El canto lesbio - Safo - E-Book

El canto lesbio E-Book

Safo

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Beschreibung

La obra de Safo representa uno de los puntos culminantes de la lírica griega arcaica. Nacida en la isla de Lesbos en el siglo VII a. C., y probablemente de origen aristocrático, parece que casi siempre se movió en grupos reducidos y selectos. Su poesía, que la convirtió en una autora canónica y por la cual se la llegó a calificar de "décima Musa", es un prodigio musical de trabajada naturalidad, de ensalzamiento del amor y la sexualidad, de culto a los dioses y también al mundo que la rodea, así como de alabanza a la belleza y a la sensibilidad femenina. Admirada incondicionalmente en la Grecia clásica, sus poemas no solo sufrieron mucho los avatares de la transmisión textual, sino que además se vieron sometidos a diversas interpretaciones interesadas de cierta crítica tradicional. Por fortuna, como explica Marta González en el prólogo de esta edición, aunque aún envuelven a Safo muchos interrogantes, la fuerza de su escritura ha ido liberándose de los prejuicios y ha sido el origen de una sólida herencia literaria.

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Volumen original: Biblioteca Clásica Gredos, 31.

© del prólogo: Marta González González, 2021.

© de la traducción y las notas: Francisco Rodríguez Adrados.

© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S.L.U., 2021.

Avda. Diagonal, 189 – 08018 Barcelona.

www.rbalibros.com

RBA · GREDOS

REF.: GEBO613

ISBN: 978-84-249-4096-6

ELTALLERDELLLIBRE · REALIZACIÓNDELAVERSIÓNDIGITAL

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Todos los derechos reservados.

PRÓLOGOpor MARTAGONZÁLEZGONZÁLEZ

1. INTRODUCCIÓN

A Safo podemos situarla entre los siglos VII y VIa.C. En torno al año 600 a. C. se fijaría su acmé, término griego con el que nos referimos al momento en el que estaba en la plenitud de su vida. Debió de nacer en torno al 630 a. C. en Éreso, aunque pasaría la mayor parte de su vida en Mitilene, la principal ciudad de Lesbos. La tradición antigua la asocia a dos personajes masculinos, uno de ellos Alceo, también poeta, el otro Pítaco, tirano de Mitilene. Los tres compartieron época y ciudad, finales del siglo VII e inicios del siglo VI a. C. en la ciudad lesbia de Mitilene. En algún momento entre el 605 y el 595 a. C. sufrió el exilio (φυγoüσα, «exiliada», leemos en el Mármol de Paros,[1] luego no se trató de un simple viaje a Sicilia) y parece claro también que tanto ella como Alceo, que fue igualmente víctima del exilio por razones políticas, pertenecían a familias acomodadas de la aristocracia.

Su poesía, muy apreciada en la Antigüedad, fue recogida y comentada en época alejandrina y, además de ser incluida en el canon de los líricos (que una mujer formara parte de un canon es extraordinario incluso hoy en día), a su autora se la calificó como «Décima Musa». Sus poemas fueron recogidos por los filólogos de Alejandría en, al parecer, nueve volúmenes, pero su obra sufrió mucho en la tradición posterior, como la mayor parte de la lírica griega arcaica, y casi todo lo que conservamos de su obra son versos sueltos, a veces una única palabra, algo que podrá comprobar el lector cuando se adentre en la lectura de esta traducción. Safo perdió el favor de los «responsables del canon» lo suficientemente pronto como para que su obra no pasara del papiro al pergamino, algo que le hubiera garantizado una conservación mucho más extensa y segura.

Como ocurre con otros poetas líricos de la Grecia Arcaica, lo que sabemos de ella es muy poco, aunque ya los antiguos trataron de elaborar toda una biografía a partir de datos tomados de sus poemas. En este modo de proceder, el tratamiento que se dio a la figura de Safo no se diferencia del que recibieron otras figuras literarias, pero, como es bien conocido, sí se planteó en su caso, de una manera que llegó a enturbiar cualquier otra cuestión, un conflicto vinculado a la interpretación del contenido sexual de su poesía. Se trata de una polémica enteramente artificial que no se planteó en los mismos términos, ni en términos parecidos, en el estudio del resto de la poesía erótica de la Grecia antigua compuesta por varones. Se trata de la «cuestión sáfica».

