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Bonny y Billy, dos amigos desencantados con la rutina moderna, abandonan todo para lanzarse a una travesía en motocicleta. A medida que avanzan por caminos olvidados del desierto, son guiados por señales extrañas, melodías en el viento y recuerdos de un lugar místico habitado por antiguos chamanes. Su destino: un bar abandonado donde el tiempo parece suspendido y lo imposible sucede. Lo que comienza como una búsqueda de libertad se transforma en un viaje espiritual lleno de revelaciones, enigmas y encuentros sobrenaturales. ¿Es el viento un simple fenómeno natural o la voz de algo más profundo? ¿Y qué papel juegan ellos en esa leyenda viva?
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Seitenzahl: 338
Veröffentlichungsjahr: 2025
RICARDO A. GRAZDAUSCAS
Grazdauscas, Ricardo A.El bar / Ricardo A. Grazdauscas. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6855-7
1. Novelas. I. Título.CDD A860
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Agradecimientos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
A mis abuelitos… Que me cuidaron en mi infancia…
A mis padres, en especial a mi querida madre que tanto luchoy sudo por nosotros… Y tanto echo de menos…
A la madre de mi hija, que me convirtió en papá…
Y a mi querida “Gorriona”, que es lo único que me queda…En esta granja humana…
Quiero manifestar un agradecimiento enorme a Romina, por su orientación, dedicación y colaboración, en el complejo diseño de la tapa. Muchas gracias mi niña…
Como también a Carlos Alonso por su dominio tecnológico y “““paciencia”””, para dar fin y concretar este trabajo… Muchas gracias mi niño…
En los Estados Unidos existe un lugar con una leyenda que, cuenta como los antiguos indios que allí se reunían, otorgaron a tal sitio por sus proezas, la gloria de recordarlo como de casi sagrado. Allí invocaban a poderosos espíritus bailando con sus danzas, girando hacia uno y otro lado alrededor de las fogatas, mientras el viento, les silbaba interpretando sonidos que, de poder compararlos con los presentes, habrían de ser muy distintos en sus tonos y armonías, ya que con el incesante flujo del aire, sobre el enorme escenario rocoso que aún se encuentra, la impasible erosión, no ha cesado de modificarlos con su monótono desgaste.
El eterno pulimento ocasionado por el interminable viento que aún se desplaza a diferentes velocidades y bajo el constante proceso por el que todo cambia sobre el planeta, no deja lugar a dudas que, debido a la gran fuerza erosiva, éste continuó perfeccionando aquellas notas, hasta adquirir la actual diversidad.
Y es en ese mismo sitio, donde se reunían aquellos ancestrales aborígenes que, paradójicamente comparados con la prehistórica montaña, su leyenda es tan reciente, que si no fuese por el paso del tiempo, no adquiriría desde nuestro presente, ese sabor tan lejano y arcaico.
Además, cabe señalar, que no solo conocían todo ese gran misterio allí reunido, sino que también, sabían de una gran confabulación de todo el universo, de un gran acuerdo digamos, concentrado exactamente, en aquel punto de la tierra, donde el viento, aún sigue interpretando y encantando con su música.
Y es muy creíble que manifestándose con toda su majestuosidad, tal vez se haya consumado el hecho de otorgarle solo a ellos, esa sabiduría, para poder atravesar ciertos límites, únicamente en aquel sitio, en el que dejáronse desvanecer por él y lograron comprender y afrontar ¡Lo que sería su penoso destino final…!
Ello nos deja la certeza que, lo que allí sucedió, fue únicamente develado a éstos, por ese viento, que no solo los conoció y valoró desde antes de todo, sino que se ofrendó de algún modo compensatorio, por tener que aceptar éstos, su fatídica y desterradora suerte sobre toda su estirpe.
—A mi modo de ver, casi nadie, recuerda hoy aquellos acontecimientos–.
Seguramente en otra era, el macizo con su intimidad, no devolvería más que algún sonido ahogado o difuso, más aún, quizás en el principio, no sería otra cosa que algún bramido o silbido perdido entre el silencio imperante; Lógicamente y de hecho, todos podemos darnos cuenta de que, éste resultado, es el de un trabajo que ha llevado una eternidad en producirse y qué tal vez, fue por esas “casualidades”, para que una vez llegado el momento, la montaña con su misterio y los sonidos del viento, los indios y sus espíritus y el poder de esa magia que estos ancestros aprendieron a manipular, dieran como resultado, estar todos reunidos en tal sincronicidad; Y quién sabe bajo qué pacto o arreglo, hayan acordado que fuese el viento, el que se adueñase del lugar, como un corcel desenfrenado, tomando así ellos sus riendas, para dejarse fusionar, mancomunados con sabiduría, hacia el infinito.
Porque en la constancia de su inquietud, éstos pudieron “ver”, cuánto embistió para modificar a su sometida roca, en el afán de corregirla en una cada vez más nueva, más pulida y con más surtido de melodiosos y dulces acordes. ¿Destinados todos o casualmente...?–.
Lo cierto es que, con sublime entendimiento, dejáronse llevar por tal poderoso corcel, en vez de querer dominarlo y pacientemente, “vieron”, esa particular capacidad de participar y practicar en aquellos delicados instantes, de esta mágica evolución, los misterios para que esas energías, pudiesen manifestarse y danzar con ellos, entre el fuego y la música del viento, proveniente quizás, ¿De alguna dimensión u origen desconocido para nosotros?; Del cual, nada más que meramente algunos y sólo después de la muerte… Tal vez, podamos develar.
