Diálogos posdigitales - Carmen Marta-Lazo - E-Book

Diálogos posdigitales E-Book

Carmen Marta-Lazo

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El escenario tecnológico ha impuesto un modelo TIC, instrumentalista y conductista, que ha priorizado la tecnología sobre la comunicación. Definimos el Factor R-elacional como el eje que conecta los usos, consumos e interacciones que se producen en las redes, tanto psicosociales como sinápticas, con una visión positiva y holística, que abarca las tres dimensiones del ser humano (cognitiva, emocional y social), y que desde el desarrollo comunitario contempla todos los agentes mediadores en un triple entorno (individual, social y ambiental). Contiene una doble perspectiva. La R competencial, como capacidad de crear y mantener vínculos sociales, y la R de riesgos, derivados de un uso indebido, abuso o posibles dependencias. Este Factor permite la conversión de las TIC en TRIC. El propósito de este libro es reflexionar sobre diversas manifestaciones y efectos del uso de las TRIC, especialmente en el ámbito de la educomunicación, con el fin de contribuir a la construcción de una teoría sobre la relación en los procesos de comunicación. Son tiempos para un humanismo que diseñe una mediación tecnológica que respete plenamente al ser humano en su integridad.

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C. Marta-Lazo y J. A. Gabelas-Barroso

DIÁLOGOS POSDIGITALES

Las TRIC como medios para la transformación social

Comunicación solidaria en el capitalismo digital

Teorías, metodologías y prácticas

VÍCTOR MANUEL MARÍ SÁEZ (COORD.)

Escenarios digitales de la comunicación

SUSANA FERNÁNDEZ LORES (COORD.), PABLO ESCANDÓN-MONTENEGRO Y SANTIAGO TEJEDOR (EDS.)

Comunicación radical

Despatriarcalizar, decolonizar y ecologizar la cultura mediática

SUSANA DE ANDRÉS Y MANUEL CHAPARRO

Los retos de la televisión pública ante la multidifusión digital

MIQUEL FRANCÉS, ROSA FRANQUET Y GABRIEL TORRES (COORDS.)

Cine español actual, patrimonio autóctono y turismo

ANTONIA DEL REY REGUILLO Y ROSANNA MESTRE PÉREZ (COORDS.)

Redacción periodística en la radio

De la radio convencional al podcasting

ARÁNZAZU ROMÁN-SAN-MIGUEL Y PASTORA MORENO ESPINOSA

La digitalización en el periodismo

Transformación, retos y oportunidades

HADA M.SÁNCHEZ GONZALES (ED.)

El algoritmo de la incertidumbre

ROBERTO APARICI Y JORGE MARTÍNEZ PÉREZ (COORDS.)

Los estudios de la audiencia

De la tradición a la innovación

NATALIA QUINTAS-FROUFE Y ANA GONZÁLEZ-NEIRA (COORDS.)

La comunicación desde abajo

Historia, sentidos y prácticas de la comunicación alternativa en España

ALEJANDRO BARRANQUERO Y CHIARA SÁEZ BAEZA (COORDS.)

Comunicar la ciencia

Guía para una comunicación eficiente y responsable de la investigación e innovación científica

MANUEL GÉRTRUDIX BARRIO Y MARIO RAJAS FERNÁNDEZ (COORDS.)

La comunicación audiovisual en tiempos de pandemia

ENRIQUE BUSTAMANTE, MIQUEL FRANCÉS Y GUILLERMO OROZCO (COORDS.)

Periodismo y nuevos medios

Perspectivas y retos

SANTIAGO MARTÍNEZ ARIAS Y JOAQUÍN SOTELO GONZÁLEZ (COORDS.)

La construcción de personajes audiovisuales

Habilidades informativas

JOSÉ LUIS VALHONDO CREGO Y AGUSTÍN VIVAS MORENO

Mediaciones ubicuas

Ecosistema móvil, gestión de identidad y nuevo espacio público

JUAN MIGUEL AGUADO

Instagram en la estrategia de construcción de liderazgo político

CARLES PONT SORRIBES Y ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ (EDS.)

