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Edu es un joven y prometedor actor de teatro de 23 años, poseedor de un rostro bello y de una voz de barítono privilegiada que sueña con brillar en los grandes escenarios del Teatro Colón. Aunque luego de algunas audiciones sin éxito, pierde las esperanzas y regresa al taller de motos y las clases de apoyo a alumnos de primaria. Más tarde, asiste frustrado a la fiesta de compromiso de su prima donde tiene un encuentro fogoso con un desconocido. Y cuando parece que su suerte va a cambiar porque llega la gran oportunidad de la mano de un productor y director inexperto, descubre que esta persona es nada más y nada menos que Max Guzmán, el sujeto con quien tuvo intimidad la noche anterior. Un hombre cuatro años mayor que él con un divorcio en trámite. Tras idas y venidas, inseguridades y certezas, deciden trabajar juntos en Cyrano una obra de teatro adaptada por el mismo Max, la cual comienza a tomar dimensiones descomunales, al igual que su romance secreto. Ninguno está preparado para lo que se viene, ni arriba del escenario, ni en sus corazones.
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Seitenzahl: 486
Veröffentlichungsjahr: 2025
CINTIA LORENA DELGADO
Delgado, Cintia Lorena Bambalina / Cintia Lorena Delgado. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6238-8
1. Novelas. I. Título. CDD A860
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Agradecimientos
Prólogo
1 – Christian de Newillet
2 – Dilema
3 – Mariano Zarena
4 – El hombre perfecto
5 – Tenemos que solucionar esto
6 – Acá estoy
7 – Directo al hospital
8 – Me enamoré de vos
9 – Nuestro sueño
10 – Curitas en el corazón
11 – “TE AMO”; enviar
12 – Yo también te extraño
13 – Ámense de una vez
14 – Visa y Booking
15 – Nueva York
16 – Enseñame
17 – Acoso y difamación
18 – La mejor actuación de todas
19 – ¿Por qué me hiciste esto?
20 – E.N.
21 – Pasan los días y no estamos juntos
22 – Él es tu nueva esposa
23 – El reflector encima
24 – Subasta de Navidad
25 – En búsqueda de redención
26 – ¡Abajo la ley del hielo!
27 – Para siempre mío
28 – Sobre el escenario, tras la bambalina
EPÍLOGO
Para nosotros los que tenemos fe en las personas,
para seguir creyendo que el amor puede salvarnos.
A Abi de @mushu.review por su fortaleza, su apoyo, su inspiración.
A Vero de @multiverseofbooks por su pureza y por escarbar tanto en la lectura.
A Sol de @7coloresarteamano por leer todo lo que escribo con felicidad.
A Fio de @readingswithfio por el cariño desde siempre y sus hermosas palabras.
A Lautaro de @lauttaro.books por esperar con alegría este libro.
A Maru de @en.un.limbo.de.paginas por brindar apoyo con entusiasmo.
A Naza de @librosynaza por leer con tanta pasión y amar la literatura.
A Agus de @agus_bookshelf por todo, por estar ahí y por leerme siempre.
A Lula de @bl.libros por su cariño y apoyo y esperar mis libros con ansiedad.
Gracias a Abi, Lauti, Sol y Lula por leer el prólogo y generarme una descarga de adrenalina.
Seguí tu camino,
Abrazá tu esencia,
Derribá los muros,
Contá tu historia.
Miré a la moza sin hablar, estaba parada junto a mí esperando que me decida por un café fuerte o vodka. Tenía sueño y mi cara me delataba la resaca de una trasnochada irresponsable y alocada. Pero, por Dios, era domingo y todavía el reloj no marcaba las 11. En serio, no iba a salir de la cama bajo ningún punto de vista, salvo que recibiera “La llamada”. Esa, la importante, la que me venía robando el sueño por los últimos cinco años de mi vida. Tengo veintitrés, hace seis que estoy en el teatro municipal haciendo locuras con un grupo genial, esperando que se me diera, esperando “el papel” que me hiciera dar el gran paso, salir del barrio, jugar en las grandes ligas, que más personas descubrieran lo loco que estaba. Tras una audición arriesgada para el papel de Cyrano, hecha por una agencia que no conocía, hacía una semana, ya no dormí bien, pensando si fui suficiente, exagerado o vacío, si vacilé o me vi nervioso. Siempre quise actuar en una obra de esa talla, era demasiado pretencioso de mi parte, la competencia era jodida, las oportunidades muy pocas. Día tras día mi cabeza me convencía de que dejara de soñar, de que continuara en el municipal adquiriendo más experiencia, de que bajara los humos. Inconscientemente trataba de consolarme para que el rechazo no doliera demasiado. Lo que me llevó anoche, nueve días después de la audición, a intentar olvidarme de eso con alcohol y música degenerada en el compromiso de mi prima Ana con el imbécil de Elías Martínez. Me tomé la vida. Eso se traducía como litros de alcohol. Ana y Galo son mis primos favoritos, mis únicos primos, y la tía Anto, bueno, diversión era su segundo nombre, a ellos les encantaba derrochar y derrochar. Anoche había alcohol de todos los países y yo los probé a todos. La fiesta la pagó Anto, desde que mi tío se borró con una flaca, ella consintió a mis primos en todos los caprichos, hasta los innecesarios, como ese compromiso. Ellos tres llevaban la batuta de la vida, vivían como si no hubiera mañana, y esa fiesta fue el gran ejemplo; 350 invitados, la mayoría compañeros de facultad de Ana y compañeros del teatro de Elías. Oh, sí, él también era actor, pero no iba al teatro municipal como yo, él era de la talla grande ya, aunque tenía solo 22 años. Pude entender, con el tiempo que así es en este ambiente. Hay mucho acomodo según el apellido o el grosor de la billetera. Elías tampoco sabía qué hacer con la plata, eso sí, elegiría a una novia de clase alta, como se solía hacer en Baires, allá, por el año 1830.
Deconstruite, amigo, pasaron casi doscientos años y la sociedad (y humanidad) cambió, evolucionó. Amo a Ana, pero su compromiso no me entusiasmaba, era muy chiquita e ingenua para dar este paso, además, me caía mejor su novio anterior, era el hijo de la verdulera del barrio, vivía del lado pobre, como Galo decía en broma. Ayer justamente pensé en él mientras el arrogante ese le ponía el anillo y sonreía para la foto. No sé por qué me vino todo eso a la mente ahora, debía pedir mi café ya.
Ah, sí, cierto. El alcohol que me bajé ayer fue porque había muchos actores en la fiesta, mucha gente del teatro que ni conocía. Y así me fue, entre tragos y carcajadas fuera de lugar terminé abrazado a un desconocido, desnudos los dos, dentro del auto de Galo, que estaba estacionado en su cochera.
