El camino a Wigan Pier - George Orwell - E-Book

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George Orwell

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Beschreibung

El camino a Wigan Pier recoge una de las experiencias vitales más reveladoras para George Orwell, como individuo y como escritor. Este relato autobiográfico nace fruto del viaje que el autor británico hizo al norte de Inglaterra en 1936 –a las regiones de Lancashire y Yorkshire principalmente–, adentrándose en esta región minera, y anotando de forma científica y exhaustiva, las terribles consecuencias de la Gran Depresión de los años treinta del siglo XX. Las impresiones de este viaje causaron una profunda impresión en Orwell, y modelaron una conciencia política y social, en la que concluye que la única solución a la miseria y a la desigualdad era el socialismo.

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Akal / Clásicos de la Literatura / 37

George Orwell

EL CAMINO A WIGAN PIER

Traducción y notas: María José Martín Pinto

Introducción: Lola Artacho Martín

El camino a Wigan Pier, publicado en 1937, recoge una de las experiencias vitales más reveladoras para George Orwell como individuo y como escritor. Dividido en dos partes, este relato autobiográfico nace fruto del viaje que el autor británico hizo al norte de Inglaterra en 1936. En la primera parte, se adentra en la zona minera de Lancashire y Yorkshire, anotando, de forma exhaustiva, las terribles consecuencias de la Gran Depresión de los años treinta del siglo XX. Ejerciendo como reportero social, tuvo acceso a muchas infraviviendas pudo ver, de primera mano, las lamentables condiciones de vida de los mineros y sus familias, tomó nota de los ingresos salariales por hogar, y pasó días enteros consultando en la biblioteca los registros de salud pública e informes laborales en las minas. Las impresiones de este viaje causaron una profunda impresión en él y modelaron su conciencia social y política, que detalla en la segunda parte del libro, donde reflexiona sobre su vida, analiza el clasismo enquistado en la sociedad de su tiempo, concluyendo que la única solución a la miseria y la desi­gualdad era el socialismo.

George Orwell (Motihari, India, 1903-Londres, 1950), cuyo verdadero nombre es Eric Arthur Blair, además de cronista y corresponsal de guerra, crítico de literatura y novelista, es uno de los ensayistas en lengua inglesa más destacados de los años treinta y cuarenta del siglo XX. Estudió en el Colegio Eton y luego formó parte de la Policía Imperial Inglesa en Asia, experiencia que lo llevó a escribir Días en Birmania (1934). Vivió varios años en París y en Londres, donde conoció la pobreza; de este difícil periodo de su vida nació su novela Sin blanca en París y en Londres (1933).

Sus experiencias como colaborador de los republicanos en la Guerra Civil Española las recogió en su interesante libro Homenaje a Cataluña (1938). Durante la Segunda Guerra Mundial formó parte de la Home Guard y actuó en la radio inglesa. En 1943 entró en la redacción del diario Tribune, y después colaboró de un modo regular en el Observer. En este periodo escribió muchos de sus ensayos, publicados póstumamente en 1968, sobre problemas de política social, que poseen una franqueza y clarividencia sin precedentes en la literatura inglesa.

En general, toda su obra, incluida su primera etapa y las posteriores sátiras distópicas, reflejaron sus posiciones políticas y morales, pues subrayaron la lucha del hombre contra las reglas sociales establecidas por el poder político. Sus títulos más conocidos son Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), ficciones en las cuales describió un nuevo tipo de sociedad controlada totalitariamente por métodos burocráticos y políticos.

Diseño de portada

RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Motivo de cubierta: Cargador de carbón en los Apalaches, 1946,fotografía de Russell Martin/CC

Título original

The Road to Wigan Pier

© Ediciones Akal, S. A., 2022

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-5262-3

George Orwell, corresponsal de la BBC para el Servicio Oriental, en 1941.

Introducción

El camino a Wigan Pier recoge una de las experiencias vitales más reveladoras para George Orwell, como individuo y como escritor. Esta obra nace fruto del viaje que el autor británico lleva a cabo al norte de Inglaterra –a las regiones de Lancashire y Yorkshire principalmente. Gracias a este viaje, Orwell se adentra en la región norteña y consigue captar las terribles consecuencias de la Gran Depresión de los años treinta. Su obra se centra, particularmente, en las impresiones que el autor recogió en su diario acerca de ciudades como Mánchester, Liverpool, Wigan y Sheffield, prestando especial atención a las dos últimas.

Las impresiones de este viaje causaron mella en el autor británico, fraguando en él un mayor fervor por el socialismo. Debido a los innumerables problemas que Orwell pudo detectar en la vida de los ciudadanos del norte inglés, no le cabía la menor duda de que la única solución a la miseria, a la suciedad y a la desigualdad podía encontrarse en el socialismo.

