El concilio, nuevo comienzo - Karl Rahner - E-Book

El concilio, nuevo comienzo E-Book

Karl Rahner

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Beschreibung

Bajo la dirección de Andreas R. Batlogg y Albert Raffelt Con motivo del cincuentenario de la inauguración del Concilio Vaticano II, presentamos este texto de enorme vigencia, escrito por Karl Rahner a propósito de la clausura del evento y publicado por primera vez en 1966. En él, el autor expresa su convicción de que el Concilio es sólo la preparación del verdadero y más decisivo comienzo para la Iglesia, el de un proyecto para llevar a la realidad y a la práctica el espíritu y la letra de las discusiones conciliares. Esta nueva edición se complementa con una introducción del cardenal Karl Lehman y un instructivo epílogo a cargo de los editores, Andreas R. Batlogg y Albert Raffelt, quienes analizan y contextualizan la obra.

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KARL RAHNER

EL CONCILIO,

NUEVO COMIENZO

Con una introducción del

cardenal KARLLEHMANN

Bajo la dirección de

ANDREASR. BATLOGGy ALBERTRAFFELT

Traducción de

ALEJANDROESTEBANLATORROS

y MARCIANOVILLANUEVASALAS

Título original:Das Konzil, ein neuer Beginn

Traducción: Alejandro Esteban Lator Ros, de la obra de Karl Rahner,Das Konzil, ein neuer Beginn.

Marciano Villanueva Salas, de la Introducción y del Epílogo.

Diseño de la cubierta: Gabriel Nunes

Maquetación electrónica: Addenda

© 2012, Verlag Herder GmbH, Friburgo de Brisgovia

© 1966, 2012, Herder Editorial S. L., Barcelona

© 2012, de la presente edición, Herder Editorial, S. L., Barcelona

ISBN digital: 978-84-254-3137-1

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

www.herdereditorial.com

ÍNDICE

Introducción

del cardenal Karl Lehmann

El Concilio, nuevo comienzo

Conferencia a propósito de la clausura del Concilio

Vaticano II, el 12 de diciembre de 1965, en Múnich

Epílogo

de Andreas R. Batlogg y Albert Raffelt

Notas

Información adicional

Ficha del libro

Biografía

Otros títulos de interés

INTRODUCCIÓN

Cardenal Karl Lehmann

Cuando se inauguró el Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962, Karl Rahner contaba con 59 años de edad. Gozaba de prestigio internacional, debido sobre todo a los cinco volúmenes, hasta entonces publicados, de susSchriften zur Theologie(1954-1962), a sus aportaciones para la organización de las ciencias o a la colección de estudios de teología pastoralSendung und Gnade[Misión y gracia],editada en una etapa inmediatamente preconciliar y traducida a varios idiomas (1959,41966). Se hallaba sin duda en el momento culminante de su carrera como dogmático e historiador de los dogmas. Supo, al mismo tiempo, ganarse un amplio círculo de lectores a través de sus libros de espiritualidad, repetidas veces editados, entre ellosWorte ins Schweigen[Palabras en el silencio], Von der Not und dem Segen des Gebetes[De la necesidad y la bendición de la oración]oMaria, Mutter des Herrn[María, madre del Señor].

A comienzos de los años sesenta Rahner gozaba de tanta fama que, por una parte, eran muchos los que esperaban como algo evidente su colaboración en el concilio.1 Pero distaba mucho, por otra parte, de ser una «página en blanco» y ya desde los inicios de la década de los cincuenta había tenido diversas dificul­tades con Roma que, por lo demás, se resolvían no pocas veces al norte de los Alpes. Rahner estaba cata­logado como «teólogo progresista» y había sido denunciado, a veces incluso por miembros de su propia Orden. Se hallaba, por así decirlo, «bajo observación».

Pero a Karl Rahner no se le podía sencillamente dejar de lado. El 22 de marzo de 1961 fue nombrado consultor de la Comisión preparatoria para la disciplina de los sacramentos. En octubre de 1961, el cardenal Franz König de Viena solicitó su asesoramiento para la selección y clasificación de los materiales para la preparación del concilio. Pero poco antes del inicio del concilio se tomó una medida sorprendente. Con ocasión de la celebración del Katholikentag de Austria, el 1.º de junio de 1962, Karl Rahner había tenido una intervención muy comprometida bajo el títuloLöscht den Geist nicht aus![¡No apaguéis el espíritu!]. Pocos días después (el 7 de junio de 1962) se le comunicaba que en adelante quedaba sujeto a una «censura romana previa» (a cargo de la dirección general de la Orden). Se reducía así, en cierto modo, su influencia en relación con el concilio o incluso se le descalificaba.2Fueron muchos los que se manifestaron a favor de la supresión de esta medida, que era de facto, aunque no formalmente, una prohibición de escribir.3Al fondo se encontraba el Santo Oficio, hoy Congregación para la Doctrina de la Fe, y más en concreto el cardenal Alfredo Ottaviani, que más adelante llegó a un perfecto entendimiento con Rahner. Se puso en marcha una acción solidaria sin precedentes, en parte organizada por la Paulus-Gesellschaft,4que contó incluso con el apoyo del canciller federal Dr. Konrad Adenauer. Finalmente, Juan XXIII se distanció de una manera indirecta de la actitud del cardenal Ottaviani, que evidentemente había sido mal aconsejado y se había apuntado al bando de los que el papa Juan XXIII, en su discurso de apertura del concilio,5calificaba de profetas de calamidades6(profeti di sventura). En todo caso, el 24 de septiembre de 1962 Karl Rahner fue oficialmente designado teólogo del concilio. El 6 de diciembre de 1962, el cardenal König lo llevó consigo a la Comisión Central, sin que esta decisión provocara dificultades.

