De chicos a hombres - Leandro Cahn - E-Book

De chicos a hombres E-Book

Leandro Cahn

0,0

Beschreibung

Aprendieron (les enseñamos) que debían ser fuertes, valientes, protectores y proveedores. Que las emociones no se muestran. Pero la realidad cambió, y ahora les exige reconocer sus privilegios y hacerse cargo de las violencias que conllevan. A veces con alivio, otras con enojo y frustración, tienen que desaprender reglas que no inventaron y responsabilizarse de una herencia que no pretendían. Mientras lidian con mandatos y eluden prejuicios, chicos y adolescentes de hoy van descubriendo cómo "hacerse hombres" en este mundo de verdades que tambalean.   Son tiempos de redes, escraches, protocolos, en los que las chicas asumieron un protagonismo novedoso y a veces inquietante. Por eso, con una perspectiva basada en la Educación Sexual Integral, Leandro Cahn y el equipo de Fundación Huésped proponen empezar por un glosario que a la vez aclara y desafía nuestras nociones más internalizadas: cómo se incorporan los roles de género, qué son los micromachismos, de dónde surgen y cómo trabajan los discursos de odio. Pero como no se trata de formular nuevos mandatos ni de agitar consignas, este libro recorre historias reales de adolescentes reales para pensar y ofrecer herramientas con las que acompañarlos en su camino de crecer, desde la libertad y el respeto, en las muchas formas posibles de ser varón.   Con la mirada atenta en lo que les pasa a chicos y chicas, en cómo viven los cambios las familias, y también en cómo se transforman y adaptan instituciones y normativas, De chicos a hombres propone estrategias de intervención concretas para cada ámbito: escuelas, familias, centros de educación no formal, espacios de salud. Es una extraordinaria guía práctica, un manual de navegación para estos mares inciertos y, sobre todo, una invitación a la conversación franca con la que acompañar a niños, niñas y adolescentes a desarrollarse y ser quienes quieren ser.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 254

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Índice

Cubierta

Índice

Portada

Copyright

Este libro (y estas colecciones)

Dedicatoria

Agradecimientos

Introducción

1. ABC de la masculinidad. A modo de glosario para saber de qué hablamos cuando hablamos de estas cosas

Varones

Género

Binarismo de género

Sexo biológico o asignado al nacer

Orientación sexual

Normalidad

Masculinidades

Masculinidad hegemónica

Mandatos

Frustración

Reacción

Privilegios y formas de cuestionarlos

Discursos de odio

2. Algunas ideas sobre varones, géneros y masculinidades

Hablemos de privilegios (y su oscura contracara)

No somos todos iguales

La responsabilidad como principio de trabajo

Propuestas para la transformación en el abordaje de los conflictos

Los derechos humanos como principio de trabajo

Comprender el contexto para intervenir adecuadamente

Los micromachismos

3. Daniel y los mandatos

4. Axel y los escraches

5. Tadeo y el consentimiento

6. Matías y los protocolos

7. Ideas para promover, prevenir y transformar

¿Qué hacer desde el ámbito familiar?

¿Qué hacer desde los ámbitos educativos?

¿Qué hacer desde los espacios deportivos y recreativos?

¿Qué hacer desde los grupos de amigues?

¿Qué hacer desde los servicios de salud?

¿Qué hacer desde los espacios sociales y comunitarios?

¿Qué hacer desde los ámbitos laborales?

8. ¿Por qué necesitamos protocolos y cómo usarlos adecuadamente?

El modelo con perspectiva de derechos

Escuelas y familias en la formación de varones más libres

Protocolo para la Prevención y Sanción de las Situaciones de Violencia de Género

Protocolo para la Protección y Promoción de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes

Declaración en Favor de la Promoción y Protección de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes

Epílogo

Leandro Cahn

Mar Lucas

Cecilia Valeriano

Marcelo Gutiérrez

DE CHICOS A HOMBRES

Guía de educación sexual integral para trabajar con los varones en la escuela y la familia

De chicos a hombres / Leandro Cahn… [et al.].- 1ª ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2023.