Aunque ha pasado a la historia como uno de los mayores defensores del socialismo, los orígenes del escritor no podrían haber estado más desvinculados de este movimiento izquierdista. De hecho, Orwell nació en 1903 en el seno de una familia de clase media alta, en Bengala (India), ya que su padre trabajaba como miembro de la administración pública británica en la colonia oriental. Siendo aún un niño, sus padres decidieron volver a Inglaterra, donde Orwell se formó y tuvo la oportunidad de asistir a prestigiosos centros como Eton debido a su destacado nivel de aprendizaje. A pesar de ello, no consintió en recibir una educación universitaria, por lo que volvió a las regiones del este del Imperio, como había sido la tradición familiar. Fue en Birmania donde se asentó y llegó a ocupar un alto cargo de la Policía Imperial india.

Fruto de esta experiencia nació años después su obra Los días de Birmania (1934), en la que se empieza a vislumbrar su incipiente inclinación política. Fue consciente de las injusticias del gobierno imperial sobre una población que, a costa de pertenecer al imperio más vasto que pudiera haber existido en toda la historia, vivían una terrible situación de opresión y explotación. En El camino a Wigan Pier aclara que decidió dejar aquel trabajo para no seguir siendo partícipe de tal «vil despotismo». Es aquí donde se empieza a forjar la faceta más crítica de Orwell en contra de la desmesurada ambición de poder en detrimento de los más débiles e indefensos.

Tras esta experiencia en Birmania, Orwell decide volver a Inglaterra y despojarse de todo su pasado y su vínculo con la administración imperial. Se establece en la zona oriental de Londres –conocida como el East End of London–, mayoritariamente ocupada por miembros de la clase obrera que sufrían las consecuencias de la superpoblación, de insalubridad y de la pobreza intrínseca a sus profesiones. Orwell también pasó un tiempo en París, fruto de lo cual surgió su obra Sin blanca en París y en Londres (1933). Su principal objetivo radicaba en la mera exposición de los altos índices de pobreza que sacudían a dos de las ciudades más admiradas a lo largo de la historia y, en concreto, en la primera mitad del siglo XX. Aquí expone Orwell su decepción y desilusión con el mundo; o, más propiamente, con los poderosos que aclamaban la grandeza de un país como Inglaterra, que dominaba y había dominado una amplísima extensión de todo el planeta y, aun así, permitía que sus ciudadanos de pleno derecho tuvieran que vivir bajo semejantes condiciones de vida.

Cabe mencionar que fue con la publicación de Sin blanca en París y en Londres (1933) cuando la identidad real del escritor, nacido como Eric Arthur Blair, quedó escondida bajo su popular pseudónimo. Blair decidió adoptar su nom de plume para evitar que su familia, que pertenecía a la clase media alta, pudiese llegar a conocer las penurias que había tenido que pasar a causa de la pobreza. Entre los pseudónimos que Blair le dio a elegir a su editor se encontraba «George Orwell», que combinaba el nombre del patrón de Inglaterra –san Jorge– y el del río Orwell, que pasa por el condado de Suffolk.

Después de tener la oportunidad de conocer tan dispares modos de vida –tanto el de un alto cargo de clase media alta, como el de la «gente común»–, Orwell pareció empatizar con estos últimos en mayor medida. Es por ello que, en 1936, comienza el viaje que eventualmente daría nombre a este libro: El camino a Wigan Pier. En este viaje, como ya se ha mencionado anteriormente, Orwell trataría de descubrir los males que asolaban el norte de Inglaterra tras la Primera Guerra Mundial y el crac de la bolsa neoyorquina. Esta decisión de emprender un viaje de tales características surgió como resultado de una tendencia que se había popularizado entre los literatos del momento. Su mentor, Aldous Huxley, se encontraba personalmente en el condado de Durham. Según la introducción que Huxley escribió para la última edición de su novela Un mundo feliz (1932), esta experiencia también le serviría de gran inspiración para recrear el ambiente de su famosa distopía.

En este viaje hacia el norte, Orwell conoció las ciudades de Wigan, Sheffield y Barnsley. A lo largo de los dos meses que duró su estancia en el norte –desde el 31 de enero al 25 de marzo de 1936–, las apreciaciones del autor quedaron recogidas en un diario personal[1], fruto del cual surge la obra titulada como El camino a Wigan Pier. En esta obra, relata las historias de la clase obrera de la zona. Para ello, Orwell se acerca al mundo minero y a las nefastas consecuencias que la depresión de los años treinta había supuesto para las clases más bajas de la sociedad británica.

Los primeros siete capítulos –pertenecientes a la primera parte del libro– forman parte del estudio sociológico que llevó a cabo Orwell a lo largo de su estancia. En ellos, detalla la forma de vida de la población norteña, prestando especial atención a las condiciones de trabajo de los mineros, a sus casas, al paisaje que los rodeaba, a su alimentación, y a los estragos que causaba el alto índice de desempleo. Entretanto, Orwell no puede evitar establecer comparaciones entre lo que era propio de la clase trabajadora y lo que ya conocía él, por experiencia propia, de las clases altas. Es interesante notar cómo, desde el principio de esta experiencia, Orwell reconoce la importancia de la clase trabajadora y hasta qué punto su labor y su lugar en la sociedad han sido obviados por otros. Reconoce que «ese mundo de allí abajo es tan necesario como lo es una raíz para una flor». De hecho, llega a cuestionarse quién ha de ser calificado como un ser superior: «Te hace albergar una duda momentánea sobre tu propio estatus de intelectual, de persona superior, en general. Porque te hacen ver, al menos mientras los observas, que las personas superiores pueden seguir siéndolo solo porque los mineros echan los hígados trabajando».

