Clientes para toda la vida - Dr. Camilo Cruz - E-Book

Clientes para toda la vida E-Book

Dr. Camilo Cruz

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Beschreibung

"Clientes para toda la vida" aparece en el mercado buscando ser un amigo incondicional, capaz de abrir tu mente y afianzar tu fascinante carrera en el área de las ventas. Busca guiarte hacia excelentes resultados pero sobre todo, te señala los pasos, modelos, hábitos, destrezas y más que te llevarán a conseguir, cautivar y mantener clientes satisfechos que confían en tu producto y en ti. ¿Quieres iniciarte como vendedor pero no sabes cómo? Lo sabrás conociéndote, explorando dentro de ti lo que tienes para ofrecer y recordándote a diario cómo vencer tus debilidades… - Alcanzaré mis metas, gracias a mi perseverancia y esfuerzo. - Mi determinación y dedicación me llevarán al éxito. - Superaré todos los obstáculos y desafíos para alcanzar mis objetivos. - Cada paso que doy me acerca a lo que busco. - Soy capaz de alcanzar lo que me propongo. - Mi confianza y mi trabajo constante me llevarán al éxito. - Aprenderé de mis errores y los aprovecharé para crecer personal y profesionalmente. - Mi éxito será el resultado de mi disciplina y esfuerzo. - Demostraré que nada es imposible cuando se tiene la motivación correcta. Y luego, aprenderás que si cada una de estas afirmaciones son convicción y propósito en tu diaria labor, tendrás la capacidad necesaria y propia de una persona confiada e idónea y que en tu caso, como vendedor, te permitirán ser 100% eficaz atendiendo a tus clientes como se merecen. En otras palabras tendrás claro que la venta no es tratar de convencer a las personas que tus productos o servicios son los mejores, sino que entenderás las necesidades y deseos de tus clientes y te preguntarás cómo tus productos o servicios pueden satisfacer sus necesidades. Tu enfoque centrado en el cliente y la capacidad de escucharlo, responder a sus preocupaciones, objeciones, inquietudes y preguntas, te llevarán a crear Clientes para toda la vida y ubicarte en el sitio que tú también mereces… ¡La cumbre del éxito!

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Clientes para toda la vida

Copyright 2023 - Taller del Éxito - Dr. Camilo Cruz

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida por ninguna forma o medio, incluyendo: fotocopiado, grabación o cualquier otro método electrónico o mecánico, sin la autorización previa por escrito del autor o editor, excepto en el caso de breves reseñas utilizadas en críticas literarias y en ciertos usos no comerciales dispuestos por la Ley de Derechos de Autor.

Publicado por:

Taller del Éxito, Inc.

1669 N.W. 144 Terrace, Suite 210

Sunrise, Florida 33323

Estados Unidos

www.tallerdelexito.com

Editorial dedicada a la difusión de libros y audiolibros de desarrollo y crecimiento personal, liderazgo y motivación.

Corrección de estilo: Miriam Cristy León Acosta

Diseño de cubierta y diagramación: María Karla Castellanos

Dirección de arte: Diego Cruz

ISBN: 9789580101345

Introducción

Todas las respuestas que buscas están en tu interior

Ni el caos ni los conflictos reinantes en el momento parecían molestar a los cientos de comerciantes, transeúntes y compradores que acudían a aquella pequeña población desde todos los rincones de la región, atraídos por la gran variedad de productos que llegaban allí, provenientes de los cuatro puntos cardinales. Como todos los fines de semana, era posible encontrar variedad de productos artesanales, mercaderías, géneros, curiosidades y efectos de dudosa utilidad, junto con el producto de las cosechas de la temporada, y por supuesto, la plaza de mercado se encontraba atiborrada con la gran cantidad de mercaderes, comerciantes y vendedores que se daban cita para ofrecer sus mercancías.

Como un característico día de mercado, se percibía el agitado ir y venir de la gente, la diversidad de atuendos y ropajes y el bullicio de la multitud, que daban al lugar un ambiente festivo del cual era difícil escapar, donde el aroma dulzón proveniente de la gran variedad de frutos, condimentos y especias se entremezclaba con el olor penetrante del ganado y las cabras, creando una atmósfera donde en ocasiones se dificultaba respirar.

