Claveles Rojos, Carmen - Daniel Janoher de Vargas - E-Book

Claveles Rojos, Carmen E-Book

Daniel Janoher de Vargas

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Beschreibung

El 28 de septiembre de 1940 nacía Carmen Jiménez Vargas en el barrio madrileño de Tetuán de las Victorias. En una apasionante trayectoria de vida, trabajó como modelo de pintores y escultores, bailaora, presentadora y, sobre todo, poetisa flamenca. El autor rescata, desde la propia voz de su abuela, una de las muchas historias apartadas e invisibilizadas entre mujeres y familias gitanas a lo largo de la historia. Carmen es una resistencia gitana, es alegría, es arte, es cultura. Un pedazo de la historia de España y del Madrid del siglo XX.

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Primera edición digital: abril 2021 Campaña de crowdfunding: equipo de Libros.com Imagen de la cubierta: Primera actuación de Carmen con dieciséis años, tablao Villa Rosa de Madrid, 1956. Maquetación: Álvaro López Corrección: Lucía Triviño

Versión digital realizada por Libros.com

© 2021 Daniel Janoher Jiménez © 2021 Libros.com

[email protected]

ISBN digital: 978-84-18527-66-1

Daniel Janoher Jiménez, «Dany de Vargas»

Claveles rojos, Carmen

Índice

 

Portada

Créditos

Título y autor

Prólogo

Capítulo I. Origen. Los Pililis

Capítulo II. Tetuán y la calle Pensamiento

Capítulo III. Carmen Vargas. Musa y poetisa gitana

Pintura

Escultura

Artes Escénicas

Poesías

Glosario

Mecenas

Contraportada

Prólogo

 

Es abril y llueve, como es costumbre en esta época. Aún refresca. Las gotas corren una tras otra a través del cristal y a lo lejos se difuminan dos de las cuatro torres imponentes que vigilan ahora la ciudad de Madrid. Han pasado casi ochenta años desde que mi abuela nació; aquí, en el mismo barrio desde donde escribo estas líneas, Tetuán de las Victorias, que poco tenía que ver con lo que es ahora.

Huele a café de puchero. Mi abuela mira a la nada a través del cristal. Lleva una blusa negra con lunares blancos, el pelo recogido en lo alto junto a una flor azul y dos pendientes largos y rojos de cristal, tipo coral, que le traje de mi anterior viaje a Marruecos.

—¡Parece que escampa ya, hijo! —exclama— ¡Vamos a abrir, que entre un poquito de aire y se vaya to lo malo!

Huele a tierra y acera mojada, se oyen gritos de niños a lo lejos, dos mujeres hablando en árabe, los pájaros pían y mientras, abajo en la calle y desde un coche, suena de fondo Na es eterno, de Camarón. Mientras la miro, pienso: «No, na es eterno». Por eso, quizás, los libros son esa fuente de inspiración para conservar un poco más de aquello que, aunque no queramos, algún día dejará de ser eterno.

Aquí os dejo mi legado, mi inspiración, mi arte, mi cuna y casta, mi lucha, la razón del ser yo, mi sentío y mi sino: mi agüela Carmen. Mi canastera, la que parió a mi madre; y mi madre, quien me parió a mí. Con eso, ya tengo bastante.

Capítulo I

Origen. Los Pililis

Esta historia no podría comenzar sin los dos principales protagonistas en la vida de mi abuela, sus padres: el abuelo Pili y la abuela Felipa.

La abuela Felipa nació en 1910, en Gavá, apenas a veinticinco kilómetros de Barcelona. Era hija de gitanos emigrantes de Sevilla; su madre se llamaba Antonia Flores Patrac y su padre Juan Vargas Amaya. Juan murió muy joven a causa de una enfermedad. De Antonia decían que era tan guapa que tuvo que huir de Sevilla porque todos los gitanos, tras fallecer su marido, querían comprometerse con ella. De luto y embarazada llegó a Gavá, donde nació su primera hija, Felipa Vargas Flores.

Algunos años después se trasladaron al Somorrostro, donde tenían parientes. Allí, entre mucha familia, Felipa se crio con una todavía jovencísima Carmen Amaya, que poco le quedaría para pasar a ser la Capitana del flamenco. Carmen era hija de José Amaya, el Chino, tocaor de guitarra y, además, tío carnal de su padre; lo que las hacía primas, junto con la bailaora la Chunga. Muchos años después, Antonia se casó con un gitano catalán, con el cual tuvo a su segunda hija, la tía Raneta, la única hermana de la abuela Felipa.

El abuelo Pili, Pedro Jiménez Borja, nació en el año 1908, en el barrio de Chamberí de Madrid. Era hijo de Carmen Borja Cerrebuela, natural de Burgos, y de Diego Jiménez Silva, natural de Valladolid. De chico, el abuelo Pili era limpiabotas, y cantaba por las calles madrileñas mientras limpiaba los zapatos de los señores. Un día, mientras le limpiaba las botas a un hombre, este resultó ser Bobby Deglané, periodista y locutor de radio, quien le propuso presentarse a un concurso de cante flamenco en el actualmente desaparecido teatro Fontalba, en plena Gran Vía de Madrid. Se llevó el primer premio, lo que le permitió comenzar a actuar en los grandes tablaos de Madrid. Su fama comenzó a dispararse tanto dentro como fuera del país.

Pedro Jiménez Borja junto a su mujer, Felipa Vargas Flores.

Estando en Nueva York, Antonio el Bailarín se negó a pagarle mil pesetas la noche por actuación en el teatro. Era tan sumamente gitano que, con una mano delante y otra detrás, se fue de allí y estuvo vendiendo cortes de trajes durante un tiempo. Con lo que sacaba, volvía al teatro para ver el espectáculo en primera fila. Antonio se pasmaba de verlo sentado todas las noches, seguramente preguntándose de dónde sacaría dinero para mantenerse solo; además en Nueva York, un país extranjero, y sin hablar el idioma. Al final, Antonio le dio las mil pesetas y el abuelo Pili volvió a cantar en el teatro. Y es que una cosa así, tan atrevida, no puede ser sino acción y supervivencia gitana.

Felipa con veinte años y su primera hija, Consuelo Jiménez Vargas, 1930.

Pedro Jiménez Borja, el Pili, se inició en el antiguo colmao madrileño Villa Rosa. En 1947 actuó en el Circo Price de Madrid, con la Niña de la Puebla, el Cojo de Huelva y Guerrita. En 1948, junto con el Manco de Jerez, ganó el primer premio de un concurso de cante organizado en el Teatro Monumental madrileño. Perteneció al ballet de Pilar López, donde debutó en 1946 y con quien realizaba giras por España, América, Francia y demás lugares del extranjero. También trabajó en la compañía de Rosario y Antonio. Estuvo una temporada ligado al cuadro de Vicente Escudero, con quien actuó en 1960 en el Teatro La Comedia de Madrid, junto a Jarrito, Jacinto Almadén, Pepe de la Matrona, Pericón de Cádiz, Juan Varea, Rafael Romero y Manolo Vargas. En 1961 formó parte del cuadro del tablao madrileño El Arco de Cuchilleros, pasando ese mismo año a El Corral de la Morería, donde permaneció unos años como cantaor de María Albaicín y, más tarde, de Lucero Tena. Entre sus últimas actuaciones, hay que reseñar su participación, en 1967, en el grupo de María Rosa.

Realizó grabaciones en Francia con Juan Varea, Rafael Romero, Pepe de la Matrona y Sabicas, incluidas en la obra La historia del flamenco