La arenosa tierra seca y polvorienta, aparentemente inerte de aquél lugar, hacen que el día, siga siendo fastidioso y atrapante al mismo tiempo, así mismo, cuando el viento está calmo, la imponente quietud y la aparente ausencia de vida visible, invitan a quién por allí se encuentre, a percibir que ese paraje, posee la particular característica, para la contemplación y el descanso, al reparo de cualquier sombra.
El cielo, casi siempre diáfano, muestra hasta hoy día, la implacable fuerza del sol y su calor demoledor e indómito, como lo fue seguramente también en aquellos días.
Días tan remotos, en los que se aguardaba a la fresca noche, reconfortante y ansiada, con reuniones y fogatas de aquellos ancestros, que con sus ritos y el viento con su música, escudriñaban y participaban en esa incógnita del más allá, impregnándose así, de sus costumbres, como de su destino.
Así tanto como el viento, que con mayor o menor intensidad, revela aún hoy, una perplejidad tan lejana que, bien podríamos catalogarla como: – ¿El prana de los dioses o majestades?–.
– ¿O más entendido como espíritus o invocaciones?–.
Sitio en donde se convertían en maestros o chamanes siderales, donde los brujos y caciques, escuchaban los consejos de los espíritus, donde los ancestros, concedían el poder, a quiénes se les había otorgado y dónde algún día, invocados seguramente también, bailarían intercediendo y escuchando aquellos conocidos, pero renovados sonidos del viento, que no sólo brindaba sus sinfonías como hasta hoy, sino que, con toda certeza, respondería o increparía por las muchas o pocas preguntas; Y bajo su encanto, o vaya a saber qué nuevo acuerdo, tal vez, quizás, las revelase hasta hoy día también.
Sus movimientos danzantes orientados en uno u otro sentido alrededor de las fogatas y con la armonía con la que sus pies descalzos brincaban entre el aire, hacían que el baile tuviese sus tiempos, acompañándolos con los rítmicos acordes que el viento, ejecutaba a su total discreción.
Ritos que hoy, se encuentran prácticamente olvidados, pero seguramente, éste lugar que continúa vivo y que no ha cambiado casi nada en su aspecto desde entonces, con toda credulidad, para los que quisieran y pudieran hacerse presente y como lo han hecho por antaño, manipulando quizás algún artilugio que, ayudará a traspasar las fronteras de la razón, ese mismísimo viento, reincidiría para empujar a sus seres, hasta hacerlos trascender desde lo físico, al más allá de aquel plano de incorporeidad y endiosamiento y entonces infaliblemente, aquéllos ancestros, retornarían para enseñar sus secretos no develados más que para ellos, o para quienes el destino o vaya a saber si la “casualidad”, hayan acordado realizarlo una vez más, en aquel sitio en cuestión.
Y en el éxtasis de la noche, iluminados sus rostros sólo por el resplandor de las llamas, sus miradas vagas como la luz que disponían y no solamente todos sus sentidos, sino que, hasta sus cuerpos mortales, tal vez, podrían hasta confundirse y desvanecerse entre las sombras penumbrosas y el aire, consiguiendo así, no tener límites terrenales;
Y entonces, arrebatados por tal destino, comprenderían cosas que algunos de nosotros, desde nuestro ser más profundo, añoramos y hasta casi olvidamos, por dejarnos gobernar por nuestros egos.
La sutileza de este paraje, nos deja como un halo de conmiseración para la contemplación y el aprendizaje; Sin embargo, con todo ello, la sangre y los cuerpos de estos sabios indígenas, ha sido derramada y exterminados por las enfermas creencias, de la maldita cruz asesina y su civilización.
Quizás sus contados descendientes, hoy ni siquiera, conozcan este cercano lugar, a su vez tan lejano, tan antiguo, tan perfecto y mágico, en el que aún el viento, canta y silva con total discreción y a su eterno y señorial antojo, como invitando y maravillando a quién o quiénes, estén designados a escucharlo ¿Casualmente?
Sobre la cima del macizo, la exuberante vegetación actual, deja presuponer que cobijaba en esos tiempos, a estas tribus donde la montaña, aún esconde un espectacular valle; Sitio donde prácticamente el viento ni existe, demostrando su particular preponderancia, porque pareciera ser que, comprometido por tal convenio ancestral, dirige su ilimitado volumen de aire, al pié del macizo, colándose a través de un importante corredor, donde aún hay una cueva que, se interna digamos, perforando dicho valle.
Así este corredor o pasaje, queda encerrado y oculto por otro peñasco, no tan enorme, que establecido frente a la montaña, esconde de esta forma, todo ese apoteósico escenario.
A tan solo unas decenas de metros de este menor promontorio, la nueva carretera, abre hoy el desierto, cruzándolo en línea recta, hasta donde se pierde la vista en ambos sentidos y frente a ello, un playón con una casa y un molino, la cual fue por aquellos tiempos, cuando la construcción de dicha ruta, que alguien instaló en aquél paraje, esta casa con un bar, diseñado en un solo perímetro y de construcción mediana, de tablas de maderas y con el techo de chapas. – ¿Le habrá encantado el sonido del viento?–. – ¿O tal vez vio la oportunidad de apostarse allí, para abastecer a los obreros y a los que posteriormente transitasen?–.
