El abismo negro - Gonzalo Dopazo - E-Book

El abismo negro E-Book

Gonzalo Dopazo

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Beschreibung

En esta segunda parte de Los cuatro mundos, el protagonista junto al Rymperión deberán frenar la llegada del Hombre Prisma, un ser que representa la oscuridad que todos los seres llevan dentro. Sin embargo, no será tarea fácil, pues su influencia no ataca a nivel físico, sino de un modo mucho más atroz y despiadado. La Kingdom of Darkness es su dimensión, donde si te atrapase sufrirías la tortura eterna de un mundo de desilusión. ¿Podrán luchar con la personificación de la mismísima oscuridad? ¿La esperanza se esfumará? Un abismo negro espera por consumirlos.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Dopazo, Gonzalo Nahuel

El abismo negro : las cuatro estaciones / Gonzalo Nahuel Dopazo. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2024.

98 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-818-9

1. Antología de Cuentos. 2. Cuentos. 3. Cuentos Fantásticos. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2024. Dopazo, Gonzalo Nahuel

© 2024. Tinta Libre Ediciones

La esperanza es como una espada de doble filo, que si se usa de manera imprudente, te consumirá y te asfixiará. Pero si se usa con conciencia y humildad, te sacará de los momentos más caóticos e infernales.

Gonzalo Dopazo

Los cuatro mundos II

Historias de diferentes dimensiones

HISTORIA 1

Estación oscuridad de abnegación

El abismo negro

Las calles estaban vacías. La oscuridad era infinita. Las luces no encendían y la ciudad se encontraba completamente apagada. Un miedo intenso me invadía. No podía explicarlo, era como querer desaparecer a cada paso que daba hacia adelante. Mi amigo el Rymperión, una criatura cambiaformas oculta bajo la apariencia de un pequeño ratón gris que se apoyaba en mi hombro, me advertía:

—Estamos cerca, o él está cerca.

—Tú hablas de… —Tenía algo de miedo.

—En efecto, el hombre prisma no está lejos —dijo el Rymperión mirando a su alrededor.

Fue entonces que escuché los susurros: “Oscuridad, oscuridad, oscuridad”.

Al terminar de escuchar esa apagada pero siniestra voz, me percaté de que, a pesar de transitar por una calle completamente sumergida en las sombras, pude notar un par de bultos esparcidos por el asfalto.

Como estaba en mi hombro, sentía como el pequeño Rymperión temblaba. Al acercarme, pude visualizar correctamente lo que escondían dichos bultos, los cuales pasaron de ser dos a decenas y, al levantar más la cabeza, concluí que se trataba de cientos de ellos. Todas eran personas con caras pálidas, blancas cual vampiro de película de horror. Sus ojos estaban abiertos, pero las pupilas eran completamente diminutas, como si nunca las hubieran tenido.

Sumergido en la profunda y perturbadora estocada de la oscuridad, los susurros continuaban resonando en mis oídos, susurrando su macabra letanía: “Oscuridad, oscuridad, oscuridad”. Cada vez que esas palabras se repetían, un escalofrío recorría mi espalda, y el pequeño ratón que yacía en mi hombro temblaba aún más.

Mis sentidos estaban en alerta máxima, y el misterio que rodeaba este lugar oscuro y tenebroso parecía intensificarse con cada susurro. El temor se apoderaba de mí, pero sabía que no podía dar marcha atrás; tenía que descubrir la fuente de estos siniestros murmullos y enfrentar lo que acechaba en la sombra. Sabía que la respuesta a mi pregunta ya la cargaba en mi mente. Él adversario silente lo sentía como si me estuviera respirando en la nuca.

No había límites, las calles silenciosas acompañaban la desolación eterna en la que me encontraba. El Rymperión, entonces, giró su pequeña cabeza.

—Ahí está él —dijo tartamudeando por el escalofrío del panorama de la intensa oscuridad que emanaba.

Enfrente de mí, se acercaba una silueta que, debido a la oscura calle, en principio no se veía bien.

Los contornos de esa figura se difuminaban en la penumbra, lo que le daba un aire fantasmagórico. Cada paso que aterrizaba en el duro suelo resonaba en la quietud de la noche y llenaba el aire de un suspenso casi insoportable.

Mis ojos se esforzaban por captar más detalles, pero la oscuridad se aferraba a esa figura misteriosa y ocultaba su identidad y sus intenciones. El susurro constante de “Oscuridad, oscuridad, oscuridad” parecía rodearnos, como si fuera el eco de un presagio siniestro.

Finalmente, las sombras revelaron el rostro de la identidad, el supuesto ente que estaba detrás de todo.

Apareció el hombre prisma: vestía un elegante traje de oficina con una máscara negra, en la que se podían visualizar dos gemas de rubí, donde, detrás de estas, se encontrarían los ojos.

Entonces, la explicación de su aparición no se hizo esperar: el hombre misterioso reveló sus intenciones.

