Cómo se arma un país - Fabio Zambrano Pantoja - E-Book

Cómo se arma un país E-Book

Fabio Zambrano Pantoja

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Beschreibung

Si hay una imagen que resume a Colombia es la idea de diversidad en cuanto a escenarios naturales y grupos sociales que la habitan, los cuales han creado imaginarios que apuntan más a la divergencia que a la unidad, dando forma a una cultura nacional que se escabulle en medio de la riqueza de expresiones locales de todo tipo. A pesar de todas las fuerzas culturales centrífugas, más allá del policentrismo urbano, existe una unidad representada en el Estado, centralista y unificador con sus símbolos y ritos nacionales. En Colombia de clara tendencia policéntrica, las instituciones nos unen por encima de las pluralidades. Este texto brinda al lector una explicación del equilibrio logrado entre las tendencias centrifugas y divergentes, como son todas las expresiones culturales y comportamientos sociales locales y regionales, catalizadas por la tendencia unificadora de las instituciones nacionales. Ofreciendo una ilustración de cómo en la construcción del Estado primero español y luego republicano, se han sucedido varios modelos de ordenamiento territorial, con profundos y radicales cambios de las primacías urbanas. y, al mismo tiempo, con la notable continuidad de Bogotá como el centro administrativo y demográfico nacional. Para la comprensión de cómo se arma Colombia, se propone como eje temático las interacciones entre geografía, tecnología e instituciones. que se apoya en un proceso metodológico donde se abarca la elaboración de una base de datos con in fecha de fundación de los municipios y ubicación según altitud, además de un análisis de los censos de población que se han realizado en Colombia desde el siglo xix hasta el 2015, y que son el insumo básico para la elaboración de una serie de mapas que acompañan el texto.

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© Universidad Nacional de Colombia — Sede Bogotá

© Instituto de Estudios Urbanos - IEU

© Fabio Roberto Zambrano Pantoja, autor

Primera edición, 2022

ISBN: 978-958-505-039-6 (Impreso)

ISBN: 978-958-505-040-2 (digital)

Colección Ciudades, Estados y Política

Instituto de Estudios Urbanos - IEU

Edición

Instituto de Estudios Urbanos – IEU

Director: Fabio Roberto Zambrano Pantoja

Centro Editorial IEU

Coordinadora: Ana Patricia Montoya Pino

Editora: Solvey Castro Otálora

Asistente de investigación: Jennifer Katischa Moreno Rojas

Mapas: Alfonso Simbaqueba y Sandra Díaz

Corrección de estilo: Ginett Alarcón | Editemos

Diagramación y diseño de cubierta: Tangrama tangrama.co

Imagen de carátula: Mapa de Barichara (Varaflorida) y sus vecinos, 1820. Fuente: Archivo General de la Nación de Colombia, Mapoteca:SMP.4, CO.AGN.SMP.4,REF.28A-Bis.

Conversión a ePub: Mákina Editorial https://makinaeditorial.com

Hecho en Bogotá, D. C., Colombia, 2022

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia

Zambrano Pantoja, Fabio, 1951-

Cómo se arma un país : geografía y poblamiento de Colombia / Fabio Zambrano Pantoja. — Primera edición. — Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Instituto de Estudios Urbanos (IEU). Centro editorial Instituto de Estudios Urbanos, 2022.

1 CD-ROM (256 páginas): ilustraciones (principalmente a color), diagramas, fotografías, mapas. — (Colección Ciudades, Estados y Política)

Incluye referencias bibliográficas e índices temático y toponímico

ISBN 978-958-505-040-2 (e-pub)

1. Geografía urbana — Colombia — Siglos XIX-XXI 2. Urbanismo — Historia — Colombia — Siglos XIX-XXI 3. Densidad de población — Colombia 4. Ordenamiento territorial — Colombia 5. Ciudades — Estado — Colombia 6. Municipios — Investigaciones — Colombia — 1550-2000 7. Territorialidad humana — Valle de Aburrá — Antioquia — Colombia 8. Territorialidad humana — Caribe (Región) — Colombia 9. Colombia — Censos — Siglos XIX-XXII 10. Colombia — Fundación de ciudades — Siglos XIX-XXI 11. Caribe (Región) (Colombia) — Política de población 12. Valle de Aburrá (Antioquia, Colombia) — Política de población I. Título II. Serie

CDD-23     307.7609861 / 2022

CONTENIDO

Presentación

Introducción

Cómo se arma un país

Los vientos

Las interacciones

Las ciudades ordenan

Unidad en la diversidad

Doscientos años de mapas electorales

Fractales

Capítulo I. Comprender a Colombia desde la geografía

Largas duraciones

Una arquitectura territorial bastante fragmentada

Cómo la historia de la tierra influye en la conformación de Colombia

Capítulo II. La sucesión de modelos de ordenamiento territorial

Las ciudades, el orden soñado por España

El primer modelo de ordenamiento territorial

La gran dislocación territorial del siglo XVII

Un territorio, más vacío que lleno

El siglo XVIII, la subversión de los libres de todos los colores

Los recipientes electorales republicanos

La economía internacional y la formación del cuarto modelo de ordenamiento territorial. La importancia de la tecnología.

