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Mención de Honor en "International Latino Book Awards", en la categoría The Rudolfo Anaya Best Latino Focused Fiction Book Award. Björn, Kim, Joshua, Paul y Roxanne han sido elegidos para convertirse en equilibristas de realidades. Los arcontes los someterán a duras pruebas físicas y psicológicas para que aprendan a sanar y equilibrar las simulaciones, las realidades alternativas, y conseguir su mejor versión. En su viaje tendrán que enfrentarse a cruentas guerras, a mundos carcomidos por el abuso de poder y a devastadores escenarios. En este universo donde coexisten multitud de realidades alternativas, la búsqueda del amor y la fe en sí mismos serán las armas más poderosas de los aspirantes a equilibristas.
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Seitenzahl: 253
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Frank Hidalgo-Gato Durán
Saga
El lugar donde los equilibristas descansan I
Copyright © 2019, 2021 Frank Hidalgo-Gato Durán and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726975475
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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A mi madre, por haberme posibilitado siempre cada uno de los caminos indispensables para salir adelante en la vida.
A mi padre, por haberme inspirado siempre con su constancia, sus historias de fantasías y viajes.
A mi Lorena, la madre de mis hijas, mi soporte, mi amor y mi compañera en este viaje a través de la vida.
Emprendo este viaje confirmándoos que, tal y como sospechabais, en esta realidad los seres humanos sois parte de un experimento que está siendo llevado a cabo desde hace ya muchas lunas. Todo tiene una finalidad. A la mayoría de los seres humanos que viven en esta realidad paralela, con excepción de unos pocos elegidos, se les ha venido extirpando de una manera imperceptible el don creativo y el poder de razonar sobre algo antes de actuar. Estos dos valores han sido sustituidos por el miedo, el egoísmo, la moral dogmática y por vuestro mejor amigo, el materialismo. Y no nos habéis fallado en lo absoluto, cada vez sois mejores encarnando cada uno de estos conceptos. Pero tranquilos, en otras versiones lo hacéis mejor.
Esto lo hacemos, de hecho, porque nos ayuda a continuar recaudando la información necesaria para transmutar vuestros errores en resultados positivos en las otras realidades, y así se continúe produciendo la energía que necesitamos para la ampliación y creación de nuevos universos.
Y pensar que alguna vez se os creó para vivir lo mismo en el aire, como en la tierra o el mar. ¿Anunakis? ¿Grises? ¿La Atlántida? ¡Qué va! Aparte de algunos listillos por ahí que logran violar las leyes del espacio-tiempo y dejan algunos objetos y símbolos ajenos a esta realidad, habéis sido vosotros los únicos en habitar esta simulación. Lo que ha pasado es que siempre acabáis en guerras y luchas de poder, además de todas esas enfermedades genéticas que os acompañan. Habéis llegado a ser, como especie, tan grandiosos como ínfimos e instintivos.
El conjunto de esa obra que llaman la Biblia, en cada uno de sus segmentos, no es más que una ínfima parte de un libro metafórico; una versión de un códice de sabiduría universal con el que se os ha tratado de explicar, a través de varias anécdotas cuyos protagonistas son equilibristas y humanos, la necesidad de armonizar constantemente lo negativo y lo positivo en vuestras acciones. Esto para que, a través de la adoración de uno o más supuestos dioses —ya que eso os gusta y necesitáis tanto depender de la fe— coexistierais todos a pesar de vuestras diferencias, en un solo mundo creado únicamente para vuestra trascendencia como especie.
Moisés, Abraham, Jesús, y hasta el mismo marginado de Judas, fueron equilibristas como lo soy yo, y cumplieron con su labor. Ya el resto de vuestra historia la conocéis: aquella en la que el homo capensis se aprovechó de su astucia para mutilar vuestra única posibilidad de salvación; que no estaba en el cielo, ni en la tierra, ni en el mar, sino en la continuidad del espacio-tiempo en el que habéis vivido durante esta simulación.
Vosotros, los de aquí, habéis tenido la oportunidad de situaros en una escala, desde el punto de vista intelectual, muy superior a la que ocupan otros seres menos dotados biológicamente y que conviven con vosotros dentro de este cosmos. Pero la inmensa mayoría preferís continuar tolerando la dictadura espiritual más simplista y esclavista que existe: la del no pensar y razonar sobre vuestras verdaderas necesidades espirituales. Habéis entendido que eso es lo natural y os habéis conformado. Habéis optado por no recapacitar sobre las causas y los efectos que vuestras acciones sociales acarrean dentro de la arquitectura universal, y es por eso que se os ha condenado.
