El libro del amor paso a paso - John Bergsma - E-Book

El libro del amor paso a paso E-Book

John Bergsma

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El autor de La Biblia paso a paso trata ahora la Sagrada Escritura como el libro del amor de Dios. Comenzando con Adán y Eva, examina los grandes matrimonios bíblicos (Abraham y Sara, Booz y Ruth, etc.) como imágenes del gran amor entre Dios y su pueblo. El lector ahondará en la importancia del matrimonio y del amor en el plan diseñado por Dios para nuestra salvación, y obtendrá algunos consejos sobre cómo amar a los demás, y a Dios. Bergsma ofrece también algunas pistas sobre cómo será el cielo.

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Seitenzahl: 155

Veröffentlichungsjahr: 2024

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JOHN BERGSMA

EL LIBRO DEL AMOR PASO A PASO

El amor de Dios por nosotros a través de la Biblia

EDICIONES RIALP

MADRID

© 2022 byJohn Bergsma

© 2023 de la versión española realizada por Miguel Martín,

by EDICIONES RIALP, S. A.,

Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid

(www.rialp.com)

Salvo que se indique otra cosa, los textos de la Sagrada Escritura están tomados de Sagrada Biblia. Universidad de Navarra. Eunsa. Versión autorizada por la Conferencia Episcopal española.

Preimpresión: produccioneditorial.com

ISBN (edición impresa): 978-84-321-6797-3

ISBN (edición digital): 978-84-321-6798-0

ISBN (edición bajo demanda): 978-84-321-6799-7

ISNI: 0000 0001 0725 313X

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ÍNDICE

Introducción. ¿Quién escribió el Libro del Amor?

Uno. Adán y Eva

Dos. Noé y su Mujer

Tres. Abrahán y Sara

Cuatro. Dios e Israel en el Sinaí

Cinco. Booz y Rut

Seis. Salomón y su Esposa

Siete. Dios e Israel en los Profetas

Ocho. Jesús el Esposo

Nueve. Cristo y la Iglesia

Diez. El Cordero y la Nueva Jerusalén

Once. ¿Qué podemos aprender?

Navegación estructural

Cubierta

Portada

Créditos

Índice

Comenzar a leer

Notas

Introducción. ¿Quién escribió el Libro del Amor?

En 1958, un conjunto llamado los Monotones —formado por seis amigos del coro de una iglesia en Newark— sacó una canción que llegó a lo más alto de las listas de éxitos: Book of Love. Si no la has oído, detente y búscala en YouTube. Es muy pegadiza —divertida de cantar y bailar—. Pero para los Monotones fue su único gran éxito. Ninguna de sus otras canciones subió al ranking nunca y el grupo se disolvió en 1962. Incluso décadas después, cuando yo estaba creciendo, se podía aún oír su icónica canción de vez en cuando en la radio.

Y por una buena razón. La canción preguntaba por una profunda cuestión: ¿Quién escribió el Libro del Amor? Los Monotones iban por buen camino cuando suponían: «¿Sería alguien de arriba?». En las siguientes páginas veremos que Dios es quien escribió el Libro del Amor, que solemos llamarlo la Biblia.

Eso puede sorprender. Mucha gente probablemente no piensa en la Biblia como un libro sobre el amor, y mucho menos como el Libro del Amor. Dirían probablemente que es un libro de leyes, historia o antiguos mitos, pero no del amor. Pero la Biblia trata primariamente sobre el amor de principio a fin, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. La historia de la Biblia comienza con la boda del primer hombre y la primera mujer en un jardín llamado Edén, y termina con la boda de alguien llamado «el Cordero» y su esposa en una ciudad celestial llamada Jerusalén. Y justo en la mitad de la Biblia hay un libro extraño llamado el Cantar de los Cantares que no es sino una colección de poesía romántica, en la que el Rey Salomón enamora a su recién casada «princesa esposa». Así que en el comienzo, en medio y al final de la Biblia tenemos bodas.

Los temas del amor y el matrimonio llenan también el resto. Buena parte del primer libro de la Biblia, Génesis, trata de los matrimonios de Abrahán, Isaac y Jacob, los ancestros del pueblo de Israel. El segundo libro de la Biblia, Éxodo, cuenta cómo los israelitas salieron de Egipto y llegaron al Monte Sinaí en el desierto, donde “se casaron” con Dios y se convirtieron en su pueblo. El pueblo de Israel seguiría su marcha para dejar el desierto y entrar en la tierra que Dios le prometió, y a su tiempo, Dios le dio un rey llamado David, que actuó en lugar de Dios como un marido para todo el pueblo. Los descendientes de David reinaron también y se los consideraba esposos reales para Israel. Pero muchos de ellos no fueron buenos maridos, por así decir, así que los grandes profetas predijeron que en algún tiempo futuro, Dios mismo visitaría a su pueblo y sería su esposo perfecto una vez más.

