El camino de Pyluff - Nicholas Albert Ray - E-Book

El camino de Pyluff E-Book

Nicholas Albert Ray

0,0

Beschreibung

Los invito a leer esta historia de un joven llamado Pyluff, que vivió hace miles de años, en un mundo de fantasía habitado por humanos, elfos y muchas criaturas. En esta primera parte, recorreremos los inicios de su viaje y qué nuevas amistades y destinos irán surgiendo en su camino, ignorando el peligro y desafiando a muchos enemigos que se irán cruzando en su viaje.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 368

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



NICHOLAS ALBERT RAY

El camino de Pyluff

La espada de Nerwen

Nicholas Albert RayEl camino de Pyluff : la espada de Nerwen / Nicholas Albert Ray. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-2958-9

1. Novelas. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de Contenidos

Introducción

Capítulo 1

Pyluff

Capítulo 2

El comienzo de una aventura

Capítulo 3

Los elfos

Capítulo 4

El rey

Capítulo 5

El entrenamiento

Capítulo 6

La partida

Capítulo 7

Una nueva amiga

Capítulo 8

La zona neutral

Capítulo 9

Drago y la espada de Nerwen

Capítulo 10

La cueva del infortunio

Capítulo 11

A solo un paso

Introducción

Esta historia relata sobre un mundo donde hace miles de años conviven juntos humanos y elfos en absoluta paz entre sí, donde nunca ha habido guerras ni disputas por territorio y cada raza vivía independientemente una de la otra. En él, los elfos viven en una aldea llamada Aldyn.

En este mundo, ellos poseen la habilidad de poder controlar los elementos de la naturaleza, y son capaces de manipular el fuego, el aire, la tierra y el agua. Nunca han utilizado estos elementos para intimidar a los humanos, simplemente los utilizaban para usos personales y mejorar el estilo de vida de los habitantes de su pueblo. Solo utilizan estos poderes para defenderse a sí mismos contra las criaturas malignas que habitan en los confines más oscuros del continente cuyos territorios han sido denominado “zona neutral”. Son territorios a los que nadie se atreve a ir y aquellos que se han animado a entrar nunca han regresado. Muy de vez en cuando resurgen bestias con sed de sangre y atacan a todo ser que se les atraviesa en su paso. A estas criaturas se las conoce como “Byon”, estos son unos espectros que poseen el tamaño de un león, la agilidad de una gacela y solo se movilizan de noche y atacan en manada de no más de tres. Se los reconoce instantáneamente por sus ojos rojos de color sangre que brillan en la oscuridad más profunda. Las otras criaturas son conocidas como “renyk” y nunca salen de su territorio a menos que un ser más poderoso que ellos los manipule. Se caracterizan por ser de alrededor de tres metros de alto, de gran contextura física, se trasladan en dos patas a diferencia de los byon y utilizan sus grandes garras para despedazar a sus víctimas. Hace unos veinte años, un nuevo rey ha asumido el trono de Asdoran, debido a la desaparición del hijo del antiguo rey y es un hombre que ascendió al reino a la edad de tan solo dieciocho años, los mismos años que el hijo del antiguo rey Galímedes VIII. El antiguo rey falleció de una enfermedad desconocida por aquel entonces. Para la desdicha del reino, la persona que ha asumido el trono solo ha causado un reinado donde se pregona el autoritarismo, la tiranía y hay mucha pobreza y muerte en su población. Cualquiera que se oponiese a su mandato sería ejecutado inmediatamente en la plaza de los pueblos o en las ciudades como ejemplo para el resto de la gente o enviado a prisión hasta que se dicte su condena. También es una persona cegada por la gran ambición de poder, donde esta misma se ha extendido tanto que, desde el día que asumió el trono, le declaró la guerra a los elfos en pos de invadir su territorio y conquistar sus tierras y acabar con su raza, la cual él ve como una enfermedad que contamina a este planeta. Muchas vidas se han perdido debido a las interminables batallas que han ido aconteciendo a través de los años sin que se estime un posible final a esta guerra sin sentido. Los elfos no tienen otra alternativa que defenderse de los ataques de los humanos porque aunque ellos sean muchos en número, ellos tienen la ventaja de utilizar los elementos como su única ventaja, debido a que son muchos menos en número, y así se establece el equilibrio que ha permitido la extensa batalla a través de muchos años. La aldea de los elfos se encuentra ubicada en el extremo sudeste del continente donde viven no más de cinco mil habitantes. Está en el centro de un profundo bosque y han vivido ahí en armonía por miles de años, gracias a que están protegidos de toda la maldad que ellos creen que está dispersa en el resto del mundo. Esta aldea es dirigida por el sabio que es conocido por el nombre de “Lyndir” y ha logrado una gran prosperidad y una gran paz entre los que él llama sus hijos, por el hecho de que él es el mayor de todos y al que siempre buscan por consejo. Él mismo fue el que pregonó esta habilidad que tienen los elfos en poder manipular los elementos, desde que comenzó la guerra, pero nunca ha sido capaz de crearlos, viéndose limitada la capacidad de sus usos. Aun así se vio ante la necesidad de entrenar a todos los elfos en el arte del combate y cómo deben utilizar de la mejor manera la manipulación de los elementos como un arte de lucha, gracias a eso la aldea ha sido capaz de soportar los continuos ataques de los batallones del rey donde estos son liderados por capitanes donde cada uno de ellos tienen una habilidad de combate específica que los diferencia uno del otro y un general que los comanda, conocido como el general “Mandra”, que dicen los rumores es poseedor de una fuerza sobrehumana y ha sido uno de los pocos en haber conseguido derrotar a más de un elfo. Las batallas se llevan a cabo principalmente en las afueras del bosque, generalmente en las llanuras de Pélides, ya que los elfos no quieren profanar la santidad del bosque propio y llevan la batalla al exterior este, donde los humanos nunca pueden lograr alcanzar. Se dice que en total hay cinco batallones de alrededor de dos mil soldados, cada uno pertenecientes al rey, es decir, son cinco capitanes, y a su vez hay una tropa integrada por asesinos y mercenarios, que generalmente es usada como fila de primera línea en las batallas. Los rumores dicen que su majestad valora mucho la vida de sus soldados y que al final de cada batalla se hace un homenaje a los fallecidos, esto ayuda a levantar la moral de los otros guerreros. La guerra continúa en un extremo del continente, mientras que en el reino de Asdoran, el rey ha logrado obtener la ventaja final para destruir a sus enemigos de una vez por todas, gracias a la ayuda de un personaje siniestro, cuya identidad no se ha hecho pública aún. He aquí donde comienza la historia y el camino de un joven muchacho, cuyo destino esta enlazado con esta guerra y la liberación de un pueblo oprimido por un reinado tirano y corrupto, cuyos orígenes aún no conoce de sí mismo, pero su vida está vinculada a la de miles.

