El caballo de miura - Guillermo García Palma - E-Book

El caballo de miura E-Book

Guillermo García Palma

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La historia de los caballos Miura, una ganadería más conocida por los toros, es también la historia del caballo español. Una raza con más de 500 años, creada por Felipe II, que ha influido en la formación de todas las razas equinas mundiales de montura y catalogada como la mejor por los grandes maestros europeos de la equitación.

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Guillermo García Palma (Cazorla, 1972). Apasionado desde pequeño por los animales y el campo, aprendió a montar a caballo gracias a Inger Hallberg y a José Luís Martínez, amigo de su familia e hijo de Manuel Martínez Boloix, cuya ganadería estimula su interés por aprender sobre el caballo español desde niño. Hoy compagina su profesión como veterinario clínico equino, integrado en el equipo VETEQUIN, con una continua formación y actividad ecuestre (es jinete amateur hasta nivel Gran Premio) e hipológica, con experiencia internacional con prácticamente todas las razas de caballos de silla ligera. Ha publicado y disertado como investigador sobre biomecánica equina, divulgación hipológica o proyectos de cría. Como curiosidad, descubrió a «Fuego de Cárdenas», PRE con uno de los mayores palmareses deportivos de todos los tiempos cuando era potro.

 

 

La historia de los caballos Miura, una ganadería más conocida por los toros, es también la historia del caballo español. Una raza con más de 500 años, creada por Felipe II, que ha influido en la formación de todas las razas equinas mundiales de montura y catalogada como la mejor por los grandes maestros europeos de la equitación.

En este libro viajaremos doscientos años atrás para comprender las causas y la manera en que se produjo la restauración del caballo español; cómo el pensamiento hipológico moderno, influido por autores como el conde de Buffon, está en el origen de la zootecnia como ciencia; y la creación de la Yeguada Militar de Córdoba en 1893, ligada a los primeros sementales Miura como «Gallinero», «Contador» o «Voluntario».

Conoceremos –y se desvelará– el misterio oculto por más de cien años de los orígenes de «Bilbaíno», pilar del PRE en la Yeguada Militar moderna. Veremos como ganaderos portugueses como Palha o Ruy de Andrade se basaron en esta ganadería para comenzar a criar los caballos que más tarde se convertirían en el Pura Sangre Lusitano y trazaremos el origen de las principales lineas maternas de yeguas madres de la raza, entre otra información inédita y fundamental para entender el origen del caballo PRE.

 

Título original: El caballo de Miura

Y la verdadera historia del caballo de pura raza española

Primera edición: Noviembre 2021

© 2021 Editorial Kolima, Madrid

www.editorialkolima.com

Autor: Guillermo García Palma

Dirección editorial: Marta Prieto Asirón

Maquetación de cubierta: Sergio Santos

Maquetación: Carolina Hernández Alarcón

Foto de portada: «Chulito III» (por «Péndulo IV» y «Chulita»). retrato de Azahara Pérez Falcón

Fotografías: Familia Miura, Ministerio de Defensa, Cría Caballar, Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, Rafael Lemos Santos, Juan Antonio Caro, Azahara Pérez Falcón, Lily Forado, Ignacio Bravo García, Lourdes Ariza, Familia Ruiz-Romero, Juan Francisco López-Ayala Valverde, El autor.

ISBN: 978-84-18811-40-1

Producción del ePub: booqlab

No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares de propiedad intelectual.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).

ÍNDICE

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

PARTE I. INICIOS HASTA LOS PRIMEROS ANTONIO Y EDUARDO MIURA (1842-1917)

ANTECEDENTES DE LA CRÍA CABALLAR RECIENTE EN ESPAÑA JUSTO ANTES DEL SIGLO XIX. DECADENCIA Y RESTAURACIÓN DE LOS CABALLOS ESPAÑOLES. PRINCIPIOS DE HIPOLOGÍA MODERNA

PEDRO PABLO POMAR Y TUDELA DE LANUZA

FRANCISCO DE LA IGLESIA Y DARRACQ

OTRAS OBRAS DEL PANORAMA HIPOLÓGICO DEL SIGLO XIX EN ESPAÑA

LA HISTORIA DESDE LA «CASTA DE ARANJUEZ» Y SU DECADENCIA HASTA LA PRIMERA IMPORTACIÓN ORIENTAL DE GLIOCHO

PRIMERAS REFERENCIAS A MIURA COMO CRIADOR DE CABALLOS EN EL TRABAJO DE COTARELO Y GARASTAZU

LA FERIA DE SEVILLA Y LAS COMPRAS DEL EJÉRCITO A LOS GANADEROS

PRIMERAS PISTAS SOBRE LOS INICIOS DEL GANADO CABALLAR EN MIURA

LOS ÁRABES DE LA REINA ISABEL II EN 1850 Y LOS QUE SERÍAN LOS «CARTUJANO-ROMANITOS» DE DOMECQ

MIURA. JUAN MANUEL MIURA RODRÍGUEZ Y JOSEFA FERNÁNDEZ GARCÍA. LOS INICIOS DE LA GANADERÍA

ANTONIO MIURA FERNÁNDEZ, TITULAR DEL HIERRO ENTRE 1863 Y 1893

VERAGUA Y MIURA

VICENTE ROMERO GARCÍA, EL «AGLUTINADOR» DE LOS ZAPATA. CONSIDERACIONES SOBRE LAS LÍNEAS CONOCIDAS COMO «CARTUJANAS» Y SU RELACIÓN CON MIURA

PRIMEROS REGISTROS COMO CRIADORES DE GANADO CABALLAR EN LIBROS DE LA GANADERÍA MIURA. DE LA COMPRA-VENTA PARA USARLOS A LA FUNDACIÓN DE LA YEGUADA DE BASE MATERNA ESPAÑOLA-ANDALUZA

PRIMEROS SEMENTALES ESPAÑOLES DE LA YEGUADA EN TIEMPOS DE EDUARDO MIURA. LA INFLUENCIA ZAPATERO-CARTUJANA A TRAVÉS DE CALERO Y VICENTE ROMERO GARCÍA

EDUARDO MIURA FERNÁNDEZ (1852-1917) «EN EL LUGAR Y EL SITIO ADECUADOS». LA GANADERÍA DESDE 1893 HASTA 1917. EL NUEVO CABALLO DE PURA RAZA ESPAÑOL

EL CABALLO DE MIURA PASA DEL XIX AL XX. EJEMPLARES DESTACABLES NACIDOS EN ESTA ÉPOCA

LA YEGUADA MILITAR DE MORATALLA-CÓRDOBA (1893).LA EXPEDICIONES A ORIENTE, POLONIA Y RUSIA (1904-1906)Y EL PRIMER LIBRO O «STUD-BOOK» DEL PURA RAZA ESPAÑOLA (1912)

PRIMERAS REMODELACIONES Y NUEVAS ADQUISICIONES TRAS LAS INICIALES. LOS PRIMEROS MIURA COMO SEMENTALES DEL ESTADO Y EN LA YEGUADA MILITAR

LA GENERACIÓN OLVIDADA DE LOS «HÉROES DE LA HIPOLOGÍA ESPAÑOLA»

EN BUSCA DEL CABALLO ÁRABE... Y PROBABLEMENTE EL ESPAÑOL

LA COMISIÓN DE COMPRA DE CRÍA CABALLAR CONSULTA A LOS GANADEROS. LA CREACIÓN EN 1912 DEL PRIMER LIBRO «STUDBOOK» DEL PURA RAZA ESPAÑOL