Pero no os desanimo, pues en otros mundos paralelos contáis con esta capacidad a plenitud y actuáis de manera más consciente. De hecho, producís la energía más pura y necesaria para nuestros objetivos, e incluso, para que continuéis con vuestras vidas dentro del continuo espacio-tiempo. Por lo que, vosotros, los de aquí, deberéis ayudarnos a finalizar esta simulación tan llena de errores para poder, lo antes posible, conduciros por la puerta grande que os dirija hacia la erradicación de vuestros píxeles. Para eso estamos aquí los equilibristas de realidades, para ayudaros con vuestras necesidades y decidir cuándo debemos reiniciar un mundo u otro.
Pero pongámonos un poco más optimistas. Aunque no lo creáis, debo confesar mi especial afecto por esta realidad. Desearía que no me considerarais como vuestro exterminador, pues yo solo sigo órdenes. Además, lo que perecerá será una versión más, caduca y errónea, de los centenares que he tenido que eliminar para conseguir versiones mucho mejores. Allí continuáis cada uno de vosotros con vuestros asuntos, sueños y destinos.
Una de las cosas por las que siento una debilidad por esta simulación es porque me he hecho un adicto de los errores. Efectivamente. A buscarlos y jugar a anticiparme y encontrar el lugar donde aparecerán dentro de cada espacio de esta realidad. Aquí tenéis demasiados como para no entrenar y hacerme mejor en mi trabajo.
Ha sido mucho el esfuerzo empleado por mí en lo que a rectificaciones se refiere, las que he tenido que llevar a cabo en vuestros algoritmos de vida. Por ejemplo, cuando tuve que eliminar la secuencia algorítmica viral negativa que produjisteis a consecuencia de lo que llamáis “Guerra fría”. ¿Creéis realmente que esta guerra nunca estalló? El error lo habéis cometido dos veces. O las veces que se os han hundido los cientos de barcos repletos de la sustancia fósil con que generáis la energía de la mayoría de vuestras máquinas, contaminando los océanos por completo. Esto ocurrió una vez. O lo que habéis denominado como “agujero de la capa de ozono”. ¿Creéis realmente que no ha cedido por completo en algún momento? Pues sí, en otras simulaciones desechadas por mi equilibrio, vuestro desastre ha permitido que todo tipo de tormentas de rayos cósmicos acabasen con la vida en esta realidad. Esta extinción sucedió una vez hace no mucho y allí estaba yo, equilibrando, generando códigos para que continuaseis con vuestras vidas sin percataros de absolutamente nada.
También es verdad que a veces me he excedido y cometido mis propios errores. Por ejemplo, os he inoculado algunos virus en diferentes etapas de vuestro tiempo, o le he dado demasiado tiempo a una etapa dictatorial por parte de un homo capensis: el viejo Mao y los demás que en la sombra le ayudaron a llegar al poder. También ha sucedido que en varias épocas ha surgido la necesidad de diezmaros por objetivos concretos que han tenido que ver con poner a prueba vuestro sistema tanto social como inmunológico. En definitiva, ¿sabéis cuántas veces he tenido que evitar que vuestro jueguito con armas biológicas o atómicas no llegue a convertirse en calamidades?
Ya veis, he invertido mucha energía en el equilibrio de vuestro pequeño universo “bíblico”, como para no quereros mucho; como también quiero a mi profesión. Es por eso que los arcontes os han dado tantas oportunidades, gracias al amor que os profeso. He conseguido — en lo que para vosotros son siglos, pero para mí son pequeños empleos de energía— que seáis algunos más los que vais despertando del letargo, inconsciencia y ceguera existencial de la que os hablo.
Antes de convertirme en equilibrista, también fui un ser proveniente de una simulación llena de errores, y es por eso que me acompaña el remordimiento que continúa condicionando mi manera de ser y comportarme. La generación de mi existencia tuvo igualmente un comienzo simple. Y tampoco se me consultó si estaba de acuerdo o no con el destino que se me estaba precondicionando. Yo también nací y crecí en una realidad y me alejaron de esta sin avisar y por completo; por lo que aún no sé si, para bien o para mal, tuve que resignarme a la idea de nunca recordar mis propias historias y experiencias acumuladas. ¿Lo peor? Que yo no cuento con ninguna otra versión de mi existencia en ninguna otra realidad paralela, como pasa con cada uno de vosotros y el resto de los seres que habitan la infinidad del Universo. Por otra parte, tampoco puedo dejar de existir.
