Calígula - Cayo Suetonio Tranquilo - E-Book

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Cayo Suetonio Tranquilo

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Beschreibung

Suetonio es sin duda el cronista más directo y entretenido de la literatura latina. Suetonio (c. 70 – después de 126) es el biógrafo por antonomasia de la literatura latina. Originario del norte de África, hizo carrera en la administración imperial de Roma con cargos de gran responsabilidad bajo los reinados de Trajano y Adriano. Esto le dio un acceso privilegiado a los archivos privados de los emperadores, una fuente de información valiosísima que le permitió enriquecer su obra centrada en los doce primeros césares: de Julio César a Domiciano. Como todas las biografías escritas por Suetonio, la de Calígula se centra no tanto en asuntos públicos que no afectaban personalmente al emperador, sino en su trayectoria vital enriquecida con detalles y noticias sobre sus costumbres y su conducta. El resultado es el retrato más vívido y truculento de uno de los gobernantes más infames que tuvo Roma. Calígula es famoso por ser uno de los emperadores más depravados que ha existido y esta biografía es una de las grandes fuentes de su reinado. La colección Textos Clásicos reúne obras maestras de la Antigüedad en ediciones asequibles, con todo el rigor y la calidad de Gredos.

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Volumen original: Biblioteca Clásica Gredos, 168.

Asesor de la colección: Luis Unceta Gómez.

© del prólogo: Sara Palermo, 2024.

© de la traducción y las notas: Rosa M.ª Agudo Cubas.

© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S.L.U., 2024.

Avda. Diagonal, 189 – 08018 Barcelona

www.rbalibros.com

Primera edición en esta colección: marzo de 2024.

RBA•GREDOS

REF.: GEBO673

ISBN:978-84-2499-879-0

EL TALLER DEL LLIBRE• REALIZACIÓN DE LA VERSIÓN DIGITAL

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito

del editor cualquier forma de reproducción, distribución,

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Todos los derechos reservados.

PRÓLOGO por SARA PALERMO

AÑO 18 N. E., CAMINO A ANTIOQUÍA

Un niño corre por un campamento romano que los soldados acaban de levantar. Son las tropas de Germánico, el gran general que había vengado la derrota romana en el bosque de Teutoburgo (año 9 n. e.). Lejos de ser un comandante cualquiera, Germánico es el favorito como heredero al trono de su tío adoptivo, Tiberio, que le acaba de enviar a Oriente con el objetivo de reconducir la situación en Armenia y Capadocia. «¡Calígula!», grita una voz desde el interior de la tienda más grande. El pequeño, de unos seis o siete años, se paraliza. Es un soldado en miniatura, con su armadura hecha a medida y con esas pequeñas sandalias de cuero, esas caligae, típicas de los soldados romanos y por culpa de las cuales le han puesto un apodo que no le gusta. Cubierto de barro, se dirige hacia la voz severa que le acaba de llamar, moviéndose con destreza en un campamento que siempre es diferente, pero siempre igual. «¡Voy, padre!», contesta. Y luego murmura: «No me llamo Calígula. Soy Gayo».

No sabe, el pequeño, que unos meses más tarde tendrá que sepultar a su padre, el gran Germánico; que más tarde se verá envuelto en las intrigas de palacio; ni que será emperador de la potente Roma. Un buen emperador, pero también un monstruo. El loco que nombrará cónsul a su caballo, que cometerá incesto con sus hermanas. El emperador que será recordado justamente con aquel apodo que tanto odiaba: Calígula, «el sandalita».

A este personaje en dos dimensiones, una positiva y otra perversa, dedica Suetonio una de sus biografías porque, le guste o no, en su recopilación de vidas de los emperadores tendrá que dedicar algunas palabras también a aquellos que más se alejan de sus ideas. Así, entre anécdotas más o menos escabrosas, datos en apariencia seguros y contrastados, y propaganda política, nos describe a una figura enigmática y compleja, que pasará a la historia como un gobernador despiadado, insensato y lujurioso.