Parada obligada en esa tremenda quietud, posada necesaria para cualquier humano y máquina que, por allí se encontrase y más aún, durante el día, paraje olvidado por la moderna civilización, allí, ya no existen fogatas nocturnas, ni colinas vigiladas; Solo está la montaña con su cueva, la música del viento y su historia, con un pasado casi olvidado, al igual que la casa con su bar, rebosantes, pero abandonados, como la leyenda de aquellos aborígenes, arremetedores y desafiantes del desierto y del lugar; Un punto casi perdido en la tierra y en el tiempo, que sólo algunos pudieron conocer, un sitio que a pesar de todo, aún sigue subsistiendo, intacto desde su creación, imponente e intrigador;
Desafiante del tiempo y paciente a que, ¿Quizás, tal vez alguien destinado, desde quién sabe por qué causa o designio? – ¿O simplemente suerte, a recorrer estos caminos?– ¿O quizá, alguien distinto digamos que al común de la gente?– O más aún; – ¿Alguien con espíritu aventurero o soñador? Como aprendimos a responder, para descargarnos de toda responsabilidad referida a los pensamientos místicos o profundos que, no todos tienen el privilegio de conocer.
Porque viviendo en la superficialidad del razonamiento aprendido y estructurado, no podemos escuchar a nuestro ser, que puede sentir que el viento y su música, lo están invitando, pero que nuestros contratos, no nos dejan acceder a él. Excusándonos que el desierto, es inhabitable y que un lugar donde se producen sonidos por el viento, no es más que eso, un fenómeno natural… Y que una casa con un bar abandonado, lo está así, porque sus dueños, o bien se marcharon, o murieron ante tanta quietud.
Cualquiera de estos razonamientos, puede ser suficiente para no ir y valederos ciertamente, pero lo cierto, es que, como sabemos decir:
–¡Ocurrió por casualidad...!– Y bien sabemos que la “casualidad” no existe, porque no combinan la probabilidad y la coincidencia; No…
Por eso, solo hay… CAUSALIDAD.
Hechos encastrados en acciones que, ensambladas entre el tiempo, van armando eso que al final, se aprecia como la realidad; Que puede ser tanto buena, como mala, pero tan compacta como qué, cuando algo sube, otra cosa baja y cuando aquí hay luz, allá está la oscuridad. ¿Entonces?
¿Cómo resumimos esta evidencia? ¡Bueno, fue por causalidad! Que Bonny y Billy, lograron ser intérpretes de algo que aún hoy, se lo recuerda todavía como muy fresco, pero tiene ese sabor lejano, tan distante, como aquella leyenda antiquísima de esos ancestros, que a casi nadie jamás le interesó.
Lo acontecido, sucedió en ese mismo lugar, tan real y tan presente, tan perdido en lontananza y en los recuerdos que, después de mascarlo y digerirlo, lo podemos ubicar en el tiempo, como cuando lo que sucedió con aquellos aborígenes; Primeros habitantes que, de no ser por la creencia de esa inhumana y caótica cruz con sus malditas hogueras, no sólo podrían haber sobrevivido físicamente, sino que, actualmente, nuestro planeta carecería de tal contaminación que la “insensata” e “inculta” civilización con sus conocimientos ha implantado.
Y de no ser por esa “causalidad”, tampoco, tendríamos este acontecimiento, en el cual están involucrados estos amigos que, tal vez fueron designados por esa casualidad, a conformar desde quién sabe cuánto tiempo antes, su parte, en esta historia o leyenda,
Provenían de ciudades muy distantes y diferentes entre ambos. Bonny desde abandonar los estudios, se dedicó a trabajar como camarero en varios sitios de su ciudad y con el tiempo, logró colocarse al frente de un comercio alejado de la urbe, su movilidad, una Harley Davidson. Billy, tenía el oficio de soldador y reparador de tubos de escape y desempeñaba su actividad en un taller, cerca del bar de Bonny.
Al igual que aquel, su medio de locomoción, otra Harley. Éste, solía ir con mucha frecuencia al comercio de Bonny y con el paso del tiempo, como compartían su devoción hacia aquellas máquinas, lograron consolidar una amistad, que se vería cada vez más reforzada. Una noche donde Billy se había pasado con las bebidas, una tormenta, le fue haciendo postergar su salida del bar, a tal punto, en el que su amigo, había logrado quitarle de su mente, la idea de marcharse bajo tal temporal, casi obligándolo, a permanecer hasta que calmara.
Ya en horas de la madrugada y con el sitio vacío de clientes, los muchachos ubicados bajo el gran alero que el bar tenía en su frente, mientras observaban los relámpagos con rayos y todo ese despliegue de aquel fenómeno, entre bebidas y comentarios, fueron deduciendo poco a poco, en que sus vidas monótonas, sentían la necesidad, de desencajar del sistema de algún modo,
Así, enfervorizados por la certeza de que, en una creación macabra, donde todos, sin remedios, avanzamos hacia nuestras tumbas, conducidos y oprimidos por la ceguera del poder y el odio que, atrapados en un círculo vicioso, por seis ogros ególatras de Wall Street, que piensan que oprimiéndonos así, se “salvarán”; “Vieron” estos, como conclusión a tal dilema, que la mejor opción, era la de disfrutar los ¡Dos días de vida, que aún quedaban! Y en esa noche de viento y tormenta, entre intermitentes relámpagos y las explosiones de los rayos, acordaron resolver pronto sus negocios y montar en las poderosísimas Harleys, para marchar por aquellas lejanas y solitarias carreteras, que en lo más profundo de su ser, la sentían como si ya las conocieran.