O sea, ¿qué?
¿Qué quise hacer?
¿Qué hice?
¿Qué, qué hice?
Hice todo, porque me acuerdo la cantidad de besos, me acuerdo haberle sacado la camisa, me acuerdo las manos que le metí por todos lados, también me acuerdo el sabor de su piel porque le pasé la lengua varias veces por varias partes del cuerpo. Por supuesto que recuerdo romper los paquetes de preservativos con los dientes, desesperado, permitiendo al extraño hacerme lo que quisiera, como yo hice con él.
Me gustan los hombres. Mucho. No sé por qué lo elegí a él para hacer semejante locura. No hago esas cosas, soy muy reservado, supongo que anoche estaba disociado de mí, enojado conmigo y alcoholizado. Y sí, me gustó mucho cuando lo vi, tenía mirada triste, pero hermosos ojos marrones, la sombra de una barbilla y nariz pequeña, su pelo algo crecido y desparejo le daba el estilo que siempre me gustó en los chicos. Habremos cruzado dos palabras junto a la piscina, le dije que estaba con mucha presión y estrés, él dijo que estaba igual y necesitando olvidarse del mundo real y boom, terminamos en el auto.
Uy, no. No me quiero acordar de eso ahora, lo estoy trayendo a mi mente con más detalle y me está subiendo la adrenalina por el cuerpo, y ahora necesito enfriar mis pensamientos, lo de hoy es importante, lo de ayer ya pasó. Lo dejé en ese auto, ni sabía su nombre. Necesitaba volver a concentrarme en la llamada que me sacó de la cama. La que esperé con tanta ansiedad y expectativa. Esa llamada llegó hoy, hace dos horas, precisamente:
“Sr. Nova, mi nombre es Maximiliano Guzmán, soy el director de la obra y quería confirmarle personalmente que ha sido seleccionado para quedar en la audición. ¿Nos podemos ver en el patio de comidas del Abasto hoy? Sé que es domingo, pero desearía tener una breve charla antes de iniciar el workshop con el resto del equipo” dijo la voz del otro lado del teléfono.
¡¿Qué?! Gritaron todas las tripas en mi interior, mientras buscaba bocanadas de aire para seguir hablando y pensando con raciocinio de este lado del teléfono. Y pensé:
“Sr. Guzmán le pertenezco a partir de este momento, está haciendo mi sueño realidad”. Pero solo dije; sí, claro.
Me cambié como flash y volé como Superman porque el shopping Abasto me quedaba lejos. Y acá estaba, dejando que la moza contemplase mi resaca y locura. Le pedí un café y cuando se fue la volví a llamar.
—¿Tengo muchas ojeras? —le pregunté en voz baja, señalando mis notables bolsas con ambos dedos, como si hablara con lenguaje de señas.
—Sí —respondió, sonrió y se fue.
Mi teléfono sonó, era un mensaje de WhatsApp de Galo con una foto, obvio, mía y del flaco ese de anoche, se podía ver claramente su rostro y mi espalda desnuda, ambos vistiéndonos en la parte de atrás del auto. Luego llegó un emoji de confusión y otro de risa.
Mierda.
@Edgardo: ¿Alguien más nos vio?Enviado: 10:42
@Galo: No. Bueno, fue media hora, creo que noEnviado: 10:42
@Edgardo: ¿Controlaste el tiempo?Enviado: 10:42
@Galo: Tenía que sacar el auto.Te vi cuando te lo llevastey custodié la puerta hasta que terminasteEnviado: 10:42
@Edgardo: Borrá la fotoEnviado: 10:43
@Galo: Estás en problemas.No es tan sencillo.Ese sujeto es Max Guzmán, EduEnviado: 10:43
Mi cuerpo se bloqueó. De repente el celular se vio borroso, lo apreté con fuerza y volví a leer su mensaje. Seguro se trataba de alguien famoso o conocido, o por lo menos Galo lo conocía. Me preocupé más.
@Edgardo: ¿Quién es Max Guzmán?Un momento. El del teatro que me citó.Enviado: 10:44
@Galo: Ese.Te cogiste a Max Guzmán.Enviado: 10:44
@Edgardo: Es joda ¿NO?
(Sonreí nervioso, tenía que ser joda)
Laputamadreee...Enviado: 10:45
Pero levanté la vista y ahí venía Max Guzmán. Y sí, no era joda. Creí que el director de la obra sería un hombre mayor, con la sombra de una barba casi clarita, una barriga de cerveza sujeta con un cinturón de cuero y pantalones marrones como los que usan los profesores universitarios o la mayoría de los que ya pasaron los 60. Pero no. El director era el chico de anoche, el de la parte de atrás del auto de mi primo. El de ojos hermosos y barbilla sexy al que le hice de todo. El mismo que me llamó y me citó hoy, porque va a dirigir Cyrano, la obra de teatro de mis sueños.
NO.
Necesito morirme en este instante. Toda mi cara se puso roja y mi cuerpo comenzó a temblar. Apagué el celular mientras seguían llegando mensajes de Galo, ya no pude ver ninguno, ni podía ver a la cara a ese chico.
Pero ¡basta de decirle chico!
Era mi jefe, salvo que viniera a despedirme sin haber empezado. Ah, no, no. Me dijo que había quedado seleccionado, sí.
Uy, pero no.
¿Y si lo dijo y recién ahora, en este preciso momento, se está enterando de que soy el pibito calentón de anoche que le pasó la lengua por todas partes y se sentó sobre su cintura para cabalgarlo como el mejor jinete de todos los tiempos?
Dios, otra vez, tragame tierra.
Pero ya.