Libro digital, EPUB.- (Educación que Ladra / dirigida por Diego Golombek y Melina Furman)

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-801-293-3

1. Educación. 2. Educación Sexual Integral. I. Cahn, Leandro.

CDD 371.714

© 2023, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

<www.sigloxxieditores.com.ar>

Diseño de colección y de portada: Pablo Font

Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

Primera edición en formato digital: noviembre de 2023

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-293-3

Este libro (y estas colecciones)

Sucede que me canso de ser hombre.

Pablo Neruda, “Walking around”

El fin de la historia. El fin de la metáfora. El fin del mundo. ¿El fin de la masculinidad como la conocemos? ¿Qué nuevas experiencias, obligaciones, construcciones y deconstrucciones conlleva el ser un hombre en esta época de verdades frágiles y cambiantes?

Frente a la zozobra, al no saber muy bien dónde (ni cómo ni con quién) estamos parados, el equipo de Fundación Huésped ataca de nuevo. Luego de iluminar aspectos de la Educación Sexual Integral y su implementación –de lo cual saben, y mucho–, aquí se dedican a la masculinidad cambiante y a la que se resiste –de la cual también saben, y mucho–.

Con casos que nos permiten reflexionar y empatizar (¡pero eso me podría haber sucedido a mí!), nos guían por un mundo sin tantas certezas, pero pleno de interrogantes que solo se podrán empezar a resolver desde la conversación franca y, a veces, difícil. Entender a Matías, Tadeo, Axel, Daniel, y avanzar a tientas por un camino nuevo. Hablar, sí, exponer lo que nos pasa y lo que no queremos que nos pase: hablar en la escuela, en el hogar, en el club o en el hospital. Revisar las actitudes, los escraches, las jaurías, los signos de nuestros tiempos que no queremos que nos representen, pero sí, están ahí, expuestos o al acecho, a veces tan evidentes que nos resultan invisibles.

Afortunadamente, aun sin darnos cuenta, algo sucede: ese espacio público de varones se abre de a poco a las mujeres, y ese lugar doméstico, naturalizado para ellas, comienza a ser un territorio compartido. Al menos, eso quisiéramos.

El mundo pasa, los conflictos quedan. Y este libro nos propone maneras de empezar a superarlos. Podríamos pensar también en analogías de la naturaleza; sabemos que nuestros primos cercanos resuelven sus problemas de modo muy diferente: los chimpancés hacen la guerra para solucionar sus conflictos de amor, los bonobos hacen el amor para no caer en la guerra. ¿Elegiremos ser más bonobos o más chimpancés? ¿Elegiremos un mundo en el que los varones sean privilegiados o reconozcan su justo lugar en las relaciones humanas? Algo es seguro: nada de lo que propone este texto se podrá implementar de un día para otro; el cambio es urgente, y justamente por eso llevará tiempo, y los sismógrafos marcarán el paso.

Pero nada ocurrirá si no lo promovemos, si no reflexionamos en conjunto sobre lo que, por naturalizado, puede parecer obvio. Nos preguntamos, entonces, de qué modo vienen las escuelas y las familias reflexionando sobre los modelos sociales que se reproducen de manera casi automática, y la lectura nos obliga a cuestionarnos cómo estamos reflexionando nosotros y nosotras sobre estas viejas y nuevas responsabilidades, derechos, vínculos y emociones. Es más: no solo a cuestionar de qué modo reflexionamos, sino el punto mismo de si lo estamos pensando o no.

Entre los muchos aportes de este viaje de chicos a hombres, hay dos que sin duda encontrarán su camino en el aula, la mesa de la cena o el bar de la esquina. Comenzamos con un diccionario de masculinidades: de qué hablamos cuando hablamos de varones, de mandatos, de privilegios, de responsabilidades. Y cada definición nos sorprende y nos desafía a pensar las propias, a ampliar la mirada y a considerar las riquezas de un lenguaje que cambia para no empobrecernos de sentido. Y para el final, la necesaria formalidad de los protocolos, de ponernos de acuerdo en qué sí, qué no, cómo sí, cómo no. De todo laberinto se sale con acuerdos.