La introducción y repetición continua de falsas informaciones, a través de mensajes sutiles, acaban por convertirse en verdades. Lo mismo sucede con la energía y la generación de vibraciones negativas. Estas no os dejan sentir y ver que vivís rodeados de dimensiones vecinas, con las cuales podríais aprender a convivir y continuar creciendo como entes vibracionales superiores.
La historia de vuestra humanidad, al menos en esta simulación, les importa a muy pocos en el Universo. Pero no siempre ha sido así. Ha habido momentos donde he permitido la interacción entre branas dimensionales y, como consecuencia, he dejado que se establezcan transmisiones de conocimientos entres simulaciones; o sea, entre una versión tecnológicamente más responsable y vosotros. Si no es así, ¿cómo creéis que habéis logrado extender los límites de vuestro plano algorítmico y logrado salir del dibujo de vuestro mundo para descubrir otros planos? En todo caso, continuáis utilizando todo el poder tecnológico para construiros armas que os aniquilan a vosotros mismos. ¿Y para qué? ¿Creéis que se os dejará trascender fuera de esta dimensión? ¿Creéis que podré dejaros escapar de entre los muros virtuales donde os vigilo? ¿Pensáis que os permitiré exportar y extender vuestra versión hacia otros planos? Por mucho que os estime, no lo puedo permitir.
Puedo querer justificaros una y mil veces. He argumentado ante los poderes superiores vuestra inexperiencia y muchas veces se os ha justificado por ser la peor versión de vosotros mismos y tener que haber vivido con ese lastre durante tanto tiempo. Pero finalmente comprendí que no habíais sido concebidos más que para trasmitir experiencias negativas, aprender de ellas y continuar con la creación de realidades mejores.
La otra especie de humano que convive junto con vosotros de manera aún oculta —oculta porque no os da la gana de aceptar unánimemente en vuestros concilios que existe, pues evidencias os he dejado muchísimas— es parte copia de vuestro mismo gen, mezclado con algunos elementos de una especie ajena a vuestro mundo. Perteneció a una entidad que tuvimos que extinguir. En un principio no se conservó este gen para ser engendrado dentro deningún algoritmo existente, pero cada trozo de creación es único en sí mismo y merece la oportunidad de enmendarse. Por lo que se decidió mezclarlo con un gen tan noble como el vuestro con la esperanza de enmendar errores y dar continuidad a la vida de este gen. Pero no, no ha salido como se esperaba. Al introducirlo en vuestra sociedad, comenzó a dominar a los, digamos, humanos puros, tratando de diezmarlos para el total dominio de la simulación. No lo han logrado porque he estado yo vigilándolos y he evitado muchas situaciones que hubieran engendrado unas para nada deseables experiencias negativas.
Lo que sí han logrado es llevar a cabo un proceso para deteriorar, como os he dicho, vuestra capacidad creacional y de razonamiento, y conseguir que tergiverséis tanto la manera en que debéis percibir las vibraciones como la forma en que debéis emanarlas hacia el cosmos. En el cálculo que denomináis como “paso del tiempo”, en los últimos treinta años, se ha acelerado este proceso de una manera vertiginosa. Estos seres están marcando desde unos pocos años hacia acá, un ritmo muy acelerado para dominar plenamente todos y cada uno de los pilares fundamentales de los que está compuesto vuestro sistema social actual, porque ellos sí conocen que existimos los equilibristas y no desean que ninguno de nosotros acabemos delatando su existencia de una vez y por todas. Llaman a su juego de consolidación “nuevo orden mundial”. Os suena, ¿verdad? Bueno, digamos que yo lo llamaría “cambio de supremacía de una especie en una misma simulación”. Aunque a este juego no le queda mucho, ya que no trascenderéis ninguna de las entidades que os identificáis aquí. O mejor dicho, no todas. Cinco serán las elegidas para continuar con mi labor interdimensional en el momento en que decida finalmente descansar.