Pero ¿quién era Calígula? Y, antes, ¿quién era Suetonio? Revisemos brevemente las (pocas) informaciones que se conservan sobre la vida de este biógrafo y algunas de las características principales de sus obras, para luego entrar de lleno en su descripción de Calígula, el príncipe y el monstruo, y detenernos, finalmente, en la potencia descriptiva de este emperador en el imaginario contemporáneo occidental sobre lo que pudo ser la Roma imperial.

I.VIDA DE GAYO SUETONIO TRANQUILO

Aunque parezca paradójico, se sabe muy poco de la vida de un autor que cultivó el género de la biografía. Los detalles biográficos de Suetonio, de hecho, son escasos y deducibles bien de algunas referencias internas en sus escritos, bien de la correspondencia privada que mantuvo con su gran amigo y protector Plinio el Joven.

Gayo Suetonio Tranquilo nació en torno al año 70 de nuestra era. Era originario de una familia de rango ecuestre, una de las clases sociales más reconocidas en Roma, a la que solían pertenecer los procuradores que se dedicaban a la administración de las finanzas, los prefectos de la Guardia Pretoriana —la guardia personal del emperador—, pero también varios cargos militares. Es probable que la familia de Suetonio procediera de la ciudad de Ostia, el puerto de la antigua Roma, en la costa del Tirreno. Allí ejercerá, más tarde, el cargo religioso de pontífice de Vulcano (pontifex Vulcani).

Ya en Roma, aún muy joven, pudo dedicarse, en un primer momento, al ejercicio del derecho, para luego emprender una carrera de corte más administrativo, en el ámbito de la burocracia imperial, gracias también al apoyo de Plinio el Joven y de Gayo Septicio Claro, prefecto del pretorio bajo el gobierno de Adriano.

Tras un período de servicio militar, del que no se tiene seguridad en su caso, pero que solía dar comienzo a la carrera pública en el rango ecuestre, Suetonio ocupó los cargos de director de los archivos imperiales (procuratora studiis), supervisor de las bibliotecas públicas de Roma(procuratora bibliothecis) y encargado de la correspondencia oficial del emperador(procuratorab epistulis). Este último fue el encargo que más prestigio le proporcionó, ya que le permitía formar parte del grupo más estrecho de colaboradores del emperador, el consejo del príncipe (consilium principis). Es posible suponer que fueron justamente estas funciones las que le garantizaron el acceso a una cantidad de materiales documentales apabullante para su época, que se reflejaron en buena medida en sus escritos.

Suetonio se encargó de la correspondencia del emperador en torno al año 121-122, cuando el emperador Adriano lo destituyó, junto con otros, con la razón formal de haber mostrado excesiva familiaridad con su esposa, la emperatriz Sabina; un hecho que, en realidad, escondería otras motivaciones para alejar del poder a gente non grata. Después de perder su cargo en la corte, se vuelve mucho más difícil seguir los derroteros de Suetonio: algunos fechan su muerte en el año 126, cuando otra persona le sucedió como pontífice de Vulcano en Ostia —un cargo vitalicio—; otros retrasan esa fecha más de una década, hasta el año 140.

II.LA OBRA DE SUETONIO

La obra de Suetonio tuvo que ser amplia y variada, como transmiten las fuentes indirectas; el léxico bizantino Suda, por ejemplo, recoge los títulos en griego de todas las obras que se le atribuyeron. El listado se extiende cuando se le añaden los datos recogidos también por los gramáticos Servio y Prisciano en el siglo IV, así como por Isidoro de Sevilla (siglos IV-V). Se trataba, por lo general, de muchas obras de características muy distintas; se supone, de hecho, que Suetonio, además de las colecciones de biografías históricas, escribió textos de carácter literario y gramatical, pero también de ciencias naturales, tratados de arqueología o sobre las instituciones. Denominador común de todos estos escritos sería una gran erudición, resultado de los intereses personales del autor y de su acceso (casi) ilimitado a los archivos más ricos de Roma.

A pesar de las noticias sobre la existencia de muchas obras, de todos estos textos se conservan tan solo fragmentos. Las únicas excepciones, que se nos han trasmitido casi en su totalidad, son las dos colecciones de vidas: Sobre los hombres ilustres (De uiris illustribus) y Vidas de los doce Césares (De uita Caesarum).