Medio dormido, medio despierto, di una vuelta en el sillón y me caí al piso. Mi cara quedó incrustada en la alfombra que Noe y yo elegimos cuando volvimos de luna de miel. Hoy el sillón es mi cama, porque estoy buscando un departamento para mudarme mientras sale el acuerdo por divorcio. Giré en el piso y puse las manos bajo la nuca, dejando la vista fija en la araña de la sala. Era domingo, todavía podía traer a la mente flashbacks de la fiesta de compromiso a la que me llevaron obligado los de mantenimiento del teatro. Acepté porque ya había discutido demasiado con Noe ayer y no quería verla ni oírla, tampoco quería dormir en casa, aunque confieso que no recuerdo cómo volví, mucho menos como terminé en el sillón. Habré cruzado la puerta, ebrio, llorando, y así me desplomé acá. Ella no estaba, al igual que yo, se fue anoche, pero a la casa de su madre, eso hacen las mujeres tras una pelea de pareja. Me levanté del piso con dificultad, con acidez y mareo, caminé a paso lento hacia el baño a medida que iba quitándome la camisa de vestir, me detuve inmediatamente ante otro flashback, unas manos ajenas desprendiéndome los botones en la oscuridad del interior de un auto. Cerré los ojos y di dos pasos, dejé caer la camisa a mitad de camino, la levanté largando un suspiro y volví a cerrar los ojos, otro mareo y otro flashback. Me sujeté a la pared mientras veía en mi mente el rostro de una persona con labios gruesos, largas pestañas y piel de bebé acercarse a mí y abrir la boca para besarme de manera hambrienta y desaforada, sentada sobre mi montura que ya tenía el cinturón flojo y la cremallera abajo. Seguí hasta el baño dando pasos temblorosos porque sabía que me la había mandado, que pasé los límites. Abrí el agua fría en la ducha y giré hacia el espejo para dejar sobre el mueble la ropa que me iba quitando y tuve que mirar dos veces, me acerqué más para tener una visión exacta de la cantidad de moretones que tenía en el pecho y en el cuello. Abrí los ojos con una mezcla de dolor, confusión y asombro, luego me tomé el rostro haciendo memoria. Pero claro, me habían chupeteado y mordido por todos lados, no eran “moretones”, eran “chupones”. Quité la vista largando suspiros de fastidio. Me metí a la ducha molesto conmigo mismo, hacía años que no me pasaba algo así, descontrolarme en la joda, no recordar el garche. Desde que me casé con Noe fui el esposo perfecto, pero ¿para qué mierda tanto sacrificio? Hace dos semanas exactos llegó de su trabajo nerviosa, y no me dio tiempo a darle un beso de bienvenida, escupió su secreto llorando. Se había cogido a un flaco, dos veces, dos días diferentes.
Bueno. ¿Saben qué? Me voy a terminar de bañar, voy a poner agua para el mate y luego me voy a comprar una maceta para la planta que me regaló mi prima Rosie.
Media hora después me terminaba de vestir cuando me llegó la foto que me tiene manejando a toda velocidad hasta el shopping Abasto.
Metí el auto en el estacionamiento, angustiado y ansioso, bajé con torpeza y apreté el cierre centralizado mientras mis ojos se fueron al ascensor. Había bastante gente para ser tan temprano. Cuando llegué al segundo piso revisé la pantalla de mi celular con la notificación del mensaje:
“Estoy en la barra, al lado de la ventana”.
Llevé la vista a la barra, a lo lejos, y ahí me estaba esperando Teo, uno de mis amigos y vecinos de la infancia. Hacía mucho que no lo veía, bueno, en realidad lo vi anoche en casa de Anabella, la chica que se comprometió. Solíamos jugar al fútbol juntos en nuestras épocas de escuela, luego yo me volqué al teatro y Teo al profesorado de Educación Física, pero cada tanto aceptaba sus invitaciones a partidos de fútbol en el barrio, para recordar que soy humano y humilde, a pesar de que mi casa ocupa una manzana y tengo mi propia productora.
Me senté nervioso y él sonreía con amabilidad, como de costumbre. Ya tenía un té de hierbas servido para cada uno. Teo leía el pensamiento y el corazón, por eso necesitaba tenerlo en mi vida, hasta el último día.
—¿Por qué me mandás una foto así, sin anestesia? ¿Me querés matar? —pregunté ansioso y acomodé mi pelo hacia atrás intentando ocultar los nervios y la vergüenza. Para Teo (y el mundo entero) yo seguía unido civilmente a Noe y esa foto era una prueba de infidelidad.
—Era la única manera de que me dieras bola. —Susurró mirándome con decepción. Si recordaba la mirada de Teo sobre mí, no era así, estaba tan decepcionado. Y siguió— Ya sé, estabas borracho y enojado con Noe.
—Es más complicado.
—La última vez que tomaste así fue en el casamiento de Tamara Ruiz, con la diferencia de que tu esposa te llevó en su auto, no yo.
—Tamara Ruiz —susurré y me quedé colgado con algún recuerdo de la princesa del barrio, sonreí, pero inmediatamente me puse serio y colorado, apreté la cucharita y logré emitir una palabra— ¿Vos me llevaste anoche?
—¿Quién más? —reprochó sin sonreír. —No soy tu mamá, Max, pero ¿me podés decir qué te está pasando?
—Mirá Teo, no tengo tiempo ni ganas de discutir, estoy a punto de explotar por muchas cosas y me salís con una foto de mierda... —largué un suspiro— No sé qué está pasando, se me cruzaron los cables ayer, ¿sí? Toqué fondo a nivel personal, es como dicen, cuando tu vida laboral toca el éxito, tu vida personal se desmorona.
—Ah, qué alivio, ahora está más claro y está todo bien.
—Dale ¿qué te pasa? No te veo hace mil y en dos días pasas de salvador a verdugo.
—Ni una cosa ni la otra. Hiciste un desastre ayer, tu nombre ya no es anónimo, cuando alguien busque “Cyrano” en Google, va a aparecer tu nombre, y seguido de tu nombre, tu vida, ahí nomás la foto del auto.
—¿Está en todos lados?
—Espero que no.
—¿Por qué la tenés vos?
—Yo la tomé.
—Entonces destruila, nadie más la tiene que ver.
—¿Podemos hablar de ese chico? ¿Sabés quién es?
—No.
—¿Conocés a Ana Domínguez?
—¿Y esa quién es?
—La chica del compromiso, de anoche. Jugaste al fútbol con el hermano toda la adolescencia.
—¿Por qué estamos hablando de estas personas? ¿Sabés todo lo que tengo que hacer hoy?
—¿Me prestás atención? Es importante.
—Teo, agradezco la ayuda de anoche y tu tiempo. Te voy a mandar entradas gratis a Cyrano por un año si borrás esa foto.
—Max...
—Anotame en un partido por semana, si querés, pero me tengo que ir.
—No te vas a ningún lado, me vas a prestar atención —interrumpió y bebió su té. Sacó el celular, escribió algo y me miró de reojo— Se llama Edgardo Nova, ese es su teléfono. —Miré la pantalla de mi celular y vi la foto de ese chico, tragué saliva y lo recordé perfectamente sonriendo la noche anterior mientras bebíamos un trago. Teo guardó su teléfono otra vez y se quedó viéndome serio— Conozco a Edu, es de nuestro barrio, yo sé que vos estás lejos de este mundo ahora, que te fuiste hace mucho y tenés mil cosas en tu cabeza, sé que con Noe está todo mal, anoche me ibas a diciendo que era una hija de su madre entre lágrimas.