DIÁLOGOS POSDIGITALES

Las TRIC como medios para la transformación social

C. Marta-Lazo y J. A. Gabelas-Barroso

© Carmen Marta-Lazo y José Antonio Gabelas-Barroso

© Prólogo: Nacho Guadix García

Montaje de cubierta: Juan Pablo Venditti

Primera edición: febrero 2023

             

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Editorial Gedisa, S.A.

www.gedisa.com

Preimpresión: Fotocomposición gama, sl

ISBN: 978-84-18914-97-3

Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma.

A quienes se inician en la investigación en educomunicación, por su compromiso con la transformación de la sociedad.

Índice

Prólogo.Nacho Guadix García

1. Introducción

2. Desmontando mitos

2.1. La tecnología, la nueva religión

2.2. Ni nativos ni inmigrantes: integrados digitales

3. Todo está conectado

3.1. Factor R-elacional

3.2. Las lecciones de las arañas y las hormigas

3.3. Emociones sociales

3.4. Consumo líquido

4. Contenidos en las pantallas

4.1. Leer y escribir en la web

4.2. Periodismo en el ágora

4.3. ¿Periodismo ciudadano?

4.4. Emociones en venta

4.5. Violencia en las pantallas: los horrores del mundo

5. Competencias mediáticas en la era TRIC

5.1. Comunicar para educar

5.2. Competencias mediáticas: suspenso para los ciudadanos españoles

5.3. Formarse en competencias con TRIC, ya es una realidad

6. InteRmetodología y educomunicación

6.1. Hacia las habilidades para la vida

6.2. Educación, comunicación y salud: un diálogo transdisciplinar

6.3. ¿Qué es eso de la inteRmetodología?

6.4. Parodia y diseño

6.5. El discurso del deseo en la escuela. Publicidad y educación

6.6. Educomunicación en los entornos e-learning

6.7. Con #escRituracolectiva, entre olas y huellas

7. Prosumers en la brecha

7.1. Adolescentes y jóvenes en tiempos de incertidumbre. La adolescencia en tres mitos

(I) No son tan raros como parecen

(II) Algo más que hormonas

(III) El conflicto como oportunidad, el riesgo como identidad

7.2. Jóvenes y participación

7.3. Yo no soy así: jóvenes y estereotipos

8. Hábitos de consumo saludable

8.1. Llegaron las pantallas, cambiaron las familias

8.2. Dieta digital

9. El Factor Relacional como valor de transferencia

10. Referencias

Prólogo

Menos de cuatro décadas han transcurrido desde la aprobación en Naciones Unidas de la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), el tratado de derechos humanos más ampliamente ratificado de la historia y que forma parte del ordenamiento jurídico de la práctica totalidad de los estados actuales. Un consenso casi universal que reconoce por primera vez que niños, niñas y adolescentes son sujetos de derechos, que los estados firmantes son responsables de garantizárselos y que deben apoyar a sus familias para que así sea, considerando el interés superior del menor como guía en caso de conflicto de intereses.

Una norma que enumera una serie de necesidades universales altamente interrelacionadas y que velan por asegurar la supervivencia, el desarrollo, la protección y la participación de la infancia y la adolescencia en todo el mundo, alentando la cooperación internacional como medio de afrontar los retos que la globalización nos ofrece. Fenómenos como el cambio climático, los movimientos migratorios y la digitalización operan fuera de los marcos fronterizos desde los que tradicionalmente hemos establecido las soluciones a los avances del tiempo.

