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En la familia de Clara las mujeres siempre han tenido un secreto: pueden leer la mente. Tras crecer como la última hija de una familia adinerada en el desierto de Palm Springs, ella solo tiene un deseo: convertirse en una estrella.
Con dieciséis años empieza su viaje a Hollywood y la vida privilegiada de una actriz de cine, pero esta vez se trata de un derecho que tendrá que ganarse por sí sola. Utilizando su astucia, inteligencia y habilidades telepáticas, Clara Daniels hace el lento ascenso que la catapultará a la fama y cambiará su vida para siempre.
¿Pero puede el amor del público, de personas que nunca conocerá, llenar el vacío de su corazón?
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Veröffentlichungsjahr: 2022
Derechos de autor (C) 2021 Christy English
Diseño de Presentación y Derechos de autor (C) 2021 por Next Chapter
Publicado en 2021 por Next Chapter
Arte de la portada por CoverMint
Este libro es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con eventos reales, locales o personas, vivas o muertas, es pura coincidencia.
Todos los derechos reservados. No se puede reproducir ni transmitir ninguna parte de este libro de ninguna forma ni por ningún medio, electrónico o mecánico, incluidas fotocopias, grabaciones o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso del autor.
Prólogo
1. Palm Springs, 2009
2. Los Ángeles, 2019
3. Palm Springs, 2009
4. Malibú, 2019
5. Palm Springs, 2010
6. Palm Springs, 2010
7. Colorado, 2013
8. Palm Springs, 2013
9. Palm Springs, 2013
10. Desierto De Mojave, 2019
11. Los Ángeles, 2013
12. Nueva York, 2019
13. Nueva York, 2019
14. Los Ángeles, 2015
15. Los Ángeles, 2015
16. Los Ángeles, 2019
17. Los Ángeles, 2016
18. Los Ángeles, 2016
19. Los Ángeles, 2016
20. Studio City, 2016
21. Nueva York, 2016
22. Los Ángeles, 2019
23. Norte De California, 2019
24. Malibú, 2017
25. Palm Springs, 2019
26. Malibú, 2020
27. Malibú, 2020
28. Palm Springs, 2020
Querido lector
Sobre La Autora
Para Maggie y Connie, dos mujeres extraordinarias.
El ruido de la multitud más allá de las puertas del coche de Clara era como el rugido sordo del mar a lo lejos. El sonido subía y bajaba en olas, aumentando a medida que cada automóvil de lujo se acercaba al teatro y la celebridad que transportaba salía a la luz.
Clara se reclinó en el asiento de cuero de su limusina. Observaba a través de los cristales tintados mientras los paparazzi se daban codazos por situarse más allá del cordón rojo, luchando entre ellos como los tiburones que olían la sangre. Se habían reunido para ver a la gente rica y famosa que asistía al estreno de la película de ella, para comerse la carne que les alimentaba. Clara suspiró. Hace mucho tiempo aprendió que la prensa era una sanguijuela en el cuerpo de Hollywood que no se podía quitar.
Nick, su joven coprotagonista, se inclinó sobre ella para ver mejor a los fotógrafos más allá de las ventanas, apretujándose sobre la chica y arrugando su vestido. Este era su primer estreno, y en los extremos de su mente, Clara podía sentir su emoción mezclada con la punzada aguda del miedo mientras este miraba el mar de rostros más allá del cristal.
Clara sintió una pizca de orgullo casi maternal por lo guapo que era él. Apartó el mechón rubio de Nick de los ojos de este. Con la película estrenada, dentro de un mes, si no antes, su relación se acabaría. Ella siempre pensaría en él con cariño. Pese a su edad, que figuraba en el comunicado de prensa de este, apenas dieciocho años.
Se vio deseando que Nick no fuese un insulso, que alguna chispa de inteligencia iluminase sus ojos para poder hablar con él, si no con verdadera intimidad, al menos como un igual.
