De la cosa poética a la cosa política - Juan Manuel Cuartas Restrepo - E-Book

De la cosa poética a la cosa política E-Book

Juan Manuel Cuartas Restrepo

0,0

Beschreibung

Definidos como ensayos de hermenéutica literaria, los textos que se recogen en este libro son, en propiedad, investigaciones adelantadas con el propósito de involucrar una gama amplia de problemas inherentes a la estructura profunda, los modos de expresión y las dinámicas de la significación de piezas literarias, tanto poéticas como narrativas. En términos generales, puede afirmarse que la lectura moviliza la interpretación para brindar a las obras el reconocimiento que reclaman como crisoles, en los que reúnen corrientes de sentido históricas, humanas, sociales y culturales. La objetivación que se alcanza de las distintas obras permite, a su vez, el cotejo de diversas perspectivas de análisis, tanto como la visualización de aquello que quedara en las márgenes como inadvertido.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 247

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Cuartas Restrepo, Juan Manuel

De la cosa poética a la cosa política: ensayos de hermenéutica literaria / Juan Manuel Cuartas Restrepo. – Medellin : Editorial EAFIT, 2023.

154 p.; 24 cm. -- (Académica).

ISBN: 978-958-720-866-5

ISBN: 978-958-720-867-2 (versión EPUB)

l.Poesía – Historia y crítica. 2. Política en la literatura. I. Anillo Martínez, Zairo, pról. II. Tít. III. Serie

808.1 cd 23 ed.

C961

Universidad Eafit- Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas

De la cosa poética a la cosa política

Ensayos de hermenéutica literaria

Primera edición: octubre de 2023

©   Juan Manuel Cuartas Restrepo

©   Editorial EAFIT

Carrera 49 No. 7 sur - 50

Tel.: 261 95 23, Medellín

https://editorial.eafit.edu.co/index.php/editorial

Correo electrónico: [email protected]

ISBN: 978-958-720-866-5

ISBN: 978-958-720-867-2 (versión EPUB)

DOI: https://doi.org/10.17230/9789587208665lr0

Coordinación editorial: Cristian Suárez Giraldo

Corrección de textos: Christian Martínez Guerrero

Diseño y diagramación: Margarita Rosa Ochoa Gaviria

Imagen de carátula: Octavio Bosco Cuartas Hincapié, El seco árbol. Técnica: acuarela.

Universidad EAFIT | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto Número 759, del 6 de mayo de 1971, de la Presidencia de la República de Colombia. Reconocimiento personería jurídica: Número 75, del 28 de junio de 1960, expedida por la Gobernación de Antioquia. Acreditada institucionalmente por el Ministerio de Educación Nacional hasta el 2026, mediante Resolución 2158 emitida el 13 de febrero de 2018.

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de la editorial.

Editado en Medellín, Colombia.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

Para Federico y Octavio Bosco,los amores de mi vida

Tabla de contenido

In brevitis verbis

Presentación

Tres voces de la poesía en Colombia

Antiprosaísmo o poesía total de Giovanni Quessep

El ser no es una fábula (1968)

Duración y leyenda (1972)

Canto del extranjero (1976)

Madrigales de vida y muerte (1978)

Preludios (1980)

Muerte de Merlín (1985)

Un jardín y un desierto (1993)

Carta imaginaria (1998)

El aire sin estrellas (2000)

Brasa lunar (2004)

Abismo revelado (2017)

Poesía negra y tradición en Mary Grueso Romero

El tema de la naturaleza

El tema político

El tema doméstico

El tema del amor y el erotismo

El tema étnico y social

Los tres nudos de relación con la tradición

Carlos Vásquez Tamayo o el conjuntar de prosa, amor y poesía

De la cosa poética a la cosa política

“Unas alas enormes”: hermética, alegoría, realismo

De la cosa poética a la cosa política en Octavio Paz

De la cosa poética

... a la cosa política

Otras letras

América, de Franz Kafka, ¿novela de formación?