El entorno digital presenta una creciente importancia en muchos aspectos de la vida de niños, niñas y adolescentes, especialmente en momentos de crisis, puesto que las funciones sociales, como la educación, los servicios públicos o el comercio, dependen cada vez más de estas tecnologías. Las innovaciones digitales tienen consecuencias de carácter amplio e interdependiente para sus vidas y para sus derechos, incluso cuando no tienen acceso a Internet. La posibilidad de acceder al mundo digital de forma provechosa puede ayudarles a ejercer efectivamente toda la gama de sus derechos civiles, políticos, culturales, económicos y sociales. Sin embargo, si no se logra la inclusión digital, es probable que aumenten las desigualdades existentes y que surjan otras nuevas. Todo ello refuerza la idea de que sus derechos deben respetarse, protegerse y hacerse efectivos también en el entorno digital.

Alrededor de 3.600 millones de personas, prácticamente la mitad de la población mundial, carece de acceso a Internet. De esa cifra, una de cada diez es menor de 18 años. Vivir sin Internet —estar fuera de la era digital debido a la pobreza, el lugar de nacimiento o a una circunstancia sobrevenida como una guerra o un desastre natural— significa que hay más posibilidades de sufrir exclusión, menos recursos para aprender y crecer, y oportunidades limitadas para que los más vulnerables desarrollen todo su potencial.

Como ejemplo de esa necesidad de cooperación internacional y de trabajo en alianzas sirva mencionar el proyecto GIGA,1 entre UNICEF y la Unión Internacional de Telecomunicaciones, con el ambicioso objetivo de conectar 2,8 millones de escuelas y 500 millones de niños y niñas a Internet en 2030. Se ha propuesto ofrecer el poder de la «conectividad universal significativa» para acelerar el acceso de todos los niños, niñas y adolescentes a Internet y las tecnologías digitales y, por tanto, a la educación y al futuro con el que sueñan y por el que trabajan.

Ahora bien, el reto no es exclusivamente de conectividad, de relativamente fácil acceso para la otra mitad de la población, salvo catástrofe que nunca podemos descartar. Los retos para reconocer y actuar sobre las nuevas expresiones de los derechos de la infancia y sus vulneraciones se aceleran al mismo ritmo que las disrupciones tecnológicas. Identidad, protección, privacidad, responsabilidad son expresiones que se han visto resignificadas o al menos cuestionadas. Inteligencia artificial, neurociencia, ética de algoritmos, son sólo algunos de los términos que vamos incorporando y que pueden servir de muestra de esta efervescencia.

Un mundo saturado de desinformación generará ciudadanos desconfiados y escépticos hacia las instituciones y las fuentes de información. Esto hace que sea más relevante actualizar y profundizar en una alfabetización mediática que ayude a superar el planteamiento ingenuo de que la verdad se abrirá camino sobre la falsedad. Una visión educomunicativa es absolutamente necesaria considerando cómo ha ganado terreno la influencia mediática en sus nuevas versiones digitales respecto a otros agentes socializadores clásicos en clara desventaja, como la familia o la escuela e incluso los medios de comunicación tradicionales.

Si reclamamos la participación infantil y juvenil como una expresión de su compromiso a la hora de garantizar los derechos de la infancia y la construcción de sociedades más justas, hemos de considerar que probablemente sus primeras experiencias sucedan en entornos digitales. Por lo tanto, nuestros esfuerzos irán en la línea de dotarles de las competencias comunicativas, digitales y cívicas que les hagan progresar en este propósito. De otra manera, sólo velando por un acceso descontrolado, les estaremos exponiendo a una serie de riesgos no menores y a ahondar en el desapego a una convivencia armónica.

No es necesario insistir en la idea de que la pandemia provocada por la COVID-19 nos catapultó hacia una inmersión en el mundo digital. No tan relevante en el número de individuos que se incorporó al uso de esta tecnología como en la intensidad y cantidad de nuevos usos y hábitos que se tradujeron a su forma virtual. Realmente la tecnología necesaria ya estaba ahí, pero la cantidad de mejoras e inversión en sistemas de comunicación y comercio electrónico nos incentivaron en tiempo récord a cambiar patrones de conducta ampliamente arraigados.