Esa imposibilidad hizo que se riera de sí misma, y Nick se giró para sonreírle. Esta fortaleció sus escudos mentales bajo el calor de su mirada. Sabía que era mejor no leer sus pensamientos. Siempre se preocupaba por desconectarlos. El barranco vacío de su mente era demasiado deprimente para contemplarlo.
Clara escuchaba los pensamientos de la gente en la multitud. Sus mentes eran un pequeño rugido, un revoltijo de ruido que casi no tenía sentido. Los pensamientos de las personas que estaban fuera de su coche pasaron fluyendo como una marea entrante. Esta se relajó y se dejó llevar. Permitió que su mente flotase en la superficie de ese gran océano, aquel en el que había nadado durante toda su vida.
Nick se ajustó la corbata de su esmoquin y ella le besó.
-No te preocupes-dijo ella-Estarás bien.
Alguien abrió la puerta del coche y no hubo más tiempo para hablar. Clara salió al brillo de las luces, cegada por los flashes. Esta se mantuvo firme hasta que sus ojos se adaptaron al asalto. Después avanzó sonriendo.
Nick la siguió fuera del coche. Mostró su tímida sonrisa a los fotógrafos, apartándose el flequillo de los ojos con su característico gesto juvenil, pero Clara sabía lo que tenía que hacer. Miró más allá de los periodistas, hacia las gradas, donde su público estaba sentado esperándola. Si se salía con la suya, los fans estarían allí y la prensa podría arriesgarse.
Se giró hacia la gente que estaba en las gradas y les dedicó una sonrisa deslumbrante. Las personas allí presentes comenzaron a gritar su nombre, agitando los brazos y chillando. Clara les devolvió el saludo con un largo movimiento de su brazo. Se giró para que su público pudiese ver bien su vestido de lentejuelas. Tenía la espalda al aire y el vestido caía hasta convertirse en una bola de material suave justo por encima de la curva de sus caderas. Pudo escuchar a las mujeres murmurando entre ellas en señal de aprobación. Los hombres también dieron su visto bueno, pero en silencio.
Como homenaje a su público, a las personas gracias a las cuales tenía comida en la mesa y una piscina climatizada, Clara se dirigió a la prensa.
-¡Clara! ¡Aquí!
-¿Cuál es tu próxima película?
-¿Quién es ese tipo, Clara?
-¿Estáis comprometidos?
Clara tomó a Nick del brazo. El muchacho estaba empezando a sentirse abrumado. Incluso con su ego, era difícil presentarse ante toda la prensa por primera vez. Y los paparazzi no le hablaban.
Ella sonrió a la prensa, ofreciéndoles una buena perspectiva de la parte trasera de su vestido, antes de llevar a Nick hacia la puerta del teatro. Un grupo de cámaras de televisión les recibió allí y Clara se detuvo para dar algunas entrevistas de una sola frase. Sabía cuál era su trabajo y lo hacía bien. Valía la pena prodigarse por los medios de la televisión.
-Clara-una mujer de Entertainment Now extendió un micrófono-Entendemos que Nick y tú tenéis una relación muy cercana desde que rodasteis juntos ¡Grita!
Clara mostró su misteriosa sonrisa enseñando muy pocos dientes. Nick miró valientemente a las cámaras. Ella pudo sentir su miedo por la rigidez de su brazo.
-Nick y yo lo pasamos muy bien trabajando juntos. Espero que podamos volver a hacerlo-la voz de Clara acarició las palabras de la última frase mientras pasaba la mano por el brazo de Nick.
Su roce le calmó y le sintió relajarse.
Le llevó hacia delante y habló con algunos periodistas más antes de entrar en el teatro. Una vez que estuvieron dentro, Nick se quejó.
-Mierda. Qué cosa tan salvaje-dijo.
Clara sonrió, quitando el eterno mechón de pelo de su frente. Después le besó.
-Lo has hecho bien-dijo.
Este le sonrió como si fuese un niño al que le acaban de dar un caramelo.
-Así que esta noche saldremos por televisión, ¿eh?
La sonrisa de Clara se deslizó un poco-Yo diría que es algo casi seguro-comentó.