La industrialización y sus efectos en el quinto modelo de ordenamiento territorial

Las aperturas económicas y la definición del sexto modelo de ordenamiento territorial

Capítulo III. La singularidad del Caribe

La conformación del Caribe

Un Caribe difuso

La fragmentación del Nuevo Reino de Granada

La complejidad caribeña

La diversidad social

La tardía reconquista del siglo XVIII

Las dificultades de consolidación del Caribe, ni tabaco ni ron

La Conquista inacabada

Urabá caribeña

Las sabanas de Córdoba y Sucre

Capítulo IV. Gobernar el territorio. Las articulaciones del Valle de Aburrá con el espacio regional

Introducción

La difícil ocupación de un territorio agreste

El constante esfuerzo por dominar la naturaleza en Antioquia

La formación del territorio ancestral

Industria y urbanización. La centralidad del Valle de Aburrá

Nuevas realidades urbanas en el siglo XXI

Las montañas y las limitaciones del crecimiento demográfico

AMVA: articulador de territorios y de corredores ilegales

Los operadores territoriales

El mayor operador territorial regional: la aglomeración metropolitana

Consideraciones

Conclusión

El difícil equilibrio entre recursos e instituciones

La construcción social del espacio

El territorio: un precipitado histórico

De los diferentes lugares de pertenencias: las comunidades imaginadas

De la cuadricefalia a la quintocefalia

Los recipientes territoriales

Colombia: ¿una nación improbable?

Bibliografía

Índice temático

Índice toponímico

LISTA DE FIGURAS

Figura 1. Motor de la globalización

Figura 2. Corema río Magdalena: eje inicial de comunicaciones

Figura 3. Corema canal de Panamá: un nuevo eje de comunicaciones

Figura 4. Jerarquías urbanas (siglos XVI-XVII)

Figura 5. Corema de las primacías urbanas (1843)

Figura 6. Corema de las primacías urbanas (1851)

Figura 7. Corema de las primacías urbanas (1870)

Figura 8. Corema de las primacías urbanas (1912)

Figura 9. Corema de las primacías urbanas (1918)

Figura 10. Corema de las primacías urbanas (1938)

Figura 11. Corema de las primacías urbanas (1951)

Figura 12. Corema de las primacías urbanas (1964)

Figura 13. Corema de las primacías urbanas (1973)

Figura 14. Corema de las primacías urbanas (1985)

Figura 15. Corema de las primacías urbanas (1993)

Figura 16. Corema de las primacías urbanas (2005)

Figura 17. Corema de las primacías urbanas (2018)

Figura 18. Fase inicial de contactos 1500-1620: saqueos y extractivismo

Figura 19. La consolidación del contacto Caribe-Andes a través del Magdalena

Figura 20. La encomienda colonial caribeña

Figura 21. Un poblamiento ilegal hacia “la libertad soñada”

Figura 22. Primacías en ciudades, de la colonia española al Estado republicano

Figura 23. Primacías coloniales de carácter económico

Figura 24. Grandes cambios de primacías poblacionales (siglos XIX-XX)

Figura 25. Control y explotación del territorio colonial

Figura 26. Circuitos de contrabando coloniales

Figura 27. Antigua provincia de Cartagena: palenques 1533-1788

Figura 28. Antigua provincia de Cartagena: la expansión de la hacienda Siglos XVI-XVIII

Figura 29. Antigua Provincia de Cartagena: corrientes de población Siglos XVI-XVIII

Figura 30. Flujos poblacionales y áreas de colonización siglo XX

Figura 31. Población caribeña Censo 1851

Figura 32. Población caribeña Censo 1912

Figura 33. Población caribeña Censo 1938

Figura 34. Población caribeña Censo 1951

Figura 35. Población caribeña Censo 1964

Figura 36. Población caribeña Censo 1973

Figura 37. Población caribeña Censo 1985

Figura 38. Población caribeña Censo 1993

Figura 39. Población caribeña Censo 2005

Figura 40. Población caribeña Censo 2018

Figura 41. Corema Área Metropolitana del Valle de Aburrá

Figura 42. Población de Medellín en la población del Valle de Aburrá

Figura 43. Participación población del Valle de Aburrá en el total de la población antioqueña

Figura 44. Articulaciones del Valle de Aburrá en Antioquía

Figura 45. Ciudades mineras

Figura 46. Frecuencia de fundación de municipios (1550-2000)

Figura 47. Desplazamiento de las ciudades mineras al Valle de Aburrá y al sur. Fuente: Alfonso Simbaqueba

Figura 48. Fundación municipios colombianos y de Antioquia

Figura 49. Corema del territorio ancestral (siglos XVIII-XIX)

Figura 50. Primacías urbanas en Antioquia 1870, los diez municipios más poblados

Figura 51. Primacías urbanas en Antioquia 1951, los diez municipios más poblados

Figura 52. Primacías urbanas en Antioquia 1973, los diez municipios más poblados

Figura 53. Primacías urbanas en Antioquia 2005, los diez municipios más poblados

Figura 54. Primacías urbanas en Antioquia 2018, los diez municipios más poblados

Figura 55. Distribución de la población de Antioquia según altitud (1843-2016)

Figura 56. Participación de la población de Antioquia en el total de la población nacional (1843-2016)

Figura 57. Evolución de la población nacional y de Antioquia (1843-2016)

Figura 58. Porcentaje de población de Antioquia en Colombia

Figura 59. Valle de Aburrá como articulador de los territorios de la región antioqueña

Figura 60. Corredores ilegales controlados por el Clan del Golfo

LISTA DE TABLAS

Tabla 1. Comparativo de fundación de los actuales municipios colombianos 1525-1800

Tabla 2. Crecimiento absoluto de las ciudades en los puestos 1.°, 5.°, 10.°, 20.° y 30.° según censos nacionales de 1851-1995

Tabla 3. Participación de la población de Medellín en la población del Valle de Aburrá

Tabla 4. Población de Antioquia y de los municipios del AMVA (1843-2016)

Tabla 5. Antioquia. Frecuencia de fundación de municipios (1550-2000)

Tabla 6. Antioquia distribución de la población según altitud (1843-2016)

Tabla 7. Antioquia, participación de la población en el total nacional

DEDICATORIA

A mi familia, Jenny, Juliana, Mari y Estela, por su acompañamiento incondicional. A Coqui, por enseñarme otro significado de la palabra amor.

