Azul - Rubén Darío - E-Book

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Darío Rubén

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Beschreibung

Azul es un volumen de relatos cortos y poemasescrito por Rubén Darío y publicado en 1888. Se considera una obra fundamental del Modernismo latinoamericano y uno de los hitos en la literatura en Español. El discurso modernista augura la literatura que tratarán los poetas posteriores. Su crítica a la burguesía, al desprecio por el pragmatismo capitalista, su tratamiento de lo erótico y lo existencial, del amor y de la experiencia humana lo hacen un volumen obligatorio en cualquier biblioteca.

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Esta colección atesora las obras más importantes de la literatura universal, cada una en su idioma original.

En la Serie Letras Castellanas destacan: El Lazarillo de Tormes, Anónimo; Don Juan Tenorio, de José Zorrilla; Rimas y Leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer; Soledades, de Antonio Machado; Luces de Bohemia, de Ramón María del Valle Inclán; Bodas de Sangre, de Federico García Lorca; Novelas Ejemplares, Cervantes; Cañas y Barro, Blasco Ibáñez; Niebla, Unamuno; Ismaelillo, José Martí; Azul, Rubén Darío; Cartas desde la Selva, Horacio Quiroga, etc.

Rubén Darío

AZUL

© Ed. Perelló, SL, 2023

© Prólogo: María del Rocío Oviedo - UCM

Calle de la Milagrosa Nº 26, Bajo

46009 - Valencia

Tlf. (+34) 644 79 79 83

[email protected]

http://edperello.es

I.S.B.N.: 978-84-10227-33-0

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Prólogo

Laestanciachilena

Nacido en 1867 en el lugar que hoy lleva su nombre, Ciudad Darío, se dará a conocer como extraordinario escritor, al punto de recibir el apelativo de “el poeta niño”. Esta excepcional circunstancia le lleva a El Salvador, donde consolida su fama gracias, entre otros poemas, a su “Oda a Bolivar”, que declama ante el presidente salvadoreño, Rafael Zaldívar, y a su composición “La poesía castellana” publicada en Lailustracióncentroamericana. Los poemas dispersos de esta primera etapa se recogeran con posterioridad en sus Primerasnotas.

Si bien la estancia en El Salvador le da a conocer, serán aún más decisivos los años que pase en Chile, tanto para su ejercicio lírico como para la posterior difusión de su obra. En el puerto de Valparaíso, el 24 de julio de 1886, le recibe Eduardo Poirier (con quien redactará su única novela completa Emelina), cuando apenas ha cumplido 19 años. Pronto viaja a la capital, Santiago de Chile, como colaborador y redactor en el periódico La Epoca. En la redacción del periódico conoce, entre otros, a un escritor cuya amistad será crucial para el poeta nicaragüense: Pedro Balmaceda, hijo del presidente de la República, quien definitivamente le introduce en los paradigmas de la literatura francesa, gracias a la selecta biblioteca que posee. Su conocimiento del arte convierte a este personaje, a la vez músico y poeta, en el mejor interlocutor para la voracidad lectora y creativa de Rubén Darío. El mismo señala “yo encontré nuevo aire para mis ansiosos vuelos y una juventud llena de deseos de belleza y de nobles entusiasmos” Gracias a su amistad con Balmaceda y a Rodríguez Mendoza, compañero en el periódico, publicará Abrojos (1886), con ecos románticos, al estilo de Campoamor y deudor de cierto neoclasicismo. Volumen al que Balmaceda califica de “el libro de Job de la adolescencia”.

Durante esta etapa Rubén Darío se debate entre la bohemia y las obligaciones laborales en el periódico. El mismo en su Autobiografía confiesa su pobreza y la lucha por la apariencia: “vivir de arenques y de cerveza en una casa alemana para poder vestirme elegantemente, como correspondía a mis amistades aristocráticas”. El párrafo es revelador tanto de las carencias a que se ve abocado como de sus relaciones. Rubén, pese a la timidez que muchos le atribuyen, no está solo, se rodea de amigos y colegas con los que acude a tertulias que se extienden hasta altas horas de la madrugada. A veces, tras asistir a las actuaciones teatrales de Sarah Bernardt, que ha de reseñar en el periódico.

En junio de 1887 participa en el certamen Varela y consigue el premio gracias a su “Canto épico a las glorias de Chile”, poema que dedica al presidente José Balmaceda. Otra de sus producciones, Otoñales, se presenta así mismo al concurso pero no resultará premiada y pasará a ser publicada, más adelante, con el título de Rimas. Se trata de composiciones que oscilan entre el romanticismo y el modernismo vestido de cierto exotismo que es común a los dos movimientos literarios.