—¿Qué le hice a este chico? ¿Es menor de edad?
—No, tiene casi 24, aunque parece de 15. Y creo que le hiciste de todo.
—Yo no sé... creí que era mujer.
—¿Qué? —preguntó y largó una carcajada— Ay Max, decime lo que quieras, menos eso. Ed tuvo que vivir toda la vida evitando el acoso de toda mujer que se cruzó en el camino, las plazas donde hacíamos los partidos estaban llenas de chicas solo por él. ¿Viste bien la foto que te mandé recién del taller de su casa lleno de grasa de motos? ¿Dónde parece mujer?
—No me entendés —interrumpí nervioso— Recuerdo haber hablado con él y tomado y todo. Pero el del auto, en la oscuridad... ¿Me estás diciendo que... es él? ¿El de la foto en la oscuridad del auto conmigo es este chico?
—Sí. ¿Qué parte no entiendo yo? ¿O qué parte no entendés o recordás vos?
—Te repito que no me acuerdo de él y que en el auto fue una chica la que se me sentó encima.
—¿Necesitás que te haga un dibujito del cuerpo femenino? Porque supongo que conocés muy bien el masculino.
Nos quedamos callados, no sabía qué responder, estaba en shock. La foto que me venía poniendo nervioso era más comprometedora de lo esperado. Tomé la taza de té y la bebí bajo su mirada. En serio, Teo era de confianza, pero yo era tan mal amigo que no tenía tiempo para él.
—De verdad estoy confundido. No te quiero decir cualquier cosa. Recuerdo cosas, otras no. Estoy pasando por días terribles, y la obra de teatro ya debe iniciar producción. Necesito enfocarme en eso, mi matrimonio está arruinado y la verdad, la foto del auto no me importa.
—Ok. Te creo, lamento mucho lo de Noe. Yo creo en las segundas oportunidades, pero solo funciona cuando las dos personas lo desean, no solo una. Creo que si querés enfocarte en la obra vas a tener que prestar atención a lo que voy a decirte.
—¿Hay más?
—Siempre hay más, y es más complicado todavía. Edu audicionó para Cyrano, y el destino es cruel, así que, por favor, decime que no quedó seleccionado.
—¿El mecánico de motos es... actor?
—Sip.
—¿Cómo es su nombre y apellido completo?
—Edgardo Nova, te dije. Mirá, hacé las cosas bien, sacalo de tu vida antes de que salga herido, lo conozco, su sueño es este, pero así no. Así no es justo.
Terminó de decir eso y se fue sin esperar respuesta. Puse mis ojos en la foto del chico, la del taller donde se podía apreciar su sonrisa radiante, pocitos en las mejillas y ojos pequeños cerrados por las carcajadas me pausaron los átomos, inmediatamente me había quedado flechado por su aura. Apreté el celular entre mis manos y me detuve a examinar cada centímetro de su rostro y su cuerpo, tratando de imaginar lo que ocultaba toda esa grasa marrón sobre su piel blanca, era alto, esbelto, de piel pálida y cabello castaño oscuro. Parpadeé y tuve una revelación. Él era Christian, al fin lo había encontrado.
Ya sé. ¿Quién es Christian? Es uno de los personajes literarios más admirables y entrañables, y mi favorito, quien tuvo la desgracia de vivir a la sombra de Cyrano, el poeta que destacaba por su prosa perfumada, llena de poesía empalagosa. Estoy por comenzar a trabajar en Cyrano, también es el trabajo de mi vida, mi pequeña productora está por darse a conocer con este ambicioso proyecto donde soy el guionista, productor y director. Conseguí algunas pequeñas marcas locales, el teatro del centro y el resultado de la audición que por fin voy a conocer mañana. Mi equipo de casting hizo una especie de filtro para que yo no tuviera que ver sesenta personas por día. Y ahora me acabo de desayunar que tengo que despedir al Christian de Newillet que siempre soñé porque me lo comí en un auto, durante una borrachera.
Me quiero morir. Laputamadreee.
Por favor, que este fulanito de cara perfecta baile mal, tenga horrible voz, sea un tronco en el escenario, mala persona y tenga problemas de conducta, que sea de Sagitario como Gachi y Pachi, y no se hable con los padres. Y, por favor, que sea heterosexual y lo nuestro haya sido un estúpido paréntesis.
Un error en la Matrix.
Cerré los ojos y recordé el rostro tallado de este chico sobre el mío en la oscuridad del auto, también su perfume a Boss y el calor y humedad de su boca.
Mierda. Traje cada detalle de ayer:
Sábado, 22 h. San Isidro.
Noe no me dejaba subir al auto, se había secado el rostro, pero volvió a llorar cuando tomé las llaves. Estaba cansado de la situación. No la veía desde hacía días, no me quedaba en casa, ella tampoco. Pero se enteró del compromiso al que me invitaron y supo que vendría a casa a buscar ropa y ordenar unos papeles. Iba a asistir a la fiesta porque gran parte del equipo de mantenimiento del teatro en el que iba a trabajar iría, y medio que me obligaron también, así que creí que sería una buena oportunidad para mostrarme accesible con el nuevo grupo, el que se comprometía era un actor que yo no conocía bien. Pero iba a ir.
Le pedí a Noe que se calmara, que se corriera y que me dejara salir con el auto, pero fue imposible hacerla entrar en razón, estaba muy nerviosa.
Decidí entrar con ella a la casa otra vez, le hice un té, llamé un taxi (porque me había alterado los nervios y ya no quise manejar) y le dije que no pensaba volver a casa a dormir, que no pensaba volver nunca más. Es largo de explicar, solo salí, furioso y frustrado. Ya en el taxi me dejé caer hacia atrás viendo las luces nocturnas de la city porteña, pasamos junto al río y la luna se reflejó en el agua. Mi mente estaba anestesiándose solita. Llegué y me dispuse a olvidar la hora y media de discusión y los años tirados a la basura con mi EXESPOSA. Sería la primera fiesta sin ella, pero no me sentía libre en absoluto. Seguía sintiendo un dolor en el pecho que se mezclaba con enojo y preocupación. Crucé el gran parque que había al frente de la casa y me dejé llevar por la música, mientras mis manos tomaban los tragos que se me ponían en frente.
