Caballeria mutante - Yoss - E-Book

Caballeria mutante E-Book

Yoss

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Beschreibung

Aquí hay literatura fantástica cubana contemporánea. Si hay algún lugar donde Alejandro Magno, José Lezama Lima y J. R. R. Tolkien pueden encontrarse, es en este libro, en cuyas páginas puede leerse una escritura caribeña y verla dialogar, acercarse y tomar distancia con lo eslavo, lo sajón y demás tradiciones de lo especulativo. Esta edición, además, ordena los textos en los subgéneros de lo fantástico, explicando en qué consiste cada uno, con lo cual es una rica guía lectora. Y sobre todo, en este volumen hay voces distintas todas pero en formación común para defender el derecho a escribir narrativa fantástica en la mayor de las Antillas. ‍

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CABALLERÍA MUTANTE

LITERATURA FANTÁSTICA CUBANA

COLECCIÓN AMÉRICA

CABALLERÍA MUTANTE.

LITERATURA FANTÁSTICA CUBANA

Primera edición, 2023

D.R. © Universidad Veracruzana

Dirección Editorial

Nogueira núm. 7, Centro, CP 91000

Xalapa, Veracruz, México

Tels. 228 8185980; 8181388

[email protected]

https://www.uv.mx/editorial

D.R. © 2023, José A. Cantallops & Yoss,

por selección notas y comentarios

D.R. © 2023, Yoss, por prólogo

Director de la colección: Emiliano Becerril Silva

Corrección: Silverio Sánchez y Lino Daniel Pérez

Cuidado editorial: Karla Esparza y Emiliano Becerril Silva

Portada: © Dalton Gata. The Hair Show, 2022.

Cortesía del artista y Galería Agustina Ferreyra, San Juan.

Foto de Raquel Pérez-Puig

Formación: Lucero Vázquez

D.R. © 2023, Elefanta del Sur, S.A. de C.V.

[email protected]

www.elefantaeditorial.com

@ElefantaEditor

elefanta_editorial

ISBN ELEFANTA EDITORIAL: 978-607-8749-60-7

ISBN UNIVERSIDAD VERACRUZANA: 978-607-8923-00-7

ISBN EBOOK: 978-607-8749-68-3

Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los editores.

CABALLERÍA MUTANTE

LITERATURA FANTÁSTICA CUBANA

PRÓLOGO: YOSS

SELECCIÓN, NOTAS Y COMENTARIOS:

JOSÉ A. CANTALLOPS & YOSS

ÍNDICE

Prólogo.

La falange naciente. Yoss

I. Fantasía heroica. Con la fuerza de mi brazo y mi espada es suficiente

El final de Rusko el Rojo. Yoss

La herencia del primero. Raúl Piad Ríos

El ojo de Freegh. Gretchen Kerr Anderson

Sombras. Yamil Guerra Ortega

II. Fantasía de la tierra moribunda: ¿o el fin de la humanidad?

Amarás a tu madre por encima de todas las cosas. Elaine Vilar Madruga

III. Fantasía épica realista. ¡Joder, el héroe acaba de hacerme trampas en las cartas!

Leyenda empeñada. José Alejandro Cantallops Vázquez

El héroe elegido. Roberto Armas Saladrigas

IV. Fantasía slipstream. Vengan ciencia ficción, fantasía y horror, que en esta mezcla cabe de todo

Día del desembarco. Javier Pérez Rizo

V. Fantasía Bangsian. ¿O por qué demonios está tan atestado el más allá?

Trámite mío que estás en los cielos. Amelia Martínez Apollinario

Protocolo. Leonardo Amado Molina

VI. Fantasía erótica. ¡Hey... esto es para mayores de 18 años!

La ruta de la sal. Malena Salazar Maciá

VII. Fantasía urbana. Sacando la magia que se oculta en lo cotidiano

Cántame, por favor. Carlos Ramírez González

El inmortal. Marlon Duménigo

Laylah. Ángel O. George Varela

Trabajo nocturno. Alejandro Martín Rojas Medina

Izokumi. Alexy Dumenigo Águila

Nada temas, la vida te sonríe. Barbarella D´Acevedo

El solar y los gatos. Iris Rosales Valdés

PRÓLOGO LA FALANGE NACIENTE

YOSS

ANTE TODO, ES CASI SEGURO QUE MUCHOS DE QUIENES tomen este volumen en sus manos sin idea de sobre qué trata, y luego lean un prólogo con un título como este, se pregunten: ¿por qué LA FALANGE NACIENTE? Vaya título raro y presuntuoso para un prólogo, ¿no?, y de paso: ¿qué demonios es una falange? Suena familiar, ¿tendrá algo que ver con los dedos?, ¿a lo mejor con Franco y el fascismo español?

Pues resulta que no se trata de ninguna de esas dos acepciones de la palabra. Y, para sacar de dudas a los intrigados, permítannos una breve miradita al pasado. Después de todo, a casi todos los aficionados a la narrativa fantástica nos encanta también la novela histórica.

Imagínense (pongan de su parte, por faplís) que pudieran echarle una miradita al campo de Gaugamela, que también algunos conocen como Arbela, en el actual Kurdistán… pero en el año 331 antes de nuestra era.

Obviamente, ni hablar de armas de fuego, mucho menos de tanques ni aviación o artillería. Pero es obvio que se prepara una batalla colosal; hay muchísima gente con lanzas, arcos, espadas, hachas, yelmos, escudos y corazas y demás parafernalia de guerreros.

No es para menos: aquí se hará historia. De un lado (y dan ganas de decir: en la esquina roja), las huestes de Darío III, rey de los persas, que desde su elegante carroza ha venido a animar a su imponente ejército: casi 100 000 hombres de todos los rincones de su extenso imperio asiático. En la esquina azul (vaya, lo escribimos), las tropas de la Liga Helénica; apenas la mitad de efectivos... pero guiados por un joven monarca de Macedonia, que desde entonces será más conocido como Alejandro Magno.

Por puros números, la contienda no pinta nada bien para los griegos. Las flechas de los persas cubren el cielo; tantos son sus arqueros. Los diez mil gallardos, altos y robustos Portamanzanas, la selecta guardia personal de Darío III, forman el núcleo de su infantería. Sus hordas de ligeros jinetes alzan nubes de polvo al galopar. Sus elefantes son el equivalente de los actuales blindados. Y sus decenas de carros de combate, con arqueros a bordo y filosas guadañas asomando de los ejes de las ruedas, son la pesadilla de toda infantería.