Duración y formación en Le temps retrouvé, de Marcel Proust

El ser y las señales de la duración

La formación del narrador-héroe-escritor

El poema “Espacio”, de Juan Ramón Jiménez

1

2

3

4

Referencias

Notas al pie

In brevitis verbis

Definidos como ensayos de hermenéutica literaria, los textos que se recogen a continuación son, en propiedad, investigaciones adelantadas con el propósito de involucrar una gama amplia de problemas inherentes a la estructura profunda, los modos de expresión y las dinámicas de la significación de piezas literarias, tanto poéticas como narrativas. En términos generales, puede afirmarse que la lectura moviliza la interpretación para brindar a las obras el reconocimiento que reclaman como crisoles, en los que reúnen corrientes de sentido históricas, humanas, sociales y culturales. La objetivación que se alcanza de las distintas obras permite, a su vez, el cotejo de diversas perspectivas de análisis, tanto como la visualización de aquello que quedara en las márgenes como inadvertido.

De tal manera, estos ensayos han tomado en consideración tres planos de reflexión, a saber: en la primera parte se indaga por la configuración del decir poético en la obra de tres poetas colombianos: Giovanni Quessep, Mary Grueso Romero y Carlos Vásquez Tamayo. A continuación, el lente se dirige a una expresión que sobrevuela –la mención resulta literal– la historia de la literatura: “Unas alas enormes”, de la que se desprenden observaciones sobre la hermética, la alegoría y el realismo; se indagan luego aspectos cruciales en la obra del escritor mexicano Octavio Paz, buscando advertir las señales que la transitan allí de la cosa poética a la cosa política. Termina el recorrido dando razón de tres piezas literarias de autores de otras latitudes: la novela América, del escritor checo Franz Kafka; el último volumen de la obra del escritor francés Marcel Proust, En busca del tiempo perdido, titulado: “El tiempo reencontrado” y, finalmente, el poema “Espacio”, del poeta español Juan Ramón Jiménez.

Presentación

Zairo Anillo Martínez

Considerar que toda escritura –en este sentido, literaria– es siempre un acto político, resulta menos una exaltación que un condicionamiento ideológico que contradice la libertad del oficio de las letras. Toda literatura es un acto político, pero en la misma medida en que también es un acto ético, psicológico, estético, místico. En las posibilidades que el arte explora en relación con la realidad, lo político es un hilo más en el entramado de la materia del artista. Y si se pensara aducir, para defender la primera idea, que en el fondo lo ético y lo psicológico, por ejemplo, están determinados por lo político, asimismo podría pensarse que lo político también es ético o psicológico. La diferencia no siempre es contraposición; es, más bien, complemento. De manera que apostar todas las fichas a un solo cauce con pretensiones de totalidad terminaría por desconocer múltiples formas de apreciar la literatura.

Para el nobel chino Gao Xingjian (2000): “La literatura es la observación de los dilemas de la existencia humana, y nada le es tabú [...]. Esto no significa, por lo tanto, que deba divorciarse de la política, o que deba necesariamente comprometerse con ella”. Es decir, es el escritor quien decide el nivel de relación que su obra tendrá con esa dimensión social. Y si bien sabemos que por el solo hecho de existir ya somos sujetos políticos, eso no desdice el hecho de que también somos sujetos pertenecientes a muchas más dimensiones igual de determinantes. La postura de Xingjian condice con lo que Walter Mignolo denomina poéticas o definiciones esenciales: textos que los artistas emplean para referirse a su propia labor. Como artífices de su creación, los autores dan cuenta de su oficio en textos que se conocen como arte poética, metapoemas, crítica artística o metaliteratura.

De acuerdo con esto, podría pensarse erróneamente que solo los artistas están capacitados para referirse al acto creador por ser los únicos que lo conocen cabalmente. Sin embargo, existe un tipo de crítica que, sin abandonar las implicaciones sociopolíticas del caso, también dialoga abiertamente con el texto literario en su nivel estético y compositivo; que conversa casi en un tête-à-tête con su objeto. Una crítica que, a la manera de Pierre Menard, considera que el simple elogio o la acérrima censura no son más que afectuosas operaciones sentimentales, y por ello es mejor observar la creación literaria como un tensor en el que confluyen todas las posibles facciones de la existencia, mediadas en principio por lo estético.