La última vez que Clara vio a su tía April fue cuando cumplió doce años. Estaba saltando por encima de las piedras del desierto cuando escuchó las ruedas del Lincoln alquilado sobre la grava calcinada por el sol del camino circular. El sol llevaba horas ahí y pronto haría demasiado calor para seguir jugando en el desierto. Clara corrió al patio delantero de la finca de su madre y se escondió detrás de un pino. Su tía salió del coche y le dio las llaves al hombre cuyo trabajo consistía en aparcar todos los vehículos de visita en el garaje de diez plazas de la finca.
Clara se puso de pie, respirando el fresco aroma del árbol hasta que el hombre se marchó. Después salió, contemplando silenciosamente a su tía. April era todavía más hermosa de lo que Clara recordaba, la piel lechosa de su rostro enmarcaba sus ojos verdes. April se rio.
-¿De dónde vienes, Clara? Eres tan silenciosa como un indígena.
-¿De qué tribu?-preguntó Clara.
April volvió a reírse pero no respondió. Rodeó a Clara con los brazos. La niña se quedó firme hasta que recordó que para ser abrazada una tenía que devolver el abrazo. Se relajó y sintió que la tensión se escapaba de su cuerpo como el agua. No estaba acostumbrada a que la tocasen, pero se recordó a sí misma que April era diferente. April la quería.
Apretó su cara contra el traje de seda de April y aspiró la esencia del perfume ligero de su tía. La seda contra su mejilla era del color de los aguacates pelados que le encantaban a su madre. Ella sabía que April había venido para su cumpleaños y quería sorprenderla. Clara le brindó a April una de sus extrañas sonrisas. Su tía parpadeó a la luz de esa sonrisa, apartando el cabello de la niña de su rostro.
-Alejémonos de este calor-dijo.
La tía April apretó el hombro de Clara y la niña se adelantó hacia la mansión de su madre. El vestíbulo estaba fresco y el suelo de mármol brillaba bajo sus pies. Clara pudo escuchar el leve zumbido de un aire acondicionado en algún lugar de la casa.
-¿Dónde está tu madre, Clara?
-No lo sé-la niña se encogió de hombros, fingiendo indiferencia.
-¿Está aquí?
Clara miró a su tía a los ojos-No-dijo.
April se apartó un mechón del ojo-Bueno, entonces almorzaremos juntas-comentó.
Clara disfrutó del contacto con su tía cuando April la tomó de la mano.
Se sentaron en el invernadero frente a los jardines aterrazados. Los lujosos muebles tenían cojines de un color blanco brillante y el cristal filtraba la dura luz del sol, aunque no evitaba que entrase el bochorno. Siempre hacía calor en el invernadero, pero era el lugar favorito de Clara en la casa. Más allá de los jardines, más allá de los prados y los pinos, podía ver el desierto reluciente.
El ama de llaves, Carol, trajo bocadillos y limonada, y Clara pidió trozos del pastel de manzana que la cocinera le había preparado esa mañana, además del té de hierbas que le encantaba a April.
Clara observó a su tía por el rabillo del ojo. Vio que April tensaba la mandíbula mientras esta miraba hacia el desierto y supo que su tía estaba enfadada. Sin embargo, no podía leer los pensamientos de April, como tampoco podía leer los de su madre. Más allá de la única pregunta para la que Clara anhelaba tener una respuesta, estaba convencida de que su madre no tenía pensamientos interesantes en la cabeza. Sin embargo, deseaba poder ver detrás de los ojos de su tía, aunque solo fuese por un momento.
Clara miró a April a los ojos y parpadeó. Había sido pillada mirando.
Pero la tía April se limitó a sonreír-Te he traído algo-dijo.
Clara trató de hacer una broma floja-¿Un filtro que pueda usar sobre mi cabeza para mantener alejados los pensamientos de la gente?-preguntó.
April miró por encima del hombro, pero no había ningún criado cerca para escuchar lo que Clara había dicho. Sabía que su tía tenía un miedo supersticioso para referirse al don de la familia.
-Si alguna vez crean uno, encargaré para ti el primero que salga de la fábrica-dijo.
