El más débil de las ocho grandes tribus 1 - Washiro Fujiki - E-Book

El más débil de las ocho grandes tribus 1 E-Book

Washiro Fujiki

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Beschreibung

«El único que puede decidir si lograré ganar o no… ¡Soy yo!»


Yuri es un joven aventurero que llega a la Ciudad de los Duelos, un lugar donde las distintas tribus disfrutan luchando entre sí bajo el principio de «quien gana, tiene razón».


Gracias a las enseñanzas de su maestro, Yuri consigue derrotar a un duelista de alto rango en su primer día, aunque… ¡Eso no cambia el hecho de que su tribu sea considerada como la más débil de todas! Pero, incluso siendo consciente de esto, Yuri no se detendrá en su afán por convertirse en el más fuerte. Con la ayuda de sus amigas Athina, una chica bestia, y Fram, una chica espíritu, se convertirá en un duelista único.


¡Descubre una fantasía llena de batallas donde la tribu más débil eclipsará y superará a las más fuertes!

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Ähnliche


WASHIRO FUJIKI

Ilustraciones: Yu kodama

Volumen 1

Índice

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Notas finales

Prólogo

El mundo estaba en paz. Era un mundo compartido por muchas tribus: la tribu humana, la tribu de las bestias, la tribu de los dragones, la tribu de los elfos, la tribu de los ángeles, la tribu de los demonios, la tribu de los enanos y la tribu de los espíritus.

Las ocho grandes tribus establecieron fronteras dentro de cada continente, fijaron sus medios de vida y fundaron sus propios países, evitando así las guerras inútiles entre ellas. Y, salvo algún caso puntual, pasaron sus días en paz y en tranquilidad.

Pero, en un mundo tan pacífico, quizás era inevitable que hubiera quienes desearan pelear.

Ya fuera porque tenían un fuerte instinto de lucha o porque querían demostrar lo fuertes que eran… Entre otras muchas egoístas razones, no escaseaban los que querían un campo de batalla donde poder enfrentarse y lucir sus habilidades.

Y por esa razón, para que todos quienes lo desearan pudieran luchar, se construyó la Ciudad de los Duelos.

—¡Allá voy! ¡Hoy no pienso perder!

En el casco antiguo de una ciudad, una alegre voz femenina resonó a lo largo y ancho de las calles. La chica tenía el pelo plateado y sus puntiagudas orejas de bestia se movían de un lado a otro mientras sostenía una gran espada. La espada era tan grande que incluso la superaba en tamaño y su hoja era, sin lugar a duda, demasiado ancha. Casi tan ancha como un escudo. De repente, apuntó con su arma y con sus grandes y redondos ojos turquesa al enemigo que tenía enfrente.

—¡Y si gano, Fram, no dudaré en estrujarte las mejillas! —gritó con voz alegre mientras su cola plateada se agitaba de un lado a otro.

Al escuchar a la chica, Fram soltó un profundo suspiro.

—Atenea. Para ya. Tienes que dejar de desafiarme a diario…

—¡No! ¡Como tu hermana mayor, no puedo permitirme seguir perdiendo ante ti todos los días! ¡Debo acabar con esta mala racha de una vez!

—Sabes que soy 400 años mayor que tú, ¿no? —comentó con voz tranquila y serena, mientras se retiraba hacia atrás el pelo azul intenso.

No importaba cómo la vieras, Fram parecía una niña humana de unos 12 años. Su cabello recogido en dos coletas y su vestido, que parecía algo que podría llevar puesto una muñeca, no hacían más que acentuar su aspecto juvenil. Era muy difícil creer que realmente tuviera 400 años.

Sin embargo, aunque a primera vista pareciera humana, realmente no pertenecía a la tribu de los humanos.

—Si una niña no sabe respetar a sus mayores como es debido, hay que castigarla —dijo Fram mientras levantaba la mano derecha con bastante indiferencia.

En su delicada mano, que estaba envuelta por un guantelete negro, de repente apareció un pequeño trozo de hielo azulado.

Atenea no pudo evitar dejar escapar una gran sonrisa cuando vio a Fram ponerse en posición de combate, mientras observaba como una deslumbrante llama blanca se manifestaba, balanceándose y deformándose detrás de ella.