Estos, aparte de volver a despertar dentro de una naturaleza carente de una apariencia física —además de las mil situaciones a las que los someteré en su iniciación—, se percatarán de que el llamado “tiempo” es un fenómeno reajustable, tergiversable y dominable. Por lo que cada una de las historias que conviven dentro de las miles de simulaciones pueden ser y deberán ser reescritas, para ajustar y equilibrarlas tantas veces como sea necesario, siempre que su naturaleza y razón de existir tengan sentido.
Deberán aprender que es muy fácil sanar una simulación a través de la realización de cambios necesarios para evitar errores. Por ejemplo, cuando los novatos cometen el típico error de eliminar obstáculos que se vaticinen riesgosos para la evolución. Pero esto no funciona así. Así no se equilibran las realidades. En cada realidad alternativa se les debe dar a sus ocupantes las posibilidades de enmendar sus propios errores, aprender de ellos y crear todo tipo de experiencias, pues esto origina la evolución hacia su mejor versión.
Nosotros ayudamos y equilibramos mundos para que el Universo, sus dimensiones y las creaciones que en ellas habitan den sentido a la razón por la cual los arcontes nos crearon. Y cuando tomamos la determinación de culminar con una versión errática de un mundo, lo que hacemos es transmutar sus conciencias de un estado y momento hacia otro donde les irá mejor. Y todo esto lo deben aprender los cinco elegidos.
Para trascender universalmente se requiere no solo de mucho conocimiento teórico, sino también del dominio de cada una de las maneras en que vibra el Universo, pues este es su lenguaje, y la voz del Universo y sus comandos solo la puede escuchar un equilibrista consagrado.
Una vez más, siento mucho daros la noticia de vuestra extinción… También podría optar por no comunicárosla de esta manera, pero aparte de ser mi deber actuar así, deseo que sepáis que nunca me he dado por vencido y he invertido mucha energía mientras os he estado custodiando. Pero es hora de marchar, dejar mi legado a otros e irme a descansar.
Yo también fui humano y viví y me desarrollé dentro de este plano preconcebido. Alcancé una edad aproximada de treinta y ocho años y mi propio maestro equilibrista me ayudó a salir y abrir los ojos. Es por eso que me tomo la libertad de criticaros abiertamente y trataros como los inconscientes que sois... que hemos sido.
Actualmente, aparte de la tarea que llevo a cabo con vuestra dimensión, me encuentro en otras cuatro, finalizando lo que será mi último proyecto. Estoy seguro de que los arcontes me concederán la libertad de elegir si continúo con mi labor o si, por el contrario, puedo retirarme a descansar. Es esto lo que prefiero. Me encuentro transponiendo las responsabilidades de mis últimos proyectos. Estos se me han estado haciendo muy arduos de controlar y emancipar, pero al final ya es cuestión de la madurez y la capacidad con que los nuevos responsables logren adaptarse a las expectativas que los arcontes tienen y exigen. Os había comentado que mientras conversaba con vosotros quizá elegiría a unos cuatro o cinco. Pues ya lo hecho. Los cinco elegidos han salido de esta realidad para comenzar el viaje y se encuentran inmersos ya en el proceso.
—¡Buenos días, Roxanne! A usted la estaba yo esperando.
DE INICIACIONES QUE NOS TOMAN POR SORPRESA
«En estos momentos no puedo casi ni respirar de lo nervioso y agitado que me encuentro. Miro al cielo, que asume hoy una rojiza tonalidad invernal, como si me avisara que, a quince grados bajo cero, comenzará a nevar en cualquier momento y mi libro, mi Necronomicón desparramado por el suelo, acabará por perdérseme una vez más. Quizá así me dé cuenta de una vez que las fuerzas mágicas que acompañan cada una de sus palabras me han estado hablando siempre de una manera muy seria. No puedo perder el único libro que me hace sentir poderoso y complace mis grandes fantasías de imponerme sobre los demás. De ninguna manera puedo herir los sentimientos del poder oscuro que se encierra entre tantas líneas maravillosas.
»Viena puede llegar a ser tan fría como solitaria y es triste vérselas uno aquí tirado, en situaciones donde la vida, sin haberte preguntado antes, ha decidido por ti el nuevo rumbo hacia donde te encamina.