Capítulo 1

Pyluff

Está amaneciendo en un pequeño pueblo en las fronteras de Asdoran, ubicado al sur de la ciudad de Gargan. Las casas son precarias y de aspecto ordinario, un lugar donde los paisanos viven principalmente de la agricultura, como el cultivo de tomates, patatas, trigo, entre otras. También poseen un pequeño número de vacas, las cuales algunas son usadas para ordeñar la leche y otras para la faena. En total no deben vivir más de cien habitantes, donde su mayoría son ancianos, mujeres y niños, debido a que los hombres al superar la edad de quince años, están obligados a prestarle servicios a su reino y así son enlistados en el ejército de su majestad. Una vez al año llega una patrulla al poblado para llevarse a los hombres que han alcanzado edad suficiente para luchar. Los que se rebelan, son arrestados por traición al reino. Falta solo una semana para que los soldados del rey vuelvan a circular por estas tierras, y hay una sola persona que tendrá la edad correspondiente cuando lleguen, y ese es un muchacho de nombre Pyluff. Este chico es de una estatura promedio (que rondará el metro ochenta), de cuerpo atlético, de un pelo oscuro como la misma noche, de unos ojos claros como el cielo, y de unas particulares orejas, y he aquí lo importante, son distintas a las de un humano. Tiene una personalidad muy bondadosa, es un poco introvertido debido a sus dificultades para relacionarse con el resto, y de muchos valores, especialmente con su madre, ya que nunca tuvo un padre desde el día que nació. Sabemos que los elfos son inmediatamente reconocidos por su gran altura, sus cabelleras rubias, sus ojos claros, lo cual todo esto demuestra una particular belleza en ellos. Pero Pyluff no, él tenía un aspecto muy humano a diferencia solamente de sus orejas, ha sido debido a esto que ha tenido una infancia muy difícil, debido a que fue objeto de muchas burlas por parte de los otros niños de la pequeña aldea, y su madre le dijo que no los odiara al respecto y que algún día él tendría verdaderos amigos y que debería poner su confianza en ellos, como ellos lo harán en él. Muchas veces se sentaba solo en una colina al extremo este del pueblo, un lugar al que nadie iba y por eso él se sentía seguro de estar ahí, ya que no tenía que recibir ningún insulto, ni ninguna broma del resto de las personas. Mientras pasaban los años, él se ponía contento de ver cómo los soldados se llevaban a todos sus “enemigos” lejos de él, pero el entendió que algún día a él también le iba a tocar este horrible destino, y ese día está solo a unos pasos de su puerta.

Estaba Pyluff tomando leche y comiendo un trozo de pan en la cocina cuando en eso escucha que su madre Arnise (se pronuncia Arnis), se levanta de la cama y baja a desayunar junto a su hijo-

—Buenos días, hijo —replicó su madre.

—Buenos días madre —respondió amablemente Pyluff.

—¿Qué estás desayunando?

—Solamente un poco de leche y un trocito de pan, lo de siempre —respondió acaloradamente él—. Este año las cosechas no han ido muy bien, así que tengo que arreglármelas con esto solamente, pero afortunadamente me he acostumbrado de buena manera.

—Es cierto, ha habido muchas sequías, y eso ha afectado a nuestros cultivos.

—¿Me acompañas en el desayuno?

—No, te agradezco, hijo, pero estoy apurada.

—Como desees, madre, hoy leeré algún libro, no tengo ganas de trabajar.

—Me parece bien, pero si sigues leyendo tanto se te caerán los ojos (risas).

—Muy graciosa, madre... ¿No tienes algo urgente que hacer?

—Antes de eso, quería decirte que el día anterior a la fecha de tu partida, hay algo muy importante que debo decirte, pero lo haré momentos antes que partas. Cambiando de tema, hemos decidido el pueblo entero en hacerte una fiesta a tu honor, ¿qué te parece?

—No es mala idea, aunque estoy seguro de que algunos van a festejar que me vaya de aquí más que otra cosa.