Aquel, fue un aceptar entrañable de un acuerdo o pacto, hacia un futuro tan cercano y susceptible que los invitaba a desafiar, sumidos bajo tal conmoción natural y espiritual del momento.
Éstos, también conocían de plantas y artilugios, indudablemente, no como aquellos indios, pero solían practicar con alguna frecuencia de estos modismos y no solo ellos, la mayoría de los clientes también, sólo que éstos, que ignorando sus destinos, pero designados por esa “causalidad”, no lo utilizaban como bobería, sino como instrumento místico, como lo harían aquellos extintos ancestros, con sus pipas de la paz.
E impregnados sus espíritus, con esa sensación de poderío y magnificencia sobrenatural, dejaron como lacrado en sus almas, el convencimiento allí sellado, en el preciso instante, en el que de improvisto, la furia de la tempestad sosegó, en el mismo momento, cuando la radio comenzó a manifestar tal coincidencia o casualidad, emitiendo los primeros acordes de la novena maravilla del mundo, Escalera al Cielo, de Led Zeppelin.
Conmovidos por tal manifestación, Bonny, trajo una botella de whisky y entre el júbilo y el fervor de esos instantes, brindaron bajo una finísima y tranquila llovizna, que había aparecido para consagrar la acordada determinación, entre tantos augurios, que el mundo les estaba demostrando y colocando a la lluvia como testigo, resolvieron que lo pactado, no quedase en una noche más de cuentos y delirio;
Y echando fuego a sus artilugios y gritando con los brazos extendidos bajo el turbulento cielo, sellaron aquel compromiso, condescendiendo que, toda esa confabulación allí reinante, era dedicada sólo ¡Y nada más que para ellos...!
Así, cautivados bajo este nuevo desafío, un inminente futuro, comenzó a latir otra vez con sentido y forma, para seguir tirando de sus vidas. Intuyendo que, aquella existencia monótona, había concluido ante estos nuevos designios, que en lo profundo de sus almas, decidieron asumir.
Inusitadamente, en ese preciso instante, el viento sopló tan fuerte, provocando un prominente remolino, con una ráfaga fuertísima y repentina, que se apoderó de hojas, tierra y cosas que arrebató del piso, haciéndolas bailar frente a ellos, descubriéndose y demostrando así, en esa noche mágica y de pactos, que “él” también, revalidaba tal acuerdo ante dichas decisiones.
Tras brindar por ello, aquel espectáculo, se desvaneció tan sorpresivamente como había aparecido. La llovizna, aumentó su persistencia entre tales acontecimientos propuestos y relajándose contra la pared y con sus pies sobre una silla, bajo su gorra, Billy, se fue quedando dormido.
Su amigo algo más sobrio, cerró las puertas del bar y acomodándose en igual postura sin molestarlo, lo acompañó hasta el amanecer.
A media mañana, Tom, el dueño del taller, conociéndolo a Billy, se hizo presente en el bar debido a la ausencia de su empleado, despertándolo entre bromas pero algo molesto. Bonny, calmó la situación concientizándolo que, no lo había dejado marchar con la moto, bajo aquella tormenta y en tal estado. Así, éste, entre una y otra palabra, le ofreció por decir nada más, la primicia de venderle el negocio, ya que ambos, esa noche, habían decidido largarse de allí.
Entre lo descabellado que resultó esto para Tom, Billy parado ya junto a la barra, después de echarse un poco de agua en la cara y con algo de humor, remató que primero le pagara a él, porque lo que decía Bonny era irreversible, cosa que a Tom, no le hizo mucha gracia... Respondiendo que, lo mencionado, eran tan sólo, ¡Promesas de borrachos…!
No obstante, Bonny y Billy le reafirmaron seriamente que, la embriaguez había pasado y la cosa no tenía marcha atrás, ya que desaparecerían tan pronto, como pudiesen liquidar sus asuntos.
Por esas casualidades o causalidades Tom, a raíz de la instalación de su taller, le debía un gran favor a su hermano; Este a su vez, necesitaba sacar del barrio a su hijo, debido a las malas juntas, accediendo así, a comprar el bar de Bonny para el muchacho en cuestión. Por otro lado, Billy, pudo cancelar sus cuentas y en pocos días y con el dinero en sus bolsillos, después de revisar sus motos y aprovisionarse, decidieron partir para desandar aquellas soñadas, pero reales carreteras.
Las preciosísimas máquinas y toda esa aventura por vivir, dejaron un resabio como de envidia por así decirlo, por parte de sus amigotes los que, continuarían con la asfixiante rutina de sus vidas y trabajos, ante la comparativa de la libertad, de la que estos ya, se habían adueñado de un momento para otro.
Algunas chicas amigas les habían propuesto acompañarles, pero solo por unos días nada más, haciendo proposiciones de que, pasada sólo una semana, las echarían de menos. Así Bonny y Billy, con sus edades de adultos y sin otra carga familiar que la de sus poderosísimas Harleys, entre bromas y saludos, se despidieron de sus queridas gentes.
Ya encaminados llegaron para saludar a otro amigo que le llamaban Kid, este compinche y músico, era también propietario de otro bar, al que solían frecuentar generalmente, cuando Bonny cerraba el suyo, ya que Billy a veces, tocaba la armónica con Kid y su banda.