A mi bisabuelo, Rogerio María Becerra, intendente del Putumayo al comenzar el siglo XX, por sus combates en defensa del Estado, contra la prefectura apostólica.

AGRADECIMIENTOS

Agradecemos a la Universidad Nacional de Colombia, al Instituto de Estudios Urbanos (IEU) por el apoyo en tiempo dedicado a la investigación y por los recursos facilitados. En varios programas de maestría he presentado adelantos de este trabajo, donde, los diálogos con los estudiantes han alimentado estas reflexiones. En especial, en la Maestría en Ordenamiento Urbano Regional, de la Facultad de Artes y la Maestría en Gobierno Urbano, del IEU.

Por último y no menos importante, agradezco a las personas que me han acompañado en esta empresa. En especial, a Jorge Villegas Arango, quien, en lejanas conversaciones en el CIE de la Facultad de Economía de la Universidad de Antioquia, me alentó a realizar este análisis. Fernán González, en el Cinep, amigo y colega con quien discutimos estos temas, y de quien aprendí la trascendencia de las instituciones para analizar estos procesos territoriales. Alberto Abello, en el Observatorio del Caribe Colombiano, fue mi maestro en la lectura del territorio Caribe, al igual que Margarita Serge. Por supuesto, con numerosos colegas he tenido diálogos sobre estos temas, a todos ellos mi reconocimiento por las ayudas recibidas. Las conversaciones con el arqueólogo Carl Langebaek me iniciaron en la comprensión del mapa ancestral, así como las caminatas con el arqueólogo Álvaro Botiva, quien me enseñó que el paisaje de esa territorialidad ancestral es el mismo que vemos hoy.

NOTA

Para la elaboración de esta investigación analizamos los censos de población que se han realizado en Colombia desde el siglo XIX hasta el 2018. Además, elaboramos una base de datos con la fecha de fundación de los municipios que tienen origen en el siglo XVI, más las de los poblamientos surgidos en siglos posteriores, así como la de erección de municipios y de las ubicaciones según las altitudes. Aquí surgió el problema de la ausencia de una cifra consolidada del número de municipios en Colombia, pues las entidades públicas se contradicen en ello. Más allá de la polémica, trabajamos con los 1103 municipios que reconoce el DANE, y no alcanzamos a incluir a Barrancominas, Guainía, creado en 2019. Con base en la información histórica de origen de los municipios, la población y la altitud, hicimos los cálculos que aquí se presentan.

Esta base de datos fue trabajada por el geógrafo Alfonso Simbaqueba, autor de los mapas que acompañan el texto. El concurso de Alfonso, su experticia como profesional de la geografía, y la creatividad en la aplicación de las herramientas cartográficas fueron indispensables para esta investigación.

Una primera versión de este análisis de la relación entre la ciudad y el territorio en Colombia fue un trabajo que presenté como parte de los requisitos para la promoción a profesor titular, publicado luego como libro, Ciudad y territorio, el proceso de poblamiento en Colombia (Academia de Historia de Bogotá, IFEA, 1993).

PRESENTACIÓN

Juan Pablo Duque Cañas

Las obras del profesor Fabio Roberto Zambrano Pantoja son, sin duda, lectura obligada para todos los interesados en temas relacionados con lo territorial en Colombia. La presente publicación, antecedida por una reconocida producción investigativa, no es la excepción, pues allí nos ratifica su profundo conocimiento sobre las circunstancias que definen los territorios que ahora conforman la nación colombiana. Teniendo como referentes trabajos previos como Ciudad y territorio. El proceso de poblamiento en Colombia, el libro que ahora el lector tiene en sus manos profundiza algunos aspectos y plantea otros nuevos, en su búsqueda por entregarnos una explicación de cómo este país es el resultado de diversas condiciones que lo han ido conformando, con cierta precariedad, y cuya definición sigue en proceso.

Históricamente, la estructuración territorial colombiana se ha presentado bajo una configuración tan compleja como extraña. Si bien los procesos de penetración territorial europea —una vez estas tierras fueron anexándose a sus dominios por la fuerza— correspondieron al seguimiento de rutas condicionadas por las características geográficas en las que los dos grandes ríos y las tres cordilleras marcaban los itinerarios de incursión más viables del norte al sur, las principales estructuras de comunicación siguen hoy la misma orientación, fragmentando el espacio en grandes porciones territoriales intercomunicadas de modo precario.

En este contexto, al ser el territorio nacional un espacio que podríamos denominar bisagra entre Centroamérica y Suramérica, la atomización interna y las dificultades remanentes para su relacionamiento se presentan como objetos de estudio permanentes y pertinentes. Al respecto, podrían mencionarse algunos casos. A los dos considerables litorales marítimos, el centralismo administrativo ha insistido en darles la espalda, como si de estos no dependiera, en buena medida, el futuro del país. Las extensas zonas selváticas del suroriente colombiano, ignoradas ya por costumbre, cada vez son más frágiles ante la arremetida de explotaciones de recursos naturales descontroladas e irresponsables, sin importar si son legales o ilegales. Las llanuras orientales no pasan de ser una extensa planicie que nos separa del país vecino; y la porción andina, tan abrupta en su geografía, aún en la actualidad no permite fácilmente su propia interconexión.

