Comando libélula - Lautaro Sabino - E-Book

Comando libélula E-Book

Lautaro Sabino

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Beschreibung

En el gran mercado de Leid, Magui Stoll es atacada por unos individuos que intentan apoderarse de su Blinderk, una criatura alada que ella crió desde cachorro. Afortunadamente es rescatada por un guerrero muy particular que pertenece a una fuerza conocida como "Comando Libélula". En ese momento se hace consciente de que su fiel compañero es una especie muy codiciada por un grupo terrorista que está actuando sobre el continente de Luania. Magui se verá obligada a reunir el valor necesario para enfrentar al terrorismo junto a los integrantes del comando, que son liderados por una eminencia muy reconocida en la región ...

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Seitenzahl: 339

Veröffentlichungsjahr: 2016

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lautaro sabino

comando libélula

el valle de los blinderks

Editorial Autores de Argentina

Sabino, Lautaro

Comando libélula : el valle de los Blinderks / Lautaro Sabino. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2016.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-711-664-9

1. Novela. 2. Novelas Fantásticas. 3. Ciencia Ficción. I. Título.

CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail:[email protected]

Diseño de portada: Natalia Rubial

Diseño de maquetado: Inés Rossano

A todo aquel que aprendió a encontrar, en un mundo tan frío y real, un poco de magia y calidez.

Índice

prólogo

-1-la visita

-2-magui stoll y el perro alado

-3-el mercado de leid

-4-la peatonal z

-5-los terroristas

-6-el alguacil negro

-7-el retrato de un sueño

-8-el comando libélula

-9-equipamiento

-10-el rayo

-11-descubrimientos

-12-de amor y cristales

-13-a la espera del llamado

-14-el ataque al museo

-15-acusaciones y parentescos

-16-la residencia kroyhvang

-17-tete´s bar

-18-el ladrón del cristal

-19-la reunión

-20-la princesa del piano

-21-la torre de comunicaciones

-22-el fuego de la hoguera

-23-los anillos de valeria

-24-el templo congelado

-25-la voz del fuego azul

-26-el segundo ataque

-27-consecuencias

-28-el soborno

-29-el ángel gris

-30-el último suspiro

-31-consecuencias ii

-32-la huída

-33-laboratorios efco

-34-la última sala

-35-el poder libélula

-36-las disculpas del rey

-37-la especialista en criaturas

-38-por primera vez

-39-lumio y brío

-40-el campamento

-41-el vuelo de los alados

-42-en busca de la cueva

-43-el rugido de la bestia

-44-grandes movimientos

-45-bajo el atardecer

Prólogo

Soy como el rocío que va mojando todo de a poco

Soy como un árbol que crece sin cesar

El sol sigue brillando allí arriba, colgado en el cielo

No hay forma de oscurecerme más

Esta vez no me verás caer

Voy a volar hacia un mejor lugar

Porque nací para brillar

Esta vez no me verás caer

Voy a llegar siempre a la cima

Porque nací para brillar

Cada piedra en mi camino forma un puente hacia lo mejor

¿No lo ves? Cada día soy más fuerte

Esta vez no me verás caer

Voy a volar siempre a la verdad

Porque nací para brillar

Esta vez no voy a enloquecer

Voy a llegar siempre a la verdad

Porque nací para brillar

-1-

La visita

El guardia de la cabina principal levantó la mirada y divisó el rostro de Abel Efco a través de la ventanilla trasera cuando el auto dobló desde la ruta y se detuvo frente a las verjas de la mansión Minder. Pese a la incesante lluvia, distinguió los ojos azules del reconocido científico escondidos tras unos anteojos de marco fino. Accionó el mecanismo para permitir el paso y con una seña le indicó al chofer que siguiera por el camino de piedras blancas. A lo lejos podía apreciarse la morada construida en ladrillos blancos y tejas azules, con grandes balcones y originales ventanales. Se alzaba majestuosa e imponente, rodeada por un increíble prado de flores. Primero tenía que atravesar un puente, por el que debajo corría el río proveniente de las montañas, y por último llegar a las segundas rejas terminadas en puntas de flecha.

En el hall de ingreso a la residencia lo esperaba el secretario de Laura Minder, Augusto Ólivad. Un hombre alto, delgado, de piel pálida y cabello negro peinado perfectamente hacia atrás. Sus ojos azabaches brillaban en mitad de la noche tormentosa y permanecían a la espera del vehículo que se acercaba cada vez más.

Otros guardias abrieron la segunda entrada. El auto bordeó una fuente de agua y se detuvo en la galería. Rápidamente, el chofer descendió y abrió la puerta trasera. Abel Efco se impulsó hacia afuera ayudándose con un bastón negro decorado en oro. Su piel era blanca como la ceniza, su cabello corto y del color de la piedra desgastada por el tiempo, aparentaba unos sesenta años que llevaba con mucha actitud, vestía un traje cándido de un valor incalculable, muy interesante, que lo hacía parecer más joven.

Augusto se acercó de inmediato y extendió una mano cordialmente, pero dejando entrever un halo de frialdad.

- Bienvenido a la mansión, doctor.

- Muchas gracias, Sr. Ólivad- respondió el científico, brindándole su mano también. Captó la frecuencia cortante en aquella mirada, pero la evadió con altura.

