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Beschreibung

Frente a las catástrofes en curso es urgente formular interpretaciones que permitan entender el presente convulso que vivimos. En esta obra presentamos 8 reflexiones sobre el futuro del capitalismo formuladas a partir de dos preguntas comunes: cómo se sostiene el sistema y cuáles son las vías de su superación. Las y los autores coinciden en dos cuestiones fundamentales: el carácter terminal del capitalismo como resultado de la crisis contemporánea y la necesidad de crear relaciones sociales que ofrezcan alternativas para los pueblos. A la constatación de que el capitalismo ha encontrado límites sociales y ambientales que ponen en cuestión su existencia, se suma un amplio diagnóstico sobre las abyecciones, disfuncionalidades y contradicciones que caracterizan nuestra época. Asimismo, se presentan las experiencias de diversos pueblos, organizaciones y luchas que en muchas partes del mundo están abriendo caminos a la transformación social, entre los que destacan las mujeres, los jóvenes y los pueblos originarios. El debate sobre la situación en México también ocupa un lugar central entre estas discusiones.

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COLECCIÓN AKADÉMICAPolítica / Economía / Sociología

Diseño de interiores y cubierta: RAG

Esta obra digital fue apoyada por el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (papiit), de la unam, con clave IG300318, y fue sometida a un riguroso proceso de dictaminación por pares académicos, siguiendo el método de doble ciego conforme las disposiciones del Comité Editorial de publicaciones no periódicas del Instituto de Investigaciones Económicas de la unam.Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra.Primera edición: febrero del 2021D. R. © 2021 Universidad Nacional Autónoma de México Ciudad Universitaria, Coyoacán, 04510, Ciudad de México.Instituto de Investigaciones Económicas, Circuito Mario de la Cueva s/n, Ciudad de la Investigación en Humanidades, 04510, Ciudad de México.D. R. ©2021, por características gráficas y de edición, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM. Edicionesakal México S. A. de C. V. Tejamanil Mz 13, Lote 15, Sección 6, Pedregal de Santo Domingo, Coyoacán, CP 04369, CDMX, México. Tel. (55) 50 19 04 48 [email protected] www.akal.mxISBN: 978-607-8683-53-6

Hecho en México

RAÚL ORNELAS / DANIEL INCLÁN Coordinadores

Cuál es el futuro del capitalismo

Aviso de incendio

Raúl Ornelas

Daniel Inclán

Agosto de 2019. La noticia corrió, literal, como un incendio: ¡Amazonia arde! El episodio ofreció una imagen condensada del proceso de dislocación del capitalismo: a través de él y durante varias semanas se expresó el conjunto de contradicciones de nuestra época.

En primer lugar, la intensificación del desarrollo capitalista y su carácter autodestructivo: la acumulación de capital y la obtención de ganancias siguen produciéndose, pero a costa de la destrucción de sus bases materiales. Tal es el caso de la selva amazónica: de acuerdo con el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, el 20 de agosto se detectaron 74 155 incendios solo en la Amazonia brasileña; entre el 1 de enero y el 7 de noviembre de 2019, la misma fuente reporta más de 331 mil incendios en los 13 países que comparten la Amazonia, entre los cuales destacan Brasil con más de 176 mil focos, Bolivia con 43 mil, Argentina y Venezuela con 27 mil cada uno. Frente a estos ritmos de destrucción, se proyecta la desaparición de 40% de la selva hacia el año 2050.

En segundo lugar, destaca la acción social sobre lo no-humano. La intensidad y el agravamiento de los incendios es resultado de una combinación de factores, entre los cuales resalta el aumento de las temperaturas: el llamado calentamiento global, cuyo origen antropogénico ha sido comprobado una y otra vez. Además, dos tipos de decisiones gubernamentales inciden de manera significativa en el proceso de devastación de Amazonia: la apertura de la frontera de explotación de la selva en prácticamente todos los países de la región y la disminución de los recursos de todo tipo dedicados al cuidado y restauración de la biosfera. La expresión extrema de esta relación son los incendios provocados por productores agropecuarios y mineros que de esa forma amplían las superficies para sus explotaciones: imágenes satelitales mostraron que un importante número de los incendios en 2019 se originaron en terrenos desmontados y no fueron obra de alguna «catástrofe natural». Este escenario fue preparado y favorecido por las decisiones gubernamentales para incentivar, o al menos tolerar, las actividades productivas en Amazonia, así como por la negligencia de gobernantes y empresarios para actuar de manera contundente frente a un fenómeno de destrucción acelerada que exigía el emprendimiento de acciones rápidas y eficaces para controlar los incendios y sus secuelas.