Cambia, todo cambia. Y si bien muchos de esos cambios modernos han sido protagonizados o impulsados por mujeres, los varones no pueden quedar afuera y es necesario que, más que adaptarse, también participen activamente de ese mundo nuevo que se va gestando. Aun cuando muchas veces sean niños en cuerpos de hombres.

* * *

“Educación que Aprende” y “Ciencia que Ladra” son dos colecciones que buscan saber de qué se trata el mundo de la ciencia y de la educación, que prometen preguntas antes que respuestas, curiosos antes que sabelotodos, mundos que se abren y no puertas cerradas. Los libros que comparten ambas colecciones representan un universo en el que la ciencia, la cultura y la educación se unen para que todos vivamos mejor.

Melina Furman

Diego Golombek

A la familia donde nací, a la que fui construyendo en la vida y, especialmente, a Dani y Aiti, por acompañarme con paciencia y amorosidad en la gestación de este libro y en la alegría diaria de vivir, maternar, educar, aprender…

Mar Lucas

A mis viejos, mis hermanas, mi familia, mis amigas y amigos, y a Sol, Simón y Emma por el amor, las risas, las canciones y, sobre todo, los espacios para, con amor, con risas y con canciones, siempre poder hacernos todas las preguntas. Y a Leo Messi.

Leandro Cahn

A Juan, mi compañero de vida y crianza, por el amor continuo y el desafío diario de construir una familia llena de ternura, y a mis viejos por la red de afecto, libertad y cuidado en la que me dejaron crecer.

Cecilia Valeriano

A quienes luchan por los Derechos Humanos, a la educación pública que hizo posible mi formación, a mis amigos y amigas que siempre me bancan, a mi familia y en especial a mi mamá, por su amor incondicional, a mi papá y mi madrina que, aunque no estén, siempre me acompañan.

Marcelo Gutiérrez

Agradecimientos

Agradecemos a los equipos de Fundación Huésped con quienes trabajamos, pensamos, creamos, aprendemos y estudiamos para brindar nuestro servicio personal en la construcción de una sociedad libre de estigma y discriminación, en la que todas las personas accedan al cuidado de su salud de manera igualitaria y las políticas públicas estén basadas en la evidencia científica.

Agradecemos especialmente a los varones, familias e instituciones que confiaron en la Fundación para abrir sus dolores, inseguridades, vergüenzas y aportar su coraje, potencia y creatividad para intentar nuevas formas de ser y estar en este mundo a fin de que quepan todos los mundos.

Introducción

En algunas conversaciones con varones se escuchan comentarios como “Yo no elegí tener pene”. La frase despierta emociones de todo tipo, para un lado y para el otro. A favor y en contra. ¿Qué nervio toca esa frase en cada uno de nosotros, en cada una de nosotras? ¿Qué nos lleva a reaccionar? ¿Por qué a alguien se le ocurre pensar, en este momento de nuestra sociedad, que tendría que dar explicaciones por tener pene? ¿Dónde ancla esta idea? ¿Por qué quienes sostenemos que los géneros son una construcción cultural nos agarramos la cabeza cuando toda la discusión acerca de cómo reordenar la distribución de poder y los roles sociales (luego de siglos de ordenamiento de la sociedad a partir de una distribución desigual de poder entre varones heterosexuales y mujeres y disidencias) queda reducida a una afirmación tan simple como que nadie eligió nacer con pene?

Este primer párrafo que acaban de leer parte de conceptos difíciles; tener que dar explicaciones por tener pene resulta más fácil de entender y de justificar. Una de las dificultades de discutir sobre procesos culturales complejos es que, justamente, son discusiones complejas. Por lo tanto, quien logre una síntesis, por incompleta que esta sea, tiene un camino ganado. ¿Y entonces? Entonces a lo largo de estas páginas vamos a indagar, muchas veces más desde las dudas que desde las certezas, acerca de estos cambios en la sociedad que pueden suponer desafíos para relaciones de poder muy arraigadas. En este libro nos preguntamos cómo las familias y las escuelas están adaptándose a situaciones que emergen cada vez con más frecuencia y que exigen una mirada atenta y diferente a la que se les ha dado durante muchísimos años. Chicas que reclaman poder, ellas también, jugar al fútbol en la escuela; un alumno o una alumna que pide que se lo llame de otro modo porque siente que su género difiere del sexo asignado al nacer; un chico que es excluido del grupo de amigas y amigos porque se desubicó con una chica. Situaciones como estas aparecen cada vez más cotidianamente en las familias y las escuelas como parte de las profundas transformaciones identitarias que vienen sucediéndose en nuestra sociedad en torno a los géneros, con un especial foco en las transformaciones de la masculinidad. En este proceso, las niñas, las adolescentes y las jóvenes vienen marcando la agenda y visibilizando sus reclamos en un proceso de reflexión colectiva, en el que –en general– los niños, los adolescentes y los jóvenes han quedado desplazados del protagonismo.