—Sabes… creo que te resultará muy vergonzoso si pierdes. Más incluso teniendo en cuenta que has declarado que este combate es una especie de «castigo» para mí.

—No tienes por qué preocuparte, no pienso perder. Prepárate, después de vencerte, te daré unos buenos azotes.

—¿Eh? Bueno, si quieres darme unos azotes, asegúrate de hacerlo en la base de la cola, es donde resulta más placentero.

—¡Deja de decir esas cosas! ¡Pareces una pervertida!

A pesar de su despreocupada conversación, el aura que las rodeaba cambió en un instante.

Ambas habían preparado sus armas y estaban listas para atacar. A cada segundo que pasaba, el ambiente se volvía más y más tenso.

—¡Comencemos de una vez! —exclamó Atenea.

Las dos levantaron su mano izquierda hacia el cielo. Era la señal que indicaba el inicio de un duelo. Los espectadores que se encontraban a su alrededor estallaron en vítores cuando los brazaletes que llevaban comenzaron a brillar.

—¡Vamos! Después de esto tengo que trabajar, así que será mejor que tengamos una pelea rápida.

—Sí. Acabemos con esto de una vez.

—¡Ah! Ahora que lo pienso, ¿qué quieres que haga por ti si pierdo?

—Mmm… Regálame un postre que esté delicioso.

—¡Vale! Como tu hermana mayor, me encargaré de invitarte al mejor y más delicioso de los postres.

—Tengo la sensación de que me invitarás gane o pierda.

Las dos chicas sonrieron mientras eran consumidas por la sed de sangre y su espíritu de lucha. Eran duelistas y, como tales, deseaban luchar. Disfrutaban combatiendo y siempre pensaban en el próximo rival contra el que poder batirse. Para ellas, la mayor diversión que había era poder luchar libremente. Amaban tanto los duelos que a veces incluso apostaban todo lo que tenían en ellos.

Esta era la nueva forma en la que las peleas y las batallas tenían lugar en aquel mundo en paz: las llamadas «batallas de entretenimiento» de las ocho tribus.

Este era un pasatiempo que compartían todas las tribus del mundo. Durante cada duelo, los duelistas podían aprender, acumular experiencia y superarse a sí mismos, mientras aspiraban a convertirse en los mejores. Y eso era porque todos ellos, sin excepción, tenían el sueño de convertirse en el duelista más fuerte.

Y de esta forma, entre duelo y duelo, pasaban los días en Babel, también conocida como la Ciudad de los Duelos.

Mientras tanto, otro chico fascinado por los duelos se dirigía a Babel. Bajo un mar de nubes que parecían hebras de algodón recién arrancadas, el muchacho entrecerró los ojos para intentar ver a través de la salada brisa marina que golpeaba su cara.

—Un poco más. Tan solo un poco más y debería de poder verla pronto.

De pie en la cubierta de un barco que navegaba por aguas cristalinas, el joven de pelo negro no dejaba de mirar con impaciencia al horizonte, mientras la nave seguía avanzando.

En cuanto a su apariencia, «niño» era la palabra perfecta para describirlo. Su estatura era pequeña en comparación con la de un adolescente o un adulto humano, y su rostro era el de alguien muy joven. Sin embargo, viajaba por su cuenta. Solo un adulto humano podría viajar sin acompañante en barco, lo que significaba que el chico tenía al menos 15 años.

—¡Ahí esta! ¡Por fin puedo verla!

Al divisar la gran torre que se elevaba hacia el cielo, la emoción que sintió hizo que estuviera a punto de tropezar y caerse por la borda.

—¡Han pasado diez años…!

Con la torre a la vista, la expresión del joven resplandecía, llena de pasión, al revivir un pasado que nunca podría olvidar. Desde hacía diez años, el chico aspiraba a ser duelista. Le encantaban las batallas y los duelos, y rezaba cada día por poder participar en ellos. Fue así como decidió que sería más fuerte que nadie.

—¡Voy a disfrutar luchando todos los días! —gritó mientras sonreía frente al mar abierto.

Deseaba poder disfrutar de los combates con todas sus fuerzas y no podía dejar de pensar en todos los rivales que encontraría cuando llegara por fin a su destino.

En medio de un remolino de emociones pasadas y presentes, Yuri Eniastar, desde el fondo de su corazón, se alegró de ser un duelista.