—No pienses así, hijo, no te hace bien. Tengo una idea, por qué no vas a hablar con Jack, y le dices que te traiga algunos fuegos artificiales de la ciudad.

—Eso haré, total no tengo mucho que hacer por el resto del día.

—Bueno, me voy retirando, ¡un beso, amor! —respondía Arnise mientras salía de la humilde vivienda.

Pyluff termina de desayunar, se pone sus ropas de invierno, y sale en busca del viejo Jack, el único hombre mayor que queda en la aldea debido a que posee un solo brazo, el cual perdió en un accidente que sufrió de niño y debido a ello los soldados decidieron dejarlo aquí, en este pueblo con poca vida. Al ir caminando hacia la casa de Jack, toda la gente lo saluda como nunca lo hicieron antes en toda su vida, eso obviamente le produce cierta molestia a Pyluff, ya que el entiende el porqué de tanta amabilidad de ellos hacia su persona. La casa se encuentra a unas dos leguas en las afueras del pueblo, ya que siempre le ha gustado vivir en soledad y distanciado del resto de los pueblerinos. Pyluff toca a la puerta, y un anciano de baja estatura, de voz gruñona le dice:

—¿Qué quieres? —responde el malhumorado hombre.

—Buen día, qué manera tan amable de recibirme, don Jack —dice Pyluff irónicamente.

—No me sobra el tiempo para desperdiciarlo en muchachitos como tú.

—Dele, señor, no sea así, he venido a pedirle un favor.

—¿Gratis?, porque de ser así no hay nada que tengamos que discutir.

—Pero qué dice, si me he traído algunos linares conmigo.

—Entonces puedes pasar —responde Jack mirando golosamente el puñado de monedas que Pyluff porta consigo.

Jack lo invita a entrar al joven a su humilde hogar, el cual no es muy acogedor y es muy sucio, ya que nunca dedica un minuto de su tiempo en limpiarlo y ponerlo en condiciones. Ambos se sientan en un antiguo sillón de tres plazas y mientras conversan sobre temas triviales, el anciano saca una vieja pipa de su saco y se pone a fumar.

—Necesito que me traiga de la ciudad algunos fuegos artificiales para mi fiesta que se hará en cinco días —alega Pyluff.

—¿Fiesta? ¿Qué has hecho tú para merecerte algo así?

—Es una fiesta de despedida, porque ese día cumplo mis quince años y al día siguiente las tropas vendrán a buscarme y nunca más he de volver aquí.

—Ya veo… de ser así, guárdate tus monedas, que yo invito.

—Es muy amable de tu parte, pero ¿crees que lograrás en cinco días ir hasta la ciudad y volver? Ten en cuenta que a pie se tardan unos seis días de ida y otros seis de vuelta.

—Eso es cierto, pero tú no sabes que a caballo son dos días de ida y dos de vuelta.

—Pero tú no cabalgas, nunca te he visto hacerlo.

—En parte eso es cierto, pero sólo en la parte que nunca me has visto. Yo siempre hago mis diligencias de ese modo, aunque en el exterior parezca un viejo debilucho, mi fuerza vital sigue tan fuerte como cuando tenía tu edad.

—¿Y dónde guardas a tu corcel? —pregunta Pyluff de manera curiosa.

—Se encuentra en un campo que tengo a una legua de aquí. Lo alimento y le doy de beber todas las tardes. No bien termine de hacer un par de tareas, saldré inmediatamente a la ciudad a buscarte tus “juguetes”.

—Muchas gracias, Jack. Me voy yendo entonces y que tengas un buen viaje.

—Será un placer para mí aportar algo para tu despedida, te la tienes bien merecida, amigo, aunque es lamentable que los ignorantes de este pueblo te despidan por otros motivos. Un abrazo y nos vemos para entonces. Pyluff se retira y se dirige a su hogar a retomar sus actividades de lectura sabiendo ya que ha cumplido con la tarea que le encomendó su madre. Pasaron los días y la rutina no ha cambiado en nada, todos en el pueblo hacen sus tareas diarias, las mujeres cuidan de sus pequeños hijos, y las que no, se dedican a cultivar y a hacer los preparativos de la fiesta de Pyluff. Aún no hay noticias del viejo Jack y solo falta un día para la celebración. Arnise ya empieza a preocuparse y le pregunta a su hijo si tiene noticias de él. Él le responde con una negativa y le dice que vendrá mañana sin falta. Llega el día de la fiesta y se empiezan a hacer todos los preparativos. Esta se realizará en el centro del pueblo, se han colocado varias mesas en círculo, sillas, jarras para la bebida, platos, cubiertos, las velas y algunos entremeses para ir saboreando hasta que anochezca. Se sientan todos para dar comienzo a la celebración, pero aún no se saben noticias de Jack, lo cual ya empieza a preocupar a Pyluff, pero él tiene esperanzas de que llegará para medianoche, cuando sea el clímax de la fiesta.