Nuestra sociedad está atravesando un proceso incipiente de ruptura de rígidos estereotipos de género. Esto implica revisar nuestros modos de socialización de género, una búsqueda que se da durante toda la vida y en todos los ámbitos en los que una persona se mueve: la escuela, el barrio, el club, las redes sociales, los medios, las instituciones, las familias, los grupos de amigos… Esta socialización no es neutral ni inocua, sino que dirige, con mayor o menor conciencia, la manera en que nos desenvolvemos, marcando los bordes a nuestra libertad de desarrollo. Qué tipo de ropa, colores y juguetes usamos, cómo nos expresamos, qué grupos preferimos o quién nos atrae son opciones condicionadas de maneras sutiles (a veces no tanto) y sostenidas, que marcan desde el nacimiento roles desiguales, con oportunidades de participación diferenciadas en las decisiones en función del género. Históricamente, esta diferenciación de roles sirvió para dar mayor valor a lo masculino.

Veamos un ejemplo “inocuo” de esto: un estudio de la Universidad de Standford en los Estados Unidos reunió a un grupo de hispanoparlantes y a otro cuya lengua nativa es el alemán. A ambos grupos se les pidió que describieran un puente. Los hispanoparlantes lo describieron como fuerte, grande, peligroso. Quienes hablaban alemán, como elegante, lindo, frágil. La diferencia está en que la palabra “puente” es, en español, de género masculino y en alemán, femenino. Por el contrario, cuando se les pidió que describieran una llave, los hispanohablantes lo hicieron como pequeña, brillante, dorada. Por su parte, los hablantes de alemán la describieron como útil, irrompible, metálica. La palabra “llave” es de género femenino en español y masculino en alemán. Si esto no es una construcción cultural, ¿qué es?

Pero, entonces, ¿dónde se pueden parar los varones en este momento del siglo en que parece que todo se pone en discusión y ellos no son, muchas veces, parte de ese debate? Es importante aclarar que las características que asignamos a lo masculino (la razón, la inteligencia, la fuerza y la destreza físicas, el liderazgo, la autonomía) las sostenemos entre todos y todas como sociedad. Es decir, también las mujeres son educadas para mantener el statu quo y son ellas (somos nosotras) las que, en muchas ocasiones, reproducen esos privilegios y mandatos, los esperan y los exigen. Por eso es muy importante reflexionar sobre esos conceptos y procesos de manera situada, en contexto. Uno de los grandes desafíos en relación con el tema de las masculinidades es identificar situaciones no aceptables en la actualidad y buscar corregirlas, al mismo tiempo que reflexionamos sobre el cambio cultural que estamos viviendo como un proceso histórico. Así, los adolescentes y jóvenes varones de hoy no debieran ser sindicados como responsables de lo hecho por sus congéneres a lo largo de los siglos.

Un primer punto que planteamos quienes escribimos estas líneas, casi como el único “deber ser” al que los invitamos, es que los varones de todas las edades puedan (podamos) reconocer los privilegios, los mandatos, las desigualdades y, cada uno, desde sus posibilidades y su lugar, contribuya (contribuyamos) a reflexionar sobre ellos y modificarlos. No va a ser de un momento para el otro. No va a ser general ni todos podrán (podremos) verlo de la misma manera. Pero si algo tienen estos temas es que exigen imperiosamente que hablemos, conversemos y discutamos sobre ellos. Sabemos que algunos términos vienen con peso propio; otros, además de peso, traen “mala prensa”. Al igual que con la ESI, no tener todas las respuestas no debe impedir que nos hagamos todas las preguntas.