Aun así, cada semana, José quien vivía no muy lejos del lugar, llegaba al mercado con su gran deseo de aprender; allí pasaba horas enteras observando la destreza y habilidad con que muchos de estos vendedores ofrecían sus productos. Más que cualquier otra cosa en el mundo, él soñaba con ser un gran vendedor y mantener sus clientes siempre fieles a sus productos y sus servicios; por eso, le atraía la independencia y autonomía con que trabajaban los comerciantes que veía. Era un deseo que albergaba en su corazón desde la niñez, cuando su padre llegó a ser uno de los mercaderes más famosos y respetados de la región. Desde aquel entonces había tomado la firme decisión de no conformarse con un trabajo mediocre, como tantos de sus amigos.

“Dentro de ti hay un gigante, capaz de alcanzar cualquier cosa que te propongas. Sin embargo, solo hasta que tú creas esta verdad sin ningún cuestionamiento, aceptes la inmensidad de tu ser y no dudes de tus capacidades, podrás ver este gigante en acción”. Lo anterior, era algo que su padre le había repetido una y otra vez desde pequeño.

José, a pesar de no estar totalmente seguro de poseer aquellas cualidades que su padre veía en él, sí estaba seguro que le deseaba lo mejor y que sus palabras solo buscaban animarlo. Por tal razón, semana tras semana, se paseaba por el mercado, admirando el arte y la destreza con que cada uno de estos vendedores ofrecía sus mercancías, respondía a las objeciones de sus clientes, negociaba sus precios, y al final de ese ir y venir cerraba un trato que parecía dejarlo satisfecho, tanto a él como a su cliente.

Aunque José no creía ser una de esas personas con tantas capacidades y habilidades, sí estaba dispuesto a aprender y estudiar el arte de las ventas para comenzar a crear su propia fortuna.

Lo que no imaginaba era que en aquel fin de semana, él encontraría lo que había estado buscando por tanto tiempo. Y el maestro encargado de enseñarle la gran lección no sería uno de los tantos vendedores que a diario observaba, sino un forastero, un hombre entrado en años, a quien no había visto antes. No era un mercader y no traía consigo ningún producto que ofrecer. Sin embargo, él sería el encargado de ayudarle al joven aspirante a vendedor a descubrir lo que su padre había intentado ayudarle a ver, pero que solo hasta ese momento José pudo reconocer.

Sí, como ya se había dicho, una fría noche, entrado ya el invierno, había llegado aquel anciano de apariencia apacible y un tanto misteriosa, y se había hospedado en una humilde posada en las afueras del pueblo. Cada semana se le veía caminar por entre los comerciantes y viajeros, saludando y hablando con todos con tal familiaridad que quien no fuese del pueblo juraría que debía ser una figura prominente y de mucha influencia en el lugar. José, quien creía reconocer muy bien a la gran mayoría de los habitantes de aquella pequeña población, estaba seguro de no haberlo visto antes.

Hacia el mediodía, el anciano se había ubicado bajo un gran árbol que se encontraba en la mitad de la plaza. Sus ramas cobijaban una buena parte de aquella explanada, por lo cual los comerciantes venían a resguardarse bajo su sombra de la inclemencia del sol.

De repente, el hombre se incorporó y habló en voz alta y firme, pero sin gritar, llamando la atención de quienes se encontraban a su alrededor para que se acercasen. Las personas que allí se encontraban presentes gravitaron hacia el anciano, quizás atraídas por su figura un tanto enigmática. No había nada extraño en su atuendo o su apariencia, pero se percibía en él una calma y serenidad que contrastaba con el desasosiego e intranquilidad que solía caracterizar a la mayoría de los comerciantes. Su voz era suave pero sonora, e inspiraba confianza. De alguna manera, no se le sentía como un extraño sino como alguien que siempre había sido parte de aquel lugar. El muchacho, quien estaba a unos pasos de él, trató de reconocerlo sin mayor éxito. Ciertamente no parecía ser uno de los muchos compradores que llegaban al pueblo temprano en la mañana y partían de nuevo ya entrada la noche o al día siguiente.