Sin embargo, tras un par de horas de combate, ocurre lo inesperado: la ola armada de los hombres de Darío III se abate impotente contra un obstáculo infranqueable.

Se trata de la falange macedónica: integrada por los pezhetairoi, hombres dispuestos en apretadas filas y columnas, que sostienen enormes lanzas, las terribles sarisas, con astas de roble de seis, siete y hasta ocho metros de longitud y al menos cinco kilos de peso cada una, aunque pueden desensamblarse para transportarlas.

Es una nueva clase de infantería; evolucionada a partir de la línea de los hoplitas clásicos, como los espartanos y atenienses, que tanto las tropas de Darío I como las de otro rey persa, Jerjes, enfrentaran siglos antes, durante sus fallidos intentos de invadir Grecia en la Guerras Médicas... que no tuvieron nada que ver con la medicina, aclaramos. Formación que regirá los campos de batalla por siglos, hasta la llegada de la legión romana.

Los nuevos hoplitas de Alejandro sostienen sus formidables picas de tal manera que a cualquier enemigo que se acerque lo enfrentan varias filas de afiladas puntas metálicas. Dispuestas en ángulos crecientes desde la horizontal, incluso pueden desviar las flechas, así que sólo los hombres de las tres primeras filas y las tres columnas exteriores se preocupan por usar grandes escudos redondos forrados de bronce, los hoplones. Los otros confían en los de sus compañeros para cubrirse.

Es un erizo humano, lento en maniobrar, pero casi invulnerable en combate, mientras no rompa su estricto orden. Contra el que jinetes e infantes persas se descubren impotentes. Hasta elefantes y carros falcados temen cargar contra tal obstáculo móvil.

La estrategia macedonia funciona a la perfección: la falange es el yunque; la caballería, el martillo. Mientras su estoica infantería pesada contiene el ataque persa y desorganiza sus filas infligiéndoles miles de bajas, los ágiles peltastas, lanzadores de jabalina con armaduras y escudos más ligeros, y sobre todo los jinetes, liderados por el mismísimo Alejandro el Grande, espada en mano flanquean y toman por sorpresa al mucho más numeroso ejército de Darío III... y ni todos sus altos, fornidos y vistosos Portamanzanas pueden evitar que el asombrado rey tenga que buscar la salvación en la huida, renunciando incluso a su lujoso carro para salvar la vida.

Tal sorpresiva derrota le costará el reino y la vida, pocos meses después. Será el último de su notable dinastía, los Aqueménidas... y el triunfante Alejandro, bañado en el resplandor de la victoria, agradecerá una vez más a su padre, Filipo, por haber creado, afinado y, luego, haberle heredado tan magnífico instrumento de guerra: la falange...

¿Épico... a que sí?

Pero, ahora, volvamos al presente. E incluso, de algún modo, al futuro.

Y disculpen, de paso, estimados y pacientes lectores, si nos extendimos un poco, dejándonos llevar un poco por el entusiasmo de la reconstrucción histórica...

El título de esta antología es, como ya habrán adivinado a estas alturas, referencia y homenaje a los esforzados pezhetairoi (palabra que, por cierto, no significa “peseteros” o cosa similar, como algún incauto podría creer, sino “compañeros armados de a pie” en griego antiguo) de la falange macedónica. Individuos conscientes de que, en la unión de sus fuerzas, en la renuncia a la libertad de combate personal, manteniendo estricta formación, estaba su mejor carta de triunfo en la batalla, incluso contra fuerzas muy superiores...

¿Ya empieza a entenderse la metáfora?

Esperamos que sí...

En estas páginas sometemos a la consideración del lector y lectora hispanohablante un auténtico bosque de jóvenes lanzas: voces diferentes todas, pero que se unen en formación común para defender el derecho a escribir narrativa fantástica en la mayor de las Antillas.

Hay aquí autores cubanos cuyos nombres son ya conocidos del fandom, con diversas publicaciones, como Elaine Vilar Madruga, Malena Salazar Maciá, Alejandro Rojas y Raúl Piad. Otros fueron inéditos hasta esta recopilación... pero todos, salvo este antologador —¡que ya pasa de los 50... y tiene un número incluso mayor de libros publicados! ¡Vergonzoso!—, no llegaban a los 35 cuando escribimos estas líneas; de ahí lo de naciente.

Los autores provienen, además, de distintas partes de la isla... aunque, en términos numéricos, La Habana se lleva la parte del león. ¿Será por eso que uno de estos felinos (¡azul, claro!) es la mascota del popular equipo capitalino de béisbol, Industriales?

Y es que la fantasía, en sus diferentes modalidades, aunque en nuestros círculos académicos y críticos aún algunos ultraortodoxos apolillados la vituperen, junto a la ciencia ficción como “narrativa escapista”, constituye hoy por hoy uno de los géneros más apreciados y cultivados por los escritores del Tercer Milenio. A lo que sin duda han contribuido no sólo la literatura, sino sobre todo la avalancha audiovisual, con películas como El Señor de los Anillos, El Hobbit... y otras muchas que no son de Peter Jackson ni se basan en libros de J. R. R. Tolkien.

Hoy, la fantasía es parte inseparable de la vida y del imaginario de todo joven... y no tan joven. A tal estado de cosas han asimismo contribuido series de gran audiencia de HBO y Netflix, como Juego de Tronos y The Witcher; una larga lista de mangas y animes nipones, desde Berserker, Claymore, Inuyasha y Full Metal Alchemist hasta Sword Art Online, Goblin Slayer, Overlord y Dororo, pasando por Naruto, One Piece y Bleach... La lista sería interminable, tanto con ambientación nipona como europea.

También cabe destacar la popularidad de la que gozan entre los millennials o Generación 0, si se prefiere, los videojuegos de temática fantástica, ya sean RPG, shooters en primera persona o de cualquier otro tipo, entre los que no se puede dejar de mencionar a World of Warcraft, DotA (Defense of the Ancestors), Warhammer, Dungeon Siege, Darksouls (uno de los pocos con imaginería japonesa, o sea, no occidental), Skyrim (The Elder Scrolls), Arcanum y Mount and Blade... y una lista igual de infinita.