En palabras de Javier Cercas (2021): “El arte es útil siempre y cuando no se proponga serlo: en cuanto se lo propone, se convierte en propaganda o pedagogía, y deja de ser arte”. Tal valoración, en pleno siglo XXI, correría el riesgo de ser anacrónica si no fuera porque tanto Xingjian como Cercas, entre otros escritores, la profesan y aplican con una vehemencia y oficio que la dotan de total verosimilitud y pertinencia. Sin embargo, para muchos críticos actuales esa discusión está saldada: la obra una vez editada se convierte en un bien público y, por tanto, ya es de exclusiva pertenencia del medio, y este es el dueño que decide hacer con ella lo que le plazca; como si el autor dejara de existir o fuera nada más un simple azar que la obra usó para llegar a nuestras manos. Afortunadamente, hay quienes todavía vemos en la literatura más un modo que un medio de vida; y también como una forma de la felicidad y no un cerrado sucedáneo de la lucha de clases. Sin duda, la felicidad está arraigada a esa lucha, pero esta no es su única propietaria.

El libro que estás a punto de leer es una muestra de ello. Las tres partes y los ocho textos que lo componen proponen una valoración del verso, la prosa y de la materia literaria en sí como una premeditación. Esto es, el crítico detecta en el autor la conciencia de las posibilidades del lenguaje, y cómo a raíz de esta conciencia se estatuye rector de un orbe cerrado, pero sin olvidar que su materia también tiene la misma consistencia que las ilusiones, la memoria, las nubes y los sueños. En cuanto a su abordaje de la lírica, a cada verso objeto de análisis se le instaura una pregunta que indaga por un terreno existencial más allá de su significado inmediato. Vida, muerte, pasión, amor, soledad, entre otros temas recurrentes de la literatura, son categorías sentipensantes con las que Juan Manuel Cuartas Restrepo deambula entre los textos para tratar de entender cómo la literatura no solo da respuesta a la temática misma del texto, sino además a su relación con movimientos literarios históricos, con el presente inmediato y con dudas existenciales que atribulan tanto al ciudadano de a pie como al filósofo más introspectivo.

De estas intimidades, quizá un tanto conservadoras, la valoración crítica transmigra a nuevas significaciones de la materia, de la lengua, pero esta vez para captar cómo las mismas palabras, las mismas imágenes, bajo otra tradición cultural, proponen una lucha contra el olvido y la segregación de comunidades condicionadas por el etnocentrismo. De la poesía de Quessep pasa a la de Mary Grueso, poetas nacionales pertenecientes a tradiciones distintas, pero hermanados por un vínculo superior a la nacionalidad: la creación literaria. El mar que en Quessep, verbigracia, es un motivo literario más, se transforma en Grueso en una metáfora de presencia y persistencia. Adquiere nuevos sentidos que lo vinculan a una fuerza que arrastra y que para no dejarse arrastrar entonces lucha. Lo mismo sucede con la memoria. En Quessep, la memoria es la del individuo, y cumple sus funciones básicas: recordar y olvidar. Es la memoria que no necesita hacer un llamado para revelar su existencia, puesto que se sabe natural, cumple sus funciones de introspección y generación de vida con la misma naturalidad de quien camina; ya está en manos del poeta explorarla para derivar de ella sus comprensiones. No obstante, en Grueso, la memoria sobrepasa la del individuo; ni siquiera podríamos decir que es la memoria de la especie, pues el centro de la especie mira de soslayo a quienes la componen según el perfil cultural. En la autora afrocolombiana la memoria es la de la colectividad a la que pertenece, a la de su raza inmediata. Es una memoria no natural, pero no por sí misma, sino por la necesidad que tiene de autorrepresentarse para no ser borrada, y, por eso, requiere una antesala para ser reconocida; no le basta con mencionarse, primero debe justificarse.

Pienso que el inicio del libro, con estos dos ensayos, no es gratuito. Su función es la de crear un contraste entre cómo la cosa política es primero una cosa poética. El poeta crea desde su necesidad de expresarse, pero una vez la expresión toma forma, su mensaje devela, a la vez que se integra a las realidades sociales, la realidad de quien escribe. En ese momento es cuando pasa a la cosa política. De la creación estética en términos de ensoñación y escritura, a la carga simbólica que se transmuta en ideología. Del verso al concepto. Los buenos libros son aquellos que entrelíneas y en su forma son también otro libro. No les basta con el lenguaje referencial, sino que incluso comunican un mensaje más poderoso que el que se ve a primera vista. La concatenación de estos dos ensayos presenta este mensaje. Marcan el ritmo de la crítica en cuanto a su método y criterio. De la lírica sin etiquetas raizales de Quessep, que resuena a centro, pasa a la lírica raizal de Grueso, que resuena a periferia. Sin embargo, el modo como están valorados no es en sí mismo un intento de separar y jerarquizar, sino más bien de demostrar cómo la cosa poética y la cosa política ayudan a entender que las divisiones entre centro y margen en la literatura no son más que una cosa de la institucionalidad, y no del arte poético en sí. Ambos tienen la misma fuerza y el mismo valor, aun cuando uno debe luchar un poco más para ganar un espacio que, de hecho, ya tenía ganado por su propia calidad y naturaleza.

