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Cómo escribir desde el reverso de la Historia, queriendo escapar de las cárceles poéticas establecidas, rompiéndolas para ensancharlas, negándolas para desarrollarlas, abriendo sus coordenadas para desclasificarlas; cómo desde los espacios geográficos instituidos desde antes de haber nacido, son las preguntas que genera la escritura de estos poemas y la interrogante que permanece abierta al interior de su obra. [...] El bibliotecario del infierno puede entenderse como una edificación en la nada que se erige y hace fuerte en lo invisible, en el vacío con que la sombra de la desarticulada razón del poeta necesita penetrar al interior del delirio que dirige sus pasos hacia el más allá, queriendo internarlo en lo imposible, para descifrarlo; un canto a 3 la más rotunda y absoluta negación de lo posible y la luz que impide mirar directo a las cosas como son.
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Seitenzahl: 66
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Título:
El bibliotecario
del infierno
Luis Marimón
Todos los derechos reservados
© Herederos de Luis Marimón, 2021
© Sobre la presente edición:
Editorial Letras Cubanas, 2021
ISBN: 9789591024572
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Tomado del libro impreso en 2020 - Edición y corrección: Leymen Pérez / Dirección artística: Suney Noriega Ruiz / Ilustración de cubierta: Carlos Miguel Oliva / Emplane: Aymara Riverán Cuervo
E-Book -Edición y corrección: Mario Brito Fuentes
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Autor
LUIS MARIMÓN TÁPANES (La Habana, Cuba, 1951-Las Vegas, Estados Unidos, 1995). Poeta y pintor de formación autodidacta, en su azarosa vida fue actor, asesor de talleres literarios, celador de la Ermita de Monserrate, bodeguero, artesano, mecacopista, anticuario, profesor de dibujo… Reacio a publicaciones, a instancias de sus amigos, publicó solo dos libros de poesía: La decisión de Ulises, 1988 y El bibliotecario del infierno, 1992, ambos por Ediciones Matanzas. Buena parte de su prolífica obra se encuentra aún inédita. Después de su muerte han aparecido selecciones de su obra como Cronología del vértigo y el naufragio (Ediciones Unión, Cuba, 2006); Antología (La Pereza Ediciones, Estados Unidos, 2014 y 2020); Herencia de la soledad (Ediciones Matanzas, Cuba, 2005) y su último poemario escrito, Shalom Sabbat (Ediciones Aldabón, Cuba, 2015). Luis Marimón ha devenido poeta de culto para casi todo el que lo lee.
Cómo escribir desde el reverso de la Historia, queriendo escapar de las cárceles poéticas establecidas, rompiéndolas para ensancharlas, negándolas para desarrollarlas, abriendo sus coordenadas para desclasificarlas; cómo desde los espacios geográficos instituidos desde antes de haber nacido, son las preguntas que genera la escritura de estos poemas y la interrogante que permanece abierta al interior de su obra. […] El bibliotecario del infierno puede entenderse como una edificación en la nada que se erige y hace fuerte en lo invisible, en el vacío con que la sombra de la desarticulada razón del poeta necesita penetrar al interior del delirio que dirige sus pasos hacia el más allá, queriendo internarlo en lo imposible, para descifrarlo; un canto a la más rotunda y absoluta negación de lo posible y la luz que impide mirar directo a las cosas como son.
DERBYS H. DOMÍNGUEZ FRAGELA
Exergo
Antes de mí no hubo jamás crianza,
sino lo eterno; yo por siempre duro:
¡Oh, los que entráis, dejad toda esperanza!
Dante
Hodie apud inferos fortasse cenabimus.
G. Boccaccio
Yo solo estoy aquí.
Yo solo poseo estos huesos:
ellos son el bastión de mi alma,
la base misteriosa de esta biblioteca.
Ellos necesitan escuchar mis pasos,
yo, traducir su silencio.
