedrío, denominada Todos Libres Árbitros De Nosotros Mismos Sin Que Otros Nos Guíen En El Difícil Camino De La Verdad = T. L. A. D. N. M. S. Q. O. N. G. E. E. D. C. D. L. V.).
A pesar de mi corta edad, ya había tenido la ocasión de pasar por los alrededores de La Vulva y de oler su cálido y húmedo olor, sin embargo el miedo a lo desconocido me había parado siempre antes de meterle la nariz dentro. Ahora, sin embargo, la idea de poderla observar junto con mi bella mitad constituía un fuerte estímulo hacia el cumplimiento de la empresa. Superar los miedos y apartar los preconceptos que se amontonaban en mi mente sería el resultado tan anhelado, cuanto inevitable, de mi primera experiencia en la gruta.
Al día siguiente a la amable invitación de mi compañera, quedamos para visitar la cueva. Cunna me había dicho que el día más favorable para la acción sería el día siguiente, ya que se estaba acercando una perturbación climática de Oeste que traería abundantes lluvias en toda la región. Cuando llueve mucho las grutas se vuelven extremadamente peligrosas y solo los más expertos pueden acercarse sin hacerse daño. Así que ese día lo preparamos todo para la mañana siguiente, muy excitados por el evento que íbamos a compartir (en realidad, Cunna ya conocía la cueva y la había explorado otra veces, también con amigas, pero nunca conmigo o con otros).
Aún no sabíamos que, ese mismo día de los preparativos, unos turistas habían atravesado el umbral del hoyo de la vagina (este era el nombre con que los ginecólogos Somos Todos Espeleólogos llamaban la entrada de la gruta) sin tomar las adecuadas precauciones, despreocupados de los peligros que derivaban de una semejante empresa…