El asistente de Laura miró el particular anillo que el visitante traía puesto en el dedo índice, poseía un impresionante diamante rojo cuya soldadura demostraba el trabajo de un excelente artesano.

- Sígame- invitó, mientras dos guardias abrían las grandes puertas de ingreso a la residencia.

Cuando los zapatos color marfil de Efco pisaron el parqué del vestíbulo, una camarera le ofreció una copa con agua. El hombre negó con su mano y siguió caminando por donde le indicaba el asistente, mientras se dejaba endulzar por el aroma a flores que predominaba en el ambiente.

- ¿A qué se debe la visita?- preguntó el muchacho de voz grave.

- Negocios- respondió Abel, secamente, mientras subía las escaleras principales de arquitectura moderna.

Augusto decidió no insistir.

- Por aquí.

Caminaron por un pasillo en total silencio hasta llegar a una pintoresca puerta de madera, con un nombre en ella dibujado en oro.

“Laura Minder, especialista en criaturas”

Efco miró la escritura y soltó una exclamación que pareció ser positiva.

- Como usted sabe, aquí es- informó el secretario y tocó la puerta.

- Adelante- se oyó decir desde adentro.

Era una voz femenina.

Augusto abrió.

- Puede pasar- y se hizo a un lado.

El científico ingresó al despacho de la especialista. Tras él, el asistente cerró la puerta.

La oficina era maravillosa. Abundaban cuadros con imágenes de las criaturas más extrañas que habitaban el continente de Luania. El piso era de mármol y brillaba en consecuencia de la luz que emanaban los cincuenta focos de la araña, acompañada de gotas de cristal. Había un escritorio inmenso lleno de papeles, una extraña lámpara de pie con forma de dragón y una novedosa computadora totalmente táctil. En una de las cuatro paredes un ventanal inmenso, desde el piso hasta el techo, daba a los terrenos delanteros de la mansión.

Allí, mirando hacia afuera, estaba Laura, fumando un cigarrillo como de costumbre, con los ojos cerrados, dejándose llevar por la melodía de la música country que se oía en la mansión a través de unos parlantes instalados por todas partes. Era una mujer hermosa de unos cincuenta años, su cabello era gris y electrizado, con un mechón blanco que lo cruzaba al medio desde la frente hacia atrás. Unos anteojos plateados le decoraban el rostro y reposaban en su pequeña nariz, debajo de ella, relucían sus labios rojos y carnosos. Vestía un traje de terciopelo bordó adornado con una flor exótica de pétalos ovalados color beige; del mismo matiz eran los zapatos. En su cuello colgaba una gargantilla de oro con un llamativo diamante violeta en el medio, en forma de huella animal.

Cuando el doctor ingresó, ella giró su cabeza lentamente y sus miradas se cruzaron.

- Buenas noches, Laura- saludo él, esbozando una sonrisa tímida- Gracias por haber accedido a verme.

- ¿A qué has venido?- preguntó ella, con la precisión de un trueno.

- No te robaré mucho tiempo- apoyó sus dos manos en el bastón- He venido a hacerte una importante propuesta- ella arqueó una ceja y pitó su cigarrillo. No emitió sonido, a cambio de eso, dirigió su mirada hacia afuera. La luz de la luna se reflejó en su rostro. Efco prosiguió- El continente entero conoce tu reputación como especialista en criaturas, como también mis descubrimientos y constantes experimentos en la rama de la ciencia- ella asintió, dándole lugar a que él siguiera explicándose- …Laura, he estado años de mi vida tras un proyecto muy complejo con una finalidad fantástica.

- ¿De qué se trata?- preguntó la mujer, fríamente.

- Se trata de la unión de dos poderes para crear uno solo- apoyó el bastón sobre la pared y levantó una mano a la altura de su cara- tu increíble conocimiento y dominio sobre el reino animal- levantó la otra- …y la calidad garantizada de mis inventos tecnológicos- juntó sus manos de manera envolvente- para crear androides con poderes y habilidades nunca antes vistas. La agilidad de una bestia, la inteligencia de una máquina. Tú y yo podríamos…

- No- interrumpió Laura, seca y claramente.

Efco sonrió, como si viera ante sus ojos un oráculo predecible.

- Sabía que te negarías desde el principio, pero quiero que me escuches con atención. Imagínate los problemas que podríamos solucionar en el continente con este proyecto de fusión.

- Jamás permitiría que le hagan algo de eso a un animal, ellos están aquí para vivir junto a nosotros, no para servirnos. Es una locura.

- ¿Una locura, dices?… sé que debes pensar que soy un lunático irresponsable o un científico demente que quiere controlar el mundo, pero no es así. Estudié mucho acerca de esto, sé de lo que te estoy hablando.

La mujer volvió a mirarlo, como un león mira a su presa:

- Yo no he dicho nada de eso. Simplemente, no me interesa tu proyecto. Lo siento, no puedo ayudarte.

Hubo un silencio en el que sus ojos siguieron conectados, hasta que él bajó la mirada hacia su reloj.

- Debo irme.

- Augusto te acompañará de regreso al vestíbulo.

- Adiós, Laura.

- Adiós- respondió ella y se sentó en su escritorio.

El científico dio media vuelta, agarró su bastón y caminó lentamente hacia la puerta. Antes de abrirla, la voz de la mujer lo detuvo.

- ¿Piensas continuar con este proyecto?

- No sin tu ayuda, llámame si cambias de opinión.