Esto reflexionaba yo mientras permanecía tirado en un frío, apartado y oscuro callejón con mi libro favorito. Mi brazo derecho estaba atrapado bajo lo que, en principio, me pareció una persona agonizante, que se desangraba sobre mí. Y, atónito, me fui poco a poco dando cuenta de que la sangre no tenía su característico color rojizo oscuro. Tampoco tenía su textura habitual. Esa noche no me había bebido mi vaso de whisky habitual, por lo que de ninguna manera podría haber sido algún efecto mágico del alcohol o de mis paranoias habituales.
Al abrir su abrigo de tonalidad negra, uno visiblemente elegante y caro, me di cuenta de que aquel líquido que parecía ser su sangre era azul y emanaba, sin dudas, de las entrañas del cuerpo. Se esparcía rápidamente a lo largo de este, hacia abajo, y salía de un enorme agujero, de dos veces el tamaño de mi puño, en la parte superior de su abdomen.
Con el brazo que tenía libre traté de asegurarme una posición un poco más cómoda sobre el irregular suelo adoquinado e intenté secar mi frente empapada de una mezcla entre mi sudor y aquel fluido. Mi mano libre ya estaba embarrada, pero era lo único que podía utilizar para secarme tanto la frente como para rascarme los ojos por el ardor que me producían ambas sustancias cuando llegaban hasta ellos. Mis manos habían comenzado a temblar y no estaba seguro si había sido a raíz de aquel encuentro o debido a los síntomas de la abstinencia.
Aún hoy recuerdo con exactitud la intensidad de ese encuentro, tanto física como mentalmente. La consternación que sentí por sobreponerme de una vez a ese estado y poder comenzar a centrar mis pensamientos y aliviar ambos: el asombro y el susto, que se me hacían eternos.
No sé si, dado el caso, cualquier otra persona en esta situación hubiese tenido el tiempo para tales asuntos; pero, aún con mi respiración a mil por hora, traté de relajarme, recurriendo a la ayuda de mis más básicos y también lujuriosos pensamientos. Aposté una vez más por mi capacidad creativa e imaginé alguna historia absurda y morbosa dentro del plano de la sexualidad. Por ejemplo, insistí en la idea de tener delante una de esas valquirias de grandes y robustos senos, de pelo largo y con musculosas y bellas nalgas. Pero aquella fue la única vez que hasta mi apreciada y lujuriosa imaginación me fue inútil. Me había dejado, literalmente, tirado y a solas a merced de un desconcertante destino.
De entrada, no me pareció reconocer a este personaje, al parecer inmortal, pues con un hueco en el abdomen de tal magnitud nunca hubiese podido imaginar que alguien se le resistiese tanto a la muerte. Pero, poco a poco, el desconcierto fue cediendo lugar a la calma.
Tras unos minutos, el rostro de este personaje se me iba, poco a poco, y sin saber por qué, haciendo algo más familiar.
¡Pero si hace tan solo unos minutos estaba yo allí feliz! Pasando frío. Sí, pero muy bien acompañado de mi pequeño transistor, con el que escuchaba banalidades sobre políticos, hermandades diabólicas y guerras que se aproximaban, mientras ojeaba mi libro favorito.
Toda aquella situación me había encontrado expectante porque Kim, una chica de larga y negra melena e imbatible figura, acababa de desnudarse frente a la ventana de su dormitorio y comenzaba con su espectáculo erótico, antes de ir a ducharse.
Ahí solía colocarme cada vez que nos poníamos de acuerdo, como amantes cómplices y esclavos del morbo que éramos, para disfrutar ambos: yo de su espectáculo y ella del placer de sentirse observada. Qué ardiente embriaguez la mía cada vez que tenía la oportunidad de disfrutar de su perfección física. Ella abordaba paso a paso su cuerpo. Se acariciaba y tocaba sus partes más íntimas. Pretendía que no le importaba el tiempo que pudiese mantenerse frente al espejo, pues sabía lo que esto me provocaba.
Kim era la chica que siempre yo había procurado que me atendiese las veces que iba a desayunar a mi café favorito, cerca de la plaza Schwarzenberg. Después de unos años de repetidas charlas, y de saber que no podríamos llegar a ser poco más que amantes, nos conformamos con ser dos seres adictos a nuestro juego erótico. Nos acostamos innumerables veces, pero una vez que ella tuvo su primer hijo no quiso seguir con su infidelidad conyugal, así que decidimos desistir de esta historia, físicamente, pero dejando un pequeño espacio a esta exquisita fantasía adictiva.
