Diez pasos prácticos para interpretar la Biblia - Helge Stadelmann - E-Book

Diez pasos prácticos para interpretar la Biblia E-Book

Helge Stadelmann

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Beschreibung

Quien desea desenterrar un tesoro, necesita herramientas. Esto se aplica también al estudio de la Biblia. Excavar tan solo la superficie puede llevar a una comprensión muy superficial, subjetiva e, incluso, incorrecta de las declaraciones bíblicas. Helge Stadelmann y Thomas Richter, autores de este libro, ofrecen al lector las herramientas adecuadas para realizar un estudio exegético de las Escrituras en diez pasos. Al final del proceso se obtiene una interpretación bien fundamentada que puede servir como base para un sermón o estudio bíblico. El libro está dirigido deliberadamente a personas laicas, esto es, a personas que no han estudiado teología y que, por tanto, no están familiarizadas con los idiomas bíblicos hebreo y griego. Sin embargo, los pastores, estudiantes de la Biblia y estudiantes de teología también encontrarán aquí recursos, pautas y consejos que fueron enriquecidos en la experiencia docente de los autores. Cada unidad temática incluye ejercicios de aplicación práctica. Es un valioso y muy útil recurso para pastores, predicadores y líderes de iglesias.

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Sinopsis

Quien desea desenterrar un tesoro, necesita herramientas. Esto se aplica también al estudio de la Biblia. Excavar tan solo la superficie puede llevar a una comprensión muy superficial, subjetiva e, incluso, incorrecta de las declaraciones bíblicas. Helge Stadelmann y Thomas Richter, autores de este libro, ofrecen al lector las herramientas adecuadas para realizar un estudio exegético de las Escrituras en diez pasos. Al final del proceso se obtiene una interpretación bien fundamentada que puede servir como base para un sermón o estudio bíblico.

El libro está dirigido deliberadamente a personas laicas, esto es, a personas que no han estudiado teología y que, por tanto, no están familiarizadas con los idiomas bíblicos hebreo y griego. Sin embargo, los pastores, estudiantes de la Biblia y estudiantes de teología también encontrarán aquí recursos, pautas y consejos que fueron enriquecidos en la experiencia docente de los autores. Cada unidad temática incluye ejercicios de aplicación práctica. Es un valioso y muy útil recurso para pastores, predicadores y líderes de iglesias.

Diez pasos prácticos para interpretar la Biblia

Helge Stadelmann / Thomas Richter

Dirk Poganatz (Adaptación y edición de la versión en español)

Titulo original en alemán: Bibelauslegung praktisch: In zehn Schritten den Text verstehen.

8. Überarbeitete Auflage, Witten: scm-Verlag GmbH

© 2017 scm-Verlag GmbH

© 2020 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma

Primera edición digital : noviembre 2020

ISBN N° 978-612-4252-77-8

Categoría: Religión - Estudios bíblicos - Exégesis y hermenéutica

Primera edición impresa: octubre 2020

ISBN N° 978-612-4252-75-4

Editado por:

© 2020 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma

Apartado postal: 11-168, Lima - Perú

Av. 28 de Julio 314, Dpto. “G”, Jesús María, Lima - Perú

Telf.: (511) 423–2772

E-mail: [email protected] | [email protected]

Web: www.edicionespuma.org

Ediciones Puma es un programa del Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip)

Traductores: Verónica Chocano y Dirk Poganatz

Edición: Dirk Poganatz y Alejandro Pimentel

Diseño de carátula: Daniel Leandro Flores

Diagramación y ePub: Hansel J. Huaynate Ventocilla

Reservados todos los derechos

All rights reserved

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o introducida en un sistema de recuperación, o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio sea electrónico, mecánico, fotocopia, grabación o cualquier otro, sin previa autorización de los editores.

Prefacio a la edición en español

Es un placer muy grande para mí que el libro Diez pasos prácticos para interpretar la Biblia esté ahora disponible para América Latina y el mundo de habla hispana, después de diez ediciones en Alemania. Las Sagradas Escrituras, como palabra de Dios dirigida a nosotros, son la fuente de la que nosotros como cristianos y como iglesias sacamos fortaleza. Todo depende, por lo tanto, de que comprendamos la Biblia, así como estuvo en la intención de Dios y de que no estemos satisfechos con su lectura superficial.

La edición en español fue co-traducida por Verónica Chocano y Dirk Poganatz, Th. M. Él fue el responsable de editarla y complementarla para América Latina. En particular, agregó la sección importante “¿Cómo escojo una unidad textual en la Biblia para trabajar con ella? (Delimitación del texto)” al final de la Parte I. En general, el libro está diseñado para ayudar al lector de la Biblia a reconocer lo que los autores bíblicos quisieron decir originalmente, incluso si no le es familiar el uso de los textos bíblicos en hebreo y griego, utilizando las diversas traducciones de la Biblia en español. Diez pasos de interpretación le ayudarán en este proceso. Y para cada uno de estos pasos, el libro nombra obras de referencia y recursos que pueden utilizarse para trabajar a fondo el texto bíblico.

Hace 20 años estuve por primera vez en América Latina para enseñar y predicar. Desde entonces, se han añadido viajes casi todos los años. Con gran alegría veo crecer el número de cristianos en América Latina. En Europa Occidental, las iglesias atraviesan más bien un período de crisis, que también tiene que ver con el descuido de la Palabra de Dios. Por eso, es mi deseo que, en los países de habla hispana, la iglesia de Jesús continúe creciendo de manera saludable, tanto en amplitud como en profundidad. Que Dios añada su bendición también a través de este libro.

