De cero a siete - Luis F. Rodríguez - E-Book

De cero a siete E-Book

Luis F. Rodríguez

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Beschreibung

La noche, con todas sus facetas y en compañía de la luna y las estrellas, se transforma en la musa que ilumina la mente y guía las manos hasta convertir un conjunto de ideas y sueños en palabras que solo buscan de manera desesperada posarse sobre el corazón perdido de la persona que dejó impregnado el amor incondicional en cada rincón del mundo en el que vive aquel que juro amarla por siempre.

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Seitenzahl: 112

Veröffentlichungsjahr: 2018

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Rodríguez, Luis F.

De cero a siete, madrugadas para Aymé / Luis F. Rodríguez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2018.

100 p. ; 20 x 14 cm.

ISBN 978-987-761-555-5

1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Título.

CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: info@autoresdeargentina.com

Diseño de portada: Justo Echeverría

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

“A tus hijos: Así es como se ama a su madre.”

INTRODUCCIÓN

Durante muchísimo tiempo me imaginé escribiendo, una de esas tantas analogías que las grandes voces de la literatura nos dieron a conocer en esas hojas que, sin darnos cuenta, nos envolvieron en interminables noches tratando de comprenderlas. Me recuerdo sentado en cualquier escalón de la entrada de mi casa, o quizás también en la cama de mi vieja habitación, pensando en lograr crear al menos una que brindara a los demás unos pequeños segundos, nada más, de reflexión. Soñaba con juntar unas pocas palabras y saber para toda la vida que esas fueron mías, o que al menos, yo las había hecho mías.

Tal vez nunca encontré una razón tan grande para poder hacer nacer desde el fondo de mi alma algo realmente verdadero. Los días tranquilos me llevaban siempre al mismo conformismo de saber que todo quedaba para siempre en mis memorias almacenadas y desparramadas una sobre otra, creando así un archivo tosco y desprolijo de lo que alguna vez significaron esos momentos tranquilos de mi existencia. Sin embargo, la incomodidad que respiraba en el aire, me llenaba los pulmones de su sabor y lograba llevarme al mismo sitio; el escalón o la cama.

En algún punto, no muy lejano, hubo un quiebre completo de esa cadena que esclavizaba mi ser a tan solo eso, el conformismo de los recuerdos vagos. Y fue allí donde comprendí, que debía acomodar la oficina y el papeleo.

Sería una verdadera fortuna para mi corazón ver en algún momento que las palabras que en este libro trato de dejar inmortalizadas, puedan ser leídas y apreciadas por una sola y simple persona en el mundo. Estoy seguro de que, al llegar ese momento, habré logrado mi objetivo.

Ni que hablar de dos o de tres. La dicha habrá sido ya muy generosa conmigo.

Quizás no son esas analogías que yo soñaba con inventar, y muy probablemente no sean las palabras que todos quieran leer en una noche de paz, en una reunión con amigos o en la intimidad de su amor, pero si son los pensamientos más reales que nacieron en todas esas noches en las que sin darme cuenta de lo que hacía, pude tener la valentía de dejarlas aquí para siempre, para ustedes.

Las cosas que aquí yacen, son simplemente noches. Noches en las que una mano, ayudadas por una pluma, un pedazo de papel y un cigarrillo, lograron hacer crecer a niveles indescriptibles el amor que un corazón comenzó a sentir desde aquel quiebre. Amor que se disipó por los aires del pequeño rincón en el mundo en el que nació, para perderse en las líneas tenues de la noche, de la luna, de las estrellas, corriendo carreras infinitas por todo el cielo hasta ser alcanzado por la luz de la madrugada que trajo consigo siempre, el fin de otra noche más.

Esto que dejo grabado para siempre en mi primer intento por conocer este mundo, simplemente es el amor que una persona puede profesar, sin escrúpulos de ninguna clase, a la luz que brilla más fuerte que la luz del cielo que compara, para dejarlo volar libre por el universo tratando de encontrar el sitio correcto, aquel donde reposa ese brillo que al final, resultaría ser incomparable.

MINUTOS DE INCORDURA

Es extraño. No sé cómo ni cuándo vine a parar aquí. Pero aquí estoy, en el mismo lugar de todos los días. Es decir, sentado, con los brazos apoyados sobre la mesa elevándose hacia el techo. Claro que, nunca llegan, porque algo interrumpe ese viaje ficticio. En mis manos se apoya mi cara, revestida de una barba gris, como despintada, coqueteando, como si de moda se tratara, con las ruinas de mi cabeza, ya plagada de canas.