El bar se encontraba bastante alejado del poblado, junto a una gasolinera, la última para abastecerse ante la ruta. Cargaron a tope sus tanques y unos bidones más como reserva y entraron a tomar algo, pues sería lo último fresco que beberían en los siguientes días. Sentados en la barra, Billy, notó por vez primera, aquel cuadro antiguo a un costado de las botellas que, debido a la tranquilidad y a la clara luz de la mañana, pudo observar con detenimiento; Conmovido y motivado por la soledad que reflejaba aquel paraje, le preguntó a Kid, su amigo, sobre aquella imagen.
Éste, contestó que esa foto en blanco y negro, causalmente, también le llamó la atención cuando la vio, luego de estar visitando y recorriendo bares para comprar alguno; – ¡Ésta!…– Dijo. – Le había cautivado de un modo especial, debido a la semejanza de tranquilidad que demostraba tanto la foto, como el propio bar elegido, Y que, por solo esta comparación, rotundamente, decidió no caminar más y adquirir dicho comercio…–. Concluyó.
Se abrió una pausa de silencio en la que todos, volcaron su atención hacia el cuadro y Kid, especialmente, comenzó a cavilar entre sus recuerdos, suscitando así la intriga, de tal vez, un aparente poder de parte de aquel sitio de la foto, de la cual, tampoco sabía nada.
Motivado ante la inminente partida de sus amigos, quiso comprometerse también con el interés de Billy, entonces interrogó a su camarero que recién había llegado.
Aquél, un hombre mayor, residente de la zona y empleado del antiguo dueño, se tomó su tiempo y revolviendo en su memoria, encontró que:
-Aquel cuadro, con esa posada con un bar, al lado de la ruta y su molino como algo solamente espectacular, había sido noticia en la portada de un periódico y que, él anterior dueño hizo encuadrar y allí la colgó; Y era de un paraje muy remoto armado en épocas cuando comenzó la construcción de la carretera– Dijo señalándola con la mano y la cabeza, hizo una pequeña pausa para pitar su cigarro, en tanto Bonny y Billy se miraron sorpresivamente y continuó: –Y que cerca de esa casa, un meso ciclón, había hecho desaparecer obreros y vehículos, entre ellos un gran camión remolque que estuvo aquí y que, tal vez, todo eso, ni siquiera exista ya tras el desastre ...-. Concluyó.
Hizo otra pausa los miró a los tres y agregó: –Que él, llegó a verlo aquí mismo al auxilio ese que usaba como base aquel bar, y tanto el camión como su propietario y chofer, habían desaparecido en el enorme ciclón.
Por tal motivo, el anterior dueño, había quedado tan impactado con lo ocurrido a ese comensal, que decidió conservarla y allí terminó…– Dijo señalando el cuadro.
Los muchachos acabaron sus tragos y agradeciendo la charla y la invitación, se despidieron de Kid y su camarero, entre abrazos, risas y buenos augurios.
Con paso lento, montaron en sus Harleys y se alejaron bajo el sol que los aguardaba con todo su dominio; Billy, comentó cuánto le gustaba la inmensa paz reinante del bar de Kid que, a pesar de tener concurrencia de clientes, había algo que le agradaba, porque se había dado cuenta de que, la vida de la ciudad con su traqueteo y su marcha, nunca dejaban tiempo para uno. Bonny concordó con él, pero además señaló que, debería tener en cuenta que a pesar de la lejanía, un bar era un bar y no un taller.
–El taller– Aclaró, –Lo cierras luego de tu jornada y entonces te diriges a una taberna o a cualquier boliche, ya sea para beber, o mirar Tv, o, a charlar con amigos y amigas, o te cuelgas con el pool, pero ya no estás en tu trabajo; Sin embargo en un bar, debes permanecer preparando todo, para que cuando los clientes lleguen, tengan todo eso, de no lograrlo... La gente viene una vez y si no encuentran aquello, se marchan a otro sitio y tú al cabo de un tiempo, debes cerrar el negocio y dedicarte a otra cosa, es decir, te tiene que gustar y mucho y son demasiadas las horas, que te tienes que mamar todos los días, incluso tú sabes, hasta los fines de semana–.
Billy sin responder se quedó pensando en esto, luego, le dio la razón contestándole: – Es verdad amigo, no me lo había planteado así nunca–.
A lo que agregó –Pero en aquel sitio de la foto… ¿Seguro que allí si te debe sobrar el tiempo no…?–. – ¿Allí?, Jajaja… Siiii, allí seguro que sí…– Repuso Bonny, – ¡Y mucho, tal vez sería una suerte poder encontrarlo!– Replicó casi sin pensarlo. Un silencio prolongado, se abrió entre los dos y repentinamente, un fuertísimo golpe de aire, se hizo sentir por detrás de ellos empujándolos e inyectándoles más inercia, a la velocidad.
Aquellas palabras, contrariamente de quedar en el olvido, o, de haberse ido con el viento, comenzaron a retorcerse como buscando transformarlos, y en el hermetismo en el que se hallaban sumidos, de repente se miraron y Bonny sin razonar con un semblante risueño y al mismo tiempo desafiante, preguntó: – ¿Qué tal si…– Pero Billy sin dejarlo concluir, remató: – ¿Lo vamos a buscar...?–.
—¡¡¡¡¡Siiiii…!!!!!- Respondieron al unísono, gritando de júbilo y alegría: Y sin más conjeturas, hacia aquel paraje perdido, apuntaron sus derroteros.
Aquellas motos con las alforjas de cuero adornadas de tachuelas y dibujos grabados, similar a sus camperas negras que flameaban descubriendo las remeras desteñidas, los pantalones de vaquero cortado suplantaron a los largos en aquella última parada, dejando ver sendos tatuajes en las piernas; Sus botas, aún seguían puestas por precaución al cemento, al igual que sus cascos rebanados, cubriendo el típico pañuelo, sujetador de gran parte de sus mullidas melenas que, también jugueteaban y se permitían enredar, por ese viento, del que sólo podían gozar y disfrutar, en aquella asumida travesía.