EL HIERRO DE CALCAÑO O DE LA BALANZA

RAZAS CABALLARES EN FORMACIÓN A PRINCIPIOS DEL XX. EL CABALLO HACKNEY Y EL ORLOFF-ROPSTOCHIN. LOS TEXTOS DE PEDRO MOYANO

COSTUMBRISMO Y EVOLUCIÓN DE LOS CONCURSOS HÍPICOS

ÚLTIMOS AÑOS DE EDUARDO MIURA EPÍLOGO A LA PRIMERA GENERACIÓN DE MIURAS

PARTE II. LOS HERMANOS JOSÉ Y ANTONIO MIURA Y EL CABALLO ESPAÑOL DE TIPO ORIENTAL (1917-1966)

LA SELECCIÓN CABALLAR INTERNA EN ÉPOCA DE LOS HERMANOS JOSÉ Y ANTONIO MIURA HONTORIA. UNA VISIÓN HIPOLÓGICA Y ECUESTRE

LA CRÍA DE PURA RAZA ESPAÑOLA EN MIURA EN LOS AÑOS 20. LOS SEMENTALES CON LOS QUE CONTINUARÍAN LOS HERMANOS MIURA HONTORIA EN SU PRIMERA FASE

LOS PRIMEROS CRUZADOS «DIFERENCIADOS COMO TALES» EN LIBROS DE LA YEGUADA. PRIMEROS SEMENTALES NO PURA RAZA ESPAÑOLA PARA OBTENER CRUZADOS

BREVE RESUMEN DE LA TEORÍA DEL ALOIDISMO. CLASIFICAR LAS RAZAS POR «PERFILES». ORIGEN Y POR QUÉ SE IMPLANTA EN ESPAÑA

ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LAS BASES HISTÓRICAS Y TEÓRICAS PARA LA OBTENCIÓN DE LA MEJORA BUSCADA POR CRÍA CABALLAR EN EL PURA RAZA ESPAÑOL. OBJETIVOS DE LOS «EXPERIMENTOS DE MORATALLA» E IMPLICACIÓN DE MIURA

UNA NUEVA VISIÓN SOBRE LA IMPORTACIÓN DE CABALLOS ORIENTALES EN 1905. «EN BUSCA DEL CABALLO ÁRABE… PARA RECONSTRUIR EL CABALLO ESPAÑOL».LA APORTACIÓN DE MIURA CON «BILBAÍNO» A LOS PLANES DE CRÍA CABALLAR PARA LA PURA RAZA ESPAÑOLA

«BILBAÍNO» DE MIURA, EL CABALLO ELEGIDO POR CRÍA CABALLAR EN LA DÉCADA DE 1920 PARA SER EL PADRE DE LA RAZA MODERNA

LA GRAN IMPORTANCIA DE «BILBAÍNO» DE MIURA EN EL «PRE» ACTUAL

LOS HIJOS DE «BILBAÍNO» DE MIURA CON LOS QUE SE CONSTRUYÓ LA YEGUADA MILITAR MODERNA:«BILBAÍNO II» (1932) Y «LEBRERO» (1934)

LA «MEMORIA SOBRE LA RAZA DE CABALLO MÁS APROPIADA PARA LA REGIÓN ANDALUZA, INDICANDO LA CLASE DE CRUZA PARA SU MEJORAMIENTO», POR EL TENIENTE CORONEL VÁZQUEZ Y SÁNCHEZ Y EL FOMENTO DEL TIPO ORIENTAL

CONSIDERACIONES SOBRE EL CABALLO ESPAÑOL, CARTA DE ANTONIO MIURA HONTORIA

CONTINÚA EN LOS AÑOS 30 EL FOMENTO DE LA CRÍA CABALLAR Y LOS CERTÁMENES DE TRABAJOS SOBRE HIPOLOGÍA

CONTINUACIÓN DE LOS SEMENTALES PRE MIURA DE LOS AÑOS 30 Y 40

PUBLICACIONES DE LA ÉPOCA SOBRE EL CABALLO ESPAÑOL DONDE ES MENCIONADA LA YEGUADA MIURA

PARTE III. LA ÉPOCA DE EDUARDO MIURA FERNÁNDEZ II (1966-1996)

LA MODA DEL «PURISMO» Y LA PROHIBICIÓN DE LA CAPA ALAZANA

LA CALIDAD Y NO LA CANTIDAD DE LAS MADRES. CINCO YEGUAS MIURA ERAN TODA LA YEGUADA EN 1970

SEMENTALES INICIALES DE EDUARDO II. «PARTIDOR IV», EL ÚLTIMO SEMENTAL DE LOS HERMANOS MIURA-HONTORIA

«CRIPTOGENEALOGÍA» DEL PRE, ALGUNAS PARTICULARIDADES

MIURA Y LA YEGUADA MILITAR VIEJOS AMIGOS Y NUEVOS SEMENTALES

«LEBRIJANO III»

«GEMELO II»

SEMENTALES USADOS PARA REFRESCAR QUE NO ERAN YEGUADA MILITAR

LA HISTORIA SE VUELVE A REPETIR DE NUEVO. SEMENTALES CRIADOS POR MIURA ENTRE LOS MÁS IMPORTANTES PRODUCTORES DE CABALLOS DE DOMA CLÁSICA DE LA HISTORIA MODERNA DEL «PRE»

LA SAGA DE LOS «PANADEROS»

«PANADERO VII», 1974, POR «GEMELO II». ETAPA INICIAL EN MIURA

ETAPA DE «PANADERO VII» EN VIENA CON MERCEDES GONZÁLEZ CORT

«PANADERO VII» VUELVE A ESPAÑA

«PANADERO VII» COMO SEMENTAL EN SEÑORÍO DE BARIAIN (1986-1991)

«PANADERO VIII»

OTROS «PANADEROS» DE MENOS REPERCUSIÓN

«PANADERO XIV», 1986, POR «LEBRIJANO III», FUE EL ÚLTIMO «PANADERO» IMPORTANTE COMO SEMENTAL EN CUBRIR EN ZAHARICHE Y FUE UN REPRODUCTOR CUALIFICADO

«DESTINADA XX» Y LAS YEGUAS MONTADAS EN MIURA.

PARTE IV. 1996-2020 EDUARDO MIURA (III Y IV) Y ANTONIO MIURA (III). LA YEGUADA ACTUAL TRAS 178 AÑOS

¿CÓMO SE PERCIBE HOY DÍA EN GENERAL EL CABALLO DE MIURA?

LOS SEMENTALES DE LOS ÚLTIMOS VEINTE AÑOS

LA SAGA DE LOS «CHULITOS»

RESUMEN DE LAS YEGUAS MADRES SEGÚN LÍNEAS MATERNAS EN LA YEGUADA ACTUAL Y SUS PRODUCTOS (2019)

ACABA ESTE VIAJE... PERO EL CAMINO SIGUE

ANEXO 1. YEGUAS ACTUALES DE MIURA

ANEXO 2. LA POLIVALENCIA DE LOS MIURAACTUALES EN IMÁGENES

CRÉDITOS Y AGRADECIMIENTOS

BIBLIOGRAFÍA

PRÓLOGO

Cuando conocimos a Guillermo, no pensábamos que se estuviera creando una gran amistad y que tuviéramos un punto en común, la afición al caballo.

Todavía recuerdo la primera vez que vino a Zahariche para comprar un potro, el trato se hizo rápidamente, pero lo que me sorprendió es como conocía nuestra ganadería.

Cuando me reuní con Eduardo, mi hermano, le dije que Guillermo se llevaba el caballo y que conocía la ganadería mejor que nosotros y me dio datos que hasta nosotros desconocíamos.