Pero aún más extraño, es lo que hago.

Estoy leyendo un libro, y no sé cómo, a mis manos ha llegado. Es un poco raro, parece viejo, pero bien conservado.

La tapa muestra unas letras y un dibujo muy bien logrado, pues parece que fue hecho a mano.

La ansiedad y la intriga, están ganando una lucha interna contra el temor y la prudencia.

Y yo soy el juez en este loco alegato.

¡Ah no! ¡Esto no está pasando! ¡La luz se apaga! ¡No veo ni un cuarto!

Bien. Ha regresado. Sigue siendo extraño, pues fue un instante parecido a un año.

Voy presuroso...pero... ¿acaso no estaba sentado?

Qué más da. Ya lo abro. Comienzo y leo que tal relato, habla de un mago enamorado.

Describe un mundo lleno de flores, con gnomos y hadas viviendo juntos. Hay un castillo, por él custodiado y una doncella de quien se ha enamorado.

Idas y vueltas, Vueltas e idas. Todas llevan al final esperado. Su amor no puede, por ser un mago, ser el destino que había soñado.

Caro es el precio de su legado.

Sólo un conjuro podrá lograr, que su destino pueda cambiar.

Grabar su nombre y el de su amor con tinta roja en un papel blanco.

Prenderle fuego y dejarlo arder, hasta verlo desaparecer.

La magia del amor un día, lo hará volver, cuando dos almas deban, sólo una ser.

Ahora regreso yo, que ya viejo, no puedo pensar en un cuento con magia. Mi tiempo se acaba y lo sé, lo presiento.

Llaman a la puerta. ¿Quién será? ¡Tal vez la parca que viene por mí! Tocan otra vez.

Ya va, ya va. Estoy un poco aturdido. Abro la puerta. Sólo es el portero que me entrega un sobre que estaba en el buzón del edificio y que tiene mi nombre solamente.

Miro la mesa. Nada. No hay ningún libro. Lógico, no tengo un libro. Fue un sueño.

Entonces, despiadado, llega el recuerdo. Yo también estoy enamorado. Y de un amor casi imposible, sólo que yo no soy mago. En cambio, ella sí es una doncella.

Ya está, terminó el sueño. Vuelvo a mi realidad. Y eso significa un buen café para comenzar el día. Dejo el sobre en la mesa y voy a la cocina.

Ahora sí me siento a la mesa, pero no soy viejo, soy como soy. Pienso en el mago del sueño y me veo como él, sufriendo por un amor casi prohibido.

La tristeza se apodera de mí en ese momento y revolotean en mi mente ideas fugaces para intentar conquistarte.

Aunque ninguna me muestra el camino, ni me nutre de fuerzas, para animarme.

Tal vez sea mi castigo, sin que me ames, amarte.

Tal vez sea mi destino, no poder alcanzarte.

¡Basta! ¡Para qué torturarme!

El agua está lista. Un buen café y listo.

Apoyo la taza suavemente en la mesa. Miro el sobre. Lo tomo entre mis manos.

Lo abro desgarrando sus fibras.

Sólo hay un papel, un papel blanco, en blanco.

El café, con su aroma, me sigue esperando.

Yo sostengo el papel blanco en mis manos y mis ojos no creen lo que están mirando.

El vapor del café elevándose cálido, me descubre el secreto, que el papel ha guardado.

Tal vez un acto de magia, o locura... no sé...

No sé si existe el conjuro de ése sueño que soñé.

Pero sí sé que existe éste blanco papel.

En él, con tinta roja escritos,tu nombre y el mío, sólo se pueden leer.

TAN SOLO CONTIGO

Fueron cientos de veces en las que ambos, amamos esos dos momentos del día.

La realidad es que trato de recordar todos y cada uno de ellos, pero como hago para medir algo incalculable, como puedo contar lo que ya resulta ser incontable hasta para el más sabio de los sabios.

Quería saber si existía en alguna parte del infinito universo, un lugar en donde esos recuerdos sean eternos y tengan vida propia. Y de esa manera visitarlos sin previo aviso. Tan solo para sentarse sobre una roca al lado de ellos y verlos vivir ese presente una, otra y otra vez. Simplemente para creer que la felicidad no tiene fin y que se va a repetir de la misma manera por toda la eternidad.

Todavía me parece oír un “te amo” brotando de tus labios, aun dormidos. Mientras yo, con la voz torcida y los ojos entreabiertos, te repetía una y otra vez que eras mi primer momento feliz del día.

Despertar a tu lado cada amanecer, me sumergía en una locura de amor sin remedio. Y me volvía esclavo de tus rasgos y curvas perfectas.