Autóctonos personajes como ya todos nos podemos imaginar, de dos motoqueros que protegidos por sus gafas, se marcharon sin dejar nada, al contrario, lo habían ido a buscar todo, en aquella inmensidad del desierto y su aventura solitaria.
¿Conmovidos por lo más profundo de su ser?; O, ¿Influenciados quizás por otros espíritus? ¿Quién sabe? Lo que sí se sabe es que, en un momento de este viaje por esas casualidades, se encontraron en dirección hacia aquel lugar en el que, ya casi nadie solía transitar. ¿Tal vez por lo ocurrido? ¿Tal vez por su mortuoria quietud quizás?
En una parada nocturna junto al fuego que los cobijaba por la noche fría del desierto, pudieron escuchar vagos sonidos melodiosos y perdidos que según la fuerza y el antojo del viento, les hacía percibir. Al principio, esto existió en la ignorancia y la falta de atención, pero qué transcurrido los días, se instaló como parte del paisaje familiarizándose imperceptiblemente, dejándose escuchar cada vez, con más nitidez y claridad, al igual que los cantos de sirena. Esa música, aparecía como en oleadas que se perdían entre las revoluciones de los motores de sus Harley, pero a medida que avanzaban y el viento se las brindaba, podían atender esos sonidos con más sutileza. El tiempo transcurrió sin apuro y sobró un solo dedo, para esperar contar a ningún vehículo, que pudieron haber cruzado en esos días y noches de búsqueda y travesía. Pero urgía el momento de vislumbrar algún signo de civilización, esto era nuevo para ellos, que vivieron en ciudades y además, sus provisiones y el agua junto con el carburante, pronosticaban signos de preocupación por vez primera.
Una mañana después del mediodía, cuando todo se mostraba cotidiano, los sonidos que trajo el viento se transformaron, obteniendo el privilegio de escuchar y disfrutar como esas melodías, se acompasaban rítmicamente con los graves rugidos de sus máquinas; Esta música, los indujo a mirarse atentamente a los ojos de los rostros bronceados por el sol y el viento, cuando sonrientes, vislumbraron un cerro y cerca algo brillante que destellaba sobre la carretera, su titilar sembró la duda de que si eso, no era otra cosa más que un simple espejismo, ¿O era realmente algún objeto luminoso?, a medida que se aproximaban, el brillo cada vez más intenso y en su aparente sitio, obligó a no desechar la idea de una alucinación ¿Pero colectiva?
Lo raro era que, en los breves intervalos en que el destello desaparecía, algo alto y propio de una construcción hecha por el hombre, se dejaba entrever.
Debido a su lejanía y dada su altura, esto correspondería a una torre o algo así.
Al cabo de varios kilómetros más, la intriga comenzó a desvanecerse, las deducciones de ambos, concluyeron que efectivamente junto a eso que no dejaba de titilar, no solamente había algo alto, además, se podía apreciar otra forma oscura y cuadrada, que no llegaba ni a la mitad en altura de aquella torre. Esta, se encontraba a un costado de los destellos, a una distancia prudencial sobre el terreno, presuponiendo sin dejar de estar en dudas, sobre si tal cosa, ¿No sería más que una gran roca?
Mientras el viento, se manifestaba más melodioso, nítido y con persistencia pareja, demostrándoles un augurio en lo más secreto de cada uno y vaticinándoles que allí, algo estaba aguardándolos.
Algo que inesperadamente, los sorprendería y fue entonces que eso cuadrado, no era una gran piedra sino una casa y no con una torre, sino con un molino y que llegar a ese lugar, era lo mejor que les podía suceder, después de días de desierto caluroso y frías noches silenciosas, que disfrutaron y compartieron con las fogatas, el viento y sus motos.
Por consiguiente, el preludio de parar en una casa, así fuese tan solo una noche, alcanzaba para colmarlos de expectativas, debido a la necesidad de abastecimiento por parte de ellos y de sus máquinas, puesto que la gasolina con la que contaban, era la escasa que aún tenían en los tanques y por sobre todas las cosas, no disponían de otra opción. A medida que se acercaban hacia aquel lejano y perdido paraje, rodeados por un lado por el impresionante desierto casi inhabitado, dueño del calor seco y abrumador y por el otro, con el comienzo de una formación montañosa donde la “casualidad o causalidad” los había hecho llegar.
Percibiendo por momentos quietos y al segundo después parpadeantes y muy refulgentes, los reflejos de esa luz procedente de algo que en verdad, se hallaba sobre la carretera misma, su forma imprecisa los confundía por la luminosidad, embrollándolos a que si esto, no sería más que una quimera, de esas que se ven en las rutas, cuando el sol y su calor intenso, producen aquel efecto como de agua sobre el asfalto caliente.
Conforme avanzaban, fuertes ráfagas de viento, arremolinaban y elevaban considerables cantidades de tierra y pelotones de pasto secos, confundiendo e interfiriendo ante ese brillo entrecortado, como si se tratasen de señales que, al mismo tiempo, intentaran ocultarse de su origen. Los bollos arrojados en diferentes direcciones, impregnaban al sitio aquel, gran movimiento y atracción, propagándole vida al lugar, cruzando la carretera y manifestando por supuesto una vez más, quién era el autor de toda esa conmoción y despliegue de actividad violenta, que como obstinadamente, parecería insistir, en ser aceptado incondicionalmente, como parte del paisaje.