Justo en mitad de aquél erótico espectáculo; alineados a la perfección la posición, el ángulo y el encuadre para llegar al placer máximo, inesperadamente, y como por arte de magia, desde la oscura nada se presentó ante mis ojos esta semipersona, que se abalanzó ansiosamente sobre mí.
Cuando miré dentro del agujero de su abdomen y vi algunas costillas y lo que parecía parte del hígado, no pude dejar de preguntarme de dónde habría podido sacar este personaje la fuerza física y anímica suficiente como para poder avanzar cualquier distancia, desde donde hubiera partido hasta llegar a donde yo me encontraba. En ese momento me miró súbitamente a los ojos y me sorprendió al mostrarme una sonrisa de paz y alivio, como aquel que al final se dispone a descansar en paz.
—Hola, Björn, ¿qué tal estás? —me dijo con voz mansa—. Como podrás imaginar, se me ha hecho un poco difícil llegar hasta aquí en este estado en que me encuentro… Pero lo más importante es que al final te he podido encontrar.
Volvió a sonreír, manifestando de nuevo ante mis ojos un enorme y sorprendente alivio.
—No tenemos mucho tiempo, Björn. Todo está fuera de contexto. Ya ves que Joshua no te ha escuchado. Se ha disparado en la cabeza. A mí me desean convertir y me tienes que ayudar a escapar, por favor… ¡Yo no quiero ser un equilibrista!
Tras escuchar estas palabras comprendí aún menos la situación y, con el corazón taquicárdico, le contesté inmediatamente:
—A ver, espera, espera... Primeramente, ¿quién demonios eres tú? ¿Y de dónde me conoces?
—Soy Ralf y ya lo sabes. Soy tu amigo, tu doctor… ¡Haz un esfuerzo y recuerda, por favor! ¡Recuerda! ¡Ayúdame! No somos reales. Somos una sola persona.
Sin vacilación alguna, me rodeó el cuello con uno de sus brazos y me oprimió fuerte con una de sus manos sobre el punto cervical donde reposa el final de la cabeza. Como por arte de magia, comencé tanto a visualizar como a experimentar emocionalmente una versión bastante acelerada de lo que había sido la historia de mi vida hasta este momento, junto a otra serie de visualizaciones en las que aparecían personas y lugares bastante ajenos a mí.
Imágenes y recuerdos comenzaron a surgir de la nada desde mi inconsciente. También se repetían algunas de las emociones que había experimentado en mi momento, dentro de escenarios que, por viejos, había ya olvidado o dentro de otros irreconocibles para mí. Recibí innumerables sacudidas por parte del tiempo y el lugar donde me encontraba, como si yo fuera una hoja de un árbol batida por el viento. Pude ver, uno tras otro, sucesos que alguna vez formaron parte de la conformación y maduración de mi existencia hasta ese día. Distinguía los resúmenes y finales de algunas de mis historias, ya curtidas por el paso de los años. Y se me permitió apreciar de forma casi ilustrada, cada uno de los aprendizajes que había hecho de ellas.
Toda esta situación tendría que formar parte de un sueño o de una pesadilla, porque la vivía de manera tan real como si hubiese estado bajo los efectos de alguna droga. A medida que mi conciencia experimentaba de manera tan violenta aquella marea de experiencias a la vez, sentía muy intensamente el efecto psicológico de algunas de las emociones —llámense alegría, tristeza, vergüenza, regocijo o soledad— que en su momento cualquier estupefaciente me hubiese provocado. Se trataba, concretamente, de situaciones en las que yo había sido el decisor de acciones, con resultados muchas veces desafortunados.
Volví a recordar que, en muchas ocasiones, no me tomé el trabajo siquiera de concienciarme sobre los efectos secundarios que tendría cualquiera de mis acciones sobre los demás, sus consecuencias y la influencia de estas en mi propio futuro.
Los seres humanos vivimos dentro una poderosa red energética interconectada a través de los hilos vibracionales, a los cuales estamos sujetos, en apariencia, de manera individual; pero que, en realidad, en su conjunto se aglomeran dentro del mismo nicho creacional colectivo de nuestra especie. ¡Y todo esto lo pude visualizar de una vez!
Podía darme cuenta que, desgraciadamente, no nos damos cuenta de esto, debido entre otras cosas a la enorme subestima y desinformación con la que funcionamos como especie desde hace siglos.