Prof. Dr. Helge Stadelmann

Giessen – Alemania

Setiembre 2020

Prólogo

Conducir un automóvil implica grandes responsabilidades. Pueden suceder muchas cosas y aprender a manejar no es tan fácil. Pensemos en nuestra primera clase de manejo: sentarse en el automóvil, encontrar la posición correcta del asiento, ajustar los espejos, pisar el embrague, poner la palanca de cambios en primera, pisar el acelerador con cuidado, soltar el embrague poco a poco y soltar el freno de mano —y, oh no, ¡se volvió a apagar el automóvil! Y luego, algunas clases de manejo más tarde se intenta hacer lo mismo de nuevo, pero esta vez en retroceso a la hora de estacionar el carro en una subida… en ese momento uno se desespera y busca la manera de evadir tal frustración. Sin embargo: manejar también puede ser muy divertido, si uno lo sabe hacer. Además, es muy práctico para la vida diaria. Pero, por ser una actividad que implica tanta responsabilidad, no se puede llegar a dominarla sin los pasos de aprendizaje respectivos. Por eso lo importante para aprender a manejar es practicar, practicar y practicar.

Interpretar la Biblia implica mucha responsabilidad. Pueden suceder muchas cosas. Se puede distorsionar o diluir la Palabra de Dios. Iglesias enteras pueden ser dirigidas en una dirección equivocada. Y puede ser que se llame a lo que se dice en una célula, en una reunión de jóvenes o en una prédica «estudio bíblico» o «interpretación de las Sagradas Escrituras» cuando en realidad el contenido no es más que ideas subjetivas y opiniones del «intérprete». Si los mensajes de la Biblia son el fundamento para las situaciones claves de la vida (Mt 7.24ss), si el juicio de Dios sobre mi vida depende del manejo correcto o equivocado de las Sagradas Escrituras (2P 3.16), entonces vale la pena aprender a interpretar la Biblia de manera adecuada. Sin embargo, interpretar la Biblia no es fácil. Lamentablemente la Biblia no existe en forma soluble: añadir agua y revolver no es suficiente. Para encontrar los tesoros escondidos en los mensajes y las promesas bíblicas —y con ello divinas— vale la pena aprender a «excavar». Es como en las clases de manejo: al comienzo todo se nos hace un poquito pesado. Los pasos individuales de interpretación parecen ser complicados. Uno quisiera ahorrarse todo el entrenamiento y buscar el camino rápido para llegar a la solución simple. Sin embargo, el que toma un atajo aquí, probablemente nunca adquirirá más que un entendimiento superficial de la Biblia. Y probablemente se pondrá en peligro a sí mismo y a otros con resultados equivocados de su interpretación de las Sagradas Escrituras.

Vale la pena interpretar la Biblia de manera detallada y con diligencia. Uno no crece espiritualmente a través de mera propaganda emocional. El crecimiento espiritual, tanto personal como el de la iglesia, nace en la Palabra de Dios. Es ahí donde Dios nos permite echarles un vistazo a sus pensamientos, sus dones y sus mandamientos. Es ahí donde nos prepara la mesa para una alimentación espiritual sana. La fe se origina en base a la Palabra de Dios interpretada —y todo lo que Dios regala viene sólo a través de la fe. El Espíritu Santo obra a través de esta Palabra correctamente interpretada que él mismo inspiró hace mucho tiempo. Y donde la Palabra de Dios sufre distorsión o descuido, se entristece al Espíritu Santo. Vale la pena aprender a interpretar la Biblia con precisión.

Lo que quiere este libro es ser una pequeña escuela de interpretación de la Biblia. El «método de los diez pasos» es una escuela en la que se aprende a ver —a ver durante la interpretación de la Biblia lo que el texto realmente está diciendo. La persona que da estos pasos una y otra vez al final habrá aprendido a ver mientras que lee la Biblia. Los que tienen práctica leyendo la Biblia desarrollan una vista para lo que dice ahí. La persona que practica lo suficiente ya no necesita tanto tiempo para interpretar correctamente un texto bíblico. Vale la pena llegar hasta ese punto —vale la pena para el estudio bíblico personal y para la preparación del estudio bíblico que se compartirá con otros.

Este libro está escrito de tal manera que es fácil de entender para un público general. Se presta como material para el estudio personal, pero también para institutos bíblicos y seminarios. Incluso el universitario que estudia teología sacará provecho de este libro. Podrá practicar los primeros pasos de interpretación de las Sagradas Escrituras en base al texto en español que le sea familiar. Luego pasará a estudiar los pasos metódicos más complicados de exégesis (otra manera de decir «interpretación») en base al texto griego y hebreo. Más de una persona que trabaja a diario con la Biblia, como p. ej. pastores, se ha olvidado de la buena costumbre de descifrar primero el texto en un trabajo personal, excavándolo en búsqueda del significado de cada detalle, antes de transmitirlo a otros. Este libro puede ayudar a recordar las habilidades exegéticas olvidadas. ¡La iglesia que experimentará las consecuencias de este proceso recordatorio se lo agradecerá!

Así que esperamos tener lectores que disfruten trabajar con la Biblia. Cada sección del «método de los diez pasos» concluye con ejercicios prácticos.