A pesar de los kilómetros que sus incansables Harleys se habían devorado, la visión se transmutaba más imprecisa, las turbulentas ráfagas sólidas y estratégicas, demostraban paradójicamente que, en vez de exhibir todo más claro, señalaban lo contrario, impregnando una vez más al sitio, de una misteriosa alteración, que el viento, únicamente allí, había concentrado.
Faltando camino aún, se podía sospechar que lo que producía los reflejos, era algo de formato cuadrado y sobre la pista. Las intermitentes señales que el viento parecía querer ocultar, persistentes se mostraban peleando por su brillo, refractando un sentimiento único de lucha y de poder entre ambos, insistiendo tenazmente, que era sólo en ese lugar, donde ocurría tal bullicio.
Bonny y Billy lo saborearon como un presagio de bienvenida por parte de aquella entidad, que no escatimaba en ofrecer sus espectaculares cualidades y hazañas, a los que se estaban acercando.
Fue en tal momento, que repentinamente una brusca ráfaga de aire, cambió de orientación y se dirigió a estos embistiéndolos con fuerza y de frente. La tierra que golpeó sus gafas y rostros, los obligó impulsivamente en un acto reflejo, a cubrirse con sus antebrazos, al tiempo que un sonido provocado por el viento, se elevó hasta casi escucharlo como un grito sobrehumano, para un segundo más tarde, callar y cesar súbitamente, transformando todo, en un inquietante silencio, donde ese mundo cambió radicalmente y al volver a bajar sus brazos, aquello cuadrado y refulgente sobre la ruta, había desaparecido.
El molino se mostró bastante maltrecho, pero íntegramente de pie, con su casa y el recuerdo de aquella foto y su historia, el viento, comenzó a soplar nuevamente pero sin tierra ni alboroto, mientras sus rostros mostraban una expresión de triunfo ante aquel paraje, que no desapareció ni con el huracán ni con el tiempo. ¡No! La casa y su molino estaban allí adelante, mientras el ritmo de sus motores entremezclados con la música del viento, no permitieron otros sentimientos que, el de haber conquistado aquella inmensidad, sin tener un solo percance y como verdaderos guerreros modernos, con sus caballos de acero de poder y libertad, no fueron doblegados por nada en esa tremenda soledad, logrando llegar triunfantes, al final de la primer batalla que les propuso el destino.
— ¡Aquí estamos!– Gritó Bonny con su puño en alto.
– ¡Siiiii…Uuuuu!–Vocifero Billy con mucha alegría mientras salían de la pista y paraban frente al rancho; Sus risas y el bramido de las Harleys, fueron acompañados por la música del viento y cuando apagaron sus motores, sorpresivamente aquel, dejó de soplar, acallando el entorno sepulcralmente y así el paisaje, se congeló como en aquella foto, en un instante inmortal…!!!
Mientras se desprendían de sus gafas y cascos, la eufórica alegría de sus rostros se desdibujó, cuando: ¡¡¡PLAFF...!!! Un impertinente y fuertísimo impacto de la hoja de una ventana del rancho, golpeó de tal modo extraño contra su marco de tablas, delatando al viento que, con su intrépida racha de aire, manifestó la bienvenida ofreciendo luego su música. Bonny y Billy se miraron descubriendo signos de admiración, tal vez por la comparativa que en tantos días y noches, no habían experimentado sorpresa alguna y por vez primera, dejaron oír palabras de alerta y hasta de precaución ante tal recibimiento.
Se movieron lentamente escrutando todo alrededor y quebrando esa quietud en voz muy alta, Billy exclamó: – ¡¡¡Bonito día!!! ¿Verdad?–.
–¡¡¡Excelente…!!!– Contestó Bonny en el mismo tono. Aquella intención de ser escuchados, no fue correspondida, solo la euforia del viento, era lo único notorio, intrigados y con cautela, se dirigieron hacia la puerta cerrada junto a la ventana con su hoja casi abierta, echaron un vistazo y sorprendidos, corroboraron que el salón no era más que el antiguo bar.
Billy se apoyó en la puerta empujándola y con poca resistencia, cedió el paso.
El solo hecho de contemplar en su interior, el estado de abandono polvoriento y olvidado, que el sitio aquel impregnó en sus esperanzas, los cubrió de desaliento y desconcierto con un sabor amargo, en su carta de presentación.
Ante tal embargo, Billy vociferó con fuerza una vez más:
–¡¡¡Holaaa…!!!– Imaginando aún, que alguien quizás muy viejo, ante aquella tremenda soledad, se hallara probablemente durmiendo o descansando. Pero ese saludo también se esfumó en el tiempo; Billy, siguió en su incursión y al arrimarse al mostrador preguntó otra vez:
– ¿Hay alguien aquí...?– Y automáticamente se respondió: ¡Sí! Mientras miró a Bonny que permanecía junto a la puerta y concluyó:–¡Y está en alguna parte…!– Bonny lo observó extrañado mientras Billy se desplazaba a la par de la barra polvorosa, tocó una taza de café y tras agachar su cabeza y casi meter la nariz dentro de ella, repuso:– ¡Aún está tibia...!
A lo que su amigo contestó: – ¡Tal vez se haya escondido o capaz fue por algún arma...!– Pero Billy, a pesar de que intuyó que aquel había dicho eso por nerviosismo y por la incómoda situación reinante, le preguntó entre risas; -¿A buscar un arma?