A raíz de la desalentadora situación que se describe en esta primera parte del libro, Orwell crea un ensayo crítico para la segunda parte que aboga por el socialismo como una vía de escape a la situación de un país resquebrajado. En esta segunda parte se contemplan las diferencias de clase y la división entre norte y sur, entre la pobreza y la escasez del norte y el esnobismo sureño de las clases medias y altas.

La primera parte de El camino a Wigan Pier fue recibida como una fuente histórica en la que el autor había relatado «vívidamente» la situación de la clase obrera. Además, este parecía ser el encargo que Victor Gollancz había hecho a Orwell. Como su editor y fundador del Left Book Club, Gollancz había encomendado a Orwell este proyecto para dar a conocer la difícil situación que experimentaban los vecinos norteños debido a la alta tasa de desempleo. Tanto Gollancz como el Left Book Club, que llegó a convertirse en una revista de índole izquierdista de gran calibre, esperaban de Orwell un relato minucioso de sus experiencias. No obstante, al revisar el borrador final de lo que sería El camino a Wigan Pier, la inclusión del ensayo crítico de Orwell como segunda parte no fue del agrado para Gollancz. La razón por la que el fundador de la revista se mostró reticente a su publicación fue que Orwell hacía hincapié en la idea de que las clases medias y altas sentían un rechazo físico hacia la clase obrera, ya que esta última «apestaba». Temeroso del efecto que aquellas palabras pudieran provocar en los miembros de las clases medias y altas que abogaban por una ideología de izquierdas, Gollancz finalmente decidió añadir un prefacio a la obra en el que trató de suavizar la parte más visceral de Orwell. A pesar de todo ello, la crítica fue muy dura con esta segunda parte de El camino a Wigan Pier. Por ejemplo, el novelista Walter Greenwood afirmó que la segunda parte de la obra lo había «enfurecido» enormemente, mientras que, al mismo tiempo, reconocía el gran valor sociológico y periodístico de la primera parte.

No obstante, a pesar de esa perspectiva crítica que Orwell comparte con los lectores en la segunda parte del libro, su contribución con este trabajo va más allá de proporcionar datos verídicos sobre la vida de los habitantes del norte. De hecho, ya en aquel entonces se publicaron estudios y otras obras que daban visibilidad a los datos del desempleo en la zona. Entre ellas destaca The Human Needs of Labour (1918), en la que el autor –Seebohm Rowntree– aborda el tema desde un punto de vista científico y estadístico. Por el contrario, Orwell muestra la cara más humana de la situación en el norte. A lo largo del libro, llega a asegurar que a él le «cayeron bien» los miembros de la clase trabajadora a los que conoció. Ser testigo de su forma de vida en el día a día derribaría prejuicios que él, como miembro de la clase media alta, había tenido acerca de otros sectores más bajos de la sociedad. Gracias a esta experiencia, Orwell no presenta meros datos, sino que se centra en la vertiente humana de aquel ambiente.

Junto con Sin blanca en París y en Londres (1933), El camino a Wigan Pier forma parte de lo que Michael Amundsen[2] califica como la obra «etnográfica» de Orwell. Este tipo de proyectos, que también se pueden comparar con Los días de Birmania (1934) y Homenaje a Cataluña (1938), trataban de sacar a la luz aquellos mundos que eran todavía poco conocidos para la mayoría de la población. Normalmente, no solo se convertía en una experiencia personal para el autor, sino que también lo exponía al mundo con una clara intención política. Pretendía que se supiese la verdad acerca de Inglaterra en su totalidad, dándole importancia al mundo del «otro» como una parte vital de la realidad del país y del imperio.

El norte. The Great Slump durante los años treinta

Aunque fuese mundialmente conocida como la Gran Depresión, la caída en picado de la bolsa de Wall Street dio lugar a lo que en Inglaterra se conoció como «the Great Slump» («la gran caída», en español). Durante este periodo, el desempleo fue uno de los mayores males que asolaron a la población británica. Hasta dos millones y medio de personas tuvieron que depender del subsidio de desempleo, que, en la mayoría de los casos, no llegaba a cubrir las necesidades básicas de una familia, como la alimentación o el coste del alojamiento. Como consecuencia, los pequeños negocios se hundieron debido al limitado poder adquisitivo de la población y la escasez de demanda.

El norte se vio especialmente golpeado por otras circunstancias que se agravaron con el crac de la bolsa neoyorkina. La economía de esta región se sustentaba, principalmente, en la industria pesada de tipo siderúrgico y minero. Después de la Primera Guerra Mundial, estas aún no habían experimentado ningún tipo de renovación desde los inicios de la era industrial, por lo que otras industrias extranjeras se hicieron con el comercio internacional y suplantaron la producción británica.

