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Miguel Ángel Villar Pinto

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Beschreibung

¡Bestseller en 30 países! ¡Miles de ejemplares vendidos!

«Ideal para el Día de la Amistad».
«Un ejemplo de literatura infantil española contemporánea al servicio del Lejano Oeste americano», La expansión y revisión de un mito. El Oeste norteamericano en la literatura española, David Río (Editorial Iberoamericana Vervuert).

● Considerado por la crítica especializada como una de las mejores obras del Oeste americano y novelas ligeras.
● Recomendado por UNAL (Universidad Nacional de Colombia) y Better Read (Australia).
● Utilizado en la enseñanza de español por sistemas educativos americanos.
● Incluido en bibliotecas de Canadá, Colombia y Estados Unidos.

OPINIONES DE LOS LECTORES:
«Es el libro con el que más me he reído en mi vida».
«De ser niños a ser adultos. Entrañable».
«Un gran libro con un profundo mensaje».
«Totalmente recomendable a cualquier edad».

Cabeza Nublada y Pies Ligeros han de realizar una proeza para ganar sus primeras plumas y convertirse en guerreros síonox: deberán alcanzar la Montaña Negra y regresar, atravesando el bosque y las Grandes Llanuras, recorridas por Manitú a lomos del viento. Solo así podrán resolver el misterio que atenaza la vida de su tribu.

TÍTULOS DE LA SERIE LIBROS INFANTILES (a partir de 8 años):
1. La maldición del castillo desencantado
2. Cabeza Nublada y Pies Ligeros
3. Este circo es un desastre
4. El mono Aurelio viaja a Marte
5. Narsú y el collar mágico

OTRAS SERIES INFANTILES (a partir de 8 años):
Las preguntas de Nair (serie Las preguntas de Nair)
Kundali: La ciudad perdida (serie Aventura)

AUTOR

Miguel Ángel Villar Pinto (España, 1977) es escritor de literatura infantil y juvenil, narrativa y ensayo. Con millones de lectores en todo el mundo, sus obras han sido bestsellers internacionales, utilizadas por diversas instituciones como lectura obligatoria en la enseñanza, citadas en diccionarios como referencias literarias e incluidas en el patrimonio cultural europeo e iberoamericano.

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CABEZA NUBLADA

Y PIES LIGEROS

Miguel Ángel Villar Pinto

© Texto: Miguel Ángel Villar Pinto

© De esta edición: Miguel Ángel Villar Pinto

Segunda edición: Independently Published, 2019

Primera edición: Independently Published, 2018

Más información: villarpinto.com

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de su titular, salvo excepción prevista en la ley.»

ÍNDICE

 

1 La tribu de los síonox 

2 El ritual 

3 La cacería 

4 Competición de ronquidos 

5 Indios arborícolas 

6 La inundación 

7 Estampida 

8 La Montaña Negra 

9 El verdadero valor 

 

1

La tribu de los síonox

Hubo un tiempo en el que las Grandes Llanuras eran recorridas por Manitú a lomos del viento. El inmenso mar de las infinitas hierbas verdes ondulaba a su paso mientras los ríos azules brillaban ante los cálidos rayos del sol, en un paraíso de vida que mucho después de esta época recibiría el nombre de América.

Pero por aquel entonces, antes de la llegada del «hombre blanco», estas tierras estaban habitadas por varias tribus de piel roja. Algunas de ellas serían muy famosas en el futuro: los apaches, los cheyennes, los mohicanos, los cherokees, los sioux… y también los síonox. Sí, tienen un nombre parecido al de aquellos otros, pero en realidad no son los mismos. Siguiendo la costumbre india de poner nombres a las cosas en función de lo que las caracteriza, a los síonox se les llamaba de esta forma por un particular modo de ser.

Como la mayor parte de las tribus de América del Norte, vivían en tiendas de forma cónica que montaban a lo largo de las Grandes Llanuras siguiendo las huellas de los bisontes, pero si algo los diferenciaba del resto era la poca afición que mostraban por la conversación. Cualquier pregunta o debate que no se pudiera zanjar con un simple «sí» o «no», suponía para ellos una gran molestia, y lo más probable es que, quien los planteara, se quedara sin respuesta.

Tanto es así que uno de sus más famosos jefes, Toro Cansado, había conseguido imponerse frente a los rivales en su elección planteando la votación de este modo:

—Quienes estéis de acuerdo con que yo sea el jefe, decid «sí». Y los que no, dad razones.

Decantarse por un «no» significaba hablar más que con un «sí», por lo que Toro Cansado fue nombrado jefe de la tribu por unanimidad. Como muy bien había previsto, nadie se opuso; así eran los síonox.

No obstante, en todo siempre hay excepciones, y en este caso lo eran los niños. Al contrario que sus padres, uno de sus pasatiempos preferidos era intercambiar palabras entre ellos: se llamaban unos a otros mientras correteaban de aquí para allá; jugaban a adivinanzas, a inventar nuevos nombres para todo lo que les rodeaba; se preocupaban de lo que les sucedía al resto y buscaban respuestas en los demás cuando algo que no entendían les llamaba la atención.

Sin embargo, había algunos asuntos para los que no encontraban explicación, y uno de ellos era la razón por la que los síonox, al convertirse en adultos, cambiaban tan repentinamente de comportamiento. Circulaban muchas teorías, pero nadie sabía el porqué. Era un misterio cuyo único medio para resolverlo era pasar la prueba de la Montaña Negra.

Y es que, según la tradición síonox, todos los niños debían ir hasta allí y regresar, atravesando el bosque y la pradera, para ganarse así sus primeras plumas y convertirse en guerreros de la tribu. Pero todos volvían cambiados, ninguno mostraba interés en hablar, con lo que era imposible saber la causa. ¿Estarían bajo el hechizo de un brujo?, ¿de un espíritu?, ¿de la propia montaña? Preguntas sin respuesta que todos los pequeños síonox se habían planteado alguna vez, como también hicieron Cabeza Nublada y Pies Ligeros en este día; su momento había llegado.

2

El ritual

 

 

 

Toda la tribu se había reunido en el centro del poblado alrededor de Cabeza Nublada y Pies Ligeros. Ataviados con pantalones de cuero y mocasines recién estrenados, debían esperar a que el hechicero, Cabra Loca, acabara de hablar con los espíritus de los antepasados y los invitara a pasar a su tipi para dar comienzo al ritual.

Tras largo rato, al fin surgió de la tienda una mano seguida de una espesa humareda. Era la señal que estaban esperando.

—Sale mucho humo —observó sin embargo Cabeza Nublada—. ¿Es normal?

Los guerreros de la tribu asintieron a la vez que les hacían gestos para que avanzaran.

—Vamos —dijo Pies Ligeros.

Cuando entraron, creyeron estar en medio de un incendio; no podía distinguirse nada en absoluto, y apenas se podía respirar. Ni siguiera habían visto al hechicero hasta que dio una bocanada a su pipa y, soltando más humo, habló:

—¡Cachorros síonox, repetid mis palabras! ¡Oh, Gran Espíritu Manitú, cuya voz oigo en el viento!, ¡¡óyeme!!