En tercer lugar, con los incendios también desaparecieron bases materiales de grupos étnicos, y con ellas, los saberes para poder producir el entorno selvático. Los fuegos de la catástrofe también arrastran con saberes ancestrales. A ello contribuye el reiterado discurso que caracteriza Amazonia como un desierto verde, una extensión de riquezas lista para explotarse; con lo que se olvida que una tercera parte de la selva es producto de las interacciones de los habitantes con los ecosistemas.

En cuarto lugar, el acontecimiento estuvo teñido con altas dosis de posverdad. Por una parte, es conocida la voluntad de los gobiernos y de los empresarios de la región para seguir expandiendo la frontera capitalista a costa de la selva y del conjunto del ecosistema amazónico. En ello se ha distinguido Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, quien durante su campaña afirmó que la protección de la tierra obstaculiza el crecimiento y se manifestó por abrir el territorio amazónico a la explotación comercial. A ello se sucedieron decisiones contra regulaciones e instancias que protegen territorios y pueblos que habitan Amazonia. Con tales antecedentes, resultaron grotescas las declaraciones de este personaje, atribuyendo los incendios a organizaciones no gubernamentales supuestamente en represalia por el recorte de fondos oficiales. El juego de espejos escaló hasta la geopolítica internacional cuando diversos gobiernos metropolitanos, encabezados por el de Francia, criticaron las políticas de Bolsonaro y llamaron a actuar conjuntamente para «salvar los pulmones del mundo». Frente a tales declaraciones que encauzaron la indignación por la destrucción de la selva, el presidente y algunos grandes empresarios agroindustriales de Brasil echaron mano de la retórica nacionalista afirmando: «la Amazonia es nuestra», y que no cederían el control de esa región.

Meses después, los gobiernos siguen emitiendo declaraciones de apoyo a una u otra posición, muchas personas siguen «rezando por Amazonia» y exigiendo a los gobernantes que detengan la destrucción de esa región del mundo… mientras los incendios continúan.

El episodio se reprodujo, amplificado, en Australia. Meses de sequía e incendios arrasaron más de diez millones de hectáreas, una superficie equivalente a la de Bélgica y seis veces mayor a la superficie destruida en Amazonia, matando a más de mil millones de seres vivos y poniendo en peligro la existencia de un incalculable número de especies vegetales y de hongos. Y en el colmo del pragmatismo, para cuando se lean estas líneas, habrán sido «sacrificados» diez mil camellos silvestres, por decisión del gobierno australiano, tomando como justificación la escasez de agua.

Estas anécdotas resumen el espíritu de una época en la que aumenta la conciencia sobre la destrucción del ambiente, al tiempo que las élites empresariales y gubernamentales se atrincheran entre el negacionismo acerca del cambio climático y las estrategias de una imposible adaptación frente a las múltiples rupturas del metabolismo planetario.

Las relaciones sociales, en todos sus planos, también están trastornadas: las certezas liberales sobre la economía de mercado, la democracia representativa y la primacía del individuo-ciudadano-consumidor giran en el vacío y tienden a disiparse como pilares de la civilización capitalista. La bancarrota del liberalismo puede ser ilustrada por dos procesos si no simétricos, sí simultáneos: el fortalecimiento de la ultraderecha que ocupa cada vez más posiciones políticas en las instituciones representativas, formando incluso gobiernos autoritarios en Filipinas, Brasil o Austria; proceso cuestionado por las irrupciones sociales de carácter local, regional y nacional, cuyos recientes ejemplos en Ecuador, Chile y Haití, han adquirido fuertes tintes de crítica radical al estado de cosas imperante.

Si miramos el núcleo del sistema, las relaciones sociales que permiten la generación de ganancias y de medios para ejercer el poder, también observamos profundas contradicciones que señalan el agotamiento del capitalismo. A los conocidos procesos de sobreacumulación y automatización de la producción, paliados secularmente mediante la incorporación de nuevos espacios y ámbitos de inversión, se suman dos procesos que no cesan de amplificarse: la desaparición del empleo formal y la destrucción de las formas no asalariadas de reproducción (economías de autosubsistencia, artesanado, entre las más importantes).