Vale también la pena hacer un poco de historia del género en Cuba, narrativamente hablando. Porque ya la hay: mucha agua (y otras cosas) han pasado bajo el Puente Almendares capitalino desde que, en 1968, el escritor Rogelio Llopis, autor también de un libro de cuentos del género, La guerra y los basiliscos (Ediciones R, 1962), trazara el primer panorama de la narrativa nacional no realista en su antología Cuentos cubanos de lo fantástico y lo extraordinario (UNIÓN), agrupando por subgéneros los textos: pérdida de identidad, de lo lúdico y onírico, de lo macabro, el humor, la ciencia ficción.

Luego vinieron los setenta: el Quinquenio Gris y su parametración de artistas; las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, un gulag tropical, y el caso Padilla... con el pacato realismo socialista, que se trataba de instituir, de forma abierta o encubierta, como tendencia predominante en la narrativa cubana, volviendo a la fantasía, por pura oposición, un género “problemático, contrarrevolucionario, escapista e indigno de confianza”. Porque hablar de hombres convirtiéndose en animales, de seres mitológicos y cambios de cuerpo, ¡por no mencionar a la magia y criaturas con poderes sobrehumanos!..., todo eso se parecía muy sospechosamente a la religión... que entonces era considerada el opio del pueblo.

Paradójicamente, durante aquellos mismos años tan doctrinalmente yermos para la imaginación nacional, en la que apenas si se publicaron títulos “no realistas”, la ciencia ficción y la fantasía soviéticas, publicadas en español por las editoriales Raduga, MIR y Progreso, fueron la influencia más inspiradora para la siguiente generación de autores cubanos.

La ciencia ficción, a través de las traducciones de autores como los hermanos Arkadi y Boris Strugatsky, Iván Efrémov, Olga Lariónova, Viítor Koloupáiev, Vladímir Savchenko, Anatoli Dniéprov y un largo etc., además de unas pocas películas como la muy recordada El hombre anfibio, inspirada en la novela Ictiandro, de Alexandr Beliáev.

La fantasía, sobre todo a través de versiones fílmicas, incluso animadas, de cuentos populares rusos, como Vasilisa la Sabia; La bella Bárbara de las trenzas largas; Finish, halcón preclaro; Flor de Piedra, Ruslán y Liudmila, más diferentes aventuras de Iliá Muromets, Aliosha Popovich y Dovrinia Nikitich, los tres inmortales bogatires o paladines rusos... amén de unos pocos libros ilustrados de cuentos folklóricos para niños como El caballito jorobadito y Cuento sobre el zar Saltán, poema del gran bardo Pushkin.

Fue sólo gracias a estas “transfusiones de nieve de la imaginación” que la fantasía no murió del todo, en nuestro caluroso Caribe insular...

Pero, incluso así, habría que esperar una década larga para que, cerrando los setenta, otro autor, José Martínez Matos, retomara algunos de los cuentos que Llopis había incluido en su selección, y le sumara otros. Cuentos fantásticos cubanos (colección Radar, editorial Letras Cubanas, 1979) se unía así a otros síntomas, cada uno tímido y poco significativo por separado, pero poderosos en conjunto, para marcar el final de lo que fue una década, más que un quinquenio, de relativa aridez literaria en el país de Lezama Lima y de Carpentier.

La ciencia ficción, al menos, ya era tolerada: nuestro modelo a imitar, la sociedad socialista soviética, la defendía y promulgaba como literatura inspiradora, para preparar a las jóvenes generaciones de científicos y técnicos para el papel que les tocaría desempeñar en la construcción del futuro. Así que, visto bueno y luz verde a ella.

Pero la fantasía... uh, ¿elfos, unicornios, dragones? Parecía totalmente acientífica y en pugna con los conceptos del materialismo dialéctico; por lo tanto, todavía seguía muy mal mirada. Daba la impresión de que sólo Daína Chaviano, siempre irreverente y heterodoxa, amén de fan confesa de Tolkien y de su Tierra Media, se atrevía a jugar con los límites, como por ejemplo en relatos como “La dama del ciervo” y “La granja”, incluidos ambos en su colección Historias de hadas para adultos (Radar, Letras Cubanas, 1986), aunque junto al que probablemente sea su mejor cuento largo de ciencia ficción (¿para compensar?), Un hada en el umbral de la Tierra.

Pero de guerreros con espadas mágicas, hechizos lanzados por magos potentes, dragones y orcos... no, gracias, todavía nada de eso. El que quisiera leer textos por el estilo que buscara El Señor de los Anillos o La historia interminable: ambas se publicaron en Cuba sólo a finales de los ochenta, en patéticas ediciones en papel gaceta, que pronto amarillea.

Hasta que, siguiendo el ritmo de un libro cada década, en 1988 Agenor Martí, un autor sobreviviente del primer boom de la ciencia ficción nacional en los sesenta —¡de hecho, uno de los tres cuyos cuentos recogiera Oscar Hurtado en aquellos Cuentos de ciencia ficción (Gente Nueva, 1961)!—, seleccionara los cuentos de Aventuras insólitas (Radar, Letras Cubanas) e incluyese en el índice uno cubano, pero típicamente de “espada y brujería”. “Varita mágica” de Arnoldo Águila, autor más conocido del fandom nacional por su libro de relatos de ciencia ficción Serpiente Emplumada (Radar, Letras Cubanas, 1987).

Era el primer indicio de un decisivo cambio de paradigmas editoriales... o podía haberlo sido. Porque, durante la década siguiente, los noventa, tras la caída de la urss y del campo socialista en Europa del Este, Cuba se quedó sola para afrontar un Periodo Especial en tiempo de paz, cuyas carestías materiales redujeron las publicaciones nacionales casi a cero.

En 1995 Letras Cubanas, en su colección La Novela, publicó —¿por casualidad o distracción?— Obstáculo, una deliciosa historia de fantasía cómica y alegórica, del polifacético Eduardo del Llano Rodríguez. Hoy los ejemplares de aquella única edición —¡hasta hoy!— casi valen su peso en oro, ¿para cuándo una segunda?

Y no fue hasta finales del siglo XX y principios del XXI... o sea, en los años 2000 y 2001, porque, a diferencia de lo que muchos aún creen, el primer día del tercer milenio no fue sino el primero de enero de 2001, que la tendencia inaugurada por aquella recopilación, Aventuras insólitas, y mantenida por Obstáculo, cobró forma... gracias a dos sucesos.