Es verdad que la ganadería de bravo es la que nos ocupaba mas tiempo pero a raíz de conocer a Guillermo empezamos a mirar con mas detenimiento la ganadería caballar y vimos como salieron sementales que tuvieron una gran influencia en la cría y evolución del caballo español.

A nosotros siempre nos ha preocupado mucho la funcionalidad del caballo español, debido al uso que le dedicamos de trabajo con ganado bravo y sobre esa funcionalidad, buscamos la mejor morfología y belleza.

Le agradecemos a Guillermo que eligiera nuestra ganadería para su libro sobre la Historia del Caballo Español y estamos seguros que los lectores y aficionados al caballo apreciaran el gran trabajo realizado.

Antonio Miura Martínez, Eduardo Miura Martínez y

Eduardo Miura Fanjul

INTRODUCCIÓN

¿Por qué hablar de Miura? Tal vez sea porque es una de las ganaderías caballares «fundacionales». Sus ciento setenta y cinco años de antigüedad y su presencia mayoritaria en el fondo de las genealogías de casi todos los caballos que hoy día forman la «pura raza española» (dato que no todos los aficionados, o incluso profesionales, del caballo conocen) dan un aval indiscutible a estos caballos, que siempre han estado a la sombra de la fama de los toros de la mítica ganadería andaluza y española por antonomasia.

Pero no es solo por eso… Cuanto más se adentra uno en los misterios y entresijos de esta casa, cuanto más se repara en detalles aparentemente sin significación pero que constituyen auténticas señales para quien sepa verlas y encajarlas, más crece la sensación de la magnitud de lo que encierra Miura sobre la auténtica historia ganadera de España en la vertiente hipológica y de cría caballar, arraigada en nuestra península desde la mayor revolución de la historia de la humanidad: la revolución neolítica, donde florecieron la agricultura y la ganadería, y con ello la cría y domesticación de animales, destacando entre ellos el caballo, emblema y tótem de los pueblos ibéricos junto al toro, y cuya cría ha estado ligada al desarrollo de la humanidad desde el principio colaborando con él en todos sus logros.

A pesar de su importancia usan un hierro (la famosa «A» con asas) que ni siquiera contiene las iniciales de los ganaderos, no habiendo modificado el que les venía del propietario (Antonio Carica) de una punta de vacas mansas que compraron antes de 1842. Pocos años más tarde, cuando Antonio Miura hizo la primera selección rigurosa de ganado bravo y sus toros y caballos comenzaban a ser conocidos, él quiso mantener ese modesto hierro del primer ganado de cualquier tipo que adquirió tras tomar la decisión de dedicarse al campo. Destacan por detalles como permanecer aún hoy día nombrando a sus caballos y yeguas con antiguos nombres de plantas o pájaros (que suelen repetir con los años y comparten también los toros), con esa austeridad utilitaria campera y sin colocar prefijos o sufijos tan de moda hoy día para darle un «apellido» de marketing o relumbrón al caballo. Miura sigue usando el número romano que le asignaban en Cría Caballar por orden a cada caballo con nombre repetido y que hoy día también asigna la oficina del Libro Genealógico que expide la documentación oficial de cada caballo; el que les toca. La aceptación es parte del aprendizaje vital y de la creación personal de la casa Miura.

Miura es una falta absoluta de ego y una dedicación absoluta al hecho nuclear de ser criador, el entendimiento íntegro del animal y de la naturaleza, la interacción diaria con estos elementos; ganaderos que son jinetes en todas las generaciones desde el principio hasta hoy, la cría, conservación y mejora de unos tipos antiguos, unas formas tradicionales y una raíz cultural. Es una de las lecciones sin palabras más sólidas que uno puede encontrar en las ganaderías de nuestro viejo país ganadero. Esa sencillez les confiere esa solidez, esa falta de personalismo o ego, esa naturalidad y entidad únicas. Esa constancia en el tiempo, dedicación diaria a percibir y escuchar a los animales y al campo, a las estaciones, a los nacimientos y muertes, les aporta una sabiduría serena. Ellos han mantenido con un gran sentido auto-asumido de la responsabilidad admirable el caudal genético, la cultura andaluza del caballo, los tipos originales de la antigua raza andaluza y el actual caballo de «pura raza española» derivado de la reconstrucción y mejora de esta. Y todo en la misma familia, que comenzó en 1842 con la ilusión de un hombre que fabricaba y vendía sombreros en Sevilla, unido a su hijo, que un día sintió esa afición imparable por la ganadería y el campo, dándole su apoyo y participando con él en su nueva actividad. Y cada día, hasta el de hoy, ciento setenta y cinco años después, sus descendientes en sexta generación aún siguen criando –y esto es importante–, montando cada día, estos peculiares caballos de Miura, auténticos pilares de lo que hoy conocemos como el caballo de Pura Raza Español, como protagonistas de su mejora y recuperación.

A principios del siglo XX, cuando se instituyó su primer libro registro o «Studbook» como raza moderna que es en la actualidad, y a lo largo de toda esta andadura, sus descendientes han llegado a lo más alto de la hípica deportiva internacional, tanto en España como en Portugal, como leeremos más adelante. También intentaré llevar a los lectores a esa historia vecina que va de reata con los caballos de Miura, y que es la propia historia del caballo Pura Raza Español tal y como lo conocemos hoy. Esa historia tiene muchísimo que contar, aunque poco se haya contado, sobre todo desde mediados del siglo XIX hasta hoy, a pesar de que la gran mayoría de autores han centrado sus raíces en la época del Imperio español de los Austrias, pasando casi de puntillas por los hechos que acontecieron en época más reciente, que son de tal trascendencia e importancia que se puede hablar de una auténtica refundación del caballo español que, como está documentado, había entrado en una casi total dinámica de extinción y decadencia a principios del siglo XIX como consecuencia de la crisis de la cría caballar, los cruzamientos en caballería con caballos normandos y otros de tipología antagónica a nuestro caballo y la Guerra de la Independencia contra la Francia napoleónica. La creación de la Yeguada Militar de Córdoba en Hornachuelos en 1893, a poca distancia geográfica de las fincas de Miura (Lora del Río) y otros ganaderos de la época, y la implicación de la familia Miura en la primera comisión del «Studbook» que pretendía recuperar el caballo de «pura raza española», así como su relación con los dirigentes de la Yeguada Militar y el organismo de Cría Caballar (dependiente del Ministerio de la Guerra en su inicio), derivaron en unos acontecimientos que hasta ahora han permanecido ocultos y son de capital importancia en la historia de nuestro caballo y en los que Miura ha sido uno de los protagonistas por varias razones. Ya se sabe que en España algunas veces se tiende –como indica ese refrán castellano de «…Unos llevan la fama y otros cardan la lana…»– a no reconocer la importancia de los logros y el trabajo de determinadas personas que han trabajado en primera línea del frente, siendo héroes en las parcelas a las que dedicaron su vida.

Aquí también se hablará además de los caballos que crió la familia Miura, de algunas personas a las que el caballo español les debe muchísimo, como a los miembros de la comisión a los que en 1905 Cría Caballar encargó la adquisición de ejemplares para mejorar nuestros caballos, destacando entre ellos el capitán Luis Azpeitia de Moros, quien nos dejó escrita la mejor crónica de la aventura hipológica en la que se embarcaron, afrontando peligros y aventuras, y en la que cumplieron la misión encomendada, y aunque su obra es bien conocida y reconocida por los amantes a nivel mundial del Pura Raza Árabe (en especial las líneas «Pure Spanish» criadas en España y que fueron exportadas a Estados Unidos alcanzando relevancia global), es ignorada en el ámbito del Pura Raza Español. Como más adelante leeremos, tenemos con ellos una gran deuda todos los amantes de este caballo único, símbolo de España y de nobleza, inteligencia, belleza y facilidad sin igual en el mundo.