¿A esconderse de quien, de nosotros? ¿Qué te pasa Bonny?
Mejor vayamos a echar una ojeada por allí, en algún sitio lo encontraremos– Y prosiguió: – Además en esta soledad, es normal que puedas tener miedo– Concluyó.
Entonces el viento, varió su curso y la hoja de la ventana, esforzándose por no dejarse vencer, se doblegó hacia el otro lado ante aquella prolongada ráfaga, haciéndola crujir en sus bisagras, asemejando un sonido, como el de una carcajada oxidada y burlona. La situación por consiguiente, se tornó aún, más tensa e intrigante y saliendo del salón, se encaminaron rodeando la casa, repitiendo los saludos, vociferando y ya golpeteando las tablas del rancho. Empujaron otra puerta que se hallaba a continuación junto a otra ventana que permanecía bien cerrada y tras un seco golpe, se abrió sin más, destrabándose de su aprisionador marco, tras la cual, se resguardaba un pequeño dormitorio, en similar estado del salón.
Entraron y cruzaron el cuarto, alcanzando otro dormitorio contiguo y entre ambos, un pequeño bañito, tras abrir otra puerta, volvieron al salón, lo atravesaron y reanudaron por el exterior, en la búsqueda de algún alma, por el otro lado de la casa, y así cubriendo el perímetro por detrás de esta, otra puerta grande de un trastero, ocultaba algunas herramientas y objetos diversos.
Más allá, tal vez a unos 30 metros, había herrumbrados diferentes cascajos chocados de autos viejos y chatarra abandonada, juntos a un notorio camión cisterna con una escritura en sus puertas que se podía leer con las siglas R. E. C (Route Electricity Companies), (Empresas de Electricidad de Rutas).
Hacía calor, el sonsonete del viento de tanto en tanto, ejecutaba sus notas y para aplacar un poco la intriga, resolvieron regresar al bar con la idea de revolver, para ver qué les podía servir de aquel sitio abandonado.
Pero para sus sorpresas, la heladera situada detrás de la barra, aún conservaba las bebidas algo frescas, entre ellas, la elegida por unanimidad. ¡Las cervezas! Además, había cigarrillos y una gran variedad de latas de comida y galletas, y hasta pastas secas, en fin, abundantes comestibles y aptos para el consumo; El estupor por la ausencia del dueño seguía latente, pero, – ¿Y la tasa de café?–. Para esos instantes, algo más relajados, vieron sobre el mostrador ya que se encontraba sin polvo además, una notoria y pequeña calabacita alargada con una especie de tapón que batiéndola, dejó oír que guardaba algunos objetos o semillas; Pero sin desfallecer en la conclusión de que alguien tal vez volviese más tarde, tomaron unas cervezas y se encaminaron hacia la carretera, restando importancia a todo y en el medio de la pista solitaria, las abrieron y después de beberlas casi de un solo trago, extendieron sus brazos al cielo gritando con éxtasis, cuando en ese preciso instante, el viento resopló con mucha más fuerza y sus notas se elevaron hasta confundir aquellos aullidos, que con tanto frenesí y estupor, ofrecieron sin saberlo, hacia aquella inmensidad.
Al cabo de un brevísimo tiempo, el viento desapareció, prevaleciendo su incursión, solo lo que duraron aquellos gritos. Las miradas desconcertantes por un lado y de sojuzgamientos positivos por otro, dejaban como resumen, risas ante estas situaciones.
El regreso hacia la casa fue para cobijar de la tierra y resguardar a sus queridísimas compañeras de ruta. ¡Pero…! ¡Algo no encajaba exactamente en todo eso!
Fue entonces, cuando muy entrada la tarde y ya sin sol, debido además a la sombra que el macizo proyecta a esas horas sobre la casa que, el bar cobró vida, impensadamente, algunas lámparas y la radio se encendieron de imprevisto y casi se les vuela la cabeza, cuando causalmente, empezaron a escuchar tal como en aquella noche de lluvia y de acuerdos, Escalera al cielo de Led Zeppelin, estampando en sus rostros, expresiones de asombro e incongruencia por esa casualidad.
Sumado a los hechos anteriores, dejaron por sentado que, el familiarizarse con sorpresivos acontecimientos, aparentaban conformar los sucesos cotidianos, que por lo visto, todos parecían fuera de lo normal.
Bonny y Billy, estaban allí no solamente por sus espíritus aventureros, sino que tal vez, por algo más incomprensible, como lo habían estado los antiquísimos indios, los obreros desaparecidos y hasta el ausente cantinero. Estos fueron el tema de esa noche al pie de una nueva fogata a las puertas de aquel bar, con cervezas frescas, camas a su disposiciones que no optaron usar por precaución, una vieja radio como única parlante, un bar aprovisionado y olvidado, aquella interminable carretera, el tan bienvenido suministro eléctrico que regalaba su luz entre tanta oscuridad y él nunca callado viento con su música, el cual además, no podían ignorar, en ese sitio perenne y demoledor para cualquier alma, que no poseyera algo de aventurera o fuese predestinada a participar, en esos incomparables momentos de los que saborearon, “percibir”, como si todo perteneciera a otro tiempo.
El silencio entre sus coloquios, era rellenado por silbidos del viento con rachas intrépidas que hacían notar su sonoridad, la que tal vez preguntaría o respondería a todo aquello, como lo había hecho desde antaño, con las inexistentes tribus del presente.
