Prosa política: Las repúblicas americanas - Rubén Darío - E-Book

Prosa política: Las repúblicas americanas E-Book

Darío Rubén

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Profunda reflexión de Rubén Darío en cuanto a las diferentes realidades de los países latinoamericanos de su época, tanto desde un punto de vista político como sociocultural, histórico y económico. Una obra monumental solo al alcance de una mente privilegiada.-

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Rubén Darío

Prosa política: Las repúblicas americanas

 

Saga

Prosa política: Las repúblicas americanas

 

Copyright © 1895, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726551099

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

ARGENTINA

Entre los acontecimientos que la historia ha de señalar de modo principal en los principios del siglo xx, está el surgir ante el mundo de la «nueva y gloriosa Nación» que se canta en el himno de los argentinos, no a la vida política, libre e independiente que se conquistara hace una centuria, sino a la vida de los pueblos superiores por el trabajo y la riqueza pacífica. En la balanza que forma el continente americano, es la República Argentina la que hace el contrapeso a la pujanza yanqui, la que salvará el espíritu de la raza y pondrá coto a más que probables y aprobadas tentativas imperialistas. Y hoy, por eso el mundo fija la mirada en ese gran país del Sur, de apenas siete millones de habitantes, que rivaliza en más de una empresa agraria, pecuniaria o financiera con el otro gran país del Norte cuya población pasa de ochenta millones.

Pueblo formado con savia española, que heredara todas las cualidades y defectos de los conquistadores, con agregación de nuevos elementos, inició su independencia con hechos épicos, sufrió las consecuentes agitaciones y revueltas de un estado de ensayo; soportó los soplos del pampero anárquico y se desangró en choques intestinos; supo lo que pesa el plomo y hierro de las tiranías; se revolvió contra ellas; fue poco a poco iluminando su propia alma, el alma popular, y enseñó al Demos la verdadera diferencia entre la civilización y la barbarie; cuida de la escuela y de la universidad; propaga cultura y progreso; levanta y da brillo a la organización parlamentaria; ve que en el seno de su tierra está la mayor de las riquezas; se preocupa de las cuestiones económicas que son las cuestiones vitales; por eliminación y por cruzamiento comienza la formación de una raza flamante; recibe sangre viva y músculo útil de los cuatro puntos del globo; echa al olvido el daño español del «pronunciamiento» y el mal hispano-americano de la revolución; crece; se hace fuerte al amparo de una política de engrandecimiento económico; hace que las grandes potencias la miren con simpatía, y celebra su primer fiesta secular con el asombro aprobador de todas las naciones de la tierra.

De tal modo puede decir con justo orgullo un ilustre argentino, Joaquín V. González, palabras como éstas: «Así, el pueblo argentino, con ser en América uno de los que mayores dificultades ha debido vencer para fundar un estado social de libertad y un hogar común para todos los hombres, puede ofrecer un cuociente de trabajo propio y prospectivo que equivale a un período más extenso de paz y de orden que el que realmente ha podido gozar, y su mérito mayor a la consideración de sus contemporáneos, será la consagración absoluta de su labor y supremas energías, a labrar una prosperidad y una riqueza materiales que no ciegue de modo irreparables las fuentes del ideal y la belleza, que no encierre como el avaro dentro de su propia casa, sino que la ofrezca al goce de todos los hombres y pueblos, en un banquete eucarístico de fraternidad y de solidaridad universal».

Pocos países, puede decirse, están más seguros de su porvenir. La prosperidad nacional no tiene, relativamente, parangón, pues asombra a los mismos hombres del Norte, que comparan. Las lecciones del pasado se han tenido en cuenta, y en medio de las más enconadas luchas políticas, todos los partidos, todos los hombres dirigentes, han tenido ante todo en mira la dignidad y el engrandecimiento nacionales. Ha habido grandes errores que la ola del progreso ha borrado, y aun desaciertos de ayer han abonado el campo del trabajo de hoy.

Ha tenido el país que hacerse fuerte para hacerse respetable, aunque, según la palabra del eminente Sr. Norberto Piñero, «el papel histórico de la Argentina es el de la creación de una raza y de una civilización que ha de difundirse en la paz y por medios pacíficos». Y ha sostenido, a pesar de su desenvolvimiento positivo y práctico, la cultura tradicional. «Bajo el punto de vista literario, escribía un autor francés hace más de cuarenta años, Buenos Aires ocupa el primer rango entre las ciudades de la antigua América española».