Las familias hicieron acopio de ordenadores, teléfonos y tabletas para que sus hijos pudieran seguir las clases online. Administraciones, centros educativos y diferentes organizaciones hicieron llegar equipamiento y conectividad a un buen número de hogares vulnerables. En una situación de máxima complejidad sociosanitaria, las empresas se afanaban en conectar a sus empleados a contrarreloj para mantener los servicios operativos.

Tener un equipo aceptable y una buena conectividad fue importante. Conocer la actualidad y permanecer informados de la evolución de la pandemia fue necesario. Seguir las clases o el trabajo intentando adaptarnos sobre la marcha fue un esfuerzo extraordinario. Pero sin duda lo más decisivo fue poder mantener nuestras relaciones. Con nuestra familia, con nuestros amigos, con nuestros enfermos, con nuestros servicios esenciales, con nuestros colegas del ámbito laboral, en definitiva, con ese ecosistema que nos proporciona el sentido de pertenencia a la sociedad. Incontables e interminables videoconferencias por múltiples plataformas que nos permitieron compartir temores, alegrías, tragedias y avances.

Si a modo de juego tuviéramos que enumerar en un tiempo limitado todos y cada uno de los dispositivos que están conectados a nuestra red doméstica de Internet es probable que nos quedáramos cortos. Posiblemente, repararíamos enseguida en teléfonos y ordenadores, y a partir de ahí iríamos enumerando televisores, robots de cocina, aspiradoras, relojes, accesorios de domótica y todo tipo de aparatos, incluso alguno que ni siquiera recordábamos y que sigue relacionándose con nuestro rúter.

Y así, ahora, con todas esas horas de vuelo, nos encontramos en un momento excelente para ser algo más críticos, para dejarnos vencer en menos ocasiones por la inercia o por la vehemencia del marketing a la hora de subirnos al último desarrollo a nuestro alcance. Hemos experimentado una exposición similar a la que nos preo­cupa en nuestra infancia y adolescencia, o al menos una buena parte de ella. Retomando la normalidad recuperamos antiguos hábitos y nos volvemos a encontrar en el plano físico, quizá de manera más selectiva y disfrutando también de las ventajas que nos ha proporcionado este tiempo de reinvención.

No hace tanto tiempo, la principal utilidad de Internet para niños y niñas era la realización de tareas escolares. Según hemos podido comprobar recientemente en un informe realizado para UNICEF (Andrade, Guadix, Rial y Suárez, 2021), aun siendo éste uno de los principales usos, se ha visto superado por otros vinculados a las relaciones sociales y lo lúdico. Redes sociales donde se crea, consume y comparte contenido, videojuegos en los que se conoce a otras personas, servicios de mensajería que soportan nuestras conexiones sociales... el factor relacional de la tecnología digital eclipsa las variables de información y comunicación que se ocultaban en el acrónimo TIC obligando a una actualización y una nueva jerarquización incorporando el Factor R-elacional en el nuevo enfoque: TRIC.

Aquí es donde la aportación de los profesores Carmen Marta-­Lazo y José Antonio Gabelas-Barroso, condensada en esta obra, Diálogos posdigitales. Las TRIC como medio para la transformación social, no solamente es una lúcida disección de un paradigma comunicativo gobernado por la convivencia y las emociones, sino que lo ponen al servicio de un avance social reconociendo la naturaleza de ciudadanía que corresponde a niños, niñas y adolescentes y apuntando las mejoras que en el campo educativo deben acometerse sin titubeos.

No debería haber avance tecnológico que no pusiera el bienestar del ser humano en el centro de su desarrollo. Más aún en el caso de la infancia, normalmente fuera de los focos de influencia. Como bien podrá comprobar el lector, los autores se alejan de enfoques demonizadores que nada suman, tanto de la tecnología como de los propios adolescentes.