Según Orwell mismo comenta en El camino a Wigan Pier, el desempleo era algo que él no había tenido la ocasión de percibir a tan gran escala, ya que en el sur era un fenómeno que resultaba mucho más «discreto». En su viaje a ciudades como Wigan, vio cómo el desempleo afectaba a calles enteras e, incluso, comenta que hay casos en los que algunos trabajadores –en su mayoría mineros– eran despedidos durante varios días a la semana. Por lo tanto, ni siquiera contando con un oficio se podían asegurar el salario semanal en su totalidad.

La imposibilidad de alcanzar un salario digno suponía que las condiciones de vida de la clase trabajadora fuesen difíciles, cuanto menos. El hacinamiento en viviendas inapropiadas para familias de varios miembros, la insalubridad, la mala alimentación y la desidia se convirtieron en la norma dentro de este ambiente que Orwell tuvo la oportunidad de conocer. Además, el autor destaca la atmósfera gris que solía caracterizar a este tipo de ciudades, contribuyendo a la sordidez del ambiente. Dice Orwell: «A la derecha, una hilera aislada de adustas casas de cuatro habitaciones, de color rojo oscuro, ennegrecidas por el humo. A la izquierda, una vista interminable de chimeneas de fábricas, una chimenea tras otra, que se iban desvaneciendo en mitad de una borrosa bruma negruzca. A mi espalda, un terraplén ferroviario hecho con la escoria de los hornos». Con estas palabras describe el autor la ciudad de Sheffield, cuya fealdad lo escandaliza. Sin duda alguna, para él, Sheffield era «la ciudad más fea del Viejo Mundo».

Afirmaciones como estas fueron muy criticadas tras la publicación de El camino a Wigan Pier, ya que se llegó a pensar que Orwell daba una imagen «infernal» de la zona en la que había estado viviendo durante el primer trimestre del año 1936. En un artículo de The Guardian se dice que Orwell originalmente tenía intención de visitar Rochdale, una ciudad ubicada en la región de Gran Mánchester. Sin embargo, un amigo suyo, Jack Hilton –originario de Rochdale–, finalmente lo convenció para que se dirigiese a Wigan, donde, según Hilton, sí que podría llegar a ver los verdaderos efectos de la Gran Depresión en todo su esplendor.

Orwell hizo caso de dicho consejo y decidió seguir la ruta que le había indicado su amigo. No obstante, la acogida del resultado por parte de Hilton no fue muy halagadora. Se sintió ofendido por las descripciones y las apreciaciones que Orwell dejó recogidas en su borrador final. Consideró que la aventura de su amigo había sido un absoluto «fracaso» y que nunca debería haber emprendido tal viaje.

A raíz de este tipo de comentarios cabe mencionar que en el norte se fraguó cierto resentimiento hacia la figura de Orwell, al considerar que el autor había expuesto al mundo una imagen exageradamente negativa de ciudades como Wigan o Sheffield. Algunos críticos han llegado, incluso, a cuestionar la veracidad y la historicidad de los hechos narrados por Orwell en la obra final. Según un estudio realizado por Robert Pearce[3], la primera parte de El camino a Wigan Pier debe ser tratada con escepticismo desde un punto de vista histórico. Sin embargo, se ha de considerar, de igual forma, que los cambios introducidos por Orwell en la versión final trataban de darle a esta una apariencia literaria, más allá de un simple diario personal.

Siendo él consciente del revuelo que se estaba generando por su estancia en el norte, Orwell no tuvo ningún tipo de reparo en enfrentarse a las críticas recibidas. De hecho, incluye una de estas dentro de la propia obra; concretamente, una encabezada por un crítico del Manchester Guardian que había calificado las palabras del autor como «difamatorias». Aclara Orwell que él jamás se había atrevido a «difamar a la humanidad», puesto que había disfrutado de la compañía de la población local. En cambio, sí que expresa abiertamente su desagrado por el paisaje. Por lo tanto, El camino a Wigan Pier puede contener apreciaciones puramente subjetivas del autor con respecto a lo que ese mundo tan distinto al suyo le sugería, pero ello no implica que los datos y ejemplos que Orwell expone o sus experiencias como observador hayan de ser cuestionados.

Sería preciso remarcar también la gran admiración que Orwell parece sentir por las familias con las que se encuentra a lo largo de esta experiencia. Reconoce que él nunca podría haber desempeñado el trabajo de un minero por su gran dificultad. Es muy exhaustivo en la descripción del ambiente subterráneo en el que los mineros de los años treinta pasaban su jornada laboral. No solo concentra su atención en lo costoso del trabajo per se, sino también en la tremenda odisea que suponía llegar hasta el lugar de trabajo, pues tenían que realizar unos cuantos kilómetros a pie por túneles por los que, en muchas ocasiones, tenían que pasar de rodillas, lo que requería resistencia y gran fuerza muscular. Además, la seguridad de estos trabajadores nunca estaba garantizada; por tanto, la probabilidad de que pudieran producirse accidentes era muy alta y, en muchos casos, estos podían ocasionar decesos. En efecto, los propios mineros eran conscientes de que un accidente podía ocurrir en el día más insospechado; una vez que accedían al subsuelo no podían saber si volverían a salir.