Esta situación pasada y presente se ha concretado en una fragmentación espacial en la que, también debe decirse, se han consolidado costumbres, tradiciones y formas de vida que representan la diversidad cultural reconocida por la Constitución. Pero más allá de verlo como un elemento positivo, las diferencias parecen haber servido para prolongar en el tiempo relaciones de dominio y subordinación, de exclusión y rechazo, enmarcadas en un centralismo administrativo que ya se ha planteado en repetidas ocasiones como uno de los motivos de rezago en las dinámicas de desarrollo económico, y de avance y justicia social, en términos de igualdad, en los tiempos contemporáneos.

Tal centralismo ha sido mantenido con la idea de que facilita la unificación identitaria alrededor de símbolos y ritualizaciones de un incipiente nacionalismo, en contravía de lo que caracteriza a otros países latinoamericanos que han optado por reforzar modelos federalistas. Si bien este centralismo se estructuró históricamente a través de la consolidación de ciudades que ejercieron cierto control en sus áreas adyacentes, dejando muchos espacios sobre los cuales cualquier vigilancia se mostró inviable en la práctica, los más grandes centros poblados fueron ampliando su predominio y concentrando su hegemonía, en especial en la región andina. Los amplios territorios entre estas ciudades se convirtieron en lugares de poblamiento disperso y en los que el proceso de mestizaje creciente se incrementó y, de paso, cayó en el olvido o, mejor, nunca dejó de ser olvidado. Asimismo, la facilidad de explotación agraria del suelo en la región central condujo a que la mayor parte de la población nacional se concentrara en estos espacios, incentivando, con precariedad, la producción agrícola para consumo local, e impactando las dinámicas de poblamiento en estos territorios en mayor medida.

El profesor Zambrano revisa estos aspectos en este valioso aporte investigativo, y nos muestra cómo el proceso de poblamiento en Colombia ha sido condicionado por múltiples variables, muchas de ellas derivadas de las restricciones espaciales propias de una geografía compleja; algunas determinadas por una configuración precolombina cuyos elementos fundamentales sirvieron de guía primigenia en las avanzadas tierra adentro; y otras, consecuencia de los planteamientos de ordenación territorial, ejecutadas por los nuevos dominadores de ultramar para garantizar la centralización y facilitar el control militar y religioso.

En este sentido, Zambrano nos entrega una prolífica cantidad de datos valiosos sobre el poblamiento, que, sin duda, nutren y facilitan la comprensión de este fenómeno y de todas sus aristas. Para ello, este autor configura un argumento de revisión histórica donde el espacio territorial es el protagonista y revela cómo allí se dieron fuertes tensiones entre dominadores y dominados. Además, alimentado con una muy pertinente y amplia información cartográfica, este trabajo hace evidente la concentración poblacional en sitios de densidad creciente a lo largo del eje de estructuración demarcado por las tres cordilleras y las dos grandes vertientes fluviales, la misma configuración que determinó las realidades históricas de uso de los suelos urbanos y rurales, y su incorporación en las dinámicas económicas y los flujos de importación y exportación de productos.

Se trata, en consecuencia, de un magnífico trabajo que, aunque escrito con un lenguaje propio de una investigación académica de alta complejidad, está construido de forma atrayente para todo posible lector. De hecho, quien lea con atención esta obra puede alcanzar un alto nivel de comprensión sobre esta parte de nuestra historia, pues allí se presentan válidas explicaciones de por qué esta nación es una extraña mezcla de centralismos de poder fundamentados, de manera indudablemente forzada, sobre realidades múltiples, tan divergentes que hacen cada vez más difícil seguir asumiendo esa unicidad que tanto han pretendido quienes insisten en el supuesto de la identidad colombiana. Se ratifica, por lo tanto, la necesidad de recorrer la integridad de las investigaciones de Fabio Zambrano, porque en su conjunto constituyen una parte esencial de los análisis históricos del país.

INTRODUCCIÓN

CÓMO SE ARMA UN PAÍS

Si hay una imagen que resume a Colombia es la idea de diversidad, de la pluralidad de escenarios naturales y las diferentes sociedades que la habitan. Las disímiles culturas regionales han creado músicas, gastronomías, formas de hablar, imaginarios, que apuntan más a la divergencia que a la unidad, dan forma a una cultura nacional que se escabulle en medio de la riqueza de expresiones locales, provinciales y regionales de todo tipo. Hemos carecido de lo que es común en el Caribe americano: la plantación, y si nos trasladamos a las montañas, en el mundo andino nadie quiere sentirse paisano de alguien que habita al otro costado de los diferentes horizontes cordilleranos. Si nos movemos a analizar la historia política, no podemos encontrar en el pasado a ese personaje que llenó de diversos especímenes la historia latinoamericana como ha sido el caudillo. En las manifestaciones culturales, al estudiar la música, encontramos que la cumbia es el referente latinoamericano de la música colombiana, con este ritmo los vecinos nos distinguen, pero, en nuestro país no pasa de ser un género que se encuentra perdido en un rincón caribeño; igualmente, carecemos de un referente gastronómico que podamos identificar como el plato nacional.

Sin embargo, a pesar de todas las fuerzas culturales centrífugas, más allá del policentrismo urbano, existe una unidad representada en el Estado, centralista y unificador con sus símbolos y ritos nacionales. Al contrario de los países latinoamericanos donde se presentan fuertes primacías urbanas, como Brasil, Argentina y México, cuyos Estados de manera paradójica se organizan en estructuras fuertemente federalistas, en Colombia de clara tendencia policéntrica, nuestro Estado es visiblemente centralista. Las instituciones nos unen, por encima de las pluralidades.