El primero fue la publicación conjunta, por Letras Cubanas y la Editorial José Martí, de una tercera antología de relatos fantásticos: Reino eterno (1999... aunque nos consta que no se presentó sino hasta febrero del año siguiente), cuyo seleccionador fue quien estas líneas escribe: seguía incluyendo ciencia ficción... De hecho, era la parte del león, pero ya figuraban también otras dos secciones: Fantasía Heroica y La Otra Fantasía. El libro circuló poco, por desgracia, pues se vendía en dólares, tan escasos aún para el cubano medio, en aquellos momentos... quizás porque se mandó a imprimir nada menos que a Cali, Colombia.

El otro acontecimiento, que empezó en el 2000 pero duró hasta el 2001, ya pleno siglo XXI, lo protagonizó la editorial habanera Extramuros, que en ese lapso fue publicando en una nueva colección, Impacto, varios de los libros que obtuvieron menciones en el premio Luis Rogelio Nogueras 1998, dedicado por primera vez al policiaco, la ciencia ficción y la fantasía. Fue así que vieron la luz tres títulos, todos libros de cuentos: el hilarante Los viajes de Nicanor (2000) de Eduardo del Llano; la joyita de nostalgia histórica El druida (2000) de Gina Picart Baluja, y, last but not least, el exquisito compendio de relatos sobre su universo de Sotreun (anagrama de “nuestro”) Sol negro (2001), firmado por Yaly, Alto Cronista, transparente seudónimo del exquisito autor Michel Encinosa Fú.

Ya desde entonces había un goteo constante de selecciones de relatos fantásticos; en el 2005, otra antología, con textos recopilados por Juan Pablo Noroña y Ricardo Acevedo Esplugas, Secretos del futuro (Sed de Belleza, Cienfuegos), que reunía los cuentos de los asistentes al Taller Espiral, también volvió a englobar ciencia ficción y fantasía; en el 2011, Elaine Vilar y Jeffrey López Dueñas presentaron en la insoslayable Colección Ámbar, de Gente Nueva, fundada en el 2007, su selección Axis Mundi, con espléndidas ilustraciones de Luis Martínez Brito; y en 2015, por Letras Cubanas, Viejos magos, jóvenes guerreros, con textos recopilados por Javier de la Torre y el autor de este prólogo.

A estas se suma toda una pléyade de títulos, tanto en Ámbar, de Gente Nueva, como en otras colecciones o editoriales, para demostrar que la una vez indigna de confianza “narrativa escapista” se afianzaba año tras año en el gusto de los lectores cubanos.

Y, para no repetirnos, mejor reproducir aquí (se llama autocitarse... aunque, en este caso al menos, añadamos unos pocos detalles) un fragmento del prólogo de la más reciente de estas antologías, Viejos magos, jóvenes guerreros, en el que se enumeran y comentan brevemente algunos de los títulos aparecidos hasta el 2014:

La sorprendente popularidad alcanzada, en la Feria del Libro del 2008, por Inicio del cuento, el breve y maravilloso relato de la joven Sigrid Victoria Dueñas, y no sólo entre niños y jóvenes, demuestra que, además de haber surgido nuevos escritores interesados en cultivar el fantástico, a la vez, el público nacional también está ansioso de leer más y mejores historias sobre guerreros, hechiceros, gigantes, enanos y dragones. Y lo han seguido otros títulos que combinan la ciencia ficción con fuertes elementos del género (o sea, lo que académicamente se llama new weird o slipstream), como la novela Promesas de la Tierra Rota, de Elaine Vilar, el conjunto de relatos Historias del Altipuerto, de Carlos C. Muñoz y David Alfonso, publicado en libro espejo o volumen doble por la colección Ámbar, de Gente Nueva (convertida en sello insignia de la temática gracias a su editora Gretel Ávila) en el 2013, junto a Guerra de dragones, de Eric Flores y Jesús Minsal (que ya tiene una segunda parte, Estigma, tras la magnífica acogida de los lectores, que premiaron la primera con el Juracán a la mejor novela en el evento Behique 2014).

Autores a los que también se debe una cuentinovela típicamente de fantasía heroica como es Crónicas de Akaland (Ámbar, Gente Nueva, 2014), mientras que Jesús Misal y Jesús Rodríguez Pérez incursionaban en la historieta fantástica, ese género tan preferido por décadas, con Itgul, el guardián de la selva (2014), tan popular que ya tuvo incluso segunda entrega, en el 2017.

Entre otros títulos recientes que demuestran la aceptación de que goza la fantasía heroica en la isla, podemos citar la recopilación de relatos de Michel Encinosa (todos ambientados fuera de Sotreun), La cuarta estrella (Ámbar, Gente Nueva, 2012); el casi esotérico Nostalgia de Avirs (2014), de Leonardo Gala, de nuevo en Ámbar, de Gente Nueva, que también reeditó ese año el cardinal Sol Negro de Michel Encinosa, aparecido hace mucho (2001) por Extramuros, y poco después de que la edición del segundo volumen de la serie, por Letras Cubanas Sol Negro: la guerra sin ti (2012) descubriera el fascinante universo fantástico de Sotreun para una nueva generación de lectores.

Incluso, el que estas líneas redacta, dejó por un rato la ciencia ficción y probó suerte con la fantasía, precisamente casi inaugurando la colección Ámbar, de Gente Nueva, en 2009, con su cuentinovela Leyendas de los 5 reinos. Y amenaza con otra trilogía de novelas, Lluvia en la Ciudad de Sal... —ya apareció la primera entrega, El mercenario y el desierto (2018), y la segunda, La ciudad y el torneo (2022).

Si hasta un muy esperado juego de rol, El Laberinto del Olvido, creado por Michel Encinosa y el autor de este prólogo, apareció por Ámbar en el 2014. Al igual que la dinámica novela juvenil La piedra ardiente (una aventura de Elymuria) del debutante santiaguero Roger Durañona Vargas, basada precisamente en varias campañas de rol, por él arbitradas, allá en la Ciudad Héroe.

Y no se detiene la ola: desde que redactáramos los anteriores párrafos, en el ya lejano 2014, nuevos títulos han visto la luz, como Los arcos del norte y La ciudad de las máscaras (2018) ambos de la prolífica Elaine Vilar Madruga; el primero, una recopilación de cuentos; el segundo, la primera entrega de su trilogía El trono de Ecbatana... y de la que también acaba de salir la segunda, La Flor Transparente, en el 2022; Las arenas de Erif-Eren, novela fantástica de ambientación arábigo-oriental de Dennis Mourdoch, libro-espejo con Remedio divino, horror fantástico de Alejandro Rojas; la primera entrega de otra serie, Los cantares de Sirim (2022) de Malena Salazar Maciá, autora ya con renombre previo en la ciencia ficción, y varios más...