La ruta imposible
I
Bastaron veintinueve poemas, que suman aproximadamente sesenta cuartillas, para que Luis Marimón, en persona, descendiera al infierno. Él mismo, como un actor que cumple los rituales que le permitirán representar al bibliotecario de semejante sitio, encarnando en sus peculiaridades como pueden ser el amor al conocimiento y la sabiduría, se convierte en copia de la noche infinita que es el mundo, último día de la humanidad en que, desde siempre, (como un castigo), agoniza la especie humana. Quiere desaparecer en esa ambigua y quemante luz, doble irradiación de sentidos que sin duda forma parte de los privilegios de la razón, y alcanzar un grado de invisibilidad que le permita ser infierno, diablo, bibliotecario y cronista al mismo tiempo. Su ser de poeta, la realidad del mismo, se evapora, anula su lirismo ancestral en la representación que es capaz de ofrecernos, amparado en las palabras con que escribe, su uso y el significado que les otorga, de ese bibliotecario que custodia los libros de aquel ser despreciable a quien la religión nombra de múltiples maneras, como Pedro Botero o Belcebú, por ejemplo, y que fuese expulsado del Paraíso, desde los orígenes del mundo, por desafiar a Dios.
Encarnando en estos cuatro roles que cumple Marimón, apoyándose en la falsa identidad de un bibliotecario, no solo desciende a las catacumbas del averno, sino que nos lo hace creíble al describir sus espacios; lo duplica en cada poema escrito y a la vez niega el modelo de infierno tradicional para crear su infierno personal. Este, contrariamente a lo que nos han mostrado religiones, biblias, doctrinas, escuelas, fundamentos, o a lo que creíamos, aquí es una biblioteca.
La religión católica lo concibió como un fuego eterno en el que arderán los pecadores después de muertos. Dante, a quien debemos la imagen más poderosa del mismo, también lo concibió de fuego y en círculos. Marimón, además de imaginarlo como un sitio lleno de libros que alguien ordena y desordena —en este caso él mismo convertido en bibliotecario— para que Lucifer lea, se instruya o simplemente se entretenga, es un sitio desprovisto de fuego, elemento protagonista de los anteriores. En el infierno de Marimón es cambiado por libros y desaparece en la efervescencia del conocimiento.
El bibliotecario del infierno, merecedor del premio de poesía José Jacinto Milanés en 1991 y publicado al año siguiente por Ediciones Matanzas, es el segundo libro de poemas que publicara Luis Marimón (La Habana, Cuba, 1951 - Las Vegas, Estados Unidos, 1995), quien además de haber pasado a la posteridad como enfant terrible de la literatura matancera, poeta maldito, iconoclasta, rebelde e incomprendido, continúa siendo, veinticinco años después de su muerte, un poeta desconocido. En estas páginas, además de concentrarse en lo que será una obsesión cada vez más acuciante: su identidad poética, se somete a un esfuerzo desmedido por diferenciarse lo más posible de los otros, erigiéndose en un extraño símbolo que desea emparentar lo humano con aquello de lo que fue separado y puede considerarse inhumano, un rompedor de dogmas establecidos, un héroe de la libertad que nos ha legado una de las obras poéticas más sorprendentes de la literatura escrita en Cuba a finales del siglo xx, en este caso desde la ciudad de Matanzas.
Si comenzamos por el origen de lo que dentro de la historia de la literatura cubana se considera poesía matancera —pensando a Matanzas como espacio cultural, no geográfico—, son: Juan Francisco Manzano, José María Heredia, José Jacinto Milanés y Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, quienes ocupan el centro de la que allí fue escrita durante el siglo xix; mientras que en el xx le correspondió a Bonifacio Byrne, Agustín Acosta, Digdora Alonso y Carilda Oliver Labra, entre algunos otros, ocupar ese espacio. Estos poetas, como astros fijos, dioses de la palabra o decretos, fueron definiendo, junto a otros artistas, desde el lirismo consustancial a ellos y a la obra que nos legaron, eso que se ha dado en llamar matanceridad.
Luis Marimón no pertenece a esa familia de poetas que escribe respetando estrictamente indicaciones gramaticales y cumpliendo con los esquemas conceptuales que han encerrado a la poesía en los barrotes de la Historia. O a esa estirpe que necesita hacerlo bien, sin crítica ni autocritica, sin cuestionar el acto de escribir, organizando sus vidas de ciudadanos ejemplares en relación con la sociedad en que viven y sus principios, en función de ese concepto llamado Bien