Vamos a entrar en un viaje en el tiempo donde conoceremos a caballos y personas sorprendentes, antiguos sementales de finales del XIX como «Voluntario», «Contador» o «Gallinero», fundadores de la Yeguada Militar, ganaderos apasionados del caballo y expertos jinetes como Antonio Miura Hontoria, que en los años 20, junto con su hermano José, dejaron constancia de su implicación en la cría caballar y en la cultura ecuestre andaluza de la que fueron difusores y embajadores. Hablaremos de uno de los padres de la raza, envuelto en misterio, el miura «Bilbaíno» de 1922, del que salen todos los Yeguada Militar modernos que produjeron todos los caballos de Pura Raza Español que posicionaron a nuestro caballo en el panorama del deporte de alto nivel internacional, abriendo una importante perspectiva de selección y mercado. O jacas como «Madreña», que se midió a los mejores caballos importados en concursos hípicos internacionales de principios del siglo XX, o a caballos padres tan relevantes hoy día como «Vinatero III», o la saga de los «Panaderos», uno de ellos padre de «Invasor II», medallista olímpico y mundial y hasta la fecha el caballo ibérico que más alto ha llegado en doma clásica. O a yeguas montadas que encarnan la filosofía de la casa Miura como «Destinada XX» o «Farolera XXIII».

Bienvenidos a este libro; pueden sentirse orgullosos de compartir la historia de uno de los tesoros que contiene España: el caballo español y nuestro legado hipológico. Y nada mejor que la historia de Miura para comprenderlo, sentirlo y vivirlo. ¡Que lo disfruten, señoras y señores!

 

«El caballo buena sangre es el mejor de todos, sea o no sea lo que la generalidad llama pura sangre y pura raza. Pienso así porque buena sangre implica fondo, acción, y esto ha sido y será siempre lo principal, lo esencial en el caballo».

COL. EUSEBIO MOLINA SERRANO, Veterinario militar,Director de La Gaceta de Medicina Veterinaria, 1899

PARTE I

INICIOS HASTA LOS PRIMEROS ANTONIO Y EDUARDO MIURA (1842-1917)

ANTECEDENTES DE LA CRÍA CABALLAR RECIENTE EN ESPAÑA JUSTO ANTES DEL SIGLO XIX. DECADENCIA Y RESTAURACIÓN DE LOS CABALLOS ESPAÑOLES. PRINCIPIOS DE HIPOLOGÍA MODERNA

Casi toda la hipología europea moderna, comprendiendo la desarrollada en España desde finales del siglo XVIII hasta la actualidad, puede tomar como punto de partida teórico y de referencia la obra del francés Georges Louis Leclerc (1707-1788), conde de Buffon, representante de la Ilustración y naturalista (además de matemático, cosmólogo, biólogo y escritor). Su obra Historia Natural, escrita en 36 volúmenes desde 1749 hasta el año de su muerte (y ocho más adicionales publicados póstumamente por su colaborador Lacepede) compendia todo el saber humano de la época sobre la naturaleza. Su influencia universal es notoria y de él bebieron y se ramificaron teorías de científicos tan importantes históricamente como Lamarck, Cuvier o el mismo Darwin.

En el campo de la hipología, casi todos los autores europeos posteriores fueron influidos por el tomo VII, referido a animales domésticos, donde dedica extensos capítulos al caballo. Su teoría sobre cruzamientos, degeneración endogámica y vigor híbrido de cruces complementarios de diferentes poblaciones es asimilada en España sucesivamente y «en cascada» en el tiempo por Pomar, Laiglesia y otros autores (la mayoría de los cuales precedieron a estos), también con responsabilidad en la cría caballar. Las recomendaciones del conde de Buffon acerca del origen de los caballos y de la conveniencia de regenerar las castas equinas con caballos orientales –llamados «del Mediodía» por su origen geográfico en el globo terráqueo– son seguidas, incluso citadas textualmente, por estos autores.

Buffon habla por primera vez de los caballos de España, citando a los autores del mundo antiguo:

«...Algunos autores antiguos hablan de los caballos silvestres, señalando los parajes en que se encontraban. Herodoto dice que a las riberas del Hyparis, en Scitía, había caballos silvestres de pelo blanco, y que en la parte septentrional de la Tracia, más allá del Danubio, se hallaban otros, cuyo pelo tenía cinco dedos de largo por todo el cuerpo. Aristóteles cita la Syria, Plinio los países del Norte, y Estrabon los Alpes y la España, como parajes en que se criaban caballos silvestres».

Avanzando en la obra y pasando por temas de conformación y salud se tratan los movimientos de una forma que hoy llamaríamos biomecánica y se llega a una de las teorías con más difusión de las que salieron de Buffon: la de la degeneración y compensación, donde la genética y el clima (medioambiente o país de procedencia) se conjugan para revigorizar el tipo (si se mezclan complementarios de distintas procedencias), o degenerarlo (por endogamia):

«...los caballos de España o de Berbería, cuyas generaciones proceden del modo dicho, dentro de poco tiempo se transforman aquí en caballos franceses, lo cual le sucede frecuentemente a la segunda generación, y siempre a la tercera; y, por consiguiente, es preciso cruzar las razas a cada generación, trayendo caballos berberiscos o españoles para darlos a las yeguas del país: siendo lo mas singular el que esta renovación de raza, que solo se ejecuta en parte, y, para decirlo así, por mitad, produce sin embargo muchos mejores efectos que si fuese total. Un caballo y una yegua de España no producirán juntos en Francia caballos tan hermosos como los que saldrán del mismo caballo español dado a una yegua francesa, lo cual se entenderá también fácilmente si se atiende a la compensación necesaria que debe hacerse de los defectos cuando se juntan un macho y una hembra de diferentes países».

Buffon recrea y describe los tipos o razas de caballos producidos por países (esta descripción es citada y copiada por bastantes autores casi durante un siglo después, como veremos). Además de citar al árabe y al bárbaro (traducción que se hace del barbe, o sea berberisco), Buffon dedica bastantes líneas a los caballos de España, y entre ellos a los andaluces, reflejando su morfología así como la curiosidad de que en España se preferían las capas zainas a aquellos que tienen marcas blancas, a diferencia de en Francia.

«...Los caballos de España, a quienes se da la preferencia después de los bárbaros, tienen el cuello largo, grueso y con muchas crines, la cabeza algo abultada y a veces acarnerada, las velas largas pero bien situadas, los ojos fogosos, el aire noble y fiero, las espaldas llenas, el pecho ancho, los lomos a veces un poco bajos, la costilla redonda, el vientre algo abultado en demasía, la grupa redonda y ancha por lo ordinario, aunque algunos la tienen un poco larga, las piernas hermosas y sin pelo, el nervio bien desprendido, la cuartilla a veces algo larga, como los bárbaros, el pie un poco largo, como el de un mulo, y a veces el talón demasiado alto. Los caballos de España de buena raza son gruesos, de buenos anchos, terreros, y tienen también mucho movimiento en su andar, mucha flexibilidad, fuego y fiereza. Su pelo más común es negro o castaño claro, aunque los hay de toda especie de pelos: rara vez tienen las piernas y nariz blancas; y los españoles, que miran con aversión estas señales, no hacen raza de los caballos que las tienen, queriendo solamente una estrella en la frente, y estimando los caballos zainos, tanto como nosotros los despreciamos. Ambas preocupaciones, aunque contrarias carecen quizá de fundamento, pues se hallan caballos que tienen todas estas señales y son muy buenos, y del mismo modo caballos excelentes que son zainos. Esta ligera diferencia en la piel de un caballo no parece depender en modo alguno de su índole o de su constitución interior, siendo solo efecto de una cualidad exterior, y tan superficial, que una herida ligera en la piel produce una mancha blanca. Finalmente, los caballos de España, zainos o no, están todos marcados en el muslo derecho con la marca de la casa de monta de donde han salido. Su estatura no es grande por lo común; sin embargo, se encuentran algunos de cinco pies y seis o siete pulgadas. Los de la Andalucía alta pasan por los mejores de todos, no obstante, están sujetos a tener la cabeza demasiado larga; pero se les perdona este defecto a favor de sus raras cualidades, pues tienen coraje, docilidad, gracia, fiereza, y más flexibilidad que los bárbaros, por cuyas ventajas son preferidos a todos los demás caballos del mundo para la guerra, la pompa y el picadero».

