De amor y muerte - Melissa Cordero Novo - E-Book

De amor y muerte E-Book

Melissa Cordero Novo

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Beschreibung

Amor y muerte son las pulsaciones que mayores pasiones provocan en nuestra especie. Ambas familiares y al mismo tiempo extrañas, pues cualquiera las puede reconocer y constantemente se vive en su horizonte. Pero cuando se manifiestan resultan insólitas. Este volumen contiene el poemario ganador del Premio Nacional de Literatura Joven Raúl Padilla López 2023, Hundir las manos temblorosas, de Melissa Cordero Novo. Un preciso recorrido por la experiencia de quien deja su lugar de origen para sumergirse en distintos paisajes y diálogos, un conjunto de poemas en prosa que también resultan un espléndido viaje por el lenguaje. Al texto ganador lo acompaña la mención honorífica Mi vida no es la luz de Marte, de Goretti Naomi Laguna Molina, poemario en el cual la muerte y amor se presentan como dos horizontes para la interpretación del mundo, tensados en la relación con uno mismo. En las siguientes páginas se encontrarán dos formas de practicar la poesía y dos formas de entender nuestra relación lingüística y humana con la muerte y el amor.

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Índice

Presentación

Hundir las manos temblorosas

Melissa Cordero Novo

Mi vida no es la luz de Marte

Goretti Naomi Laguna Molina

Presentación

Gabriel Barrón Pérez

El Premio Nacional de Literatura Joven Raúl Padilla López 2023 es producto de un conjunto de contextos y de voluntades de nuestra universidad. Entre los primeros, está el fallecimiento del exrector Raúl Padilla López —figura indiscutible de la gestión cultural de nuestra ciudad y de nuestro país—, para quien este premio rinde un sencillo homenaje; también se ha de destacar que la organización y el sentido de este certamen se origina en el concurso de cuento Guadalajara en el Siglo XXIa través de sus Jóvenes narradores; nacido en el horizonte de Guadalajara Capital Mundial del Libro, título con el que la UNESCO distinguió a nuestra ciudad en2022.

Entre las voluntades que se han concertado, agradecemos al Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades; así como las facilidades, la gestión y los recursos otorgados por la generosidad y la bonhomía de quienes dirigen la Librería Carlos Fuentes, la Editorial Universidad de Guadalajara, la División de Estudios de la Cultura y el Departamento de Letras de nuestra universidad. Desde luego no podemos omitir la minuciosa lectura con que nuestro jurado ha discernido entre los cincuenta poemarios que recibimos: Carmen Villoro, Alicia García Bergua y Luis Medina, cada quien, poetas enormes; muchas gracias.

Recién se ha dicho que se recibieron cincuenta poemarios para el concurso. En una época en la cual las humanidades y la poesía se encuentran asediadas por las políticas utilitaristas de la economía, de las ciencias positivas y de la autoexplotación, más que la cantidad, lo que nos resulta muy promisorio es imaginar a cincuenta jóvenes universitarios inclinados sobre sí mismos, interiorizados y detenidos en el tiempo, recuperando con dificultad una serie de imágenes que volvieron palabras para hacer aparecer —siquiera un poco— la indecibilidad que hay en la muerte y el amor.

Tal vez la historia de la humanidad podría comprenderse por la manera en que la literatura trenza y poetiza la muerte y el amor. Muchos de nosotros hemos garabateado líneas y versos tratando de codificar nuestra humanidad mortal y amorosa; tratando también de codificar nuestra juventud y nuestro lugar en el mundo. Vladimir Jankélévitch, filósofo y musicólogo francés, dice con justicia que la muerte y el amor siempre están entre la familiaridad y la extrañeza. Familiares porque cualquiera los puede reconocer y porque constanmente estamos viviendo en su horizonte; extrañas porque cuando llegan son siempre insólitas y se experimentan como las cosas más extraordinarias de la vida. Para Freud y Bataille, son tensiones psíquicas que recorren, por parejo, el horror y nuestros deseos. Para Emily Dickinson la idea de la muerte es condición para que haya amor. Esta universalidad de la muerte y del amor se afianza como eje en el que gira el sentido de ser joven; por eso se eligieron reunidos para que fueran los temas de esta convocatoria.

El jurado ha premiado el extraordinario poemario de Melissa Cordero Novo, Hundir las manos temblorosas, porque

Es un libro escrito con buen oficio literario, que hace honor a un género poco cultivado y apreciado, el poema en prosa. Recorre con un lenguaje rico y preciso el viaje interior que hace quien deja su lugar de origen y se sumerge en distintos paisajes y diálogos con el mundo natural y humano en su sentido más amplio, y esto le da un carácter de universalidad y actualidad. Es al mismo tiempo un viaje por las palabras que también llevan lejos y dan a lo contado una terredad, como diría Eugenio Montejo, profunda e importante.

Así, Hundir las manos temblorosas puede interpretarse justo como el gesto de quien toca la muerte o el amor; quien toca la terredad que somos.

El jurado también consideró publicar en este mismo volumen Mi vida no es la luz de Marte, de Goretti Naomi Laguna Molina. En él, el lirismo de la voz pulsa las cuerdas de la muerte y el amor como dos horizontes desde donde se interpreta el mundo y la tensa relación con los demás y con uno mismo. Como el título del poemario y el sentido de su poema “Definición”, uno no coincide casi nunca con uno mismo, salvo en el incendio y la resistencia ante la muerte.

En las siguientes páginas se encontrarán dos formas de practicar la poesía y dos formas de entender la relación lingüística y humana con la muerte y con el amor. Se hallará justo eso, que nuestra forma de ser humanos no puede sustraerse de estas dos fuerzas que nos recorren y dan voz.

Hundir las manos temblorosas

Melissa Cordero Novo

Para Eva y Néstor, que podrán mejor que nadie salvarnos de estas letras.

I

Mi padre caminaba con un pastel de remolacha cuando se desplomó contra la piedra, su cabeza retumbó en la tierra. Cayó muerto. Nosotros habíamos jugado la noche anterior a balancear un cráneo en la cima de una lanza, y vimos ir y venir, con fatiga, la gran carroza que despojaba la tristeza.

En la noche hundimos los deditos en el suelo hasta lograr un túnel uniforme, hundimos tres deditos, cuatro, cinco, seis y buscamos equilibrio; el reflejo de la luz o la fertilidad del tiempo. En vano intentó mi padre sembrar, en vano escondió los frutos de los que solo comería el hedor.

Vasili, hijo, —decía— no desperdicies la enfermedad. La cumbre nos contiene en el centro de las aprensiones y somos apenas una carcasa hecha de huesos deleznables, de poca tez, de escaso color. Somos espíritus amontonados en el camino y somos quienes caen junto al sueño del pan, uno tras otro, como si nos hubiesen condenado allí, en la habitación contigua, en la cual la madre, despojada de su conciencia de madre, levantó el hacha con animosa voluntad.

II

Escarbo en la tierra, escarbo. Antes habíamos levantado una casa como quien levanta una sábana negra que se extiende en la planicie. Nuestra planicie era abstracta; había nidos y en los nidos unas pequeñas luciérnagas que todo el día chillaban, descontentas, con el calor. N trae en sus manos siempre la tierra. Sus uñas son amarillas y nos puebla los rincones en los