En nuestro entorno hemos podido comprobar que nuestros adolescentes están conectados constantemente a todo tipo de plataformas, servicios y aplicaciones y que el entorno digital es un surtidor de emociones, principalmente positivas, sin las que no contemplan vivir. Junto a estas premisas encontramos también datos preocupantes en lo relativo a contactos con desconocidos, sexting, ciberacoso y juego online. Si a esto le sumamos un escaso acompañamiento familiar no deberían extrañarnos cifras de uso problemático de Internet (1/3) o de videojuegos (1/5) (Andrade, Guadix, Rial y Suárez, 2021). Si bien no se apunta correlación causal, estos jóvenes manifiestan un peor bienestar emocional, una menor integración social e índices más bajos de satisfacción con su vida, lo que sin duda nos debe hacer reflexionar sobre las consecuencias sobre su salud mental, ya sumamente preocupante, donde encontramos un 15% de adolescentes que presentan síntomas graves o muy graves de depresión.

Sirvan las últimas líneas para manifestar el agradecimiento a los autores con los que compartimos el compromiso con la infancia y sus derechos, por su reflexión a la hora de mejorar los procesos educativos y de comunicación que deben posibilitar alcanzar la aspiración del derecho a la educación, que no es otro que el de llevar a cada niño, a cada niña, al máximo nivel de su potencial para que puedan realizar su aportación en la construcción de sociedades pacíficas, prósperas, inclusivas y equitativas.

Nacho Guadix García

Responsable de Educación y Derechos Digitales de la Infancia

UNICEF España

1. Véase en qué consiste el proyecto en https://giga.global/

1

Introducción

Construir y comunicar con las tecnologías en un discurso abierto, procomún, inclusivo y progresivo es uno de los principales retos que afronta la educación. A pesar de las dificultades para acabar con las múltiples brechas digitales y para lidiar con las nuevas amenazas (infodemias, desinformación, hiperconsumo, dispersión de la atención, aislamiento, tecnopatías, control por terceros...), los autores de esta obra somos optimistas de cara al futuro, que denominamos «era TRIC». A diferencia de la era TIC, donde los avances tecnológicos protagonizaban el centro de atención, el foco se ha trasladado a los usuarios de esas tecnologías y las relaciones que establecen entre los propios usuarios y el entorno tecnológico.

El propósito de este libro es reflexionar sobre diversas manifestaciones y efectos del uso de las TIC, especialmente en el ámbito de la educomunicación, con el fin de contribuir a la construcción de una teoría sobre la relación en los procesos de comunicación, que es, en definitiva, el eje de la nueva era. De igual modo que la práctica siempre se beneficia y mejora gracias a los avances epistémicos, creemos que no es posible elaborar una buena teoría sin una sólida y coherente aplicación.

Cuando terminamos las últimas líneas de esta obra nos encontramos en unos tiempos de pospandemia. La COVID-19 condujo a un confinamiento y a una revisión de nuestras prácticas educativas, señalando crudamente muchas de las carencias comunicativas. En la mayoría de los casos la urgencia volvió, una vez más, a sobredimensionar la tecnología, quedando desplazados los dos pilares de cualquier educación: el alumnado y el profesorado. Nos encontramos ante una oportunidad para revisar los modelos educativos y comunicativos. La escuela ha estado demasiado tiempo sentada en el pupitre del ayer, pero los agujeros negros del sistema educativo emergen como un coloso iceberg en el que aparecen importantes necesidades, que son trascendentales retos.

Es el momento de acentuar una base humanista para plantear un diseño de mediación tecnológica que respete íntegramente la esencia de la educación en la abierta bidireccionalidad entre profesorado y alumnado. No podemos conformarnos con la investigación, reflexión y actuación en un marco de permanente emergencia; es la hora de las prioridades, de revisar los modelos, de diseñar estrategias. El confinamiento provocó reclusión y aislamiento, a la vez que hiperconexión. Las redes humanas y sociales primero, y también las virtuales, no se sustentan en la conectividad sino en la colaboración y la construcción de espacios para el diálogo.