PEDRO PABLO POMAR Y TUDELA DE LANUZA

Uno de los primeros hipólogos españoles, que asimila las teorías de Buffon, fue Pedro Pablo Pomar y Tudela de Lanuza (1728-1806). Zaragozano, segundo hijo de los marqueses de Ariño, fue ministro y miembro de la Junta Suprema de Caballería durante el reinado de Carlos IV. Sus principales obras hipológicas fueron Memoria en que se trata de los caballos de España, presentada a la Sociedad Aragonesa (1784); Causas de la escasez y deterioro de los caballos de España, y medios de mejorarlos, demostradas en dos informes dados a S.M. sobre el estado de las castas de Andalucía, obra útil para todo criador (1793).

Antecesor de Francisco Laiglesia y Darracq en tiempo (y parcialmente en funciones), fue cuarenta y tres años anterior a él y murió cuando Laiglesia contaba con veinticinco años.

Fue de los primeros en abordar la problemática de la decadencia de las razas española y también en denominar y fijar las castas andaluzas como las que llevaban la esencia y la calidad del legendario caballo español de los Austrias.

Comisionado en las localidades andaluzas de Lucena (Córdoba) y Morón de la Frontera (Sevilla), a finales del siglo XVIII escribió desde allí un informe donde detallaba el estado de la cabaña, los problemas a los que la cría caballar se enfrentaba para el abastecimiento y formación de una caballería de calidad necesaria para el resurgimiento militar de la nación española, y las soluciones para ello.

En la introducción a su obra Memoria en que se trata de los caballos de España escribe lo siguiente:

«En vano intentaría ninguna potencia engrandecerse con canales, ni con escuadras de navíos que la facilitasen su comercio exterior y sus defensas si no hubiera atendido de antemano, y atendiese de continuo a su interior y agricultura con todos los demás medios que adelantan una y otro. La fuerza de los animales domésticos es el equivalente de los canales, y de los navíos para los transportes en los dominios que no los tienen; y aun en los más poderosos en que los hay es precisa para alivio de los mismos hombres en las operaciones necesarias para su subsistencia, en tanto grado que vemos florecer muchos estados sin navíos, como el grande Imperio de la China, pero ninguno que pueda subsistir floreciente sin animales. Esta y otras consideraciones, nacidas de mi afición al manejo de los caballos y del natural amor a los adelantamientos de la nación, me hicieron leer cuantos libros pude haber a las manos que se rozasen con la materia, tomando de ellos las nociones que noté correspondían a mis experiencias prácticas y, agregando algunas reflexiones propias, advertí desde luego que han desaparecido de España aquellos singulares caballos y su abundancia, tan ponderados de la antigüedad, que no tenían iguales para diversos usos. Desde luego entendí que procedía todo este mal de dos causas: la primera, de que se deterioraron las castas, que es preciso renovar cruzándolas con las de diferentes países. La segunda: la introducción de mulas para coches y labranza, tolerando los garañones, a quienes se dan las mejores yeguas, y así debilitamos las buenas castas, con las que acabaremos luego del todo si no se pone remedio a exceso tan perjudicial».

Pomar alerta sobre la costumbre extendida de criar mulas, puesto que a cualquier labrador le aportaba ventajas a corto plazo, porque no se les exigía que tuvieran la misma calidad de aires ni conformación, ya que cualquier mula que no cojease valía para trabajar. En cambio un potro era bien pagado solo si reunía una buena conformación y aires. Además, a principios del siglo XIX, en plena invasión francesa no era infrecuente que los que criaban o tenían un buen caballo temiesen su confiscación por parte de los oficiales franceses que ocupaban los puestos de mando de cada pueblo invadido y eran aficionados a este tipo de abuso. Por ello el criar mulas era algo más «seguro» y cortoplacista, aunque, como denuncia Pomar, derivaba inequívocamente en la decadencia de la cría caballar, hasta el punto de demandar medidas oficiales que penalizasen la cría de mulos y fomentasen de nuevo la de caballos para nutrir en cantidad y calidad a la caballería.

Así escribe:

«La escasez, y la degeneración de caballos que experimentamos en España es un objeto de tanta magnitud para el Estado que toda su máquina padece en gran manera, por lo que atrasan la agricultura y el comercio. Los legisladores de todas las naciones las han precavido con sabias leyes, y nosotros las tenemos especiales a este fin; pero por un contraste incompresible nos hemos acostumbrado al uso de las mulas, que ninguna nación del mundo ha adoptado por lo destructor que es este monstruo, a causa de su infecundidad, de la especie caballar su primer origen».

Además de su cruzada anti-mulos, Pedro Pablo Pomar recurre a citas históricas, algunas tan antiguas como las del romano Plinio el Viejo (siglo I), para glosar la fama de los caballos de la Península Ibérica y hace notar que no solamente recae sobre los caballos de Andalucía, citando a otras castas antiguas de Galicia, Asturias (asturcones y thieldones), a los caballos celtibéricos, incluso a otros misteriosos équidos hoy día extintos como el mítico «Zebro» o «Encebro».

Entre estas citas de historia antigua sobre nuestros caballos, por su significado destaco y comento algunas:

«...Vegecio (...) alaba sobremanera a los caballos de Capadocia para los carros triunfales, y dice, que igual o próxima a estos es la ventaja de los caballos españoles en el circo, y añade que los que produce la África de casta española son velocísimos»...

En esta cita que recoge Pedro Pablo Pomar, en el mundo antiguo (muchísimos siglos antes de que Felipe II fundase en Córdoba la primera versión «oficial» del caballo español) ya se establece una similitud entre el caballo español y los africanos (tipos berberiscos). Estas ideas fueron reflotadas en el siglo XIX para restaurar nuestro caballo, hasta que en 1912 se creó el «Studbook», primer libro registro-matrícula del Pura Raza Español (segunda versión «oficial» si contamos la de Felipe II como la primera). Es curioso cómo, mil setecientos años después de lo escrito por Vegecio (siglo IV), se sigue reconociendo esa asociación entre los tipos andaluces y los africanos, como vemos en la imagen publicada a principios del siglo XX.

Foto de un semental Miura, como ejemplo del tipo «Africano» empleada por el teniente coronel de Caballería José Vázquez y Sánchez en su Memoria premiada en el Concurso Regional de Ganados de Sevilla en 1923.

A pesar de que Pedro Pablo Pomar puso énfasis en resaltar que no toda la fama de los caballos de España se debía a los criados en Andalucía, sobre todo remontándonos a la antigüedad, a medida que se acerca a su siglo (el XVIII) va dando importancia a estas castas andaluzas como fundamentales. Aquí incluyo una cita hecha por Pomar del señor de Garsault, caballerizo mayor y director de la Yeguada Real de Francia.

