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El autor en este su primer libro busca retratar la cultura del correntino, con especial hincapié en el paisaje y su contenido, tratando que la lectura sea fácil y rápida y sobre todo intenta que sus cuentos tengan un relato y golpe final.Tampoco deja escapar aquellas cosas adquiridas en Buenos Aires como un modo de demostrar que estas dos culturas pueden juntarse y dar vida a hechos que también hacen historia. Juan Ramón Viana nació en Paso de los Libres, Corrientes, allí realizó sus estudios de primaria y secundaria, se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires donde se radicó definitivamente, pero nunca dejó de volver y de seguir buceando en sus orígenes, en su pueblo, en su provincia y en la historia de su gente, de allí saca sus cartas, sus historias y sus cuentos, los que son alimentados por hermanos, tíos, amigos y compañeros.
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Seitenzahl: 128
Veröffentlichungsjahr: 2018
juanramón viana
CARTAS, HISTORIAS
y otros cuentos
Editorial Autores de Argentina
Viana, Juan Ramón
Cartas, historias y otros cuentos / Juan Ramón Viana. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2018.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-987-761-308-7
1. Cuentos. 2. Cuentos Populares. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail:[email protected]
Diseño de portada: JustoEcheverría
Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini
Queda hecho el depósito que establece laLEY 11.723
Impreso en Argentina –Printed in Argentina
A todos esos personajes de Corrientes y Buenos Aires a quienes dedico este pequeño y sentido homenaje, porque ellos fueron la savia de este árbol que hoy da su fruto..
A todos lo que me alentaron a escribir de verdad y corazón muchas gracias.
Prólogo
Lo primero que llegó a mi fueron las Cartas a Susana, a Rabito y luego otras. Sentí que estaban escritas por un profundo y sensible conocedor de la vida. Habla de amor de familia, y entrelaza sus historias y protagonistas con una intuitiva comprensión de la condición humana, volcando con tal fuerza esos sentimientos que, cuando las leemos, como en Cumple Teresita, hacen subir la emoción a los ojos.
Luego fueron las leyendas de su Corrientes natal, donde despliega con realismo y magia, todo su simbolismo de misterio y romance. El autor cuenta bellamente esa tradición con la naturalidad narrativa de quien compartió los territorios y los climas donde ellas nacieron.
El mismo preciosismo descriptivo está presente en sus otros escritos, cuando va delineando con detalle y color local, la naturaleza, los ambientes y los personajes, para instalarnos en los paisajes y escenarios, donde desplegará los atrapantes relatos. Unos imprevistos y hasta misteriosos como El partido de Fútbol, El joven de traje o El Boliche... Otros como El grito de la sangre, uno de mis favoritos, con las íntimas vivencias de un jovencito, dentro de una historia de familia y amistad, compuesto por una serie de relatos con múltiples personajes y escenarios.
El autor se confiesa fanático de la pesca y del fútbol, pero nos sorprende cuando despliega su capacidad de narrar arrobado el cándido romance, en Amor en el Miriñay o muestra sin pudores ni prejuicios la amorosa poética de Pensando en vos. Sin duda son todas narraciones apasionadas por la vida y los sentires
Meterse en estas páginas es entrar a una aventura donde nos conduce el autor, con mano segura y corazón potente y sensible. Escrito con estilo propio, nos lleva ágil por territorios donde rinde homenaje a sus pagos, a su Paso de los Libres, nos regala palabras y modismos guaraníes, nos pasea por sus paisajes natales y comparte las experiencias, de quien ha tenido que migrar por ciudades y acumulado ricas vivencias.
Gracias al autor por compartir esta singular creación, exquisita en su propuesta, a la que invita a través de estas páginas, que nos conmueven y enriquecen.
Liliana Yennaccaro
EL BOLICHE QUE NUNCASE ENCONTRÓ
El jueves 18 de diciembre de 1980 es una fecha que para siempre quedará grabada en mi memoria.
