El hombre en busca de sentido - Viktor Frankl - E-Book

El hombre en busca de sentido E-Book

Viktor Frankl

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Beschreibung

*Nueva traducción* "El hombre en busca de sentido" es el estremecedor relato en el que Viktor Frankl nos narra su experiencia en los campos de concentración. Durante todos esos años de sufrimiento, sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda, absolutamente desprovista de todo, salvo de la existencia misma. Él, que todo lo había perdido, que padeció hambre, frío y brutalidades, que tantas veces estuvo a punto de ser ejecutado, pudo reconocer que, pese a todo, la vida es digna de ser vivida y que la libertad interior y la dignidad humana son indestructibles. En su condición de psiquiatra y prisionero, Frankl reflexiona con palabras de sorprendente esperanza sobre la capacidad humana de trascender las dificultades y descubrir una verdad profunda que nos orienta y da sentido a nuestras vidas. La logoterapia, método psicoterapéutico creado por el propio Frankl, se centra precisamente en el sentido de la existencia y en la búsqueda de ese sentido por parte del hombre, que asume la responsabilidad ante sí mismo, ante los demás y ante la vida. ¿Qué espera la vida de nosotros? El hombre en busca de sentido es mucho más que el testimonio de un psiquiatra sobre los hechos y los acontecimientos vividos en un campo de concentración, es una lección existencial. Traducido a medio centenar de idiomas, se han vendido millones de ejemplares en todo el mundo. Según la Library of Congress de Washington, es uno de los diez libros de mayor influencia en Estados Unidos.

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VIKTOR FRANKL

EL HOMBREEN BUSCA DE SENTIDO

Traducción y ediciónCOMITÉ DE TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL

PrefacioJOSÉ BENIGNO FREIRE

Herder

Títulos originales:

Ein Psychologe erlebt das Konzentrationslager

Man’s Search for Meaning

From Death-Camp to Existentialism

Traducción y edición:

Comité de traducción al español (2015)

Diseño de portada:Ferran Fernández

© Herederos de Viktor E. Frankl

© 2015, Herder Editorial, S.L., Barcelona

3.ª edición, 1.ª impresión, 2015

ISBN:  978-84-254-3203-3

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares delCopyrightestá prohibida al amparo de la legislación vigente.

Producción digital:DigitalBooks

Índice

Portada

Créditos

Prefacio

El hombre en busca de sentido

Primera parte. Un psicólogo en un campo de concentración

El informe del prisionero n.º 119.104. Un ensayo psicológico

Primera fase. Internamiento en el campo

Segunda fase. La vida en el campo

Tercera fase. Después de la liberación

Segunda parte Conceptos básicos de logoterapia

Otras obras de Viktor Frankl

Más información

Notas

PREFACIO

E

l escenario deEl hombre en busca de sentidose dibuja sobre el atroz paisaje de la vida en los campos de concentración nazis. Enfocar esa tragedia en su conjunto amortigua el impacto de la turbación y es capaz de mitigar la sensación de crueldad del Holocausto. Al contemplar sus hileras de tumbas en perfecta simetría, el honroso cementerio de Auschwitz solo parece albergar una multitud de personas recordadas con una dignidad póstuma, tras una muerte sin sentido. Sin embargo, el panorama cambia radicalmente si, ante cada tumba, el espectador juega con la imaginación y percibe un sinfín de vidas malogradas: en ese hueco podría yacer una persona que, en plenitud de energías, emprendía un prestigioso proyecto profesional...; aquí, una madre que ha muerto con la angustia de ignorar cuál ha sido la suerte de unos hijos arrancados de su regazo...; allá —uno junto al otro—, un matrimonio, un hombre y una mujer que, tras sortear los avatares de una larga existencia, esperaban con sosiego envejecer juntos...; más allá, a una joven le abortaron los sueños de un feliz matrimonio...; todavía más allá, el cuerpo inerme de un niño o una niña que aún conserva la sonrisa, helada, de una vitalidad en expansión... Esa suma de sufrimientos silenciosos, más el infernal horror de la brutal monstruosidad, aciertan a vislumbrar el dramatismo y la barbarie de los campos de concentración...[1]