Quisiera llevarte a ese lugar que imaginaba lleno de recuerdos vivos, simplemente para que vieras mis ojos contemplando los tuyos.

Para que veas como me quedaba mirándote, absorto, mientras tu aun seguías en un profundo sueño donde yo creía ser el protagonista y héroe de tu historia.

Era el primer momento que amaba con todas mis fuerzas.

Es gracioso, porque en este punto, tampoco puedo recordar todo lo que hacíamos durante el tiempo en que estábamos despiertos.

Y seguía pensando en ese lugar lleno de memorias...

Deseaba algún día llegar allí, y sentarme sobre aquella roca, y mirarnos, hasta que llegue la penumbra, hasta que todo se vuelva oscuro, y vernos caminar hacia nuestro lecho..., cerrar los ojos y pedir volver a mi mundo.

Ya no necesito estar allí.

Déjame cerrar los ojos. Déjame abrirlos nuevamente. Déjame verte allí, diciéndome todas las cosas que haríamos juntos en la mañana siguiente, donde tomados de las manos, nos veríamos reflejados en alguna vidriera, y como en un sueño, caminaríamos todas las horas hacía el infinito.

Aún puedo recordar como caían tus parpados mientras cantaba una canción que hablaba de los dos. Aún recuerdo escuchar el mismo “te amo” de tu boca.

Era mi segundo momento más feliz del día.

Te juro que amaba como a nada en el mundo esos dos instantes perfectos.

Y ese sitio invadido de recuerdos seguía allí, presente en mis pensamientos.

Pero ahora...

No estas más... no sé qué pasó.

Te perdí. Y creo que por eso no recuerdo muchas cosas, porque siento que te llevaste gran parte de mí.

Y me dejaste tan solo esos dos momentos. Solo eso.

Y soy incapaz de encontrar un refugio en ellos.

¡Quiero que dejen acecharme todos los días!

No logro hallar un lugar donde enterrarlos... porque los odio con todas mis fuerzas.

Desearía hundirlos en el mar más profundo y dejarlos allí para siempre.

Librarme de ellos. Los detesto demasiado.

Me despierto y no te tengo frente a mis ojos. Ellos no te ven, y no dejan de mirar el vacío inmenso en el que se transforma mi cama.

Puedo recordar todo lo que hago en el día, porque no tengo tu sonrisa que me impida hacerlo.

Y descubro cuanto la extraño.

Lo peor de todo fue que al marcharte, por fin encontré ese universo de recuerdos... y créeme que no me deja en paz ni un solo segundo, pidiéndome que lo visite una y otra vez.

Ya no quiero hacerlo.

Porque me duele hasta el último rincón del alma. Como si se tratase de un bombardeo constante en un lugar ya devastado.

Y quiero que todo se vuelva largo y que las horas se vuelvan años, porque no quiero llegar a ese último momento.

Pero el temor llega a mí, volver a mi habitación, no verte allí, sabiendo que te voy a soñar como la noche anterior.

Y que voy a despertar y todo va a ser lo mismo.

Me faltará tu presencia... tus ojos... tu sonrisa y aquel “te amo” que daba vida a mi existencia.

Ya no quiero volver jamás a ese pedazo de universo en donde nosotros dos vivimos para siempre en los recuerdos.

¡No quiero volver jamás!

Pero sé que pedirle eso al infinito es imposible. Nadie puede lograrlo.

Sin que fuera un anhelo mío, yo lo voy a volver a hacer.

Porque ese sitio... está en mis sueños...

Y allí me siento a mirarnos hora tras hora, hasta que el primer rayo de luz ilumina mi ventana y enceguece mis ojos. Y de nuevo encuentro el vacío.

Mil veces te dije lo que amaba esos dos momentos.

Hoy los odio por haberlos vivido.

Para que los quiero, si no estás conmigo.

MATERIALIZATE EN MI

Incansable me quedo mirando el cielo, aquel que contiene un poco de muchos de esos anhelos que a veces las personas dejan volar y escaparse en la inmensidad tan feroz e intimidante que los ataca en esas noches de soledad. Donde los segundos rápidamente se hacen horas, y sin que se den cuenta, los abraza el suave primer rayo de luz que se asoma por las cumbres altas, que parecían haber desaparecido horas atrás.

Esas noches, todo ese magno manto negro y blanco que me atrapa, tienen tu nombre en cada rincón.

Y en cada chispa de luz que largan las estrellas, que parecen latir al son y compas de mi corazón, está tu gracia.



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