Cuando la comunicación es un cuento - Juan José Arreola - E-Book

Cuando la comunicación es un cuento E-Book

Juan José Arreola

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Beschreibung

Desde que los hombres primitivos se intercambiaban gestos y sonidos guturales, hasta hoy, el ser humano busca comunicarse. La gran pregunta es si siempre lo logra. Cuentos que, con seriedad o humor, relatan lo que sucede a la hora de comunicarnos.

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Colección Generación Z

Realización: Letra Impresa

Autores: Juan José Arreola, Fredric Brown, Miguel de Cervantes, Philip K. Dick, Maurizio Meschia, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita; José Luis Sampedro, Luis Fernando Verissimo

Edición: Elsa Pizzi

Diseño: Gaby Falgione COMUNICACIÓN VISUAL

Fotografía de tapa: Other Images S.A.

Cuando la comunicación es un cuento / Juan José Arreola ... [et al.] ; compilado por Elsa Pizzi.- 1a ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Letra Impresa Grupo Editor, 2020. Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-4419-20-0 1. Relaciones Interpersonales. I. Arreola, Juan José. II. Pizzi, Elsa, comp. CDD 158.2

©1963, Juan José Arreola, Confabulario. ©1963, Herederos de Juan José Arreola. ©1963, 2015 Editorial Planeta Mexicana S.A de C.V bajo el sello de JOAQUÍN MORTIZ, México. The Eyes Would Have It by Philip k: Dick Copyright © 1987 The Estate of Philip K. Dick, used by permission of The Wylie Agency (UK) Limited.José Luis Sampedro, “Aquel santo día en Madrid”, Mientras la tierra gira, © 1993, Herederos de José Luis Sampedro.- HISTÓRIAS DE BICHOS - In: O Analista de Bagé, de Luis Fernando Verissimo, L&PM, Porto Alegre, RS (c) by Luis Fernando Verissimo. © Letra Impresa Grupo Editor, 2020 Guaminí 5007, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Teléfono: +54-11-7501-126 Whatsapp +54-911-3056-9533contacto@letraimpresa.com.arwww.letraimpresa.com.ar Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción parcial o total, el registro o la transmisión por un sistema de recuperación de información en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin la autorización previa y escrita de la editorial.

Hablando ¿se entiende la gente?

El capítulo VI de Alicia a través del espejo , el famoso libro de Lewis Carroll, relata la conversación de la niña con Humpty Dumpty, alguien muy especial porque no solo es el personaje de un poema popular, sino porque tiene una concepción muy personal sobre el lenguaje. En un momento, el tema de la charla es la importancia de lo que él llama “los días de no cumpleaños”. Argumenta que esos días son preferibles porque se pueden recibir trescientos sesenta y cuatro regalos. El diálogo sigue así:

«–¡Y solo uno de cumpleaños! ¡Ahí hay gloria para ti!

–No sé a qué se refiere con “gloria” –dijo Alicia.

Humpty Dumpty sonrió desdeñosamente.

–Claro que no sabes…, hasta que yo te lo diga. Quiere decir: ¡Ahí tienes un argumento bueno y contundente!

–Pero “gloria” no significa “un argumento bueno y contundente” –objetó Alicia

–Cuando yo uso una palabra –insistió Humpty Dumpty en un tono más bien despectivo–, ella significa exactamente lo que yo elijo que signifique…, ni más ni menos».

La escena es graciosa, porque contradice la concepción que se tiene del lenguaje: una convención social, es decir, un pacto implícito entre los hablantes, por el cual le asignan a cada palabra un determinado significado que comparten porque, cuando la usan, todos entienden lo mismo. Es decir, no existen los lenguajes privados (los que solo entienden los hablantes que los usan) pues el éxito comunicativo reside en la comprensión mutua entre los hablantes. Entonces, si todos actuáramos como Humpty Dumpty, sería imposible charlar con alguien o, por lo menos, resultaría muy tedioso, porque todo el tiempo tendríamos que definir qué significan las palabras. Pero sin llegar a ese extremo, lo cierto es que la comunicación con los otros no siempre es sencilla.

Los gestos: ¿una solución?

Habitualmente se cree que la mayor dificultad para comunicarse con otra persona está en el idioma, porque ignoramos todos los que se hablan en el mundo. Si esto fuera cierto, ese obstáculo se podría zanjar usando señas o gestos. Pero la cantidad de señas es muy escasa, lo que limita la variedad de información que se desea transmitir, y hace imposible mantener una conversación extensa o interesante. Además, no son universales, es decir, en otras culturas el mismo gesto tiene significados diferentes. En Internet, hay páginas de viajeros que advierten cuáles no usar en algunos países, porque podemos pasar por maleducados o, simplemente, no obtener lo que esperamos.

Sin embargo, más allá de lo que podría ocurrirnos durante una visita al extranjero, pensemos en las veces en que dudamos de cómo interpretar el gesto de un compatriota: ¿su puño apretado indica que piensa agredirme o que intenta controlarse? Tampoco el hecho de tratar con frecuencia a una persona (un familiar, un compañero, un vecino) nos asegura que entenderemos correctamente sus gestos. En estos días, hay una publicidad en la que un joven se pregunta qué le quiso decir su jefe cuando levantó una ceja: ¿no está conforme con su trabajo?, ¿quiere despedirlo? Hasta que, comparando en qué momentos hizo ese gesto, se da cuenta de que es un tic: es decir, no significa nada.