Si en la historiografía colombiana hay un enfoque, hasta ahora de cierta manera indiscutible, por caracterizar a las guerras del siglo XIX como guerras civiles, un estudio realizado por Miguel Borja pone en entredicho esta categorización y las presenta como guerras interestatales; en una interesante y polémica originalidad que propone estudiar las guerras decimonónicas como enfrentamientos entre Estados, más que luchas entre partidos, regiones o departamentos, como confrontaciones desatadas por afirmar identidades estatales, más allá de las luchas partidistas1. El Estado-nación de la Colombia federal (1861-1886), propuesta del liberalismo radical, derivó en el Estado-nación centralista con la Constitución de 1886, proyecto de la república conservadora, cuya aceptación cobró el costo de la guerra de los Mil Días (1899-1902) con sus más de 100 000 muertos.

La explicación del equilibrio logrado entre las tendencias centrífugas, y fuertemente divergentes, como son todas las expresiones culturales y comportamientos sociales locales y regionales, catalizadas por la tendencia unificadora de las instituciones nacionales, es el propósito de este trabajo que presentamos a continuación. Nos proponemos ofrecer una explicación de cómo en la construcción del Estado, primero español y luego republicano, se han sucedido varios modelos, esquemas o sistemas de ordenamiento territorial, con profundos y radicales cambios de las primacías urbanas y, al mismo tiempo, con la notable continuidad de la primacía de Bogotá como el centro administrativo, simbólico y demográfico de nuestro país. Para sostener esta explicación, comenzamos con los ecosistemas, con la biodiversidad. Término de reciente creación (1986), resulta de la contracción del concepto diversidad biológica y hace referencia a la variedad de vida en la Tierra, en todas sus formas e interacciones, consecuencia de una compleja evolución de millones de años.

En particular, este concepto de biodiversidad contempla la variedad de ecosistemas, la sumatoria de la diversidad genética de las especies individuales, las comunidades de criaturas y finalmente los exosistemas enteros, como los bosques, en su integración con el entorno físico en una combinación de múltiples formas de vida que le dan sustento a la vida. En Colombia, esta diversidad biológica es alucinante.

Las discrepantes ofertas ambientales que se encuentran en el espacio que ocupa Colombia son las responsables de la fragmentación que caracteriza a nuestra arquitectura territorial, condición que ha contribuido más a la dispersión que a la unidad de las poblaciones que han habitado este espacio. Los contrastes que encontramos en nuestra geografía son el resultado de las diferencias medioambientales que se encuentran en los distintos recipientes territoriales, contenedores de una gigantesca biodiversidad, que nos convierten en una potencia mundial en fauna, flora y agua, y que, a su vez, son causales de profundas fragmentaciones2.

Las cuatro placas tectónicas que presionan desde diferentes direcciones son las responsables de la formación de los tres ramales de la cordillera andina; pues una vez esta entra por el sur, de donde viene como una sola cadena montañosa, se divide a manera de una digitación, para volver a unirse al llegar a la frontera con Venezuela. La disposición meridiana de estas montañas no facilitó los intercambios de las diferentes sociedades que las han poblado, entre otras razones, porque los cuatro macizos que encontramos en las tres cordilleras no ofrecen continuidades espaciales, están aislados entre sí; los altiplanos notoriamente separados entre ellos, y las seis vertientes cordilleranas totalmente diferenciadas; además los dos valles interandinos, el del río Magdalena y el del Cauca, no ofrecen grandes espacios para la ocupación humana de manera intensiva, con excepción de un corto tramo del valle del río Cauca, a la altura del departamento al cual le da su nombre.

LOS VIENTOS

Así como la geología explica la profusión de cordilleras, sierras, serranías, macizos y vertientes, todas ellas diversas entre sí, los vientos también aportan a la sustancial diferenciación de nuestra biodiversidad. En la costa del océano Pacífico, la corriente de Humboldt que viene del sur ofrece riqueza marina y vientos por donde pasa paralela a la costa; a la altura del Ecuador tuerce hacia el occidente, en notorio desvió hacia la profundidad del Pacífico, y nos deja sin los vientos que arrastra hasta allí, lo cual quitó la posibilidad de la navegación a vela, además de escabullir la riqueza de la gran oferta de peces; en cambio, la ausencia de esta corriente genera un ecosistema considerado como el epítome de la selva húmeda tropical, precisamente por la ausencia de estos vientos3.

El río Magdalena, debido a otras causas, no cuenta con vientos, carencia que obligó a recurrir a los bogas provistos de pértigas para poder navegar al impulso de sus brazos. Tránsito que nunca fue fácil, pues mover los pesados troncos que servían de embarcaciones no era una tarea sencilla cuando había que remontar la corriente. El resultado de esta privación fue el aislamiento del interior andino de los puertos marítimos y una ausencia de intercambios poblacionales entre los Andes y el Caribe, proceso que solamente fue posible al ritmo de las carreteras en la segunda mitad del siglo XX. Además, esta escasez de los vientos generó que este valle del Magdalena estuviera azotado por las fuertes fiebres tropicales, las cuales, junto con una ecología de suelos frágiles, impidieron que fuera el escenario de un amplio poblamiento, como tampoco fue residencia de una economía intensiva4.

Al contrario de estos espacios ausentes de vientos, en la cordillera Oriental los alisios del sureste van a traer las aguas de la Amazonia mediante un complejo sistema de ríos voladores, aguas que son depositadas en los páramos que rodean los altiplanos que se encuentran en esta cordillera, entre otros, el altiplano cundiboyacense, el de Pamplona y el de Pasto, localizado al sur, pero que también se ve beneficiado de las aguas de la Amazonia. Gracias a estos vientos continentales, que impulsan las nubes cargadas de aguas amazónicas, los altiplanos han sido residencia de poblamientos de alta densidad, tanto prehispánicos como posteriores5.