A pesar de lo míseras que eran las condiciones de vida en estas regiones, Orwell destaca la actitud de algunos. Asegura admirar el ánimo de individuos que son capaces de mantenerse optimistas o, al menos, de mantener el sosiego ante tal situación. Admira a quienes son capaces de vivir con un subsidio que probaba ser insuficiente para el mantenimiento de la familia, y a las mujeres que –con razón– son incapaces de mantener el orden y la limpieza de una vivienda en la que podía haber cualquier tipo de desperfecto y que servía de «hogar» para un tropel de niños a los que no podía asegurarles una mínima calidad de vida más allá de lo que tenían. Es curioso, también, que Orwell aclare que estas familias estaban tan acostumbradas a este modo de vida que era la forma de que consiguiesen sentirse a gusto, en casa. Dice que había quienes preferían la vida del suburbio a la de las viviendas sociales.

Con el relato de Orwell se tuvo la oportunidad de acceder a la vida del sector más desfavorecido de la población británica. Este tipo de experiencias, sin duda, condicionarían la visión de grandeza e impecabilidad que muchos, incluyendo el joven Orwell, tendrían sobre su país. Como ya se ha comentado anteriormente, esto hizo al autor cuestionarse qué suponía ser un ser «superior». Además, visiona la importancia de este sector para el funcionamiento del resto del país, como la «contrapartida necesaria» que no se ve, pero está.

Este viaje que Orwell realizó a mediados de la década de 1930 no fue un hecho aislado. Bernard Schweizer recoge en su obra Radicals on the Road[4] los viajes que varios escritores realizaron a lo largo de esta década debido a la particularidad histórica de esta, por encontrarse entre dos guerras mundiales y por la gran recesión económica que se estaba viviendo a nivel mundial. Literatos como Orwell, Evelyn Waugh y Graham Greene vieron la importancia de los viajes para su propio desarrollo personal y de sus ideas políticas. Además, esto satisfacía el deseo, por parte del público lector, de conocer mundos ajenos a ellos. Este dato, una vez más, nos conduce a pensar que este tipo de viajes y situaciones hicieron que en Orwell se fraguara su espíritu más socialista y revolucionario, ya que suponía un encuentro directo con la realidad y lo alejaba de la política teórica. Él mismo reconoce en El camino a Wigan Pier que no es la misma actitud la de un socialista de clase obrera, que solo ansía erradicar la pobreza –en términos prácticos–, que la de un socialista provisto de una buena educación, que solo sabe que hay que cambiar la presente civilización. Es claro que los contextos en los que ambos sujetos han desarrollado sus vidas son completamente dispares, lo que hace que sus perspectivas y exigencias para con la sociedad no sean coincidentes.

El novelista Evelyn Waugh sentencia en su libro de viaje Gente remota (1931) que la política adquiere un significado especial en el momento en el que uno comienza a viajar, porque supone alejarse de estereotipos, opiniones preconcebidas y del mundo que conocemos. Por ello, a través de los ojos de un espectador, como es el caso de Orwell en esta obra, el público lector podía tener acceso a otros mundos que, en cualquier otro caso, habrían pasado desapercibidos y, así, formar su propia opinión de la realidad en su totalidad, no solo teniendo en cuenta la propia.

En el caso de Orwell, el estudio sociológico –o etnográfico, como lo llamaba Amundsen– va siempre ligado a una clara faceta política que conforma su identidad personal y literaria.

Dentro de la literatura española, hay otros ejemplos que pueden ser relacionados con la obra de Orwell. En primer lugar, una obra que se puede asociar a El camino a Wigan Pier por cronología es Death’s Other Kingdom (1939), escrita por la autora estadounidense Gamel Woolsey, conocida por ser la esposa de Gerald Brenan. En esta obra, Woolsey acerca al lector a la barbarie que supuso el comienzo de la Guerra Civil Española en la ciudad de Málaga. Al igual que Orwell, Woolsey trata el tema sin prestar atención a datos, sino a las consecuencias que tal inhumanidad supuso a la población. Aunque la autora no estuviese viajando por Málaga, sino que se encontraba afincada en su casa de Churriana, son muchos los paralelismos con Wigan Pier.

Camilo José Cela también cabría en esta discusión sobre la obra de Orwell, puesto que también emprendió un viaje a una región desconocida para él y para muchos: la Alcarria, en Castilla-La Mancha. A lo largo de este viaje, Cela llevaba consigo un cuaderno en el que fue anotando toda anécdota, encuentro y conversación. El resultado de este viaje, que se extendió a lo largo de diez días, fue muy satisfactorio para él, al igual que para el público lector, que ha acogido Viaje a la Alcarria con gran fervor y entusiasmo desde su publicación en 1948. Esta obra demuestra el carácter inquieto y curioso del escritor. El propio Cela dice en este libro que «el escritor es […] un irredento vagabundo». Con ello, podríamos definir el espíritu que albergaba a Cela y a Orwell: insaciables de saber. Y su viaje no tiene por qué implicar un viaje al uso, con mochilas o maletas, durante un periodo de tiempo establecido, sino que lo entienden como una forma de vida según la cual la mente necesita ser alimentada constantemente.