Aquel día, la hora no la recuerdo, el profesor de Historia del Derecho me daba la mano y me decía: –“Felicitaciones, Doctor usted ya es abogado”.
Ese jueves recuerdo, inmediatamente con Héctor, Juan Francisco, colega con el que hemos trabajado mucho juntos, Pablo y Horacio, que tenían que seguir estudiando porque yo era el primero de ese pequeño grupo que se recibía, fuimos a tomar una cerveza en un bar de la Recoleta cerca de la facultad, una forma sencilla de festejar, la gran reunión la haríamos el sábado.
El viernes me recibieron en la oficina de la vieja y querida Obras Sanitarias de la Nación donde yo trabajaba, con empanadas y una hermosa lapicera Parker de regalo, y escondido un poco de vino para brindar.
El sábado nos juntamos los estudiantes en el departamento que compartíamos con otros 2 estudiantes, Rubén, el patagónico afincado en Neuquén, y el flaco de Monte Caseros, Corrientes, todos de la hermosa UBADERECHO.
Ese día, según el recuento realizado a dedo y por un asistente de todo el evento, desde las 20.00 hasta las 2 o 3 de la mañana pasaron 73 compañeros de Facultad, cada uno trajo lo suyo, pizzas, empanadas, vino, cerveza, gaseosas, guitarras, no debemos olvidar que todos éramos estudiantes y por ello lo que más escaseaba eran las monedas en los bolsillos, allí estaban tucumanos, correntinos, santafesinos, neuquinos, mendocinos, formoseños y tampoco faltaban los locales, porteños o del Gran Buenos Aires como Hugo, Mónica, Marisa, Sandra, Félix, Alicia, Santiago y muchos otros, porque también había algo que destacó a nuestra Facultad el ser un crisol de provincianos, de aquellos que veníamos con nuestros sueños a parar a pensiones en avenida de Mayo, en la calle Chile o Pueyrredón, lo importante era que estuvieran cerca de las facultades.
Esa noche tuvo una final que jamás pude olvidar y siempre prometí contar.
Cerca de las 3 de la mañana y en plena época de exámenes se fueron todos, había un amigo Víctor Boero, con quien después tuve el orgullo de abrir mi primer bufete, él era un estudiante que venía bastante más atrás que yo en la carrera y que ya no tenía más exámenes, entonces me propuso ir a tomar algo a una whiskería.
Yo pensé... esto nunca lo había hecho, y ahora que me recibí qué mejor manera de terminar mi festejo, allá fuimos, yo por entonces vivía en Cabildo pegado a la iglesia de la Santísima Trinidad, en un 4to. piso, bajamos, tomamos un taxi y Víctor le indicó al chofer hasta Medrano al 500.
Llegamos a un lugar con unas 10 mesas y una barra, iluminación media, en una especie de pequeño escenario un negro tocaba el saxo y un hombre de pelo muy cano lo acompañaba desde un piano, el jazz invadía el ambiente, las mesas estaban todas ocupadas, así que nos sentamos en la barra, tal como era lo pactado pedimos whisky. Víctor se acercó a una de las meseras, estuvieron charlando algo, ella lo anotó en un papel y partió hacia atrás, al rato el pianista que resultó que no era el acompañante, sino la figura del local, giró el taburete, se puso de cara al público y les contó que esa noche un “amigo” estaba festejando su título, que ese amigo era correntino, pero de la frontera con el Brasil y que por lo tanto le dedicaba un samba y arrancó con la música, qué hermoso era escuchar y ver a esos trasnochadores todos cantando y batiendo palmas, mi corazón quería salirse de mi pecho y galopaba, henchido de orgullo, luego volvió al jazz y a algún que otro tema romántico, los parroquianos se fueron marchando, la mesera se acercó a nosotros, me saludó, me felicitó y me dijo que ella era misionera, que también estaba estudiando y que trabajaba para pagar sus estudios.