Una de aquellas vidas rotas fue la de Viktor Emil Frankl (1905-1997).[2]

Situémonos en los años cuarenta del pasado siglo en la ciudad de Viena. En esos tiempos, Viena aún ejercía un notable influjo y embrujo en los ambientes intelectuales de la época, por su mecenazgo en las artes y la cultura. Aquella«Viena —nadie lo puede negar o menospreciar— era un foco excepcional de la cultura, las artes y el civismo europeos. Se ha dicho bien que Viena es el último esplendor del pasado»(L. Brajnovic). Y, además, para un psiquiatra, Viena era el lugar de Sigmund Freud y de Alfred Adler. También de Viktor Frankl.

Viktor Frankl, por esas fechas, comenzaba a despuntar como un profesional prestigioso: se encontraba bien posicionado en los círculos médicos y académicos y disponía de una prometedora consulta privada. En 1940 había sido nombrado Director de la sección de Neurología del Hospital de Rothschild, que atendía únicamente a pacientes judíos; el hecho de que hubiese aceptado ese nombramiento suponía un desafío y una temeraria audacia, pues ya arreciaba la persecución nazi. Crecía su fama de profesor competente e ingenioso, y en los ambientes psiquiátricos aún resonaban, entre censuras y alabanzas, las públicas controversias de aquel joven médico con las autoridades del momento: Freud y Adler.

Esas discusiones científicas lo encaminaron hacia una crítica-superación del psicoanálisis. Frankl recogió entonces en un texto sus aportaciones personales para una rehumanización de la psiquiatría, tanto teóricas (análisis existencial) como técnicas (logoterapia). El manuscrito ya se encontraba en fase de encontrar editor. Había depositado grandes esperanzas en ese libro...

Personalmente vivía el afectuoso y sereno ambiente familiar de siempre; de una familia de origen judío que empezaba a superar las penurias económicas gracias a los nuevos ingresos de Viktor. A ese remanso hogareño se unió la feliz boda con la joven Tilly Grosser (diciembre de 1941), también judía de origen.

Esa tranquilidad profesional y familiar chocaba con la situación de encrucijada social que se vivía en la calle. Ya había comenzado abiertamente la destrucción de sinagogas y el confinamiento y deportación de la población judía; una población dominada por el miedo y la angustia ante el futuro. La familia Frankl entendió el dramatismo de la situación y buscó una salida. La única alternativa sensata parecía la huida. Stella, la hermana de Viktor, huyó a Australia. El hermano intentó una salida hacia Italia como refugiado político; pero fue descubierto por los servicios de seguridad y lo deportaron, junto a su mujer e hijos, al campo de Auschwitz, y allí murieron.

Viktor Frankl consiguió un visado para emigrar a los Estados Unidos. Este visado le permitía la salida de Austria y le abría oportunidades inesperadas de desarrollo profesional, pero sus padres únicamente disponían de una documentación insegura, que no superaría el más ligero control de las autoridades. Además, como ya eran ancianos, quedarían ciertamente desvalidos si no contaban con la ayuda de ningún hijo.

La situación de sus padres planteó a Frankl una grave duda de conciencia:«¿Cuál era mi responsabilidad? ¿Ocuparme de mi obra o cuidar de mis padres?». Tras profundos titubeos optó por dejar vencer la visa. Fue una decisión heroica, aunque él lo cuenta con sencilla naturalidad:«Evidentemente el campo de concentración fue mi real prueba de madurez. No estuve obligado a presentarme —hubiese podido escapar de ello y emigrar a tiempo a Norteamérica—. Hubiese podido desarrollar la logoterapia en América, cumpliendo así con la misión de mi vida, pero no lo hice. Y así llegué a Auschwitz». Por supuesto, al dejar caducar el visado a Estados Unidos sucedió lo previsible: unas semanas después la familia Frankl fue deportada.