Usualmente, los vendedores ignoraban esta clase de llamados ya que era práctica común entre muchos de ellos, poner sus mercancías en algún lugar y luego tratar de llamar la atención de los demás hacía su puesto, gritando, cantando y haciendo cuanto fuera necesario.

Después de unos minutos se juntaron un par de decenas de personas a su alrededor, dispuestas a escuchar lo que el forastero tenía que decir. Como quien comparte con un grupo de amigos en la intimidad de su hogar, el hombre comenzó a hablar con tal familiaridad que los allí presentes dejaron de un lado lo que les ocupaba y se dispusieron a prestarle su total atención.

—“He tenido la buena fortuna de recorrer y visitar grandes ciudades en tierras desconocidas para la mayoría de ustedes; diversidad de parajes que asombran por su colorido y belleza, pequeños caseríos y pueblos como este, llenos de gran vitalidad y comercio.

Quiero comentarles que aunque son pueblos, caseríos o lugares diferentes, en todos ellos encuentro lo mismo. Personas que con frecuencia llegan al mercado con la esperanza de vender el fruto de sus cosechas, la leche o la carne que han producido sus hatos y rebaños, todos tratando de conseguir lo suficiente para subsistir, mantener a sus familias y quizás tener algo de sobra, que sea el comienzo de su pequeña fortuna personal. Y tan enfocados están en esa pequeña fortuna que desean construir para dejar de herencia a sus hijos, que no han visto la gran fortuna que se encuentra frente a ellos”.

—“Bueno, ve al grano y dinos qué estás vendiendo para poder continuar con nuestros quehaceres”, interrumpió abruptamente uno de los allí presentes.

—“No te apresures, por lo que quiero venderte no vas a tener que pagar un solo centavo”.

—“En tal caso, dame una docena y déjame continuar con mi trabajo a ver si puedo vender mi carga, para poder comprar algunas cosas y regresar al rancho a preparar la venta de la próxima semana”, respondió el hombre, en forma burlona.

—“Ese es precisamente el problema al cual me refería anteriormente. La gran mayoría de ustedes están concentrados solo en vender su pequeña carga y conseguir lo suficiente para producir otra pequeña carga que puedan vender a la semana siguiente. Y qué pasa, el tamaño de la carga nunca aumenta, el producto de las ventas tampoco aumenta, los años pasan, el cuerpo ya no responde igual que cuando éramos jóvenes y el trabajo es cada vez más arduo. ¿Quién de ustedes se ha sentido de esta manera alguna vez?”.

“¿Qué responderías si te dijera que el mejor vendedor del mundo quisiera trabajar para ti, vendiendo toda tu carga al mejor precio posible; está listo para ayudarte a duplicar la producción de tu tierra, y que está dispuesto a trabajar para ti absolutamente gratis?”

Nadie profirió palabra alguna, pero las miradas evasivas de los presentes y un silencio general que pareció durar una eternidad lo dijo todo. José escuchaba con mucha atención, presintiendo que quizás en las palabras de este hombre se encontraba la respuesta a muchos de sus interrogantes.

—“Diría que estás loco”, gritó un hombre, provocando risas y burlas entre los demás.

—“¡Ah! Pero esa persona existe. Es más, yo sé que si les dijera que la puedo traer a trabajar para ustedes mañana mismo, me pedirían que me asegurara que dicha persona cuenta con esta o aquella habilidad, ya que cada una de sus actividades demanda habilidades y destrezas especiales, ¿no es cierto?

De poco sirve un herrero en la cosecha del trigo, o un segador al momento de esquilar las ovejas. Cada labor requiere ciertas habilidades que no pueden ser improvisadas o ignoradas”.