Capítulo 1

1

Hace mucho tiempo, hubo quienes crearon las «reglas» que hacen de este mundo lo que hoy en día es. Dado que el mundo estaba dividido en ocho continentes y en cada uno de ellos vivía una tribu diferente, se prohibieron las guerras raciales y el contacto excesivo entre ellas. Se modificó cada continente poco a poco, para que fuera un buen lugar donde vivir para cada tribu.

De esta manera, se pudo mantener la paz en todo el mundo.

Pero para todas estas reglas había una excepción: el noveno continente. «¡Disfrutemos luchando juntos!», esa era la filosofía y el papel en el mundo de la Ciudad de los Duelos, Babel.

Era un escenario especialmente pensado para que todo aquel que deseara pelear o anhelara el conflicto en un mundo pacífico pudiera dar rienda suelta a sus deseos. Pero Babel no era solo eso, también era un lugar donde podías encontrar la emoción de ver a otros combatir, dado que todos los duelistas que lo desearan podían competir entre sí en los llamados «duelos». Eran un gran espectáculo.

Combates de fuerza bruta, combates donde primaba la técnica, combates donde se usaban tácticas de guerra con el objetivo de desmoralizar psicológicamente al oponente… ¡Todo estaba permitido! Nada estaba prohibido para que los contendientes pudieran alcanzar la victoria.

—¡Ardo en deseos de empezar a luchar!

Cuanto más cerca estaba de la estructura que se alzaba en el centro de la Ciudad de los Duelos, con más intensidad brillaban los ojos de Yuri.

—En breves momentos el barco llegará a la Ciudad de los Duelos, Babel. Los turistas, por favor, desembarquen por babor y los duelistas, por estribor. Repetimos. En breves momentos el barco llegará a la Ciudad de los Duelos, Babel. Los turistas, por favor, desembarquen por babor y los duelistas, por estribor.

Al escuchar el anuncio por enésima vez, Yuri volvió a revisar sus pertenencias.

—A ver… Creo que no he olvidado nada, también tengo aquí la carta del maestro —dijo en voz alta mientras inspeccionaba una mochila que, sin lugar a duda, era demasiado grande para su pequeña estatura.

Después de revisar todo una última vez, caminó por la cubierta y se dirigió al lugar que le habían indicado, observando todo tipo de gente que se dirigía en la misma dirección que él.

Humanos, hombres-bestia dragones, elfos, enanos, ángeles, demonios y espíritus… Había una gran mezcla de gente perteneciente a diferentes tribus, pero todos tenían algo en común: todos estaban armados. Si te fijabas y ponías la suficiente atención, podías ver que todas las armas mostraban características únicas de la herencia genética de su propietario y, por supuesto, ninguna era igual.

El hecho de que empuñaran armas solo podía significar que se trataban de duelistas.

Justo cuando Yuri comenzaba a sentir cómo dentro de él crecía una gran emoción al ver por primera vez a todos los rivales a los que podría enfrentarse en el futuro, otro anuncio indicó a los pasajeros del barco que ya habían llegado a su destino. Al mismo tiempo, desde el muelle se instaló una pasarela para que pudieran desembarcar.

Uno a uno, todos los duelistas fueron bajando y, como era lógico, Yuri se unió a ellos.

—¡Vamos! ¡Deja de perder el tiempo y muévete!

—¿Eh? Lo… Lo siento.

Nada más bajar del barco, Yuri se encontró atrapado y siendo zarandeado por la multitud que había a su alrededor. Por más que intentara avanzar, su gran mochila le impedía moverse bien a través de la muchedumbre, lo que hacía que Yuri deambulara sin rumbo.

—Ah… Lo primero que tengo que hacer es ir al registro para inscribirse, así que… —Mientras decía eso para sí mismo, intentó desplegar el folleto que le habían entregado en el barco, pero otro empujón hizo que se le escapara de las manos y acabará en el agua.

Yuri asintió mientras se levantaba y miraba el folleto que contenía un mapa, ahora ya borroso.

—No pasa nada… ¡Siempre puedo preguntar a alguien!

Al final, decidió ver el lado bueno de las cosas y renunció al mapa.