No es ese el único suceso que roza el heroísmo en la biografía de Frankl. Recordaré otro que atañe a nuestro asunto, tanto en lo personal como en lo profesional.

Ocurrió nada más entrar en Auschwitz. Los prisioneros debían desprenderse de todas sus pertenencias. Sin embargo, Frankl fue incapaz de renunciar al manuscrito que contenía su obra científica, y que ocultó en el primer registro. Intentó esconderlo en un repliegue de su chaqueta, pero también se apoderaron de ella. Así lo cuenta Frankl:

No nos entraba en la cabeza que nos lo quitarían todo, absolutamente todo.

Intenté ganarme la confianza de uno de los prisioneros veteranos. Acercándome sigilosamente, señalé el fajo de papeles del bolsillo interior de mi abrigo y le dije:

—Mira, es el manuscrito de un libro científico. Sé que me vas a decir que no puedo esperar nada en estas condiciones y que debo estar agradecido de salvar la vida. Pero no lo puedo evitar: necesito conservar este manuscrito como sea; es el trabajo de toda mi vida. ¿Comprendes?

Parecía que comprendía. Empezó a esbozar una sonrisa, primero de compasión, luego burlona, insultante, hasta que soltó una palabra en respuesta a mi ansiedad, la palabra más omnipresente de la jerga delLager:

—¡Mierda!

Con una sorna macabra, y los correspondientes improperios, los guardias del campo rompieron el manuscrito en su presencia.[3]En dos o tres minutos destrozaron su trabajo y sus investigaciones de años:[4]aquel libro en el que había depositado tantas esperanzas.

Pese a todo, la historia del manuscrito continúa:

En el invierno y la primavera de 1945 se desató una epidemia de tifus que contagió a muchos reclusos. [...] Algunos síntomas de la enfermedad eran extremadamente desagradables: la irreprimible aversión a la comida, que incrementaba el peligro de muerte, y los horribles ataques de delirio. [...] Para no sucumbir a esos aterradores ataques intentábamos no dormir. Yo lo lograba improvisando conferencias imaginarias, y me propuse reconstruir el manuscrito perdido en la cámara de desinfección: garabateaba en taquigrafía las palabras esenciales en pequeños trozos de papel.

Fueron dieciséis noches de fiebre, en vela. Esperaba que aquellas notas le sirvieran de guión para rehacer el libro si alguna vez era liberado. Este suceso ocurrió en el campo de Türkheim y el libro eraPsicoanálisis y existencialismo.[5]

Alcanzado este punto, conviene interrumpir la narración para formular un comentario. Uno de sus biógrafos, Alfried Längle, hace especial hincapié en el posible riesgo de desvirtuar la figura de Frankl si enfatizamos demasiado los hechos heroicos que señalan su vida. Lo dice así:«Más allá de toda la veneración que merezca como hombre, y de todo el respeto que pueda sentirse por su contribución humana y científica, Frankl no debe ser eximido de la discusión crítica. Debe ser inteligible para nosotros, comprensible, tangible, y también debe poder llegar a ser piedra de escándalo y de contradicción. De este modo, su vida y su obra seguirán vivas entre nosotros y no estarán en las alturas de un pedestal, ajenas a la vida cotidiana, inalcanzables, expuestas solo al polvo de la historia». El comentario es acertado y mesurado. Frankl es un científico y debe ser juzgado y evaluado según su pensamiento y quehacer psiquiátrico. Su figura y su magisterio se engrandecen a la par de sus aportaciones y descubrimientos profesionales, tanto médicos como antropológicos.

Bien es verdad que la personalidad de las figuras históricas puede erigirse en un icono de referencia para la población en general. Sus opiniones y gestos suelen trascender el espacio de su estricto magisterio profesional. Pero también es cierto que algunos entusiastas de Frankl exageran al presentarlo como un hombre deslumbrantemente heroico, inigualable. Y ese no era el hombre Frankl.