«Mr. Garsault escribe en el año de 1741 (...) que se encuentran pocos caballos buenos en España: que son excelentes para la guerra y para el picadero, y que los de la Andalucía pasan por los mejores».

Y aquí otra acerca de la decadencia de la calidad, planteándose la mejora mediante cruzamientos:

«Que aun en las Andalucías se encuentran tan pocos caballos buenos que si al mismo rey se le ofrece regalar a otro soberano veinte caballos de repente no los encontrará con todo su poder dignos de que S.M. los regale, por lo deterioradas que están allí también las castas».

«Sería muy útil en algunos parajes de Andalucía echar algunos caballos de Marruecos, escogiéndolos buenos, aunque no fueran muy grandes, pues en Francia y en Inglaterra prueban muy bien con las yeguas francesas e inglesas; y enseña la experiencia que sacan los hijos más grandes que ellos mismos, tal vez por venir de un clima más meridional hacia el norte. En otros sería muy útil echar algunos árabes o turcos».

En su segunda obra, escrita diez años después, Causas de la escasez y deterioro de los caballos de España, y medios de mejorarlos, etc., el autor presenta la obra como una continuación de la primera y en ella reflexiona, después de viajar a Andalucía (Lucena y Morón de la Frontera), acerca de las mejoras necesarias para la cría caballar.

Comienza resaltando la idea general de decadencia:

«Nuestros caballos no tienen la duración que tuvieron, ni el orgullo, vigor y robustez, porque fueron preferidos en tiempos pasados a los de otras naciones».

Aunque entre las causas enumera la «degeneración de las castas» por abuso de la consanguinidad y el uso de sementales viejos (influencia de las teorías recientes en esa época de Buffon, que a su vez reinterpreta a clásicos como Hipócrates y su teoría de los humores), la causa principal vuelve a ser la producción mular en detrimento de la caballar:

«...Se descuidaron las castas buenas de Castilla, y empezando a hacer falta los caballos en la nación, y porque en Andalucía conservaron más tiempo los moriscos, la que por sus ascendientes se había conseguido de los árabes, se mandó con el tiempo que solo en ella no se permitiese el detestable uso del garañón borrico. Desde entonces viene el principal daño, que se conoció más adelante, y se mandaron matar todos los garañones, como se ejecutó en mucha parte; pero hubo alguna tolerancia después, y reducida la cría de caballos a las Andalucías, vino el luxo de los coches, y como para estos no eran a propósito los caballos finos de estas provincias andaluzas y ya empezaba a no haber otros, se prefirieron las mulas y nos olvidamos más y más de aquellos».

En cuanto a la degeneración por consanguinidad:

«Sin reparar tampoco que todas las castas famosas que ha habido en Andalucía, y que ya no existen, empezaron y se realzaron con algún caballo de distinta de la que eran las yeguas, que duraron aquellas solamente en su vigor y opinión quince o veinte años, que es la edad de aquel caballo que empezó, y de las yeguas forasteras que se le dieron, pero que empezó a degenerar la casta y se aniquiló desde que empezaron a padrear en ellas sus propios hijos».

En un interesante razonamiento sobre el efecto de la carga ganadera equina en las dehesas, argumenta –basándose otra vez en Hipócrates– que es más acertada la combinación con ganado vacuno para la biología y regeneración de pastos y suelo de dehesa que el poblar dehesas solo con ganado caballar. Curiosa es también la observación de que en las dehesas en las que mezclan caballos con ganado vacuno jamás han entrado enfermedades como el muermo.

Entre las castas andaluzas de caballo que nombra Pomar en su libro tenemos una que va a ser de importancia en el futuro, en el embrión de lo que sería el nuevo Pura Raza Español de 1912, y es la casa ecijana de Martel (puesto que es una de las que donaría yeguas para la creación de la futura Yeguada Militar de Córdoba a finales del siglo XIX).

Pomar usa el ejemplo de dicha casa, bastante renombrada en el siglo XVIII y XIX, para expresar que cualquier casta famosa de caballos empezó con alguno externo a esa casa, y que cualquier yeguada se arriesgaba a degenerar e incluso aniquilar, cuando siendo viejas las yeguas se usaba como caballo padre a algún hijo de estas en lugar de buscar un caballo bueno (con tipo deseado) de distinta casta. En concreto Martel usaba sementales del Depósito de la Loma de Úbeda. Martel es citada en varias ocasiones en el libro, lo que nos da una pista sobre su fama e importancia a finales del siglo XVIII y su representatividad del tipo andaluz.

Según la teoría de Buffon, abrazada por Pomar y más tarde por Laiglesia, los cruces que evitaban esta «degeneración» siempre eran el dar caballos de diferente casta a las yeguas que se tuviesen, como escribe aquí:

«...y caballos hice yo casta en Zaragoza treinta años ha con yeguas andaluzas y un caballo normando, que hice venir desde Rúan, y con yeguas francesas y un caballo de Martel, de los que han dejado fama uno en Córdoba en poder de don Pedro de Heredia, hoy conde de Prado Castellano».

Grabado de 1800, que representa a Godoy montado en un caballo español con traza de caballo del norte (normando, napolitano...). Catálogo Torrecilla 1916-Madrid.

Era pues habitual usar sementales normandos1 con yeguas andaluzas, y para las yeguas traídas de Francia un caballo de Martel, que es tomado como paradigma de lo mejor de las castas andaluzas de la época.

Otras alabanzas sobre los pocos caballos «españoles» a los que Pomar llama «caballos de verdad» recaen sobre un caballo napolitano:

«...Yo llamo ‘caballo de verdad’ al napolitano, que hemos visto en Madrid del Príncipe de la Richa, viejo, nieto de uno que llevó a la campaña de Italia el duque de Atrisco, el cual en corbetas, saltos y cabriolas trabajaba dos o tres horas en el picadero».

Aunque en decadencia, es notable el detalle de que a finales del XVIII aún quedaban trazas de los cruces con caballos más «bastos» de la época de los Habsburgo, como el napolitano (que contribuyó a la versión primera del Pura Raza Español de Felipe II en las Caballerizas Reales de Córdoba). Con posterioridad, los cruces del norte venían de sementales normandos franceses, y a pesar de ello seguían reconociendo un tipo o casta andaluza más ligera y afín al caballo africano (berberisco) u oriental (árabe, y otros tipos), que aunque estaba casi aniquilado (por las mulas y los cruzamientos degenerantes), aún permanecía en casas como la de Martel.

Este planteamiento es importante tenerlo en mente, porque después en el tiempo, durante el siglo XIX, estas casas donde recobrar el caballo «andaluz» fueron usadas para nutrir a la futura Yeguada Militar de Córdoba y para, con cruces de sementales orientales, restaurar el que sería el Pura Raza Español. Y al igual que Martel era un referente a finales del XVIII, a medida que avanzaba el XIX otras ganaderías como las de la zona de Arcos o Jerez (Calero, Zapata, Corbacho, Vicente Romero...), Córdoba (Molina, Riobóo, Gregorio García...) o Sevilla (Morube, Camino, Domínguez o la misma Miura) ocupaban el relevo en la representación de los tipos andaluces a mejorar y restaurar. Como veremos después, Miura fue la que se llevó el protagonismo en cuanto a la importancia de sus ejemplares en la genética andaluza, que modelaría al Pura Raza Español «moderno» (desde 1912 hasta ahora), y que fueron elegidos por los responsables de Cría Caballar, primero por su calidad como caballo de equitación militar, que obtuvo mérito y fama en las remontas, lo que lleva al Estado a adquirir reproductores del hierro que ejercían sus funciones tanto en la Yeguada Militar como en los depósitos de sementales.