La prensa Argentina es hoy la primera en lengua castellana, por su riqueza, por su incomparable impulso y por su nutrición universal. El adelanto universitario ha sido enorme en pocos años. Su instrucción pública, sus planteles pedagógicos no tienen nada que envidiar, y sí mucho que mostrar con justo orgullo a cualquier país de la tierra.

Al antiguo romanticismo político, noble y generoso de ideales, sucede, por virtud de la evolución, un concepto más hondo y firme de la misión nacional y del patrio porvenir, sin mengua de la fraternidad humana, antes bien, ofreciendo trabajo y hogar a todos los hombres.

Y ello no es una frase lírica. Yo he habitado en el suelo argentino y he visto cuán grandes se abren las puertas de la república a todo extranjero, cuán sincera y práctica es la hospitalidad para todo elemento útil. El programa patrio pudiera declararse en dos palabras: trabajo y cultura. En ello van la independencia y la libertad. ¿Quién más dueño de su futuro que semejante pueblo? Escribe C. O. Bunge: «La semilla arrojada con gesto grandioso por la mano de la Revolución sobre el suelo fecundo de la patria, ha germinado, desarrollándose en gigantesco árbol, exuberante de flores, muchas de las cuales cuajáronse ya en riquísimos frutos. Si nos enorgullecemos con razón de la presente cultura, obra en gran parte de la enseñanza nacional, mucho más debemos esperar para el porvenir. ¡El porvenir es nuestro!» Ese porvenir, que será resultado del esfuerzo argentino y de la colaboración extranjera, se define en las palabras de Edmundo d'Amicis, que citara en un concienzudo trabajo sobre inmigración Aníbal Latino; es el voto y el augurio de que los argentinos y los extranjeros vivan siempre como hermanos, «y avancen juntos en el camino de la bondad y del trabajo, manteniendo ese amplio y fecundo sentimiento de tolerancia, de benevolencia, de amor patrio sin soberbia, de amor fraternal sin recelos, que puede hacer de diez pueblos un solo pueblo, de varias razas un solo estado, produciendo una maravillosa generación multiforme que verá una patria argentina transfigurada y poderosa, como lo desean y lo sueñan la fiereza amable de sus hijos y la gratitud sincera de sus huéspedes».

VENEZUELA

Por sus antecedentes históricos de heroísmo libertador, Venezuela ocupa la primera página en los fastos de la América Meridional. Allí tuvieron lugar las primeras rebeldías emancipadoras del continente Sur, y surgieron muchos de los grandes soldados patriotas que fundaron cinco nacionalidades. Patria de Simón Bolívar, Venezuela abrió amplios horizontes a la cultura y al progreso de nuestra raza, influyendo de manera trascendental en el desenvolvimiento político de ella.

A pesar de los contratiempos de la vida interna y de los reveses en la marcha evolutiva, los venezolanos y su régimen mantuvieron siempre esa influencia. En defensa de su integridad, Venezuela ha dado muestras de firme civismo, oponiéndose a los poderosos y sosteniendo la justicia de su causa. Todas las condiciones de una raza superior acreditan al venezolano, que es valiente, franco y comprensor de sus deberes de ciudadano, para quien la patria está sobre todo otro interés. Las instituciones y Legislatura del país lo llevan a un alto destino entre los pueblos avanzados, pues desde el establecimiento de la República, ha tenido por norma los mejores principios democráticos.

Venezuela, como es sabido, ocupa el límite Norte de la América del Sur, en una superficie de 1.553.742 kilómetros cuadrados, o sea el cuádruplo de la totalidad del territorio de Centro-América. Con arreglo a la Constitución, la República se compone de 20 Estados, un Distrito Federal y dos territorios, como sigue: Estados de Apure, Aragua, Anzoátegui, Bolívar, Carabobo, Cojedes, Falcón, Guárico, Lara, Monagas, Mérida, Miranda, Nueva Esparta, Portuguesa, Sucre, Táchira, Trujillo, Iaragui, Zamora y Zulia, los territorios de Amazonas y Delta Amacuro y el Distrito Federal formado por la ciudad de Caracas y sus parroquias Foráneas. El censo de la República ascendía en el año de 1909 a 2.664.294 habitantes. El clima se adapta a toda clase de cultivos. Son desconocidos los extremos de calor y frío. La salubridad es inmejorable en todo el país.