La dedicación de Karl Rahner al concilio y por el concilio ha sido ya detalladamente valorada en varios lugares.7Se entregó al trabajo hasta el agotamiento físico. Para él se trataba de un servicio incuestionable, una colaboración desinteresada y oculta en pro de la Iglesia.

Karl Rahner estaba marcado por una increíble disposición a aportar al concilio todos los trabajos que llevó a cabo. Pero lo entendía siempre como un ofrecimiento, como una invitación a insertarse de este modo en la Iglesia. Es decir, admitiendo que la propuesta de un texto podía sufrir modificaciones radicales o que una redacción podía ser rechazada. Esto era para él algo evidente y nunca se mostró amargado ni contrariado.8

La mentalidad, actualmente muy difundida, de «vigilar celosamente elcopyright»9le resultaba totalmente ajena, tanto a él como a la mayor parte de su generación —me viene aquí el recuerdo de algunos jesuitas alemanes en el concilio, como Alois Grillmeier, Johannes B. Hirschmann, Otto Semmelroth y otros—.

Yo había leído los escritos de Karl Rahner ya antes del concilio, y a partir de 1956 tuve varios encuentros personales con él en el Collegium Borromaeum, el seminario teológico de Friburgo, con ocasión de conferencias y disertaciones. Tuve la oportunidad de conocerlo muy de cerca en Roma, durante el concilio, en mi condición de estudiante del Germanicum donde él residía. Como paisano, me solicitaba pequeños favores. Más tarde fui nombrado bibliotecario mayor. Karl Rahner solicitó mi ayuda repetidas veces cuando se trataba de copiar textos y más adelante de redactarlos, de preparar copias, ocuparse del material de oficina y cosas parecidas. Finalmente, a bordo de un taxi y provisto de una maleta, distribuí por toda Roma textos en las diferentes residencias de cada una de las conferencias episcopales. «Bajo mano», así quedó establecido, me convertí en una especie de «ayudante científico» para él.10

De estos servicios surgió una estrecha vincu­lación, de modo que —sin yo saberlo ni aprobarlo— Karl Rahner concertó con mi arzobispo, Dr. Hermann Schäufele, que una vez terminados mis estudios romanos, de 1964 a 1968, pasaría a ser su asistente y me trasladaría con él a Múnich y más tarde a Münster.11Así fue como pude, antes, durante y después del Concilio Vaticano II, aunque desde muy diversas posiciones (desde pequeños servicios de cortesía hasta la asistencia científica), estar al lado de Karl Rahner en el curso de sus trabajos por el concilio.

Estuve también presente, e incluso pude colaborar un poco, el 12 de diciembre de 1965, en el gran discurso de Karl Rahner aquí reimpreso, «El concilio, nuevo comienzo», en la ceremonia con ocasión de la clausura del concilio, en la Herkulessaal de la residencia de Múnich. Fue un acontecimiento que causó una profunda impresión en la capital de Baviera. Los días siguientes estuve enteramente desbordado en la oficina ante las peticiones del manuscrito del discurso, que dimos rápidamente a la imprenta. Uno de los distinguidos solicitantes, Hans-Jochen Vogel, por aquel entonces Alcalde de Múnich, me confesó por teléfono: «Si lo que dijo Karl Rahner responde a la realidad, se abre un futuro enteramente nuevo para la Iglesia». El texto fue publicado en enero de 1966 y conoció en muy poco tiempo varias reediciones.

Tras una actitud de reserva inicial,12el concilio se convirtió eneltema de la vida de Karl Rahner, como demostró, por ejemplo, la colección, ya disponible en 1966, organizada junto con H. Vorgrimler, de todas las constituciones, decretos y declaraciones conciliares, bajo el títuloKleines Konzilskompendium[Pequeño compendio del concilio],que todavía se sigue publicando (352008) y se mantiene como obra de consulta imprescindible.