Desde la antropología se ha propuesto la imagen del mundo andino como el de un inmenso archipiélago de territorios habitados por sociedades con muy poca o ninguna comunicación entre sí, portadoras de historias singulares. En estos altiplanos no surgieron ciudades ni estados prehispánicos, sino poblamientos dispersos, donde estuvo ausente el agrupamiento de viviendas bajo la modalidad de aldeas, en total contraste con lo que se encontraba en los Andes centrales, hacia el sur.

El mundo tairona fue la excepción, bastante notable, por cierto. En la Sierra Nevada de Santa Marta, nombre dado por los españoles, las sociedades que allí se asentaron construyeron el sistema urbano más sofisticado que se pudo establecer en la verticalidad de esta montaña, la más alta del mundo al pie del mar6. Numerosas ciudades, donde se destaca Teyuna (Ciudad Perdida), organizadas en una extensa red de caminos, conformaban el único lugar donde se han encontrado ciudades prehispánicas y caminos empedrados que siguen siendo utilizados hoy en día.

Latitud y altitud se convierten en una de las causantes de la diversidad ambiental. En efecto, la localización en la zona tropical, así como el contar con tierras altas en medio del trópico producen la fortuna de diferentes ofertas ambientales, y son generadoras de los contrastes entre las tierras altas y las llanuras tropicales, donde se encuentra una menor productividad agrícola como también mayores problemas sanitarios.

El poblamiento se hizo siguiendo las ofertas ambientales que concurrían en la porción de la Tierra que hoy llamamos Colombia. En aquellos lugares donde se contaba con el soporte adecuado surgió la agricultura y se consolidó el asentamiento de sociedades sedentarias con una alta densidad poblacional gracias a los excedentes alimentarios. La agricultura no se desarrolló de manera uniforme en todo el territorio de la actual Colombia sino en aquellos lugares donde fue posible domesticar la papa, el maíz, la yuca, además de diversos tubérculos y los pocos animales que lo permitieron, como el curí7.

Las especies animales y vegetales necesarias para soportar las poblaciones sedentarias se encontraban, de preferencia en los altiplanos andinos, donde se pudieron aprovechar las verticalidades de las vertientes con sus ofertas de nichos ecológicos ubicados en diferentes altitudes, condición propicia para el cultivo de múltiples especies vegetales todo el año. Además, como usualmente el lugar de vivienda se encontraba en las tierras altas, se resguardaba de las enfermedades tropicales. Esto es lo que explica las altas densidades poblacionales que habitaban los altiplanos, como los Muiscas y los Quillacingas, entre otras sociedades.

Sin embargo, estas sociedades sedentarias, que aprovechaban los ricos ecosistemas andinos y que alcanzaron altas densidades poblacionales, no lograron desarrollar ciudades como tampoco aldeas y mucho menos Estados, con la excepción Tairona que ya señalamos. El poblamiento era disperso y se organizaban en cacicazgos, así como disgregados eran los recursos naturales que aprovechaban. La huella de la ocupación humana seguía la disposición de los recursos en los territorios que poblaban.

En contraste, en las tierras bajas el poblamiento fue de preferencia nómada, diversas sociedades humanas de cazadores y recolectores, pues solo en algunos lugares se encontraban las condiciones naturales para la propagación de las sociedades sedentarias que aplicaron tecnologías agrícolas, por ejemplo, el caso de los habitantes del río Sinú. Excepto algunas, la gran mayoría de las tierras bajas fueron pobladas por grupos nómadas. Donde los recursos son tenues y dispersos, las sociedades tienden a ser de cazadores-recolectores. La característica fundamental de la selva ecuatorial es la de presentar miles de especies vegetales por cada unidad de superficie, pero pocos ejemplares de cada una de ellas en un mismo espacio.

LAS INTERACCIONES

Las sociedades se organizan en el espacio que habitan mediante una constante combinación de la geografía, con las instituciones que construyen para administrarla y la tecnología, que cada vez es más responsable de cómo se organizan las sociedades en sus espacios, así como de las transformaciones que se suceden en el transcurso histórico8. A medida que transcurre el tiempo, cada vez más, la tecnología va adquiriendo una mayor preponderancia en la organización de las sociedades en el espacio. En especial, desde la revolución industrial inglesa del siglo XVIII, las interacciones van inclinando la balanza a favor de la tecnología y cada salto de las revoluciones industriales implica mayores transformaciones de la geografía, incide en las instituciones de gobierno y en especial, acelera la globalización con sus consecuencias en el espacio y en el tiempo. Más allá de los espectaculares avances tecnológicos y de sus efectos en las transformaciones de la vida de las gentes, los vínculos con las geografías son inevitables y las instituciones siguen regulando las relaciones sociales y políticas.

Jeffrey D. Sachs, en el libro que estamos citando, insiste en que es un debate equivocado discutir si el bienestar y el progreso económico son fruto de la geografía, de la tecnología o de las instituciones, en razón de que estos tres ámbitos son interdependientes, “no podemos entender la historia y el cambio económico sin tener los tres en cuenta”9. Son las interacciones entre estas tres variables las que mueven al mundo (figura 1).