Gießen/Waiblingen-Hegnach,

agosto del 2005/abril 2016

Prof. Dr. Helge Stadelmann

Freie Theologische Hochschule

Gießen

Thomas Richter

BibelStudienKolleg

Ostfildern

Parte I

Introducción a la interpretación de la Biblia según las Escrituras y el texto

La pregunta en cuanto a cómo se puede entender la Biblia de una manera correcta y precisa es tan antigua como la Biblia misma. ¿Cómo interpretamos la Biblia? ¿Cómo la podemos entender? ¿Cómo la pueden entender otros? (P. ej. Hch 8.30). Partiendo de estas preguntas queremos señalar a continuación un camino hacia una interpretación adecuada de la Biblia, para que podamos entender la Palabra de Dios según las Escrituras y el texto. Según las Escrituras significa que mi interpretación en su totalidad concuerda con lo que las Sagradas Escrituras enseñan. Según el texto significa que mi interpretación refleja exactamente lo que el texto bíblico, que tengo frente a mí, dice —ni más, ni menos— mientras que lo explica. Esta diferenciación es importante, ya que podría suceder que la supuesta interpretación de un pasaje bíblico está de acuerdo con las Escrituras, porque concuerda con lo que la Biblia enseña en términos generales, pero que no concuerda con el texto porque el mensaje que el intérprete le atribuye a éste no es lo que dice el pasaje. Incluso muchas prédicas que en términos generales son muy piadosas concuerdan con las Escrituras, pero no con el texto.

Interpretar la Biblia según las Escrituras y el texto

La Biblia fue redactada como Palabra que Dios nos dio en idiomas humanos y en contextos históricos específicos. La Biblia es palabra revelada y se atribuye ser la verdad absoluta, ya que proviene de Dios. Dado que Dios suministra fe y salvación por medio de su Palabra, la Biblia tiene el poder de cambiar nuestras vidas. Dado que Dios proveyó su Palabra en lenguas humanas y por medio de situaciones históricas, cada interpretación de la Biblia tiene que tomar en cuenta su carácter histórico y literario. Y dado que Dios reveló su verdad en lenguas humanas, cada interpretación adecuada tiene que ser una interpretación teológica.1

Tomar en serio el discurso de Dios

La Biblia es una obra literaria. Por eso son necesarios métodos gramaticales y lingüísticos exactos para entenderla. Como libro que fue escrito en situaciones históricas y que al mismo tiempo también describe procesos históricos, la Biblia exige métodos de trabajo históricos. En calidad de libro que narra la irrupción de la realidad reveladora de Dios en este mundo y que al hacerlo exige ser considerada Palabra verídica de Dios, la Biblia exige del intérprete apertura hacia la realidad de Dios. Y cuando el intérprete tiene un encuentro con el Dios viviente y con su discurso, la actitud correcta es que someta su razón humana, a la que le suele dar tanta importancia, en obediencia humilde a esta Palabra. Finalmente, se espera del intérprete que esté dispuesto a entregarse a la Palabra con todo su ser y a cumplir todo trabajo en torno a la Palabra con oración y escuchando obedientemente lo que Dios le dice, porque Dios quiere transformar vidas por medio de la Biblia.

Todos los que afirman estos puntos favorecen los métodos adecuados para interpretar la Biblia. Sin embargo, uno podría preguntarse: ¿No es acaso todo este tema de los métodos algo que sólo le concierne al especialista teológico cuando aborda la Biblia de una manera «profesional»? ¿Puede el simple cristiano, al que la Biblia también le ha sido dada, lograr todo esto? ¿Qué sabe él acaso de métodos literarios, históricos y teológicos? ¿No se debería exigir para él un trato de la Biblia más directo, sin reglas?

Acerca de esto queremos hacer el siguiente comentario: el trato de la Biblia nunca debería ser caprichoso o arbitrario. No se debería enfrentar la Biblia ni con un afán arbitrario de criticar, típica de una razón que se da mucha importancia a sí misma, ni con el albedrío edificante de una fantasía piadosa. En principio, el cristiano laico que lee una versión en español de la Biblia tiene la misma tarea como el intérprete que trabaja con el texto original y con libros de referencia adecuados. La tarea es entender y aceptar el texto —así como está escrito— así como el contexto de la Biblia. El texto revelado por Dios —así como está escrito— es válido tanto para el laico como para el profesional y a ambos se les pide la tarea, que puede ser agotadora, de «meditar en su palabra» (Sal 1.2). Entonces, hay varios niveles de detalle en el trabajo de interpretación, pero en principio cada lector e intérprete de la Biblia debe tener como meta entender el verdadero significado del enunciado de la unidad textual. Justamente porque creemos en la inspiración literal y la autoridad divina de la Biblia debemos tratar el texto —así como está escrito— con una precisión respetuosa.

Los métodos ponen a disposición pasos concretos y prácticos a tomar en el camino hacia el objetivo; esto es el caso también con el método de los diez pasos. Sin embargo, sólo pueden ser empleados de manera útil si uno tiene clara la meta de este camino. Por eso, para que un método de interpretación sea útil, es trascendental que se defina claramente cuál debe ser la tarea y la meta de la interpretación de la Biblia. De acuerdo con el testimonio propio de la Biblia tenemos aquí una doble tarea que es coherente y que vamos a explicar a continuación:

Interpretar un texto bíblico según las Escrituras y el texto significa:

1. Reconocer y explicar el significado que Dios originalmente tuvo en mente para una unidad de texto determinada según su contexto bíblico.

2. Ilustrar para el hombre de hoy cómo lo que Dios dijo en el pasado es válido en el presente y se aplica para el futuro.

¿Qué significa el texto originalmente?

En realidad, debería sobrentenderse que cada interpretación seria de la Biblia debe tener como meta la explicación del significado original del texto.2 La pregunta sobre el significado que el autor tuvo en mente originalmente debería ser primordial. Sin embargo, en la realidad este principio inapelable no se sobrentiende.