Esta destrucción de las formas no-capitalistas de reproducción ha propiciado que la precariedad se convierta en el paradigma de las relaciones laborales, y lo más importante, ha desencadenado migraciones masivas que se agolpan en las fronteras del Occidente metropolitano, convertido en gueto militarizado.

Y mientras tanto, el poder y las ganancias de las corporaciones gigantes y los súper ricos crecen sin cesar. En medio de profundas crisis sociales y ambientales, tales sujetos sociales continúan acumulando riqueza, bajo todas sus formas, en cantidades sin precedente. Los estudios sobre la polarización económica y social, así como sobre la plutocracia, sus suntuosas y extravagantes formas de vida, nos muestran que la situación de estos sujetos es de una prolongada bonanza, hija del neoliberalismo.

La situación que enmarca nuestra discusión es la de una profunda crisis civilizatoria que está llegando al límite de la extinción de la vida en el planeta. Lo esencial de esta coordenada histórica es concebir la crisis como un periodo en el que las relaciones sociales que son el fundamento de la sociedad contemporánea están en proceso de transformación por las acciones de diversos sujetos sociales. Este proceso exige un estudio detenido de las fuerzas creativas y destructivas de la sociedad capitalista. Nuestras reflexiones pretenden contribuir a dibujar un panorama general que dé pie a investigaciones en este campo que apenas comienza a ser desbrozado en nuestro medio académico.

Elmundocerradodelosdominadores

Este no es un tiempo para el pesimismo, es un tiempo para el optimismo. El miedo y la duda no son una manera correcta de pensar, ya que este es un tiempo para la esperanza, la alegría y el optimismo y la acción. Pero para alcanzar las posibilidades del mañana, debemos rechazar a los profetas de la catástrofe y sus predicciones sobre el apocalipsis. Ellos son los herederos de los tontos adivinos de ayer –yo los conozco, ustedes también, todos los conocemos; ellos quieren que fracasemos, pero nosotros no dejaremos que eso pase–. Predijeron una crisis de sobrepoblación en los años sesenta, hambrunas masivas en los años setenta y el fin del petróleo en los años noventa. Estos alarmistas siempre piden lo mismo: poder absoluto para dominar, transformar y controlar cada aspecto de nuestras vidas. Nunca permitiremos que los socialistas radicales destruyan nuestra economía, destrocen nuestro país o erradiquen nuestra libertad. Estados Unidos siempre ha sido orgulloso, fuerte y un inquebrantable bastión de la libertad[1].

Estas palabras de Donald Trump, parte de su discurso en el Foro Económico Mundial de Davos 2020, sintetizan la ceguera interesada de los dominadores frente a la situación del planeta y de las sociedades que lo habitan. Mientras la temperatura aumenta, los megaincendios se producen cada vez con mayor frecuencia y las catástrofes ambientales y sociales se diversifican e intensifican, Trump nos convida a un optimismo que ya no puede ocultar la situación que vivimos. De manera paulatina, las recetas en boga para «enderezar el rumbo» del capitalismo están adoptando un tono defensivo, procurando descalificar los argumentos e incluso las simples constataciones sobre la circunstancia actual, buscando ocultar, o al menos matizar, lo evidente: estamos en una situación límite.

Las palabras de Trump también revelan un elemento cualitativo de nuestro tiempo: la espiral de autodestrucción en que estamos inmersos. Hasta hace poco tiempo, los discursos de los dominadores acerca del bien común y las bondades de la sociedad dominante referían, en su parte esencial, los beneficios que ellos reciben merced al buen funcionamiento del sistema. En contraste, los discursos actuales revelan una voluntad suicida que mezcla la confianza en las «soluciones tecnológicas» con el cálculo de que no existen sujetos sociales con suficiente poder para cuestionar las relaciones sociales dominantes. Lo crucial de esta visión del momento que vivimos es que la lógica autodestructiva es compartida por todo el espectro político y social: los gobernantes por supuesto, pero también los partidos políticos, los sindicatos, las principales instituciones y, de manera destacada, una amplia mayoría de la población del planeta, comparten la certidumbre de que la civilización capitalista es la única posibilidad deseable de sociedad. De ello resulta un estrecho margen de acción para emprender y realizar cambios en las relaciones sociales y entre la sociedad y la llamada naturaleza.