Es importante aclarar que, cuando hablamos de un sistema patriarcal o machista, no lo pensamos únicamente como la violencia ejercida por varones hacia mujeres. La violencia del sistema patriarcal la sufrimos todas, todes y todos, y la pregunta sobre quién la ejerce en los vínculos también necesita hacerse sin prejuicios, sin anticiparse ni obturar una sola categoría. En las aulas, la violencia cotidiana que implica el acoso escolar –en el formato de burlas, insultos y exclusiones entre pares– está dirigida principalmente a los estereotipos basados en la gordofobia, la homo-lesbo-transfobia, la xenofobia y hacia las “putas”, las “promiscuas”, las mujeres que salen con muchos chicos (además, ¿quién define cuánto es muchos?).[1] En nuestro trabajo con jóvenes hemos podido conocer desde sus propias voces y experiencias cómo son algunas de las formas que adquiere esa violencia. Reflexiones como “Hay personas que no se sienten ni varones ni mujeres, no es muy difícil de entender. ¿Qué les molesta a los demás, si ellos siguen igual?”, o experiencias como la de un compañero al que cargaban por cómo le quedaba el short de fútbol “porque está muy gordo y después ya no quería atajar” dan cuenta de cómo esas hostilidades, que buscan imponer una sola forma de poder ser, terminan por generar una negación de derechos, algo sobre lo que volveremos luego.

Durante años, quienes formamos parte de los equipos de Fundación Huésped recibíamos consultas acerca de situaciones de riesgo asumidas en relaciones sexuales de todo tipo, forma y color, y nos pedían consejo sobre la conducta a seguir. Esto ocurría tanto a nivel institucional, a través de los canales de comunicación habilitados para tal fin, como a nivel personal. Amigos, amigas e incluso amigos de amigas consultaban sobre tal o cual situación, con un nivel muy minucioso de detalles. Muchas veces esas preguntas nos permitían entender qué cuestiones seguían sin estar claras en el conocimiento de las personas y funcionaban, entonces, como un disparador de campañas o acciones de comunicación.

Hace algunos años, junto con la ampliación de los temas con que trabajamos institucionalmente, empezaron a llegar algunas consultas de familiares o amigos de varones adolescentes escrachados en redes sociales por alguna actitud de violencia machista en sus distintos tipos. Más allá del shock que se sentía en las llamadas, había dos patrones que nos hacían reflexionar sobre qué estaba pasando con respecto a la forma de expresar el hastío, la bronca, la impotencia por haber vivido situaciones analizadas como abusivas.

Por un lado, en los escraches convivían episodios que implicaban un delito penal con otros que reconstruían situaciones incómodas sucedidas tiempo atrás, reinterpretadas ahora a raíz de los avances del movimiento feminista y la mejor comprensión de la naturalización de las inequidades de género. Es decir, algunos escraches reclamaban por situaciones de acoso o abuso ocurridas recientemente y que tenían su correlato con denuncias en el ámbito de la justicia, y otros recuperaban situaciones sucedidas hacía varios años, que no constituían un delito ni conllevaban una denuncia, en los que se repensaba el concepto de consentimiento a la luz de estas nuevas discusiones sobre las que venimos hablando. Sin embargo, ambos casos confluían en un escrache en redes sociales, a través del cual se denunciaba, se juzgaba y se sentenciaba en el mismo acto.

Por otro lado, independientemente de la gravedad de la situación, también resultaban notorias la inacción y la falta de herramientas para abordar el emergente por parte de las autoridades educativas en las instituciones a las que acudían los adolescentes escrachados. Fueran o no todas las partes involucradas estudiantes de un mismo establecimiento, hubiera sido o no una situación actual, contara o no la escuela con protocolos escritos, la sensación era la misma: las instituciones educativas no tenían otra forma de abordar el conflicto más que haciéndose a un lado y dejando que este siguiera los canales que las y los adolescentes pudieran encontrar.