- No lo haré- terminó de decir, con una frecuencia determinante.

Abel volvió a sonreír y salió del despacho. El secretario lo acompañó por el interior de la mansión hasta que llegaron al vestíbulo. Los guardias abrieron las gigantescas puertas y el doctor salió hacia el hall principal, donde aún lo esperaba su chofer.

- Espero que su tiempo aquí haya sido grato, doctor- elogió Augusto.

- Lo fue, Sr. Ólivad- llegó el auto- Gracias.

- Adiós, doctor Efco.

El hombre en su traje impecable subió al lujoso vehículo y el chofer emprendió la marcha. Ya los guardias habían abierto las verjas de la entrada más cercana y, cuando recibiera las órdenes por su comunicador, lo haría también el custodio de la entrada principal. El auto pasó por el puente y cruzó todo el terreno hasta salir de la mansión.

Laura, desde el ventanal, observó la salida del científico. Pensaba en algo que la preocupaba, una idea que no dejaba de dar vueltas en su cabeza.

Agarró su comunicador y lo accionó.

- Sube a mi oficina ahora mismo, Augusto. Tenemos que hablar- ordenó, mirando fijo el vehículo alejarse cada vez más, mientras la lluvia no paraba de caer.

-2-

Magui Stoll y el perro alado

Pese a que la tecnología envolvía a casi todo el continente, Villa Sol continuaba siendo un pacífico pueblo rodeado de bosques y carreteras solitarias. Con apenas tres mil habitantes, era reconocido por las grandes estancias y aposentos rurales. Las calles no eran más que corredores de chismes, habladurías y tranquilidad.

En una sencilla y hermosa casa sobre la avenida principal vivía Magui Stoll junto a su padre, Gary. Él ya había terminado el desayuno y ella aún no había despertado. Cuando se cansó de llamarla, se dirigió a Guerbaria:

- Anda, ve a buscarla- y sonrió.

El Blinderk ladró y salió corriendo.

Guerbaria era la mascota de la casa. Magui lo había encontrado herido y abandonado al costado de un viejo camino, con apenas días de haber nacido. Era una criatura muy parecida a un perro dorado, con dos pequeños cuernos detrás de sus orejas. Unas alas claras le salían del lomo y solo podían ser acariciadas por aquellas personas que se ganaran su confianza, de lo contrario, un intruso podía provocar que el Blinderk se irritara y canalizara sus miedos a través de una descarga eléctrica bastante dolorosa. El animal le era muy fiel tanto al padre como a la hija, pero tenía una inclinación especial hacia ella. Donde fuera Magui, iría él; así tuviera hambre y Gary le estuviese ofreciendo un banquete.

El hombre aceptó instantáneamente adoptarlo cuando su hija apareció con el animal en brazos. Días atrás había fallecido Livy, su esposa. Guerbaria era como un regalo del cielo, ayudaría a que su hija se distrajera un poco y pudiese sobrellevar la ausencia de su madre. Efectivamente, Magui se refugió en su mascota y dedicó su tiempo a cuidarlo. Era la única que sabía lo que quería, la única capaz de hacerlo dormir solo cantándole, de calmarlo o de provocar sus mejores días. A pesar de que en la escuela se reuniera con sus compañeros, nunca se había hecho de verdaderos amigos, por jugar y pasar los días con él. Guerbaria la acompañaba a todos lados, incluso a las tiendas y al doctor. No se despegaban nunca, salvo cuando ambos estaban en la casa, ya que él también pasaba tiempo con Gary. Allí en el pueblo era muy conocido como “el perro alado” pero nadie se acercaba a acariciarlo porque estaban avisados de la electricidad que salía de sus cuernos. Muchos días lo hallaban sentado y moviendo la cola, mirando fijo el cuadro con la imagen de Livy que había en la sala de estar. Parecía que estuviese comunicándose con ella y, justamente, Magui decía que el Blinderk había sido un regalo de la mamá para remediar su ida. Al lado del cuadro, colgaba un precioso relicario con una foto de unos años atrás. Había tres personas en ella. El de la izquierda era Gary, más joven y sin barba; en el medio una hermosa niña que era Magui, y la mujer de la derecha era Livy, sonriente como todos la recordaban.

Guerbaria abrió la puerta de la habitación saltando e ingresó llevándose todo por delante. Se dirigió derecho a su dueña y comenzó a lamerle la cara. La muchacha corrió el rostro hacia el otro costado, pero el Blinderk insistió. Se subió encima de ella y aumentó la intensidad de sus lamidos. Magui abrió los ojos y soltó un grito al ver el hocico de Guerbaria como primera imagen, seguido a ello, el perro ladró contento y la baboseó con más énfasis.

- Despertó- dijo Gary, riendo, mientras terminaba de servirle el desayuno.

Magui era una muchacha de estatura media, cabello castaño y ojos dulces del color de la miel, al igual que su padre. Todo el mundo le repetía a cada rato que se parecía mucho a Livy, pero con menos años. Tenía una fascinación por la ropa blanca, principalmente vestidos. Solía acompañar su look con collares y pulseras de semillas que ella misma recolectaba junto a su mascota cuando recorría los bosques cercanos. Pero sin duda, a los veinte años, su talento indiscutible era cantar y tocar el piano; legado de su madre.

- Buenos días- dijo ella, mientras bostezaba y se sentaba, aún extrañando la suavidad de su almohada.