Aunque mayoritaria, la negación no es absoluta y la fuerza de los hechos, en los que las catástrofes devienen cotidianas y cada vez más graves y letales, están creando los fundamentos de una crítica social radical, la crítica de las relaciones sociales capitalistas. Estamos alcanzando el límite en que las respuestas salutarias se multiplican: las reflexiones y acciones colectivas están dejando de ser solo contestatarias para devenir la crítica en actos de la destrucción en curso.

¿Cuáleselfuturodelcapitalismo?

¿Cómo explicar este cúmulo de paradojas y contradicciones? La presente obra tiene como primer objetivo el trazo de las principales líneas de fuerza por las que transcurre la bifurcación del capitalismo.

En una perspectiva materialista, la pregunta sobre el futuro del sistema carece de sentido si no se abordan también los debates y las prácticas sobre la superación de la civilización capitalista. Situados en la posición de que nuestras realidades son construcciones sociales en disputa, el interrogante sobre los modos en que se ensayan alternativas al capitalismo en todas las escalas y en todas las geografías constituye el elemento cualitativo que nos permite acotar la incertidumbre de una ruptura epocal como la que estamos viviendo en las últimas décadas.

La inminencia de un quiebre civilizatorio se declina tanto en la dislocación sistémica como en las rupturas frente al capitalismo que desde las reflexiones y las luchas de diversos sujetos sociales, abren vías de construcción de nuevas formas de vida colectiva. Entre ellos y ellas destacan las mujeres, los pueblos indígenas y las alianzas multisectoriales en las grandes ciudades, que manifiestan un hartazgo generalizado en contra de la miseria de la vida contemporánea y la determinación de ensayar caminos novedosos para superar la situación imperante.

A pesar de la asimetría que existe entre las fuerzas de la dislocación y aquellas de la construcción de alternativas, marcada por una concentración sin precedentes de riqueza y de medios de ejercicio del poder en manos de los sujetos dominantes, las reflexiones contenidas en esta obra comparten la hipótesis de que, en tiempos de bifurcación, las acciones contestatarias y sus efectos se amplifican, como resultado tanto de la fragilidad del capitalismo como del surgimiento y difusión de nuevas ideas-fuerza que sientan las bases para construir otras formas de relacionarnos. Acaso el mejor ejemplo de este «efecto mariposa» es el performance Un violador en tu camino, de la colectiva feminista Las Tesis, que en cuestión de días alcanzó una dimensión mundial, culminando una larga serie de búsquedas, rupturas y acciones colectivas en contra del patriarcado.

Las reacciones ante la crítica radical del capitalismo tienen como rasgo común la descalificación: argumentar la dislocación del sistema es tildado de catastrofismo, de ingenuidad, de utopismo e incluso de irresponsabilidad. No obstante, ¿qué hay más irracional en el debate público y el diálogo social que la negación del carácter finito del sistema? Como toda construcción social, el capitalismo deberá desaparecer y nuestro trabajo sostiene la hipótesis de que la bifurcación sistémica se ha acelerado. Elucidar su trayectoria y dinámicas es el interés de los trabajos que presentamos a la consideración de las y los lectores.

La indagación que proponemos está anclada en la amplia y rigurosa tradición del pensamiento crítico que, durante el largo periodo de neoliberalismo y dominación de espectro completo, hizo frente a la idea de que «es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo»: desde nuestra perspectiva, la bifurcación sistémica es una coordenada fundamental para entender la situación contemporánea, de modo que la tarea que emprendemos no es la fundamentación acerca del fin del capitalismo, sino las modalidades de su transformación (derrumbe, disipación, superación) y las prefiguraciones sobre las realidades que tomarán su lugar.

En tanto obra colectiva, en este libro convergen diversos enfoques e interpretaciones sobre la trayectoria de la sociedad dominante, que tienen en común el trabajo de investigación riguroso sobre los límites y contradicciones de las sociedades contemporáneas, así como la interpretación del tiempo presente en la que se asume que vivimos un momento inédito de crisis que nos invita a profundizar nuestras interpretaciones y someterlas al debate público. El libro es parte de un debate abierto, que pretende trazar líneas de análisis sobre la situación contemporánea, mirando de manera crítica la historia del sistema, en especial los últimos cincuenta años, lo que permite pensar la actual coyuntura de una manera renovada.