Por lo tanto, si bien los humanos aún mantenemos esa primitiva forma de comunicación que es el lenguaje no verbal (el de las señas o gestos), su empleo solo resulta útil en algunas ocasiones, por ser muy escasos, carecer de universalidad o no poder contextualizarlos.

Las infinitas posibilidades del lenguaje

Afirman los biólogos que lo que nos distingue como especie es el lenguaje y que no habríamos logrado tantos adelantos sin él. Y los lingüistas agregan que, aunque el número de palabras de una lengua también es restringido (y, más aun, las que una persona de mediana cultura puede llegar a usar en toda su vida), el lenguaje verbal es el más completo porque las palabras nos permiten hacer infinitas combinaciones. En consecuencia, ofrecen una gran ventaja frente a las señas.

Ahora bien, sin tener en cuenta el obstáculo que planteábamos al comienzo del apartado anterior (el desconocimiento de todos los idiomas), ¿estamos en condiciones de asegurar que, cada vez que usamos nuestra lengua, nos comunicamos eficazmente? Es decir, ¿siempre somos entendidos y siempre entendemos a los otros? Estas preguntas adquieren el carácter de retóricas, o sea, las formulamos conociendo de antemano que su respuesta será: No.

Es que todos sabemos que para comprender y ser comprendidos no basta con compartir un mismo idioma. A menudo se producen interferencias que entorpecen la comunicación y se hace necesario aclarar o corregir nuestros dichos.

Pero justamente allí está lo fascinante del lenguaje y lo que demuestra sus infinitas posibilidades: permite modificar, precisar, agregar… en definitiva, lograr entendernos con el otro, que es el objetivo de todo intercambio.

Los factores en juego

Las relaciones humanas se basan en la comunicación. En nuestra vida cotidiana, todo el tiempo estamos enviando y recibiendo mensajes: no solo en las charlas cara a cara o a través de los teléfonos y redes sociales, sino también cuando los profesores explican un tema en el aula, cuando escuchamos los discursos políticos, vemos publicidades, películas, fotos, cuadros, esculturas, leemos mails, libros. Y como resulta un asunto complejo, se ha vuelto objeto de numerosos trabajos de investigación que explican qué factores se ponen en juego durante los intercambios entre las personas y, a partir de ellos, por qué ocurren las fallas o los malentendidos.

En la sección “Enfoques para analizar”, encontrarán algunos resultados de esas investigaciones, que les permitirán saber en qué residen esas fallas. Pero antes, los invitamos a leer los cuentos de esta antología. Pertenecen a autores de distintos países y de diversas épocas, lo que demuestra que el tema despertó y sigue despertando interés. Ahora, más allá de eso, tal vez lo más importante es que relatan, con seriedad o humor, lo que sucede a la hora de comunicarnos.

Desgraciadamente

Fredric Brown

Ralph NC-5 suspiró con alivio al detectar el Cuarto Planeta de Arcturus en su telescopio, justo donde la computadora le había dicho que lo encontraría. Arcturus IV era el único planeta habitado o habitable de su sistema estelar y estaba a unos cuantos años luz del sistema más cercano.

Necesitaba alimento –sus reservas de combustible y agua estaban bien, pero el Departamento de Aprovisionamiento de Plutón había cometido un error al cargar la nave– y, de acuerdo con el manual espacial, los nativos eran amistosos: le darían cualquier cosa que les pidiera.

El manual era muy específico en aquel punto. Releyó la breve sección sobre los arcturianos, después de activar el piloto automático para el aterrizaje. “Los arcturianos –leyó– son inhumanos, pero muy amigables. Un piloto que aterrice allí sólo necesitará pedir lo que quiera y ellos se lo darán gratuitamente, de inmediato y sin objeciones. Sin embargo, la comunicación con ellos debe hacerse mediante papel y lápiz, pues no tienen ni órganos vocales ni órganos auditivos. Pero leen y escriben inglés con bastante fluidez”.

A Ralph NC-5 se le hizo agua la boca mientras trataba de decidir qué quería comer primero, después de pasar dos días de completa abstinencia de alimentos, precedidos por cinco de pequeñas raciones. Hacía una semana que había descubierto el error del Departamento de Aprovisionamiento al cargar la comida en los depósitos.

Comidas, maravillosas comidas pasaban una tras otra por su mente.

Aterrizó. Una docena de arcturianos efectivamente inhumanos –casi cuatro metros de altura, seis brazos, y de un brillante color magenta– se acercaron a él. Su jefe hizo una reverencia, y le tendió un papel y un lápiz.

En aquel instante, supo con exactitud lo que quería. Escribió rápidamente y devolvió el bloc, que pasó de mano en mano entre los arcturianos.

De golpe, se encontró atrapado, sus brazos amarrados, y atado a un poste alrededor del que apilaron maleza y ramas. Uno de ellos les prendió fuego.

Él protestó a los gritos. Pero sus protestas no cayeron en oídos sordos, sino en ningún oído. Gritó de dolor y luego dejó de gritar.

El manual del espacio estaba en lo correcto al decir que los arcturianos leían y escribían inglés con bastante fluidez. Pero omitía agregar que su ortografía era muy mala: lo último que Ralph NC-5 tendría que haber pedido era un bife crujiente [1] .

[1]. Los arcturianos se equivocaron porque, en inglés, bife se escribe steak y rama, stick.

Autor // Fredric Brown