Otro de los temas que resulta significativo es el que ocupa gran parte de la segunda sección: los límites entre la realidad y la ficción, y la manera cómo la ficción, en su sentido de realidad reelaborada, y no falsedad, permite una mejor comprensión de lo real que la apreciación directa de los hechos. En este caso, el motivo son las alas como símbolo. Traigo a colación una de las citas a la que Cuartas Restrepo remite: “El historiador holandés Johan Huizinga, sostiene que: ‘después de haber atribuido a la idea una existencia real, el espíritu querrá ver esta idea viva y no lo conseguirá más que personificándola. Así nace la alegoría’” (ver la página 82). Me detengo primero en un término utilizado por Huizinga, y que no parece para nada circunstancial en cuanto a su elección: el espíritu. ¿A qué se refiere? En gran parte de la obra de Schopenhauer entendemos el espíritu en su sentido no místico o filosófico, sino biológico; es más la naturaleza que nos identifica como especie natural que algo que nos llega de afuera y nos insufla una sustancia que nuestra naturaleza no puede producir por sí misma. En todo caso, en los dos criterios –el material o el ideal– el espíritu es percibido como un elemento abstracto al cual no se accede fácilmente, y que de algún modo nos abarca y nos sobrepasa; podemos quizá dialogar sobre este, pero no podemos poseerlo a discreción, pues es él quien nos determina. El asunto es que ese elemento –abominable para unos, bendito para otros– es el que les da vida a las ideas. Es como si se tratara de una entidad consciente y personificada que visita a quien quiere o a quien lo busca con persistencia, y al elegido o sujeto buscador le transmite un mensaje que servirá para identificarnos a todos. De ahí que Borges, citando a Emerson, dijera que había tal unidad temática en las grandes obras de la literatura que parecían escritas por un solo caballero omnisciente.

Al respecto, Cuartas Restrepo decide aproximarse a ese espíritu a partir del símbolo de las alas en la literatura. Ante este tema resultan ineludibles algunos casos emblemáticos del hecho: la hermética; la Biblia con los ángeles de múltiples ojos de Ezequiel; el de nombre de Maravilla que visita a Manoa en el libro de los Jueces; los “encendidos en fuego” y que resguardan la Gloria de Yavhé; los de los paraísos perdido y recobrado de Milton; los de la secular angelología del también poeta inglés William Blake; los esotéricos ángeles del místico Swedenborg en Arcana Coelestia; El albatros, de Baudelaire; el de Un señor muy viejo con unas alas enormes, de García Márquez; entre otros. El símbolo de las alas identifica a muchos tipos hermenéuticos, pero en todos ellos los seres alados, para bien o para mal, entran en conflicto con la mundanidad. Son las alas los rasgos identitarios de la superioridad, la extrañeza, o el estigma. Su consistencia en cuanto a símbolos está permeada por la religión, la mitología y la literatura. De manera que su constante presencia en los textos a los que recurre el autor no es peregrina.

De acuerdo con lo anterior, llama la atención, en el aparte dedicado a este tema, el enfoque de lo hermético, lo alegórico y lo realista en relación con la presencia de seres alados en toda esa literatura. Las alas son el símbolo cuya presencia, a lo largo del tiempo, permite entender transformaciones en los imaginarios estéticos de las épocas. En Baudelaire, el albatros, en tanto animal alado, es el sacrificado por su belleza y particularidad que lo hace diferente a los ojos de los prosaicos navegantes. Es el poeta cuya grandeza lo separa de la humanidad, pero lo convierte, a la vez, en el foco de los ballesteros por su sola diferencia. “Estos reyes celestes”, como los denomina el poeta francés, descubren la torpeza de sus alas al descender al mundo y entrar en contacto con sus indolentes habitantes; la virtud del albatros no compagina con la sordidez del vulgo. El simbolismo en este caso es expedito.