Venezuela, más que el Paraguay, es la Mesopotamia de América. Cruzan y bañan su territorio algo como 1.059 ríos, de los cuales 436 son afluentes del Orinoco. Esto es causa de que exista allí una flora de las más ricas y variadas del mundo.

En las llanuras crecen las palmas; en los bosques, los bambues, los manglares y una inmensa variedad de árboles selváticos como el laurel, el tamarindo y las palmas de hojas pinadas. En la región cálida, el cacao, el café, la caña de azúcar, el coco, el banano y la yuca. En la zona templada, además de lo anterior, se dan el algodón, maíz, trigo, cebada, todos los cereales y árboles frutales. La región vegetal consta de 349.661 kilómetros cuadrados, de los cuales 785.590 están en plena naturaleza, abundando las maderas preciosas.

Después de la Argentina, Venezuela es el país que posee más terrenos aptos para la ganadería. Estos alcanzan a unos 405.620 kilómetros cuadrados. La minería es de una riqueza casi inverosímil. Existen allí todos los metales conocidos; pero pueden explotarse con mayor facilidad el oro, la plata, el cobre, el hierro, el plomo, el azufre y el asfalto. Hasta el año de 1894 se conocían en el país 62 minas de oro. Venezuela ocupa el quinto lugar entre los países auríferos de América.

Las minas de cobre ascendían en el año de 1894 a 14, estando en constante explotación. Los yacimientos de hierro son de una ley de 80 por 100 de metal puro. El asfalto es de fabuloso acopio cerca del río Pedernales, en Maracaibo, Mérida y Coro. La hulla, el azufre, el petróleo, el azabache, la pizarra, el mármol, la cal, así como las salinas, se explotan abundantemente.

Venezuela es una de las naciones americanas más favorables a la inmigración, y su gobierno, con el fin de fomentarla, ha dictado leyes liberales que otorgan a los que inmigran importantes garantías, auxilios y franquicias. El carácter esencialmente hospitalario del venezolano, la fertilidad de la tierra, la legislación, la estabilidad de su sistema monetario y de su régimen económico, abren horizontes dilatados al extranjero que llega a la República dispuesto a trabajar.

La nación está constituída federalmente. Los estados son autónomos. Reconocen la autonomía federal de los distritos y su independencia del poder político del Estado, en todo lo concerniente a su régimen económico y administrativo.

La tierra venezolana fue descubierta por Colón en 31 de Julio del año 1498. El incremento que tomaron posteriormente las tierras descubiertas, hizo que el gobierno español las dividiera en virreinatos y capitanías generales. Venezuela fue, en el año de 1731, una de éstas, dependiente del virreinato de la Nueva Granada, que abarcaba lo que después fue la gran Colombia. En el año de 1567 se echaron las bases de la ciudad de Caracas, erigiéndose la primera iglesia católica al año siguiente. En 1725 establecióse la Universidad de Caracas.

A fines del siglo xviii empezaron a propagarse las ideas de independencia. El 13 de Julio de 1797 se descubrió el primer conato revolucionario, que debía estallar pocos meses después, y que llevó al patíbulo a varios de sus promotores. El primer mártir de la libertad venezolana fue don José María España, que murió ahorcado el 8 de Mayo del año de 1799.

Francisco de Miranda inició en 1806, aunque sin éxito, la época heroica, que debía tener como resultado la independencia. El 19 de Abril de 1810, el capitán general Emparán fue depuesto por el pueblo, y se nombró en su lugar una Junta de gobierno que reconoció a Fernando VII como legítimo rey. La Regencia de Cádiz protestó de esta determinación y ordenó el bloqueo de los puertos venezolanos; pero la Junta de gobierno convocó una Asamblea, que se reunió el 2 de Mayo de 1811. Esta Asamblea, en 5 de Junio del mismo año, declaró a la nación absolutamente desligada de España, y una guerra empezó entre venezolanos y españoles, en la que intervinieron gloriosamente Bolívar, Soublette, Nariño, Cedeño, Plaza, Rivas, Anzoátegui, Flores, Urdaneta, Páez, Brián y otros egregios patriotas. Esta contienda terminó el 7 de Noviembre de 1823 con la toma de Puerto Cabello por las armas libertadoras.