Cuando Pyluff creía que Jack ya no llegaría, se escucha un ruido muy fuerte a lo lejos, todos giran sus cabezas y ven cómo una luz resplandeciente ilumina a los cielos, y ahí todos se percatan de que el viejo había llegado en el mejor momento para animar la fiesta a todo esplendor. Por más de quince minutos la profundidad en la oscuridad de la noche se vio iluminada por los fuegos artificiales, todos muy hermosos y de gran magnitud. Al terminarse el espectáculo de luces, Jack se presentó ante todos y fue recibido con una gran ovación y muchos aplausos, y Pyluff le agradeció enormemente su esfuerzo dándole un gran abrazo de gratitud. Arnise lloraba al ver la alegría que estaba experimentando su hijo esa noche y el saber al mismo momento que al día siguiente debía dejarlo ir a un futuro incierto que todo el mundo desconoce. Jack se le acerca a Pyluff y le pide unas palabras para todos como mensaje de despedida. Pyluff acercándose al centro de la fiesta, les dirige unas palabras a todos:

—Antes que nada, les agradezco a todos por haber planificado esta fiesta en mi honor, no saben lo agradecido y honrado que me encuentro en estos momentos —entona Pyluff. La verdad es que es un gran honor para mí decirles que, a pesar de todas las adversidades que he tenido a lo largo de los años, me he encariñado con este pequeño pueblo al cual debemos protegerlo para que siga con vida y no se desarme como ya ha ocurrido en otras aldeas de la región, todo debido a las leyes que el rey ha aplicado sobre sus ciudadanos. Hoy es el día en que me convierto en un adulto y he de tomar y hacer todas las decisiones correctas de aquí en adelante, sin importar el lugar en donde estoy y siempre que me encuentre en alguna situación difícil, me acordaré de ustedes, y eso me dará fuerzas para seguir adelante, sin importar las circunstancias. La gente se pone de pie y lo ovaciona, le gritan frases de aliento, lo aplauden, y Jack le hace una última pregunta.

—¿Cuál es tu sueño? ¿Tienes alguno?

—Sí, poder volar. —La gente se ríe a carcajadas pensando que es una broma.

—¿Y por qué deseas volar con tanto anhelo? —agrega Jack.

—Para sentirme libre, sin ataduras, tener independencia de ir adonde desee, sin depender de caminos, como las aves.

—Nunca he escuchado de alguien que supiese volar, pero si algún día lo logras, prométele a este pobre viejo que me lo mostrarás.

—No tengas ninguna duda de eso, Jack, serás el primero en todos en saberlo. —Terminada la fiesta, todos se dirigen a sus casas para descansar y así empezar un nuevo día con las mismas rutinas de siempre y esperando la llegada de los hombres del rey. Pyluff se dirige con su madre a la casa, y antes de que él se vaya a dormir, Arnise lo llama y le pide que se siente a su lado, junto a la chimenea de la sala de estar.

—¿Qué sucede, madre? —pregunta Pyluff preocupado.

—¿Te acuerdas que hace unos días te dije que tenía que decirte algo muy importante?

—Sí, pero… ¿qué es tan importante que tiene que ser a estas horas de la madrugada?

—Es sobre tu padre.

—¿Qué hay de él? Te abandonó, no necesito saber nada sobre una persona así.

—No es eso.

—Y entonces, ¿qué es?

—Tu padre es un elfo.

—¿Cómo has dicho? ¿Qué disparates estás diciendo, madre?

—Lo que has oído, tu padre es un elfo, debido a eso tuvo que irse, no quería poner en peligro a esta aldea de los soldados del rey.

—¿Y cómo fue que alguien de esa raza llegó a nuestro poblado?

—Esto transcurrió ya hace unos dieciséis años, yo en ese entonces era una jovencita muy tímida pero muy hermosa, muchos soldados se me declaraban, pero yo no aceptaba ninguna proposición, hasta que un día el mismo capitán de un batallón, el capitán “Weian”, se me propuso y yo obviamente lo rechacé, y él al escuchar mi negativa, decidió secuestrarme y llevarme a su mansión en la ciudad y obligarme a ser su esposa. A mitad de camino, un sujeto con una túnica azul y una capucha tapando su rostro se interpuso en el medio de la ruta de las tropas de Weian y con el movimiento de su brazo y aun sin entender por qué, los soldados se inmutaron de miedo y salieron corriendo. El capitán se le acerca al individuo y, al ver su rostro, le ruega por misericordia, arroja su espada y se escapa. El hombre se me acerca, me desata y me pregunta si me encuentro bien. Yo le respondo que sí, y en ese mismo momento él se desmaya ante mí. Yo, anonadada, le saco la túnica y veo que se encontraba muy malherido, y lo subo a uno de los caballos que había sido abandonado por los soldados, y lo traigo al pueblo. Fue durante la vuelta a casa que noté algo muy peculiar en él, observo bien su rostro y noto que sus orejas eran muy peculiares, yo en ese entonces nunca había visto a un elfo así que no le presté mucha atención. Tardó dos días en levantarse de un profundo sueño, y me pregunta dónde se encontraba, yo a eso le respondo que está en mi pueblo y que ya no debe preocuparse por nada. Él me agradece por haber cuidado de él y por tratar sus heridas, pero me dijo que debía irse de inmediato, que tenía una misión. Yo le sugiero que se olvide de eso porque sus heridas eran muy profundas y que debía quedarse por lo menos haciendo dos meses de reposo, a lo que hace oídos sordos y trata de levantarse y fue ahí donde se le abrieron las heridas y empezó a sangrar de nuevo. Pasaron los días y él ya lograba caminar por su cuenta y empezó a tener mayor confianza en mí y yo en él, entonces tuvimos una conversación donde se abre ante mí y me cuenta quién es él realmente. Se presenta con el nombre de “Kilyk” y me contó que estuvo participando en una batalla en las llanuras de Pélides, y que había sido malherido por el general de las fuerzas enemigas cuando intentaba salvar a dos de sus amigos y recibió el ataque por ellos, y antes de que diera el golpe final, el sabio de su aldea lo salvó y pudo escapar pero se perdió en el camino y así fue como logró encontrarse con el grupo de soldados del capitán Weian. Luego de eso le pregunté por sus orejas, eso a él le llamó la atención pero luego sonrió y me entendió que un pueblo tan remoto como éste no conociese a los elfos, esa fue la primera vez en mi vida que escuchaba esa palabra. Fue entonces cuando a través de los días restantes me contó más sobre su raza, sus tradiciones, su cultura, sus historias y llegó el momento en que me dijo que debía irse para volver a luchar junto a los suyos y nunca más lo volví a ver desde entonces. Días después de su partida me di cuenta de que iba a tener un hijo suyo, o sea vos, Pil.