El trabajo del Taller Literario de Ciencia Ficción y Fantasía Espacio Abierto, en sus reuniones vespertinas en domingos alternos, así como el de difusión del grupo Dialfa Hermes, creado en el 2007, es digno, asimismo, de mención... de hecho, muchos de los más jóvenes autores que figuran en el índice de este volumen confiesan que comenzaron asistiendo como público a los eventos anuales, ya sea el teórico Espacio Abierto, el taller homónimo, ya al Behique, con el que Dialfa convoca a todo el fandom nacional y que entregan los premios Juracán a la novela y el libro de cuentos fantásticos más populares de cada año.

Porque si algo maravilloso tiene la escritura del fantástico es que la diferencia entre lectores y autores es mucho más pequeña que en otros géneros. Los escritores reconocidos de hoy somos aquel público anónimo, pero entusiasta, de ayer... y seguimos leyendo con el mismo placer lo que escriben otros. Del mismo modo, entre los lectores de hoy están los autores de mañana. Muchos furibundos seguidores de la fantasía audiovisual y gamers de RPG fantásticos están, de hecho y desde ya, soñando con pasar el curso de Técnicas Narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (como también, ¡lo notarán en sus notas biográficas!, hizo buena parte de los autores incluidos en este libro) justo para aprender cómo escribir historias de esta clase...

Concretando un poco, y casi para terminar este prólogo que comienza a volverse demasiado extenso..., tal vez a los lectores les interesa saber que la idea original de esta selección surgió a mediados del 2018, durante el asiduo intercambio de correos electrónicos entre ambos recopiladores: el entonces aún inédito autor José A. Cantallops, de la oriental provincia cubana de Las Tunas, y el autor de este prólogo.

Fue más o menos así: el escritor capitalino, aunque ya con decenas de libros publicados en su haber, incluidas varias antologías, se asombró del profundo conocimiento, especialmente de la fantasía más actual ¡hasta la aún no traducida al español! del que disponía su corresponsal tunero. El de provincia, modesto, confesó sus deficiencias en cuanto a la ciencia ficción, pero admitió casi a regañadientes que había leído mucha, mucha... incluso demasiada fantasía. Y, junto con su siguiente mensaje, envió un largo adjunto, germen de un futuro (y ya casi terminado) libro teórico sobre los subgéneros de la fantasía, cuyas precisiones sorprendieron al habanero... y le enseñaron mucho.

Luego vino la propuesta indecente del tunero: ¡juntar sus saberes para una nueva recopilación de cuentos de fantasía! El capitalino dudaba, ¿otra más?, ¿no sería muy pronto, ya?, ¿tendría que incluir otro cuento suyo que no se hubiera publicado, también?, ¿y escribir el prólogo y los comentarios a autores y cuentos correspondientes? Uf, cuánto esfuerzo...

Así que, como elemento persuasivo final, el de provincia le sugirió que convocaran sólo a autores con menos de 35 años, y de toda la isla... ¡con lo que el habanero no tendría que molestarse en incluir una de sus narraciones! Cosa que al final hizo, de todos modos, amén de comprometerse solemnemente, el tunero-tunante, a que él en persona clasificaría en subgéneros los textos que les fueran llegando, escribiendo para cada uno la correspondiente introducción, para añadir al final incluso una lista selecta de 10 libros relevantes para que el interesado pudiera ampliar sus horizontes, si le cautivaba la modalidad específica...

El atareado habanero, entonces, sólo tendría que ocuparse de escribir el prólogo inicial de todo el volumen, además de prestigiarlo con su conocido nombre bien visible en la portada.

Huelga decir que las cosas no fueron así de simples, ni mucho menos: para empezar, además de como seleccionadores, los dos terminamos trabajando duro como correctores de estilo, sugiriendo cambios de título, de nombres de razas, de lugares y otros incluso más drásticos... que la mayoría de los autores aceptaron amablemente, siempre en aras de mejorar sus textos. Porque todo corrector no es el enemigo del autor, sino su mejor amigo.

Luego, al recibir los miniprólogos de cada subgénero, el capitalino se dio cuenta de que su tunante colega se había limitado a enumerar los libros que sugería... sin siquiera dignarse a escribir una minisinopsis... así que se ocupó de suplir tal carencia, salvo en el caso de algunas novelas que no había leído ¡que nadie es perfecto! y de las que se encargó amablemente el tunero, en una revisión subsiguiente, ¿la enésima?

El resultado de tanto ir y venir de emails, así como de varias breves reuniones cara a cara, cada vez que el tunero visitaba la capital y al habanero, podrán juzgarlo los lectores en los dieciocho relatos que figuran en las siguientes páginas. Hemos seleccionado las mejores de entre las decenas de narraciones recibidas, clasificándolas en siete categorías principales: fantasía heroica; fantasía de Tierra moribunda; fantasía épica realista; fantasía slipstream; fantasía Bangsian; fantasía erótica; y, para terminar, fantasía urbana (la más popular y, por tanto, la más numerosa). Subgéneros que, por supuesto, son sólo un mínimo botón de muestra del cada vez más amplio diapasón de subgéneros en los que las editoriales y los críticos están balcanizando lo que una vez fue simplemente fantasía. Existen muchas otras subcategorías, de las que no recibimos narraciones o que preferimos englobar dentro de nuestro espectro de siete cajones: fantasía de la pólvora; fantasía de vampiros; fantasía histórica; fantasía orientalista... y así, ad infinitum.

Pero sirva esta manía etiquetadora, al menos, para dejar bien patente que, a diferencia de selecciones como Axis Mundi y Viejos magos, jóvenes guerreros, ambas centradas sobre todo en la clásica fantasía heroica, o espada y brujería, este volumen nació con una voluntad más abarcadora y multifacética, más inclusiva y ecuménica: como los siete colores del arcoiris, los siete subgéneros aquí representados, sobre todo el último, la fantasía urbana, popular y extremadamente variado, demuestran la multiplicidad de enfoques posibles dentro del género en Cuba, y su casi infinita riqueza.

Poco más queda por decir, entonces ¡ya que tanto hemos escrito! Sólo agregar que, como siempre, la última palabra les corresponde a ustedes, lectores... de menos de 35 años o de cualquier otra edad. Les ofrecemos, de todo corazón, en las más de 200 páginas que siguen, un amplio espectro de textos, variados en cuanto a temáticas, estilos y lenguajes. Nuestra mayor esperanza es que al menos algunos de ellos resulten de su agrado; que sean justamente esa narración que siempre soñaron leer.