El autor identifica seis grandes factores geográficos: el clima, la biodiversidad, la topografía física, los recursos energéticos, los recursos mineros y la la incidencia, prevalencia y transmisión de enfermedades. Estos factores geográficos deben ser considerados según las tecnologías existentes, pues se depende de los recursos naturales y de las tecnologías para utilizarlos. Y, en tercer lugar, las instituciones sociales, el tercer factor del cambio social, incluye las distintas normas culturales, jurídicas, organizativas y políticas de la vida cotidiana, como son la religión, el derecho público y privado, el sistema judicial, las organizaciones económicas, y las políticas, donde se destacan las constituciones y las estructuras del Estado10.

Ya hemos hecho referencia a algunos elementos de la geografía colombiana como una variable cuyos atributos permiten entender cómo se forma nuestro país. Las instituciones son el otro argumento que presentamos para la comprensión de cómo se arma Colombia. En efecto, España introduce diversas instituciones para el gobierno de los espacios conquistados, como fueron los virreinatos, audiencias, gobernaciones, y el orden urbano jerarquizado de manera rígida en ciudades, villas y parroquias. Para la administración de la mano de obra indígena aplicaron la mita, las encomiendas y los resguardos. Y para la administración de las almas se contaba con la Iglesia católica.

Figura 1. Motor de la globalización. Fuente: Jennifer Katischa Moreno con base en Jeffrey D. Sachs. Las edades de la globalización, Barcelona, Ariel, 2021.

Este sofisticado sistema de administración territorial que fue aplicado para gobernar las tierras conquistadas y a sus habitantes, tanto nativos como españoles, no funcionó de manera universal como lo esperaba el Estado español. Durante la conquista se establecieron numerosas ciudades y villas, pero no todas ellas prosperaron como lo concebían sus fundadores. Por ejemplo, las que se fundaron en el piedemonte oriental, como Mocoa y San Juan de los Llanos, languidecieron entrado el siglo XX. A las ciudades fundadas en el Pacífico, como Buenaventura y Barbacoas, les sucedió algo similar; mientras las mineras de la cordillera Oriental, como Muzo y Tocaima, apenas se mantuvieron.

De manera general, el Estado español tuvo éxito en aquellos territorios donde habitaban sociedades sedentarias. Es así como en los altiplanos se establecen las ciudades administrativas, como Pasto, Popayán, Santafé, Tunja y Pamplona; en estos lugares se pudo fijar la agricultura europea de granos y la cría de ganado menor. En estos espacios se pudo recrear una nueva Europa. En el occidente se fundan numerosas ciudades mineras y en el río Magdalena, el corredor fundamental de las comunicaciones (figura 2), las villas puertos. En la costa Caribe tres ciudades puertos: Cartagena, Santa Marta y Riohacha.

Figura 2. Corema río Magdalena: eje inicial de comunicaciones. Fuente: Jennifer Katischa Moreno con base en Fabio Zambrano y Oliver Bernard Ciudad y territorio. El proceso de poblamiento en Colombia, 1993.

De nuevo encontramos que la disposición de los recursos en el espacio, desde la diversidad biológica como también de la humana, es decir el poblamiento prehispánico, son las variables determinantes del éxito o el fracaso de las instituciones españolas. Donde había sociedades sedentarias, en las tierras altas, estas instituciones se establecieron con los buenos resultados que esperaba España; donde habitaban sociedades nómadas, en las tierras bajas, el establecimiento de la dominación española encontró una férrea resistencia y van a surgir frentes de guerra como sucede en casi todo el valle del río Magdalena, en buena parte de la costa Caribe, en la Orinoquia y la Amazonia, como también en la llanura del Pacífico.

La tecnología es la responsable de profundas transformaciones de la geografía, como podemos registrar en diversos momentos de nuestra historia. La primera de ellas fue la navegación a vapor por el río Magdalena, introducida en los años veinte del siglo XIX. Y no fue sino hasta los años ochenta de esa centuria cuando se pudo contar con barcos que ofrecieron un servicio de transporte más eficiente y, en especial, con la construcción del Ferrocarril de Bolívar (1869) y el muelle de Puerto Colombia (1893), que conectó al puerto de Barranquilla con este muelle, que se definió una oferta de transporte que permitió un sistema eficiente para las exportaciones cafeteras.

Los ferrocarriles contribuyeron notoriamente a la transformación de la geografía. Iniciando con el de Panamá (1855), primera línea férrea transcontinental del mundo que permitió superar el tapón del istmo y favoreció los intercambios entre el Caribe y el Pacífico. El segundo, el que mencionamos en Barranquilla, de corta extensión, pues tenía escasos 28 kilómetros, es uno de los más importantes en la historia del transporte colombiano, pues conectó la navegación por el Magdalena con el puerto marítimo, primero Salgar y luego Puerto Colombia. A posteriori, en las distintas zonas productoras se construyeron ferrocarriles hacia los puertos de embarque fluviales, como el de Cúcuta (1889), el de Antioquia, iniciado en 1874 y concluido en 1929, el de Cundinamarca (1909), entre otros.

El de mayor impacto en la geografía colombiana fue el del Ferrocarril del Pacífico, que comunicó a Cali con el puerto de Buenaventura en 1915, precisamente un año después de la apertura del Canal de Panamá. Estas dos obras permitieron que el occidente del país se abriera. Hasta ese momento, el café de la cordillera Central debía buscar la salida por el río Magdalena y desde entonces pudo usar el puerto de Buenaventura (figura 3). Con esto, Cali se convirtió en el enlace con el Pacífico y comenzó su camino como la ciudad primada del Occidente colombiano. Esta transformación modificó sustancialmente la red urbana con el traslado de las primacías urbanas del centro oriente al occidente.