- Lindo peinado- ironizó el hombre de cabello largo y recogido, del color de la madera suave. Sus allegados jamás le creían cuando decía que tenía cuarenta y cinco años.

Magui lo ignoró y probó lo que tenía en el plato.

- Detesto que cocines tan rico.

- No te acostumbres, llegó esto para ti- le arrojó un sobre de cartón negro, con unas palabras inscriptas.

La muchacha lo abrió con mucha ansiedad, la encomienda venía de Leid, específicamente del auditorio.

“Estimada Magui:

Escuchamos con mucha atención la grabación que nos envió. Admiramos el talento que posee. Es por eso mismo que nos dirigimos a usted con la intención de comunicarle que ha quedado seleccionada para formar parte del nuevo alumnado que comenzará sus clases en el próximo mes.

Desde ya le agradecemos y esperamos su presencia en el día acordado.

Auditorio de música de Leid.

Maia Lovín, Directora General.”

- ¡No puedo creerlo!- exclamó, con los ojos muy abiertos por la emoción- ¡Creo que voy a llorar!

- Te dije que lo lograrías- dijo Gary, mordiendo una jugosa fruta- Naciste para cantar y tocar el piano.

Magui sonrió, muy feliz, luego se abalanzó sobre su padre y lo apretó con sus brazos. Rieron juntos mientras Guerbaria ladraba desde el suelo.

- Hoy mismo iré a comprarme ropa nueva y los útiles necesarios- decidió, retornando al plato con comida- ¿Puedo llevarme la Debli?

Era la moto voladora que Gary había comprado hace unos meses. Era de color blanca y luces rojas, capacidad para tres personas en cabinas separadas, una detrás de la otra. No era un vehículo peligroso, su velocidad máxima alcanzaba los cincuenta kilómetros por hora. Solo se sentía el sonido eléctrico del encendido, ya que el andar era silencioso. Funcionaba a través de unos miles de pequeños propulsores de viento que la hacían levitar unos treinta centímetros del suelo.

- Supongo que irás al Mercado de Leid…

- Así es.

- De acuerdo, ¿Podrías comprarme algunas cosas?

- Por supuesto- miró a su Blinderk- ¿Vendrás conmigo, mi rey?

El perro alado ladró y corrió hacia la puerta de entrada.

- Toma, aquí hice la lista- indicó y le dio otro sobre con un papel escrito en su interior.

-Lo tenías todo planeado, ¿Verdad?- pronunció Magui, entrecerrando los ojos, mientras guardaba el pedido en un bolsillo.

- Siempre lo hago- contestó el hombre, colocándose el delantal que describía su profesión- Tengo que irme, los niños me esperan.

- ¡Espero que alivies muchos resfriados!- exclamó la pianista, viendo cómo su papá se marchaba hacia el consultorio- ¡Te quiero!

- ¡Y yo a ti, mi niña!- fue lo último que dijo antes de perderse de vista.

Magui terminó su desayuno con calma y se puso de pie.

- Vamos, Guerbaria.

Ingresaron al garaje. La muchacha, que llevaba puesto un vestido nevado simple y un collar de semillas marrones, se subió al primer asiento de la Debli, que era para el piloto. El Blinderk desplegó las alas y saltó al asiento de atrás.

- ¡Mercado de Leid, allá vamos!- exclamó Magui Stoll, poniendo en marcha la motonave que los llevaría a su próximo destino.

-3-

El Mercado de Leid

A unos kilómetros de Villa Sol yendo hacia el este, se encontraba la ciudad de Leid, capital de Luania. Un sitio maravilloso y moderno, con grandes edificios y centros comerciales. Había extrañas plazas repletas de árboles mezcladas entre las mega construcciones, torres y rascacielos con la tecnología más avanzada. Los impresionantes museos, bibliotecas y catedrales la hacían uno de los lugares más exóticos para visitar.

Allí, en la reconocida ciudad, se encontraba uno de los sitios más sorprendentes del continente: El gran Mercado de Leid. Un predio que ocupaba no menos de diez manzanas, atestado de enormes comercios con variedades infinitas de productos, cuyos frentes se hallaban adornados por unos enormes carteles luminosos que se movían; de diversos tipos, según el motivo de cada comercio. El sistema de compras era muy especial. Había que hacerse socio del predio en las oficinas centrales. Allí te daban una pequeña computadora de bolsillo, con un detector láser en la parte del frente. A la hora de comprar no hacía falta llevar dinero, solo había que dirigirse a los comercios y marcar con el aparato el producto deseado. Al llegar a la caja, un empleado descargaba el pedido en su sistema. Dicha encomienda llegaba a los hogares en una nave inmensa con la insignia de Leid al otro día. Por eso, el mercado era uno de los más reconocidos de la región.

A Magui solo le faltaba un kilómetro para llegar. Desde donde estaba podía apreciar las altas torres de la ciudad y las oficinas del predio comercial. Era una mañana especial para transitar en Debli. El viento acariciaba la piel, dando la sensación de paz y serenidad. Guerbaria parecía disfrutarlo, iba sentado de costado con sus grandes alas desplegadas. En ciertos momentos, ella le hablaba y él respondía con ladridos. Ingresaron por el estacionamiento de vehículos pequeños y Magui estacionó la Debli, luego activó la alarma. El Blinderk dio un salto para salir y planeó hasta tocar el suelo.

