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Survival: Segunda Parte E-Book

Miguel Ángel Villar Pinto

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Beschreibung

¡Bestseller internacional con miles de seguidores en todo el mundo!

«No te pierdas esta saga de ciencia ficción. ¡Esto es SciFi de la buena!», Ebrolis.

● Recomendada por Ediciones B (México), UNAL (Universidad Nacional de Colombia), Preppers Links (España), Topp Books y Special Book (Estados Unidos) y Bokklubben (Noruega).
● Incluida en bibliotecas de Colombia y Estados Unidos.

OPINIONES DE LOS LECTORES:
«Grandiosa».
«Espectacular».
«Fascinante».
«Envolvente».
«Genial».

La humanidad se enfrenta a un futuro incierto, devastado por las llamas.

La muerte del 99% de la población mundial está siendo investigada, pero es todavía un misterio sin resolver. Los supervivientes intentan sobreponerse a la dura realidad. Sin embargo, no tardarán en darse cuenta de que «El Incidente» no es el único suceso inexplicable: algo más está ocurriendo.

SEGUNDA PARTE: LOCALIZACIONES Y PERSONAJES
Jerusalén: Moshé (rabino) y Ahmad (imán)
San Francisco: Cole (agente del FBI) y Ayana (joven)
A Coruña: César (arqueólogo), Marta (médica), Miguel (militar) y Paula (niña)
Islas Salomón: Rachel y Francis (biólogos), Cooper y Olivia (matrimonio), y Tuana (piloto)
Australia: Gobierno (Gillard, primer ministro; Kora, Servicio Público), ASIS (Gareth, director), equipo de investigación (Akira, Premio Nobel de Física)
Pearl Harbor: Ryan y Declan (militares)
Estación Espacial Internacional (ISS): Susan (astronauta)
Rub al-Jali: Amira (beduina)

TÍTULOS DE LA SERIE SURVIVAL:
1. Primera Parte
2. Segunda Parte
3. Tercera Parte
4. Cuarta Parte
5. Quinta Parte
6. Sexta Parte

TEMPORADAS:
1. Primera Temporada (Partes 1-6)

AUTOR

Miguel Ángel Villar Pinto (España, 1977) es escritor de literatura infantil y juvenil, narrativa y ensayo. Con millones de lectores en todo el mundo, sus obras han sido bestsellers internacionales, utilizadas por diversas instituciones como lectura obligatoria en la enseñanza, citadas en diccionarios como referencias literarias e incluidas en el patrimonio cultural europeo e iberoamericano.

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SURVIVAL

SEGUNDA PARTE

Miguel Ángel Villar Pinto

© Texto: Miguel Ángel Villar Pinto

© De esta edición: Miguel Ángel Villar Pinto

Segunda edición: Independently Published, 2019

Primera edición: Independently Published, 2018

Más información: survival.villarpinto.com

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de su titular, salvo excepción prevista en la ley.»

ÍNDICE

 

ANTERIORMENTE 

1 El Templo 

2 Herido 

3 Abente y Lago 

4 Bajo el mar 

5 Propuesta 

6 Pearl Harbour 

7 Dos cayados 

8 Regeneración 

9 Discusión 

10 Uepi Resort 

11 El refugio 

12 Decisiones 

13 Sombras 

14 Lluvia negra 

15 Rub al-Jali 

ANTERIORMENTE EN

SURVIVAL

«El 99% de la población mundial ha muerto de repente. Se ignoran las causas. Se impone la supervivencia».

En la Primera Parte de Survival se produce «El Incidente», un suceso cuyo origen y causa se desconoce pero que acaba con el 99% de la humanidad. En los primeros instantes, Susan Shepherd, comandante de la Estación Espacial Internacional, queda sola y aislada en el espacio. En la Tierra, otras personas en diferentes puntos del planeta intentan encajar la dura realidad que están viviendo.

1

El Templo

Por primera vez en mucho tiempo, en el Monte del Templo de Jerusalén, se oía una plegaria judía. No estaba permitido; aquel lugar era también sagrado para los musulmanes, y solo ellos podían rezar en sus santuarios, todavía vigentes, como la mezquita de Al-Aqsa y la Cúpula de la Roca. El Templo de Salomón había sido destruido hacía más de dos mil años por las legiones romanas y, por eso, lo más cerca que cualquier hebreo había estado de orar en el antaño su templo, era el Muro de las Lamentaciones, el único vestigio que quedaba de él.

Pero este día era diferente, todo había cambiado; nadie podía impedir que el anciano rabino Moshé Levy clamara a Dios ansiando respuesta allí donde antiguamente lo habían hecho sus antepasados. Había dedicado su vida a la búsqueda de los tzadikim nistarim, los treinta y seis justos sobre los cuales se sustenta la esperanza en cada generación: uno de ellos, algún día, se convertiría en el Mashíaj, quien traería al fin la paz y la salvación para la humanidad.

Aunque no se puede encontrar a quien no desea ser hallado, y menos aún, a quien ignora que se le está buscando. Según la tradición, los tzadikim nistarim no suelen ser conscientes de su condición, realizan actos de bondad tan solo por hacer del mundo un lugar mejor y no para obtener reconocimiento público, por lo que acostumbran a pasar desapercibidos. Aparentan ser personas normales, ellos mismos generalmente piensan que lo son, de ahí la dificultad y también la actual incomprensión del rabino Moshé Levy: después de tantos años, creía haber reconocido a uno de ellos y, sin embargo, en vez de reafirmarse la expectativa en la era mesiánica, Jerusalén quedaba inánime ante sus ojos.