Esa inquietud que caracteriza a Orwell y a Cela puede ir también asociada a una lucha política o ideológica en la que el autor trata de abordar la injusticia desde un punto de vista crítico, porque le atormenta las funestas condiciones de vida que muchos tienen que soportar. Esa perspectiva la ofrece Orwell, en mayor medida, en la segunda parte de El camino a Wigan Pier, pero también se puede encontrar en otras obras como Campos de Níjar (1959), de Juan Goytisolo. Para este proyecto, Goytisolo también realiza un viaje; en esta ocasión, el autor se dirige a la provincia de Almería. Allí se convierte en testigo del atraso y la pobreza que los trabajadores agrícolas y sus familias sufren en su día a día. Goytisolo, como Orwell, no se limita a la mera descripción, sino que hace una profunda crítica de la sociedad española de la época.

Como «vagabundos», estos autores se adentran en la vida de otros. Actúan como observadores y transcriben sus experiencias para el público lector. El papel de observador en la obra de Orwell, no obstante, tiene una connotación social que él mismo aclara en la segunda parte de la obra. A pesar de intentar ser uno de ellos, Orwell no puede pasar desapercibido como un miembro de la clase media alta. Hay algo que lo separa del resto de individuos a los que conoce a lo largo de este viaje.

División y desigualdad

El principal problema al que Orwell le dedica mayor atención en la segunda parte de la obra tiene que ver con las distinciones entre clases sociales. Hace mención al prejuicio reinante en la sociedad británica que condiciona las relaciones sociales de los individuos que la constituyen. Orwell, como parte autobiográfica, da a conocer al lector detalles sobre su propia vida y sus experiencias para entender la forma en la que él y los de su clase han visto y entendido las diferencias sociales.

Para Orwell, el sistema clasista inglés no solo se fundamenta en distinciones económicas, sino que también está condicionado por un «indefinido sistema de castas» en el que el honor y el prestigio juegan un papel primordial. El propio autor aclara sus orígenes como descendiente de una familia de clase media alta, aunque de la parte más baja dentro de esta franja. Este tipo de familias, dice Orwell, emplean la mayor parte de sus ingresos en mantener las apariencias. Aunque no tuviesen el mismo poder adquisitivo que sus antepasados pudieron alcanzar, estos individuos sentían la necesidad de aparentar un estatus social que ya estaba desapareciendo. La clase media burguesa iba ganando importancia, mientras que los miembros de la baja nobleza se estaban reduciendo. No obstante, estas familias de clase media alta que, a pesar de sus títulos honorarios, no podían, en realidad, costearse un traje a medida hecho por un sastre –como dice Orwell– trataban de esconder esa escasez económica en su vida pública. Es decir, mantener las apariencias se había convertido en una prioridad.

En relación con esto, Orwell no puede evitar hacer mención del esnobismo que caracterizaba a ese tipo de comportamiento. El mantenimiento de las apariencias iba ligado a una actitud «burlona» y «presuntuosa», y además, con unos ciertos modales y un acento propios de la clase patronal. Este esnobismo, sin duda, los animaba a no querer mezclarse con las clases bajas, con la gente «común», porque eso supondría degradarse socialmente.

Con esto, Orwell lanza una de sus primeras críticas contra el modus operandi de líderes y afiliados socialistas de la clase burguesa. Estos, indudablemente, advocarían por la redefinición del proletariado como una clase digna y decente, al igual que lo eran los propios burgueses. No obstante, Orwell se pregunta por qué ninguno de esos burgueses había tomado la determinación de comportarse como un individuo proletario, con formas bruscas y poco elegantes. A priori, adaptarse a la forma de vida o la forma de ser de miembros de la clase trabajadora implicaría «rebajarse» a uno mismo en estatus.

Esta degradación, explica Orwell, vendría dada por una cuestión física, ya que las clases obreras «apestan». Orwell habla de la distinción que existe entre los miembros de la clase media alta, como él, y aquellos que pertenecen a las franjas más bajas del modelo social británico. No obstante, es inevitable, ya que, aquellos que viven en ciudades como Wigan y se dedican a la minería, no pueden permitirse el lujo de la limpieza y el aseo personal. Con ello, Orwell trata de hacer entender a los lectores que el nivel de vida de los más favorecidos no debe tomarse como un parámetro universal, sino que depende de las circunstancias de cada familia y de cada comunidad.

Esas circunstancias propias de cada individuo y de cada clase social solo podían conocerse si se vivían en primera persona. De hecho, Orwell comenta cómo él no llegó a entender lo que suponía el desempleo, ni su fuerza destructiva, hasta que no lo presenció a lo largo de este viaje. Desde que volvió de Birmania, la conciencia social de Orwell adquirió una sensibilidad especial ya que, a pesar de su origen de alta cuna y de su esnobismo, él fue capaz de simpatizar con los más desfavorecidos, tanto en Birmania como en las ciudades industriales que vivió.