- En marcha- ordenó la muchacha y comenzaron a caminar.

Las calles allí eran nombradas con letras. La peatonal principal era la A, y la que bordeaba el predio la Z. Avanzaron por calle E para dirigirse al primer lugar de la lista.“La casa de Don Fipón”,el negocio más completo en herramientas. El inmenso cartel era un albañil robusto que agitaba una tenaza en su mano derecha. Abría y cerraba la boca, dejando ver unos blancos dientes.

Magui ingresó, se acercó a las góndolas correspondientes y marcó con su computadora los productos que tenía en la lista. Una vez que terminó, corrió hacia la caja con su mascota siguiéndola atrás, descargó su pedido y se retiró.

Salir de un negocio le provocaba dos placeres. El primero era que había acortado la ardua lista de Gary, y el segundo era que se salvaba de presenciar un mal trago junto a Guerbaria. Tenía miedo de que algún fanático de los animales se le acercara y este, intimidado por una presencia extraña, descargara su electricidad. Pese a aquel constante riesgo, siempre iba junto a él.

Caminaron por la calle H y se cruzaron con “Rebecca”, una de las tiendas que vendían todo lo que tuviera que ver con mascotas. Su dueña, Rebecca Van Hole, era una señora muy amable y divertida. La muchacha ingresó con Guerbaria, compró una bolsa llena de golosinas y un precioso collar azul con una llamativa campana que sonaba cuando él caminaba o se movía. Se retiró tras dialogar un rato con la mujer de cabellos platinados y alocados.

- ¡Te ves precioso, mi rey!- le dijo ella, acariciándolo y dándole un caramelo.

Él movió la cola peluda y la campanita se agitó. Luego, recibió su golosina feliz.

Después de tomarse unos minutos de descanso, siguió por la misma calle y dobló por la K. Avanzó hasta llegar a “Carlino” el comercio para los cocineros del continente. El cartel era un hombre con traje de chef que con la mano derecha levantaba su sombrero largo y distintivo, dejando ver un plato de espagueti rebalsante sobre su cabeza.

Su padre era un gran cocinero, y como tal, debía tener los utensilios al día. Magui se encargó de elegir los mejores que había sin importar los costos, solo tenía en cuenta la comida deliciosa que comería al llegar a su hogar. En cuanto pudo, descargó su pedido y salió del local para cocineros y cocineras.

Al cabo de dos horas se había recorrido más de cinco negocios distintos, la interminable lista de su padre se había acortado hasta solo faltarle un par de productos que debía marcar en “Madame Eriér” el local con productos de higiene y perfumería de las mejores marcas. En la entrada brillaba un inmenso sombrero con unas flores que se movían para todos lados. El negocio era de color rosa, y por dentro olía a lavanda o a “perfume de señora grande” como solía decir Gary cuando iban juntos. Magui fue directo a marcar los productos que le quedaban porque quería tomarse un rato libre para probar algunas cremas, comprar ropa y accesorios para el comienzo de sus clases. Cada vez que pensaba en la carta firmada por la directora del auditorio, el cuerpo le temblaba de la emoción.

Al fin, después de un largo tiempo de caminar con su perro, terminó.

- Vamos Guerbaria, acompáñame al sector de cremas- ordenó y echó a caminar rápidamente.

El Blinderk la siguió. Gracias a la campanita que colgaba de su collar ella se daba cuenta que estaba por allí. Cuando llegaron al sector de belleza, la muchacha comenzó a enloquecer con todo lo que tenía a su alrededor: maquillajes, perfumes, cremas de todo tipo, fragancias y espesuras. Se detuvo en un stand que promocionaba una nueva crema para la cara con aroma a jazmín. Guerbaria se sentó mientras su dueña recibía una dosis gratuita de prueba.

- ¡Pero qué cosita más hermosa!- chilló una señora gorda de vestido rojo mientras se acercaba al Blinderk, que ya comenzaba a retraer sus alas sintiéndose acorralado- ¡Mira, Arnold, que criatura más tierna!

- Déjalo en paz- refunfuñó el marido, a unos metros de ella.

- ¡No puedo con esa carita mirándome así!

Guerbaria tenía los ojos fuera de órbita debido a los nervios. Su dueña, envuelta en un ensueño cremoso, no se había percatado de lo que estaba sucediendo.

- ¡Y mira esa campanita, que chistosa!

- ¡Qué lo dejes en paz!

- ¡No me iré sin darle un besito!

La señora se acercó bruscamente para besar al Blinderk, que no pudo retener su miedo. Sin dudarlo liberó una descarga eléctrica que la fulminó. La dama gritó horrorizada y cayó inconsciente al piso, con las extremidades duras y el pelo todo erizado.

-¡¿Qué has hecho!?- gritó Magui, saliendo inmediatamente del stand.

El marido estalló de ira y vociferó:

- ¡¿Tú eres la dueña de ese bicho!?

- No es un bicho- enfrentó la muchacha, dirigiéndole una mirada amedrentadora.

El can alado comenzó a gruñir.

- Ahora verás lo que le pasará por electrocutar a la gente sin razón- amenazó el marido de la señora, sacando un chuchillo del interior de su chaqueta.

- ¡Corre, Guerbaria!- exclamó Magui, estremecida.