Esto ya empieza con el trato piadoso-edificante de la Biblia. Cuando se consideran las tendencias actuales en los libros devocionales y en el material para células y grupos de estudio bíblico, uno observa que la primera pregunta muchas veces es: «¿Qué me dice esta Palabra a mí?» En vez de esto, la primera pregunta debería ser: «¿Qué dice esta Palabra?». Hoy en día la pregunta sobre el significado que Dios originalmente tenía en mente para un pasaje bíblico se ha vuelto secundaria. Ésta a menudo es opacada por la pregunta sobre lo que la Palabra me tiene que decir a «mí» o respectivamente a «nosotros» el día de hoy. El proceso moderno es el siguiente: uno empieza a estudiar el texto con preguntas o expectativas imprecisas que nacen de una situación cotidiana del momento. Luego se aplica lo que uno escucha o lee en ese texto a justamente aquel horizonte de la vida cotidiana. Sin embargo, la pregunta determinante es, si el texto realmente tenía la intención de dar una respuesta a esta situación o, si en realidad tiene un mensaje completamente diferente. Cuando se lee la Biblia de manera tan subjetiva se le resta importancia y enfoque a la Palabra de Dios y se le priva de su dignidad. La persona piadosa se sitúa a sí misma y sus expectativas hacia el texto en el centro, lugar que le correspondería a la Biblia. El gran peligro de esta actitud es que uno tome el primer pensamiento edificante que tiene a la hora de leer la Biblia y que lo interprete como «Palabra de Dios dirigida especialmente hacia mi». Es cuestionable si se ha acertado y realmente encontrado el verdadero significado inspirado por Dios con este tipo de lotería. Se degrada la Biblia, convirtiéndola en un tipo de objeto meditativo que produce una variedad de pensamientos completamente subjetivos. Quizás a mí el texto me dice «a», a otro le dice «b» y al tercero le dice «c». Así la Biblia se convierte en un oráculo devocional que cada persona interpreta como le da la gana. Con esto el subjetivismo piadoso ha hecho su ingreso triunfal. Sin embargo, así se les resta a Dios y a su Palabra revelada la honra y la dignidad que se merecen. En cambio, una interpretación de acuerdo con el texto asume que Dios nos ha revelado sus pensamientos de forma lingüísticamente comprensible por medio de la Palabra de las Sagradas Escrituras. Entonces, para cada persona que maneja esta Palabra, debería ser importante ver y entender primero precisamente qué es lo que Dios dijo y qué se supone que significa. Luego se podrá aplicar adecuadamente la Palabra de Dios (¡una vez que se la haya entendido correctamente!). Una interpretación precisa tiene que preceder siempre a la aplicación. Si uno comienza por la aplicación de la Palabra antes de haberla interpretado y entendido según el texto y las Escrituras, uno está empezando a construir la casa por el tejado. Se trata de la primacía de la Biblia en su significado original sobre las expectativas y las ideas del lector, aunque sea un cristiano piadoso. Si no, en vez de hacer exégesis (extraer el significado de la unidad textual) uno se limita a hacer eiségesis (introducir o imponer un significado a la unidad textual) y así pretender saber más de lo que el propio Dios nos quiere decir. Las preguntas típicas que los creyentes usan para interpretar la Biblia: «¿Qué me dice el texto a mi? ¿Qué dice el texto en sí? ¿Qué te dice el texto a ti?», deben ser cambiadas necesariamente de orden. En todo caso, debería ser así:

a) ¿Qué dice el texto en sí, por sí mismo?

b) ¿Qué dice el texto que nos concierne a nosotros (a ti y a mí)?

El texto no me dice «a mí» otra cosa que lo que debo compartir con «otros», es decir, el significado que Dios tenía en mente originalmente. Se trata de descubrir este significado y aplicarlo según el texto y las Escrituras. Entonces, debemos preguntar primero: «¿Qué dice la unidad textual?». Y, lo que verdaderamente dice, también lo aceptamos (véase Hch 8.26-40).

¿Qué significa el texto para el presente y el futuro?

Para la persona que pregunta por el significado actual de la Palabra de Dios, basándose en el significado original del texto, la interpretación de la Biblia no sólo es una actividad en retrospectiva, que se dirige hacia el pasado. La Biblia no es un objeto muerto proveniente de un tiempo pasado muy lejano, que sólo vale la pena examinarla a causa de un interés literario e histórico. Para Julius Schniewind todavía era válido lo siguiente:

Lo que dice la Escritura es enseñanza para la iglesia y un mensaje que despierta la fe. La Biblia no es un material que desea que se le explore a fondo con hipótesis históricas. Es más bien una voz que quiere que se le escuche, un testimonio que quiere que se le considere respecto a preguntas acerca de la verdad.3

La Palabra de Dios causa la fe (Ro 10.17), lleva a la persona a nacer de nuevo (1P 1.23), «es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, […]. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos». (Heb 4.12 ntv). Dios no sólo nos ha dado su Palabra para analizarla sino también para obedecerla: «Nos has ordenado que cumplamos cuidadosamente tus mandamientos». (Sal 119.4 ntv). Según esto, Esdras el escriba, presenta un trato de la Palabra de Dios que es completo e incluye la propia existencia, «porque Esdras había decidido estudiar y obedecer la ley del Señor y enseñar sus decretos y ordenanzas al pueblo de Israel». (Esd 7.10 ntv). Nótese el orden: Esdras asimila y «digiere» primero la Palabra de Dios, luego la pone en práctica y en base a esto instruye a otros a vivir con la Palabra. De esto concluimos:

a) El estudio (= lectura) de las instrucciones de Dios es el inicio.

b) Seguir/obedecer (= vivir) las instrucciones de Dios es la respuesta al estudio.

c) La transmisión (= enseñanza) de las instrucciones de Dios es apoyada por la vida del que instruye.

Para nuestro manejo con la Palabra de Dios esto significa:

a) Primero recibimos personalmente la Palabra de Dios.

b) Después aplicamos personalmente la Palabra de Dios.

c) Al final del proceso podemos enseñar a otros con la Palabra de Dios.