No conocía a nadie, los del teatro que me invitaron no los vi por ninguna parte. Al rato de caminar y saludar al azar a los extraños, unos gritos de chicos jugando en la piscina me hicieron girar ciento ochenta grados, casi que me caía al borde cuando alguien me sujetó de la cintura con la destreza de moverse con una sola mano ya que la otra sostenía una copa fina de champaña. Sonrió y largó una risita tentada por mi susto, y ahí nomás me soltó. Imposible no mirar sus pocitos al reír, tenía el rostro rosado, supongo que habría empezado a tomar un largo rato antes que yo. Se iba a ir, llevado por unas chicas, entre risas, cuando le grité
“Gracias”, también tentado. Eso lo hizo girar a verme, volvió a sonreír y se dejó arrastrar hacia un grupo de personas. Me quedé un momento viendo hacia ellos cuando una mano me tocó el hombro, giré y era Teo con el dueño de la casa, el hermano de la prometida. Mi vigilante amigo se puso serio y sus ojos se fueron hacia el trago en mi mano. Rompió el hielo y el asombro de verme ahí luego de tanto tiempo, y nos presentó mutuamente con el anfitrión, aunque no pudimos hablar mucho porque una ronda de prendas y juegos hizo que se fueran, entre risas. Y volví a quedarme solo, sin dar con el grupo de locos del teatro que me habían invitado.
Pero no tardé en cruzarlo al chico de pocitos otra vez, busqué el baño para lavarme la cara y para revisar los ciento ochenta mensajes de Noe, leí dos y cerré los ojos, fastidiado. Tuve que apoyarme en la pared porque el piso ya me daba vueltas y el chico de pocitos tocó mi hombro.
—¿Estás bien? —dijo con una voz dulce. No respondí.
Las personas empezaron a pasar entre nosotros. Me tomó del brazo y cruzamos una puerta. Cuando volví a tener razón estaba apoyado en un auto, tenía la cara mojada y una botella de agua en la mano.
—Le dije a Ana que ese licor azul no era para cualquiera —susurró él y acomodó su pelo hacia atrás. —Lo trajo de Irlanda, lo probé esa vez y me hizo lo mismo, fue como beber diez botellas de 1888.
—Estoy bien.
—Ahora estás bien. —Interrumpió mirando hacia otro lado— El irlandés te hace llorar si estás triste o te hace gritar si estás loco de felicidad —me miró de reojo— Ya estabas triste en la pileta, antes del irlandés.
—“Ce la vie...” y gracias por el agua.
—No fue nada —puso las manos en los bolsillos.
—No le digas a nadie, pero no sé quién es Ana —dije en voz baja. Él largó una carcajada corta, otra vez los pocitos ahí... Me puse serio— En serio.
—Okey. No pasa nada.
—¿Vivís acá? ¿Sos el del compromiso y te diste cuenta de que me colé?
—No y no. —Respondió enseguida, tentado. —¿Y por qué te colaste en una fiesta privada? ¿Estás buscando problemas o huir de ellos?
—Creo que lo segundo, pero me gané lo primero. ¿No?
—Naaa, ni ahí. Yo también tengo un día de re-mierda. Fue así toda la semana. ¿Querés que te llame un taxi? No sé si estás en auto, pero así no vas a manejar.
Lo miré, su consideración y manera de hablarme me dejó suspendido un momento, cuando me di cuenta lo tenía caminando hacia mí. ¿Qué estaba haciendo? ¿Malinterpretó mi silencio con un intento de seducción?
Dios. Yo estaba siendo seducido. Su perfume se me metió por la piel, di un paso atrás, lo tenía muy cerca otra vez, pero quedé como idiota, porque solo tomó su botella de agua que estaba detrás de mí, sobre el capo del auto. Durante esos pequeños segundos de silencios y sutiles movimientos seductores encubiertos, en la intimidad de esa chochera, lo sujeté del rostro, lo apoyé contra el auto y lo besé.
¿Por qué lo besé?
Besé a un chico en la facultad, tenía veinte años, pero no llegué a más. Fue un impulso parecido a este. Encontré a “pocitos” exótico y seductor, fue irresistible, y yo estaba enojado, frustrado, excitado y borracho.
Genial. El mix perfecto para mandarme una macana.
Abrió la puerta trasera del auto, me empujó hacia adentro y se me tiró encima desesperado, como si el tiempo nos pisara los talones. Cerró la puerta y nos encontramos en un espacio pequeño, más íntimo y oscuro. Éramos él y yo con nuestros ratones, y un deseo reprimido que guardé toda la vida, y que me iba a despachar con creces en ese momento. Porque así tenía que ser, y porque el chico de cara bonita y pocitos marcados lo había buscado, mirándome con esos ojos de venado, y esos labios gruesos. No dejó pasar mucho tiempo y comenzó a desprenderme la camisa entre besos ardientes. Ninguno tuvo que poner las reglas del juego en voz alta, yo estaba listo y entregado y él guiaba la situación. Pude entender que ya había hecho cosas así, estaba tan encendido, confiado, cómodo y sus movimientos eran dulces y cuidadosos. Sus manos me quemaban la cintura, mientas me hundía las yemas de los dedos, completamente apasionado. Y así siguió, dejé que su lengua me queme al tiempo que desprendía mi cinturón y ágilmente bajaba mi cremallera. Ahí nomás cerré los ojos, corté el beso y me hice hacia atrás, suspirando, permitiendo que siga inspeccionado y descubriendo mi cuerpo. Hacía un mes que no tenía sexo con Noe.
Un mes es una eternidad.
Sabía que él no era Noe. Y, por Dios, que no lo era. Nunca me habían practicado sexo oral con tanto entusiasmo. Lo detuve a los pocos minutos que comenzó porque era insoportable lo que me hacía sentir. Pocitos me miró preocupado, y el silencio y su notable sabiduría para leerlo lo hizo dar el siguiente movimiento, en menos de un minuto ya lo tenía sentado en mi cintura, rompiendo un preservativo con los dientes. El corazón me comenzó a latir velozmente, no sabía qué pasaría, pero seguido de eso me lo colocó con destreza y se acomodó nuevamente sobre mi cintura para besarme mientras me dejaba bajarle los pantalones, ahora me había traspasado la desesperación a mí. Quería tenerlo ya.
Un mes sin sexo.
Me sujeté a su cuerpo y lo apreté con fuerza cuando llegué a la máxima profundidad, su aroma y su calor me estaban volviendo loco, quería tocarlo por todas partes y fundirlo conmigo. Me quemaban los dedos, y mientras se movía con delicadeza sobre mi cintura logré abrir su camisa. Santo Dios, su piel era hermosa, suave, pálida. Los movimientos comenzaron a ser más veloces, su agitación también. Verlo montarme así fue una droga, seguía aspirando más su perfume, quemándome los dedos que querían recorrer su pecho marcado. Cerré los ojos, mordí mis labios y comencé a gemir. Era tan estrecho que no iba a resistir mucho más. Era tan sensual que estaba por morir dentro de ese auto. Había pasado mucho tiempo que no sentía una adrenalina así.