—¿Quién más sabe sobre él en el pueblo?

—Solo Jack.

—Entonces debo entender que mi padre es un elfo, o sea, soy mitad humano y mitad elfo.

—Así es, hijo mío, lamento mucho no habértelo dicho antes, pero quería que fueses mayor así podías asimilarlo mejor.

—Entonces estas orejas son así por mi sangre élfica.

—Exacto.

Pyluff se quedó estupefacto y sin poder decir una frase al enterarse de la noticia decide irse a dormir pensando toda la noche en las palabras de su madre y saber que la sangre de dos razas corren por sus venas. Al día siguiente llegan los soldados, donde uno de ellos flamea la bandera del reino que está compuesta por una espada y un báculo cruzados entre sí, y se instalan en el centro del pueblo y ordenan que les traigan a todos los hombres de quince años o más. Arnise levanta a su hijo y le dice que debe escapar lo antes posible de ahí, él le pregunta por qué, y ella le contesta que los elfos y los humanos están en guerra y que, si esos soldados ven sus orejas, pensarán que él es un elfo y por lo tanto un enemigo y que lo asesinarían. Pyluff no podía creer que realmente sucediese algo así en el mundo, por lo que Arnise le dio una bolsa llena de provisiones y le ordenó que se dirigiese a lo de Jack, que él ya le tenía preparado un caballo para su huida. Los soldados le preguntan a una mujer si no había alguien en todo el pueblo con esas características y ella les contestó que sí, solo hay uno y vive en una casa pequeña de allá. Ellos se dirigen hacia aquel lugar, tocan a la puerta y ven que nadie los recibe, así que derriban la entrada y empiezan a revisar la casa sin noticias de nadie, y uno nota que dos personas están corriendo hacia las afueras del pueblo. Pyluff y su madre llegan a la casa de Jack y él mismo le dice a Pil que su caballo lo espera atrás de la casa, en eso Jack divisa que los soldados se están acercando.

—Apúrense y suban al caballo, él los llevará a la ciudad —ordena Jack de manera apresurada.

—Yo no iré —anhela Arnise.

—Pero qué dices, madre, tenemos que escapar, ellos de seguro te atraparán por haberme permitido escapar.

—Por eso mismo, yo los distraeré mientras tú te alejas.

—Pero no sé qué hacer, adónde ir.

—Ve hacia la aldea de los elfos, Aldyn, allí nació tu padre. No confíes en los humanos, son tus enemigos, tendrás que camuflarte entre ellos, aquí tienes doscientos linares, son los ahorros de mi vida, utilízalos bien durante tu viaje. Ahora vete, están cerca.

—¡Te amo! —le dice Pyluff a su madre mientras le da un fuerte abrazo.

—Yo también, hijo —responde su madre en lágrimas. Luego de darse un fuerte abrazo, Jack le da una palmada al caballo y este sale disparado hacia los bosques llevando consigo al joven Pyluff mientras él mismo ve cómo su madre y Jack son arrestados por los soldados por desobedecer las órdenes supremas del rey. Así comienza una nueva vida para Pyluff, una vida que le deparará muchos misterios, muchas aventuras y una búsqueda por descubrirse a sí mismo en un mundo donde predominan el conflicto, la miseria y el miedo.

Capítulo 2

El comienzo de una aventura

Pasó un día desde que Pyluff escapó de la aldea, y decidió parar a descansar a la ribera de un río, llorando desconsoladamente por sentirse culpable de que su madre y Jack hayan sido secuestrados por esos soldados, principalmente sintiéndose impotente por no tener las fuerzas y el valor por poder ayudarlos, pero aun así ha tomado la importante decisión de ir en su búsqueda una vez que logre encontrarse con los elfos, para pedirles ayuda. Decide pasar la noche sentado al lado de una roca, contemplando las hermosas estrellas y la luna que deja su reflejo sobre el agua cristalina, formándose así una escena de total relajación donde le permitió enfriar su cabeza y pensar qué hacer de ahora en adelante, porque él no conoce el camino hacia Aldyn. En ese momento se acordó que el caballo conoce la ruta hasta la ciudad más cercana, y haciendo uso de esa ventaja, vuelve a tomar las riendas de este y se dirige a toda velocidad hacia ese destino. Luego de un día entero de cabalgata, de atravesar sierras, planicies, y bosques, logra divisar a lo lejos una gran muralla que rodea a un montón de casas, y en la entrada dos grandes torres vigías, con dos soldados en cada una de ellas. En ese mismo instante él recuerda que su madre le contó que no confíe en ningún humano y que trate de ocultarse de ellos. Haciendo caso a la advertencia de su madre, se tapa el rostro con su capucha, y se dirige a paso lento hacia la entrada, al llegar a esta, divisa un letrero con un nombre, lee y dice: “Gargan”, en eso recibe la orden de alto y le preguntan:

—¿Quién eres?, nunca te había visto por aquí —pregunta un soldado de puesto.