-Nunca lo fabricarán. Nadie sabe lo que hacemos.
April se movió en su lujosa silla, cruzó las piernas y se encontró con la mirada de Clara-No. Nadie lo sabe-comentó.
Clara sabía que jamás debía hablar de su don delante de nadie y nunca lo hizo. Solo con su tía. April era la única persona del mundo en la que podía confiar, que siempre estaría ahí y nunca la traicionaría.
Parecía alegre, como la niña que era-¿Qué me has traído?-preguntó.
April sonrió y se apartó un mechón de cabello rubio ceniza de los ojos. Su pelo largo estaba recogido en un elegante moño, pero los mechones que enmarcaban su rostro se habían soltado.
-Quizá deberíamos almorzar primero.
Clara se rio de las burlas de su tía-¿Qué me has traído?-dijo.
La muchacha se movió para sentarse junto a su tía en el sofá, y April acarició la coronilla de Clara. Después metió la mano en la bolsa que estaba apoyada en su silla y sacó una caja envuelta en un fino papel blanco. Una enorme cinta rosa cubría la parte delantera del paquete y Clara frunció el ceño. Odiaba el color rosa.
April rio al ver su cara-Sabía que detestarías la cinta, pero en la tienda no tenían otra cosa-dijo.
Clara puso el regalo sobre su regazo con tanto cuidado como si este fuese una reliquia sagrada. No quería romper el papel, sino sentarse y observar su regalo de cumpleaños, haciendo que el momento de la anticipación se extendiese ante ella. Sabía que no iba a recibir otro regalo, pero también sabía que ningún placer estaba hecho para durar, así que tras una rápida mirada a April, rompió el papel.
El papel blanco y la cinta rosa cayeron sobre el suelo de madera mientras los dedos de Clara permanecían sobre la caja. Esta respiró hondo, saboreando el momento. Abrió la caja lentamente, retirando el papel de seda con cuidado para no romperlo.
Colocado bajo el papel había un suéter de cachemira del mismo tono verde que sus ojos. Clara respiró hondo, llevándose el jersey hasta la mejilla, y la caja cayó a sus pies. Aspiró el aroma de la suave tela, que olía como el perfume de su tía.
-Tía April…es precioso-dijo.
Clara rara vez se impresionaba con algo, pero el suéter en sus manos era el regalo más bonito que había recibido nunca.
-Te lo puedes poner cuando regreses a Nueva York y vayamos al Russian Tea Room-dijo.
Clara no respondió, pero tocó la tela suave.
La tía April deslizó sus cuidados dedos dentro de su bolso de cuero.
-Tengo algo más para ti-dijo.
Los ojos de Clara brillaron cuando tomó el sobre que le entregó su tía. Lo abrió y un billete de avión salió volando y aterrizó en su regazo. Cuando lo recogió, vio que se trataba de un billete de ida a Nueva York.
Clara miró a su tía con una ceja arqueada.
April habló apresuradamente, sus palabras eran un revoltijo de sonidos-Quiero que vivas conmigo-dijo.
El cielo se abrió ante ella cuando Clara tocó el papel que tenía en las manos. Aquella era una forma de salir de la casa de su madre. Una huida del hombre con el que su madre se casaba.
Clara recordó la última vez que había estado en Nueva York. Había volado sola aquella Navidad, pues su madre y su prometido se quedaron muy lejos, en Palm Springs. La tía April la recibió en el aeropuerto, y durante toda la semana que duró su visita solo habían hecho cosas que la hacían feliz.
Miró el billete que tenía en la mano. April quería darle una nueva vida, una vida como la semana que pasó en Nueva York.
Después Clara pensó en Darren, el hombre con el que su madre pensaba casarse. Este tenía diez años menos que su pareja, los ojos azules y la complexión de un jugador de tenis. Sus ojos parecían ser los de un hombre con alma, salvo que pudieses leer lo que pasaba tras ellos.