Nosotros opinamos que la interpretación de la Biblia permanece demasiadas veces atascada en lo que los griegos entendían por «conocer». De lo que trata ese «conocer» es meramente captar a nivel intelectual un tema u objeto. Sin embargo, el término hebreo relacionado al conocimiento («yada»), invita justamente a tener un encuentro con lo que se ha entendido: Aquí se trata de entender mientras uno se compenetra y compromete con una cosa. Esto es algo que debería convertirse nuevamente en la meta de nuestro trabajo exegético. Porque recién cuando una persona ha tenido un encuentro personal con la verdad de la Palabra de Dios, esta misma Palabra ha podido cumplir el propósito para el cual fue dada.

Entonces una interpretación adecuada de la Biblia, según el texto y las Escrituras, no se refiere a un entendimiento puramente histórico-literario. Más bien, el proceso de interpretación llega a su conclusión cuando la intención que tiene la unidad textual ha alcanzado al receptor y surgido efecto en él. No obstante, la pregunta si un método puede llevar a un encuentro existencial con la verdad de Dios permanece sin respuesta. Esta pregunta parece ser aún más urgente cuando uno considera que en sí el ser humano natural y pecador no tiene acceso a la verdad de Dios. Si consideramos la meta que hemos propuesto en cuanto al tipo de conocimiento deseado, estas preguntas nos tienen que llevar a pensar de manera intensiva acerca del papel que juega el Espíritu Santo en la interpretación de la Biblia. Si la interpretación de la Biblia logra su meta cuando el lector ha escuchado lo que Dios quería decir en el sentido más pleno, entonces la exégesis no puede prescindir de la oración por la guía del Espíritu Santo. La persona que excluye de la exégesis esta dimensión espiritual y sólo la indica como suplemento meditativo opcional, va a obtener una interpretación limitada de las Escrituras.

Prerrequisitos para una interpretación de la Biblia según las Escrituras y el texto

En el transcurso de la historia de la exégesis el Espíritu Santo ha presentado, una y otra vez, una dificultad a los exégetas. O se lo presentaba como opuesto a lo que el texto mismo de las Escrituras dice —según el lema: «La letra mata, el Espíritu da vida» (¡ignorando el significado correcto de 2Co 3.6!), o se lo contrastaba con un método de interpretación ordenado. Y eso a pesar de que el Espíritu Santo, que ha inspirado el texto mismo de la Biblia, no puede oponerse a ella. El Espíritu tampoco reemplaza la capacidad de pensar, sino que la renueva y la utiliza (Ro 12.2; 1Co 14.19ss). ¡El intérprete espiritual no debe dejar de pensar ordenadamente pero sí debe someter su pensamiento obedientemente a Cristo! (2Co 10.5). Gerhard Maier observa que el Espíritu Santo, a la hora de inspirar la Biblia, también ha utilizado el método de trabajo ordenado de los escritores humanos:

Uno de los ejemplos de trabajo metódico más impresionantes se encuentra en el Nuevo Testamento mismo: los dos libros redactados por Lucas (Lc 1.1-4, Hch 1.1-2). Basado en esto se puede decidir claramente que el Espíritu Santo no lleva al rechazo de lo metódico sino hacia el método estandarizado por la Escritura.

Entonces, ¿es que al intérprete inspirado le corresponde un método inspirado determinado? La respuesta también aquí sólo se puede dar con mucho cuidado. Si le somos fieles a nuestro punto de vista pneumatocéntrico [centrado en el Espíritu Santo], es decir, si preguntamos por la voluntad del Espíritu que se puede reconocer en el Nuevo Testamento, entonces llegamos a este resultado:

El Nuevo Testamento no contiene un método trabajado, sistemático e independiente. Más bien contiene, por ejemplo, elementos de una interpretación de las Escrituras de estilo filológico-racional, tipológico, alegórico y de la historia de la salvación (véase Mt 13.37ss; 22.23ss; Jn 10.34ss; 1Co 10.4ss; 15.27; Gá 4.22ss; 2Ti 2.6). Es de ahí que tomamos la libertad de contar con varios métodos legítimos de interpretación de la Escritura. La consecuencia de esta observación es drástica: que el intérprete inspirado puede utilizar o incluso declarar necesario un método histórico, pero que simultáneamente se tiene que mantener abierto a otros métodos.4

Y así se ha mencionado una primera conclusión decisiva: el método se debe orientar en el Espíritu y como tal puede ser utilizado por el Espíritu. (Sin embargo, uno debe tener claro que los descubrimientos del intérprete «iluminado/guiado por el Espíritu Santo» no están al mismo nivel que los textos bíblicos inspirados.)

Como consecuencia, un método que se orienta en el Espíritu tiene que

a) ser un método que consecuentemente está de acuerdo con el carácter de la Biblia. Es decir, tiene que reconocer que la Biblia se ubica en un contexto lingüístico e histórico. También tiene que tomar en serio la inspiración de la Biblia, su pretensión de ser la verdad y el hecho de que se dirige a nuestra misma existencia. Un método que se eleva con una crítica sobre la Palabra inspirada por el Espíritu, esto es, que pone la capacidad del intelecto y de la razón del ser humano por encima de todo (crítica objetiva), es pecado y es muy improbable que el Espíritu Santo lo use como instrumento. En especial,

b) un método que se orienta en el Espíritu no esperará que el Espíritu actúe y hable más allá del texto bíblico, sino en la Palabra dada por el Espíritu. Hans Joachim Iwand resumió esto concisamente diciendo:

Con nuestro trabajo queremos apoyar a todos aquellos que tocan la puerta cuando, por la gracia de Dios, se les abrirá, los que buscan donde se nos prometió que encontraríamos lo que buscamos. La letra de las Escrituras es el lugar donde podemos y tenemos que tocar la puerta, porque sin esforzarnos por la letra no recibimos el don del Espíritu. Sin embargo, a todos los que logran creer todavía que el esfuerzo por las Escrituras debería ser el verdadero y primer esfuerzo por la renovación de la iglesia, los saludo con una frase de la introducción de Bengel a su Gnomon [su comentario del Nuevo Testamento, Gnomon Novi Testamenti]: […] Las Escrituras mantienen a la iglesia y la iglesia cuida las Escrituras. Si la iglesia florece, entonces resplandecen las Escrituras. Si la iglesia está enferma, entonces las Escrituras se empolvan. Así es que el rostro de la iglesia y el rostro de las Escrituras en conjunto siempre muestran rastros de buena salud o de enfermedad.5

Por eso es importante descubrir nuevamente lo que el versículo central de la hermenéutica expresa acerca de la interpretación de la Biblia: «Pero el hombre natural [que no ha nacido de nuevo] no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente [pneumáticamente]». (1Co 2.14 lbla). Este versículo propone dos cosas:

a) Sin el actuar del Espíritu Santo el hombre natural no acepta la verdad de la Palabra de Dios. Entonces, aunque a lo mejor entienda correctamente lo que dice en el sentido histórico-gramatical, el texto no tiene ningún efecto personal (existencial) en la persona.

b) Sin el Espíritu, el hombre natural no puede «percibir» (en el sentido de tener un encuentro y comprometerse con la Palabra, lo que refleja en sí el sentido del término hebreo) la Palabra de Dios en su totalidad. Le parece locura. En otro pasaje Pablo aclara que esta incapacidad de entender también puede estar relacionada a una ceguera de la mente causada por «el dios de este mundo» —dimensión espiritual que prácticamente ya no se toma en cuenta en nuestra teología actual (2Co 4.3s). Aquí es necesario que estos obstáculos para el conocimiento sean derribados actuando espiritualmente «poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo» (2Co 10.4ss lbla). Sea cual sea la razón —ceguera a causa de un poder espiritual, resistencia de la razón humana contra la revelación de Dios o la simple incapacidad del ser humano caído— lo que enfrentamos siempre es una incapacidad de entender/captar correctamente. Sin embargo, esto justamente vuelve a demostrar que necesitamos una interpretación de la Biblia que se ciña al texto y las Escrituras, que tome en cuenta la relación entre la Palabra y el Espíritu. La Biblia como Palabra de Dios acerca el Espíritu al corazón del ser humano y este mismo Espíritu, como autor de la Biblia, lleva la Palabra de Dios a los corazoneshumanos.

Entonces, la razón principal por la que se deben aplicar métodos exegéticos adecuados tiene que ver con el arraigo profundo de la revelación de Dios en la historia humana. Dios decidió hablar por medio de autores humanos que utilizaron el lenguaje hebreo, arameo y griego con todas sus reglas gramaticales. El artesano necesita herramientas que encajen con precisión en una pieza determinada, tal como el fabricante ha determinado. De la misma manera el intérprete de la Biblia necesita los métodos correspondientes que encajen en los medios de comunicación que Dios ha utilizado. Esto no significa que ya no necesitaremos tan a menudo la ayuda del Espíritu Santo, si practicamos la interpretación de la Biblia de manera correcta. Al contrario, si trabajamos con métodos de exégesis que toman en serio las particularidades de la comunicación original (por ejemplo, las características del texto original) de Dios, entonces indudablemente trabajaremos más estrechamente con el Espíritu Santo que si no nos preocupamos por este tipo de métodos. Así no correremos tanto el riesgo de darle un significado al texto que nos parece que tiene sentido y luego atribuirlo al Espíritu Santo (Gá 5.17). Ya que el Espíritu Santo no se contradice a sí mismo, su apoyo para nosotros va a consistir en ayudarnos a descubrir el significado que el autor tenía originalmente en mente y a aplicar este significado (Jn 16.7-15). Y él va a hacer en nosotros lo que nunca lograríamos por nuestra propia cuenta: que la Palabra bíblica actúe en nosotros y llegue a su meta. Para que suceda eso, sólo nos queda pedir aquello en oración. Por eso, a la interpretación de la Biblia también se le aplica ese antiguo proverbio cristiano que dice: ¡Ora y trabaja! [Ora et labora en el latín original].

Interpretar la Biblia de esta manera significa entonces que tenemos que invertir mucho tiempo en el análisis de textos determinados. El posible peligro es que el texto bíblico se convierta puramente en un objeto de estudio científico. Para resistir esta tentación, uno siempre tiene que balancear las horas que trabaja arduamente sobre el texto bíblico posicionándose conscientemente debajo del texto bíblico, sometiéndose a él. El texto bíblico es un sujeto eficaz para nosotros y no sólo un objeto (véase Heb 4.12). En la práctica, esto tiene que llevarnos a estar dispuestos a ser corregidos y a cambiar nuestra opinión, si el texto (es decir, la Palabra de Dios) nos lo exige.

Además, para nosotros, interpretar las Escrituras siempre significa que las Escrituras nos transforman, porque la Palabra de Dios exige derechos sobre nuestras vidas. Como consecuencia, se puede decir que en primer lugar no es el intérprete el que interpreta la Biblia sino más bien, la Biblia interpreta al intérprete. Tenemos que ser conscientes de que las Sagradas Escrituras realizan una exégesis de nosotros, es decir, nos explican quiénes somos y, qué significa el hecho de que le pertenecemos a Dios y el significado de sus promesas para nosotros. También significa: no somos nosotros los que evaluamos las Escrituras, sino las Escrituras nos evalúan a nosotros. Los prerrequisitos para cada exégesis de la Biblia que esté según el texto y las Escrituras se resumen en estas dos acertadas formulaciones de Kurt Heimbucher6:

«Tenemos que aceptar las Escrituras de tal manera como a Dios le pareció entregárnosla».