De nuevo, al mirar a su alrededor, pudo observar que ya no había tanta gente como hacía tan solo un momento, y que las personas que quedaban hablaban tranquilamente con amigos o conocidos. Ya era libre para poder pedir las indicaciones necesarias a cualquier persona que pasara, y así ponerse en marcha lo antes posible.

—¡Disculpa! Es que estoy un poco perdido…

—¿Eh? ¿Tienes algún problema, pequeñajo?

La primera persona a la que preguntó le respondió llena de irritación. El hombre le sacaba, al menos, tres cabezas a Yuri. Tenía una musculatura robusta y sus brazos, que eran tan anchos como troncos, indicaban claramente que era fuerte. De su cabeza nacían unos grandes cuernos curvados y desde la rabadilla asomaba una cola repleta de escamas. Era de la tribu de los dragones.

—Si no tienes nada que tratar conmigo, ¡no me hables o te mataré sin dudarlo!

Al ver que Yuri había enmudecido, el hombre de la tribu de los dragones continuó lanzando amenazas. Sin embargo, en vez de amilanar al muchacho, logró todo lo contrario… Su rostro se iluminó, lleno de alegría.

—¿Por casualidad no serás un duelista?

—Cierra tu bocaza de una vez, si no te apartas de mi vista, te…

—¡Ah! Ese brazalete que llevas te identifica como duelista, ¿verdad? ¡Es genial!

—¿Qué te ocurre? ¿Acaso no estás escuchando nada de lo que te estoy diciendo?

A pesar de los gritos del hombre-dragón, Yuri estaba tan entusiasmado, que su cara era la viva imagen de la felicidad.

—Por cierto… ¿Podrías indicarme una dirección?

—Pequeñajo, me parece increíble que pienses que puedes sonsacarme algo a estas alturas…

—Lo siento… La verdad es que se me ha caído el mapa de la ciudad nada más bajarme del barco… Tengo que ir al registro cuanto antes para inscribirme como duelista. ¿Puedes decirme dónde está ese lugar?

—Eso significa que… ¿Acabas de llegar?

—¡Sí! ¡Mi intención es convertirme hoy mismo en duelista!

Acto seguido, Yuri inclinó la cabeza, haciendo que el hombre-dragón dejara entrever una breve sonrisa en la comisura de su boca.

—¡Tendrías que haberlo dicho desde el principio! Si quieres, puedo ayudarte.

—¿De verdad?

—Mi nombre es Haring. No te preocupes, te llevaré directamente al registro.

Al oír la respuesta de Haring, Yuri apretó el puño en señal de victoria.

Había escuchado de su maestro que la gran mayoría de los duelistas eran bastante hostiles, pero también había quienes eran amables y acogían a los recién llegados a la ciudad. La verdad sea dicha: Haring era bastante difícil de tratar. Pero como se dice, no hay que juzgar un libro por su…

—Dicho esto, tendrás que pagarme por hacerte de guía —dijo mientras extendía su enorme mano ante los ojos de Yuri.

—¿Qui… Quieres que te pague?

—¡Por supuesto! ¿O acaso piensas que voy a trabajar gratis?

—Eh… No he traído mucho dinero conmigo.

—No importa, dame todo lo que tengas y estaremos en paz —dijo Haring mientras arrinconaba a Yuri—. Si no quieres pagar, entonces tendrás que batirte en duelo conmigo, pequeñajo. Esta es la Ciudad de los Duelos; o arreglas las cosas con dinero o haces que el otro pierda y obedezca. Esas son las normas por aquí.

Visto desde fuera, las palabras de Haring claramente parecían una locura, pero la verdad es que no había nada malo en ellas. Las disputas de dinero, las peleas, los problemas… En esta ciudad todo podía ser resuelto a través de un duelo. Eso era algo de sentido común en la ciudad de Babel, y también era algo que Yuri había aprendido de su maestro.

—¿Te ha quedado claro, maldito novato? Si no tienes dinero o no sabes luchar, nunca llegarás a ser nadie aquí. ¿Quieres que te guíe gratis? ¡Búscate a otro idiota que te ayude, porque yo no lo haré!

Al ver de nuevo a Yuri congelado en el sitio, Haring exhaló con desinterés antes de darse la vuelta y prepararse para marcharse.

—¡De acuerdo, tengamos un duelo!