Estas profecías se cumplieron siglos después, cuando Jesús de Nazaret apareció y anunció a Israel que había llegado el Reino de Dios. Jesús usó parábolas para describir ese reino como una boda, diciendo que «el Reino de los Cielos es como un rey que celebró las bodas de su hijo» (Mt 22, 2) y que «será como diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo» (Mt 25, 1). En parábolas como estas, es claro que el esposo es el mismo Jesús. Nadie entendió mejor eso que Juan, el íntimo amigo y discípulo de Jesús, quien más tarde escribiría la biografía de Jesús (el Evangelio de Juan) que le describe como un esposo cuya “boda” fue realmente su muerte en una cruz. ¿Pero quién es su esposa? Otro seguidor de Jesús más tarde, el apóstol Pablo, insistió en que los que siguen a Jesús, la Iglesia, es su esposa (ver Efesios 5). Y de nuevo Juan, escribiendo el último libro de la Biblia, tuvo una visión de la Iglesia-esposa disfrutando del cielo como una eterna celebración de boda con “el Cordero”, Jesús su esposo (ver Ap 21, 2). Así que, desde el principio hasta el final, la Biblia es un libro del amor —y no de un amor cualquiera, sino de ese amor especial entre un hombre y una mujer que se convierte en la irrompible unión que llamamos matrimonio—.

Si este breve resumen del amor en la Biblia te parece demasiado rápido, no te preocupes. Ese es el asunto del resto de este libro: nos moveremos más despacio a través de cada etapa del “romance” entre Dios y su pueblo. Esas etapas, sumadas todas, forman la historia de la Biblia.

Veamos algunos términos bíblicos que pueden ser útiles antes de arrancar. Una palabra que tenemos que comprender es alianza. Aparece frecuentemente en la Biblia. También la oímos en la misa, donde a la eucaristía se llama la «nueva y eterna alianza». ¿Pero qué es una alianza? Algunos piensan que equivale a “contrato”, “ley” o “deber”. Pero realmente, una alianza es un vínculo familiar creado por un juramento. Algunos intelectuales lo llaman «la extensión del parentesco mediante juramento». ¿Cómo puedes incorporar a alguien a tu familia si no es ya un pariente? Haces una alianza con él mediante un juramento.

En el mundo antiguo, e incluso en muchos lugares a día de hoy, hay dos formas principales de alianza: matrimonio y adopción. Por eso la Biblia se refiere con frecuencia a Dios como el padre o el esposo de su pueblo. En el Monte Sinaí, con la mediación de Moisés, Dios hace una alianza solemne con el pueblo de Israel. A veces los israelitas veían esa alianza como un matrimonio con Dios como marido. Otras veces, la veían como una adopción con Dios como Padre. Ambas perspectivas son verdaderas.

Otro término que conviene definir es matrimonio. Nosotros usamos mucho esa palabra y pensamos saber qué significa, pero ¿lo sabemos de verdad? La Biblia nos muestra que Dios considera el matrimonio como una completa unión entre un hombre y una mujer para toda la vida, con el objetivo de formar una familia. Incluso en las páginas de la Biblia, se nos habla de gente que no respeta esta intención y toman más de una esposa, se divorcian de su esposa, o abusan del matrimonio de algún otro modo. Hay gente que sigue haciendo eso hoy, y la palabra “matrimonio” se usa para referirse a muchas clases diferentes de uniones o relaciones entre personas. Pero es importante saber que, a los ojos de Dios, el matrimonio es una alianza irrompible entre un hombre y una mujer mientras vivan.

Y finalmente, hablaremos sobre lo que entendemos por amor. Hay quien usa esta palabra para describir diferentes clases de atracción o afecto. Decimos cosas como, “Yo quiero [amo] a mis amigos” o “Amo a mi madre” o “Amo la tónica”. En cada caso, la clase de “amor” de la que estamos hablando es bastante diferente, aunque usemos la misma palabra. Eso puede llevarnos a la confusión. Afortunadamente, el amor que sientes por tu madre es un tipo de emoción muy diferente del “amor” que tienes por la tónica o por tu equipo deportivo.

Otras lenguas tienen más de una palabra para el amor. El Nuevo Testamento se escribió en griego, que tiene al menos tres palabras para el amor:

eros,

atracción romántica y/o física;

philos,

amor de amistad o fraterno;

agapé,

amor desinteresado.