2.1.Sobre los hombres ilustres (De uiris illustribus)

Sobre los hombres ilustresse adscribe a un estilo de monografías biográficas que había sido cultivado casi un siglo antes que Suetonio por Cornelio Nepote (100-25 a. n. e.), quien había escrito una obra homónima de la que hoy en día se conserva tan solo una sección muy pequeña. La colección de Suetonio pudo organizarse en cinco categorías de personajes ilustres, todos procedentes del ámbito romano: los poetas, los oradores, los historiadores, los filósofos y, por último, en una sola sección, los rétores y los gramáticos. Es esta, de hecho, la única sección que se ha conservado, mutilada en su parte final (De grammaticis et rhetoribus).

Si bien en un estado muy fragmentario, lo que se conserva de este texto permite acercarnos a una idea de conjunto de lo que tuvo que ser la estructura de la obra, paralela en los distintos apartados: cada sección tenía que contar con un índice, seguido por una introducción al género literario cultivado (poesía, oratoria, historiografía...) y, a continuación, por los perfiles biográficos de los maestros más ilustres de cada área, esbozados de manera bastante escueta. De las otras secciones de la obra, se conservan tan solo algunas vidas, la gran mayoría consideradas espurias y no atribuibles a Suetonio. Con todo, estas vidas han llegado hasta la contemporaneidad porque, en algún momento de la transmisión textual, fueron utilizadas para encabezar manuscritos de autores diversos. Por ejemplo, una buena parte de los estudios considera de autoría suetoniana la vida del comediógrafo Terencio (185-159 a.n.e), que se ubicó antes del comentario a sus comedias de Elio Donato, gramático del siglo IV. Asimismo, suelen considerarse auténticas las vidas de Horacio y de Lucano.

El erudito cristiano Jerónimo (340-420), doctor de la Iglesia que vertió la Biblia en latín, debió de conocer bien el texto de Suetonio. Cuando se propuso traducir (y ampliar) el Chronicon (o Libro de los tiempos) de Eusebio de Cesarea (263-339) —un verdadero compendio de historia universal—, es probable que echara mano de la obra de Suetonio. En tiempos de Jerónimo, hacia finales del siglo IV, sus vidas debían de gozar de muy buena circulación. Por esta razón, no es descabellado pensar que Jerónimo se sirviera de ellas para añadir nuevos detalles a la obra de Eusebio.

2.2.Vidas de los doce Césares (De uita Caesarum)

De mayor envergadura que la antología de biografías anterior esla otra gran obra de Suetonio que hemos conservado: Vidas de los doce Césares (De uita Caesarum libri VIII). Esta obra presenta en orden cronológico las biografías de Julio César, Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Galba, Otón, Vitelio, Tito y Domiciano. El texto ha llegado casi completo hasta nuestros días; tan solo se nos ha perdido el principio de la vida de César, hasta el momento en que cumple dieciséis años. Se cree que la obra tenía que ir precedida por una dedicatoria, hoy perdida, a Septicio Claro, comandante de la guardia personal del emperador (prefecto del pretorio), además de gran amigo y protector de Suetonio. Es más, en esta introducción el autor podría haber explicado las razones que le habrían llevado a la composición de las vidas, así como el método utilizado para ello.

Con estos relatos descriptivos, el biógrafo intenta dar a conocer en sus múltiples facetas como personajes públicos a los césares. Con esta palabra se designó, desde Augusto, a los sucesores en el poder de Roma, ya que el término emperador(imperator)se les atribuyó más tarde. Con este objetivo, Suetonio no solo recoge con esmero los datos relativos a sus facetas públicas —que, claramente, representan el leitmotiv de las biografías—, sino que dedica gran atención también a sus relaciones familiares, los acontecimientos religiosos, o sus temperamentos, lo que le permite establecer una íntima relación entre un determinado talante y su desarrollo en el gobierno. Para ello, opta por describir las vidas de estas figuras por categorías, tomando en consideración aspectos diferentes de sus personalidades a través del relato de algunos hechos significativos y sin prestar necesariamente atención a la ordenación cronológica de los mismos. El propio autor aclara este procedimiento en un fragmento de la vida de Augusto (Augusto 9, 1), donde explica la alternancia entre algunos datos (la mayoría) presentados por categorías, por tipologías (per species), frente a otros que se caracterizan por una disposición más bien cronológica (per tempora).

En líneas generales, para cada césar Suetonio ofrece noticias sobre su familia —destacando a los antepasados más importantes—, su nacimiento, su educación y recorrido personal por los distintos cargos públicos que ocuparon y, finalmente, los acontecimientos que llevaron a su subida al poder. Todos estos datos suelen presentar una organización del material de manera más bien cronológica (per tempora), facilitada por la tipología del contenido. A ello, sin embargo, sigue siempre una parte descriptiva, generalmente más amplia que la anterior, dedicada a la personalidad del personaje en cuestión y a las características de su gobierno, esta vez sí por categorías específicas (per species), como la familia, las relaciones con el Senado, con el pueblo, etc., sin prestar atención a la cronología. Esta estructura no se cumple necesariamente a rajatabla en todas las biografías, sino que, como es de suponer, se ajusta a los materiales disponibles para cada emperador y, sobre todo, al juicio de conjunto que Suetonio quiere expresar sobre cada uno de ellos.

Con una amplificación de lo que son los rasgos propios del género autobiográfico, en sus descripciones suelen abundar las anécdotas divertidas y algo íntimas, algunos comentarios mordaces o, incluso, la recopilación de frases célebres, como la famosa «la suerte está echada» (alea iacta est) de Julio César al cruzar el Rubicón o «¡qué gran artista muere conmigo!» (qualis artifex pereo),pronunciada por Nerón en su lecho de muerte. De la misma manera, también la abundancia de los relatos sobre acontecimientos maravillosos y casi novelescos responde a las características propias de la biografía histórica a la que se ajusta la escritura de Suetonio, que está en consonancia también con los intereses de su época.

El gusto propio de Suetonio, sin embargo, aparece en algunos detalles que desvelan sus intereses personales, sus conocimientos eruditos, así como su experiencia directa en bibliotecas y archivos imperiales. Merece la pena recordar, al respecto, por ejemplo, el detalle con el que describe la reforma del calendario romano introducida por César (Julio César 40), de la que explica los motivos —que comparte— y el detalle de la puesta en funcionamiento del nuevo cómputo. No es casualidad, de hecho, que el propio Suetonio escribiera una obra, hoy perdida, dedicada al calendario romano, pero de la que quedan noticias en fuentes indirectas.

La vida de Calígula, como las del resto de los césares, no destaca especialmente en cuanto a estilo literario en el panorama artístico latino. La escritura de Suetonio es sobria y concisa, muy correcta y medida, pero también monótona y sin ninguna concesión a los tonos más sentimentales, sino más bien seca y fría. Algo que no sorprende si se tiene en cuenta que, como se ha mencionado, Suetonio fue más un erudito que un artista. Aun así, no pudo alejarse del todo de la moda del momento, cuando el gusto por los estilismos helenísticos, por ejemplo, llevaba a una abundancia —extrema para los estándares romanos— de los participios verbales.

El gusto por una escritura «a la griega», además, nos permite reflexionar sobre el significado de una obra como la de Suetonio en el contexto del género historiográfico en Roma. Cicerón, en palabras de Ático, reflexionaba sobre la forma de escribir historia en la Urbe, frente a la misma práctica en Grecia, y llegaba a la conclusión de que, a pesar de cualquier esfuerzo, «la historia no existe en nuestra literatura» (Sobre las leyes 1, 5).

Aun así, entre los antecedentes más propiamente romanos de este tipo de textos pueden enumerarse las actas oficiales de los pontífices, que registraban los acontecimientos más relevantes del año (días fastos y nefastos, cónsules elegidos, sacrificios más destacados), junto con los textos de los primeros analistas que, como indica el propio término, recogían los hechos más importantes (especialmente los militares) año a año. Bajo esta perspectiva pueden leerse las obras de los primeros autores de Anales, como Ennio y Nevio (ambos en los siglos III-II a. n. e.), pero también, siglos más tarde, la más compleja creación de Tácito (55-120), también titulada Anales, que se servía de la misma estructura.