«¿Le permitimos a la Biblia que diga lo que nos quiere decir?»

Nuestro trato de la Palabra bíblica demuestra si amamos a Dios o no: «¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece». (Jn 14.21 nvi). Amar a nuestro Señor significa juntar obediencia y entendimiento. No sólo interpretamos las Escrituras para entenderlas intelectualmente, sino para aplicar las verdades que se encuentran en el texto a nuestras propias vidas. Por lo tanto, tenemos que acercarnos al texto con la determinación de hacerle caso a lo que descubrimos en él. Amar a nuestro Señor, por lo tanto, significa que ponemos en práctica lo que aprendemos por medio de su palabra. El anhelo y la pasión por amar a Dios nos debería motivar a hacer un trabajo de exégesis minucioso —el cual, en consecuencia, nos lleva a una entrega más profunda a nuestro Señor. No obstante, una exégesis sana no sólo lleva a la profundización de nuestra propia vida espiritual, sino que también tiene un efecto de edificación espiritual en las personas a las que servimos. El amor verdadero, entonces, tiene consecuencias prácticas: hace que un testimonio de vida le siga a un compromiso meramente oral.

Interpretación y aplicación de la Biblia — Un panorama general

Bajo el término exégesis (griego exegesis, «explicación, interpretación») se entiende una interpretación de los textos bíblicos gracias a una reflexión metodológica. La exégesis del Antiguo Testamento (at) y del Nuevo Testamento (nt) no constituye un fin en sí mismo. Más bien, sirve para la predicación de la Palabra, porque las Sagradas Escrituras esencialmente son proclamación y, por ende, dirigen la palabra a los seres humanos. La meta de la exégesis consiste fundamentalmente en la aplicación del contenido bíblico —cuyo exégeta previamente logró comprender— a la actualidad y la propia vida. Al carácter de proclamación de la Biblia le corresponde el carácter de respuesta de lo que se comprendió en la interpretación, según el texto y las Escrituras.

Albrecht Bengel expresó esto de manera muy apropiada cuando advirtió lo siguiente: «Dedícate completamente al texto y aplícalo completamente a tu vida». Justamente porque Dios habló en relación con la historia humana real, podemos estar seguros de seguir escuchando su voz en nuestra historia real. Pero siempre se trata primero de entender una determinada unidad de texto según las Escrituras y el texto. La aplicación recién se hace sobre esta base.

La hermenéutica (griego hermeneuein, «pensar, interpretar, explicar, traducir») es la teoría de la interpretación y de la aplicación de la Biblia. Ella describe la relación entre exégesis y aplicación y explica cómo se llega a una interpretación y aplicación de la Biblia según el texto y las Escrituras. Con ello, la hermenéutica reflexiona y explica los principios de una aplicación del mensaje bíblico del pasado al presente y el significado de este para el futuro, según el texto y las Escrituras. La hermenéutica provee los principios, que la Biblia misma propone, para llegar de la pregunta en torno a lo que significaba el texto originalmente (exégesis), a la respuesta de lo que significa el texto hoy en día (aplicación). En el transcurso de este proceso nos damos cuenta de los textos bíblicos, que primeramente significan hoy lo que significaban entonces. Como consecuencia, para la interpretación de la Biblia, el significado original que tenía para las personas a las que se dirigió la Palabra en primer lugar, también es el significado en el que se basa la aplicación actual de la Biblia (véase Ro 15.4-5). Entonces, encontrar la intención «original» del texto sigue siendo la tarea principal de cada buen intérprete de la Biblia que trabaja según las Escrituras y el texto (1P 1.9-12). Eso significa que ineludiblemente la interpretación siempre viene antes de la aplicación y, que la aplicación siempre puede darse únicamente en base a una interpretación según el texto y las Escrituras (2P 1.20-21). Al inicio, entonces, se encuentra una amplia percepción de la unidad textual bíblica. Esta lleva a un encuentro con el contenido normativo y, lleva a una sumisión existencial a la palabra de Dios explicada, ilustrada y aplicada.7

Por las razones previamente mencionadas, el «método de los diez pasos» que se presenta en este libro, se deriva de un «método bíblico-histórico»8. Este método

a) describe un proceso de interpretación basado en métodos reflexivos y, por ende, un proceso de interpretación que se puede comunicar y evaluar (Hch 8.26-40);

b) toma en cuenta preguntas históricas;

c) orienta sus juicios por lo que las propias unidades textuales dicen;

d) como método bíblico-histórico subraya conscientemente la normatividad de la Palabra de Dios incluso para la actualidad;

e) reconoce la necesidad del actuar del Espíritu Santo para un entendimiento existencial de la Biblia (1Co 2.6–3.4) y;

f) se ocupa siempre y primero de la explicación bíblico-teológica antes de entrar en la aplicación práctico-teológica (véase Hch 17.11b).

Presentación del proceso exegético

 

Exégesis

Hermenéutica

Aplicación

Perspectiva bíblica

Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados,

(Ro 15.4a lbla)

para nuestra enseñanza se escribió,

(Ro 15.4b lbla)

a fin de que por medio de la perseverancia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza.

(Ro 15.4c lbla)

Perspectiva temporal

Pasado

«En ese entonces — fue dicho».

Presente

«Hoy — es oído».

Futuro

«En el futuro — se practicará».