—“Permíteme hacerte una pregunta”, repuso el anciano, dirigiendo su mirada hacia un hombre que se había sentado muy cerca de él, y quien parecía estar disfrutando de sus palabras: —“Si pudieras escoger las habilidades de esta persona, ¿qué destrezas quisieras que tuviera este individuo que va a trabajar gratis para ti por el resto de tu vida? Si pudieras dotarla de cualquier aptitud o habilidad, ¿qué capacidad quisieras que ella poseyese?”

—“Que sea hábil y astuto para los negocios”, respondió el hombre con convicción.

—“Muy bien”, dijo el anciano, y procedió a escribir estas cualidades en la tierra, con una rama seca que encontró a su lado.

—“Que sea honesto”, dijo otro.

—“¡Leal y fiel!”

—“¡Trabajador!”, repuso un pastor que se había detenido allí con su pequeño rebaño.

—“¡Entusiasta!”, gritó José ansioso de descubrir hacia dónde iba aquel hombre con todo esto.

—“¡Disciplinado!”

—“Constante”, repuso una mujer.

—“Bueno”, se aventuró a decir un niño que había llegado allí atraído por la gritería.

Y así, la gente continuó describiendo las cualidades de este supuesto trabajador inmejorable, inspirada por la pequeña conmoción que se había suscitado.

Perseverancia… gratitud… decisión... una tras otra continuaron surgiendo más y más cualidades hasta que poco a poco el furor pareció apagarse. Cuando la gente finalmente calló y no encontraron más atributos de los cuales dotar a aquel vendedor ideal, el anciano pidió a las personas que se reunieran alrededor de todo aquello que él había escrito en el suelo.

—“¿Lo ven? Aquí están todas las aptitudes, habilidades y destrezas que les gustaría ver en este vendedor ideal.

¿Cuántos quisieran verdaderamente tener a esta persona trabajando para ustedes?” Todos asintieron.

—“¿Cuántos creen que una persona con estas cualidades puede triunfar en cualquier trabajo que emprenda?” Nuevamente la aprobación fue general.

—“Es más”, preguntó el anciano: —“¿quiénes quisieran poder poseer estas aptitudes?” Esta vez, la aprobación fue aún mayor.

Entonces el anciano calló por un momento, recorrió con sus ojos las miradas expectantes de los mercaderes, mujeres y niños que esperaban ansiosamente la siguiente palabra. Y después, suavemente, como en un murmullo, dijo:

—“Ustedes ya poseen todas estas cualidades. Este vendedor ideal al cual me he referido ya existe en cada uno de ustedes”.

La muchedumbre pareció desconcertada ante aquella aseveración. Fue como si a pesar de lo que tal afirmación representaba, en lugar de ser recibida como una buena nueva, llena de esperanza, hubiese sido una mala noticia. Nadie supo qué responder hasta que, armado de todo el valor del mundo, José se atrevió a decir:

—“Si es cierto, como dices, que todos contamos con esas aptitudes, ¿por qué entonces, como bien observabas hace un momento, todos estamos apenas subsistiendo?”

—“Buena pregunta”, repuso el anciano, sonriendo, mientras se acercaba a José. —“El problema no es que ustedes no las tengan, sino que no las utilizan. Pero todos y cada uno, desde el más joven hasta el más viejo, ya poseen, en mayor o menor grado, cada una de estas cualidades”.

Este argumento siguió sin convencer a ninguno de los presentes. Por su parte, José, comenzaba a apreciar cómo algunas de las aseveraciones de este hombre empezaban a tener sentido.

Viendo la incertidumbre de la audiencia, el hombre se incorporó y con una actitud firme, como la de un padre a punto de enseñarle una lección de vida a un hijo, trazó con la rama seca que tenía en la mano un gran círculo alrededor de todas aquellas cualidades que había escrito en el suelo.

—“Les voy a probar que lo que estoy diciendo es verdad”, gritó para asegurarse que todo el mundo lo escuchara. —“Quiero leer cada una de estas cualidades que ustedes identificaron como los atributos del trabajador ideal. Recuerden que ustedes mismos han dicho que aquella persona que las posea podría triunfar en cualquier actividad.