La biografía de Frankl, como la de los grandes hombres, se sustenta en la paradoja de los contrastes: tanto en la naturalidad con que asume sus éxitos como en la fortaleza para superar los fracasos; desde la intensidad de sus pasiones y proyectos, hasta la hondura de sus desencantos... Los hombres ilustres siempre recomienzan, y eso los convierte en admirables e imitables. Para hacerse imitable no se precisa esconder algún suceso oscuro o denigrante, pero sí resulta necesario percibir el ángulo frágil de su entereza...

Y Frankl también presenta un ángulo frágil... No necesitamos curiosear en su vida: Frankl reconoció a Haddon Klingberg, otro de sus biógrafos, el largo nihilismo existencial de su juventud, y que no en todas las épocas de la vida vivió de acuerdo con sus principios. Y nos consta, además, que sufrió desgarradores decaimientos...

El primero ocurrió a las pocas semanas de su entrada en Auschwitz. Al igual que la mayoría de los prisioneros, experimentó elshockdel internamiento, con su correspondiente desplome del ánimo, a lo que vino a sumarse la ausencia de su mujer, embarazada de su primer hijo, la muerte de su padre, tras una horrible agonía, y la despedida de su madre en el campo de Theresienstadt, con el convencimiento de verla por última vez. Vio desbaratados los esfuerzos profesionales de dos décadas y, como sus compañeros de reclusión, comenzó ya a notar los síntomas típicos del rigor de la vida en el campo: extenuación, malnutrición, vestimenta escasa y harapienta, piojos, edemas, enfermedades, congelamiento, hambrunas... Y a todo ello se ha de añadir la presunción de un futuro pavoroso, que hasta les hacía mirar a la muerte con un cierto desdén. En tales condiciones, en el campo Kaufering III se dejó abatir por una insidiosa desesperanza... En medio de ese desaliento sostuvo una larga conversación con su amigo Benscher, al que había canjeado un cigarrillo por una sopa aguada con algo de sabor a caldo. Benscher llegó a ser un famoso actor de la televisión austríaca. Años después Frankl reconoció públicamente que, con aquella conversación, Benscher lo devolvió a la vida.

El segundo intenso decaimiento lo padeció a los pocos meses de la liberación, que llegó el 27 de abril de 1945. Con la ansiada liberación no terminaron los sufrimientos. Disminuir la tensión acumulada en los años de internamiento tomaba su tiempo, muy lento; Frankl se encontraba físicamente exhausto y psicológicamente débil. Pasó unos meses de convalecencia en Múnich, donde se enteró de la muerte de su madre: no había superado la selección, por lo que entró directamente en las cámaras de gas de Birkenau. Después se confirmó la muerte de su mujer. La añoranza de su mujer despertó en Frankl el último e imborrable recuerdo vivido junto a ella. Los nazis no permitían dar a luz a las mujeres judías, y por eso fue forzada a abortar al ingresar en Auschwitz. Antes de consumarse el aborto, Frankl y su mujer decidieron dar nombre a la criatura: Harry o Marion, según hubiese nacido hombre o mujer. De ahí la aparentemente enigmática dedicatoria de su libroPsicoterapia y humanismo:«Para Harry o Marion, que no han nacido todavía».

No llegó a Viena sino hasta agosto. De acuerdo con un sencillo balance, la situación se presentaba desoladora: sin familia, sin hogar ni cobijo, sin dinero, sin trabajo, casi sin amigos... La mayoría de sus conocidos habían muerto en los campos, los pocos que regresaron se encontraban en su misma condición de precariedad, y aquellos que permanecieron en Viena comenzaban a caer en desgracia por su pasado pro-nazi. No tenía nada ni a nadie, de nuevo lo atacó la insidiosa desesperanza...