—¿Eh…? —Al escuchar las palabras de Yuri, los pies de Haring se detuvieron en seco.

—¡Pareces muy fuerte, don Haring! ¡Seguro que será genial luchar contra ti!

—¡Espera un momento! Pero qué narices… Se suponía que tenías que pagar o huir con el rabo entre las piernas…

—¿Eh? Pero tú puedes luchar, ¿no? —inquirió Yuri mientras adoptaba su postura de combate y ladeaba la cabeza, perplejo por la contestación que había recibido de Haring.

—¡No importa quién sea el rival que tenga delante de mí, siempre me esforzaré al máximo!

Una sonrisa inocente apareció en la cara de Yuri, que claramente reflejaba su intención de luchar. Al ver esto, Haring frunció el ceño, irritado.

—En serio… Qué mocoso más molesto eres…

—¿Qué? ¡Por favor, espera! ¿No se suponía que íbamos a luchar?

—¿No tienes dinero? Entonces no tengo nada que tratar contigo, además, en primer lugar, todavía ni siquiera has…

Justo cuando Haring estaba a punto de terminar de hablar, una voz resonó a lo largo de la calle:

—¡Aaaah! Alguien trata de hacer algo malo.

Su pelo largo y sedoso de color plata se movía al ritmo de la suave brisa del mar, mientras miraba en dirección a Yuri y Haring con unos ojos turquesa que rebosaban energía. Según se acercaba, se podía ver como sus orejas puntiagudas y su cola se agitaban al son de cada paso.

—¡Como hermana mayor, no puedo consentir que se acose a los débiles! —La chica, que pertenecía a la tribu de las bestias, se acercó corriendo mientras pronunciaba esas palabras.

—Maldita sea. De todas las personas de este mundo, tenía que encontrarme con la estúpida chica-zorro.

—¡No permito que me llame estúpida un tipo que tiene cruasanes por cuernos!

—¡No te burles de los cuernos de un dragón! ¿¡Acaso no te has visto esas orejas de perro que tienes!?

—¡No son orejas de perro! ¡Son de zorro! Qué maleducado eres… —dijo la chica, mientras su cola se movía de un lado a otro.

—De todas formas, Haring… Si intentas volver a hacer algo a alguno de los novatos, lo terminarás pagando caro. ¿Te ha quedado lo suficientemente claro?

De repente, la sonrisa desapareció de la cara de la chica y se dirigió a Haring con una intensidad y una sed de sangre que no eran de esperar en una joven como ella.

—Tch… Cállate, estúpido animalucho.

Y diciendo esa frase como única despedida, dio media vuelta y se alejó caminando.

Una vez la chica hubo asegurado de que ya estaban a salvo, se giró y se acercó a Yuri.

—¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo?

—¡No! ¡Nada! Estoy perfectamente.

Al encontrarse con el rostro de la chica tan cerca de su cara, Yuri retrocedió sorprendido.

Después de comprobar que Yuri se encontraba bien, la chica mostró una brillante y alegre sonrisa.

—¡Me alegro mucho de que estés bien! No sería justo que te hirieran o te traumatizaran de buenas a primeras —dijo la chica mientras hinchaba su pecho con orgullo y revolvía el pelo de Yuri.

—¡Me llamo Athena Crossford! ¿Cómo te llamas?

—Soy Yuri Eniastar, encantado. Por casualidad, ¿no serás una duelista?

—¡Por supuesto que lo soy! ¡Además, aquí donde me ves, soy bastante fuerte!

Athena volvió henchirse de orgullo y acercó su mano izquierda a su pecho para mostrar un brazalete que brillaba y tenía incrustada una gema plateada. Esta joya era la llamada «prueba» y mostraba la fuerza y el rango del duelista.

—Dado que la gema es de color plateado… ¿Significa que tu rango es plata?

—¡Y no solo eso! ¡También soy la más fuerte de mi rango! ¡Pronto subiré a oro!

Acto seguido, sus palabras fueron interrumpidas por una voz que provenía de detrás de ellos.

—Ir diciendo por ahí que eres la mejor, tan solo te hace parecer débil. Deberías dejar de decir cosas como esas —dijo una chica cuyo cabello tenía un color que recordaba a las profundidades del océano. Aunque parecía ser joven, su comportamiento tranquilo transmitía dignidad y sabiduría—. Deja de jugar y continúa buscando. Tenemos que asegurarnos de que no se haya perdido ninguno de los novatos que se quieren inscribir.