La Gran Colombia, creada por el Congreso de Angostura, fue despedazada por las tempestades revolucionarias de 1830, surgiendo entonces la República de Venezuela. El general José Antonio Páez, uno de los héroes de la Independencia, desentendiéndose de los vínculos que le unían a Bolívar, rompe todo ligamen entre Venezuela y la Gran Colombia, toma el poder en 1831 e inicia la primera presidencia constitucional. Siguieron a Páez, que tomó por segunda vez el poder en 1839, José María Vargas, José Tadeo Monagas y José Gregorio Monagas, que fueron desposeídos de sus cargos por nuevas revoluciones. En 1858 sube al poder el general Julián Castro, cuyo gobierno fue poco estable por la lucha armada entre liberales y conservadores, en la cual aquéllos alzaron por primera vez la bandera de la federación, sistema que ha imperado hasta hoy. Después de una dictadura del general Páez, el triunfo de las ideas liberales elevó al poder, en 1863, al general Juan C. Falcón, jefe del liberalismo, quien dió a la República una nueva Constitución.

El florecimiento de la Instrucción Pública es muy notable en Venezuela. Por decreto de 23 de Febrero de 1909, el gobierno dispuso elevar a 1.012— que luego han sido 1.217—el número de escuelas de la República que, cuatro años antes, sólo alcanzaban a 716. A estas escuelas asisten, por término medio, 27.000 alumnos. Hay, además, dos escuelas normales, una para cada sexo; 54 colegios particulares, de los cuales están subvencionados 21; numerosos institutos especiales, entre ellos la Academia Nacional de Bellas Artes, las Escuelas de Artes y Oficios, las universidades Central de Caracas, y la Andina en Mérida; la Escuela de Ingeniería, el Seminario, las Escuelas Politécnicas, de Agricultura, de Ingenieros, la de Minas y otras. Por lo que se ve, la educación pública de Venezuela estará muy pronto a la altura de su intelectualidad.

Este ramo importante cuenta con valiosos elementos profesionales, como los doctores D. Trino Baptista y D. Samuel Darío Maldonado. El primero está considerado como la mejor autoridad en el ramo por su vasta ilustración, su amplio espíritu reformador y su patriotismo. Hoy ocupa el ministerio de Instrucción Pública un hombre eminente, nutrido de letras humanas, y en el cual hay el espíritu de los grandes Cancilleres: el Dr. Gil Fortoul.

El Tesoro Público ha tomado grande incremento. Se han suprimido los monopolios que existían sobre algunas industrias importantes y roto las trabas que impedían las transacciones comerciales en general, derogándose muchos decretos y disposiciones de viejos gobiernos sobre exportación e importación. Han sido exonerados de derechos aduaneros varios artículos considerados como esenciales para el desarrollo de la riqueza nacional y libertádose de gabelas el comercio de cabotaje, y se han dejado además sin objeto disposiciones sobre impuesto tabacalero, y se ha restablecido el importante tráfico mercantil con la vecina República de Colombia. Se han dictado medidas acertadas sobre salinas y venta de licores, aumentando considerablemente los ingresos públicos.

El presupuesto del año fiscal, comprendido entre el 1.o de Octubre de 1909 hasta el mismo día de 1910, ascendía a 50.000.000 de Bolívares, equivalentes a francos.

Las obras públicas se hallan en singular desarrollo, y se cuentan ya varias construcciones de nuevas escuelas, hospitales, lazaretos, cuarteles, ferrocarriles y puentes, que se llevan a cabo tanto en Caracas como en los diversos estados federales. No he de terminar sin saludar cordialmente la mentalidad venezolana, en sus representantes de un siglo de labores transcendentes, que han enaltecido el nombre nacional en la Historia, en la Crítica, en la Polémica, en la Novela, en la Poesía...

