Degollado resplandor - Blanca Varela - E-Book

Degollado resplandor E-Book

Blanca Varela

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Beschreibung

Su obra poética la conforman poemas, no libros. A través de la madurez de la imagen su obra ha venido bifurcándose por varios ríos silábicos, pero siempre volviendo a su cauce original. Este retorno hacia la frescura y la complejidad de la imagen es la señal precisa de una poesía saludable y renovada. Es decir, la búsqueda de la imagen primigenia, el retorno hacia esa limpieza compleja del primer espejo de la infancia y de las primeras visiones comprueban su originalidad: "Está mi infancia en esta costa, / bajo el cielo tan alto". Desde esta planicie el agua va a estar retornando a sus poemas constantemente. El agua vuelve, porque el agua es "inundación" y la sal es "llaga". En circunstancias el agua llega a ser un elemento legible, y hasta su aparente transparencia se puede leer como un texto: "otras veces es agua/delgada o gruesa/ilegible". O en otras ocasiones la fluidez es transformativa: "Como las líneas de tu mano/por donde corren ríos inmemoriales…".

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Pe861

V293d Varela, Blanca, 1926-2009.

Degollador resplandor: poesía selecta (1949-2001)

/ Blanca Varela; Prólogo, selección y notas de Miguel Ángel Zapata.

1a. ed. –Santiago de Chile: Universitaria, 2019.

109 p.: retrato; 15,5 x 23 cm. – (La adormecedora de mares)

ISBN: 978-956-11-2630-5ISBN Digital: 978-956-11-2740-1

1. Poesías peruanas.

I. t. II. Zapata, Miguel Ángel, compilador.

© 2019, FUNDACIÓN VICENTE HUIDOBRO

Merced 838 A, oficina 84.

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada,

puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por

procedimientos mecánicos, ópticos, químicos o

electrónicos, incluidas las fotocopias,

sin permiso escrito del editor.

&

EDITORIAL UNIVERSITARIA, S.A.

Texto compuesto en tipografía Berling 11/14

CUBIERTA

Fotografía pertenece a familia de Blanca Varela

DIAGRAMACIÓN

Yenny Isla Rodríguez

DISEÑO DE PORTADA

Norma Díaz San Martín

www.universitaria.cl

Diagramación digital: ebooks [email protected]

ÍNDICE

Degollado resplandor - Por Miguel Ángel Zapata

De Ese puerto existe (1949-1959)

Puerto Supe

Una ventana

Carta

Mediodía

Divertimento

Destiempo

De Luz del día (1960-1963)

Luz del día

Del orden de las cosas

Calle catorce

Plena primavera

Muerte en el jardín

En lo más negro del verano

Bodas

Parque

Epitafio

Alba

Siempre

Frente al Pacífico

No estar

Palabras para un canto

Alla prima

Victoria

De Valses y otras falsas confesiones (1964-1971)

Valses

[No sé si te amo o te aborrezco]

Vals del Ángelus

Ejercicios

Falsas confesiones

Secreto de familia

Canto villano

Canto villano

Flores para el oído

Lady’s journal

Monsieur Monod no sabe cantar

Media voz

Camino a Babel

De Ejercicios materiales (1978-1993)

Casa de cuervos

La muerte viste a la novia

Escena final

De El libro de barro (1993-1994)

[Hundo la mano en la arena…]

[Lentos círculos, infinitas islas…]

[Poemas. Objetos de la muerte]

[Entre otras cosas Dios está allí…]

[Después de la gran ola…]

[Golpeaste tres veces la campana vacía…]

De Concierto animal (1999)

[Mi cabeza como una gran canasta]

[La muerte se escribe sola]

[Si me escucharas]

[La pura letra del mar]

[Felizmente no tengo nada en la cabeza]

[Esta mañana soy otra]

[Morir cada día un poco más]

De El falso teclado (2000)

Así debe ser

Juego amoroso

Dama de blanco

Pez todavía

Nadie nos dice

DEGOLLADO RESPLANDOR

Por Miguel Ángel Zapata

Despegar los párpados significa morir, desprender de una

estrella. El ritual es breve, la entrega absoluta.