Y, por supuesto, si tras esa lectura se animan a escribir sus propias historias fantásticas... no lo duden; arrimen su lanza al pelotón. En la falange naciente de la fantasía escrita en español, en Cuba o en cualquier otra nación de Latinoamérica, siempre hay espacio para nuevos y abnegados pezhetairoi: luchadores dispuestos a darlo todo por el género que aman...

10 de mayo de 2022

I

FANTASÍA HEROICA CON LA FUERZA DE MI BRAZO Y MI ESPADA ES SUFICIENTE

RESULTA PRÁCTICAMENTE INEVITABLE QUE HAYAS LEÍDO alguna historia en la que el héroe es un bárbaro o un mercenario. Que vive en un mundo antiguo lleno de ciudades Estado, imperios misteriosos y reinos liderados por reyes y/o sacerdotes ambiciosos, corruptos y/o decadentes. El rudo protagonista, como regla, despreciará a los débiles y mimados hijos de la civilización, usando su espada, músculos e ingenio para derrotar a sus enemigos y quedarse al final del día con la chica y el tesoro del malo… si bien sólo para desperdiciarlo enseguida hasta el último céntimo y así poder estar listo, ¡y ávido!, para la siguiente aventura. Que no tardará mucho.

Estoy casi seguro de que mientras iba describiendo al héroe de estas historias y su proceder habitual tuviste que pensar en Conan: el bárbaro más famoso de toda la literatura y el personaje que hizo famoso al autor americano Robert E. Howard en la década de los treinta. Pues, si es así, ya tendrás una idea de por lo menos la mitad de las características de este aún muy popular subgénero:

a) Los héroes siempre confiarán más en la fuerza de su brazo y en su inventiva para vencer a sus enemigos, antes que en la magia, indigna por completo de auténticos guerreros... y que incluso podría poner en peligro sus preciadas almas.

b) El mundo es un lugar peligroso y la civilización un antro decadente, ¡los únicos verdaderos hombres que quedan son los bárbaros de sus confines!

c) Si le quitas/robas el tesoro a tu enemigo, tras ímprobos esfuerzos, te las arreglarás para derrocharlo enseguida... y la chica te dejará apenas hayas gastado la última moneda.

d) Hay poca magia blanca, pero sí mucha magia negra, nigromancia arcana y demonios y monstruos remanentes de antiguas épocas aún más terribles que la actual. Con todos los cuales, por supuesto, le tocará luchar al protagonista.

Estas características hacen que el subgénero a menudo peque de esquemático y simplista, al estilo de las peores sesiones de juego de rol (entra en la mazmorra, mata al monstruo, rescata a la princesa, derrota al brujo...), aunque en las manos de un buen autor, como Robert E. Howard, produjo grandes historias, llegando a volverse sinónimo de fantasía, para muchos.

No hay que olvidar que, incluso bien entrados los sesenta, a historias como las de Conan se las clasificaba simplemente como de Espada y Brujería o de Espada y Sandalia. El término fantasía heroica —una nueva etiqueta para un producto ya conocido y apreciado por un puñadito de fieles— se creó, sobre todo, para que los lectores que se adentraban en el género pudieran asociarlas con las novelas de fantasía épica, en las que los héroes eran los principales protagonistas, y que estaban gozando de un gran auge editorial con el triunfo de El Señor de los Anillos en la década anterior.

No obstante, el asunto fue más allá de una simple cuestión de marketing, y nuevos autores como Fritz Leiber (Fafhrd y el Ratonero Gris), Michael Moorcock (Elric de Melniboné), Karl Edward Wagner (creador del personaje Kane) y David Gemmell (creador de la Ciclo Drenai) incorporaron elementos de la fantasía épica y la fantasía de ladrones al subgénero de la espada y brujería, convirtiéndolo en algo conceptualmente nuevo. Esta mezcla enriqueció y aportó nueva vida al subgénero que hoy conocemos como fantasía heroica, uno de los más antiguos del fantástico, en realidad.

Ya las historias, además de bárbaros forzudos, pícaros e ingeniosos, contaban con grandes hechiceros como protagonistas (Elric de Melniboné), con hábiles ladrones que conservan sus riquezas durante un poco más de tiempo (Fafhrd y el Ratonero Gris) y hasta con héroes que buscan redimir su oscuro pasado y de paso salvan el mundo (Waylander El Asesino, de David Gemmell; o Drizzt Do´Urden, el drow o Elfo Oscuro renegado, de la saga homónima de R. A. Salvatore), además de los viejos argumentos de siempre, pero actualizados y vistos con nuevos ojos.

En este libro incluimos cuatro relatos de fantasía heroica:

El que abre el libro, “El final de Rusko El Rojo”, del antologador y muy publicado autor capitalino del fantástico y ciencia ficción Yoss, es una reflexión sobre lo que ocurre con los héroes... después de su momento álgido; cuando van envejeciendo. Una historia crepuscular y nostálgica, de tensión creciente... y con un final inesperado.

“La herencia del primero”, del matancero Raúl Piad, es una breve pero intensa historia, con el interés extra de no desarrollarse en una Europa mítica, sino mucho más cerca, en el Anáhuac, la Centroamérica maya: en una cultura extremadamente agresiva, un guerrero debe vencer a todos los demás aspirantes para recibir los mágicos diseños de poder, la herencia del Primero... y para ello resulta imprescindible la maestría de un tatuador no combatiente que ha encontrado una astuta manera de sobrevivir sin pelear a cada instante.

Por su parte, en el tercer relato, “La herencia de Freergh”, primer texto que publica la holguinera y descendiente de jamaiquinos Gretchen Kerr Aderson, disfrutaremos de un claro homenaje al más clásico de todos los autores de la corriente: R. E. Howard, y su inmortal personaje de Conan. Lhövat, el protagonista de la escritora cubana, es también un joven y musculoso bárbaro montañés, un valhölo que, sin más compañía que su espada y su fiel hipogrifo, recorre distintas ciudades de una tierra exótica y misteriosa. Aquí llega a Tantala, donde, tras una casi tópica pelea de taberna, se verá involucrado en el robo de una valiosa joya sagrada y los enredos y tejemanejes de un corrupto gobernante y un sacerdote todavía más venal.