Había acudido a socorrer a quienes cayeron desplomados a su alrededor, pero sus cuerpos yacían sin vida. Corrió hacia su barrio, comprobando también allí la inclemencia de la muerte. Llamó, buscó y gritó, pero solo su voz y sus pasos eran los que se oían. «¿Por qué?», lanzó la pregunta desgarrada al cielo. De poco sirvió repetirla. Tal vez, si había de obtener contestación, sería en el único sitio donde, hasta entonces, jamás podría haberla recibido. Y allí estaba ahora, en el Monte del Templo, aguardando a que Dios le hablara, cuando una mano se posó en su hombro. Era el imán Ahmad Abbas, de la mezquita de Al-Aqsa.

—Quizá, si rezamos juntos, nos escuche —le dijo.

2

Herido

Ayana Brown entró en su casa de nuevo y acomodó en el sofá al agente del FBI herido. Sangraba, y mucho. No sabía qué hacer, no tenía conocimientos médicos, pero estaba segura de que, si no contenían la hemorragia, moriría. Se apresuró a buscar vendas y volvió rápidamente junto a él para rodear con ellas su costado.

—Voy a llamar a emergencias —le dijo—. Por cierto, me llamo Ayana.

—Yo Liam, Liam Cole.

Tras aplicarle el vendaje, Ayana intentó contactar con los servicios de urgencias. Probó también con algunos hospitales. Se alejó de Cole para seguir marcando sin preocuparlo, pero este intuyó lo que ocurría:

—Si no responden, seguramente haya sucedido lo mismo que aquí...

Hizo ademán de incorporarse. Ayana lo detuvo.

—No te muevas. Si no contestan, te llevaré a San Francisco. Allí será más probable encontrar a alguien.

También Cole había pensado en ello: en la ciudad se encontraban las oficinas de la división del FBI a la que pertenecía. Pero...

—Va a ser difícil; las carreteras estarán cortadas.

—Mis padres tienen un yate atracado aquí cerca —le indicó—, y sé pilotarlo. Si hace falta ir, iremos.

—¿Ellos están...? —No sabía cómo preguntarlo. Ayana se dio cuenta y miró para una de las habitaciones.

—Es verdad, tenían... Todavía no... estaban ahí, hace poco, y...

—Lo siento, solo pensé que, tal vez...

Ayana negó con tristeza, pero nada podía hacer por ellos.

—Espérame aquí. Ahora vuelvo.

—Ten cuidado —le advirtió Cole—. Lleva la pistola; uno de ellos consiguió escapar. Si te cruzas con él, dispara.

Ayana le había dicho a Cole que el yate estaba cerca. Pero había sido una respuesta automática, sin haber realizado el cálculo de la distancia real. En condiciones normales, yendo en coche, llegaría al Club Náutico de Paradise Cay en quince minutos. Pero andando, y más en estas circunstancias, en dos o tres horas. No tenía tanto tiempo.

Mientras seguía esperando que alguien descolgara el teléfono, avanzaba por la calle pensando en alguna alternativa, en estado de alerta por si volvía a encontrarse con aquel hombre. Cuando llegó a la altura de la casa de un amigo de sus padres, recordó que este tenía un pequeño embarcadero y, en él, una lancha motora. Se apresuró a comprobar que, en efecto, allí estaba, y volvió a por Cole.

3

Abente y Lago

La doctora Marta García había examinado al hombre que se había desmayado en la entrada de Abente y Lago. Tenía contusiones, magulladuras y un corte en la frente que había suturado, pero lo más preocupante era que permanecía inconsciente, muy probablemente por una conmoción. Era un milagro que siguiera vivo; las antiguas murallas de la ciudad habían protegido a la mayor parte del hospital de la explosión del avión, pero en su caso, tan próximo y expuesto como parecía haber estado de la zona de impacto, las probabilidades de sobrevivir eran muy bajas, casi inexistentes.

—Ark kum... —le escuchó pronunciar de nuevo. Balbuceaba esas palabras con cierta frecuencia, entre otras que no lograba dilucidar. Al principio, le parecieron sonidos ininteligibles, pero estas en concreto las llegó a identificar; eran las que más repetía. Ignoraba su significado, si es que lo tenían. Le ponían los pelos de punta.

—¿También va a morir? —preguntó Paula.

La doctora miró para la niña. Era la única que había encontrado con vida en el edificio, junto a sus padres fallecidos en la segunda planta, en la sala de espera de consultas. «Lo siento, pequeña. Ojalá pudiera decirte que esperaras fuera, pero allí aún estarías peor... Por desgracia, tendrás que acostumbrarte a ver y oír muchas cosas que no correspondería a tu edad».

—No si podemos evitarlo —le contestó—. Me ayudarás, ¿verdad? —La niña asintió y ella le sonrió—. Tengo que ir a buscar algo. Si se despierta, dile que estaré de vuelta en un momento. No tardaré mucho, ¿de acuerdo?

No le gustaba la idea de dejarla sola, pero debía hacerlo. «Vamos a tener que abandonar Coruña, y cuanto antes». Con esa intención, fue a por medicamentos, instrumental y provisiones mientras esperaba que el teniente del cuartel de Santo Domingo regresara, tal y como les había dicho. «La ciudad ha caído, y no podemos sucumbir también con ella».