Para la elaboración de este libro realizamos un seminario de reflexión en octubre de 2018[2]. A partir de los intercambios sostenidos, las y los autores elaboraron un texto intentando responder a las preguntas que articulan la obra:

¿Cómo se sostiene el capitalismo a pesar de sus profundas contradicciones?¿Cuáles son las rutas de superación o salida del sistema?

Las contribuciones comparten tres ejes de argumentación:

El establecimiento de las trayectorias que definen la situación actual del sistema a partir de las condiciones de reproducción del capitalismo en el siglo xxi. Los sujetos que disputan el control del rumbo del sistema. La pregunta por los actores es central, ya que permite entender las transformaciones en el ejercicio del poder, las alianzas y las estrategias por establecer y controlar la reproducción del sistema.Los escenarios posibles. A partir de las discusiones genealógicas y el reconocimiento de los sujetos protagónicos, se pueden discutir los futuros posibles ante el escenario actual. La prognosis considera las geografías, las tendencias tecnológicas, las fuerzas sociales y los límites ecológicos.

La exposición de las reflexiones inicia con el texto de Silvia Federici, feminista y estudiosa de los procesos de la reproducción social, que ofrece un panorama acerca de cómo están respondiendo las mujeres y sus organizaciones a la ofensiva capitalista que está devastando las condiciones de la reproducción en todos sus niveles. Federici sustenta las posibilidades de inventar y establecer nuevas relaciones sociales que superen la barbarie capitalista en la poderosa y multifacética acción de las mujeres.

Armando Bartra nos propone mirar la crisis del capitalismo desde la situación de las mujeres y de las y los campesindios, protagonistas de las luchas perseverantes y radicales que en todo el mundo están levantando diques a la devastación generada por el modo de producción del capitalismo decadente. Dando continuidad a una de sus principales líneas de investigación, el autor nos invita a ir más allá de las certezas de las izquierdas que han visto a los sujetos no-proletarios como anomalías y a resituar su papel como frontera económica y social del sistema.

En su contribución, Gustavo Esteva parte de un argumento tan audaz como polémico al postular la muerte del capitalismo, en tanto el sistema ya no es capaz de reproducirse en escala ampliada y planetaria, presentando claros signos de desintegración. Bajo esa premisa, propone un recorrido por las ideas y las prácticas que fundaron la condición poscapitalista contemporánea, a la que califica de un régimen autodestructivo de despojo, cerrando su exposición sobre las diversas formas en que se está ensayando la superación del capitalismo en muchas partes del planeta.

Ana Esther Ceceña aborda la crisis epocal a partir de los límites y las potencias de un sistema que se ha apoderado de la totalidad social. Desde la perspectiva del sistema-mundo, argumenta la insustentabilidad y el carácter terminal de la crisis contemporánea. A partir del análisis de los principales macro-procesos de nuestro tiempo, Ceceña advierte la necesidad de considerar no solo las tendencias autodestructivas del sistema sino también la acción de los sujetos sociales que disputan el sentido de la bifurcación del capitalismo.

Por su parte, Márgara Millán propone una lectura sobre la trayectoria del sistema a partir de dos derivas. La primera argumenta que el futuro al que nos lleva el capitalismo es la barbarie, aportando elementos que explican la reproducción del sistema, de manera destacada, el predominio del capitalismo como sentido común que aún goza de la adhesión social generalizada. La segunda deriva depende de las salidas del capitalismo, que deben hacer frente a los desafíos de la explotación y la represión, así como a las formas de seducción a través de las cuales el capitalismo reproduce su dominación.

El texto de Gonzalo Fernández destaca la complejidad del capitalismo entendido como un sistema de dominación múltiple de carácter civilizatorio, y propone un conjunto de sendas para la acción social que comprenden los horizontes, las claves políticas y los hitos o campos estratégicos de acción frente al sistema.

La séptima contribución, también de Silvia Federici, invita a mirar el futuro del capitalismo desde las luchas emancipatorias y, en particular, desde las luchas de las mujeres y sus organizaciones. El texto sitúa la crisis civilizatoria en el mediano y largo plazo, y subraya que las luchas de las mujeres han podido avanzar porque son luchas que proponen y construyen, además de resistir.

En el texto final, Daniel Inclán y Raúl Ornelas presentan sus reflexiones tanto sobre las preguntas como sobre los debates presentes en la obra, proponiendo una interpretación general acerca de la trayectoria del capitalismo contemporáneo. En este texto se hace una lectura no-unívoca, en la que se asume que el sistema logra reproducirse a pesar de sus enormes contradicciones, al tiempo que encuentra en ellas formas de realización. Lo que se resalta es que en ambos casos se trata de una fuga hacia adelante, no de una reproducción que permita la estabilidad de largo aliento.