¿Pero a quién quería engañar?
Nunca había sentido algo así, en toda mi vida.
¿Dios mío, cuándo fue la última vez que se me subieron así, con tanta desesperación y fuego encima?
Ah, sí, claro.
Jamás.
Volví al presente. Abrí el correo que me envió Ellie, mi asistente, donde estaban todos los actores y actrices seleccionados para el workshop de la obra, algo así como un casting final donde yo los conocería a todos. Bebí un vaso de agua con limón y hierbas que suelo comprar en esta cafetería. Vi a las personas comenzar a llenar el lugar. Regresé al listado, era la hora de la verdad. ¿Estaba o no Edgardo Nova seleccionado? Mi vista fue al personaje de Cyrano y al lado el nombre Paul Escalante.
Uf, okey. Qué alivio. Se terminó el problema.
Seguí leyendo, siguiente personaje; Roxana, al lado: Rosie Roh. ¿Mmm? ¿Quién es Rosie Roh? Bueno, ya lo iba a saber mañana, no conozco a Rosie Roh, pero iba a representar a Roxana, tenía que ser perfecta. Debía confiar en la visión de Ellie y su equipo de audición.
Tomé el celular para escribirle a Teo que se quedara tranquilo porque el destino no era tan cruel y Edgardo Nova no sería Cyrano, pero mi instinto me hizo volver a la lista. El destino no era cruel, era cínico.
Seguí leyendo y al lado del personaje Christian estaba Edgardo.
Claro que sí. Cerré los ojos. Y sí, sí, Edgardo Nova era Christian de Newillet, y cualquiera que conociera la obra de Cyrano lo hubiera visto.
Era perfecto para el papel.
Borré el texto que le escribí a Teo sin enviar. Suspiré. Bebí más agua y marqué el número que Teo me dio. Llamé al chico del auto y me atendió con una voz dormida. Al oír su dulce voz, solo pude verlo sentado sobre mi cintura besándome descontroladamente y el pecho me explotó.
“Sr. Nova, mi nombre es Maximiliano Guzmán, soy el director de la obra y quería confirmarle personalmente que ha sido seleccionado para quedar en la audición final. ¿Nos podemos ver en el patio de comidas del Abasto hoy? Sé que es domingo, pero desearía tener una breve charla antes de iniciar el workshop con el resto del equipo” dije de este lado del teléfono.
Estacioné el auto de mamá en el garaje, agradecido de que me lo haya prestado ayer, lo dejé en el lugar de papá. Otra vez no estaba un domingo al mediodía. Apreté el volante con los puños porque ya sabía lo que me esperaba. Siempre era igual. Apagué el motor y miré hacia el asiento de al lado, el libreto de Cyrano. El corazón me empezó a latir a toda velocidad, gracias al viaje de regreso, y por cuarenta minutos, olvidé la entrevista con Max Guzmán en el Abasto, logré borrar su mirada sobre mí tan llena de determinación y cinismo.
“Pensalo”.
Así pretendió virar la conversación. Haciendo de cuenta que no pasó nada entre nosotros, como si yo pudiera olvidar lo que hicimos en la parte de atrás del auto de Galo.
¿PERDÓN, QUÉ?
Lo detuve para cantarle las cuarenta.
Al rato de quedarme solo necesitaba hablar con Ana, con Galo, con Jesús y la virgen María. Porque, Dios, no sabía qué debía hacer. Él recordaba lo que pasó, y así y todo me metió a la obra con el personaje por el cual no audicioné, seguro se habrá equivocado.
Tomé el libreto, mi mochila, el vino que compré y bajé dando suspiros, se me había hecho tarde para almorzar, eran pasadas las dos de la tarde y ya sabían que no debían esperarme.
Crucé la puerta sin poder regalarles una buena noticia y me encontré a mamá sentada a la mesa, sola, con una copa de vino, la comida sin servir en una fuente y seis platos vacíos.
—Mami... —susurré. Ella reaccionó al oír mi voz, giró y su cara triste cambió inmediatamente, sonrió y se levantó a abrazarme
—Mi amor —besó mi mejilla y me quitó la mochila y el vino— Sentate que ya te sirvo, dejame calentar las pastas —su voz sonó temblorosa, y se movía como si intentara esquivar mi mirada.
—¿Dónde están todos? —dejé el libreto en la mesa y tomé su mano antes de que se me escape.
—Ah... Emmm. Anto y Galo no se pudieron despertar todavía, Ana está adelantando la luna de miel con Elías y tu papá no vino a dormir ayer ni llamó. Pero vos estás acá. Siempre estás acá, amor.
—¿Papá no volvió de la fiesta? ¿Y vos cómo volviste?
—Yo estuve un rato y volví. Me dolía mucho la cabeza. —Se alejó.
—¿Estás bien? —la sujeté más fuerte de la mano— Mami, vení, sentate.
—No. Te voy a calentar los ravioles.
—No, sentate, hablemos.
—No, Edu. —Le tembló la voz otra vez, y levantó el tono, apretando mi mano ahora. —Te voy a calentar la comida, sos mi hijo, sos el único que siempre está, el que viene, aunque esté cansado, o preocupado. —Empezó a llorar y me rompió el corazón— Yo amasé para vos, porque sabía que tuviste una semana horrible, y pensé que no te iban a dar el papel. —Miró el libreto en la mesa y me abrazó fuerte, llorando más. —Te voy a calentar los ravioles, y vamos a comer juntos, y me vas a contar todo.
—Bueno, pero dejá de llorar y abrí el vino que yo voy a calentar los ravioles.
Me dio un beso y se llevó la botella. Yo fui a la cocina y cerré los ojos, furioso con Esteban, mi padre. Porque siempre era lo mismo con él.
Encendí la hornalla con lentitud mientras seguía teniendo flashes de Max en el auto, anoche. Eso opacaba el hecho de que tenía el guion de Cyrano en la mesa. No podía estar feliz, estaba frustrado, lo que pasó fue extraño y continúa un curso que me da incomodidad. Cuando iba a poner la olla con la salsa de mamá, unos brazos me rodearon la cintura. Me asusté y giré sorprendido, era mi prima Ana que estaba descalza y con cara de dormida y feliz. Su insoportable novio estaba en la sala, con el libreto que dejé en la mesa, en la mano. Podía verlo desde mi lugar. ¿Entienden que hace todo mal este pibe? No lo soporto. ¿Por qué toca lo que no es suyo? ¿Por qué vienen tan tarde? Para caer así, que no vengan, me dije a mí mismo.