Cuando lea cada una de ellas quiero que alguien de ustedes me detenga cuando mencione una que crea no poseer. Si considera que esa cualidad no está presente en su interior, así sea en menor grado, déjenmelo saber”.

Una por una, el anciano leyó más de veinte virtudes que la muchedumbre había identificado sin que nadie le detuviera mientras leía.

El hombre estaba en lo cierto. José sintió su cuerpo estremecerse ante lo que esto significaba. Mientras aquel extraño leía estas cualidades, él pudo ver que las poseía todas. Quizás hubiese querido tener algunas de ellas en mayor medida, pero el hecho era que las poseía, se encontraban dentro de él. Hasta ese momento había estado buscando el secreto del éxito en los actos y forma de ser de aquellos vendedores que secretamente consideraba maestros de su profesión. Sin embargo, nunca pensó buscarlo dentro de sí mismo.

Pero si estas cualidades en realidad se encontraban presentes en su interior, ¿qué lo detenía para utilizarlas?

¿Por qué no las sentía como propias? ¿Por qué razón no hacía uso de ellas para alcanzar sus metas y vivir la vida de abundancia y felicidad que deseaba?

Poco a poco la multitud se fue dispersando, unos absortos y pensativos, otros aún desconcertados y algunos indiferentes ante lo que habían escuchado.

Pero José que sí lo había escuchado, se acercó al anciano, cuando ya estaba por marcharse, dispuesto a compartir con él lo que sentía en su interior, lleno de preguntas e inquietudes. Pero antes que pudiese abrir la boca, el anciano le dijo: todas las respuestas que buscas están en tu interior.

—“Mi nombre es José”, respondió él. “Por largo tiempo he venido a esta plaza cada semana con la esperanza de...”

—“¿De aprender cómo ser un gran vendedor?”, repuso el anciano, como si hubiese leído su mente.

—“¿Cómo lo supo usted?”, respondió extrañado José. “¿Ha hablado usted con mi padre?”

—“José, a pesar de no haberte conocido antes, es fácil ver en tu cara que estás buscando con ansiedad a esa persona que acabo de describir. También puedo ver que por primera vez, hoy crees que ella puede encontrarse en tu interior. Porque lo cierto es que lo que has venido buscando en otras personas, ya se encuentra dentro de ti. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?

José asintió, aunque sin mucha convicción.

—“Déjame contarte una historia”, repuso el hombre.

Hace algún tiempo, en un reino, no muy lejos de estas comarcas, sucedió que un día la reina se quitó un hermoso collar que tenía puesto, para darse un baño. Con mucho cuidado lo dejó sobre la mesa, pero no advirtió que la ventana estaba abierta. Atraído por el resplandor de la hermosa joya, un cuervo entró en la habitación, tomó el collar y salió volando.

La historia cuenta que la torpe ave se lo llevó hasta un árbol donde intentó comérselo y cuando vio que no le gustaba, lo dejó en una rama.

Mientras tanto, la reina estaba desesperada. Su collar favorito había desaparecido. Cuando el rey volvió, la encontró llorando desconsolada.

Él le ofreció comprar un collar mejor, pero ella le respondió que ningún otro collar podría sustituir aquella joya. Quería su collar de vuelta y deseaba que el rey hiciese cuanto fuera para lograrlo. Así que el rey ofreció una recompensa a quien lo encontrara.

Algunos lo buscaron pero no pudieron hallarlo, así que el rey ofreció una recompensa mayor. Más gente se unió a la búsqueda, pero seguían sin localizarlo. Desesperado, el monarca anunció que daría la mitad de su reino a quien lo encontrara, y todo el mundo se puso en la tarea de buscarlo.

Cerca del palacio había un canal lleno de agua sucia, y bajo un árbol, alguien vio el reflejo del collar en el agua, así que se quitó la ropa y se tiró al canal. Cuando otros le vieron, sospecharon que había encontrado el collar e hicieron lo mismo, luchando por ser los primeros en localizarlo. Poco después, algunos guardias que pasaban por allí, vieron lo que ocurría y se les unieron. El jefe de la guardia del rey, que también pasaba por aquel lugar, hizo lo mismo, esperando ser él quien se hiciera con el collar. Pero nadie podía encontrarlo.