Salió a toda velocidad entre la gente que se había agrupado para mirar la bochornosa situación.

- ¡Deténganla!- gritó el furioso hombre, mientras corría tras ellos con el puñal en mano.

La pianista agitó sus piernas con una fuerza que desconocía, mientras atravesaba los pasillos de góndolas repletas de mercadería. En la entrada de “Madame Eriér”dos guardias ya estaban a la expectativa.

- ¡Ay no!- dijo, al verse encerrada.

Guerbaria se adelantó y electrocutó a los policías, dejando el paso libre. La muchacha no sabía lo que estaba haciendo, pero prefirió salir corriendo de allí antes que ser apuñalada por ese empecinado sujeto. Huyó del comercio y agarró la calle Q, sin saber exactamente adónde iba, aunque verdaderamente no le interesaba.

- ¡Vengan aquí!- chilló el hombre, mientras doblaba por el mismo lugar.

- ¡Cómo se te ocurre electrocutar a una persona así, Guerbaria! ¡Deberías haberte controlado!- regañó la dueña, mientras corría lo más fuerte que podía.

Sentía una presión agobiante en el pecho y un calor asesino en el rostro, lleno de miedo. Dobló en una calle media desolada y siguió por allí. A los segundos el irascible hombre tomó el mismo camino. Cada vez se acercaba más. Llegaron a una intersección de calles. Magui se agachó:

- ¡Vete, Guerbaria, vete!- le ordenó, señalando la calle N- ¡Ahora mismo!

Guerbaria salió corriendo hacia el lado contrario a Magui, aunque no podía evitar no sacarle los ojos de encima. El malvado hombre llegó al cruce maldiciéndolos con insultos de todo tipo y cuando vio a la muchacha correr por calle S, tomó por allí.

- ¡No puede ser!

Era un callejón sin salida.

El hombre rió con maldad y comenzó a menear la cuchilla.

- ¿Qué sucede, niñita? ¿No sabes a dónde ir?

La luz del sol se reflejó varias veces en la hoja metálica de la daga.

- ¡Déjame en paz, yo no te he hecho nada!

- Tu asqueroso perro sí.

- Lo hizo por instinto, por defensa, no por maldad.

- ¡No me interesa!

A unos metros atrás se oyó un ladrido. Cuando el marido de la señora gorda volteó, se halló cara a cara con Guerbaria, que había vuelto.

- ¡Te dije que te fueras! ¡Vete!- insistió Magui.

Pero fue en vano, al Blinderk no se le movió un músculo. Ella temía que le hicieran daño. El perro alado parecía una gárgola rígida y endemoniada.

- Rata apestosa, te enseñaré a respetar a la gente- vociferó cruelmente el sujeto, mientras acariciaba la daga.

El animal gruñó desafiante y sus pelos se erizaron. El hombre se lanzó hacia el perro dorado con el puñal firme en la mano. Este último saltó por encima de él y con sus patas traseras le pegó, haciéndolo caer al piso. Quedaron en lugares invertidos. Magui se reunió con su mascota, pero ahora ambos estaban acorralados. El hombre se puso de pie rápidamente y volvió a saltar hacia ellos, el Blinderk impidió que les hiciera daño a través de una descarga eléctrica que lo carbonizó aún más que a su mujer. El sujeto tambaleó y cayó al piso. La muchacha, aún muy asustada, corrió por encima del electrificado sujeto y salió del oscuro callejón. El corazón le latía fuertemente y pensaba en todo lo que su padre le diría al verla regresar a casa, arrestada por la guardia de Leid.

-4-

La peatonal Z

Como si nada pasara, Magui se mezcló con la gente en la calle J y caminó apresurada. Sabía que en cualquier momento algún custodio los reconocería y apresaría. Recorrió unos trescientos metros sin ningún tipo de problemas hasta llegar a la peatonal Z, que bordeaba el mercado. Aún le quedaban unas seis calles hasta llegar al sector de estacionamientos. Por donde iba parecía no haber policías, tan solo cajas vacías de mercadería que trabajaban los comercios. De un lado tenía las construcciones traseras de los locales y del otro unas rejas muy altas. Pasándolas, se encontraba el mar impetuoso y agitado por el viento. La quietud que allí se presentaba era irracional en comparación al caos que eran las callezuelas del mercado. Se dobló sobre sus rodillas y se apoyó en una pared. Respiró hondo y le habló a su mascota.

- Estarás castigado, aunque me mires así no daré el brazo a torcer, ¿Me oíste?- dijo, meneando sus semillas de manera nerviosa.

No podía creer que Guerbaria fuera capaz de electrocutar a una persona en un lugar atestado de gente. Algo en su interior le decía que el animal necesitaba más rigidez en su crianza.

Decidida, comenzó a caminar de nuevo, observándose las sandalias blancas todas llenas de polvo y suciedad. Miró al frente. Doblando por otra calle, apareció un sujeto que desconoció por completo, pero la miraba directo a los ojos. El hombre, de unos treinta años, no era muy alto y vestía unos pantalones blancos de lino. Arriba, tenía un chaleco azul sin camiseta, dejando al descubierto los brazos y parte del dorso. Su piel era morena como el café y el cabello negro opaco, recogido en un rodete y un palillo que lo atravesaba. Sus ojos verdes brillaron al igual que el arma que traía en una de sus manos.

Magui detuvo la caminata.