No obstante, cuando las alas se despliegan sobre la América Latina del siglo XX, pierden un poco el sentido otorgado por la Francia del siglo XIX. Los matices de la cosa política en los distintos contextos han surtido efecto. El artista ha descendido de otra manera de su cenáculo, y aunque sigue en tensión con el medio, ya su crítica experimenta distintas formas y variadas intenciones. Si bien algunas de estas también fueron exploradas por escritores franceses en el siglo XIX como Balzac en Piel de zapa, o Maupassant en El horla, en el escenario latinoamericano del siglo XX el registro y el sentido son otros. En el cuento de García Márquez, por ejemplo, no son ya solo símbolo de una vida ultraterrena y misteriosa, como en Maupassant; u objetos alegóricos que retratan la avaricia, como en Balzac. En el caso del colombiano es perceptible el hecho de que la mundanidad de la tierra se haya extendido al punto de contaminar a los seres alados. El señor muy viejo con alas enormes, a pesar de su cualidad de criatura sobrenatural, está sometido también a los rigores de la existencia terrenal. Es viejo, desarrapado, convaleciente; incluso cuando al final del cuento recupera algo de fuerza, sus tentativas de vuelo son tan torpes que estropean las hortalizas de Elisenda, sus aletazos se resbalan en la luz y por poco destruye el cobertizo en el que se resguardaba. La gravedad lo atraía como a cualquier otro mortal. Y no solo la gravedad física, sino también la existencial. El anciano alado, a fin de cuentas, solo parecía un hombre común con alas, desprovisto de cualquier otra ventaja más allá de su apariencia angelical. En este relato, el símbolo de los dorsales plumosos ya convoca una comprensión distinta. La valoración que Cuartas Restrepo hace del hecho se ajusta a la de la consideración de los realismos imaginarios: la manera como se angostan los límites entre lo real y lo sobrenatural ante la percepción de los sujetos anclados al mundo material. De la misma manera que sucede con el tigre que habita la casa en el cuento “Bestiario”, de Julio Cortázar, lo que asombra con el viejo de alas enormes no es su existencia y presencia, sino la manera como lo extraño, e incluso lo sobrenatural, se integra a lo natural al punto de convertirse en rutina, en hastío y previsibilidad.

Los otros capítulos que componen este volumen también se agrupan bajo el marco de lo político y lo estético, en sus formas lírica y prosificada. El ensayo dedicado a Octavio Paz se conecta con la tesis planteada en el de Quessep: el lenguaje como materia modelada a fin de crear efectos estéticos que, sin embargo, no se limitan a ese efectismo, sino que convocan y establecen relación con otras artes y dimensiones creativas para diferenciar la relación que establecemos con el lenguaje y la realidad a la hora de poetizar y pensar. Aunque ambos medios buscan expresar la realidad, sus operaciones son distintas. El pensar va ligado a una especie de procedimiento vertical en el que el lenguaje ataca a la realidad para develarla. En el poetizar, el movimiento es paralelo. Para Cuartas Restrepo, en la poesía y teoría poética de Paz es rastreable asimismo esa oposición. En el pensar damos rienda suelta a habilidades de pensamiento que privilegian lo interpretativo, la ilación de ideas con el fin de describir e integrar lo que nos ocupa; mientras que en el poetizar es la fragmentación, las imágenes y también las ideas las que marcan el calibre del lenguaje. Sería un error afirmar que en el pensar no se poetiza; o que en el poetizar no se piense. Son procesos concomitantes. Pero, inevitablemente, los énfasis determinan la inclinación de las formas del comunicar. Ya al momento de pasar a la cosa política en Paz, si bien el criterio de la forma de la lengua permanece, el trasunto se aborda desde otras perspectivas, pues en el momento en que el artista toma vocería política, se transforma automáticamente en intelectual. Su interés no es solo el preciosismo buscado por los franceses en el arte por el arte, sino que asume su posición como sujeto de conocimiento en el terreno de lo político. Vale la pena ver el objetivismo con el que se atiende esa otra faceta del autor mexicano sin caer en partidismos, donde se reconoce que, bien sea del lado de lo zurdo o lo diestro, el poeta intelectual siempre será objeto de injurias y exaltaciones.