Es necesario destacar la presencia, en estas páginas, del «debate mexicano», producto de la victoria electoral de la izquierda en la elección presidencial de 2018. Los temas del estado y su papel en la transformación, de las vías de las emancipaciones y las contrahegemonías, así como los clivajes entre las expectativas que ha despertado la propuesta de un cambio de régimen propuesto por Andrés Manuel López Obrador (amlo) y las gigantescas trabas institucionales y del propio proceso, enlazan la situación del país con la trayectoria del sistema, ofreciendo un ejemplo de los desafíos que implica el futuro del capitalismo.

Esperamos que estas reflexiones estimulen el debate en México y en América Latina, donde el diálogo social es intenso, al punto de alcanzar un alto nivel de rigor y profundidad, comenzando a permear tanto la opinión pública como al conjunto de las sociedades.

Los coordinadores agradecemos a las y los autores por su participación y paciencia en la elaboración de este libro, así como el apoyo de las y los integrantes del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica. La investigación y publicación fue realizada gracias al Programa unam-papiit IG300318, 2020.

Por mí se va a la ciudad del llanto por mí se va al eterno dolor por mí se va hacia la raza condenada Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo eterno, y yo duro eternamente. ¡Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza! Vi escritas estas palabras con caracteres negros en el dintel de una puerta, por lo cual exclamé: —Maestro, el sentido de estas palabras me causa pena. Y él, como hombre lleno de prudencia, me contestó: —Conviene abandonar aquí todo temor; conviene que aquí termine toda cobardía. Hemos llegado al lugar donde te he dicho que verías a la dolorida gente, que ha perdido el bien de la inteligencia.

Dante Alighieri, La Divina Comedia

En una palabra, la dinámica del sistema plantea el abandono de toda esperanza en una posible renovación o en una gestión virtuosa del capitalismo. Descendemos hacia la incertidumbre de la bifurcación sistémica…

Notas

[1] This is not a time for pessimism; this is a time for optimism. Fear and doubt is not a good thought process because this is a time for tremendous hope and joy and optimism and action. But to embrace the possibilities of tomorrow, we must reject the perennial prophets of doom and their predictions of the apocalypse. They are the heirs of yesterday’s foolish fortune-tellers –and I have them and you have them, and we all have them, and they want to see us do badly, but we don’t let that happen. They predicted an overpopulation crisis in the 1960’s, mass starvation in the 70’s, and an end of oil in the 1990’s. These alarmists always demand the same thing: absolute power to dominate, transform, and control every aspect of our lives. We will never let radical socialists destroy our economy, wreck our country, or eradicate our liberty. America will always be the proud, strong, and unyielding bastion of freedom.

[2] Las grabaciones del evento pueden consultarse en [http://geopolitica.iiec.unam.mx/node/682].

Reproducción y lucha de las mujeres en una época de nueva acumulación originaria*

Silvia Federici

Agradezco a Ana Esther Ceceña, Raúl Ornelas y a todos los integrantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales que me han invitado a estos seminarios y me han hecho regresar a la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). La unam es para mí un lugar particular, porque todas las veces que he venido a México siempre ha sido un punto importante de encuentro y aprendizaje. Tengo una relación particular también porque visité la unam la primera vez que vine a México un mes después de la masacre de Tlatelolco. Era estudiante en Estados Unidos, formaba parte de un grupo político que se interesaba por los movimientos sociales y decidí pasar las vacaciones de navidad en México. Me dijeron: «ve a la unam para ver qué pasa, han reprimido estudiantes». El mismo día que llegué a Ciudad de México, fui a la unam que parecía un desierto, un campo de batalla. Fue una impresión muy fuerte. Logré obtener materiales sobre lo que había pasado en Tlatelolco, en la Plaza de las Tres Culturas. El resumen de este evento fue mi primer artículo en inglés. Entonces, tengo una relación muy vieja con México.