El Antiguo Testamento se escribió en hebreo. Tiene una palabra genérica para el amor, ahavah, pero también otra muy especial para el amor que no se encuentra en las lenguas occidentales: hesed.

La palabra hesed se refiere a la clase de amor que los miembros de una familia se tienen entre sí. Incluye el afecto, pero su característica más importante es la fidelidad —cumplir siempre los propios compromisos, no separarse nunca, estar disponible para los demás, incluso cuando duela—. En el Nuevo Testamento la palabra hebrea hesed se tradujo por “misericordia” (eleos) o “amor” (agapé). Hablaremos mucho de hesed en este libro porque es la forma más profunda de amor y la que Dios describe como su propio amor.

Los Monotones realmente se refieren a hesed en su canción “Book of Love”. En su imaginario Libro del Amor, el capítulo primero dice “ámala con todo tu corazón” y el segundo insiste “nunca le des solo una parte” —eso es lo que la Biblia llama hesed, el amor que se tienen los esposos.

¡Ya está bien de definiciones! Es hora de pasar a la Biblia como el Libro del Amor. Comenzando con Adán y Eva, vamos a ver algunos de los grandes romances en la Biblia —como los de Abrahán y Sara, o Booz y Rut— y ver si son imágenes del gran romance de Dios y su pueblo. De paso, conoceremos la importancia del matrimonio en el plan de Dios para nuestra salvación, captaremos algunos detalles sobre cómo aman los cristianos y se casan, e incluso podemos descubrir algunas cosas sobre cómo puede ser el cielo. Así que, ¡comencemos!

UnoAdán y Eva

Según la Biblia, Dios creó el mundo para el matrimonio. Ya sé que eso suena atrevido, pero sigue conmigo y verás lo que quiero decir.

Estamos familiarizados con el relato de los seis días de la creación. En el principio, cuando Dios llamó al mundo a la existencia, «la tierra era caos y vacío» (Gn 1, 2). En tres días, Dios formó el mundo, estableciendo tiempo en el primero, espacio en el segundo y habitable hábitat en el tercero. Luego llenó el mundo que había formado. Llenó el tiempo con el sol, la luna y las estrellas. Llenó grandes espacios con aves y peces. Finalmente, llenó el hábitat con animales y el hombre. Mostré en mi libro anterior sobre La Biblia paso a paso que Dios construía la creación como un gran templo, con la humanidad —el hombre y la mujer— como un sacerdocio real para gobernarlo.

La palabra hebrea para “humanidad” es adán, que es también el nombre del primer hombre, Adán. Cuando llegamos a la creación de Adán, la Biblia dice algo curioso sobre Dios. Hasta ese momento, Dios solo ha llamado a cosas a la existencia. Dice: «Que haya…», y aparecen cosas, y luego ve que son buenas. Pero con el hombre, Dios dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza. Que dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, sobre todos los animales salvajes […] que se mueven por la tierra» (Gn 1, 26, énfasis añadido).

¿Qué quiere decir Dios, «Hagamos al hombre a nuestra imagen?». Antes de esto, Dios ha actuado como una sola persona, pero ahora suena como que es más de uno. Así que Dios parece que es uno y más de uno. Qué curioso, lo mismo parece ser cierto en el hombre que hizo Dios a su imagen: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó» (Gn 1, 27, énfasis añadido). Como Dios, el hombre es “él” y “ellos”, uno y más de uno, tanto singular como plural. Esto es parte del misterio de ser imagen y semejanza de Dios.

Después de hacer Dios a Adán, tanto el Adán-varón como el Adán-mujer, se complació en ellos, y los bendijo y les mandó: «Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla» (Gn 1, 28). Así que para cumplir ese mandamiento —el «creced y multiplicaos y llenad la tierra»— las dos formas de adán tendrían que actuar juntos. Tendrán que unirse en matrimonio. Así vemos que el matrimonio es algo central en la intención de Dios para la humanidad. Los seres humanos no pueden hacer lo que Dios les manda a menos que se unan en matrimonio.

El segundo capítulo del Génesis se extiende en este asunto. Comenzando por Génesis 2, 7, llegamos a un relato más detallado sobre cómo hizo Dios a Adán. Dios «formó al hombre del polvo de la tierra, insufló en sus narices aliento de vida […], lo colocó en el jardín de Edén para que lo trabajara y lo guardara».

Hasta ahora, todo bien. De hecho, todo ha sido bueno hasta ahora: la luz, la tierra, los mares, las plantas, las aves y peces… todo «muy bueno» (Gn 1, 31). Pero ahora, por primera vez, algo en la creación no es bueno: «Dijo el Señor Dios: No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda adecuada para él» (Gn 2, 18).