—Soy solo un viajero en busca de víveres y una noche de cobijo en su posada. No bien termine, me iré —le responde Pyluff.

—¿Desde dónde vienes? —pregunta el soldado inquisitivamente.

—De una pequeño pueblo en las fronteras del reino.

—Comprendido. De ser así, bienvenido a la ciudad de Gargan, esta es una de las cuatro grandes ciudades después de la capital, que tengas un buen día.

—Muchas gracias, buen día a usted también. Y así Pyluff entra por primera vez a una gran ciudad, y se siente superado al notar tanto movimiento de gente por las calles, todas empedradas, las grandes casas, los innumerables puestos de venta en la plaza central, muchos niños corriendo de aquí para allá, felices de vivir donde viven. En general se sentía un ambiente de mucho regocijo y alegría en esa ciudad, pero aun así, eran varios los soldados que circulaban las calles, demostrando así la tensión de haber una guerra en la actualidad. Lo primero que hizo Pyluff fue dirigirse a una posada que atinó a ver mientras circulaba cerca de la plaza, entró y notó un gran bar lleno de gente tomando cerveza, vino, y otras delicias que nunca pudo probar. Se le acerca al encargado y le pregunta el costo de la habitación, este le responde que son veinticinco linares. Pyluff le entrega el dinero y recibe la llave de una de las habitaciones superiores, sube y deja ahí sus cosas. Luego de darse un baño, entiende que es necesario salir a recolectar información de cómo llegar a la aldea de los elfos, por lo cual necesita ser extremadamente cauteloso si no quiere despertar sospechas entre la gente, así que estuvo analizando bien a quién debería preguntarle. En eso se da cuenta de que lo mejor va a ser ir a la biblioteca de la ciudad, de seguro ahí tendrán mapas del continente, que le permitirán entender dónde se encuentra él ahora y qué tan lejos esta Aldyn de la ciudad de Gargan. Sale de la posada, ya estaba atardeciendo, y pregunta por los alrededores el camino hacia la biblioteca, le contestan que se dirija al lado norte de la ciudad y que la notará enseguida. Al llegar a esa sección, empieza a buscar pero no la encuentra (totalmente lo contrario a lo que le habían dicho), pasan los minutos y de repente nota una estructura muy pequeña, como olvidada, sin cuidado, y divisa un pequeño cartel en su entrada que dice: “biblioteca de Gargan”. Decide entrar y nota que hay una pequeña recepción, pero no hay nadie en ella. Llama en voz alta a ver si alguien responde, pero nadie responde a su llamado. Siendo así, se dirige a unos estantes llenos de libros, cubiertos de polvo, como si nadie los hubiese usado en años, y empieza a buscar alguno que contenga algún mapa del continente, pero la búsqueda ha sido en vano. Se dispone a irse del lugar sin haber logrado su cometido, cuando una voz de atrás lo llama.

—¿A qué has venido, muchacho? —pregunta una voz escondida en las sombras.

—Buenos días, señor, mi nombre es Pyluff y he venido a buscar unos mapas, pero no he encontrado ninguno.

—Eres muy educado para tu edad, muchacho, de seguro tienes una buena madre que te ha educado bien. Mi nombre es Gilbert y soy el dueño de esta librería. Por lo visto andas buscando algunos mapas, creo que tengo algunos guardados en mi habitación, espérate aquí que ya vuelvo.

—Por cierto, ¿por qué esta tan descuidada esta librería?, es como si nadie viniese aquí.

—Eres muy observador, muchacho. La verdad es que hace más de tres meses que nadie viene, desde hace muchos años que la gente ha empezado a dejar de leer, debido a que esta guerra está consumiendo a nuestras ciudades.

—Pero yo he visto mucha felicidad en las calles, los niños se divertían mucho y las mujeres sonreían entre unas y otras.

—Eso es toda una mentira, tratan de ser felices, pero en el fondo tienen los corazones rotos, viven con miedo y temor a ser reprimidos si opinan distinto a las leyes de su majestad.

—La verdad es que yo vengo de un pequeño pueblo en las afueras y tengo muy poca idea de lo que está sucediendo en el mundo, la verdad me siento un total ignorante sobre el tema.

—Entonces te contaré cómo están las cosas hoy en el mundo y cómo sucedió todo.

Hace cientos de años en el reino de Asdoran, el poder le ha pertenecido a la familia Galímedes, una familia cuyas bases y principios se basaban en el respeto, la armonía y el amor al prójimo. Gracias a eso y a la ayuda de los elfos, el reino ha prosperado un montón en los últimos siglos. Se han construido las ciudades que tú ves ahora, vivíamos en paz con los elfos, se logró desterrar a tierras lejanas a las fuerzas malignas de nuestras tierras, es más, hace cien años los humanos y los elfos unieron fuerzas para vencer al demonio más poderoso de este planeta, “Mundrock”, este, según dicen las escrituras, tenía forma humana, y un gran nivel de hechicería, era capaz de controlar a las bestias byon y a los renyk, y utilizarlas para generar caos en todo el continente.