Si no se logró conformar una red integrada de los sistemas regionales de ferrocarriles, esto sí sucedió con las carreteras. Iniciadas en 1905, reciben un impulso en los años veinte con los créditos internacionales y la indemnización por Panamá, desde mediados del siglo pasado comienza la integración de las carreteras, esfuerzo que ha sido constante. Fue el camión, más que el ferrocarril el responsable de la integración de los mercados regionales. La aviación ofreció otro tipo de integración, en especial desde la llegada del jet que permitió acercar a Bogotá con el exterior y con ello la exportación de flores a los mercados externos. Por primera vez el centro del país establece un contacto directo con el exterior. Por último, las comunicaciones inalámbricas, desde la radio hasta la Internet fueron integrando, desde la virtualidad, el territorio nacional.

Figura 3. Corema canal de Panamá: un nuevo eje de comunicaciones. Fuente: Jennifer Katischa Moreno con base en Fabio Zambrano y Oliver Bernard Ciudad y territorio. El proceso de poblamiento en Colombia, 1993.

La modernización tecnológica se dejó sentir primero en la agricultura, con la incipiente mecanización primero en la sabana de Bogotá durante la segunda mitad del siglo XIX y luego en el valle del Cauca. Más tarde, la industrialización urbanizó los avances tecnológicos, primero con las industrias de alimentos, bebidas y textiles, y más tarde con bienes intermedios.

Ciertamente la tecnología es la responsable de profundas transformaciones de la geografía nacional, al causar dos influencias, una la integración de los mercados internos y otra con los cambios que se suceden con los mercados externos. Pero, paradójicamente, al mismo tiempo ha sido la responsable de la permanencia de las primacías territoriales andinas.

LAS CIUDADES ORDENAN

El orden soñado por España, totalmente urbano, y que intentó establecer en el siglo XVI sufrió un profundo trastorno en el siglo XVII conocido hoy con el nombre del siglo maldito, en razón de que en casi toda esta centuria el mundo experimentó un enfriamiento global causado por una oleada de terremotos, erupciones volcánicas y recurrentes episodios de El Niño, así como una reducción drástica en la actividad de manchas solares, los monzones más débiles y algunas de las temperaturas globales más bajas registradas en los últimos siglos11. El efecto de esta crisis climática fue una catástrofe demográfica mundial pues se calcula que desapareció una tercera parte de la humanidad.

En 1719 se redujo la frecuencia y la violencia de las erupciones volcánicas, disminuyeron los episodios de El Niño, las manchas solares retomaron el ciclo actual de once años y llegó a su fin el largo episodio de enfriamiento global, la pequeña edad de hielo. El clima se tornó más benigno, coincidiendo con una explotación más sistemática de la agricultura, con lo que la oferta de alimentos aumentó más rápido que su demanda, dando como resultado un rápido incremento demográfico en las zonas más fértiles de todo el mundo.

En la Nueva Granada los efectos del cambio climático se sintieron en sus dos momentos: el de la contracción poblacional durante el siglo XVII y el de la expansión demográfica a partir de mediados del siglo XVIII. Al revisar las fechas de fundación de los actuales municipios colombianos, cerca de la cuarta parte se poblaron entre 1744 y 1784. Es el momento de mayor expansión territorial que ha vivido la actual Colombia en toda su historia y que estuvo acompañado de un pujante crecimiento demográfico. La sociedad que surgió de la crisis de la pequeña edad de hielo fue otra, una sociedad muy diferente a la que España había soñado dos siglos antes, aquella que era urbana y con un orden étnico muy definido.

Desde las tierras altas y desde los puertos caribeños se iniciaron diversos procesos de colonización, de donde derivan sociedades campesinas que perturbaban de manera evidente el orden español, urbano y estamental. Debemos recordar que no había campesinos en el modelo español, puesto que todos debían ser habitantes urbanos y separados según las etnias. Los trabajadores rurales debían habitar en parroquias y resguardos. En contra de lo esperado por España, las colonizaciones se suceden por toda la cordillera Central, por las vertientes de la actual Cundinamarca, hacia el piedemonte llanero, y en las llanuras caribeñas y con ello se subvierte completamente el ordenamiento territorial español.

Así crecen las villas, como Honda, que se vuelve más notable que Mariquita, ciudad hasta entonces dominante; la villa de Medellín desbanca a Santa Fe de Antioquia, primacía urbana de esa provincia y Cúcuta, originalmente un pueblo de indios desplaza a la Villa del Rosario y a la ciudad de Pamplona. Esto se sucede a lo ancho y largo del virreinato, de tal manera que las jerarquías político-administrativas se encontraron dislocadas por la profunda transformación del siglo XVII, y en escaso medio siglo se creó una nueva realidad. Las diversas colonizaciones, que se inician a finales del siglo XVIII se van a convertir en uno de los factores vitales en la organización de la sociedad colombiana. La posibilidad de migrar a la frontera agraria surge como una de las constantes de nuestra historia, y la imposibilidad de cerrarla ha mostrado uno de los límites del Estado en sus esfuerzos por controlar el territorio.

El Estado no solamente fue subvertido en su ordenamiento territorial; la composición de la población también experimentó una profunda transformación como resultado del amplio mestizaje. La población de la Nueva Granada creció de manera sustancial en el grupo de mestizos, pero como decía el virrey Caballero y Góngora, era “un monstruo indomable que a todo lo bueno se resiste”12. En Santafé de Bogotá, cerca de las dos terceras partes de sus habitantes eran mestizos al finalizar el siglo XVIII. La mezcla de razas estaba mostrando el límite de los alcances del control moral que ejercía la Iglesia católica, puesto que el mestizo era un hijo del pecado. Se presentó una situación interesante donde buena parte de la población dejó de creer en la Iglesia, como institución, así siguiera creyendo en Dios.