Perspectiva en relación al contenido

Dios afirma

¿Cuál es la intención de la unidad textual? (= leer cuál es el sentido de la voluntad de Dios)

Dios exige

¿Cuál es el principio de la unidad textual? (= enseñar el significado de la voluntad de Dios)

Dios anima

¿Cuál es la tarea que da la unidad textual? (= vivir lo que es la meta de la voluntad de Dios)

Perspectiva metodológica

Explicar

por medio de la interpretación según el texto

Ilustrar

por medio de la transferenciasegún las Escrituras

Aplicar

por medio de la proclamación según la Palabra

Por tanto, la aplicación práctica y específica siempre debería ser el producto de las enseñanzas de las Escrituras y, por ende, le sigue a la interpretación. En este proceso, el intérprete no tiene la tarea de convertir la Biblia en algo importante. Ya es importante porque es la Palabra de Dios. Y lo que dice Dios no puede ser insignificante para nosotros. La mejor interpretación es la que sigue las pautas que el texto mismo da. «La reflexión» sobre la Palabra de Dios puede tomarse de manera muy literal: reflexionar, buscar con nuestros pensamientos lo que Dios ya ha hablado. Dicho de otra manera: seguir las pistas de la palabra de Dios, andar en estas pistas.9 Es parte de la humildad espiritual del intérprete, percibir y transmitir simplemente lo que dice ahí. Este, entonces, puede ser el axioma de la interpretación de la Biblia:

¡Lea la Biblia! — ¡Entienda la Biblia! — ¡Obedezca la Biblia!10

«Ahora, reciban mi último consejo…

¡exégesis, exégesis y nuevamente exégesis!…

Adhiéranse a la Palabra, a las Escrituras que nos han sido dadas».11

El primer gran reto con el que se encuentra la persona que se propone interpretar la Biblia, es el de delimitar el texto. Esto significa, definir claramente dónde comienza y termina el texto que desea analizar.

¿Cómo escojo una unidad textual en la Biblia para trabajar con ella?

División del texto bíblico en unidades textuales

¿Alguna vez se ha preguntado al comparar diversas traducciones, por qué no siempre concuerdan los títulos y subtítulos que aparecen en las diferentes secciones de un capítulo? ¿Por qué tampoco concuerdan la cantidad de versículos después de cada uno de estos títulos y subtítulos en las distintas traducciones de la Biblia al español?

¿Por qué decidieron los traductores y editores de nuestras ediciones modernas de la Biblia incorporar títulos y subtítulos en el texto? ¿Qué se pretende con ello? Si Ud. se ha preguntado esto, Ud. ya es un buen observador.

Los títulos y subtítulos que encontramos en nuestras ediciones modernas de la Biblia tienen la intención de ayudar a orientarnos dentro del texto bíblico, aparte de la división en libros, capítulos y versículos dentro del at y nt.12 En muchos casos estos títulos y subtítulos ya nos presentan un tipo de delimitación del texto, que lo divide en porciones más manejables. Estos títulos y subtítulos no se encuentran en los manuscritos hebreos, arameos (Antiguo Testamento) ni griegos (Nuevo Testamento). Esto significa que no fueron inspirados por Dios y por lo tanto no pertenecen a su revelación. Los traductores y editores de las Biblias al español (esto sucede también en la mayoría de los idiomas a los que ha sido traducida la Biblia) «simplemente» quieren presentarnos el texto bíblico en unidades más pequeñas y «digeribles», brindándonos una idea de lo que trata el texto siguiente por medio de títulos y subtítulos.

Un reto que vale la pena practicar, para el que quiera interpretar el texto de Biblia, es tomar el texto bíblico sin los títulos y subtítulos de cualquier traducción, y seccionarlo o delimitarlo en unidades más manejables, que llamaremos «perícopas» de aquí en adelante, y ponerle uno mismo un título que resuma en sí lo que el autor del texto quiso decir en esta «perícopa».

El libro de los Salmos es un caso especial en cuanto al tema de los títulos. Esto es así, porque el libro de los Salmos incluye en muchos de los salmos títulos originales, esto es, títulos que se encuentran así también en los manuscritos hebreos de este libro. Salmo 1, el salmo que tomaremos como texto ejemplo para practicar la interpretación de textos del Antiguo Testamento en este libro, por ejemplo, no lleva un título original, esto es, un título que se encuentre también en los manuscritos hebreos. Lo mismo sucede con el Salmo 2. Recién el Salmo 3 lleva un título original: «Salmo de David, acerca de cuando huía de su hijo Absalón» (ntv). Los títulos originales de los Salmos ayudan al lector a ubicarse mejor en el tiempo y las circunstancias en que este salmo fue compuesto. Esto quiere decir que nos revelan mayormente por o para quién fueron escritos. Por consiguiente, podemos ubicarlos también dentro de la época de su composición. Muchos de estos títulos nos revelan también, para qué ocasión fueron escritos estos salmos. En los manuscritos hebreos, estos títulos aparecen como el primer versículo. En nuestras traducciones al español, en cambio, se colocan como títulos, sin que lleven enumeración alguna. Entonces, lo que en los manuscritos hebreos vendría a ser el versículo 2, en nuestras Biblias es el versículo 1. Algunas versiones de la Biblia en español, como por ejemplo la versión Dios Habla Hoy (dhh) añade títulos y subtítulos propios, aparte de los mencionados títulos originales. Por ejemplo, el Salmo 1, que como ahora sabemos no lleva un título original, recibió el título de parte de los editores de dhh de la siguiente manera: «Felicidad verdadera». El Salmo 2, que tampoco lleva título original, recibió el título: «Tú eres mi hijo», por los editores de la dhh. Se pone interesante cuando llegamos al Salmo 3. Este salmo sí tiene, como vimos, un título original. Los editores de dhh