Es en este momento cuando se ha de hacer mención de la distancia –metafóricamente hablando– que Orwell llegó a sufrir con respecto a los miembros de la clase trabajadora de la zona norteña. Es relevante la expresión que utiliza para ejemplificar la persistencia de esas diferencias y prejuicios sociales: «el panel de cristal de un acuario», que «es fácil fingir que no está ahí, pero es imposible de atravesar». Como consecuencia, a pesar de sentirse a gusto rodeado de mineros y trabajadores, Orwell seguía siendo un completo «extranjero» a ojos de sus compatriotas.

Podríamos preguntarnos… ¿Un extranjero dentro de su propio país?Aun tratándose de un viaje que Orwell realizó a unos doscientos kilómetros al norte de las ciudades sureñas que ya conocía, Orwell explora otro tipo de división que va más allá de la diferencia social entre clases, y esta es la «antítesis norte-sur» –North-South Divide, en inglés–. Con estas palabras Orwell expresa su sentimiento de no pertenencia, ya que el norte se percibe como un país totalmente desconocido para aquellos que proceden del sur. Con este tipo de comentarios, Orwell hace eco de la identidad unitaria que se había fraguado en el norte como propia y diametralmente distinta a la que se había formado en el sur. Para el autor, el paisaje es típicamente norteño, al igual que ese acento y las costumbres de su gente, y su particular forma de esnobismo. Por ello, tanto la diferencia social entre Orwell y sus anfitriones como la diferencia territorial contribuyen a su desapego físico y esa sensación de otredad.

El socialismo como forma de vida. La trayectoria socialista de Orwell

Además de las diferencias y prejuicios sociales a los que Orwell dedica gran parte de su discusión en la segunda parte de El camino a Wigan Pier, hay otros muchos problemas que él considera que siguen acechando a la población británica. Es interesante notar que, a todos esos problemas, Orwell parece haber encontrado una solución válida común: el socialismo. No obstante, la segunda parte de esta obra no consiste en elaborar una alabanza del socialismo ni de las prácticas socialistas que se estaban llevando a cabo hasta la fecha, sino que también apela a dirigentes y afiliados socialistas que, según su opinión, no daban una buena imagen del movimiento y su ideología.

Aparentemente, el socialismo no contaba con una buena reputación a sus espaldas por los siguientes motivos: en primer lugar, como se ha comentado anteriormente, los simpatizantes socialistas pertenecientes a clases más altas no podían llegar a entender las necesidades del proletariado debido al abismo social existente entre ellos. Es contradictorio que los simpatizantes de clases altas «suspirasen» por una sociedad sin clases y, al mismo tiempo, fuesen reticentes a deshacerse de su prestigio social, señala Orwell.

A continuación, el autor elabora un discurso sobre el progreso y sus implicaciones. A esto, Orwell une el fenómeno de la mecanización como un ejemplo claro de progreso. No obstante, la industrialización y su consecuente mecanización del sistema de producción habían dado lugar al desplazamiento de muchos trabajadores. Por lo tanto, Orwell entiende que, todos aquellos que odiasen las máquinas por haberlos suplantado en sus puestos de trabajo, odiarían el socialismo, que había estado genuinamente asociado al progreso.

Sin embargo, el enfado popular con el socialismo, según Orwell, no se resume exclusivamente en las diferencias sociales y en las implicaciones de la mecanización. Además, añade la actitud ostentosa y la pedantería de algunos líderes políticos. Con esto, debido a los altos índices de analfabetismo y el bajo nivel educativo del pueblo de a pie, el socialismo no podía llegar a quienes más lo necesitaban. Por el contrario, el discurso socialista tenía que atrapar al trabajador medio y ser accesible para él. A este tipo de actitud que resultaba desagradable para el pueblo, hay que añadir el comentario de Orwell acerca de colectivos simpatizantes del socialismo que parecían no dar buena imagen a la causa socialista. Estos eran los «vegetarianos de barbas marchitas, comisarios bolcheviques (medio gánster, medio gramófono), fervientes damas con sandalias, marxistas melenudos que sueltan polisílabos, cuáqueros fugados, fanáticos del control de natalidad y gente que asciende arrastrándose subrepticiamente».

En términos generales, estas eran, para Orwell, las principales razones por las que el socialismo había perdido adeptos y seguidores en la última década antes de la publicación de El camino a Wigan Pier. En este momento de su trayectoria personal y profesional, él era socialista por convicción. Esta faceta política siempre lo mantuvo en primera línea de batalla dentro del panorama político de la época. De hecho, fue personalmente a luchar al frente durante la Guerra Civil Española, formando parte de las Brigadas Internacionales, las unidades militares constituidas por voluntarios extranjeros que combatieron del lado del ejército republicano. Siempre demostró integridad y gran fidelidad a sus ideales, por los que luchaba con su don de la palabra y con su propio cuerpo, si se daba la ocasión. De hecho, lo único que lo mantuvo apartado de una participación activa y militar en la Segunda Guerra Mundial fue su delicado estado de salud provocado por una incipiente tuberculosis. No obstante, a pesar de no poder participar en la lucha cuerpo a cuerpo por la defensa de la paz mundial, Orwell siguió escribiendo en periódicos de índole socialista como The Tribune y The Observer, e incluso, trabajó en asuntos de guerra como miembro de la BBC.