—Usá el microondas, es más rápido —afirmó Ana y apoyó su cabeza en mi hombro.
—Pensé que no venían, ya es tarde. —Puse la cacerola sobre la hornalla y la miré, serio—. El microondas no es saludable.
—Eli quería venir a leer el guion de Cyrano. —Respondió y me ayudó a poner los ravioles en la otra olla—No tenemos hambre.
—Así que quería leer el guion... —susurré, mirando hacia él para que no me oyera, la miré—. Me lo podría pedir primero. ¿No? ¿Me recordás por qué dejaste a “casi blanco” y te comprometiste con este tipo insoportable?
—No seas así —pidió riendo bajo— No le digas casi blanco a Miqui, es un chico increíble. Son cosas de la vida.
—El día que le digas en la cara que le metiste los cuernos con este chico voy a recuperar el respeto que te tenía, Ani.
—Sos tan injusto.
—¿Viste la cara de mi mamá recién cuando la saludaste? Esa es la cara de la persona que descubre una infidelidad, se rompe. Odio la traición.
—Yo no me casé con Miqui, y el tío Esteban es un pelotudo igual que mi papá. Yo elegí a una persona.
—Pero antes debías “deselegir” a la anterior.
—No inventes palabras. Sé que me amás, y cuando te enamores me vas a entender.
—Tiene una facilidad para caerme mal.
—Ay, daleeee —me volvió a abrazar y sonrió— Todo lo que hace te molesta. —Me sacó los platos y los guardó otra vez, dejándome confuso. Puso las manos en la cintura, como reproche— La mesa tiene platos, estás nervioso y no feliz, y eso es raro.
—Estoy bien. —Miré las dos cacerolas que pusimos en el fuego, esquivando la mirada— Pero me molestan muchas cosas.
—Ayer desapareciste de la fiesta, ni te vi cuando te fuiste.
—Había tomado un montón, Teo me trajo. —Terminé de decir eso y un flashback me trajo el recuerdo de estar en el asiento de atrás dormitando y viendo sin parar hacia Max que iba dormido en el asiento de adelante, junto a Teo.
—Eso ya está listo. —Afirmó Ana, sacándome del trance y señalando la olla de la pasta. Me hizo correr a un lado y apagó ambas hornallas. —¿Estás distraidísimo o me parece? —se puso los guantes para tomar la olla caliente y verter el contenido en una fuente de vidrio— Andá a tomar una copa de vino con tía Nuri, yo llevo esto.
Saludé con un apretón de manos a Elías y me senté a la mesa luego de sacarle el libreto de Cyrano para que no se ensucie, y porque seguía molesto con él por tomarlo sin pedirme permiso o saludarme siquiera. Mamá sirvió los platos y Galo cruzó la puerta con bebidas y una sonrisa. Besó a todos y puso las botellas en la mesa antes de sentarse frente a mí.
Nadie tenía hambre posfiesta de compromiso, pero los ravioles de mamá eran sagrados y deliciosos, y al cabo de una hora los platos estaban vacíos, las fuentes también, y las copas de vino pedían una cuarta ronda para seguir la sobremesa. Ana levantó todo, dejando a mamá descansar. Mamá, Galo y Elías me miraron, esperando que contara las novedades. El gran ausente aquí siempre era papá. Mamá fue a la cocina por unos postres y me quedé solo ante el interrogatorio de mi primo y el insoportable novio de mi prima.
—¿Entonces Max Guzmán es el tipo increíble con el que todos quieren trabajar o no? Ayer no tuve el agrado de saludarlo, no sabía que estaba invitado a la fiesta. —Afirmó Elías— En nuestro teatro no lo conocen.
—Es su primera obra. —Dijo Galo y me miró— Lo invitaron los chicos de mantenimiento del grupo Forte, él los contrató para Cyrano.
—A ver si entiendo —interrumpió Elías, interesado— ¿Este pibe de veintitantos años tiene una productora y pretende dirigir la obra? Alguien le tiene que decir que baje a la realidad.
—¿Por qué? —pregunté y bebí de mi copa sin dejar de mirarlo— ¿Desde cuándo está mal ser ambicioso?
—Contanos qué te dijo. ¿Ya firmaste? —insistió Galo, ansioso y sonriente por ser cómplice de nuestro secreto— ¿De verdad ya aceptaste?
—Sí. Eso. ¿Te metiste en esa locura de una, Edu? —siguió Elías, basado en su deseo de que todo lo que no lo incluya, salga mal.
—Pará, Elías. Ahora yo quiero saber algo. ¿Por qué te llamó hoy y te confirmó que habías quedado como Cyrano? Es muy loco, un domingo. Parece desesperado —dijo Galo, me guiñó el ojo y bebió su copa.
—No quiero romper tu ilusión, pero Paul Escalante será Cyrano, ya se lo comunicaron extraoficialmente desde la productora el viernes. Su madrina es la nueva asistente de Guzmán y estuvo a cargo de la audición.
—¿Quién es Paul Escalante? Me suena. —Murmuré pensativo. Mamá volvió de la cocina con lágrimas en los ojos y cargando una torta gigante, Ana tras ella traía platos y cucharitas. Sonreí y me levanté enseguida, la miré y empezó a llorar otra vez, estaba muy feliz. —¿Qué hacen?
Mi primo y el novio de mi prima se levantaron sonrientes también, me rodearon y comenzaron a abrazarme junto con Ana y mamá, entre risas porque íbamos a mancharnos todos con la torta, pero era lo de menos, estaban contentos por mi logro, y yo aún no había dicho que sí.
Cuando estábamos comiendo la torta y bebiendo la champaña que trajo Ana entre risas, entró papá, jugando con las llaves, con la misma ropa de anoche y una actitud relajada.
Eran las cuatro de la tarde, Sr. Nova. ¿Qué le pasaba? Pensé para mí y se lo transmití con una mirada. Ana, el infumable de Elías y Galo saludaron, pero yo me quedé callado y no lo miré, igual que hizo mamá.
Papá cruzó la puerta sin vergüenza y sin bajar la vista, nos quedamos serios con la alegría en la punta de la lengua.
Veinte minutos después comenzaron los gritos y Galo y Ana se fueron con Elías, el infierno era para tres.
La torta se derretía en la mesa junto al manuscrito de Cyrano, mientras mis puños contenían mi bronca y mi cuerpo separaba el de mamá de papá, me mantuve en el medio de ambos, en la sala, hasta que alguno abandonara la habitación. Fue mi padre, se fue al baño y tras dar un portazo, todo quedó en silencio.