Los últimos tres textos, dedicados a Kafka, Proust y Jiménez, y agrupados bajo el rubro de “Otras letras”, tratan respectivamente los temas de la otredad y la cosificación, que en el estilo kafkiano toman una forma viciada por el absurdo y la alienación; en Proust, la literatura, la memoria y la vocación se presentan como vías para la recuperación de la distancia entre la escritura y la vida, cada vez menos insalvable en la obra del francés; y en Jiménez vemos el conflicto con la vacuidad de la creencia en una manifestación salvífica externa, y que el autor alegoriza muy bien con la ausencia de Dios, el amor humano y las concavidades en las que nos sostenemos para no caer en el desamparo.

Estos capítulos buscan los símbolos que amonedaron sus autores. Y cuando los encuentran, despliegan otra búsqueda más particular de la significación de cada renglón y cada verso. En Kafka el laberinto de lo absurdo, la cosificación a la que nos sume la extrañeza y el poder son los motivos. De la misma manera que K., el agrimensor; que el condenado Joseph K.; y el anquilosado Samsa; Karl Rossman se enfrenta a una realidad que lo anula, pero con la diferencia que en Der Verschollene (El desaparecido) –conocida además con el título de América– la expectativa de formación que incluye el viaje a la tierra de la prosperidad alarga aún más la agonía del personaje y el lector. Rossman termina cosificado ante la organización sociopolítica que determina la cultura que desconoce, y con la cual no logra compenetrarse.

En Proust, el leitmotiv tiene igual peso. ¿Cómo recuperar la vida perdida, el pasado, a través de la escritura? Proust activa sus sentidos y se vale de la representación de escenarios en los que lo sociopolítico son el marco inicialmente perceptible; no obstante, pronto el lector descubre que algo más late bajo esa convencional apariencia. Aquí se va de lo político a lo estético, sin dejar de dar a entender que son indisolubles, que una facción no es comprensible sin la otra, aunque en la más oculta se escoden las claves para entender tal relación. Este hecho se complica un poco más en el caso del autor francés –tanto como en las obras de Joyce–, debido a que el narrador no está interesado en describir sucesos tal como se los informa el lenguaje, sino como lo hacen los sentidos antes de pasar por el proceso racionalizador que les imponemos. En su pura expresión, Proust hace de esa percepción un camino que debemos desandar con la misma complejidad con la que lo construimos, pero esta vez de manera consciente.

En el caso de Jiménez, el problema es la inconmensurabilidad a los ojos de lo precario. El dilema de la eternidad al que nos vemos abocados los seres finitos, y la imposibilidad de volcar esa perplejidad en la escritura, que acaso no sea más que un rudimento expresivo que araña el reflejo de lo real. La figura del Dios que ha construido la tradición, y que nosotros vinculamos a la totalidad de lo omnipotente, omnisciente y omnipresente, representa para el autor español la manipulación histórica, política e ideológica que mejor cimienta esa separación entre lo finito y lo eterno. Su poesía indaga por la minúscula porción que nos ha sido otorgada para descifrar enigmas que nos sobrepasan en gran medida.

En definitiva, todos los autores y obras a los que se hacen alusión aquí marcan diversos enfoques por los cuales la crítica se asoma para ver los matices que la literatura nos ofrece sobre lo real. En algunos, la motivación política nos lleva a la poetización; en otros, lo poético nos conduce a nuevas luces para entender lo político. Por eso, los capítulos expuestos en este libro amplían y reviven la necesidad de una crítica más libre, ya que, si bien no excluyen visiones tradicionales que a veces en el medio institucional han llegado a ser dogmáticas, tampoco hace de ellas una predeterminación obligada para darle valor a la literatura misma.