En este contexto, resulta estratégico trabajar con adultos cuidadores, educadores y educadoras, equipos técnicos, personal de salud y demás actores involucrados en el acompañamiento de adolescentes y jóvenes en sus procesos de socialización. La escuela y la familia, así como el resto de instituciones públicas y privadas, también son protagonistas de estos cambios.

Aquí les invitamos a que, en el ejercicio de su protagonismo, se comprometan con la revisión de sus prácticas y con la construcción de alternativas que promuevan relaciones de género igualitarias y democráticas, que faciliten la vivencia de la sexualidad de forma libre, placentera, cuidada y sin violencias ni discriminación. No es suficiente adoptar el lenguaje inclusivo o hacer dos o tres charlas al año sobre género y violencia. Es necesario ir más allá y mirarse por dentro como persona, como familia, como institución educativa, como proyecto sociocomunitario, para reinventar acciones y desarmar las que sostienen la desigualdad: ¿cómo se reparten las tareas domésticas en casa?, ¿quién se ocupa de sacar e ir a los turnos médicos? Pero, también, ¿cómo reaccionamos cuando estamos ante situaciones percibidas como abusivas, algunas incluso tipificadas como delitos? De nuevo, no son preguntas con respuestas fáciles ni de resolución inmediata, pero poder hacérnoslas, discutirlas y pensarlas será el primer paso para avanzar.

Desde esta compleja realidad, en este texto invitamos a escuelas, educadores y familias a hacerse (a hacernos) algunas preguntas fundamentales que desafían aquello que muchas veces vemos como natural. Algunos ejemplos podemos encontrarlos en la creencia de que solo existen dos sexos o dos géneros (lo que llamamos “binarismo”), de que mujeres y hombres parezcan destinados a cumplir distintos roles en la familia y en la sociedad, o en los modos en que varones y mujeres ocupan el tiempo libre y el espacio social. De nuevo, si con este libro logramos que ustedes, lectores y lectoras, puedan al menos hacerse algunas preguntas, el objetivo estará logrado.

En nuestro libro anterior, Educación Sexual Integral. Guía básica para trabajar en la escuela y en la familia,[2] definimos el patriarcado como el “modo de organización social que se basa en una distribución desigual de poder entre varones y el resto de las identidades de género y que impone la creencia, además, de que todos somos heterosexuales”. Este sistema de pensamiento y crianza construye las diferencias entre géneros de manera tal que la superioridad de los varones se entiende como biológicamente inherente o natural. De este modo, se asfixia a las identidades feminizadas imponiendo como ideales roles que dificultan la autonomía y la confianza en las propias decisiones. Pero, también, se asfixia a las identidades masculinizadas, encerrándolos en roles que les dificultan el autocuidado, la expresión de emociones o la exhibición de su vulnerabilidad. La evidencia muestra que los varones son más reticentes a las consultas médicas de tipo preventivo, pero son quienes ocupan mayoritariamente las unidades de terapia intensiva y mueren por causas externas[3] tres veces más que las mujeres. Pocos meses después de que se editara la guía de ESI, un grupo de varones asesinó a golpes a otro varón a la salida de un boliche en Villa Gesell. Más allá de las ineludibles responsabilidades penales que les caben a los asesinos, ¿podemos no pensar en esa situación como un emergente de una forma de entender la masculinidad? Se nos dirá que no todos los varones matan en grupo a otro a golpes y patadas. Claro, ¡por suerte! Pero eso no invalida que no veamos en esa situación un emergente en el que, muchas veces, ser “un buen varón” viene con violencia para defender el honor, o la chica, o el equipo de fútbol o de rugby, o lo que fuera.

¿De qué modo vienen las escuelas y familias reflexionando sobre estos modelos sociales que reproducen un imaginario sobre las personas y las relaciones de pareja que muchas veces fortalece y reproduce la dependencia emocional y ciertos patrones de dominación/sumisión? ¿Cómo podemos favorecer reflexiones que ayuden a cada persona a responsabilizarse de lo que aporta y de lo que construye y deconstruye en los vínculos?

