El delincuente honrado - Gaspar Melchor de Jovellanos - E-Book

El delincuente honrado E-Book

Gaspar Melchor de Jovellanos

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Beschreibung

El delincuente honrado es una comedia sentimental de Gaspar Melchor de Jovellanos alusiva a la reforma del código penal. Es un drama burgués, de los pocos que tuvieron éxito en España, sobre la injusticia de las leyes que condenaban por igual al retador y al retado en los duelos de honor. El delincuente honrado (1773), fue un símbolo de identidad entre las clases sociales que deseaban una renovación burguesa de las leyes y las costumbres. Considerada, incluso, «literatura comprometida». El objeto de este drama según el escritor es «descubrir la dureza de las leyes, que sin distinción de provocado y provocante castigan a los duelistas con pena capital». Baltasar Melchor Gaspar María de Jovellanos y Ramírez (Gijón, 5 de enero de 1744-Puerto de Vega, Navia, 27 de noviembre de 1811) fue un escritor, jurista y político ilustrado español. Estudió Gramática latina en Gijón y posteriormente, Filosofía en Oviedo. En 1761 se graduó en Derecho Canónico en la Universidad de Osma. Tras finalizar sus estudios, Jovellanos recibió el nombramiento de alcalde de cuadra de la Real Audiencia de Sevilla (1768). Durante su estancia en Sevilla, Jovellanos empezó a interesarse por la Ilustración debido a las tertulias de Pablo de Olavide. En una de estas tertulias surgió El delincuente honrado, de Jovellanos y El Precipitado, de Trigueros. A partir de la relación con Olavide, Jovellanos formará de los grupo de autores neoclásicos que propusieron la gran reforma del teatro español.

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Seitenzahl: 79

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Gaspar Melchor de Jovellanos

El delincuente honrado

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El delincuente honrado.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-9897-263-4.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-026-8.

ISBN rústica: 978-84-96290-32-7.

ISBN ebook: 978-84-9897-052-4.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 9

La vida 9

La reforma 10

El delincuente honrado 11

Personajes 12

Acto I 13

Escena I 13

Escena II 14

Escena III 16

Escena IV 25

Escena V 26

Escena VI 31

Acto II 33

Escena I 33

Escena II 35

Escena III 36

Escena IV 37

Escena V 37

Escena VI 42

Escena VII 43

Escena VIII 44

Escena IX 45

Escena X 46

Escena XI 46

Escena XII 47

Escena XIII 49

Escena XIV 49

Acto III 51

Escena I 51

Escena II 52

Escena III 54

Escena IV 55

Escena V 55

Escena VI 56

Escena VII 60

Escena VIII 62

Escena IX 64

Escena X 64

Acto IV 67

Escena I 67

Escena II 68

Escena III 69

Escena IV 74

Escena V 75

Escena VI 76

Escena VII 79

Escena VIII 81

Escena IX 82

Escena X 85

Acto V 87

Escena I 87

Escena II 89

Escena III 90

Escena IV 91

Escena V 92

Escena VI 95

Escena VII 98

Libros a la carta 103

Brevísima presentación

La vida

Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, Asturias, 1744-Vega, Asturias, 1811).

España.

Nació en una familia de la nobleza empobrecida, estudió leyes en Oviedo, Ávila y Alcalá de Henares. Fue nombrado alcalde del crimen (1767) y oidor (1774) en Sevilla y perteneció al círculo de intelectuales presidido por el gobernador Pedro de Olavide, con quien colaboró en diversos proyectos reformistas. Dominaba el inglés, el francés y el italiano.

En 1778 vivió en Madrid al ser nombrado alcalde de casa y corte, y fue uno de los máximos representantes de la Ilustración durante el reinado de Carlos III. Participó en numerosas iniciativas de reforma política, cultural y económica, y escribió informes sobre cuestiones jurídicas, pedagógicas y económicas a fin de analizar las causas de la decadencia de España. Tras la muerte del monarca fue desterrado a Gijón, donde fundó el Instituto Asturiano de Náutica (1793) y aplicó sus innovadoras ideas educativas.