Referencias

Cercas, J. (2021). La novela es un llamado a la insurrección. El Tiempo. https://www.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/javier-cercas-hablo-con-el-tiempo-sobre-su-nueva-novela-independencia-584270

Xingjian, G. (2000). Litigio por la literatura. Discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura. Letra Fuerte. http://letrafuerte.blogspot.com/2011/05/palabras-esenciales.html

Tres voces de la poesía en Colombia

Antiprosaísmo o poesía total de Giovanni Quessep*

Todo suceso en las noches de luna tiene la naturaleza de lo irrepetibleRobert Musil, El hombre sin atributos

La obra de Giovanni Quessep clama al lector para que adelante la reconstrucción de cuanto pueda significar su ejecución de la poesía; descifrar las imágenes que desde la década de 1960 han venido quedando garrapateadas en sus libros de poemas. La siguiente es una relación de su obra: Después del paraíso (1961); El ser no es una fábula (1968); Duración y leyenda (1972); Canto del extranjero (1976); Madrigales de vida y muerte (1978); Preludios (1980); Muerte de Merlín (1985); Un jardín y un desierto (1993); Carta imaginaria (1998); El aire sin estrellas (2000); Brasa lunar (2004); Las hojas de la Sibila (2006); El artista del silencio (2012); Abismo revelado (2017). Se han publicado, asimismo, las antologías: Antología poética (1993); Libro del encantado (2000); Poemas ilustrados (2006); Érase un alma (2009); Quiero apenas una canción (2010); Nadie podrá decir que tu reino no existe (2015); y Antología personal (2015).

La escritura de la poesía demanda todas las facultades; observación, memoria e imaginación son sólo el comienzo de cara a los contactos más insospechados entre las palabras y las cosas; en la emoción y conmoción, lo leído y lo aprendido se suman a la creación y maduración de la voz y las imágenes; otro tanto es la pasión y el deseo. Pero todas estas facultades deben, a su vez, ingresar en el lenguaje de la poesía, o hacer de la poesía un lenguaje en el que se vinculen lo vivido y lo cantado. De su parte, la lectura de poesía tiene sus propias exigencias; se activan en ella las facultades del gusto y del discernimiento, que pueden o no recibir el apoyo de la crítica literaria y la ilustración hermenéutica. Estos recursos, si bien reclaman un lugar de consideración en el evento académico de la lectura, pueden ser eludidos para que el lector juzgue lo que se ofrece en el poema como la suspensión de una preciosa cerámica que oscila en un columpio. Si toda poesía es ya una exposición de signos y señales que se despliegan desde una voz y una imaginación, la poesía de Quessep puede leerse sin la aplicación de reactivos críticos y eruditos que la hagan reaccionar o revelar sus arcanos. Evidentemente, el papel del crítico es ambiguo; por un lado, intenta pertenecer a una realidad que le señala múltiples espacios conflictivos, mientras, por otro, desgarra la misma realidad a base de preguntas y señalamientos. Y, sin embargo, ¿qué otra cosa podría ser la lectura, de poesía en este caso, que no sea el oficio mismo del comentario, la interpretación y la reconstrucción?

La presentación que el crítico J. J. Alstrum (1993) hace de la poesía de Quessep está cargada de comentarios elogiosos y superlativos; el mero título de su ensayo, “La poesía de Giovanni Quessep: el tapiz mágico de colores y música”, revela que el aparato crítico apenas consigue sobrevolar la obra del poeta, sin ingresar en la dialéctica que ofrece en ella la profusión de las imágenes. Este tipo de crítica tiene como resultado un distanciamiento del discurso poético porque a la hora de analizar e interpretar un conjunto de poemas, más que aplaudirlos con adjetivos rimbombantes, se trata de reactivar las tensiones que se presentan allí entre simbología, pensamiento y lenguaje.

El instrumento de lectura más adecuado para interpretar la obra de Quessep es, irremediablemente, el lenguaje mismo, del que se puede cifrar una hipótesis que se consiga despejar paso por paso que “a través de la poesía, la lente que Quessep pule, como restaurador de esa singular analogía que propusiera el filósofo holandés Baruch Spinoza para el conocimiento, es el lenguaje”; “sin prosaísmo, Quessep amplifica y universaliza su obra”. Pero revisemos primero lo que entendemos por esto.

• La palabra tiene en Quessep el oficio de lo poético, que puede, si no oponerse, al menos distinguirse de la prosa. Pero al separar la poesía de la prosa lo que consigue es concentración y singularidad; el discurso poético se torna proyecto, y la observación de la literatura, como la de la realidad misma, se dimensiona a partir, no del relato, sino de la imagen; no de la prosa, sino del poema.