Estas son algunas de las preguntas disparadoras de este libro que, además de las autoras y los autores, comparte con la guía de ESI la idea de buscar todas las preguntas para intentar esbozar algunas respuestas, conscientes de que no son absolutas y de que también nosotras y nosotros vamos repensando y redescubriendo nuestras propias respuestas.

Al igual que en nuestra Guía básica para trabajar en la escuela y en la familia, en cuanto al lenguaje inclusivo creemos que la forma como nombramos el mundo construye realidades, y es por eso que celebramos que se visibilicen las limitaciones de la lengua española en el uso del genérico masculino para designar a todas las personas de todos los géneros, lo que efectivamente representa una realidad de injusticia y desigualdad. Entendemos que estamos en un momento de transición en el que aún no se ha institucionalizado un modo que termine de resolver esta cuestión. Nos interesa dar cuenta de las particularidades de este proceso y es por eso que a lo largo del libro usamos el lenguaje de formas diversas. Por momentos utilizamos la “e”, en otros distinguimos por géneros y en algunos otros usamos el genérico masculino, según lo que nos resultó más clarificador y lo que pudimos lograr hasta este momento de reflexión y deconstrucción nosotros, les autores.

Les invitamos a acompañarnos en el recorrido de este libro, que es eminentemente práctico. El capítulo inicial está organizado como un glosario, con algunas ideas básicas para ponernos de acuerdo sobre el sentido de los términos que usamos cuando hablamos de estos temas. El capítulo que sigue se ocupa de algunos problemas frecuentes en relación con las masculinidades y los enfoques para intervenir. Luego, los capítulos 3, 4, 5 y 6 presentan casos y problemas –los escraches, los mandatos, los protocolos, el consentimiento–. El capítulo 7 propone estrategias de intervención para distintos ámbitos: la escuela, la familia y los grupos, y el capítulo 8, cuestiones de abordaje y ejemplos de protocolos.

Hagamos lugar en nuestras mentes, movamos a un costado nuestros prejuicios, nuestros saberes de cosas “porque son así y siempre han sido así” y abrámonos a hacernos nuevas preguntas. Porque hay lugar para todos, todas y todes.

[1] En Fundación Huésped hicimos un relevamiento sobre la implementación de la ESI hasta el año 2021. El resultado mostró que más del 50% de estudiantes de secundaria que contestó la encuesta vivenció o presenció situaciones de discriminación en la escuela. Esto supone un leve incremento porcentual respecto de nuestro último relevamiento, de 2017. Asimismo, cuando indagamos sobre situaciones de discriminación en espacios de socialización a los que acuden jóvenes fuera de la escuela, como clubes deportivos u organizaciones sociocomunitarias, el índice se incrementa hasta el 70%.

[2] Publicado en esta misma colección, “Educación que Ladra”, dirigida por Diego Golombek y Melina Furman (Buenos Aires, Siglo XXI, 2020).

[3] Conocemos como “causas externas de mortalidad” a aquellas acontecidas principalmente en el marco de accidentes y violencias. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), están comprendidas aquí las agresiones (homicidios), las lesiones autoinfligidas (suicidios), las lesiones producidas por grupos organizados, como milicias o agrupaciones terroristas, y las ocurridas en el marco de conflictos bélicos.

1. ABC de la masculinidad

A modo de glosario para saber de qué hablamos cuando hablamos de estas cosas

Una enorme fuente de malentendidos es suponer que todo el mundo entiende lo mismo cuando hablamos de cualquier tema, sobre todo, cuando implicamos conceptos cuyo sentido está en disputa. En las cuestiones de género y sexualidad, las mismas palabras pueden tener significados muy diferentes en función de la cultura y las creencias de cada persona. Por eso, nos parece importante comenzar aclarando las concepciones que tenemos les autores respecto de algunas palabras que vamos a utilizar a lo largo del libro.[4]

Es posible que muchos lectores y lectoras no coincidan con nosotros. Toda posición es bienvenida, esperamos que la lectura colabore para que puedan profundizarla y explicitarla, y también que podamos debatirla para sumar puntos de vista. No creemos que nuestra concepción de las cosas sea LA verdad: es nuestro punto de vista, construido desde nuestra experiencia personal, institucional y colectiva, y en permanente evolución a través del diálogo con otras personas. Pero sí estamos seguros de que es el punto de partida para leer este libro sin malentendidos.