Miró hacia atrás. Una mujer, de la misma edad aproximadamente, se acercaba caminando lento, con una sonrisa macabra dibujada en el rostro. Tenía el cabello rosa y lacio, atado con una cola de caballo que le llegaba hasta la cintura. Por la piel pálida, le destacaban los ojos celestes. Vestía un traje gris apretado, con un saco largo hasta los pies y unas botas negras de cuero.

La muchacha del vestido blanco no tenia escapatoria, volvía a estar acorralada por sujetos extraños.

- ¿Quiénes son ustedes?- exclamó.

La mujer rió entre dientes y señaló a Guerbaria.

- Lo queremos a él.

Magui sintió un golpe en el estómago y se paralizó del miedo. Se colocó enfrente del Blinderk, con una actitud que desconoció por completo.

- Termina con esto, Alora- dijo fastidioso el sujeto del arma.

Alora, que así era el supuesto nombre, volvió a sonreír. Sus ojos centellearon y se tornaron blancos. Magui comenzó a sentir un dolor en todo su cuerpo y luego perdió control sobre él, gritó desesperada. Antes de que el can alado pudiera hacer algo, el hombre moreno disparó su arma. Dio directo en la pata trasera del animal, quien chilló dolorido y cayó al piso bruscamente.

- ¡¡Guerbaria!!

Alora volvió a gritar, sus ojos destellaron nuevamente. Sin que nadie empujara a la dueña del animal, voló hasta estrellarse contra unas pilas de cajas.

El sujeto cargó al Blinderk en sus hombros.

- Vámonos.

Pero una voz intervino en la peatonal Z.

- ¡Deténganse ahora mismo!

Tanto Alora como el hombre cobrizo miraron hacia atrás. Un fornido muchacho permanecía de pie con una extraña arma en sus manos, como si fueran dos pequeñas guadañas sujetadas por unas cadenas. No aparentaba tener más de veinticinco años, su cabello era blanco y desprolijo. Era robusto, de cuerpo duro aunque no muy voluptuoso. Llevaba puesto un traje negro que le cubría el cuerpo hasta el cuello, con hendiduras que brillaban en color violeta. En la espalda cargaba una especie de mochila, también reforzada.

Magui se libró como pudo de las cajas y miró lo que sucedía. Agradeció que alguien la ayudara, aunque no sabía quién era.

- Vámonos, Kioto- ordenó Alora, revelando el nombre de su colega.

El muchacho, cuyos ojos tenían el color de las avellanas, volvió a hablar.

- Suelten al Blinderk.

Magui lo observó, parecía tener la postura de un lince cuando fija a su víctima antes de saltar hacia ella y eliminarla definitivamente. Era como si tuviera el cuerpo entero tensionado. Tenía unos cuantos hilos de cabello blanco sobre la frente que le daban un aspecto rebelde.

La mujer envuelta en su moderno traje se adelantó y elevó una mano. Junto al brillar de sus ojos liberó un grito. El guerrero saltó con ambas extremidades hacia atrás, corrió por un costado, dio un gran salto y llegó hasta ella insertándole un golpe que la hizo caer. Kioto dejó a Guerbaria en el suelo y extendió los brazos. Una llamarada salió despedida por el piso en línea recta hacia el muchacho.

- ¡Cuidado!- gritó Magui, para alertarlo.

El guerrero de las guadañas giró rápidamente sobre sí mismo y esquivó el ataque con éxito. Volvió a saltar y arrojó sus cuchillas. Kioto salió despedido por el impacto y resbaló por el suelo. Alora quiso atacar, pero el muchacho no le dio tiempo. Al instante blandió sus cadenas y las guadañas le ataron las manos. Con gran fuerza movió los brazos y, en consecuencia, la mujer cayó al suelo.

El moreno se reincorporó, arrojó una bola de fuego de su mano que estalló en el guerrero luminoso y lo hizo volar unos metros atrás.

Magui había arrastrado a Guerbaria lejos de los mal vivientes.

- Larguémonos de aquí- ordenó Kioto.

Alora se levantó tan rápido como pudo y se acercó a su compañero. Le dirigió una mirada furiosa al muchacho del traje brillante. Y junto a una luz resplandeciente que se liberó de ambos, desaparecieron sin dejar rastro alguno.

-5-

Los terroristas

El guerrero guardó las guadañas en esa especie de mochila atrás en su espalda y caminó hasta Magui.

- ¿Estás bien?- preguntó, con una voz tan particular como su rostro felino.

La muchacha se reincorporó lentamente con la mirada fija en él. Tenía la cara un poco quemada por el hechizo que le había arrojado el moreno. Luego miró a su Blinderk y reaccionó:

- Si, pero…- zamarreó a su mascota sin obtener respuesta- no abre los ojos…- cada tanto miraba en todas direcciones.

El muchacho se agachó y le tocó el cuello al animal.

- No te preocupes, está sedado, lo durmieron. Solo hay que esperar a que se pase el efecto- se quedó acariciándole el lomo, con mucho asombro.

Magui suspiró aliviada.

- Gracias al cielo…

- ¿Al cielo?- resaltó, ofendido.

- Lo siento, gracias a ti.

- Es muy bonito- dijo, volviendo la cara hacia ella.

- Lo crié desde cachorro.

- Jamás pensé que conocería uno.

El perro alado yacía en el suelo con el pelaje calmo, tan brillante como el oro.