COLOMBIA

Nosotros, decía un eminente argentino, no tenemos un país rico, hemos hecho nuestra riqueza. Países ricos, son esos que suben al norte en tierras de tesoros, Colombia, por ejemplo». En efecto, si todo nuestro continente es generoso y rico, Colombia es uno de los países que tienen mayores riquezas en la tierra. Hay que recordar que en ella está la fabulosa región de El Dorado. «Su clima variadísimo—escribía hace poco el Sr. Luis Cano—y la riqueza insoluble de su suelo atraerán seguramente la inmigración europea, que hasta hoy no ha logrado recibir, a causa de la inestabilidad política y por falta de propaganda exterior y de leyes correspondientes a este objeto. Apenas ahora el Gobierno se preocupa formalmente de provocar una corriente inmigratoria que desde hace mucho tiempo necesita, y que será uno de los factores principales en su proceso de crecimiento. Del mismo modo, parece ya casi suspendido por obra de la paz y de la moralidad gubernativa, el éxodo de nacionales, que constituía una de las características más desconsoladoras de la pasada difícil situación del país. Cierto, esa tierra de leones ha sido de las más agitadas del continente por la fiebre revolucionaria. El hombre que aró en el mar, conocía bien el ambiente de sus empresas. Ha sido Colombia en la América Latina, el país de las más grandes ilusiones políticas y de terribles contiendas, que han debilitado la salud de la república. «Durante toda nuestra vida independiente, ha escrito Pérez Triana, hemos malgastado nuestras energías en pavorosas luchas cruentas, que nos han hecho aparecer ante el mundo como indignos de la independencia que obtuvieron nuestros mayores, y como inhábiles para el aprovechamiento, en bien de nosotros mismos y de la humanidad, de la egregia herencia que nos legaron.» Pero esos son cargos para todas nuestras nacionalidades, con señaladísimas excepciones.

Lo que ha distinguido en todo tiempo a Colombia, ha sido su fecundidad en valores intelectuales. Santa Fe de Bogotá fue tenida, desde antaño, como la Atenas hispano-americana, aunque tal denominación se haya dado a otras ciudades estudiosas. ¿Hasta qué punto tendrán razón los que afirman que hoy es bastante lamentable para un país nuestro el poseer una capital que sea más o menos nombrada la Atenas de las repúblicas? El progreso, en la América latina, se dice, se mide por la mayor o menor preocupación por las bellas letras y por el cultivo de la lengua castellana. El culto de la gramática, he ahí el enemigo. La capital menos castiza: Buenos Aires. El único presidente que haya decretado sobre el idioma de sus conciudadanos: el doctor Soto, de Honduras. Hay mucho en esto de paradoja. Colombia, no hay duda, ha sido un gran cerebro en América; pero ha tenido también un brazo fuerte, un corazón vasto, un cuerpo rico de energías, cuya acción se desviara a causa de haber concentrado más que en otras partes, la influencia nociva de los antiguos filtros españoles. A propósito de una región del interior colombiano, habla el Sr. don Miguel Triana de «el régimen cuasi feudal, el ensueño aristocrático, la veneración al estandarte real que pudiera decirse nostalgia colonial, el predominio teocrático en la disciplina íntima y el consiguiente desafecto hacia los hombres, las glorias, las ideas y los métodos de la democracia moderna. Así se explica como, en los plenos días de la vida nueva, se oyen protestas contra el 89, contra el anhelo de la concordia republicana y contra la igualdad civil, culpando todos esos cánones modernos de inspiración diabólica». No os imaginéis que ella sea aplicable a toda Colombia. ¿No es allí en donde han surgido, en toda época, espíritus revolucionarios, y en donde se llevara a la práctica un ensueño de romanticismo político, como la famosa constitución de Río Negro, que mereciera, ¡naturalmente! la bendición pontifical de Víctor Hugo? Nada más desdeñable que el jacobinismo; y no seré yo quien censure y desee la completa desaparición de antiguallas, como el respeto a las jerarquías, el predominio de los excelentes, el orden y la disciplina, y, la más antigua de todas, el concepto de Dios. Pero todo eso puede ir y debe ir en la vida moderna, acompañado de ferrocarriles, bancos, industrias, agricultura; esto es, trabajo y hacienda pingüe en los estados.