En resumen, el pensamiento de Pedro Pablo Pomar es el siguiente en la práctica: el caballo de España sufre una decadencia con respecto a la fama y calidad atribuidas en la antigüedad. Y las causas principales son:

• La degeneración endogámica de las castas (teoría «buffoniana»).

• La introducción de las mulas para coches –que también se introdujeron y por las que se tenía más preferencia que por los caballos «finos» tipo andaluz– y la labranza (acompañada del levantamiento de la ley que prohibía echarle garañón a las yeguas).

• La falta de pastos y dehesas adecuadas, prefiriendo que se compartieran con ganado vacuno por ser biológica y ecológicamente complementarios.

FRANCISCO DE LA IGLESIA Y DARRACQ

Francisco de La Iglesia y Darracq (1771-1852), gaditano y liberal, fue una de las personas que con más constancia y ahínco trabajó en esta época para preparar la refundación del caballo español, mediante la búsqueda de la regeneración de las antiguas castas andaluzas, que según él y otros autores anteriores en los que él se apoyaba (Pedro Pablo Pomar, o Josef de Arcos y Moreno), eran las que guardaban la esencia de nuestro caballo. En Laiglesia se daba lo que hoy día se conoce como un perfil curricular «transversal», puesto que en sus inicios se dedicó más a los temas que tenían que ver con la equitación, como la teoría de la técnica a caballo e instrucción de caballos y jinetes. Escribió Ensayos sobre los verdaderos principios de la equitación o Teoría de la escuela de a caballo, adaptada al más exacto raciocinio y a las leyes que dictan la geometría, la anatomía y la mecánica… (Madrid, Imprenta Real 1805). Y en esta etapa «ecuestre» tradujo e interpretó las obras de los clásicos maestros antiguos de la equitación, como La Guérinière o el duque de Newcastle (sobre las que se basa la equitación clásica actual, y sobre esta, las disciplinas deportivas ecuestres), y también fundó una academia militar de caballería. Todos estos hechos, además de las cartas y escritos donde exponía al Gobierno la necesidad de mejorar la instrucción en caballería y la importancia de esta como primer elemento del Ejército, le valieron para que le nombrasen capitán y dieran validez oficial a su academia, nombrándole director de la misma (cargo para el que se ofreció gratis) y difundiendo entre el Arma de Caballería sus obras y traducciones. Pero Laiglesia no se quedó solamente en ser un difusor de la equitación y la instrucción de caballería; además de eso pasó a enfocarse en el caballo per-se, en los temas de cría, en la necesidad de una mejora de la calidad de los caballos que se criaban en el país, alertando acerca de la decadencia de la cabaña por diferentes razones, como los cruzamientos equivocados o la pérdida de las yeguadas estatales. Y, como siempre, con una visión liberal pero «patriótico-estatal» puesto que sus ideas de mejora iban enfocadas a que el país que tuviese mejor caballería tendría el mejor Ejército, y eso era prioridad nacional en una época donde España era percibida por los españoles como en declive desde los siglos pasados de Imperio español donde «no se ponía el sol». Este «españolismo» aparece y se acrecienta justamente en esa época, tras la invasión francesa y la Guerra de la Independencia. Son las corrientes «nacionalistas» y «costumbristas» de prácticamente toda Europa en el XIX. Así pues, Laiglesia, además de un maestro ecuestre fue un hipólogo erudito, con gran influencia, y a su etapa «ecuestre» le sucede y complementa una etapa «hipológica». Además de todo esto, Laiglesia también era poeta, historiador y político, llegando a participar como redactor y ponente en las Cortes de Cádiz, de donde sale la primera constitución española, la famosa «Pepa» de 1812 de carácter liberal y democrático, cuando la Guerra de La Independencia finalizó.

Laiglesia acabó siendo miembro del Consejo de Agricultura, Industria y Comercio, y nombrado en 1832 inspector general de Cría Caballar, cargo que se creó para él por sus méritos. Llegó a coronel de Caballería y el propio rey Fernando VII emitió una real orden para que sus trabajos fuesen publicados por el Estado. Sin duda fue hasta su muerte (en 1852) la máxima autoridad en España sobre caballos y probablemente la persona que más influyó en lo que vino después, aunque algunos de sus proyectos vieron la luz antes de su muerte, como la primera importación de caballos de Oriente, los llamados «árabes isabelinos» en 1850. La clave de su influencia fue la de combinar una extensa experiencia con un conocimiento que llegaba a la erudición en todos los campos del caballo y sus recursos y contactos como escritor, político o militar, lo que hizo que las más altas instancias gubernamentales del país se convenciesen y diesen prioridad e importancia a la cría caballar y a la instrucción de la caballería como «cuestiones de Estado».

La obra de Laiglesia que tal vez tuvo más influencia sobre la refundación del caballo de Pura Raza Español, o sea la restauración sobre el tipo andaluz, fue la titulada Memoria sobre la cría caballar en España. Causas del aniquilamiento de nuestros caballos2.

Entresacando textos de Laiglesia (aunque recomiendo a los lectores que, si tienen interés, descarguen y lean sus obras completas), destaco lo siguiente, por lo que ilustra el «caldo de cultivo» sobre el que se refundó el caballo que hoy conocemos como de «pura raza española» y en el que Miura tuvo tanto que ver. En Memoria sobre la cría caballar en España… se cita al conde de Buffon, puesto que su obra Historia Natural (44 volúmenes desde 1749 hasta 1788) fue inspiradora y fuente de influencia ilustrada para casi todos los autores hipológicos del XIX que a partir de sus teorías sobre la «degeneración» y «regeneración mediante cruzas» construyeron sus planes de mejora aplicables.

«Se sabe por experiencia que las razas cruzadas de caballos son las mejores y más hermosas, y que en consecuencia haríamos bien en no limitar las hembras a un macho de su país, que ya el mismo se parece mucho a su madre, y que por consiguiente, en lugar de relevar a la especie, no puede menos de continuar en degenerarla»3.

Al principio de la obra, dirigida al rey Fernando VII, comienza ya alertando sobre el motivo que se repite y demuestra una y otra vez a lo largo de ella, a modo de mantra casi, persiguiendo que el Estado se involucre:

«…he llegado a tocar y penetrar muy a fondo en el estado lastimoso en que se ve reducida entre nosotros la cría caballar…».

Laiglesia fija el objetivo en la recuperación de las castas «andaluzas» como tipo original –y fundamental– del caballo español, y apoyándose en la historia hipológica de sus antecesores (Salomon de la Broue, el duque de Newcastle, el barón de Eisenberg, Garsault, el conde de Buffon, La Guérinière o Pedro Pablo Pomar) y en su propio conocimiento por analogía de tipo, recurre para ello a indicar los cruces orientales, con árabes o berberiscos como tipo preferente, criticando vehementemente el uso de caballos normandos o con cruces del norte con sangre pesada en depósitos de sementales del sur, como el de la Loma de Úbeda, para estos menesteres:

«…Deteriorada y envilecida la pureza del linaje de los célebres caballos andaluces».

«…El caballo andaluz está dotado de singular mansedumbre, abunda en gracia, tiene un compás natural y goza de tan grande facilidad para derribarse sobre sus ancas, que deleita al jinete con la dulzura de sus movimientos…».

«…Resucitar nuestras razas andaluzas con los árabes y los berberiscos».

Dentro de estos tipos orientales enumera algunas castas principales, como la árabe, berberisca, persa o turca, considerando a las demás especies mixtas o degeneradas de estos tipos «verdaderos». Aquí coincide con Buffon y otros autores anteriores, coetáneos y posteriores.