Blanca Varela

La poética de Blanca Varela supera el lugar común al optar por la “palabre eludida”, aquel silencio descubierto en su camino a Babel. El enigma frena un falso descubrimiento: no es el canto de las sirenas lo que la ensombrece, sino su terco silencio, ese necesario “degollado resplandor”. Varela le corta el cuello a la aparente luz primera de la poesía superficial, sin ser exageradamente oscura. Ahí sus faros: Paul Celan y César Vallejo. De ambos asimila el silencio y la precisión, la exigencia fundamental de no decirlo todo en el poema, a pesar del dolor y la farsa de vencer el devenir incierto.

Han pasado diez años desde la muerte de Blanca Varela en Lima el 12 de marzo de 2009. La poeta peruana nos deja una obra contundente en la historia de las letras hispánicas contemporáneas. Su poesía obtuvo varios reconocimientos importantes, como los premios Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2001), el Federico García Lorca (2006), y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2007). Blanca Varela no creía ni esperaba recibir premios para que su poesía fuera leída y reconocida. Los premios, entendió bien, pueden ser fugaces como la fama y el delirio, pero la poesía es un trabajo que se forja con ahínco, y su permanencia lo decide el tiempo. Borges y Vallejo vislumbraron bien los juegos laberínticos de los premios y reconocimientos. La obra poética de Blanca Varela es todo un incendio de imágenes, una orfebrería inusual para estos tiempos difíciles. La trama de su poesía se mueve por varios entornos, y sería un error enfocarla exclusivamente desde la perspectiva del surrealismo.

Su obra poética la conforman poemas, no libros. A través de la madurez de la imagen su obra ha venido bifurcándose por varios ríos silábicos, pero siempre volviendo a su cauce original. Este retorno hacia la frescura y la complejidad de la imagen es la señal precisa de una poesía saludable y renovada. Es decir, la búsqueda de la imagen primigenia, el retorno hacia esa limpieza compleja del primer espejo de la infancia y de las primeras visiones comprueban su originalidad: “Está mi infancia en esta costa, / bajo el cielo tan alto”. Desde esta planicie el agua va a estar retornando a sus poemas constantemente. El agua vuelve, porque el agua es “inundación” y la sal es “llaga”. En circunstancias el agua llega a ser un elemento legible, y hasta su aparente transparencia se puede leer como un texto: “otras veces es agua/delgada o gruesa/ilegible”. O en otras ocasiones la fluidez es transformativa: “Como las líneas de tu mano/por donde corren ríos inmemoriales…”.

Por instantes, el agua parece estar presente intangiblemente en la naturaleza, y en otros momentos el agua se personaliza en un rostro: “El agua de tu rostro/en un rincón del jardín, / el más oscuro del verano, /canta como la luna”. El agua se multiplica y conceptualiza diversos elementos de su poética. Primero, puede ser la línea delgada que recubre el mar en la costa (una línea, un verso, un renglón, un tropo), o el agua que se divisa tras el horizonte. Por otro lado, puede ser semiótica y puede estar textualizada. Y también llega a la imagen del cuerpo, a través del rostro del amado. Esta transfiguración sugiere la imagen de la inundación y del desbordamiento. La inundación proviene del poder lunar y se fusiona con el agua (del mar, del río, de las lágrimas) para concentrarse en el ensueño y la memoria. Como se puede observar, sus primeros poemas nos hablan del perfil de la costa, mucha agua llena de palabras, un lenguaje salado y enérgico que busca su morada a ciegas. Su visión no tiende hacia ningún enajenamiento sino por el contrario es una búsqueda de la razón de la vida en sus distintos planos de actividad.

Lo excepcional de esta poética es que gira en contra de las teorías vacías de los que piensan que cuando el poeta madura se torna más oscuro. Varela parte de su conciencia frente al lenguaje, y desde esa plenitud recrea la realidad, y hace visible la trama de su poesía. El camino a Babel pasa, atraviesa el tiempo, no se queda en él para hacer historia ni recuento: pasa otra vez, lo deforma, y vuelve a la naturaleza. Por otro lado, dentro de su actividad discursiva terrestre y lunar, se observa la práctica de diversas formas poéticas.