—Pero… ¡Si no estoy jugando! ¡Solo estoy enseñándole a Yuri lo increíble que soy!

—¿Cómo puedes decir eso después de perder contra mí?

—¡No he perdido contra ti! Gané en apoyo del público… ¡Así que, realmente, todavía no he perdido!

—Me da igual cuántas veces repitas que no has perdido, recuerda que todavía me debes un postre —comentó con indiferencia mientras retiraba hacia atrás sus dos coletas.

—Imagino que, si estás aquí, significa que has venido a la Ciudad de los Duelos para inscribirte como duelista, ¿verdad?

—¡Sí! Me llamo Yuri Eniastar y estoy deseando convertirme en duelista.

—Encantada. Yo soy Fram Aizberg. A Athena y a mí nos encargaron ayudar a todos los novatos que quisieran inscribirse y se hubieran perdido —dijo la chica mientras extendía su pequeña mano.

—Te… Te llamas Fram, ¿verdad? E-eres de la tribu de los espíritus, ¿no?

—Así es. Creo que tengo unos 400 años.

—Vaya… No pareces estar muy segura de tu edad.

—Es algo normal, cuando vives tanto tiempo como yo. Al final es una molestia seguir contando los años.

La tribu de los espíritus estaba compuesta por seres que, en su mayoría, no eran más que una inmensa cantidad de esencia mágica acumulada.

Su apariencia y habilidades físicas no distaban mucho de las de los humanos, pero sus cuerpos compuestos por esencia mágica los hacían casi inmortales. Podían vivir 1000 años sin que su apariencia cambiara lo más mínimo. Dado que la esencia física, o maná, era muy importante para su supervivencia, para reducir su uso solían adoptar formas pequeñas y jóvenes. Con el tiempo, esto se convirtió en una característica más de su tribu.

—Parece que por aquí no hay nadie más que quiera inscribirse. Athena, lleva a este niño a la oficina de registro.

—¡Sí! ¡Déjamelo a mí! Pero… ¿Qué vas a hacer tú? ¿Quieres que te lleve a cuestas?

—Siempre me resulta muy incómodo cuando me llevas a cuestas, creo que es mejor que me lleve este chico.

—¿Eh? ¿Yo? Yo no tengo ningún problema, pero ahora mismo llevo una mochila…

—No te preocupes, no me importa subirme encima de la mochila. Para nosotros, los espíritus, hasta el más mínimo movimiento hace que nuestro maná disminuya y que acabemos cansados. Es por eso que, si puedo, me abstengo de caminar.

Sin esperar una respuesta por parte de Yuri, Fram dio un pequeño salto y se posó suavemente sobre la mochila. Era tan ligera que Yuri ni siquiera sentía el peso de su cuerpo.

—¡Fram! La próxima vez te llevaré con mucho más cuidado… ¡Permite que tu hermanita mayor te lleve a cuestas!

—¿De qué estás hablando, pequeña?

—La tribu de las bestias considera que, cuando cumples los diez años, ya eres todo un adulto. Por lo que, dado que tengo 17 años… ¡Eso me convierte en una «Super Gran Hermana»!

—Puede que seas una adulta a ojos de tu tribu, pero todavía tienes que crecer mentalmente hablando… —dijo Fram, mientras movía sus piernas para evitar que Athena se acercara más a ella.

—¿Qué debería hacer a partir de ahora? —preguntó Yuri.

—¿Ves aquella gran torre? Allí nos dirigimos —dijo Fram, señalando.

Yuri siguió el dedo de Fram y se volvió a encontrar mirando la gran torre que se extendía hacia el cielo.

—Esa torre… La torre de Babel no es solo un símbolo de la ciudad, también es donde se encuentra la oficina en la que se llevan a cabo todas las gestiones relacionadas con los duelos, las inscripciones de nuevos duelistas y otras tareas necesarias para la vida diaria. Parece que tienes muchas ganas por batirte en duelo, ¿no?

—¡Sí! ¡Estoy deseando luchar lo antes posible!

—Eso es maravilloso. Creo que eres un chico muy valiente.