Alrededor de esos años en los que se estaba librando este conflicto bélico mundial, Orwell comienza a desconfiar de la práctica socialista. Con el auge del estalinismo en la URSS, el concepto teórico del comunismo se había desvirtuado por la mala gestión soviética. Por ello Orwell comienza a desencantarse con el socialismo o, más bien, con la mala praxis de líderes socialistas de índole marxista, como Joseph Stalin. Con su régimen totalitario, Stalin había demostrado que el socialismo marxista podía llegar a ser tan despótico –y más, si cabe– como lo eran el nazismo alemán y los fascismos italiano y español.

Fruto de esa desilusión nacieron sus dos obras más célebres: Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1948). La primera nació como una crítica a la traición que Joseph Stalin cometió contra el régimen soviético y su antiguo líder, Vladímir Lenin. Con esta obra, Orwell ya ataca a la falsa imagen de «igualdad» que el comunismo soviético trataba de enmascarar. En definitiva, como Orwell bien apreció, «Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros».

La decepción con el rumbo de la política del momento, junto con ideas como la manipulación, la política del terror, la mecanización, el totalitarismo, la opresión, la falta de libertad individual y la represión, impulsaron a Orwell a escribir su última novela, 1984. Esta se sitúa en un futuro imaginario y distópico en el que el autor trata de exponer lo que él pensaba que podían ser las terribles consecuencias de su presente.

El camino a Wigan Pier resulta mucho más optimista que 1984. Entre la publicación de la primera en 1936, y 1948 –fecha en la que su última novela sale a la luz– se puede apreciar una clara evolución personal e ideológica en el pensamiento de Orwell: de tener un resquicio de esperanza porque la situación global y la sociedad pudiesen mejorar, a la desi­lusión y resignación absolutas. En definitiva, George Orwell defendía, más allá de una simple ideología, la importancia de la justicia y la libertad; y, lo que es más, que esos dos valores fuesen, independientemente del signo político gobernante, los fines últimos de la política de cualquier país. Justicia y libertad: eso era lo que los habitantes de ciudades como Wigan o Sheffield necesitaban para dejar de «apestar», para igualarse en términos sociales a miembros de clases más altas, y poder alimentar sus expectativas más allá de los túneles del subsuelo.

Lola Artacho Martín

[1] Los textos primarios del diario de Orwell se encuentran publicados en línea en la Fundación Orwell. La iniciativa para la publicación de cada una de sus entradas vino motivada por el 75 aniversario de la publicación de El camino a Wigan Pier, de tal forma que cada entrada fuese publicada, exactamente, 75 años después de haber sido escrita. [https://theroadtowiganpier.wordpress.com/].

[2] Michael Amundsen, «George Orwell’s Ethnographies of Experience: The Road to Wigan Pier and Down and Out in Paris and London», Anthropological Journal of European Cultures 25.1 (2016), pp. 9-25.

[3] Robert Pearce, «Revisiting Orwell’s Wigan Pier», History 82.267 (1997), pp. 410-428.

[4] Bernard Schweizer, Radicals on the Road: the Politics of English Travel Writing in the 1930s, Charlottesville, Virginia, University of Virginia Press, 2001.

Cronología

1903: Nació en Motihari (India) el 25 de junio de 1903. Su nombre real era Eric Blair. Era hijo de Richard Walmesley Blair, funcionario responsable del comercio británico del opio, y de Ida Mabel Limouzin, perteneciente a una familia de comerciantes franceses venida a menos.

1911: Se trasladó a muy corta edad con su madre y sus hermanas a Inglaterra. A los ocho años, ingresó en un selecto internado deSussex, donde destacó por sus buenas notas y su evidente falta de medios económicos.

1917: Obtuvo una beca para entrar en el prestigioso colegio privado de Eton, donde permaneció cuatro años.

1922-1927: En vez de aceptar una beca para ir a la universidad, decidió seguir la tradición familiar y hacerse funcionario colonial. Prestó servicios en la Policía Imperial india destinado en Birmania.

1927: Regresó a Inglaterra, renunció a su plaza laboral y durante un tiempo vivió con los vagabundos del este de Londres; después marchó a París donde trabajó de friegaplatos y de jornalero en los campos de Kent. Enfermo y luchando por abrirse camino como escritor, vivió durante varios años muchas carencias económicas. De este difícil periodo de su vida nació su novela Sin blanca en París y en Londres (1933), donde narra las difíciles condiciones de vida de las gentes sin hogar.

1934: Su experiencia en la Policía Imperial inglesa en Asia, lo llevó a escribir Días en Birmania, una crítica inmisericorde contra el imperialismo británico, y en cierta medida, una obra autobiográfica.

1935: Escribió La hija del reverendo, la historia de una solterona que encuentra su sitio viviendo entre los campesinos.