El hombre prisma, con una voz imperturbable y una elegancia que trascendía las palabras, compartió su relato con los presentes. Develó que él había emergido de las profundidades, una manifestación de la oscuridad contenida y reprimida que se había acumulado en el más recóndito rincón del mundo, donde la negrura escondía sus secretos.

Él se describió a sí mismo como un ser nacido de la penumbra, una encarnación de las sombras que acechaban en el subconsciente humano. Había despertado de un letargo profundo, como un eco de los temores y deseos oscuros que la humanidad había intentado olvidar. Cada oscilación de su figura era un recordatorio de las pasiones prohibidas y las emociones reprimidas que la sociedad había intentado enterrar bajo una fachada de luz.

El hombre prisma reveló que su propósito era sacar a la luz todas esas verdades incómodas que habían sido reprimidas durante tanto tiempo. Era un reflejo de la dualidad inherente a la humanidad, un recordatorio de que la luz y la oscuridad coexisten en cada corazón. Sus acciones, aunque perturbadoras, estaban destinadas a provocar la reflexión y la confrontación de las sombras internas que todos preferían ignorar.

—Mi misión es consumir la conciencia absoluta de todos los seres vivos, marchitar su voluntad y dejar simples cáscaras vacías sin alma, cuyo espíritu de lucha se encuentre hundido y extinguido —dijo con su voz turbia, siniestra y silenciosa.

Con un miedo que no podía ni describir, retrocedí un par de pasos hacia atrás. Su presencia imponente me dejaba paralizado, no quería seguir. Debía darme por vencido; está amenaza llegaba más lejos de lo que yo podía imaginar. Ni con el contralador del destino llegué a sentir esa magnitud de temor en la sangre que corría por mis venas.

Pero luego el sujeto del traje se quitó la máscara. La dejó caer lentamente hacia el suelo para que, de forma detenida y sostenida, la levantara para penetrar con sus ojos hacia los míos.

—¡Ni se te ocurra a mirarlo a los ojos! —dijo el Rymperión saltando rápidamente de mi lomo.

Entonces pude ver lo más horrendo e inesperado donde se suponía que se encontrarían sus ojos al quitarse la máscara.

Lo que se reveló fue tenebroso y completamente sorpresivo, una visión que desafiaba toda lógica y comprensión. La verdad detrás de sus ojos era un misterio que, en ese momento, me dejó sin palabras y lleno de un temor profundo e inexplicable.

Dos abismos negros se dibujaban en sus ojos. La intensidad que emanaban era tan potente que paralizaba todo movimiento que pudiera llegar a realizar con el cuerpo.

Los abismos negros que salían de sus ojos se hacían más grandes, luego gigantes y, por último, indescriptiblemente inmensos. Llegó un punto donde sentía que estaba siendo succionado por ellos, hasta que solo vi una profunda pantalla negra alrededor mío.

Pasaron los segundos y me costaba abrir los ojos. Lentamente comencé a intentar abrirlos. Primero, veía borroso, pero después llegue a visualizar todo con claridad. Ya no estaba en esa calle oscura y silenciosa llena de cuerpos de cara pálida, sin embargo, al mirar hacia todos lados, no veía ni escuchaba a mi amigo roedor. Lo que sí sabía era dónde me encontraba, y no era nada más ni nada menos que mi propia casa.

La familiaridad de mi entorno me llenó de confusión, y me pregunté cómo había llegado hasta allí desde aquel lugar siniestro. La experiencia que había vivido se desvanecía rápidamente, y me quedé con la extraña sensación de que había experimentado algo más allá de lo imaginable.

De pronto y sin verlo venir, escuché una voz que detrás de mí.

—Hola, amiguito.

Entonces lo vi:

Mi cara, mi mismísima cara, vestido de la misma forma en la que me encontraba en este mismo momento, sentado en el sofá, con un rostro que reflejaba malas intenciones y una sonrisa no tan amistosa, como la de un villano en una película de terror.

—Sabes quién soy, ¿verdad?.—dijo el supuesto doble.

—No sé quién eres en verdad. —En el fondo temía descubrir su identidad.

—Te voy a dar una pista: soy aquel a quien más le temes, aquel a quien nunca quisiste aceptar, aquel que hizo que te volvieras loco, aquel que sabes que no podrás derrotar nunca jamás, por más que lo quieras intentar.

Esas palabras fueron suficientes y claras para entender de quién se trataba y no era ni más ni menos que

—The Puppet Master, el gran controlador de mentes, el que está en todos lados, en cualquier momento y en cualquier lugar. Soy el que controló tanto tu existencia como la de todos los humanos en todas las comunidades.

Sus palabras resonaron como un eco siniestro, y me di cuenta de que enfrentar al titiritero de nuestras mentes sería una tarea más desafiante de lo que jamás hubiera imaginado.

—Sabes que de mis dominios nunca escaparás —dijo mi doppelganger.

—¿Qué es este lugar?