—¿De dónde apareció? —pregunta Pyluff asombrado con la historia.

—Era un día como cualquier otro, hasta que el volcán “Kalim” erupcionó y cubrió al continente entero en la oscuridad. La luz del sol no podía penetrar las nubes de ceniza, la cual se expandía por toda la tierra, poniendo en peligro la vida de todos los seres. Las criaturas espectrales que hoy están escondidas en las zonas neutrales, se esparcieron por todo el territorio, causando terror en las aldeas y ciudades, todo era un caos. Se dice que Mundrock resurgió de las mismas profundidades del volcán.

—¿Y cómo lo vencieron?

—El sabio de la aldea de los elfos, Lyndir, utilizó su gran poder y logró sellarlo nuevamente en las profundidades del volcán, el cual se nombró así porque al día de hoy alberga al demonio, y se encuentra en la zona neutral del sudoeste del continente y gracias a él se ha podido vivir en paz desde entonces.

—Impresionante, ¿y qué es lo sucede en la actualidad, por qué se está en guerra con los elfos?

—Eso es fácil de responder, hace unos veinte años, el rey Galímedes VIII, murió de una enfermedad desconocida, y su heredero desapareció sin dejar rastro alguno en todo el palacio. Algunos piensan que no soportó la tristeza de haber perdido a su padre y se suicidó. Otros creen que escapó del reino hacia tierras lejanas, pero yo tengo el presentimiento de que Magaral es culpable de su desaparición.

—¿Magaral? —pregunta Pyluff desconcertado.

—Es el actual rey de Asdoran, como sobrino de Galímedes VIII, obtuvo el derecho de convertirse en rey, al no haber descendiente de sangre del difunto rey, ya que su hijo se esfumó como consumido por la tierra, pero yo sé que hay gato encerrado en todo esto, y tengo la corazonada de que Galímedes IX está encerrado en el calabozo del palacio.

—¿Y dónde está ese palacio?

—Verdaderamente no me mentías cuando me dijiste que no conoces nada de nuestro mundo. Se encuentra en la capital, Proteos —responde Gilbert.

”También está la prisión de Tendor, que se ubica en el centro del continente ahí encierran a todas las personas que han dicho o hecho algo que atente contra la seguridad del reino, y ahí permanecen hasta que se les dicte la pena de muerte.

En ese instante Pyluff se acuerda de su madre y entiende que es muy posible que haya sido enviada ahí.

—Por cierto, ¿para qué deseas un mapa?, ¿hacia dónde te diriges?

—Hacia Aldyn.

—¿Cómo has dicho? —pregunta Gilbert asombrado. ¿Para qué deseas ir a ese lugar? —En ese momento Pyluff ve apropiado revelar su rostro completo, y Gilbert logra divisar sus largas orejas y se queda tan sorprendido que casi se desmaya sobre el piso.

—¡Pero eres un elfo!, ¿cómo puede ser que tengas el pelo oscuro?

—La verdad es que soy mitad elfo, mitad humano, mi padre era un elfo y mi madre es humana.

—Es la primera vez en mi vida que escucho algo así, y si no lo estuviese viendo en estos momentos con mis propios ojos, no se lo creería a nadie.

—¿Va a ayudarme o me delatará con los soldados?

—¡Pero qué dices, muchacho!, por supuesto que voy a ayudarte, yo no tengo nada en contra de los elfos, enseguida te traigo el mapa.

—Muchas gracias. —Minutos más tarde aparece Gilbert con un pequeño pero detallado mapa del continente y los mares que lo rodean, también se detallan las ciudades, la capital, Aldyn, las zonas neutrales y también logra ubicar su pueblo. Pyluff lo mira atentamente y a su vez escucha cómo el hombre le explica el camino que debe hacer desde esta ciudad hasta la aldea de los elfos.

—Observa bien, te detallaré el camino más seguro para llegar, ¿tienes algún medio de transporte?

—He llegado aquí en un corcel —responde Pyluff rápidamente.

—De ser así, deberás cabalgar por cinco días hasta la montaña “Tilir”, que se encuentra al este de aquí. Luego de ahí deberás cruzarla a pie, en esta época del año se forman grandes ventiscas, así que deberás buscar refugio de vez en cuando, si no podrías morir en la intemperie. Deberías tardar dos días en cruzarla, luego de eso son otros cuatro hasta el bosque que resguarda la ciudad de Aldyn, desde ahí te deseo la mejor de las suertes.

—Has sido muy amable al entregarme esto, es bueno saber que hay alguien en que pueda confiar.

—Te aconsejo que compres muchas provisiones porque es una viaje de once días y no te cruzarás con ningún pueblo como para reabastecerte.

—Me gustaría solicitarte un favor antes de marcharme:

—El que quieras, muchacho.

—¿No me regala un par de libros para el viaje? La verdad es que he visto un par que me interesaron mucho.

—(Sonrisas). Llévate los que quieras, muchacho, es agradable ver a alguien que se interese por la lectura.

—Muy bien, entonces me retiro. Le agradezco toda su amabilidad.