Hoy el tema de mi presentación es sobre los cuerpos de las mujeres, sus posiciones sociales, el trabajo de reproducción, sus luchas y las consecuencias de la reestructuración de la economía global que inició a fines de los años setenta del siglo xx. Ahora han pasado varias décadas, pero dichas consecuencias han sido devastadoras para todo el mundo y, en particular, para América Latina. Mi objetivo no es solamente describir los aspectos negativos, sino también mostrar cuáles son las formas de defensa, resistencia y lucha. Se trata de cómo podemos pensar, a partir del presente, programas no solamente para resistir más, sino para empezar a cambiar la sociedad; sembrar relaciones y elementos que nos puedan ayudar a construir un mundo más justo, un mundo no fundado sobre la explotación, la violencia y la desigualdad.

Acumulaciónprimitivarevisada

Quiero empezar explicando qué es esta acumulación primitiva. Los que han leído a Karl Marx saben que es un concepto que utiliza en El capital para describir la primera fase de desarrollo del capitalismo. Marx se pregunta: ¿por qué los capitalistas y este sistema pudieron desarrollarse? Tuvo que haber una acumulación previa de materiales, productos y personas, fuerza de trabajo. Propone que antes del desarrollo real del capitalismo existió un período primitivo u originario. Marx, en un famoso capítulo del libro primero de El capital, explica este período de acumulación originaria que creó las condiciones de existencia de la sociedad capitalista, su estructura más importante, más fundamental. Estructuras que siguen existiendo.

Marx se enfoca en el proceso de expulsión de las tierras que el campesinado sufrió en Europa. Este proceso empezó más o menos en los siglos xvi y xvii, se expulsó a los campesinos de las tierras que los señores feudales les dieron durante la Edad Media, tierras con las que podían reproducirse. Con esta expulsión se crea un mundo de gente sin nada, dice Marx: «no tienen nada sino su trabajo»; son personas vulnerables a cualquier tipo de explotación. Marx incluye también en la acumulación originaria o primitiva la cuestión de la trata de los esclavos, la conquista y la colonización; en especial la colonización de los territorios que hoy se dicen «americanos».

En los años setenta del siglo xx, cuando participaba en el movimiento feminista, leyendo resúmenes, reportes y análisis, estaba construyendo con otras mujeres una perspectiva feminista sobre la sociedad, pero había algo que no me satisfacía. Me preguntaba siempre: ¿qué pasó con las mujeres en la acumulación primitiva, qué pasó con la reproducción? Porque Marx habla del proceso de despojo, de la expulsión del campesinado de la tierra; desde su perspectiva, a partir de este proceso se produce el trabajo asalariado. Como feminista, como mujer, sabía que mucha de la historia de las mujeres en el capitalismo no es una historia de trabajo asalariado, sino una historia de trabajo impago, el trabajo de la reproducción. Fue así que empecé a estudiar los siglos xv y xvi, un análisis cuyo resultado fue Calibán y la bruja. En este análisis me di cuenta que para el desarrollo del capitalismo fue tan importante la expulsión del campesinado como la intervención del estado en el proceso de reproducción.

El desarrollo del capitalismo ha significado cambios muy importantes en el proceso de reproducción de la vida de la mujer. Antes que nada, en el capitalismo hay una separación entre dos esferas de la vida que en las sociedades precapitalistas estaban unidas: la producción y la reproducción. Los campesinos, por ejemplo, desempeñaban trabajo agrícola y eran propietarios de sus tierras, producían y se reproducían al mismo tiempo. Pero con el capitalismo solamente la producción de mercancías, la producción para el mercado, empieza a ser vista como trabajo real, es decir, como contribución real a la riqueza social. De esta manera, toda el área de las actividades reproductivas (la procreación, la crianza, el trabajo doméstico, etcétera) desaparece de la economía, queda invisibilizada; se naturaliza cuando se afirma: «esto es trabajo de las mujeres». Un trabajo que, por cierto, se hace sin pago ni reconocimiento social.

Nosotras, en los grupos feministas donde militaba, ya estábamos haciendo un análisis afirmando que este trabajo que ha sido invisibilizado es, en verdad, el trabajo más importante que hay en la sociedad. ¿Por qué es tan importante? En primer lugar, porque reproduce nuestra vida. ¿Qué puede ser más importante que la procreación y la crianza, si con ellas comienza la vida humana? En segundo lugar, en la sociedad capitalista el trabajo del hogar y reproductivo en todas sus formas (cocinar, limpiar, el trabajo sexual, emocional, etcétera) es aquel que cada día reproduce a los trabajadores. No puede pensarse la globalización del trabajo capitalista sin reconocer que el trabajo doméstico y reproductivo es el fundamento de cualquier actividad laboral.