A Clara se le llenaron los ojos de lágrimas, y por primera vez desde la muerte de su padre, esta no pudo tragar saliva por el dolor de garganta. El billete de avión se volvió borroso en su mano. Parpadeó con fuerza para ver más allá de sus lágrimas.
Se obligó a sí misma a hablar, aunque le temblaba la voz-¿Mamá sabe que quieres llevarme?-preguntó.
-Se lo diremos cuando regrese a casa.
Clara pensó en la risa ligera de su madre, en sus ojos azul claro que se tomaban el mundo entero al pie de la letra. Jessica casi nunca miraba más allá de los ojos de una persona hasta llegar a la mente de esta. Clara no sabía qué le pasaría a su madre si tuviese que enfrentarse ella sola a gente mala. Se imaginó a su madre a solas con Darren, y se quedó muy quieta, obligándose a no respirar para no sentir escalofríos.
No pensaba que Darren quisiese hacerle daño a su madre. Este era algo tóxico, aunque ella no vio nada malo en sus intenciones cuando él miraba a su madre. Pero nunca estaría segura a no ser que se quedase y le vigilara.
-No puedo ir contigo-su mano no tembló mientras le tendió el billete.
April lo miró durante un rato largo antes de tomarlo de nuevo.
-¿Lo pensarás, Clara?-la voz de su tía era suave y baja. Clara pudo escuchar sufrimiento en ella.
El dolor inundó su propia visión, consumiendo lo que quedaba de sus lágrimas. Clara endureció la voz para no mostrar debilidad
-Ya lo he pensado. No puedo dejar sola a mamá con él-dijo.
-Clara, ella no ha pensado en ti en ningún momento y no cuidará de ti cuando él llegue a esta casa. ¿Lo entiendes?
La voz de April era baja, pero tomó un tono de importancia que Clara nunca había oído antes: la importancia de la desesperación. No sabía que su tía pudiese sentirse desesperada. Por primera vez, supo cuánto la quería April.
Tomó la mano de su tía, con cuidado de no tocar los diamantes de los dedos de esta, y le habló tranquilamente, como si se tratase de una niña pequeña.
-Mamá necesita que me quede aquí para cuidar de ella-dijo.
Se sentaron mirándose la una a la otra por encima de un plato de bocadillos y una tetera que se enfriaba. April extendió la mano y pasó sus dedos por el rostro de Clara.
-Si cambias de idea puedes llamarme en cualquier momento, de día o de noche, y vendré a por ti-dijo.
A Clara se le encogió el estómago y el cielo se abrió de nuevo ante ella. Había una finalidad en la voz de su tía.
April pasó sus manos bien cuidadas por el cabello de Clara, alisando sus mechones rubios. Miró a su sobrina como si estuviese memorizando su rostro.
-Será mejor que me vaya antes de que vuelva tu madre-dijo.
Clara escuchó sus palabras y sonaban distantes, como la voz de una extraña.
-Está bien.
April llevó a Clara hacia ella y le dio un beso en la mejilla. Un poco de su lápiz de labios cayó sobre la piel de Clara. Esta no se quedó relajada contra el cuerpo de su tía, sino que aspiró el aroma de su perfume para recordarlo. Sabía que April no tenía intención de regresar jamás.
-Te quiero, Clara. Feliz cumpleaños.
April se alejó. Clara escuchó el sonido entrecortado de los tacones altos de su tía golpeando el mármol del vestíbulo. Oyó a Carol abriendo la puerta y el sonido del coche de April mientras esta se marchaba. La casa se quedó en silencio salvo por el tic-tac del reloj de caja, que permanecía como un centinela en el pasillo de mármol.
Clara detuvo su Maserati en la puerta del estudio, sonriendo al guardia encorvado que estaba de servicio. Este se enderezó y levantó su gorra, haciendo una reverencia como si ella fuese la reina de Inglaterra.
-Pase, señorita Daniels.
Clara habló con su tono de voz más bajo-Gracias, Derek-dijo.