- Hace ocho años que estamos juntos.

Magui aprovechó que el forastero miraba al Blinderk para observarlo de cerca. A esa distancia pudo notar las hendiduras del traje que delineaban los músculos de sus brazos y piernas. El color de sus ojos era más claro que los de ella. Tenía unas pestañas tan definidas como su presencia. El cabello blanco le daba un aspecto de ángel. “Si, eso es” Se dijo a sí misma “Parece un ángel”

- ¿Cómo es tu nombre?- le preguntó.

- Zell Eirak, mucho gusto- extendió su mano- ¿Y el tuyo?

- Magui Stoll- dijo ella y tomó la mano del guerrero- Y él es Guerbaria.

- Mucho gusto a los dos, entonces- sonrieron.

La muchacha intentó ordenarse los cabellos revueltos para todas partes, notó que su precioso vestido blanco estaba lleno de polvo y herrumbre. Queriendo escapar del silencio que se había formado de pronto, dijo:

- Llegaste justo a tiempo.

- Escuché tus gritos y me acerqué lo más rápido que pude.

- No quiero imaginar lo que hubiera ocurrido si no intervenías.

El muchacho llamado Zell miró en dirección al mar que se veía tras las rejas del mercado.

- Debo advertirte que corres peligro, esos dos sujetos saben lo que hacen, son peligrosos. Lo más probable es que vuelvan por él.

Ella sintió que las piernas se le ablandaban.

- ¿Para qué lo querrían?

- Los Blinderks son muy poderosos. La vida doméstica que lleva Guerbaria ha causado una pausa en el desarrollo de sus poderes reales. Lo que ellos quieren es entrenarlo para fines oscuros. Estas personas forman parte de una mafia terrorista que se está apoderando de muchas bestias en el continente.

En la peatonal no había nadie, solo ellos y el can alado aún dormido. A un costado habían quedado las cajas tiradas.

- ¿Cómo es que sabes tanto acerca de ellos?- preguntó la muchacha, aunque el joven la había ayudado no podía dejar de sospechar que fuese otro ladrón.

- Trabajo para un comando antiterrorismo, estaba vigilando la zona. Algunos de mis compañeros están distribuidos por otras calles- el guerrero miró hacia los costados y luego habló más despacio- El comando es dirigido por Laura Minder.

Magui soltó una exclamación de sorpresa. Conocía muy bien quién era esa mujer, tenía todos los libros en la biblioteca de su casa. Siempre había querido conocerla. Al fin, después de pensar por unos segundos, preguntó:

- ¿Cómo hago para defenderme de esta gente?

- Te propongo que visites a Laura y hables con ella.

- ¡Me encantaría!- la imagen de Gary se le vino a la mente- pero primero debo avisarle a mi papá y llevarle esto- aún tenía el detector láser en su mano.

- ¿Vives aquí, en Leid? Puedo acompañarte si quieres.

- No, en Villa Sol. No es lejos, solo unos kilómetros. Tengo una Debli en el estacionamiento- podía volver otro día por la ropa y los útiles que necesitaba para sus clases en el auditorio.

- No hay problema, vamos. Conozco un atajo por la calle F, así que…

- ¡No!- exclamó Magui, exageradamente y Zell se asustó- Sigamos por esta peatonal, me gusta más- y rió nerviosa.

Recordó que además de los terroristas debían estar buscándola por lo que había pasado enMadame Eriér.No era uno de sus mejores días.

- Como prefieras- contestó el guerrero, desentendido y cargó a Guerbaria en su espalda. Luego, sacó un aparato y apretó unos botones. Tras unos segundos, se oyó una voz masculina que lo saludó. Él respondió - ¿Cómo estás, Danik? te llamo para avisarte que acompañaré a una chica hasta su casa. Sufrió un ataque terrorista. Pero todo está bien. Avísale a Laura y a los demás.

Magui miraba asombrada. Aunque no confiaba del todo, algo le decía que ese chico no era malo. Cuando Zell terminó de hablar, comenzaron a caminar por la peatonal que bordeaba el mercado, aún faltaban cinco cuadras. Ella le contó lo que había sucedido en el local de perfumes y él echó a reír.

- Parece que tienes un guardaespaldas muy fiel.

- Si, pero a veces es peor- confesó ella, mientras miraba a su mascota a la espera de que despertara.

No le gustaba verlo así, aunque supiese que estaba dormido. Aún tenía la pata inflamada.

- Son bestias muy protectoras.

- Sé que no fue casualidad haberlo conocido.

- ¿Por qué piensas eso?

- Cuando lo encontré estaba adormecido entre unas flores llamadasGarbos di Arias, de ahí deriva el nombre que le puse. Eran las preferidas de mi mamá, ella había fallecido unos días antes- miró el cielo- en ese momento comprendí que lo envió para que cuide de mi papá y de mí…

- Bonita historia.

Magui lo miró una vez más, quedó cautivada por esa actitud protectora que había tenido al defenderla de los terroristas. Pronto volteó hacia un costado, no quería que él lo notara.

- ¿Cuántos años tienes?- preguntó el joven.

- Un caballero jamás le pregunta la edad a una dama.

- Laura dice que yo no me destaco por ser caballero, así que… ¿Cuántos años tienes?- insistió.

- Veinte… ¿Y tú?

- Un caballero jamás revela su edad.