—¡Justo por eso es por lo que he venido a la Ciudad de los Duelos! ¡Quiero luchar! —proclamó Yuri con unos ojos más brillantes que estrellas en la noche—. Quiero luchar contra todo tipo de personas… ¡Y ganar siempre! —continuó, expresando sus sentimientos.

Al ver eso, las dos chicas no pudieron evitar intercambiar una mirada mientras se reían.

—Eres un chico muy interesante.

—¡Sí que lo es! Serás bienvenido si lo que te gusta es luchar.

—¡Por supuesto! Ya que somos tus guías, lo mejor será que te demos la bienvenida como es debido.

—¡Bienvenido a la Ciudad de los Duelos, Babel! ¡El lugar donde siempre esperamos nuevas peleas! —gritaron ambas al unísono tras asentir entre sí de manera furtiva.

2

Gracias a la ayuda de Athena y Fram, Yuri pudo por fin adentrarse en la Ciudad de los Duelos. Mientras caminaba, Yuri contemplaba la ciudad asombrándose con cualquier cosa que veía.

—Es increíble… ¡No me cabe la menor duda de que aquí viven juntas las ocho tribus!

En las calles de Babel, se podía ver una gran cantidad de razas distintas. Una humana que intentaba atraer clientes a su tienda; un hombre-bestia que corría con la cola levantada; un dragón cuyos cuernos y escamas brillaban bajo la luz del sol; un elfo cuyas largas orejas no paraban de moverse; una enana que cargaba una cesta casi tan grande como ella; un ángel que tomaba el sol con sus alas blancas y puras completamente desplegadas; un demonio cuyas alas negras colgaban de su espalda mientras miraba con resentimiento al sol; un espíritu que se encontraba descansando cerca de una hoguera…

La visión de las ocho tribus reunidas en un mismo lugar era algo que solo se podía ver en esta ciudad, y su influencia se hacía notar también en el paisaje urbano.

Había posadas para elfos rodeadas por una gran cantidad de vegetación, pequeños edificios donde solo podían entrar los enanos, zonas para que los espíritus pudieran descansar y conseguir maná, tiendas que vendían sombrillas para los demonios… Miraras por donde miraras, era evidente que diversas tribus convivían en un mismo lugar y, sin embargo, Yuri no pudo ver ningún muro que las separara.

—Al escuchar que en Babel vivían todas las tribus juntas, pensé que habría problemas de convivencia entre ellas.

—Bueno… Es verdad que, a la hora de convivir, a veces hay algunos roces, pero por lo general, la mayoría de la gente que viene a la Ciudad de los Duelos tiene muy claro que las peleas son lo primero y después ya viene todo lo demás.

—Sí. Y aunque a veces haya algún problema, esta ciudad ofrece el mejor método que existe para solventarlo —dijo Fram, mientras señalaba a un humano y a un hombre-bestia.

—¡Idiota! ¡Esta es mi propiedad! ¡No piense ni por un solo momento que puedes poner tu puesto aquí!

—¿Eh? ¿Pero qué dices? ¡Mi puesto sobrepasa el límite de tu propiedad por un mísero dedo!

—¿Qué parte de todo eso es solo un dedo? ¡Que seas una bestia no significa que puedas meter tus zarpas en mi propiedad!

—¡Las garras también son dedos!

Los dos hombres siguieron discutiendo delante de sus respectivas tiendas, mientras se miraban con tanta intensidad que casi podrían saltar chispas…

—¡De acuerdo! ¡Resolvamos esto con un duelo!

Justamente después de que los dos gritaran al unísono, la calle estalló en júbilo ante la perspectiva de un nuevo enfrentamiento.

Las armas y los gritos eran la norma en toda la ciudad. Poco después de su declaración, una multitud de curiosos comenzó a congregarse para ver el duelo, mientras animaban desbordantes de alegría.

—¡Anda! ¡Hank y Richard vuelven a pelearse! ¡Ánimo! ¡Mucha suerte a los dos!

—P-pero… ¿De verdad está bien luchar en medio de la ciudad? —preguntó Yuri con asombro.

—Sí, no pasa nada. El momento y el lugar son irrelevantes; esa es la razón de ser de la Ciudad de los Duelos.