Fue a desahogarse con su amigo y vecino Paul Polak. Al recordar la muerte de sus padres y de su mujer, Frankl no consiguió reprimir su llanto, un prolongado llanto. Al atardecer visitaron al doctor Tuchmann, por si aún conservaba algún contacto para abrirle alguna puerta a Frankl. Tuchmann, con realismo, les expuso las dificultades para encontrar trabajo en aquellos tiempos; no obstante, prometió tratar el asunto con máximo interés. Al despedirse de Tuchmann y de Polak, Frankl se siente aturdido y derrotado... Pero esta vez se conjuró consigo mismo para rehacer aquel libro suyo con la ayuda de las notas que había tomado en el campo.

La tarea resultó más sencilla de lo previsto, porque Paul Polak guardaba una vieja copia del manuscrito que Frankl le había entregado en custodia, junto con otros recuerdos familiares, la noche anterior a su deportación. Frankl lo había olvidado. Con los apuntes del campo y el viejo manuscrito, pronto acabó la redacción definitiva dePsicoanálisis y existencialismo. Tuchmann le ofreció un puesto de neurólogo, inicialmente provisional, que le procuró los recursos mínimos para alquilar una habitación y sobrevivir decorosamente. También conoció a Eleonore Katharina Schwindt, una enfermera de ojos vivarachos y de una dulzura cautivadora. En definitiva, Frankl recobraba, pausadamente, el vigor físico y psíquico, y también la ilusión.

El éxito dePsicoanálisis y existencialismo—tres ediciones en el mismo año— resultó uno de los factores principales para reintegrar a Frankl en los afanes de la vida cotidiana. Parecía casi recuperado; sin embargo, notaba un ligero desasosiego afectivo que repercutía en su ánimo, ahora frágil y tornadizo. Comprendió que, en su interior, aún continuaba abierta la herida de la salvaje indignidad sufrida en elLager. Debía cicatrizar, con presteza. Eligió la catarsis como terapia. Para ello decidió refundir en un escrito las atrocidades vividas en el campo, suponiendo que al verbalizarlas liberaría su pesada carga emocional. Y así nació la idea de este libro...

Conviene retratar la escena. Debemos situarnos en una Viena sumida en la pobreza y afanada en la tarea de la reconstrucción (diciembre de 1945). Frankl vive en una habitación de alquiler, con pocos muebles, bastante destartalados, con una luz escasa y con las ventanas tapadas con tablones debido a la falta de cristales. Cada amargo recuerdo aviva con crudeza sus sentimientos. Formula y reformula cada frase hasta encontrar la palabra adecuada, intenta expresarse con la precisión con la que un cirujano maneja el bisturí. Trabaja a ritmo frenético, deambulando por la habitación de un extremo a otro. Tres secretarias, por turnos, transcriben taquigráficamente el torrente de pensamientos dictados por Frankl. De vez en cuando, rendido y conmovido, se sienta en una silla y llora...; las secretarias respetan discretamente aquella irrefrenable erupción de emociones y sufrimientos. En nueve días la obra estaba concluida. En esos nueve días Frankl limpió de su intimidad hasta la más mínima mota de rencor o resentimiento. No olvidó la experiencia de los campos, pero sí superó su experiencia personal.[6]

La crónica de ese libro es sugestiva. Apareció por primera vez en 1946 con el títuloEin Psychologe erlebt das Konzentrationslager (Un psicólogo en un campo de concentración). Los pocos ejemplares de la primera edición se vendieron con rapidez. Debido a ello, enseguida publicaron una segunda edición más numerosa; pero esta vez la obra pasó prácticamente desapercibida, hasta el punto de que la mayoría de los ejemplares se ofrecieron en saldos o terminaron en la guillotina. Parecía incomprensible el comportamiento desigual de las dos ediciones. Por eso Frankl consultó con Deuticke, su editor. Este, para animarlo y aleccionarlo sobre los caprichosos itinerarios de ciertos libros, le contó las peripecias comerciales deLa interpretación de los sueños(Freud) —una de las obras cumbre del psicoanálisis—, que también pertenecía a su fondo editorial. En 1900 se publicó una primera edición de mil ejemplares; cien se destinaron a reseñas y, por tanto, solo salieron a la venta novecientos ejemplares. Las novecientas copias tardaron en venderse... ¡diez años! Y tiempo después se convirtió en un libro universal.