Otras curiosidades de la filosofía hipológica de Laiglesia fueron la de abogar por el uso de caballos enteros para el servicio del Arma de Caballería. Tiene una pequeña obra, publicada en 1845, dedicada a ello, Perjuicios que al Estado, al Ejército y a la cría caballar les produciría la castración de los caballos españoles, en la que otra vez vuelve a establecer una analogía (una vez más) entre el caballo árabe y el andaluz, y en consecuencia, con las caballerías española, árabe y turca como las mejores que hubo, entre otras cosas, por mantener sus caballos enteros.

«...Debe pues sostenerse que la castración por un principio general en los caballos españoles ha de influir en menoscabo del Arma de Caballería, apagando en sus caballos los mejores dotes, el vigor y la energía; privando a la acción de la prerrogativa que los reinos extranjeros nos envidian y con la que de tiempo inmemorial ha alcanzado el primer renombre y dado a la España muchos días de gloria. ¿No es la cualidad de ser enteros una de las que han constituido, esencialmente en las guerras, la supremacía del caballo árabe y el andaluz?».

Laiglesia era partidario de regionalizar la cría caballar para usar el norte de España para la cría de tipos más pesados y grandes, para tiro o tiro ligero, usando caballos franceses, donde sí incluye a los normandos, a caballos daneses o Holstein, o al recién incorporado a las razas equinas de esa época, el Pura Sangre Inglés. En cambio, el sur de España sería donde el caballo andaluz, reconstruido por la sangre oriental de berberiscos y árabes, ayudaría al resurgimiento del caballo español. Otro punto de interés: las modas donde el dinero arrastra los criterios hipológicos hacia el negocio lucrativo (vemos pues que no son exclusivas de estos tiempos de ahora), y Laiglesia en sus capítulos finales alerta de la cara y la cruz de la selección en los pura sangre de hipódromo, selección en base a un solo carácter (la velocidad) para ganar carreras (o sea dinero), y sus riesgos en detrimento del tipo y las cualidades hipológicas fundamentales en la selección (conformación, aplomos, armonía, etc). Este punto denunciado por Laiglesia en el siglo XIX está dos siglos después muy vigente en la presentación a concurso de determinados caballos hoy día, pruebas de caballos jóvenes donde se prima la espectacularidad de aires, rayando en lo extravagante, en lugar de la corrección, la fuerza y la capacidad real de equilibrio y reunión armónica, teniendo en cuenta un desarrollo natural acorde con la edad del caballo. Esta precocidad abre mercado, los campeones son percibidos como «los mejores reproductores» y, como ya escribió Laiglesia, el afán de negocio pervierte la verdadera selección por criterios hipológicos. Esta crítica puede hoy día ser también extrapolable al SICAB y al modelo de mercado nacido sobre la cultura del «PRE de concurso morfológico» (o si lo prefieren «morfofuncional», que viene a ser, visto lo visto hoy día, lo mismo).

«…El furor de las apuestas y el de enriquecerse con las carreras de caballos en Inglaterra (…) van convirtiendo todos los medios que se empleaban antes para mejorar y engrandecer la reproducción de razas en un mero juego de envite y de especulación. Ya ni en la simetría ni en la regularidad de las formas y de las marchas, ni la sanidad, ni la flexibilidad y la belleza son cualidades por las que se afana ningún criador inglés. La mayor celeridad posible es lo único que se ambiciona, y a esta exclusiva cualidad se sacrifican todas las demás».

Prosigue la obra de Laiglesia en medios para regular y mejorar la raza, con alguna disquisición sobre el concepto de la «pureza», que hoy día algunos entienden como una suerte de endogamia cerrada (como lo quisieron instituir los puristas de los años 70, que acuñaron el término «cerrado en bocado» para fundamentalizar los caballos de origen Zapata («cartujanos»).

«…En España no necesitamos la denominación pura sangre ni pura raza; es obvia como en los árabes…».

Y para el resurgir del caballo español, propone la creación de estímulos e incentivos a la cría caballar mediante:

• Premios (dotados económicamente) y concursos, estableciendo secciones en ellos y un calendario nacional, y proponiendo una «final» en octubre en Madrid a la que acudirían todos los caballos campeones para ser recibidos y desfilar, siendo galardonados por el rey.

• Fomento de las carreras.

• Construcción y fomento de escuelas de instrucción ecuestre.

• Recuperar las antiguas órdenes de caballería y las «maestranzas».

• Implicar al Gobierno en la mejora de la cría caballar (yeguadas y depósitos estatales).

• Profesionalizar a los subdelegados de Cría Caballar, para evitar corruptelas y asegurar la calidad en la selección oficial de reproductores.

• Crítica a los «hidalgos españoles» que montan «caballos franceses», aplicar un cierto «proteccionismo» etnológico para preservar el tipo de nuestro caballo.

Como resumen de los propósitos de la obra principal de Laiglesia, citamos un extracto de su epílogo:

«…He indicado que la Andalucía debería producir, a lo menos en muchas partes de ella, caballos verdaderamente puros y sin mezcla, alejando de la propagación los que no fueran perfectos, y derivándolo en su analogía con los árabes, que con este sistema han perpetuado durante el transcurso de los siglos su especie como la mejor del mundo. He apoyado esta doctrina con los primeros y más célebres naturalistas; pero en fuerza del aniquilamiento total de las razas y la carencia absoluta de caballos padres en estos momentos, he señalado los árabes como los primeros y los berberiscos como segundos a que se debiera recurrir en las apuradas circunstancias en que nos vemos para cruzar y resucitar nuestros excelentes caballos andaluces, por ser aquellos los únicos que le disputan la primacía».

OTRAS OBRAS DEL PANORAMA HIPOLÓGICO DEL SIGLO XIX EN ESPAÑA

Además de Pedro Pablo Pomar y Francisco de la Iglesia, ya entrado el siglo XIX hay editadas una serie de obras y opúsculos de temática hipológica donde se continúa (algunas de forma reiterativa y copiando otras anteriores) lo que era la tendencia general de este siglo, que confirma la decadencia del antiguo caballo español y prepara la conveniencia de restaurarlo con importaciones de sangre oriental que todos atribuyen como original a las castas de caballo andaluz (que es el elemento «puro» del que siempre sale el español), hasta, llegado el final del siglo XIX, conseguir la creación de la Yeguada Militar de Córdoba (en la finca Moratalla del T.M. de Hornachuelos) y la creación del «Studbook» (primera edición en 1913) del Pura Raza Español. Entre otras tenemos:

1818. «Informe sobre la mejora y aumento de la cría de caballos» dado al Supremo Consejo de la Guerra, de los tenientes generales Antonio Amar, Manuel Freyre, marqués de Casa Cagigal y Diego Ballesteros

Dirigido al infante Don Carlos (hermano del rey Fernando VII), recoge casi íntegra la visión de Pedro Pablo Pomar sobre la decadencia de la cría caballar y establece cuatro puntos para su restablecimiento:

• Excesivo número de ganado mular, que perjudica la cría de caballos.

• Mejorar los pastos y las condiciones de vida de las yeguas madres, considerando la trilla como demasiado dura y que influye negativamente sobre la producción.

• Necesidad de introducir yeguas y caballos padres y repartirlos por provincias (aquí aboga citando a Buffon por sus teorías de cruzamientos de razas de países diferentes como vigorizantes, teoría abrazada por P.P. Pomar. En cambio se muestra partidario de usar caballos castrados –capones– para el Ejército, medida que fue contestada contrariamente años después por Laiglesia, que argumentaba en favor de tenerlos enteros). Entre las medidas que propone por provincias está la de que «