Todos veían que la imagen seguía allí, así que concluyeron que era solo un espejismo. Algunos, frustrados abandonaron la búsqueda y se marcharon. Otros continuaban sumergiéndose una y otra vez, y otros más decidieron sentarse en la orilla a esperar que algo sucediera.

Un hombre sabio que iba caminando por allí les preguntó:

—“¿Por qué saltan todos a esa agua sucia?”

—“Estamos buscando un collar que ha perdido la reina y por el cual el rey ha ofrecido una gran recompensa”.

—“¿Qué les hace pensar que está en el fondo de esas aguas malolientes?”

—“Podemos verlo desde fuera del agua pero debido a la suciedad del agua no podemos encontrarlo”.

El hombre rió al escuchar esto y les dijo:

—“Lo que están buscando no está en el agua, sino arriba, en el árbol. Lo que ven en el agua es solo un reflejo”.

—“¿Ves José?”, continuó el anciano, —“la mayoría de nosotros hacemos lo mismo. El éxito y la felicidad auténticos están dentro de nosotros, pero los buscamos fuera. Tratamos de encontrarlo en las aguas turbias de este mundo. Mucha gente se quita la ropa y salta al agua oscura con la esperanza de encontrar aquello que los haga exitosos y felices. Pero muy pocos se dan cuenta que aquello que con tanta ansiedad buscan, ya se encuentra dentro de ellos.

Tú buscas con impaciencia en el comportamiento de los demás comerciantes la clave que esperas te convierta en el mejor vendedor y más rico del mundo. Sin embargo, ese gran vendedor ya existe dentro de ti. Esas cualidades que tanto anhelas aprender de otros ya están en tu interior. Lo único que necesitas hacer es reconocerlas, reclamarlas y desarrollarlas.

Todas las cualidades que tú y las demás personas identificaron hace un momento existen en tu interior. Pude ver en tus ojos que el reconocimiento de esta verdad te sorprendió y te despertó a una nueva realidad.

Así que anda tranquilo, lo que tanto buscabas ya lo has encontrado. Comienza hoy mismo a comportarte como poseedor de dichas cualidades y verás cómo, poco a poco, la vida que tanto anhelas se va haciendo realidad”.

Camino a casa, ya entrada la tarde, José reflexionaba sobre la gran sabiduría que encerraban las palabras que había escuchado. Era como si aquel extraño le conociera y hubiese estado hablándole solo a él; como si hubiese podido leer su mente y percibir sus deseos más profundos, sus dudas, sus frustraciones…

A la mañana siguiente se despertó todavía pensando en las palabras de aquel anciano.

Al transcurrir el día, la respuesta a sus inquietudes comenzó a hacerse cada vez más clara. Si estas aptitudes ya residían dentro de sí, el primer paso debía ser aceptar la nueva realidad y comenzar a actuar de acuerdo con ella.

José comenzó a advertir cómo el solo hecho de saberse poseedor de estas cualidades había comenzado a destruir los temores y dudas que no le habían permitido actuar anteriormente.

Durante un par de horas, el joven recapacitó acerca de todo lo que debía aprender para convertirse en un gran vendedor. Decidido a descubrir el camino para lograrlo se dirigió a la posada donde había visto entrar al anciano la tarde anterior. Tenía muchas preguntas y estaba seguro que él tenía las respuestas.

Saludó al conserje y, sin perder tiempo, le preguntó dónde podía encontrar a aquel hombre.

—“Sé de quién me hablas”, respondió el hombre; —“sin embargo, él partió muy de mañana, y no podría decirte con seguridad en qué dirección se marchó”.

Desconcertado ante la noticia pensó en salir por alguno de los caminos principales con la esperanza de encontrarlo. —“¿Sabe usted cuál es su nombre, o de qué región provenía?”, preguntó con ansia.

—“No sé nada de él. Todo el tiempo que estuvo en el albergue, lo pasó solitario en el jardín, con la excepción de las cortas visitas que hizo al mercado.