El libro se tradujo al inglés —a pesar del fracaso de la edición alemana— bajo el títuloFrom Death-Camp to Existentialism (Desde el campo de la muerte al existencialismo), también con escasísimo éxito (1955 y 1959). Únicamente se vendieron unos cientos de copias. La Beacon Press lo catalogó como«libro enfermo»; lo cual significa, en el lenguaje editorial, un libro sin posibles lectores. En 1961 el profesor Gordon Allport sugirió a Gobin Stair, director de la Beacon Press, una nueva edición del libro. La Beacon Press consintió en publicarlo por deferencia a Allport, uno de sus autores estrella por aquellos tiempos. Pusieron como condición que Frankl añadiera al texto original una breve exposición de los conceptos básicos de la logoterapia. Con este nuevo formato el libro salió al mercado con el títuloMan’s Search for Meaning (El hombre en busca de sentido). El comportamiento del libro cambió de signo y la obra encontró lectores de forma paulatinamente arrolladora. El éxito de esta edición fue deslumbrante: hizo olvidar el título original en alemán, se convirtió en modelo para las nuevas ediciones y en el texto para las siguientes traducciones a otros idiomas. Aunque el estallido definitivo tardó un par de años más. Lo recuerda el propio Viktor Frankl:«En el año 1963 la Washington Square Press se encargó de la edición de bolsillo con el nuevo títuloMan’s Search for Meaningy, a pesar de seguir ignorado por los grandes periódicos y revistas, los lectores comenzaron a recomendar el libro, uno a otro».

A partir de ahí se convirtió en un éxito mundial, ya que la obra se ha traducido a cerca de treinta idiomas.[7]Ese giro comercial también manifiesta la paradójica relatividad del éxito: de«libro enfermo»... a ser declarado por la Library of Congress, en Washington, como uno de los diez libros de mayor influencia en Estados Unidos en el sigloXX. De ser silenciado en las asociaciones y revistas científicas hasta ser considerado por Karl Jaspers como«uno de los pocos grandes libros de la humanidad». Una opinión similar ya había sido aventurada por el profesor Gordon Allport en el prólogo de aquella primera exitosa edición norteamericana:«Recomiendo calurosamente esta pequeña obrita, por ser una joya de la narrativa dramática centrada en torno al más profundo de los problemas humanos. Su mérito es tanto literario como filosófico y ofrece una preciosa introducción al movimiento psicológico más importante de nuestro tiempo». Tal vez este último comentario suponga más un halago merecido que un frío juicio científico. No obstante, es justo reconocer queEl hombre en busca de sentidomerece inscribirse entre las obras cumbre del patrimonio intelectual de la humanidad: por la profundidad de sus intuiciones psicológicas, pero también por la belleza de su prosa; y también por ese amable humanismo que retrata con claridad la capacidad de grandeza y de miseria que anida en el interior del hombre, convirtiéndose en un canto esplendoroso a la libertad. Por la mesura de sus juicios y la sutileza de su pluma, Frankl consigue infundir ganas de vivir al contar la bestialidad humana de la vida en elLager. Describe los acontecimientos con la imparcialidad de un testigo, jamás se arroga la posición de juez.«Vale la pena leerlo todavía, porque no destila ni una gota del resentimiento o del espíritu de venganza, y ni siquiera del sadomasoquismo habitual en este tipo de literatura»(Joan Baptista Torelló). En definitiva,El hombre en busca de sentidoes un libro sabio, admirable y sorprendente.