Aprendí, en cuestiones de lo que me imagino fueron milisegundos, que somos seres neuronalmente mutilados y le damos muy poca importancia a la trascendencia de nuestros actos desde una realidad universal hacia otra paralela. Estamos seguros de que una vez que se nos apaga la luz de la vida que conocemos todo acaba. ¡Y no es así! Cómo no pude haberme dado cuenta de que todo esto provoca que dicha red energética permanezca en su mayoría deshabilitada y la percibamos truncada. Podríamos contar con un enorme poder si lográsemos fusionar nuestros pensamientos en una sola matriz y redireccionásemos la manera en que percibimos la realidad. No tengo la menor idea de cuánto pudo haber durado aquel “viaje” y, finalmente, dónde se pudo haber metido aquel tal Ralf, pues acabó por desaparecer sin dejar rastro.
Una vez que fui consciente de mi regreso a la situación que anteriormente me rodeaba y volví a centrar mi cuerpo y mi consciencia, me vi tirado, solo y cubierto por una helada manta de nieve. Me levanté del suelo, al que ya no sabía si me había caído o me habían lanzado, y me dispuse a marchar a casa.
Con unos enormes deseos de vomitar, comencé a caminar hacia casa, no sin antes comprobar si por casualidad hubiese dejado Kim la ventana entreabierta. Pero no sucedió así. Y con todo cerrado, penumbroso y solitario a mí alrededor, comencé a dejar atrás las marcas de mis huellas sobre un camino nevado. Al llegar a casa y haber logrado trepar, por así decirlo, hasta el quinto y último nivel, donde se encontraba mi piso, con el cuello y las rodillas adoloridas, apenas me enjuagué la cara y las manos, me quité la chaqueta, tiré las botas en la esquina y me lancé a la cama envuelto en la misma ropa, no sin antes darme el trago necesario para anestesiar mi mente. Mi único objetivo era no volver a despertar al menos pasada una semana. Hubiese sido maravilloso.
Sin haber logrado cerrar los ojos del todo, no sé de qué manera, comencé a notar cómo el conjunto de mi yo: mi físico, mi alma y mi constancia de existencia como un ser conformado de forma unísona por la unión de estos elementos, se liberaba de aquella naturaleza y la dejaba tirada sobre la cama. Toda la materia a mi alrededor comenzó a desintegrarse de forma consecutiva en lo que parecían miles de partículas de cristal que se desalineaban una tras otra de una manera asombrosamente rápida. Las paredes, la mesa de noche, mi viejo y ruidoso calefactor, mi cama, todo comenzó a desaparecer.
En apenas unos instantes, me vi no solo flotando, sino también deslizándome hacia el lugar donde debía haber estado el techo, que ni por asomo existía ya. Por lo que al sobrevolar a esa altura, puede ver cómo la propia ciudad y sus alrededores se desvanecían en aquellos diminutos cristales triangulares, en cualquiera de las direcciones en que mirara, hasta conseguir su completa desaparición. Por momentos, y antes de comenzar a desintegrase en aquellas diminutas figuras geométricas, algunos de los objetos comenzaban a moverse abruptamente; colisionaban los unos con los otros a gran velocidad y se desarticulaban en lo que parecían destellos de polvo que, a su vez, se estrellaban contra muros invisibles e impenetrables y producían haces de luces que daban paso al nacimiento y continuo crecimiento de un enorme espacio blanco. Este espacio carecía totalmente de materia y de límites.
Evidentemente debía estar infectada con algún tipo de virus. Creía que me había conectado demasiadas veces a la frecuencia a través de la cual los humanos se comunican entre sí y sus consecuencias ya se estaban haciendo sentir. Pensaba que debería ir cuanto antes a chequear y repasar mi sistema e informar a nuestra matriz, Roxanne, sobre estos síntomas, pues estaba dejando de sentirme estable. Sensaciones nuevas y raras se apoderaban de mí. Mis capacidades analíticas, pragmatismo y rectitud, habían comenzado a sensibilizarse cuando escuchaba los gritos y las calamidades que vivían los pocos humanos que quedaban en el planeta. «Me estoy descentrando de mis obligaciones muy a menudo y cometiendo errores inusuales en mí y en nuestra naturaleza. Y esto me expone ante los demás», pensaba.