—¿Por qué no le pedís el divorcio? Ya tengo 23 y un departamento que puedo pagar. Echalo.
—Si le pido eso me tengo que ir yo, esta es su casa.
—Si te deja en la calle pierde a su hijo, y te venís a vivir conmigo.
Mamá no respondió, fue a tomar la torta con lágrimas en la cara y así, en silencio, desapareció en la cocina. Me dolía el corazón y la cabeza. Era evidente que un divorcio era complicado, no era solo nos separamos y ya, había una vida de recuerdos, reclamos y decepciones que pesaban a cada momento. Pero yo no soportaba más ver a mi madre humillada y derrotada, papá dejó de amarla hace años, y se convirtió en otra persona en nuestra cara, haciendo esto; volviendo de la joda al día siguiente, como un adolescente rebelde. Lo odiaba tanto.
Tomé el manuscrito y mi bolso y entré a la cocina para abrazar a Nuri.
—Yo te amo todos los días, y así será para siempre. —Susurré a su oído
—¿Es una línea de tu obra? —sonrió y se secó una lágrima.
—No, lo digo para vos. ¿Vamos a tomar un café al centro?
—No. Tengo que quedarme y hablar con tu papá, no puedo seguir escapando.
—Bueno. Te llamo en un rato, no sé qué voy a hacer. Mañana no vengo a almorzar. Quedé en ver a Teo, necesito un consejo, unos libros y mates.
Al día siguiente.
Teo veía el libreto sobre la mesa mientras hacía mate, su mirada sacada y sorpresiva me daba mala espina, no me estaba transmitiendo la calma que lo caracterizaba. Dejó de dar vueltas y se sentó frente a mí en su cocina, en ese instante oímos la puerta del chico de enfrente abrirse, miramos y era Miqueas “Casi blanco” Sander saliendo con su bicicleta seguido por su gato gordo, nos reímos un momento porque parecía retar al gato como si le fuera a hacer caso, es de público conocimiento que los gatos no nos entienden y no nos hacen caso. Miré a Teo que seguía viendo hacia él y sonreí.
—Siempre te gustó su hermana —dije, logré que me mire y se ponga serio. Sonreí otra vez— ¿Podemos hacer que se reconcilie con Ana? No me huele bien ese novio nuevo, dos meses y ya hay compromiso.
—No podemos obligar a las personas a amar.
—Uf, siempre tan correcto.
—¿Por qué tenés eso? ¿Te aceptaron en la audición?
—Sí. No sé qué hacer.
—Dormiste con el director.
—Lo decís como si yo lo hubiera hecho a propósito, no sabía quién era él, es más, me aceptaron desde la audición, él ni estaba, nunca hubiera olvidado a una persona así.
—¿Así cómo?
—Max Guzmán es terriblemente sexy.
—Creés eso porque estás súper caliente con él. Vos nunca te fijas en las personas cuando estás concentrado en lo que hacés. Fuiste a la audición concentrado y había un montón de personas mirándote, una era justamente él, quizás con la mente en otro lado, la obra es de su productora.
—¿En serio?
—Ajá. Escrita, producida y dirigida por Maximiliano Guzmán. Es su bebé especial. ¿Mi consejo? No entres, estás mezclando todo y solo van a surgir problemas, y lo sabés muy bien.
—Dale, Teo. —Supliqué y escondí la cabeza entre mis manos.
—Y él está haciendo lo mismo. ¿Para qué te dice que sí? Ya te vio, ya sabe lo que pasó, y debe estar, así como vos, caliente como una pipa. Esto no está bien.
—Le voy a decir que no.
—Es lo mejor que podés hacer, Edu.
—Ah, además quería preguntarte si tenés dos libros de biología de cuarto grado —metí la mano en el bolsillo y saqué el papelito donde me los había anotado y se lo pasé. —Mi alumno de la clase de apoyo tiene que rendir en una semana y media, el viernes me volví loco buscando en las bibliotecas sin éxito.
—Ahora me fijo, pero sí, creo que los tengo. —Me pasó un mate y se puso serio, me miró un momento y su expresión cambió. —¿Cómo está tu mamá? ¿Apareció tarde el galán?
—Sí, ayer a la tarde. Y hoy siguieron los reproches, por eso vine, si me quedaba un poco más lo iba a golpear.
—Ah, qué bien, qué orgullo para tu mamá que su hijo resuelva una situación que no le corresponde, con violencia contra su propio padre.
—De verdad lo quiero matar.
—NO. Y no me gusta esa palabra, lo sabés. Sentí toda la bronca que quieras, pero esa no es tu batalla. En esa casa viven dos adultos que debieron tomar una decisión hace tiempo. Vos no podés destruir lo que formaron en vos, te criaron bien, te dieron todo, son personas con errores y ellos dos lo van a resolver.
—Teo... —dije con dolor, le di el mate, triste.
—Ya sé, Ed. Pero, por favor. Violencia no. ¿Él le pega?
—No.
—¿Entonces por qué querés hacerlo? ¿De dónde salen esas ganas de golpearlo?
—De ver a mamá llorar.
—Lo lamento mucho. —Llegó a decir eso y su vista fue a la ventana otra vez, su cara cambió y me miró de repente. —Es Max.
—¿Qué?
—Ahí viene.
—¿Cómo? ¿Por qué viene? ¿Me estará siguiendo el pervertido?
—El pervertido sos vos. —Afirmó y se levantó. —Bueno, es un buen momento para que hablen y le digas que no.
—Alto. ¿Por qué viene a tu casa?
—No te pongas celoso. Solíamos nadar en el club de barrio y jugar a la pelota, se crio en la cuadra de los ricos con tus primos.
—¿Por qué nunca lo vi antes? Le hubiera hablado en la escuela.
—Iba al instituto, es mayor que vos, no te hubiera registrado, en la escuela eras muy chiquito y te portabas muy mal. Max fue igual toda la vida, demasiado correcto.
—Ah, genial, ya veo que decidiste tu bando. El lado de los correctos.
—Lo voy a hacer pasar. ¿Le vas a hablar o te vas a esconder? En esta casa no se puede tener sexo.
—Teo, tu casa es muy aburrida. —Afirmé, tomé el mate y desaparecí.
Me quedé al final de las escaleras de la cocina, intentando ver la silueta del director, pero ni bien cruzó la puerta y oí su voz, el cuerpo entero reaccionó, especialmente mi entrepierna, retrocedí en cámara lenta hasta llegar a la cama de Teo, y ahí nomás me desplomé y cerré los ojos.
No iba a poder trabajar con él. Los borrosos recuerdos del auto me estaban volviendo loco y me quemaban la piel.