En 1797 fue a Madrid nombrado por Godoy ministro de gracia y justicia. Su programa reformista chocó con numerosos obstáculos y en 1800 fue desterrado de nuevo, esta vez al castillo de Bellver, en Mallorca.

En 1809 presentó su Plan general de instrucción pública, que pretendía unir los estudios prácticos y las humanidades para crear una cultura que estimulara el progreso.

La reforma

Este es un drama burgués, de los pocos que tuvieron éxito en España, sobre la injusticia de las leyes que condenaban por igual al retador y al retado en los duelos de honor. Jovellanos apoya aquí la reforma del código penal y la prohición de los duelos.

El delincuente honrado (1773), fue un símbolo de identidad entre las clases sociales interesadas en una renovación burguesa de las leyes y las costumbres. Fue considerada, incluso, «literatura comprometida».

El delincuente honradoPersonajes

Don Anselmo, amigo de don Torcuato

Don Claudio, escribano, oficial de la sala

Don Juan, mayordomo de don Simón

Don Justo de Lara, alcalde de casa y corte

Don Simón de Escobedo, corregidor de Segovia y padre de doña Laura, viuda del marqués de Montilla y esposa actual de don Torcuato Ramírez, hijo natural, desconocido, de don Justo

Eugenia, criada de doña Laura

Felipe, criado de don Torcuato

Un alcalde, dos centinelas, tropa y ministros de Justicia

Acto I

La escena se supone en el Alcázar de Segovia.

El teatro representa el estudio del Corregidor, adornado sin ostentación. A un lado se verán dos estantes con algunos librotes viejos, todos en gran folio y encuadernados en pergamino. Al otro habrá un gran bufete, y sobre él varios libros, procesos y papeles. Torcuato, sentado, acaba de cerrar un pliego, le guarda, y se levanta con semblante inquieto.

Escena I

Torcuato No hay remedio; ya es preciso tomar algún partido. Las diligencias que se practican son muy vivas, y mi delito se va a descubrir. ¡Ay, Laura! ¿Qué dirás cuando sepas que he sido el matador de tu primer esposo? ¿Podrás tú perdonarme...? Pero mi amigo tarda, y yo no puedo sosegar un momento. (Vuelve a sentarse, toma un libro, empieza a leer, y le deja al punto.). Este ministro que ha venido al seguimiento de la causa es tan activo... ¡Ah!, ¿dónde hallaré un asilo contra el rigor de las leyes...? Mi amor y mi delito me seguirán a todas partes... Pero Felipe viene.

Escena II

Torcuato, Felipe.

Felipe Señor...

Torcuato Pues ¿y don Anselmo?

Felipe Viene al instante. ¡Oh, qué trabajo me costó despertarle! Cuando entré en su cuarto estaba dormido como un tronco; pero le hablé tan recio, metí tanta bulla y di tales tirones de la ropa de su cama, que hubo de volver de su profundo letargo, y me dijo que venía corriendo. Ya yo me volvía muy satisfecho de su respuesta, cuando veo que, dando una vuelta al otro lado, se echó a roncar como un prior; con que me quité de ruidos, y con grandísimo tiento le fui poco a poco incorporando; le arrimé las calcetas, ayudele a vestirse, y gracias a Dios, le dejo ya con los huesos en punta.

Torcuato Muy bien. ¿Y has sabido si tendremos carruaje?

Felipe ¿Carruaje? Cuantos pidáis. Mientras la corte está en San Ildefonso, no hay cosa más de sobra en Segovia; pero, como yo no sabía dónde era nuestro viaje, no me atreví a ajustar alguno. Si vamos a Madrid, tendremos retornos a docenas. El coche que trajo el alcalde de corte aún no se ha ido y se podrá ajustar barato. ¡Ah, señor! (me acuerdo ahora por el alcalde de corte), ¿no sabéis lo que hay de nuevo...? (Torcuato nada le responde.) Acaban de traer a la cárcel a Juanillo, el criado del Marqués. (Torcuato se inmuta.) ¡Pobrete! Ahora tendrá que confesar de plano, si no quiere cantar en el ansia. Dicen que sabe cuanto pasó en el desafío de su amo. Pardiez, él será muy tonto en no desembuchar cuanto ha visto.

Torcuato (Aparte.) Ya el riesgo es más urgente... Felipe.

Felipe Señor...

Torcuato Haz que mis vestidos se pongan en los baúles; a Eugenia que te entregue toda mi ropa blanca; y date prisa, porque nuestro viaje es pronto, y durará algunos días.

Felipe Aquí hay algún misterio. (Anda por el cuarto, poniendo en orden los muebles, y recogiendo alguna ropa de su amo que habrá sobre ellos.)

Torcuato Aún no parece Anselmo... (Sacando el reloj.) Las siete y cuarto. ¡Qué tardo pasa el tiempo sobre la vida de un desdichado!

Felipe (Sin dejar su ocupación.) ¡Tan recién casado hacer un viaje...! ¡Él está tan triste...! ¿Qué diablos tendrá?

Torcuato Acaso juzgará intempestiva mi resolución. ¡Ah!, no sabe toda la aflicción de mi alma.

Felipe (Mirando a su amo.) ¡Tiene un genio tan reservado...!

Torcuato Ya parece que viene.

Felipe No quiero interrumpirlos.

Torcuato Cuidado con lo que te tengo prevenido. Si alguien me buscare, que no estoy en casa, y si don Simón preguntase por mí, que estoy escribiendo.

Escena III

Anselmo, Torcuato.

Anselmo A fe, amigo mío, que me has hecho bien mala obra. ¡Dejar la cama a las siete de la mañana...! Hombre, no lo haría ni por una duquesa; mas tu recado fue tan ejecutivo... (Después de alguna pausa.) Pero, Torcuato, tú estás triste... Tus ojos... Vaya, ¿apostemos a que has llorado?

Torcuato En mi dolor apenas he tenido ese pequeño desahogo.

Anselmo ¿Desahogo? ¿Las lágrimas...? No lo entiendo. Pues qué, ¿un hombre como tú no se correría...?

Torcuato Si las lágrimas son efecto de la sensibilidad del corazón, ¡desdichado de aquel que no es capaz de derramarlas!

Anselmo Como quiera que sea, yo no te comprendo, Torcuato. Tus ojos están hinchados, tu semblante triste, y de algunos días a esta parte noto que has perdido tu natural alegría. ¿Qué es esto? Cuando debieras... Hombre, vamos claros; ¿quieres que te diga lo que he pensado? Tú acabas de casarte con Laura, y por más que la quieras, tener una mujer para toda la vida, sufrir a un suegro viejo e impertinente, empezar a sentir la falta de la dulce libertad y el peso de las obligaciones del matrimonio, son sin duda para un joven graves motivos de tristeza; y ve aquí a lo que atribuyo la tuya. Pero, si esta es la causa, tú no tienes disculpa, amigo mío, porque te la has buscado por tu mano. Por otra parte, Laura es virtuosa, es linda, tiene un genio dócil y amable, te quiere mucho; y tú, que has sido siempre derretido, creo que no le vas en zaga. (Viendo que no le responde.) Sobre todo, Torcuato, tú no debes afligirte por frioleras; goza con sosiego de las dulzuras del matrimonio; que ya llegará el día en que cada cual tome su partido.

Torcuato ¡Ay, Anselmo! Esas dulzuras, que pudieran hacerme tan dichoso, se van a cambiar en pena y desconsuelo; yo las voy a perder para siempre.

Anselmo ¿A perderlas? Pues ¿qué...? ¡Ah! (Dándose una palmada en la frente.) Ahora me acuerdo que tu criado me dijo no sé qué de un viaje... Pero yo estaba tan dormido...

Torcuato Tú eres mi amigo, Anselmo, y voy a darte ahora la última prueba de mi confianza.

Anselmo Pues sea sin preámbulos, porque los aborrezco. ¿Puedo servirte en algo? Mi caudal, mis fuerzas, mi vida, todo es tuyo; di lo que quieres, y si es preciso...

Torcuato Ya sabes que fui autor de la muerte del marqués de Montilla, y que este funesto secreto, que hoy llena mi vida de amargura, se conserva entre los dos.

Anselmo