Esta crisis está dejando una profunda herida emocional en la sociedad y en la comunidad educativa. Es necesario un marco estratégico de prevención, en la medida de lo posible, y de promoción de la salud, tal y como indica desde hace varias décadas la Organización Mundial de la Salud. Desde su célebre «Carta de Ottawa» propone el documento «Habilidades para la vida» (HpV) (1986), recogido y ampliamente expuesto en nuestra anterior obra La comunicación digital. Un modelo basado en el Factor R-elacional. Uno de los estigmas más urgentes que hay que atender es la evidente vulnerabilidad de la empatía entre la ciudadanía. Las medidas preventivas que han exigido el distanciamiento social complican la necesaria cercanía emocional. La mediación tecnológica tiene unos importantes deberes pendientes, que abordamos a lo largo de las siguientes páginas.

La andadura empezó con la primera edición del Máster de Redes y Aprendizaje Digital, que la UNED puso en marcha en febrero de 2012, y que ha continuado en nuestras propias clases de la Universidad de Zaragoza, tanto en el Grado en Periodismo como en el Máster de Consultoría en Comunicación e Información Digital. Hasta la fecha han sido diez años de experiencias y reflexiones compartidas, acompañados de investigación y publicaciones en diferentes congresos nacionales e internacionales. Desde la plataforma colaborativa de TRICLab con el Factor Relacional, se ha creado un espacio de diseño, intercambio y exploración de prácticas culturales digitales, en el que intervienen diferentes profesionales de la educación y comunicación de varias universidades españolas e internacionales.

La experiencia del primer máster, el modo de aprender del alumnado y profesorado, el planteamiento de la mediación en el entorno digital, la inclusión de las redes sociales, en particular Twitter, como herramienta, foro de expresión y creación y objeto de estudio, fueron algunas claves para que naciera el acrónimo TRIC: Tecnologíasde la Relación, Información y Comunicación.

Definimos el Factor R-elacional como el eje que conecta los usos, consumos e interacciones que se producen en las redes, tanto psicosociales como sinápticas, con una visión positiva y holística, que abarca las tres dimensiones del ser humano (cognitiva, emocional y social), que desde el desarrollo comunitario contempla todos los agentes mediadores en un triple entorno (individual, social y ambiental). El Factor R-elacional contiene una doble perspectiva. La R competencial, basada en la capacidad de crear y mantener vínculos sociales, que apoyen la identidad, la sexualidad y la intimidad. Y la R de riesgos, derivados de un uso indebido, del abuso o de posibles dependencias. Este factor permite la conversión de las TIC en TRIC, desde otro modelo educomunicativo.

El Factor R-elacional se integra en el acrónimo, no con la intención de generar otro más, sino de potenciar cada uno de los elementos primigenios con la inclusión relacional. En la mayoría de los programas TIC presentados e implementados, tanto en España como en otros países, la T de la tecnología ha monopolizado las TIC, desde su visión instrumentalista y conductista. El Factor R-elacional evidencia y dimensiona la importancia de las relaciones sociales, cognitivas y emocionales entre los factores que intervienen en el proceso formativo. Esta R focaliza el punto de gravedad y de movimiento en la C de la comunicación, en gran medida lastrada por el tecnicismo de la T y el exceso de la I, convertida en transmisión. Las redes neuronales y sinápticas que facilitan el conocimiento, y las redes sociales que permiten la conexión, afiliación y producción social, conducen al horizonte neurosocial sugerido por Damasio (2012) y Castells (2012), en el que el primero recoge el potencial integrador y sináptico de lo cognitivo y lo emocional, y el segundo entiende la sociedad como «sociedad red». Dos dimensiones del horizonte que convergen en el Factor R.