José no podía ocultar su tristeza. Hubiese querido hablar con él, compartir sus metas, buscar claridad en cuanto a lo que quería lograr, pero había llegado demasiado tarde. Ahora se preguntaba si había algo que aún pudiese hacer…

Nada podía haberlo preparado para lo que ocurriría después.

Cuando se disponía a salir del albergue, el conserje le dijo: —“es posible que esté equivocado, pero creo que antes de marcharse, aquel anciano dejó algo para usted”.

—“¿Para mí?”, preguntó José con sorpresa. “Debes estar equivocado. No creo que él supiera que yo vendría esta mañana”.

—“Antes de salir”, prosiguió el tendero, —“el anciano me pidió que le entregara esto a la persona que viniera preguntando por él durante la mañana. Pronto será mediodía y nadie más ha venido inquiriendo por él”.

Extendiendo la mano el tendero entregó a José un pequeño cofre de madera.

Este lo tomó sin vacilar y partió hacia su casa apresuradamente. ¿Cómo sabía aquel hombre que él iría a buscarlo aquella mañana? ¿Qué contenía esta caja? Sin esperar a llegar, abrió rápidamente el pequeño cofre y en su interior descubrió un viejo pergamino con letras apenas legibles. Abriéndolo con cuidado, José pudo leer en la parte superior del manuscrito la siguiente inscripción: Diez recomendaciones para ser un excelente vendedor.

Su corazón latía precipitadamente. No podía creer lo que tenía en sus manos. Comenzó a leer con rapidez sin sospechar cómo estos escritos cambiarían su vida. Nunca se imaginó que en ellos encontraría los secretos que tantas mañanas vino a buscar en la plaza del mercado.

“Nunca más supe de aquel hombre. Sin embargo, las enseñanzas de ese día, y los principios que descubrí en aquellos pergaminos fueron el comienzo de una nueva vida para mí. Desde ese momento ya no fui la misma persona. De repente, tuve una gran claridad acerca de las fallas de mi pasado y de las grandes oportunidades que se encontraban frente a mí. Por primera vez tuve la certeza de poseer las aptitudes y destrezas necesarias para aprovechar todas las oportunidades que la vida pusiera en mi camino.

Después de aplicar cada uno de estos principios con disciplina y constancia logré alcanzar el éxito que siempre había anhelado. Ellos fueros la base para triunfar en todas las áreas de mi vida, no solo en el campo de las ventas. Gracias a ellos, con el tiempo, llegué a ser conocido como el exitoso vendedor que soy. Por esa razón, desde entonces siempre he buscado compartirlos con todo aquel que desee construir una carrera productiva y exitosa en esta hermosa profesión.

Aquel anciano, al igual que mi padre, sabía quizás el principio más grande del éxito: dentro de cada uno de nosotros yace un gigante adormecido, poseedor de grandes cualidades, talentos y virtudes. Un gigante que solo espera ser despertado para trabajar para nosotros en el logro de nuestros sueños y metas más ambiciosas.

Pon en práctica todas estas recomendaciones, y podrás lograr cada meta que tengas, por imposible que hoy pueda parecerte. Hazlo con perseverancia y entusiasmo, así llegarás a convertirte en un excelente, exitoso y talentoso vendedor”.

Nota del autor:

No me cabe la más mínima duda que todas estas notas, principios o recomendaciones son el camino hacia la construcción de una carrera altamente productiva en el campo de las ventas. Estos principios son tan válidos hoy, en el gran mercado global del siglo XXI, como cuando José tuvo la oportunidad de leerlos por primera vez, hace ya largo tiempo, en aquella pequeña población perdida en algún lugar de nuestro continente.

En los siguientes capítulos encontrarás aplicaciones prácticas de cada uno de ellos. De igual manera descubrirás ejemplos de personas y empresas que han logrado cosechar grandes beneficios como resultado de seguir dentro de su gestión, sus prácticas y su labor, los principios y las recomendaciones de las que estamos hablando.

CAPÍTULO 1

Incluso sin creer que estamos vendiendo, lo estamos haciendo

Recomendación No. 1