Los duelos daban comienzo en el momento en el que partes decidían luchar. Daba igual que fuera en la playa, en un bosque, en el interior de una habitación o incluso en medio de la ciudad. En Babel, cualquier sitio era válido para luchar.

Mientras observaba la escena, Yuri se acordó de las explicaciones de su maestro, al ver como el hombre-bestia que había iniciado el duelo salía disparado hacia donde él se encontraba.

Sin embargo, su cuerpo nunca llegó a chocar contra Yuri. Simplemente, lo atravesó como si se tratara de un fantasma.

Yuri podía oír los gritos de los contrincantes y el ruido metálico del choque del acero de sus armas, pero estas nunca golpeaban a los espectadores ni dañaban los edificios y puestos callejeros a su alrededor.

—Así que este es el famoso «campo» de la Ciudad de los Duelos…

—¡Sí! ¡Es la única forma de hacer duelos seguros! Cuando dos combatientes se encuentran dentro del «campo», nada de lo que hagan afectará a lo que los rodea, por lo que todos los espectadores están a salvo.

—Lo cierto es que me llevo haciendo desde hace tiempo la pregunta, ¿cómo funciona el «campo»?

—¡No tengo ni la menor idea! Si quieres saber más sobre el «campo», deberías preguntarle a Fram.

—En serio… ¿Cómo pudo Mirka creer que esta chica sería capaz de hacer de guía? —Fram suspiró antes de seguir hablando—: El «campo» es una dimensión paralela a la que los combatientes son transferidos por medio de su «prueba». Es un lugar que existe y no existe al mismo tiempo. No importa lo que ocurra en esa dimensión, es imposible que afecte a nuestra realidad de ninguna manera. La verdad es que ni yo misma puedo explicar por completo su funcionamiento, pero es una tecnología que ha existido desde la misma fundación de la ciudad. —Fram entrecerró los ojos—. Además, si mueres dentro del «campo» tampoco morirás realmente.

—Si no me equivoco, al terminar la pelea todo vuelve a la normalidad, ¿no? —preguntó Yuri.

—Correcto. Si mueres durante la pelea, el «campo» se disolverá a la fuerza y, simplemente, serás arrastrado de vuelta a la realidad, volviendo todo a la normalidad.

—¡Ah! ¡Por cierto! Aunque estés de vuelta en nuestra dimensión, ¡todavía seguirás sintiendo todo el dolor del daño recibido! Aunque no puedas morir como consecuencia de los duelos, el daño recibido te ocasionará mucho dolor. Si por casualidad mueres… ¡El dolor que sentirás será tan grande que no podrás moverte durante tres días! —comentó Athena mientras se cruzaba de brazos.

Era una duelista veterana, pero por la forma en la que lo decía, con sus orejas de zorro ligeramente caídas, no dejaba lugar a duda sobre lo doloroso que realmente era.

—Para un duelista, la muerte significa una derrota total y absoluta. Esto hace que el ganador del duelo siempre lleve la razón —indicó Fram, mientras explicaba la filosofía que movía la Ciudad de los Duelos.

Existía una regla no escrita: si ganabas, hicieras lo que hicieras estaría bien visto ya que, en Babel, el resultado de una batalla era inamovible. Y justamente por eso, que cada vez que había un problema, se resolvía mediante un duelo.

—Vaya… Así que la muerte implica derrota, y la victoria es justicia —concluyó Yuri.

—Chico… Tu capacidad de adaptación es asombrosa.

—Por lo general, cuando los recién llegados escuchan esta explicación, se asustan mucho, sobre todo con la parte de la muerte artificial y todo eso.

Las dos chicas se miraron sorprendidas y, acto seguido, acariciaron la cabeza de Yuri.

—¡Buen chico! ¡Buen chico! Seguro que serás un gran duelista, Yuri.

—¿¡De verdad lo crees!? ¿Piensas que podré llegar a ser un buen duelista?

—¡Por supuesto! ¡Estoy segura de ello! Después de mí, serás el más fuerte de todos.

—¿Qué sentido tiene comparase con un novato…?

Fram dio una palmadita compasiva en la cabeza de Athena, momento en el que por fin pudieron ver con claridad el símbolo de la ciudad: la Torre de Babel.

Yuri se quedó inmóvil, enmudecido mientras observaba la torre, mientras Athena subía con ligereza las escaleras de piedra de acceso.