El libro sorprende porque es mucho más que un texto autobiográfico o testimonial. En efecto, aunque narra sucesos vividos por Frankl en los campos de concentración nazis,El hombre en busca de sentidono es, propiamente, un libro autobiográfico o un libro testimonial, ni por el propósito ni por la intención. Todavía más: Frankl decidió publicar el libro anónimamente, firmarlo sencillamente con su número delLager. Fueron sus amigos más cercanos, y el editor, quienes lo convencieron de lo contrario, argumentando que una publicación de esas características, sin una firma que la respaldase, perdería credibilidad y carecería de un oportuno sello de autenticidad. Conservamos una prueba evidente de esa determinación de Frankl: en la portada de la primera edición alemana no aparece el nombre del autor; sin embargo, sí figura en la portadilla. Es decir, ya se encontraba estampada la portada cuando Frankl aún mantenía su decisión de publicarlo anónimamente.

En definitiva, y básicamente, es un texto de psicología... Así lo declara Frankl, con rotundidad, desde el inicio. Me serviré de sus propias palabras: el libro procura«responder a la pregunta: ¿Cómo se veía afectada la psicología del prisionero por el día a día en un campo de concentración?». Es contundente, no deja lugar a dudas. Fíjense: el primer apartado del libro —tras una breve introducción— se titula:«El informe del prisionero n.º 119.104. Un ensayo psicológico». Y el«ensayopsicológico»comienza así:

Debo resaltar que este texto, el informe del prisionero n.º 119.104, no pretende contar mis vivencias en el campo de concentración. Mi intención es describir, con mi experiencia y desde mi perspectiva de psiquiatra, cómo vivía el prisionero normal en el campo y cómo esa vida influía en su psicología.[8]

Se trata de un libro de psicología redactado sin la textura de una obra científica, lo cual facilita su lectura, la hace comprensible y amena. Y sugerente. Es muy común que los temas de psicología resulten sugestivos para el público en general, porque desvelan los orígenes del comportamiento y los dinamismos del psiquismo: permiten bucear por las complejas profundidades del mundo interior. Pues bien, enEl hombre en busca de sentidoasoma esa sabiduría psicológica casi inadvertidamente: mientras la crudeza de la historia mantiene la atención del lector, Frankl describe con precisión los cambios psicológicos operados en los reclusos del campo.

Además, redobla su atractivo porque, no sin cierta paradoja, la psicología deEl hombre en busca de sentidose asienta sobre la teoría de la personalidad del hombre normal. Por eso me entretuve en detallar las circunstancias de la redacción dePsicoanálisis y existencialismo. Recordemos que Frankl ya había formulado su pensamiento psicológico y psiquiátrico con anterioridad a su ingreso en elLager. Todo parecía desbaratarse con la ruptura del manuscrito. Sin embargo, Frankl reaccionó afrontando la vida en el campo como una oportunidad para«vivir, sufrir y morir según aquel libro». Es decir, los análisis psicológicos que Frankl efectúa en el campo se rigen por las leyes y las aportaciones de la doctrina contenida enPsicoanálisis yexistencialismo.[9]Por ello, uno de los mayores méritos deEl hombre en busca de sentidoradica en ratificar y validar la teoría frankliana sobre el hombre.[10]

Pero sin radicalizar el juicio, por supuesto. Resulta obvio que, en aquel«laboratorio de seres humanos que era el campo»(Jean Samuel), Frankl pudo experimentar situaciones impensadas e insospechadas para ahondar en el conocimiento del hombre. Él alude especialmente al sufrimiento, presente en elLageren todas sus modalidades e intensidades. Estudió con detalle sus efectos en el psiquismo y observó cómo algunos reclusos se abatían o degradaban ante el sufrimiento, mientras otros parecían madurar interiormente. De esa observación dedujo que no es el sufrimiento en sí mismo el que madura o enturbia al hombre, es el hombre el que da sentido al sufrimiento. Hasta tal punto resulta esencial la postura del hombre que Frankl le arrancó alLageruna gran lección existencial:«El sufrimiento, en cierto modo, deja de ser sufrimiento cuando encuentra un sentido...».