Esta condujo demasiado rápido alrededor de los enormes edificios de estudios con forma de granero, jugando al pillapilla consigo misma. ¿Cuánto podría llegar a acercarse a un productor antes de que este se moviese? Algunos de estos incluso le gritaron y agitaron el puño, antes de ver quién era y guardar silencio. Dejó solos a los mediocres que trabajaban.
Clara tenía la música alta, pero todavía podía captar algunos pensamientos perdidos mientras pasaba junto a ellos. La mayoría de estos eran crueles hasta que vieron su rostro.
Detuvo su coche en el espacio pintado con su nombre. Apagó la música a regañadientes y se preparó para la terrible experiencia que se avecinaba.
Clara salió de su coche y allí había una sirvienta esperándola. Era una mujer joven con pantalones cortos estrafalarios y una camiseta teñida con el nombre de una película para televisión escrito en ella.
-Señorita Daniels, el señor Willoughby la está esperando-dijo.
-Está bien-Clara no sonrió.
Metió la mano en su bolso para sacar un cigarrillo y se dirigió hacia el edificio de estuco de las oficinas que estaba a su izquierda. La otra mujer caminaba junto a ella; su rostro era una máscara de miseria avergonzada.
-Señorita Daniels, ¿le traigo algo?
-No.
Clara se detuvo el tiempo suficiente para encender su cigarrillo, pero antes de que pudiese prender una llama con su mechero, la otra mujer le tendió una cerilla. Clara realmente la vio por primera vez y miró más allá de sus ojos. A pesar de llevar años en el estudio, de tener una jornada laboral llena de humillaciones y miserias, esta mujer adoraba a Clara como si se tratara de una diosa sobre la tierra.
La mujer no se movió y la cerilla ardió menos. Clara supo que dejaría que se le quemasen los dedos antes de apagar la cerilla. Esta se inclinó lentamente, casi con indiferencia, y encendió su cigarrillo con el fuego en la punta de los dedos de la mujer. Clara apagó la llama justo antes de que los dedos de aquella chica se quemasen.
Después sonrió, con esa sonrisa lenta por la cual era famosa. La otra mujer parpadeó como si estuviese deslumbrada por el sol. Clara buscó en la mente de ella y encontró su nombre.
-Gracias por el fuego, Peg-dijo.
La mujer se quedó callada mientras Clara pasaba junto a ella y entraba en el edificio del estudio donde Bob Willoughby esperaba en su oficina del cuarto piso.
Bob Willoughby, el director de Barnett Studios, se encontraba sentado en el extremo de una larga mesa de caoba fumando un puro. Se apresuró a apagarlo y se puso de pie cuando Clara entró en la sala. Su asistente, Phil, estuvo a su lado de inmediato, tomó su bolso y le ofreció un vaso de zumo de naranja.
Clara tomó el vaso y entregó su bolso sin comentarios, con los ojos fijos en el rostro de Willoughby. El nuevo vicepresidente de Willoughby le acercó una silla y Clara se sentó. La abertura de su falda dejaba al descubierto su pierna larga hasta el muslo. La mirada del vicepresidente de marketing se detuvo en sus piernas durante un momento, antes de tomar asiento junto a Willoughby.
Clara intentó mirar en la mente del vicepresidente para ver si su tranquilidad era o no una fachada, pero descubrió que no podía. Su mente estaba cerrada para ella. Frunció el ceño. Aquello nunca le había pasado antes, salvo con las demás mujeres de su familia.
El vicepresidente de marketing le sonrió como si supiera lo que estaba pensando. Ella frunció el ceño todavía más. Él no tendría más de veinticuatro años. Tenía mucho poder para ser alguien tan joven y estar sentado en una reunión con ella y con Bob. Se preguntó brevemente si le había visto antes en alguna parte.
Clara dejó de fruncir el ceño y se dejó llevar. Se preguntó por qué Willoughby le había traído, tal vez se trataba de un vano intento de engatusarla. Bob debía tener la falsa sensación de que ella se estaba deslizando.
Dirigió la fuerza de su mirada hacia Willoughby y este parpadeó, sorprendido. Tragó saliva y se concentró en los papeles que tenía delante.