Las dificultades para mantenerse en la capital, las deudas contraídas y la imposibilidad de alcanzar el reconocimiento necesario, junto a la bohemia que siempre le caracteriza, son causas de un cambio radical que le anima a aceptar un puesto como inspector de aduanas en Valparaíso, actividad para la que se reconoce no estar dotado pero que le permite subsistir un tiempo. No abandona ni su estro lírico ni el periodismo y continúa con algunas colaboraciones en La Epoca, y en El Heraldo, de Valparaíso, donde ha sido contratado, aunque por breve tiempo y donde publica algunos relatos de Azul como “La canción del oro”. Poco después la tanto epidemia de cólera y el horror a la enfermedad, como el atractivo de una posible herencia de su padre, le hacen retornar a Nicaragua.

Azul

Darío, seducido por sus lecturas de la poesía y el relato francés de los parnasiastas, introduce un nuevo estilo en la literatura castellana. El mismo reconoce cómo influye en su prosa y en su lírica y cómo se conjuga con la lectura de los clásicos. “Un soplo de París animaba mi esfuerzo de entonces; mas había también, como el mismo Valera lo afirmara, un gran amor por las literaturas clásicas y conocimiento “de todo lo moderno europeo”. No era, pues, un plan limitado y exclusivo. Hay, sobre todo, juventud, un ansia de vida, un estremecimiento sensual, un relente pagano.”

Este libro genera un cambio frente al academicismo literario anquilosado e incluso frente al romanticismo. Con él germina la creación de un movimiento literario americano autóctono que renovará la literatura. Sin embargo, el libro no tuvo eco en Chile. Es don Juan Valera quien reconoce la valía joven poeta en dos cartas que publica “Los lunes” de El Imparcial de Madrid (octubre 1888) y contribuye eficazmente a la difusión de su obra.

La primera noticia de esta nueva publicación se encuentra en La Epoca el 15 de octubre de 1887 con el nombre de El año lírico que, poco más adelante, se transformará en Azul. Reiteradamente se ha especulado con los motivos para eligir tal título. El propio Rubén en Historia de mis libros contradice a su prologuista Eduardo de la Barra quien había señalado como antecedente el aforismo de Víctor Hugo: “l’art c’est l’azur”.

Mas el azul era para mí el color del ensueño, el color del arte, un color helénico y homérico, color oceánico y firmamental, el “coeruleum”, que en Plinio es el color simple que semeja al de los cielos y al zafiro.

Avalan estas afirmaciones las reiteraciones en el volumen del término azul (citado en más de 50 ocasiones) siempre en relación con el ensueño y el arte y que se equilibra con el “azur” francés: cielo y representación del ideal como ocurre, por ejemplo, en “El pájaro azul” (publicado en La Epoca en 1886).

La obra se compone de los escritos que redacta desde junio de 1886 hasta febrero de 1888. Pero un considerable número procede de los últimos días de su estancia chilena. Un relato como “El fardo” revela una tragedia del puerto de Valparaíso que, como se ha indicado, anticipa el regreso del poeta a Nicaragua.

La primera edición, con prólogo de Eduardo de la Barra, aparece fechada en la ciudad costeña de Valparaíso en julio de 1888. Apenas dos años más tarde, y ante el éxito logrado, publica una segunda edición con algunos añadidos: la carta prólogo de Juan Valera, un cuento (“La muerte de la emperatriz de china”) y nuevas poesías (“Sonetos aúreos” y “De invierno”). Publicaciones que habían visto la luz en la prensa en el mismo mes de la edición.

La obra es en sí una muestra antológica de las capacidades literarias de Darío y es la única ocasión en la que reune el cuento, el ensayo lírico y la poesía.

Los cuentos encabezan el volumen y su tema esencial es la defensa del arte, en el que dominan dos de los caracteres esenciales del modernismo: la recreación del pasado y la sacralización de lo profano ya sea la mujer o el arte. Esta búsqueda del ideal artístico y su beligerancia contra la sociedad mercantil e industrial del Chile de la época, dominada por la oligarquía, se refleja en cuentos como “El sátiro sordo” y “El rey burgués”, donde expone la incomprensión de la sociedad burguesa ante el artista. Sin embargo, a pesar de defender una filiación bohemia y declarar la muerte del romanticismo a través de sus personajes, también se advierte su admiración por ellos, pese al fracaso de los protagonistas. Son paradigmáticos de esta situación los cuentos “El velo de la reina Mab”, “El pájaro azul” e incluso “La ninfa”.