Esa conclusión arraiga en los cimientos de su psicología:el sentido de la vida.[11]¿Cuál es el concepto desentido de la vidaen Frankl? Conviene precisarlo porque, con frecuencia, en el lenguaje coloquial el sentido se confunde con el significado. Por sentido de la vida, en el habla común, tendemos a considerar la filosofía o las creencias personales, la visión global sobre la existencia, los proyectos vitales... En definitiva, algo abstracto y omniabarcante. A ese sentido trascendente o general Frankl lo denominametasentido, o con expresiones similares. Frankl no niega, ni reniega, del sentido trascendente de la existencia, del metasentido; por el contrario, lo presenta como una prueba de la primacía de ladimensiónespiritualen la estructura ontológica del hombre, y la espiritualidad[12]constituye la noción axial de la antropología de Viktor Frankl. Pero las funciones delmetasentidoy las delsentido de la vidason distintas. El concepto frankliano desentido de la vidano se sitúa tanto en el análisis intelectual de la existencia como en el plano del comportamiento; es algo cercano, concreto: es más«una cuestiónde hechoque defe».

Procuraré explicarlo con otro suceso de la vida de Frankl. El horror delLagercreaba su propia jerga. Una de las expresiones más temidas eran lostraslados. Con el eufemismo de«traslado de campo»los nazis solían encubrir el envío de prisioneros directamente hacia las cámaras de gas. En cierta ocasión, el nombre de Frankl apareció en la lista del siguientetraslado. Sus amigos se sentían consternados e intentaron, por todos los medios, borrarlo de la temida lista. No lo consiguieron, ni Frankl lo consintió. En la densa espera para subir al camión, Frankl ruega a un camarada el favor de custodiar suúltima voluntad:

—Escucha, Otto, si no regreso a casa con mi mujer y tú la vuelves a ver, dile, en primer lugar, que hablábamos de ella todos los días, a todas horas. Recuérdalo. En segundo lugar, dile que la he amado más que a nadie en el mundo. Y en tercer lugar, que el breve tiempo de felicidad de nuestro matrimonio me ha compensado de todo, incluso del sufrimiento que aquí hemos tenido que soportar.

¡Eso es el sentido...! Esaúltima voluntadperdería valor de autenticidad si se interpretara en clave emocional o sentimental; recordemos que son palabras pronunciadas por una persona ante la certeza de una muerte cercana... El sentido de la vida, en su acepción frankliana, es así de natural: amores, amistades, proyectos, obligaciones, ilusiones, nostalgias...,[13]todo aquello capaz de servir de palanca para la acción concreta y cotidiana. Y son, precisamente, esas acciones concretas y cotidianas las que completan el sentido de una vida, el día a día de una vida:«No hay nada en el mundo que sea tan capaz de consolar a una persona de las fatigas internas o las dificultades externas como el tener conocimiento de un deber específico, de un sentido muy concreto, no en el conjunto de su vida, sino aquí y ahora, en la situación concreta que se encuentra».[14]Aquí se esconde otra de las insólitas sorpresas deEl hombre en busca de sentido:se analizan las excepcionalmente brutales condiciones de los prisioneros sobre una falsilla que resalta la importancia psicológica de lo ordinario. Paradójicamente, la lectura de tanta atrocidad conduce al lector hacia el cumplimiento del deber cotidiano. Y esa es la mejor descripción del significado delsentido de la vidaen Viktor Frankl.

He de reconocer que la historia del libro me distrajo de la vida del autor. Retomo el hilo. Lo abandonamos en aquella maltrecha habitación en la que, en diciembre de 1945, dictabaEl hombre en busca de sentido. Por mediación del doctor Tuchmann, como ya hemos dicho, Frankl retornó a su actividad médica en la sección de neurología del Policlínico. El puesto, inicialmente provisional, pasó a definitivo en poco tiempo. Ese trabajo le procuró la justa holgura económica para alquilar, poco a poco, otras habitaciones del inmueble, hasta quedarse como único inquilino. Esta nueva situación le permitía soñar en la boda con Eleonore Katharina, que se celebraría a mediados de 1947. Al año siguiente ganó la Cátedra de Neurología y Psiquiatría en el Ateneo Vienés y, a continuación, se doctoró en Filosofía.