Las palabras hebreas para “ayuda adecuada para él” merecen atención. La palabra para “ayudante” o simplemente “ayuda” es ezer. Es una palabra corriente en la Biblia, pero se refiere casi siempre a la ayuda que envía Dios o un rey, nunca a la que proporcionan los criados o los obreros. También la expresión “adecuada para él” es en hebreo k’negdô, un término raro que significa literalmente “como él y frente a él”, al modo en que dos sujeta-libros son semejantes pero uno frente a otro. También podríamos traducirlo como “complementario” o “correspondiente a él”.

Dios trae a todos los animales que ha hecho ante el hombre para ver qué nombre les pone. Es una gran operación, pues hasta ese momento ha sido Dios quien le ha puesto nombre a todo lo que ha creado. Ahora Dios le deja a Adán hacer algo divino: poner nombre a algo. Adán nombra a todos los animales, pero ninguno de ellos es “una ayuda adecuada para él”. Ninguno es “como él y frente a él”.

¿Acaso no sabía Dios que ninguno de los animales iba a servir? Claro que lo sabía, pero todo este proceso es en beneficio de Adán. Conforme Adán busca entre todos los animales un ayudante, descubre algo sobre él mismo y lo que verdaderamente necesita. Además, la espera le sirve para apreciar mejor la “ayuda” que vendrá, pues apreciamos más algo cuando hemos tenido que trabajar y esperar para tenerlo.

Pero Adán tendrá que hacer algo más que trabajar para obtener esta ayuda; necesitará sacrificar y darse él mismo. Dios le durmió en un profundo sueño —que para Adán debió ser casi como morir— y luego realizó una cirugía. Abrió la carne de Adán para quitarle una costilla (Gn 2, 21-22). Es interesante que la palabra para “costilla” aquí (en hebreo, tzēla’) nunca se usa como una parte del cuerpo en otro lugar de la Biblia, sino casi siempre para los pilares o soportes de las vigas que sostienen el tabernáculo o el Templo. Esto sugiere que el cuerpo de Adán es también un templo. De la costilla, Dios literalmente “construye” (en hebreo, banah) una mujer (2, 22, versión Douay-Rheims). La construye porque ella, también, es un templo. Veremos este tema del cuerpo como un templo en muchos otros lugares de la Biblia.

Ahora, Dios lleva a Eva ante Adán. Antes de eso podemos pensar que Adán ha estado con los monos, cogiendo bananas y enseñando su pulgar oponible. Pero una vez que ve a la mujer, Adán pega un salto. ¡Esto es lo que estaba esperando! Para encontrarlo, ha debido

buscar en una interminable fila de animales,

caer en un sueño parecido a la muerte,

dejar que le cortaran el cuerpo como en un sacrificio, y

hacer un permanente regalo de sí mismo.

Ahora aparece ella. Inspirado por su hermosura, Adán se convierte en un poeta. Preciosos versos líricos salen de su boca:

Esta sí es huesos de mis huesos,

y carne de mi carne.

Se la llamará mujer,

porque del varón fue hecha (Gn 2, 23).

Este punto es la cumbre de todo el relato de la creación en el Génesis. La aparición de “la ayuda adecuada para él” está marcada no solo por la primera poesía lírica de la Biblia sino también por el lenguaje de la alianza (ver 2 Samuel 5, 1-3). Una alianza es una familia formada por un juramento. Adán no está solo reconociendo que Eva es su costilla; no, está declarándola carne de su carne y huesos de sus huesos en sentido legal. La está tomando como familia, como esposa.

Cuando las familias aumentan sus miembros mediante nacimientos de hijos, los nuevos miembros adquieren un nombre. De modo semejante, cuando las familias se forman mediante alianza, el nuevo miembro a menudo toma un nuevo nombre (ver Gn 17, 5). Una esposa suele tomar el apellido de su marido en la boda. Así es aquí. Adán forma una nueva familia con su “ayuda adecuada” y le da un nuevo nombre, mujer. En hebreo, hombre es ish y mujer es ishah, que suenan y parecen semejantes.

Este es el primer matrimonio de la humanidad, y tiene fuertes implicaciones para el resto de la historia humana. Tanto es así que el autor sagrado explica: «Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne» (Gn 2, 24). Este versículo describe el matrimonio, una permanente unión entre un hombre y una mujer. La “permanente unión” a su esposa, en hebreo es dabaq, una palabra que significa “pegado o encolado” a algo y no susceptible de despegarse (cf. 2 Samuel 23, 10). Ese matrimonio entre un hombre y una