Al igual que ocurre con los poemas que incluye en el volumen, cada uno de los cuentos refiere un estilo o una tipología literaria, una época, como ya había demostrado en su composición “La poesía castellana”. Desde el “neoclasicismo” academicista del “rey burgués” y del “sátiro sordo”, verdaderos representantes de la burguesía, al romanticismo de sus protagonistas como el músico-poeta del primero de los relatos o el pobre Orfeo -introducido en un “cuento fábula”- quien, frente al rechazo del sátiro para vivir en su bella selva, decide casarse con Eurídice, lo que le resultará fatal si recordamos su historia. Otros cuentos como “El rubí”, crean un nuevo mito introducido por los gnomos, incluido el Puck de Shakespeare, donde se plantea el dilema entre la creación de la naturaleza o la fabricación industrial. O el cuento realista -naturalista de “El fardo”. Una muestra de las capacidades de Darío y su recreación del pasado literario, y, al mismo tiempo, defensa de los ideales modernistas y de la belleza. Por su parte “La canción del oro” es una muestra de la importancia que la sociedad burguesa concede al dinero y el dominio que ejerce sobre cada sujeto. Una salmodia donde Rubén Darío expresa de forma magistral este imperio que somete a los hombres, y que coincide con un momento de su vida en que no logra afrontar sus deudas.

¡Eh, miserables beodos, pobres de solemnidad, prostitutas, mendigos, vagos, rateros, bandidos, pordioseros peregrinos, y vosotros los desterrados, y vosotros los holgazanes, y sobre todo, vosotros, oh poetas!

¡Unámonos a los felices, a los poderosos, a los banqueros, a los semidioses de la tierra!

¡Cantemos el oro!

Estos relatos anticipan dos más cercanos a la experiencia del poeta y cuyo eje es el amor: “En el palacio del sol” y “Palomas blancas y garzas morenas”, en el primero la ingenuidad del tema revela un texto escrito para el periódico, pero en el que se percibe la huella de Daudet y Mendés. Sin embargo, el segundo relato traduce su propia experiencia mientras da sus primeros pasos en las relaciones amorosas. la contraposición amorosa es un modo de antítesis que avala la actitud del dandy modernista, incluso desde sus primeras experiencias. Describe dos actitudes amorosas que se pueden considerar también como representación de lo romántico y lo modernista: el amor ingenuo.

En el libro se encuentra textos descriptivos de un extraordinario lirismo: “En Chile”, con sus dos secciones: “Album porteño” y “Album santiagués” que reflejan el deseo de Darío de poetizar el espacio, al tiempo que reflejar una realidad traspasada por el arte. Rememora su deambular por las dos ciudades chilenas donde residió: Valparaíso y Santiago. Comienza, al igual que ocurre en su biografía, por Valparaíso y su ascensión al cerro Alegre: “Sin pinceles, sin paleta, sin papel, sin lápiz, Ricardo, poeta lírico incorregible, huyendo de las agitaciones y turbulencias de las máquinas y de los fardos, del ruido monótono de los tranvías y el chocar de los caballos con su repiqueteo de caracoles sobre las piedras; del tropel de los comerciantes; del grito de los vendedores de diarios; del incesante bullicio e inacabable hervor de aquel puerto; en busca de impresiones y de cuadros, subió al cerro Alegre”. Narciso Tondreau recordará, sin embargo, el camino que solían hacer en Santiago, por otro cerro, el Santa Lucía, uno de los escenarios favoritos de Rubén: “Frecuentemente paseábamos juntos en esas tardes maravillosas en el cerro de Santa Lucía, en los crepúsculos inolvidables en el lago”.

La plasticidad, la écfrasis, es esencial en esta sección, como se advierte en los títulos que añade “Un retrato de Watteau”, “Al Carbón”, “Acuarela”… Una orientación aún más destacada por el subtítulo que añade en el “Album porteño”: “En busca de cuadros”. O en busca del arte cuya sacralidad esgrime al punto de crear un estilo propio y caracteristico del modernismo.

Sin embargo, en el cuento que agrega en la segunda edición “La muerte de la emperatriz de China” el amor de una joven pareja triunfa frente al arte. Si en “La ninfa” el soñador que aspira a ver ninfas opta por el ideal, en este relato vence la realidad. Es la victoria de la vida frente al arte. Es la superioridad del dandy frente al fracaso de la vida bohemia.

El culmen del incipiente modernismo se encuentra en “El año lirico” que encabeza las composiciones en verso. El título de esta sección es deudor de su paralelo en la pintura. Tanto Watteau, como Burne Jones representan en sus oleos, litografías, e incluso en sus grabados en metal, las estaciones. Sin olvidar que, en la música, Vivaldi había acompañado cada una de sus cuatro estaciones (1725) de poemas descriptivos. Pero tal vez el antecedente directo se encuentre en George Clairin, el pintor de las cuatro estaciones que adornaban el Palacio Cousiño de Santiago, paradigma del lujo al estilo francés, que Darío había podido visitar gracias a Balmaceda. O como indica Ballón Aguirre, tal vez su fuente de inspiración sean los jardines de Isadora Cousiño en la ciudad costera de Lota, la fuente de su inspiración, y donde ninfas y sátiros se distribuyen entre arriates. La écfrasis, tanto musical como pictórica, se resume en la palabra poética. A su vez, al igual que en los cuentos, los poemas que componen la sección son un reflejo de los distintos estilos literarios, con una temática acorde con la estación correspondiente. “Estival”, el más barroco y más famoso de los poemas, narra el idilio salvaje de dos tigres y, a su vez, encierra una interrogacion a la supuesta justicia de los poderosos, por su parte, “Autumnal” refleja la dificultad de la inspiración y la búsqueda del ideal, en un ambito claramente romántico, “Primaveral” tiene como eje central el amor, con métrica y temas de égloga renacentista y versos que recuerdan a Garcilaso, mientras que “Invernal” supondría el logro del amor, ya no en el ámbito de la naturaleza sino en el ambiente ciudadano que caracteriza al modernismo y que revela el triunfo del dandy.

El otro poema incluido en la primera edición “Pensamiento de otoño”, se caracteriza nuevamente por la expresión de sus ideales y las dificultades para conseguirlo. Es muy semejante al poema en prosa o la “romanza” titulada “A una estrella”. En las adiciones de 1900 destacan los “Sonetos aureos” encabezados por “Caupolican”, seguido por “Venus” y “De invierno”. Estos sonetos funcionan a manera de resumen de los modelos preferidos, pero también de una sonoridad y una métrica francesa adaptado al castellano, como él mismo refiere en Historia de mis libros: “Caupolicán, que inició la entrada del soneto alejandrino a la francesa en nuestra lengua (al menos según mi conocimiento). Aplicación a igual poema de forma fija, de versos de quince sílabas, se advierte en Venus. Otro soneto a la francesa y de asunto parisiense: De invierno”. Sonetos que se completan con los “Medallones” o retratos dedicados a algunos autores que han despertado su interés “y que eran algunas de mis admiraciones de entonces”.

Si el arte se ofrece como un ideal de belleza relacionado con el amor y que el poeta modernista aspira a gozar, otro de los temas esenciales que transitan por el libro es la existencia del mal y de la muerte.. El arte, la sociedad, el amor, el ideal y la búsqueda de una nueva expresión son el cometido esencial de Rubén Darío, pero no puede eliminar la fatalidad de todo ser viviente. En “El sátiro sordo” y “El rey burgués” e incluso “El rubí”, el mal surge de la ignorancia y el desprecio del poderoso. En “El fardo” el mal y la muerte proceden de un “fatum” inevitable. En el fondo es una interrogación por el sentido de la justicia ya sea de los ricos, de los príncipes o de Dios como se explicita en “Estival” y en “Ananke”.

La justicia, el amor, el arte convertido en materia sagrada, la renovación en métrica y rima, la valoración de un pasado cuya utilidad es construir un mundo nuevo, el goce estético, la exaltación del genio artístico que ha de triunfar en una sociedad mercantilista, son los elementos cruciales de Azul. En esta relación arte y sociedad la realidad del escritor se diluye en el rechazo de la burguesía y de la sociedad, así como la conciencia de su propia singularidad y su insaciable deseo de alcanzar su auténtica expresión.

La mejor definición de su obra la facilita él mismo. De Azul, dirá: un libro “que contiene la flor de mi juventud, que exterioriza la íntima poesía de las primeras ilusiones y que está impregnada de amor al arte y de amor al amor”.