2. LA «CUESTIÓNSÁFICA»

En los años veinte del siglo XXI esta polémica debería verse ya como algo ocioso y, sin embargo, una introducción a la poesía de Safo que no la recoja, aunque sea someramente, resultaría extraña. Trataré de resumirla: ocurre que una parte significativa de la poesía que conservamos de Safo es de contenido erótico y, en una proporción también significativa, tiene como objeto a las mujeres, cuya belleza canta la poeta en sus versos. Lo mismo ocurre con una parte considerable del resto de la poesía griega arcaica, pero con dos diferencias de peso, una de las cuales suele señalarse (que en este caso la autora de los poemas es una mujer), la otra no tanto (que en el resto de poesía conservada, obra de varones, el objeto de deseo son no solo las mujeres sino, en la misma o mayor proporción, los jovencitos). A esto último irá dedicado el epígrafe siguiente, pero, de momento, atendamos a la enojosa «cuestión», conocida como Sapphofrage, ya que, como es bien sabido, llamar a las cosas por su nombre alemán siempre ha dado mucho lustre a los estudios clásicos.

La biografía de Safo se construyó en gran medida a partir de lo que decían sus poemas, pero también tuvieron una enorme influencia las caricaturas que de la poeta se hicieron en la escena cómica. Aunque no las conservemos, sabemos de la existencia de seis comedias con el título de Safo, dos tituladas Faón y cinco tituladas La Leucadia. En ellas Safo era protagonista muy activa de enredos amorosos con otros poetas conocidos, como Alceo o Anacreonte, además de entregarse al amor no correspondido del hermoso Faón, un amor este que la llevó a arrojarse al mar desde la roca Léucade. La imagen de una Safo arrepentida de sus errores de juventud, es decir, de sus amores con muchachas, fue popularizada por Ovidio en Cartas de las heroínas XV. Hay que tener en cuenta que la comedia fue una fuente de información privilegiada para los autores que redactaron las diversas entradas biográficas de la enciclopedia bizantina Suda.[2] No es difícil ver en algunos de los datos que esta obra ofrece sobre Safo la influencia de la comedia. Así, cuando leemos que se casó con Cércilas, un rico comerciante de la isla de Andros (detalle que algunos manuales de literatura griega siguen recogiendo de manera acrítica), pocos filólogos pueden dudar que estamos ante un juego de palabras muy del gusto de los autores de comedia griega: Kérkylas es un hápax (término que tenemos atestiguado una única vez) que debe ser puesto en relación con kerkís, nombre dado vulgarmente al órgano sexual masculino. Si añadimos que andrós, además del nombre de una isla griega, es el genitivo de anér, «varón», queda claro qué significa estar casada con «Cércilas de Andros».

En cuanto al empleo de las propias poesías de Safo como fuente para elaborar su biografía, el grado de historicidad de los datos es variado. Si la enciclopedia Suda dice que Safo tuvo una hija llamada Cleis, sabemos que la noticia está tomada de los frags. 68 ( 98),[3] en el que la poeta lamenta no poder comprarle a Cleis una elegante mitra («No tengo, Cleis, de dónde hacerme para ti con un tocado multicolor») y 105 ( 132), donde la compara a las flores de oro («Tengo una bella niña, de aspecto semejante a las flores de oro, mi querida Cleis, a cambio de la cual ni Lidia entera ni la deseable...»). No podemos saber con certeza quién era Cleis, si es que no se trataba de una pura invención literaria. Que Safo se refiera a ella como páis no es determinante para considerar que era su hija porque ese mismo término es el que los poetas utilizaban para referirse a sus jóvenes amantes en la poesía erótica; ahora bien, el calificativo de agapáta en el frag. 105 (aquí traducido como «bella», pero que más literalmente sería «amable», «adorable») se emplea en la lírica arcaica en referencia, exclusivamente, a los muy amados hijos únicos. Los frags. 4 ( 5) y 7 ( 15), en los que menciona a uno de sus hermanos pueden, quizá, tomarse como fuentes autobiográficas más fiables, ya que las noticias que dan son corroboradas por Heródoto (II 134-135). Otros fragmentos cantan la belleza de algunas mujeres y el deseo que su contemplación despierta; en estos casos los autores de estas biografías ficticias han tratado de saber, como si de una investigación no literaria sino policíaca se tratase, qué relación tenía Safo con ellas.