El inicio se compone de una doble nota que enmarca dos aspectos relevantes del espejismo que contienen las TIC. Se invita a una reflexión que desmitifique este entorno tecnológico en algunos atributos próximos a la religión, que se le adjudican. También se detiene en ciertos estereotipos que no responden a la realidad de los usos, consumos y mediaciones con la tecnología. Este análisis permite llegar al núcleo de esta publicación, el Factor R-elacional, que transita por tres estaciones. Primero una analogía con el mundo de las arañas, hormigas y abejas, para continuar su viaje por el valor de las emociones sociales y para terminar con la descripción de lo que podemos denominar los consumos líquidos, recogiendo una vez más la expresión de Bauman (2005). El capítulo 4 desarrolla el ámbito de las nuevas lecturas y las nuevas pantallas, así como los ritos y protocolos necesarios para la escritura digital, muy acordes con los retos que encienden el nuevo periodismo.

Después de esta primera parte, pasamos a la segunda, que inicia el capítulo 5, y que sirve de conexión con el Factor R-elacional, donde se explica el acrónimo de las TRIC para entender el discurso desde el cual se asienta este libro, que también es una cristalización del modelo que propone superar el paradigma instrumental de las TIC. El capítulo 6 expone un modelo que sustancia la educomunicación en la convergencia de tres áreas académicas y sociales tradicionalmente separadas en España: educación, salud y comunicación. De este modo, se integran las habilidades para la vida, propuestas por la OMS, que constituyen el norte de las destrezas psicosociales. Así avanzamos al capítulo 7, que concreta su espacio etario de análisis en la adolescencia y juventud con el objetivo de recoger el potencial creativo de estas edades y valorar las armonías y disonancias con la mediación tecnológica. Como penúltimo capítulo, en el octavo, describimos el complejo universo de los consumos y de los usos, también de los abusos, así como la necesidad de establecer una dieta que abarque la integridad del individuo en el ecosistema digital. Para finalmente proyectar en un último capítulo las bases del Factor R-elacional en términos de transferencia, con la plasmación de la plataforma digital Entremedios, como experiencia de aplicación práctica.

En esencia, en esta publicación pretendemos combinar la dimensión reflexiva, analítica y práctica de nuestra propuesta educomunicativa, incluyendo distintas aportaciones fruto de la trayectoria de los últimos años, algunas de ellas contenidas en las plataformas INED21 y Factor Relacional, así como la conjunción de publicaciones precedentes en las que ya planteábamos las características del modelo basado en el Factor Relacional (Marta-­Lazo y Gabelas-Barroso, 2016) y la configuración de la era TRIC (Gabelas-Barroso y Marta-Lazo, 2020), de la que llevamos a cabo una segunda edición.

Apoyos

Este libro ha sido realizado en el seno del Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital (GICID) de la Universidad de Zaragoza, grupo de referencia del Gobierno de Aragón (S29_20R), dentro del área de Ciencias Sociales y financiado por el Fondo Social Europeo de Desarrollo Regional, FEDER «Construyendo Europa desde Aragón». Los autores Carmen Marta-Lazo y José Antonio Gabelas-Barroso también pertenecen al Instituto Universitario de Investigación en Patrimonio y Humanidades (IPH) de la Universidad de Zaragoza.

2

Desmontando mitos

Los mitos que se creen tienden a convertirse en realidad.

GEORGE ORWELL

Los mitos siempre han sido muy útiles para la humanidad, lo fueron en sus orígenes griegos en Occidente y lo son ahora. Un pretexto para sobrevivir y para creer, porque la ciencia no tenía respuestas y el ser humano siempre las ha necesitado.

La tecnología es fascinante y apocalíptica a la vez, con frecuencia se presenta un discurso que sacraliza su relevancia. Pero la educación en general y la escuela en particular han construido ciertos mitos, que también han sido una excelente excusa para perpetuar su sistema, mantener las rutinas académicas y controlar el poder del «saber y el conocimiento».

Estos temas se tratan y conversan muchas veces desde la opinión y el subjetivismo, influidos por el alarmismo social que generan muchos titulares de los medios de comunicación. Por eso, consideramos necesario apoyar con datos y estudios la debilidad y falsedad de este discurso, en gran medida «institucionalizado», en los mitos que apuntamos.

La tecnología es parte de la vida de los adolescentes y jóvenes, en la que hacen un uso generalizado de Internet, las redes sociales y un sinfín de aplicaciones, lo que supone un añadido muy relevante a su sociabilidad emocional. Una reciente investigación, representativa en su muestra, realizada por UNICEF (Andrade, Guadix, Rial y Suárez, 2021) en España, presenta como principal hallazgo que las tasas encontradas de una posible adicción o uso problemático son preocupantes, especialmente en lo referido a redes sociales y a videojuegos, que podrían afectar a 1 de cada 3 adolescentes.

Sin embargo, es infundado etiquetar a la mayoría de la juventud en el cliché adictivo de las llamadas «nuevas adicciones». Podemos establecer al menos tres perfiles diferentes, que manifiestan la diversidad, también en sus prácticas digitales. Un primero llamado hardcore gamer, jugador de más de 30 años que invierte más de dos días a la semana en jugar. También se observa el casual gamer, jugador esporádico que juega una vez por semana o menos, que lo hace como afición secundaria a menudo, pero en ratos libres y por cortos periodos de tiempo. Finalmente, el mid-core gamer, jugador intermedio, que se coloca en medio de los dos anteriores, prefiere tener acceso y disponer de mecánicas de juego sencillas. Por tanto, no es pertinente homogeneizar los consumos y sus usuarios en fotos fijas y estereotipos.

Por otro lado, es necesario diferenciar uso y abuso de adicción o dependencia. Los jóvenes gestionan su identidad online, su privacidad y su resolución de conflictos cuando desarrollan e intensifican sus círculos sociales. En términos generales, saben diferenciar las oportunidades de los riesgos, las relaciones online están correspondidas por las relaciones offline.

Sin embargo, las miradas fascinadas que capturan las pantallas móviles son miradas en conflicto, no entendido como algo negativo sino como oportunidad para crecer. El control de los canales de distribución de contenidos, la privacidad vulnerable, el exceso de información son algunos componentes tóxicos que también están presentes. Internet no es comunicación abierta y libre, porque mucha información está encriptada y reservada a los que la pueden y quieren pagar. Porque el mayor volumen de la información que circula lo hace en código cerrado, lo que permite el control y la vigilancia de las grandes compañías, que imponen unos cánones mercantilistas.

Ugarte (2007) describe el «efecto red y los límites de la participación», señala las oligarquías participativas, que considera como un producto obligado producido por el efecto red de usuarios. Cada usuario dimensiona su valor en la medida en que pertenece a la red. La participación horizontal, abierta y creativa es otro camelo asociado a la red, que está protagonizada y arbitrada por un puñado de poderes y corporaciones. El porcentaje de participación, creación y generación de contenidos en Internet es muy reducido en comparación con el de usuarios conectados.

2.1. La tecnología, la nueva religión

Hemos dejado de creer en Dios para creer en cualquier cosa.

GILBERT KEITH CHESTERTON

«Lo último, lo más nuevo es la tecnología, y la tecnología se hizo verbo, y en el verbo estaba Dios, y el verbo se hizo Dios. Y habitó entre nosotros, formó parte de nosotros. Vimos su gloria, llena de gracia y de verdad. Lo que hemos oído, lo que hemos visto y contemplado con sus ojos, lo que hemos «palpado» con sus prótesis, son la vida...» (Paráfrasis libre sobre el Evangelio de Juan: 1,14).