El Agente Secreto - Joseph Conrad - E-Book

El Agente Secreto E-Book

Joseph Conrad

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Beschreibung

Sobre el telón de fondo del Londres de comienzos de siglo, una ciudad monstruosa e indiferente en la que el autor de «El corazón de las tinieblas» (L 5517) encuentra «espacio suficiente para localizar cualquier historia, hondura suficiente para cualquier pasión, variedad suficiente para cualquier decorado, oscuridad suficiente para enterrar cinco millones de vidas», se desarrolla la historia de un fallido atentado que revela el turbio entramado formado por el terrorismo internacional, la acción de la policía y la diplomacia deshonesta.

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Veröffentlichungsjahr: 2016

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EL AGENTE SECRETO

JOSEPH CONRAD

PREFACIO DEL AUTOR

El origen de El agente secreto, tema, tratamiento, intención artística y todo otro motivo que pueda inducir a un escritor a asumir su tarea, puede delinearse, creo yo, dentro de un período de reacción mental y emotiva.

El hecho es que comencé este libro impulsivamente y lo escribí sin interrupciones. En su momento, cuando estuvo impreso y some-tido a la crítica de los lectores, fui hallado culpable de haberlo escrito. Algunas imputa-ciones fueron severas, otras incluían una nota angustiosa.

No las tengo prolijamente presentes, pero recuerdo con nitidez el sentido general, que era bien simple, y también recuerdo mi sorpresa por la índole de las acusaciones. ¡Todo esto me suena ahora a historia antigua!

Y sin embargo ocurrió hace no demasiado tiempo. Debo concluir que en el año 1907 yo conservaba aun mucho de mi prístina inocencia.

Ahora pienso que incluso una persona ingenua pudría haber sospechado que algunas críticas surgían de la suciedad moral y sordidez del relato.

Por supuesto ésta es una seria objeción.

Pero no fue general. De hecho, parece ingrato recordar tan diminuto reproche entre las muchas apreciaciones inteligentes y de simpatía.

Confío en que los lectores de este prefacio no se apresurarán a rotular esta actitud como vanidad herida o natural disposición a la in-gratitud. Sugiero que un corazón caritativo bien podría atribuir mi elección a natural modestia. Con todo, no es estricta modestia lo que me hace seleccionar ese reproche para la ilustración de mi caso. No, no es modestia exactamente. No estoy nada seguro de ser modesto; pero los que hayan leído hondo en mi obra, me adjudicarán la suficiente dosis de decencia, tacto, savoir faire, y todo lo que se quiera, como para precaverme de cantar mi propia alabanza, más allá de las palabras de otras personas. ¡No! El verdadero motivo de mi selección estriba en muy distinta cualidad.

Siempre fui propenso a justificar mis acciones, no a defenderlas. A justificarlas; no a insistir en que tenía razón, sino explicar que no había intención perversa ni desdén secreto hacia la sensibilidad natural de los hombres en el fondo de mis impulsos.

Este tipo de debilidad es peligroso sólo en la medida en que lo expone a uno al riesgo de convertirse en un pesado; porque el mundo, en general, no está interesado en los motivos de cualquier acto hostil, sino en sus consecuencias. El hombre puede sonreír y sonreír, pero no es un animal investigador: gusta de lo obvio, huye de las explicaciones.

A pesar de todo seguiré adelante con la tarea. Era evidente que yo no tendría por qué haber escrito este libro. No estaba bajo el imperativo de habérmelas con este tema; y uso la palabra tema en el sentido de relato en sí mismo y en el más amplio de una especial manifestación en la vida del hombre. Esto lo admito en su totalidad. Pero nunca entró en mi cabeza la idea de elaborar mera perversidad con el fin de conmover o incluso sólo de sorprender a mis lectores con un cambio de frente. Al hacer esta declaración espero ser creído, no por la sola evidencia de mi ca-rácter, sino porque, como cualquiera puede verlo, todo el tratamiento del relato, la indignación que la alienta, la piedad y el desprecio subyacentes prueban mi separación de la suciedad y la sordidez: la suciedad y la sordidez son nada más que las circunstancias ex-ternas del medio ambiente.

El inicio de la escritura de El agente secreto fue inmediato a un período de dos años de intensa absorción en aquella remota novela Nostromo, con su distante atmósfera lati-noamericana, y la profundamente personal Mirror of the Sea. La primera, una intensa acometida creativa sobre la que supongo que siempre se fundamentará mi elaboración más amplia; la segunda, un esfuerzo sin restric-ciones para develar, por un momento, las profundas intimidades del mar y las influencias formativas de mi cercana primera mitad de vida. También fue un período en que mi sentido de la veracidad de las cosas estaba acompañado por una muy intensa disposición imaginativa y emocional que, por genuina y fiel a los hechos que fuese, me hacía sentir, una vez cumplida la tarea, como si me hubiese perdido en ella, a la deriva entre cáscaras vacías de sensaciones, extraviado en un mundo de distinta, de inferior valía.

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