Cerramos esta primera categoría con un cuarto y breve, pero excelente cuento de otro habanero, Ya-Go. Incluso más que el texto de Gretchen Kerr, “Sombras” podría perfectamente clasificarse dentro del subgénero de Fantasía de Ladrones. La historia es sencilla, pero traviesa y cautivadora: una joven y ambiciosa ladrona intenta robar a una leyenda del gremio, para demostrarle su talento y que la tome como aprendiz. Al principio la jugada parece haberle salido a la perfección y su maestro acepta llevarla consigo en el delicado robo del atributo de nada menos que la peligrosísima diosa de las brujas... pero, durante la fechoría, la novata descubrirá que no siempre las cosas son lo que parecen.

Y, si cuando terminas de leer los cuentos que hemos reunido en esta antología te quedas con gana de más, a continuación te proponemos una pequeña lista de obras relevantes de Fantasía Heroica que seguramente te interesarán.

1.Conan de Robert E. Howard... y algunos más. Este norteño y bárbaro cimerio, de ojos azules, negra melena, hercúlea musculatura y pocas palabras, que tras ser mercenario, soldado, saqueador, pirata, ladrón, asesino, guardaespaldas, general y mil cosas más, llega a ser monarca de Aquilonia, el más poderoso reino del mítico mundo Hyborio, es sin dudas el héroe por antonomasia de esta modalidad, hasta el punto de haberse convertido en todo un arquetipo... del que, por ejemplo, se burla Terry Pratchett en Mundodisco, con su claramente paródico Cohn, un bárbaro de 87 años, tuerto y con dolores de espalda, pero aún durísimo. Además de una novela y 18 relatos salidos de la pluma de Howard, muchos otros autores han escrito historias de Conan, hasta llegar a unos 14 volúmenes. No te lo puedes perder, ¡es como la Biblia del subgénero! Y bastante más compleja que el filme del 2012 con Jason Momoa y los dos de los 80 con Arnold Schwarzenegger, aunque todos contribuyeran a revitalizar la clásica figura del Bárbaro de Bronce.

2.Fafhrd y el Ratonero Gris de Fritz Leiber. Las entretenidas peripecias del dúo de aventureros más famoso del género, en la mítica ciudad de Lankhmar (inspiradora, entre otras urbes insignes, de la que sirve de escenario a las antologías de Mundo de ladrones y de Ankh Morpork en el Mundodisco de Terry Pratchett). Varios libros, todos con títulos que comienzan con “Espadas”: Espadas y demonios, Espadas contra la niebla, etcétera. Referente insoslayable del subgénero.

3.Elric de Melniboné de Michael Moorcock. Historias del príncipe hechicero albino, melancólico amo de la espada succionadora de almas Hacedora de Tormentas, en ocho volúmenes que abarcan todas las aventuras del emperador albino.

4.Jirel de Joiry de Catherine L. Moore. Una de las primeras heroínas del género, dejando aparte a la Red Sonja de Howard. Aventuras de una castellana viuda y de armas tomar (y usar bien) que no necesita de protector masculino alguno para defender su feudo ante príncipes, magos y ladrones que codician su dominio... y su cuerpo.

5.Mundo de ladrones de Robert Lynn Asprin. Solamente están traducidos al español el primero y el segundo volumen de esta serie de antologías sobre una ciudad sin ley, llena de rateros y de asesinos. Pero, como mundo compartido, resulta ejemplar. Además, podremos encontrar relatos de los mejores autores de fantasía de las décadas de los setenta y ochenta.

6.Codex Alera de Jim Butcher. De este autor norteamericano, más conocido por su ciclo de fantasía urbana del mago Harry Dresden, es también esta serie de novelas sobre un mundo fantástico con un worldbuilding muy interesante.

7.Kane de Karl Edward Wagner. Una serie de novelas y relatos sobre un ser (¿humano?) que vive, principalmente, en una especie de bárbara era premedieval, aunque ya rica en historia y tradiciones. Su origen no está claro, pero ha sido maldecido con la vida eterna (un par de historias están ambientadas en el presente, donde funge como traficante de drogas y editor), y ocasionalmente declara que su padre fue un tal Adán y su madrastra, Eva... ¿se trata quizás de Caín (en inglés, Kane suena muy similar), hijo de Lilith? Alto, robusto, de pelo rojo y ojos azules, Kane, a diferencia de Conan, no tiene reparos en usar la hechicería, además de la espada y los puños. Más sombrío y amoral que el héroe de Howard (quien, por cierto, también escribió un ciclo sobre las aventuras de un espadachín puritano de carácter similar: Solomon Kane), su figura tiene algo de los tintes trágicos y grandilocuentes del clásico villano gótico del siglo diecinueve.

8.Ciclo Drenai de David Gemmell. Las aventuras de Waylander el Asesino y de Drus el Hachero, en 11 novelas (sólo siete traducidas al español, hasta ahora) llenas de sabor épico, sangre, extraordinarias descripciones de batallas y personajes inolvidables, situadas en el universo de este nombre.

9.El regreso de Nevèrÿon (Return of Nevèrÿon) de Samuel R. Delany. El gran autor de ciencia ficción nos ofrece aquí una serie llena de sus mejores virtudes como narrador: poesía e inventiva a raudales, esta vez en un ambiente fantástico tremendamente original, que por momentos recuerda clásicos medievales como el ciclo artúrico de Chrétien de Troyes. Y, además, con una visión muy personal de cómo la sexualidad viene determinada por la base económica y cultural de la primitiva sociedad pretecnológica en la que ubica sus historias.

10.El martillo y la espada (The Hammer and the Blade) de Paul S. Kemp. Ambientada en el popular universo compartido de Reinos olvidados (Forgotten Realms, una especie de expansión de la Dragonlance, y compatible con el sistema de juego de rol Dungeons & Dragons), esta es la primera de una trilogía dedicada a las andanzas de otro dúo de infatigables aventureros: el humano Egil y el enano Nix. Los otros dos títulos son A discourse on Steel y A conversation in Blood.

Yoss (seudónimo de José Miguel Sánchez Gómez)

(La Habana, 1969)

Licenciado en Biología por la UH, 1991. Del 2007 al 2016 fue cantante del grupo de rock Tenaz. Aficionado a la espeleología y a las artes marciales. Cinturón negro en judo y karate.