Ahora bien, la «cuestión sáfica» no se encuentra, a mi entender, tanto en los datos transmitidos por una tradición más o menos fiable, cuanto en las interpretaciones a las que estos datos han sido sometidos y en el uso que de ellos se ha hecho. Las biografías de poetas varones no fueron torturadas en la misma medida en que lo fue la de la poeta de Lesbos. Por ejemplo, que se dijera de Píndaro, otro de los poetas líricos canónicos, que había muerto en brazos del joven y hermoso Teóxeno, no afectó ni a su fama ni a la transmisión de su obra, ni a la de tantos otros que no sabría una por dónde empezar si tuviera que mencionarlos a todos. La incomodidad que provocaba en algunos filólogos y estudiosos en general, de la Antigüedad a nuestros días, el hecho de que Safo cantara el amor a las mujeres en sus versos hizo que la existencia de una hija y, sobre todo, de ese marido de nombre más que discutible, fueran vistas como una tabla de salvación para «normalizar» su biografía. Logrado ese primer objetivo, los poemas seguían ahí, pero quedaba el recurso de censurarlos o retorcerlos con alambicadas interpretaciones.

De lo que se trata, pues, es del homoerotismo de parte de la poesía de Safo, un asunto que no preocupó, parece, a los autores más antiguos, como Platón, Aristóteles y tantos otros que alabaron su poesía de manera incondicional. Es más, esas primeras fuentes críticas que he señalado, las constituidas por la comedia ateniense del siglo IVa.C., presentaban a Safo como protagonista de affaires con varones (Alceo, Anacreonte, Faón...). Todavía más: la tradición que cristalizó en la creación de la «segunda Safo», es decir, la idea de que en realidad habían existido dos Safos, la aclamada poeta y la maníaca del sexo, tampoco le atribuía amores con mujeres. El historiador helenístico Ninfodoro fue el primero en hablar de una «segunda Safo», una cortesana de Éreso (la ciudad de Lesbos en la que parece que había nacido Safo), y el gramático Dídimo llegó a escribir, dicen, un tratado sobre si Safo había sido o no una prostituta. El mito de las dos Safos fue resultado del deseo de rescatar a la autora de esa caricatura en la que la escena cómica la había convertido.

Es en época romana cuando se comienza a atribuir a Safo una conducta censurable por cuanto sexualmente activa, con hombres y con mujeres. A Horacio, que se refiere a ella como mascula («varonil») Sappho y a Ovidio, que la califica de amatrix («amante», pero enfatizando que se trata de una mujer en papel activo), sí parece que algunos de sus poemas les causaban, al menos, cierta incomodidad, aunque el comentario de Horacio merece alguna aclaración, como más adelante señalaré. En esa misma tradición, la biografía de Safo en la enciclopedia bizantina Suda dice que tuvo discípulas, pero que hubo también otras mujeres «con las que fue acusada de tener una amistad vergonzosa», dato que ilustra con nombres que aparecen en su poesía, como Atis, Telesipa o Mégara.

Si pasamos a la edad moderna,[4] entre finales del siglo XIX e inicios del XX, los intérpretes se esforzaron en nuevas propuestas. Vamos a recordarlas, pero teniendo en mente las siguientes palabras de Susan Sontag referidas a la práctica de la interpretación que siempre me han parecido especialmente iluminadoras para entender lo que se ha hecho con la poesía de Safo: