El Emperador Tertuliano y la Legión de los Superlimpios - Rodolfo Arias - E-Book

El Emperador Tertuliano y la Legión de los Superlimpios E-Book

Rodolfo Arias

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Beschreibung

Publicada por primera vez en 1992, esta novela relata las vivencias y los dilemas de la clase media y los marginados. Como creación artística, sorprende por la novedad del estilo, el humor y la unidad del mundo narrado; como documento, muestra con agudeza el malestar ocasionado por el deterioro social… La fragmentación del texto emula el desorden del mundo, el caos, el anuncio de una era distinta.

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Rodolfo Arias Formoso

El Emperador Tertuliano y la Legión de los Superlimpios

¡Qué risa… todos lloraban!

Julio Cortázar

Prólogo

Náufragos en un mar de palabras, los libros enfrentan las sacudidas de cada era. Las bibliotecas descansan sobre la natural imposición del sentido común o del azar. Algunos libros, condenados a consumirse en el olvido, redimen su pena en el estante, aguardan en este la llegada de los días mejores. Los más pierden el rumbo y la vida entre desiertos y ventas de viejo. Pocos, desde que sus páginas abren, ocupan un sitio en el interés de los lectores, que sin importar la temporada, se aproximan a estos para entender algo, para conocerse mejor o simplemente, por placer.

En el ámbito de la literatura costarricense contemporánea, El Emperador Tertuliano y la legión de los Superlimpios ofrece un ejemplo de esta última clase de libros. Publicada por primera vez en 1992, esta novela relata las vivencias y los dilemas de la clase media y los marginados. Como creación artística, esta obra sorprende por la novedad del estilo, el humor y la unidad del mundo narrado; como documento, muestra con agudeza el malestar ocasionado por el hondo deterioro social y el declive de las posturas ideológicas.

En Hispanoamérica, el último cuarto del siglo XX supone un periodo de tránsito, de movimiento presuroso entre paradigmas económicos y sociales de naturalezas antagónicas. En esta época, la nación abandona un modelo de Estado basado en la solidaridad, y asume otro, bajo la publicitada ausencia de opciones políticas. Este nuevo orden se organiza a partir de principios como la libertad de comercio, el afán de lucro, la concentración de la riqueza y el menoscabo de las regulaciones y funciones gubernamentales.

El proceso de cambio es particularmente intenso y problemático cuando se analiza desde la perspectiva de aquella generación cuyos miembros nacen entre 1950 y 1965. Si de escritores costarricenses se trata, basta con señalar que en este grupo se encuentran, además de Rodolfo Arias, narradores como Ana Cristina Rossi, José Ricardo Chávez, Carlos Cortés, Rodrigo Soto y Fernando Contreras. En términos generales, estos autores recrean las impresiones de una época y una comunidad sin esperanzas, despojadas de sus ambiciones y traicionadas por el avatar de la historia.

Conviene recordar que el ideario utopista se había instalado en la imaginación de los jóvenes a finales de la década de 1970; años más tarde, los conduce hacia los procesos revolucionarios y a desafiar las costumbres. En las naciones centroamericanas, en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, con mayor intensidad, se expresan los conflictos entre los mundos capitalista y socialista. El enfrentamiento entre ideologías y bloques, frío en otras latitudes, se torna cruento y substancial en el trópico. El triunfo sandinista en 1979 no solo les despierta simpatía sino esperanza.

La búsqueda de la soberanía nacional adquiere relevancia. Sin embargo, la conciencia antiimperialista sufre las consecuencias de la crisis económica de la década de 1980 y la presión, cada vez más intensa, de las grandes naciones capitalistas. El resquemor ante la resistencia del “Tercer Mundo” y su cercanía con el socialismo se combaten mediante programas de ajuste y medidas económicas que conciben a la región como botín para los nuevos negocios, como proveedora de materia prima y mano de obra, y como plaza para los productos y tecnología producidos en las metrópolis.

El entusiasmo de los jóvenes y los anhelos del hombre nuevo devienen escepticismo. A medio camino entre la lucha estudiantil contra ALCOA y el cinismo de los políticos que aprueban la contrarrevolución, entre la sed electoral de Pueblo Unido y la desaparición del Partido Vanguardia Popular, entre las protestas y los deberes domésticos que colman el horario, esta generación se disgrega. Con pesadumbre, se entrevé la enorme dificultad: la historia del Istmo, o del subcontinente, está determinada por las pretensiones ajenas.

La guerra inacabable, la desintegración social, las fallas de la dirigencia y el auge de una nueva escala de valores cifrada en el éxito provocan tedio. Más que el decaimiento de las ideas progresistas, pesa la rigidez del entorno. Del colapso del socialismo real (1989) se sigue, por maliciosa analogía, el término de la historia, el final de las pretensiones ilustradas. La mundialización, planteada como uniformidad del gusto y el consumo, elimina los pocos remanentes de identidad, tras una centuria plagada de materiales y modos de vida carentes de temperamento.

El temor moderno ante la destrucción de lo humano y los procesos de alienación se traduce, ahora, como desencanto y sarcasmo. La distancia entre el empresario y el estadista se ve abolida por los imperativos del capital; desde la mirada de esta naciente y rica clase, el ciudadano se concibe o como obrero sumiso o como consumidor; la república, como una oportunidad; y el burócrata, como una amenaza para el progreso. La historia de las conquistas del pueblo costarricense se presenta, en los medios de masas, como una sucesión de errores, provincialismos e improvidencias.

En la novela de Rodolfo Arias, el personaje de Tertuliano, auténtico héroe en caída, no es sino un viejo empleado público, el antiguo líder del sindicato, una muestra de un mundo perdido, de un ciclo cerrado. Las reflexiones de Arias y sus contemporáneos se concentran en el estudio de un fenómeno típicamente posmoderno: la pérdida de la tradición. La ausencia de referentes provoca, a la vez, desconfianza, duda y libertad. Ante la ortodoxia de la literatura, el escritor se siente libre de hacer; pero sus figuras se sumergen en la perplejidad y la angustia.

En esta obra, las historias individuales se funden, forman el coro para una tragedia turbia y tosca; permiten, como en buena parte de la narrativa costarricense contemporánea, discernir entre los sueños precoces y los fracasos de la vida adulta. Como ocurre entre los creadores procedentes de otras latitudes, la pregunta por el destino personal resguarda dentro de sí la inquietud ante el pasado de la comunidad, ante las determinaciones sociales. La obsolescencia de la figura de Tertuliano representa la incertidumbre ante el cambio, pero también la vejez de un tipo de sensibilidad.

Para los escritores que los preceden, el individuo suponía un pretexto, un símbolo, una alegoría del infortunio de una raza condenada a vagar por los espejos, anclada al titubeo, incapaz de reconocerse a sí misma como variante de civilización, como una manera probable de vivir y pensar la realidad oscura y desafiante. Para la narrativa estrictamente actual, la pregunta por el pasado y la identidad carece de sentido si se la separa del individuo. Los narradores jóvenes de la América hispana prefieren centrar su interés en los seres concretos y no en los mitos que explican el origen.

En su mayoría, los escritores nacidos entre 1950 y 1965 dirigen sus reflexiones a la modesta aventura del personaje, a su declive. Frente al imaginario rural, folclórico y mágico de la fundación, proponen la fragmentada imagen de la ciudad y sus dolores. ¿Para qué insistir? Cada una de nuestras naciones cuenta con una historia dolorosa y precisa, no existe duda sobre el contorno de sus sueños y, menos aún, acerca de la magnitud de sus fracasos. Incluso para el menor de los observadores, resulta evidente la fractura que asiste a cada una de las vivencias personales y comunales.

Preguntarse por nuestra idiosincrasia o por nuestro futuro conlleva una labor vana. Décadas atrás, resultaba indispensable cuestionar, desde los diferentes discursos, la identidad fijada por la tradición; crear fábulas acerca de los prodigios, las utopías y nuestra manera de existir. En estos días calamitosos, se sabe bien, nadie puede negarlo más, que Costa Rica padece los males de la entrega y el desdén. La nación no es más una república señorita. Es, para escarnio de algunos ojos, para deleite de pocas miradas y para piedad de la mayoría, una divorciada, víctima de la soledad y el tiempo.

Disconforme con su sino, acude a los bazares y al cosmético; gestiona el placer efímero entre jóvenes banqueros, y recibe a cambio la falsa devoción, que paga con la entrega de sus últimas confidencias. El panorama es desolador y por eso se lo imagina desde una literatura feroz, satírica o paródica, que deconstruye las palabras y argumentos de los sectores dominantes. En alta medida, esta literatura cuestiona el mito de la excepcionalidad y el bienestar costarricenses; expresa el pensamiento de un grupo de intelectuales que percibe como patética la condición del costarricense.

Esta novela retrata a personajes derrotados y solitarios; a figuras sin rumbo, incapaces de comunicarse con los demás, salvo de manera ocasional, fugaz y violenta. A causa del cambio, las aspiraciones de Tertuliano y sus legionarios se tornan no solo obsoletas, sino absurdas. Ante un personaje pertinaz, cabe la risa; sin embargo, cuando la terquedad alberga anhelos, cabe también la benevolencia. Para el autor, escribir supone entonces mostrar lo inmediato: lo vivido, lo visto y lo escuchado. En consonancia, el relato ha sido compuesto no en español neutral, sino en costarricense.

Esta novela propone meditar acerca de la actualidad. A modo de pastiche, es decir, como suma de una amplia y heterogénea serie de materiales, recoge la subjetividad de unos seres que enfrentan la tempestad. Bajo esta lógica, en la mayoría de los pasajes, la narración procede no de una voz, sino de una instancia, casi de un dispositivo que reúne, resguarda e incluso traduce al lenguaje verbal todo lo que la ciudad ofrece. La fragmentación del texto emula el desorden del mundo, el caos y el anuncio de una era distinta.

Gabriel Baltodano

Profesor de Literatura, Universidad Nacional

(agosto de 2009)

El Emperador Tertuliano y la Legión de los Superlimpios

Capítulo I

Cuando eso pasa es domingo a las cinco

después de futbol y birras con siesta

imposible porque el güila B grita que el

güila C le rompió el carrito.

La doña sacó del maletín unas papas y al puro despi ajustó la jama con los güilas ya somos cinco y andábamos feos por eso el mesero nos enjachó cuando pedimos dos chop suís y tres platos vacíos por favor.

Tenía una sed espantosa el partido estuvo durísimo porque Tertu no llegó y tuve que jugar de defensa lo que más me cuadra es el extremo derecho mi juego no es de contención y los maes del otro equipo se me iban perdimos cuatro a dos pero no hay nada.

Andaba de un gomón hijueputa anoche se me fue la mano y llegué a la choza hasta el rabo.

Con una sola birra no podía bajarme el poquillo de chop suí además el chino me las traía con unas boquitas de chicharrón que no eran jugando pero la doña comenzó a cabrearse cuando pedí la quinta y era que un carajillo se le había dormido en los regazos siempre hace mucho calor por esos lados de Alajuela para peores el bus pitaba y había que ir jalando.

Por precisados la última birra me cayó mal y de camino empecé a sentirme horrible manda güevo solo fueron cinco imperialitas.

Tenía ganas de vomitar y a unos maes les agarró por joderme todo el mundo sabe que en esas carajadas no aguanto ni medio y les iba a pegar un buen pichazo pero Vespasiano y la doña me agarraron.

Para no hacer tanate me quedé dormido.

Por eso son las cinco de otro domingo con sol y birras y cuatro goles en contra el porterillo nuevo no ataja nada.

La doña también está tostada pero ni por joder apaga el tele y una roquita canta horriblemente un anuncio de pollos para que le regalen un paquete de pollos y pueda durante los próximos días comer pollo ella y pollo sus güilas y pollo su marido.

El güila B sigue llorando porque el carrito nuevo era la bomba de incendios y el güila C le quebró la escalera.

O sea que ruliar es un sueño y el Capitán Austerín está despierto pero no hace nada para calmar al güila B se rasca una rodilla se soba la panza y siente la pesadez de las cinco birras por último se encuentra en la colcha las tijeritas de uñas la Bola Oval deja las carajadas en cualquier parte.

Juguetea un rato con las tijeritas y se corta varios pelos del ombligo qué hijueputa calor va al baño y se tira dos pedos enormes pero nada más.

El Asceta Minofén es de origen turco o egipcio llega siempre al brete muy bien peinado y con un saco gris que huele a cobija pero nadie lo nota porque lo disimula echándose montones de colonia Pino Salvaje.

Enjoy Costa Rica.

El Jefe Anti Tertulio está desde hace años por pensionarse y el Asceta Minofén le tiene puesta la puntería a la cuestión y en confianza declara que le gustaría mucho hacerse cargo del Departamento pero el Roco Estándar y su Homólogo también tienen vela en ese entierro.

De manera que el Asceta Minofén trabaja un poco más que todo el mundo y aunque fuera pura impresión debe reconocérsele que nunca llega tarde.

Vespasiano por aquello de la Vespa es el mensajero y el misceláneo y otro montón de cosas intrascendentemente indispensables llamado Flavio y apodado Tito se entera de todos los chismes pero nunca comenta nada porque es muy introvertido además le debe plata a medio mundo.

Tal vez por eso no ha sido admitido en la Legión de los Superlimpios fundada tiempo atrás por el Emperador Tertuliano a la sazón Secretario General del sindicato.

La Legión se reúne viernes y sábados y se meten unas grandes cagonas Vespasiano por aquello de la Vespa también se echa sus tragos de vez en cuando en su choza o en la de Mi Herma.

Páaapi páapíii uáaaaahh uáaah viera que C me rompió la bomba de incendios papíii papíii pero que páaapíiii vea uáaa íiiiiii.

Al Capitán Austerín le importa un pito que el Jefe Anti Tertulio se pensione en todo caso no piensa en esa botella porque se saca más choriceando ropa traída de Panamá él tiene los contactos y le pasa los cargamentos a la Bola Oval que la pulsea muchísimo y siempre logra venderlo todo ahí mismo en la urbanización.

Y un día Vespasiano por aquello de la Vespa le compró al Capitán Austerín una camisa muy tuanis de esas anchas pero le quedó debiendo cuatro tejas y nunca se las pagó.

Cayo Tranquilo Suetonio huele mucho a Zepol cuando está resfriado vive con su mamá que anda por los setenta y siete se lo tira tuanis porque nunca tiene nada que hacer.

Altura y Pelos son las secretarias del Jefe Anti Tertulio y también son unas grandes pargas pero nadie las da bola porque están muy viejas de todas maneras siempre fueron feas.

Ellas de seguro se pensionan con Anti Tertulio hace poco una se incapacitó como seis meses nadie supo bien por qué y la sustituyó Pollo Hermoso que hasta que andaba tonta de lo rica que estaba.

Venía de vez en cuando con unos pantalones blancos apretadísimos y Cayo Tranquilo Suetonio perdía los estribos poniéndose a ratos un poco rojo y a ratos un poco pálido pero siempre con su mansa lascivia resignada y evidente.

El único que le cayó para sorpresa de todos fue el Asceta Minofén después el Jefe de otro Departamento se la llevó y ahora anda la bola de que está embarazada lo que sí es indiscutible es que está más gorda.

El Típico Calvo con Bigote presta plata al diez por ciento flat mensual y ya se ha quedado con la radiograbadora y el cepillo eléctrico de Vespasiano por aquello de la Vespa llamado Flavio y apodado Tito no juega futbol ni pin pon en la mesa que ponen en el comedor a las cuatro y media después de marcar la salida pero es un arrecho en bola negra y en veintiuno.

El Emperador Tertuliano puede pasarse el día entero hablando paja hoy andaba con una indigestión de sabiduría por un libro de relatividad y astronomía que hojeó el fin de semana aunque se le nota que no entendió mucho y detesta a Calderón y opina que al checo idiota ese deberían echarlo del Saprissa.

Sus acólitos le hacen comparsa incondicional se ríen de sus chistes y se paran en grupo junto a la ventana del pasillo son casi siempre Mini Tertulio Extra Tertulio Recontra Tertulio y Súper Tertulio ninguno simpatiza con el Asceta Minofén porque parece que un día los mal informó con el Jefe Anti Tertulio y por eso les vino una amonestación escrita.