Cuando salimos era de día, nos dimos un abrazo, esa misma noche yo volvía para mi Paso de los Libres. La fiesta en mi pueblo será otra historia que alguna vez les contaré.
Pero lo que acá importa es que a mediados de enero de 1981 regresé a Buenos Aires, Víctor se había ido de vacaciones a la playa con sus padres, quería volver a la whiskería, pero me dije que sin él no sería lo mismo, cuando regresó empezamos a armar los planes para abrir el estudio, pasaron los meses, llegado el invierno le reclamo que me lleve, me dice que vaya solo o eso creo.
Un viernes de una noche fría me tomé el colectivo 140, bajé en Córdoba y Medrano, caminé las cuadras hasta el 500; de la vereda que yo estaba seguro que era el boliche, no había nada, caminé por la vereda de enfrente y nada, pregunté a la gente qué pasaba, en esa época uno podía acercarse a los transeúntes y no generaba miedo de robo, nadie conocía el lugar, llegué hasta una pizzería en Rivadavia y nadie lo conocía, nadie sabía que hubiese existido un boliche, así.
Cuando el lunes lo vi a Víctor, le conté y me dijo quizás... y no me dijo más nada.
Hoy casi 40 años después me pregunto, ¿habrá existido el boliche?, ¿habrá existido el pianista? ¿habremos cantado el samba? ¿O simplemente fue un hermoso sueño de la fantasía por dejar de ser estudiante y convertirme en profesional...?
LA LEYENDA DEL MAINUMBY (PICAFLOREN GUARANÍ)
Cuenta la leyenda que cuando llegó el español a la tierra de los guaraníes, si bien los indígenas tenían sus propios dioses de los que Tupá era el mayor porque era quien tenía poder sobre los hombres, los animales y las plantas, aceptaron también al Dios de los hombres de blanco, dorado y rojo, así mezclaron las religiones haciendo de ambas una sola.
Había en una tribu donde el cacique era querido y respetado por todos, su nombre sintetizaba lo que era él ILAJAPORA de buen carácter, a todos escuchaba y para cada problema de la indiada tenía una solución, sabía dónde había que embarcar para la pesca, dónde encontrar las mejores piezas en la caza y todos lo respetaban, cuando se casó con AMA que tenía el pelo largo y que caía sobre su espalda y por eso la llamaban LLUVIASUAVE vinieron a la fiesta desde los 4 puntos cardinales, ya que Ilaja Porá había trascendido y no solo era querido por sus guaraníes, sino también por las otras etnias que habitaban en la zona. No pasó mucho tiempo para que Amá quedara embarazada y acordaron que si era hembra el nombre lo pondría Ilaja Porá y que si era macho Amá, rompiendo la tradición guaraní que los nombres siempre los elegía el padre, esto porque Ilaja además de amar a su mujer notaba cómo ella se encargaba de enseñar a los gurises que aprendieran a contar, que memoricen los cuentos de los Abá y las mil leyendas del pueblo y cuando su vientre empezó a crecer daban gracias al Dios del cielo delante de los españoles y al Dios Sol cuando estos se iban.
Cuando pasaron las 9 jasy (lunas) nació una hermosa niña, era una noche de luna llena, entonces Ilaja Porá la llevó al monte y la ofreció a los dioses y allí decidió llamarla ÑASAINDYPE, luz de luna.
Ñasaindypé fue una síntesis de ambos padres, simpática, inteligente, inquieta y muy bella, pronto aprendió el arte del nado en el río, trepar a los árboles, contar leyendas, rezar a los dioses y se destacaba entre todos los niños.
Era muy común verla corriendo entre los pajonales, tomando flores de irupé de la laguna, escondiéndose en el monte para tomar frutos de la selva, o trepar a los paraísos y hasta a las araucarias, siempre volvía con una campanilla montada en su oreja o con una corona de de rosas rastreras en el pelo. Sorprendía el brillo de su piel morena, suave y tersa como hoja de camalote.
Cuando llegó a la adolescencia sus ojos negros rasgados eran más oscuros que la noche sin jasy ni mbija (estrellas), sus cejas más pobladas que el monte de sarandí y espinillo, sus piernas más largas, finas y delicadas que las del ciervo de los pantanos y sus manos parecían las alas de la cigüeña con las que podía jugar en el arroyo junto a las garzas moras y rosas, las que no le temían como si leyeran ese corazón virginal, sobre todo en esas tardes donde iba a pescar pese a que esa era una tarea de los hombres, pero ella decía que si algún día tenía un hijo varón debía poder enseñarle todas las artes.
Dio a suerte que conoció a un joven de una tribu vecina GUYRAGUAZU, pájaro grande, cuyo nombre venía que desde muy pequeño le gustaba treparse a los árboles y desde lo más alto otear el horizonte para avisar a los cazadores por donde andaba el capivara (carpincho) o cualquiera de los animales que se cazaban para alimentarse y de los que se podía sacar el cuero para hacer excelentes ropas o adornos como el ñandú o el yacaré, el gato montés, la mulita o la vizcacha.
También era capaz de hundirse en las aguas del río o de la laguna y con ojos muy abiertos cazar peces que eran alegría de grandes y chicos, así era común verlo volver cargando sobre su espalda mandubé, tarariras, bogas, patíes, dorados y solía buscar ayuda para bajar del bote grandes surubíes que daban de comer a muchos y de los que las mujeres sacaban aceite para las comidas o para mantener el fuego en el invierno.
Se encontraron nadando en el río y pronto se enamoraron y desde entonces todos los días de las tres estaciones donde podían ir al agua se veían, mientras esperaban que Guyrá Guazú llegara a la edad para poder pedirla en matrimonio.
En uno de esos días Guyrá Guazú estaba junto al río, había dejado la canoa con el remo dentro, pero Ñasaindype no llegaba, nervioso y temiendo que le hubiera ocurrido algo, decidió acercarse a la tribu, escuchaba cómo Ñasaindypé discutía con su padre y un español, este último la había pedido en matrimonio y como Ilaja Porá no la había prometido aún a nadie pensaba que podía darla, Luz de Luna no quería, su padre le decía que él ya había dado su palabra, Pájaro Grande saltó al medio y le dijo a todos que Ñasaindypé y él estaban enamorados, y que no permitiría nunca que se casara y menos con un blanco que él había visto matar a otros indios.
El español totalmente despechado sacó un pistolón y dijo que si no era de él no sería de nadie y le disparó directamente al corazón y salió huyendo hacia la selva.
Luz de Luna se cayó doblada, extendió sus largas manos hacia su amado y la sangre fue formando un charco en el patio. Ilaja Porá cayó de rodillas llorando profundamente por su egoísmo de pensar que era lo mejor para su pueblo aliarse con el hombre blanco. Guyrá Guazú se culpó de la muerte de Ñasaindype y desesperado salió corriendo y como cuando niño se trepó al primer árbol grande que encontró, quería llegar al cielo para que lo protegiese, en su desesperación vio cómo en una de las ramas lo esperaba Tupá, este lo tomó suavemente en su brazos y le dijo que como el amor de ambos era puro como el rocío de la mañana, firme como el quebracho del monte y dulce como la miel, convirtió a Ñasaindypé en una hermosa flor y a él lo convertiría en un hermoso y suave pájaro, que brillaría al sol para que ella lo viera, inmediatamente lo convirtió en Maynumby al que nosotros conocemos como PICAFLOR y que desde entonces va de flor en flor, dando a cada una largos y suaves besos, buscando los labios de su amada para cumplir el rito del amor. Así nació en estas hermosas tierras esa ave verde azulada y brillante que es la única capaz de volar hacia atrás o de mantenerse en el mismo lugar mientras busca la dulzura del amor.
Ahhh, me olvidaba, cuenta la leyenda que el español, cuando iba a su campamento, fue atacado por un Yaguareté y nunca se supo qué le pasó, solo que jamás llegó.