Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
«Sale por primera vez a la plaza pública de la letra impresa un joven poeta con un ramillete de poemas repleto de fuerza, de rebeldía y de originalidad, de insólita originalidad». Del prólogo de Juan José Fernández Delgado. Descarnada es un poemario a caballo entre lo lúgubre y lo macabro, lo fantástico y lo rural. Un poemario que da voz a las injusticias de nuestro tiempo y en cuyos versos se deja sentir, con fuerza, desde la poesía social de los años cincuenta de Claudio Rodríguez, hasta la reivindicación de Federico García Lorca.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 48
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Primera edición: junio 2022 Campaña de crowdfunding: equipo de Libros.com Composición de la cubierta: Mariona Sánchez Maquetación: Eva M. Soria Corrección: Míriam Villares Revisión: Maite Lecue Santovenia
Versión digital realizada por Libros.com
© 2022 Pablo Moreno © 2022 Libros.com
ISBN digital: 978-84-19174-28-4
Dedicado a mis padres,
por creer siempre en mí.
Portada
Créditos
Título y autor
Dedicatoria
Prólogo
Guerrero
Polvo
Terruño
Apátrida
Hambre
Resquicios
A la vida
Recuerdos
Quiero
Lleno de nada
Movimiento
Eres tú
Uno más
Silencio
Yo
He sido
Ella
Los nuestros
Madre
Vetusta
La asimetría de lo perfecto
El buhonero
Mi guerra
Las formas de la nada
Oímos
Lo más triste
Vivencias
Nunca
Ojos
María la cazadora
Quién
Vergüenza
Cómo pretendes que sonría
El camino de la soledad
Cien mil inviernos
Ya llené mi calavera
Mi bandera
Bendito norte
Muéstrate
Ángel mío
Por dónde huirá la soledad
Mi río
Canto fúnebre
Ojalá
Prometeo
Responso de silencio
Tres jinetes
Federico
La vieja figura
La rodilla roza el suelo
El ciego vástago
Te dibujo en el olvido
Gólgota o la razón humana
Mecenas
Contraportada
Sale por primera vez a la plaza pública de la letra impresa un joven poeta con un ramillete de poemas repleto de fuerza, de rebeldía y de originalidad, de insólita originalidad: en el vocabulario asimilado y extraído del común, en las asociaciones y comparaciones usadas por primera vez; en los recursos lingüístico-literarios (hipérbaton, asonancias y aliteraciones; el polisíndeton y la numeración asindética para jugar con el ritmo; anáforas, en exceso, pues se hace presente en la mayor parte de los poemas, y repeticiones, metáforas, apareamientos… Y sinónimos y antónimos: «He sido mar bravío, trompeta muda», etc., y otros recursos que atienden al ritmo y a la musicalidad manejados con destreza y sin tiempo, apenas, para haberlo aprendido; en la rotundidad del yo poético con voz cargada de experiencia… También recurre el joven autor, Pablo Moreno, con mucha frecuencia, pero con mesura, al hipérbaton, y la anadiplosis (o anástrofe) —repetición de la palabra final de un verso en el inicio del siguiente: «Están condenados a esperar por siempre su condena / Condena esta que les manda…»; y en el poema «Resquicios», leemos: «El velo de tu sueño me cubrió con pura timidez, / y con pura timidez me limpió de un suspiro»—, y al adjetivo, pues pocas veces deja libre, en libertad, al sustantivo, por lo que cae, es cierto, en contadas ocasiones, en el epíteto ripioso. Pero son sus metáforas deslumbrantes, las asociaciones insólitas, la facultad de síntesis para definir el estado de ánimo del yo poético lo que asombra en el primer libro de este joven poeta y de algún personaje con que puede (anhela) identificarse. Así, al guerrero, héroe del poema con el que se abre el libro, lo define como «miserable lobo solitario», acentuada la síntesis por la repetición de varias consonantes con intención significativa.
Se trata de un poemario de corte social y, también, existencialista (nihilismo): «Polvo soy y del polvo vine / Polvo del camino por donde caminan mis mayores / Polvo entre el cieno y el estruendo (…) Polvo, polvo que levantan al varear los jornaleros», cuya fuerza y originalidad desconciertan a quien conoce al autor, pues este yo poético inventado por un joven veinteañero se presenta cargado de experiencia dolorida; decepcionado y heredero de un pueblo oprimido para el que solo ha existido la explotación y la injusticia y el hambre deambulando entre el «contrabando» y el «estraperlo» de la guerra civil española (1936-1939). Ese yo poético, además, se halla inmerso en una sociedad conformista y amodorrada, como diría Unamuno, y encuadernada por la tradición, pues en el poema «Los nuestros», se lee que ellos, los nuestros, «Se hicieron carambolas, cabalgatas de humo / Procesiones de guiñoles con las tripas por Cristo», como hubiera dicho Blas de Otero o casi cualquiera de los poetas sociales de la década de los cincuenta del pasado siglo. Y en el poema titulado «Apátrida» (el título ya es significativo), el yo poético pide, cabalgando una vez más a lomos de la anáfora, «Que el canto del apátrida se oiga por encima del rumor / Por encima de los gritos de los amparados / Y de los protegidos / Que resuene por valles y cañones su oscura voz / Y que agriete con golpe de verdad / Todo lo conocido». Y en el siguiente poema, «Hambre», «Hambre es mi nombre / Y sobre mi cielo retumban tambores de miseria» (…) / Tierra reseca es mi piel (…) / Marrón es la tierra de la que vengo / A la que escribo/ Por la que sueño, por la que vivo / Por la que me desvelo / Marrón es mi tierra, como marrón es mi alma», también consuenan esos ecos de definición social del yo poético al que, por supuesto, no se ha de identificar con Pablo Moreno, el joven autor. También el poema «A la vida» es un enfurecido grito «por los que no tienen voz, por los que ni han enmudecido (…) / Por aquellos presos en una cárcel de horarios y rutinas (…) / Aquellos desapasionados, despojados de toda humanidad». En el poema «Los nuestros», el yo poético, alzado con la voz común, acota de manera muy concreta quiénes son y no son sus compañeros de viaje: «Y no son los nuestros los que comparten nuestra sangre / Ni los que comparten mesa en Nochebuena / Son los nuestros los que comparten penurias / Los que sacan a la miseria a bailar por las encinas / Los que siegan bajo la atenta mirada del sol / (…) / El que tiene todo por ganar, y nada por perder».
Un conjunto de autores, leídos y asimilados, asoman muy discretamente por los versos antónimos definidores del amor en aquel recordado soneto. De Quevedo, ha aprendido Pablo a estrujar el lenguaje para sacarle la máxima expresividad y lo manifiesta en el poema titulado «Nunca», donde una forma verbal personal se convierte en sustantivo, además, con su morfema de plural, y dice:
Quisimos ser flores en el firmamento, espaldas perfumadas por el amor.