Narrador, ensayista, divulgador científico y antologador. Miembro de la UNEAC desde 1994. Alumno del Primer Curso de Técnicas Narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (1998-1999). Ha impartido cursos de narrativa en Chile, Inglaterra, Andorra, España, Italia y Cuba. Es considerado actualmente una de las voces más renovadoras e importantes de la ciencia ficción en lengua hispana.

Entre sus premios literarios más destacados se cuentan, en Cuba: Juventud Técnica (1987), David (1988), Revolución y Cultura (1993), Pinos Nuevos (1995), Aquelarre (2001), Calendario (2004) y La Edad de Oro (2011 y 2016). En el extranjero: Universidad Carlos III (España, 2003), UPC (España, 2010), Julia Verlanger (Suiza, 2012) y finalista en el Philip K. Dick (EUA, 2016). Sus textos han aparecido en decenas de revistas y de antologías cubanas y extranjeras. Ha recopilado una decena de antologías, principalmente de ciencia ficción. Cuenta con más de 50 títulos publicados, en Cuba y en el extranjero, y textos suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, alemán, neerlandés, japonés, ruso, búlgaro, polaco, chino, gallego y bengalí.

EL FINAL DE RUSKO EL ROJO

A los secuaces de Conan y otros paladines:

héroes anónimos…

o al menos ¿anonimizados?

de la fantasía heroica

EL INVIERNO SE ACERCABA Y LAS NOCHES YA ERAN FREScas. Afuera llovía a cántaros.

Inkra y yo estábamos cenando... bueno, en realidad ya habíamos terminado; con los platos y fuentes de fina porcelana vacíos sobre nuestra buena mesa de roble, sólo gozábamos del perfecto momento de paz, secos y tibios bajo el techo de nuestro hogar, compartiendo un traguito de Águila Negra, sin prisa, los dos solos, antes de irnos a dormir.

Pege ya llevaba un rato en su cama; había caído como un leño, aunque trabajo que nos costó. Es sorprendente la guerra que puede dar un niño de siete años antes de rendirse.

Entonces, tocaron a la puerta.

Soy un hombre simple: ni mago ni vidente. El futuro ha sido siempre un enigma para mí. Pero, desde que sentí aquellos tres golpes, fuertes, seguros, supe que sólo podía ser él.

Aunque hubieran pasado 12 años desde que nos separamos.

—¿Aghoom? —susurró mi esposa, derramando el contenido de su copa al ponerse de pie, asustada, cuando escuchó el inesperado sonido—. ¿Quién puede ser, a estas horas? ¿Despierto a la sirvienta?

—Sí ... y corran las dos al cuarto de Pege, Inkra, por si la criatura se despierta... Luego, espera allí a que te llame… si te llamo. Atenderé yo mismo —le dije, tratando de que la zozobra no vibrase en mi voz y de que la copa de cristal de roca tallado y llena a medias de tibio sorke no temblara en mi mano.

Águila Negra es la marca más cara del destilado, importada de Stuvia; habría sido un crimen desperdiciar una sola gota. Tener dinero suficiente no es lo mismo que ser un despilfarrador.

Cuando mi preciosa pasó junto a mí, deslicé una caricia por su elástica espalda, apenas velada por su fina blusa de seda.

—Te quiero, ¿sabes? —le susurré, tan incapaz como siempre de decir ciertas cosas en alta voz.

Cosas como que estar junto a ella era la mitad de mi vida, y que mi existencia misma no tendría sentido sin ella y sin nuestro pequeño. Que conocerla y tenerlos han sido los mejores regalos que pudieron dispensarme los dioses... y otras tonterías de bardos por el estilo. Pero aterradora, incómodamente cercanas a la verdad.

Algunas mujeres envejecen mejor que otras: incluso a punto de cumplir los 40, la mía hace volver la vista a más de un jovencito, cuando pasa. Y sospecho que muchos más lo harían si no estuviese casada conmigo; aunque haya engordado y perdido un poco de pelo, a mis 52 sigo siendo un hombre grande, de imponente presencia... y mi nombre también ha llegado a significar algo en el valle.

Los tres golpes se repitieron y mi vista voló hacia el hacha apoyada junto al montón de leña, frente a la chimenea. No había empuñado una en años, pero, si no estuviese tan seguro de la identidad del visitante, tal vez la habría aferrado; incluso en el tranquilo Gromhir, una visita a tales horas, ¡en invierno y bajo la lluvia!, no suele presagiar nada bueno.

Pero recibir a Rusko el Rojo con un hacha de leñador en mano sería como entrar en la guarida de una sierpe de tres cabezas blandiendo un tenedor: una forma rápida y dolorosa de suicidarse.

—¡Aghoom, sé qué estás ahí! Soy yo... ábreme, ¡me estoy helando aquí afuera! —la voz, aquella voz que tan bien recordaba, se escuchó grave y sonora a través de la gruesa tabla de la puerta, pese a su clara intención de ser susurro. El Rojo pudo haber sido un gran cantante... si la sangre no lo hubiese llamado con tanta fuerza, y desde muy joven.

—Ya voy, ya voy —gruñí, disfrutando miserablemente del imaginármelo empapado e incómodo bajo las frías cataratas del cielo. Era lo mínimo que se merecía por aparecerse sin avisar, así, tras tanto tiempo...

Y por muchas otras cosas.

Antes de poner la mano en el picaporte, me pasé la otra por la frente; de mi una vez espesa y negra cabellera ya apenas si me quedan unos escasos rizos, en constante retroceso. Pero jamás he usado peluca, pese a la insistencia de Inkra. No soy un hombre vanidoso, y nunca me consideré atractivo. A mi modo de ver, el pelo perdido en la cabeza lo compenso con la frondosa barba que me he dejado.

Abrí la puerta, con un suspiro de resignación.

Efectivamente, era Rusko. No había cambiado mucho, en más de una década: todavía alto y pesadamente musculoso, pero a la vez con algo de felina fluidez en todos sus movimientos.

Mido más de seis pies. Soy alto y corpulento como pocos hombres, pero nunca le llevé al Rojo más que media cabeza y unas pocas libras. Bueno, unas cuantas más, ahora que he engordado. Él fue siempre incluso más ancho de hombros que yo, más estrecho de cintura... y lo sigue siendo.

A algunos hombres el tiempo los trata con inexplicable condescendencia. A otros, nos cobra cara la felicidad.

Si en algún momento tuve la esperanza de que mi jefe hubiera cambiado, volviéndose peregrino o vendedor ambulante, una simple ojeada me convenció de que seguía siendo el mismo de siempre.