Esta es mi perspectiva, así empecé a repensar a Karl Marx, sobre todo respecto al desarrollo del capitalismo en los siglos xv, xvi y xvii, durante la acumulación originaria. Fue así que me di cuenta que el desarrollo del capitalismo necesitó de otros procesos además de la expulsión del campesinado y de la trata de los esclavos, a saber: la intervención del estado para apropiarse del trabajo y del cuerpo de las mujeres. En este proceso el capital se apropió del cuerpo de la mujer y de su capacidad reproductiva, introduciendo nuevos límites, restricciones y formas de vigilancia. Por ejemplo, el control sobre el proceso de procreación. Son cuestiones muy relacionadas que hemos podido comprender partiendo de nuestra experiencia como mujeres, de la experiencia de nuestras madres, abuelas y hermanas.

A diferencia de otros sistemas sociales que han explotado el trabajo humano –porque el capitalismo no es el primer sistema social que lo explota–, el capitalismo es el primer sistema que ve el trabajo humano como el elemento esencial, esto es, la fuente más importante de la producción de la riqueza social. El capitalismo se preocupa más que cualquier otro sistema social por controlar la fuente del trabajo humano, a saber, el cuerpo de las mujeres, el proceso de procreación y la crianza. Para el capitalismo no es tan importante cuánta tierra se tiene en propiedad sino de cuántos trabajadores se dispone; porque se puede tener mucha tierra, pero si no se cuenta con trabajadores que la exploten y cultiven, dicen los capitalistas y los economistas, «no puedes conseguir nada».

Desde los años setenta del siglo xx tuvimos claridad para reconocer que la prohibición del aborto, por ejemplo, fue un sistema de vigilancia muy pernicioso impuesto sobre las mujeres, un sistema de control sobre la sexualidad en tanto está directamente relacionada con la procreación. El capitalismo ha necesitado disciplinar la sexualidad de las mujeres para organizar un tercer elemento: la división sexual del trabajo. Con esta división las mujeres son sirvientas de los hombres, son las que deben reproducir a los trabajadores cada día en cada generación mediante el trabajo del hogar, la procreación, la crianza, etcétera. La sexualidad es el elemento central del control sobre el cuerpo de la mujer.

A partir de esta mirada, he pensado el desarrollo del capitalismo, no solo en el pasado, sino también en el presente. Quiero añadir que con este control de la procreación, la sexualidad y la división sexual del trabajo, se ha construido una jerarquía entre hombres y mujeres.

¿Por qué hablar hoy de acumulación originaria? En los actuales discursos de los movimientos sociales, incluyendo los de los movimientos feministas, dicho concepto ha regresado al centro de los debates y los análisis de las nuevas formas de acumulación capitalista. Hemos visto que a partir del final de los años setenta del siglo xx se ha activado todo un nuevo proceso a nivel mundial, a saber, una reestructuración global de la economía, de la política, del cambio social. Ha sido creada toda una reestructuración que en muchas ocasiones replica la forma de despojo ocurrida en el origen del capitalismo. Marx decía que la gran violencia desplegada por el capitalismo en su primera fase era una violencia transitoria, temporal, que al final, con el pasar del tiempo, esta violencia podría disminuir. Marx se ha equivocado en este sentido. La violencia siempre ha sido necesaria.

Hoy nos damos cuenta de que en la historia del capitalismo siempre hay momentos en los cuales se replica la acumulación originaria. Existen momentos en los que el capitalismo usa la violencia como fundamento de su reestructuración política y económica. El regreso de la acumulación primitiva, de las formas de violencia que se dieron en la primera fase del capitalismo, son la respuesta del capitalismo que se enfrenta a una crisis histórica.

Esta teoría tuvo bastante aceptación por parte de muchos teóricos y activistas. La reestructuración violenta de la economía global que se ha dado desde los años setenta del siglo xx hasta hoy, es una respuesta a la gran crisis que el capitalismo ha enfrentado por todo un ciclo de luchas muy fuertes en el siglo pasado. La lucha anticolonial de los años cincuenta y sesenta; la edad de la gran descolonización de los años setenta; la lucha de los trabajadores industriales en Europa, Estados Unidos y América del Sur; las luchas del movimiento estudiantil; las luchas de las mujeres; las luchas contra la militarización de la vida y contra la guerra, por ejemplo, los grandes movimientos contra la guerra de Vietnam.