—No ha sido nada, muchacho, y otra cosa antes que te vayas, si llegas a estar en apuros al llegar a Aldyn, sólo menciónales que has ido de parte mía y de seguro te recibirán con los brazos abiertos. Adiós, Pyluff, y que la luz de Nerwen ilumine tu camino. —Sin haber entendido lo último que Gilbert le ha mencionado, Pyluff se retira muy contento de haber conseguido un nuevo amigo y a su vez haber obtenido información de la posible localización de su madre, y de una ruta segura hacia el territorio de los elfos. Sale de la librería y nota que ya se ha hecho de noche y cerraron todas las tiendas y los negocios, y la gente ya no circula por las calles, como si hubiese un toque de queda al caer la noche. A los minutos llega a la posada y se sienta a cenar un rico plato de sopa caliente, hacía tiempo que no comía algo delicioso desde que escapó de su pueblo. Al haber terminado, sube a su habitación, y empieza a leer uno de los dos libros que obtuvo del amable bibliotecario y siendo la medianoche se dispuso a dormir, sabiendo que al levantarse partiría hacia un nuevo rumbo. Parte de él estaba ansioso por conocer a los elfos pero otra parte sentía miedo por cómo iba a ser recibido ahí. Llegada la mañana, se levanta, toma un desayuno y se despide del generoso encargado. Sale a la calle y se dirige a comprar provisiones para un viaje de alrededor de once días, dependiendo el clima en la montaña. Terminado eso, se dirige a la fuente de la plaza y tira una moneda deseando que su madre se encuentre sana y salva, al igual que el viejo Jack. Se encamina a buscar su caballo siempre con una capucha tapando su rostro, para que no sea delatado por sus orejas, que se hacen notar a una buena distancia. Al llegar a él, lo alimenta, le da de beber, lo carga con los víveres para el viaje y sale a toda marcha de la ciudad, despidiéndose así de su estadía corta pero placentera en la dichosa Gargan. Toma el camino del lado este de la ciudad y cabalga a toda marcha a Tilir, pocas veces se detuvo a descansar, solo cuando necesitaba una siesta o comer. Durante el viaje se encontró con un control donde revisaban el equipaje que portaba y cuál era su destino, pero más allá de eso no tuvo problemas para seguir camino. Siempre argumentaba que llevaba provisiones a su pueblo y que tenía catorce años. Había momentos donde leía muchas horas, el primer libro habla sobre los seres que habitan el continente, sus características, medios de vida; y el otro libro relata sobre el mito de cuando los dragones habitaban y eran los gobernantes de esas tierras hasta que se extinguieron hace cientos de años, debido a que los humanos les dieron caza y fin, ya que destruían sus tierras y cultivos. Al tercer día de cabalgata, y al recordar el estilo de vida que llevaba la gente en la ciudad, empezó a notar la infelicidad que sufría la gente, su impotencia por no poder vivir y pensar libremente de un reinado totalitario y tirano como es el del rey Magaral. Esto ha despertado a los ojos de Pyluff la verdadera realidad que se vive en Asdoran y entiende que es necesario hacer algo para que esto no siga así, porque si no los que más sufren son los campesinos y la pobre gente de las ciudades, mientras en la capital se regodean con su fortuna, mirándolos con ojos llenos de prejuicios y discriminación, porque no sólo destruyen la economía de los más pobres sino también sus aspectos sociales al privarles el derecho a los hombres mayores de quince años el vivir con sus familias y el tener que servir para el rey. Al cuarto día, Pyluff ya divisa la montaña en el horizonte y calcula que llegará ahí para el anochecer, pero decide descansar antes en el bosque para cruzarla así de día. Cuando se disponía a dormir, escucha unos pasos muy cerca de él, y entonces pregunta quién anda ahí y una voz temerosa le responde.

—Buenas noches, disculpe que lo moleste, jovencito, pero ¿podría darme algo de comida?, no he comido hace dos días. —Se trataba de un señor mayor, vestido con viejos harapos y tenía la mirada totalmente perdida.

—Pero cómo no, buen hombre, siéntese al lado mío, enseguida le preparo algo, déjeme encender el fuego…

—¡No lo haga! —le indica el hombre a Pyluff de manera atemorizada—. Hay un byon suelto que anda por este territorio.

—¿Byon? Por qué me sonará ese nombre… ya recuerdo, leí algo sobre eso en el libro, voy a repasarlo.

—¿No sabes lo que es un byon?, ¿de qué agujero has salido?

—Del de mi pueblo, gracias por preguntar —le contesta Pyluff mientras retira el libro de su bolsa. Según el libro, el byon es un monstruo de las tinieblas, sale a cazar de noche a sus presas, y es el único que se dispone a hacerlo fuera de la zona neutral, poseen una gran agilidad y fuerza, y únicamente pueden ser vistos por el brillo de sus ojos rojos por la ira y la sed de sangre—. A mi entender debo decir que son algo peligrosos.

—¡¿Algo?! Ese solo, y gracias al señor que está solo, se ha devorado a mi caballo llevándose consigo todos los alimentos de una semana.

—Tranquilícese, señor, por cierto, aún no me ha dicho su nombre.

—Tienes razón, disculpa mi torpeza, me llamo Camil.

—Bien, Camil, te voy a pedir que te serenes y me indiques dónde y cuándo fue la última vez que viste a esta criatura.

—Si mal no recuerdo fue esta tarde cerca del pie de la montaña, lo más seguro es que en estos momentos se encuentre allá arriba, pero aun así poseen unos ojos capaces de ver a varias leguas de distancia, verán un fuego en esta oscuridad de un solo parpadeo.