Varones

A lo largo de este texto utilizaremos el sustantivo “varones” en vez de “hombres” para evitar el sentido pretendidamente universal de “hombre” como sinónimo de “humanidad”. Asimismo, cada vez que hablemos de varones, salvo que especifiquemos que nos referimos a varones trans, estaremos aludiendo a varones cis. Nos referimos a varones cis cuando hablamos de personas a quienes se les asigna el sexo masculino al nacer y su identidad de género coincide con esa asignación, ya que se sienten varones. Algunas personas tienen una identidad de género que no se condice con el sexo asignado al nacer. Por ejemplo, nacieron con vulva, vagina y útero, pero se sienten e identifican como varones. Estas personas son varones trans.

Para complejizar el concepto de varón, nos referiremos a las masculinidades en plural, de modo que podamos advertir, desde el vamos, que no hay un solo modo de vivenciar o expresar la identidad masculina.

Género

Si hablamos de varones, es porque estamos hablando de géneros. Y eso nos lleva a preguntarnos: ¿qué es el género?, ¿con género se nace? Y si no, ¿de dónde nos viene?

Según la Organización Mundial de la Salud,[5] el género se refiere a los roles, las características y las oportunidades que la sociedad define como apropiados para los hombres y las mujeres. Es producto de las relaciones entre las personas y puede reflejar la distribución de poder entre ellas. No se trata de un concepto estático, sino que cambia con el tiempo y el lugar.

Veamos qué implica esta definición oficial. Aprendemos los roles de género de nuestro contexto sociohistórico, porque los reproducimos socialmente con la intervención de diversas instituciones (la familia, la escuela y todas las instituciones del Estado, la religión, los medios de comunicación, etc.) que moldean los modos de habitar el cuerpo, de sentir, de pensar y de actuar el género.

Allá por 2001, Graciela Morgade nos ofrecía un ejemplo bien gráfico –y vigente– de cómo aprendemos los géneros con un rápido vistazo a los kioscos de diarios y revistas:

Las publicaciones que explícita o implícitamente se definen como “femeninas” hablan de mujeres que cocinan, cosen y suspiran por ídolos televisivos, que están pendientes de la moda, de no engordar, y de la casa y vida de los y las demás; también hablan de qué difícil les resulta comprender a los hijos o las hijas de hoy, qué importante es la autoayuda para recuperar la autoestima, cómo sobrevivir al jefe, cómo disimular la fatiga crónica, etcétera. En suma, parece entonces que la vida femenina está claramente diferenciada de la de los varones y que se necesita de consejo para no errar demasiado seguido. Las otras publicaciones (¿“masculinas”?) hablan de política, de economía y empresas, de deportes –sobre todo de fútbol–… “El mundo más allá del hogar” se podría pensar; “las grandes cosas” se podría agregar. Sin colocar calificativos, se trata sin duda de temas de debate público.[6]

Si repasamos algunas situaciones cotidianas, encontraremos numerosos ejemplos de este aprendizaje. Observemos quiénes concurren a las llamadas “reuniones de padres” de las escuelas, o quiénes ocupan los cargos directivos en empresas, ministerios, etc., así como quiénes ocupan masivamente posiciones de servicios y cuidado (maestras jardineras, servicio doméstico, enfermeras, auxiliares, etc.).

Para abrir debates sobre cómo se aprende a ser varón y mujer, existen recursos interesantes, como los videos de ESI del canal Encuentro, en los que adolescentes cuestionan frases que siguen escuchando cotidianamente, como “llorás como una niña” o “el que no se pelea es visto como un cagón”.

Binarismo de género

Todos los días las personas tomamos innumerables decisiones basadas en nuestro sexo y nuestro género: decidir qué baño utilizar, llenar documentos legales o competir en deportes son solo algunos ejemplos cotidianos en que tenemos que elegir entre dos opciones. La mayoría de nosotros tenemos una idea del sexo y el género extremadamente simplificada, binaria, que no puede imaginar más que las dos opciones de lo que llamamos “femenino” y “masculino”.[7]