-Bueno, Clara, te agradezco que hayas venido hoy-dijo.
-Lo sé, Bob-esta sonrió.
-Sí, bien…
El director del estudio tosió convulsivamente, y su asistente le dio en silencio un vaso de agua. Willoughby se lo bebió en tres tragos y le devolvió el vaso vacío a Phil. Por un momento, Clara pensó que este podría secarse la frente como uno de los personajes de las estúpidas películas que ella hacía, pero él no hizo nada tan evidente. Se obligó a sí mismo a mirarla a los ojos, y ella logró ver al hombre que se había arriesgado a contratarla cuatro años antes.
-Clara, la gente de la junta está preocupada por tu próximo proyecto.
-¿De verdad?-mantuvo la voz engañosamente uniforme y agradable mientras tomaba su zumo. Este estaba algo amargo.
-Sí. Les da miedo que el mercado cinematográfico sea demasiado cerrado para un drama de época. En lugar de eso prefieren que hagas un thriller espacial.
Clara guardó silencio durante un minuto. Esperó para ver si alguien más en la sala volvía a hablar. Al comprobar que nadie abrió la boca, esta extendió la mano y Phil vino de inmediato y colocó un cigarrillo entre sus dedos. Esta dio una calada lenta, con la mirada fija sobre Willoughby.
-¿Y tú qué opinas, Bob?
Willoughby pareció sorprendido por el tono uniforme de su voz, y respiró hondo. Esta podía sentir su miedo desde donde se encontraba sentada. No estaba acostumbrada a ver a Bob Willoughby asustado. Clara sintió crecer su mal genio.
-Sabes que no me pagan para pensar, Clara. En cualquier caso, no de forma creativa. Estos hombres saben cómo son los mercados. Tienen la sensación de que un drama de época será un fracaso y el estudio perderá más dinero del que podemos permitirnos.
Willoughby se movió en la silla. Miró sus papeles y los barajó. Clara se metió fugazmente en su mente. Eran folios en blanco.
Esta mantuvo el tono de voz bajo, sin hacer caso al vicepresidente de marketing, que se aclaró la garganta, casi como si tuviese intención de hablar. Clara miró fijamente a Willoughby hasta que este la vio a los ojos.
-¿Están aparcando mi proyecto, Bob?
Él asintió. Clara se quedó callada durante un rato largo, con el vaso de zumo de naranja amargo en la mano. El vicepresidente de marketing se giró hacia ella. Vio que Bob alcanzó su brazo para callarle, pero el vicepresidente le ignoró, centrando sus ojos de color azul añil sobre ella. Por alguna razón inexplicable, por más que lo intentase, Clara seguía sin poder leer lo que este estaba pensando.
-Señorita Daniels, el departamento de marketing desea hacerle saber que pensamos que el dejar de lado este proyecto solo es algo temporal. Hemos sufrido bastantes reveses en los mercados extranjeros y tenemos que reforzar nuestra posición. Sentimos que si tienes en cuenta el thriller espacial, Explosión lejana, estaremos en una mejor posición para volver a…
Clara se levantó en medio de su discurso, y con un movimiento tranquilo, lanzó su vaso de zumo contra la pared que había detrás de la cabeza de este. El cristal se hizo añicos contra el revestimiento de madera y el zumo amargo bajó por la pared en chorros.
No volvió a mirar al vicepresidente, pero se giró hacia Bob. Phil estaba junto a ella con su bolso. Con delicadeza dio una última calada a su cigarrillo y lo apagó en el cenicero de cristal que había sobre la mesa. Bob tenía los ojos muy abiertos y ella podía sentirlo conteniendo la respiración.
-Creo que ya sabes cuál es mi postura al respecto, Bob. Esperaré tu llamada-dijo.
Clara se dio la vuelta y Phil le abrió la puerta tranquilamente. Salió del edificio y regresó a su coche recordando primero que, cuando lanzó su vaso, el vicepresidente ni siquiera se inmutó.
-¿Quién demonios es él?-Clara hablaba por teléfono, en su balcón con vistas a la bahía de Malibú.