El Más débil de las ocho grandes tribus Vol.2 - Washiro Fujiki - E-Book

El Más débil de las ocho grandes tribus Vol.2 E-Book

Washiro Fujiki

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Beschreibung

¿Una absurda supervivencia con un malvado dragón y una elfa ninja?


Yuri, un joven que pertenece a la tribu más débil de todas, se ha convertido en el centro de atención en la Ciudad de los Duelos, Babel, a causa de su pelea a muerte contra Elías.


Nada más acabarla, decide participar en la Ruleta de Babel, un evento que se celebra cada diez años, junto con Athena y Fram. Aunque tienen un problema… Les cuesta mucho conseguir nuevos miembros para su equipo.


Con el fin de ganar experiencia en combate más allá de los duelos, Yuri será guiado por Herring, un miembro del clan de los dragones, a una mazmorra en la que deberá sobrevivir solo durante una semana, pero…


—¡Aaah! ¡Pero ¿cómo te atreves?!


A mitad de camino, ¡Yuri se encuentra con la hermosa elfa perdida!

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Ähnliche


WASHIRO FUJIKI

Ilustraciones: Yu Kodama

Volumen 2

Índice

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo final

Notas finales

Prólogo

Aún hoy, la Ciudad de los Duelos seguía hirviendo de entusiasmo. No solo porque se volvía a celebrar la Ruleta de Babel, que ocurría una vez cada diez años, sino también porque la pelea del acto de apertura había logrado inspirar a todos los duelistas.

Los mestizos siempre habían sido considerados como los más débiles. Sin embargo, Yuri Eniastar consiguió superar sus propias limitaciones en el enfrentamiento contra Elías Crossford, un hombre famoso entre todos los duelistas por haber presentado batalla contra uno de los Administradores en la Ruleta de Babel de hacía diez años. Pero Yuri no se acobardó, ni siquiera ante un oponente tan temible como Elías, y luchó hasta hacerse con la victoria.

Fue tal la pelea que los duelistas recordaron el ideal que una vez tuvieron todos en mente: «Apuntar a lo más alto y convertirse en el mejor duelista». Todo esto evocó un profundo deseo de pelea entre los aspirantes.

No importaba el oponente, el resultado de la contienda demostraría quién de ellos era el más fuerte. Sin lugar a duda, esta edición de la Ruleta de Babel sería una de las más feroces de la historia, haciendo que todos los duelistas diesen lo mejor de sí mismos.

—¡Vaya! ¡No dejan de hablar sobre Yuri!

Mientras revisaba el tablón de anuncios de la ciudad, las orejas de Athena se movían sin parar, reflejo de su curiosidad. Por otro lado, Yuri, el chico que se encontraba en medio de todo el debate, estaba sentado en uno de los bancos del vestíbulo de la Torre de Babel con aspecto abatido.

—Realmente… No sé qué decir a eso —dijo Yuri.

Fram le dio unas ligeras palmaditas en el hombro en un intento de animarlo.

—No tienes por qué desanimarte. La popularidad de un duelista está directamente relacionada con sus ingresos, así que ser la comidilla de la ciudad es algo muy bueno.

Había pasado ya una semana desde el duelo con Elías, y las conversaciones en torno a él no parecían cesar. Sin lugar a duda, era algo maravilloso para un duelista. Cualquier otro se sentiría tremendamente agradecido de ser el centro de atención, sin embargo, Yuri…

—¡Eso me da igual! ¡Yo solo quiero poder volver a luchar en un duelo! —declaró a voz en grito, frustrado, mientras se ponía en pie.

Su cuerpo ya había vuelto a la normalidad de los efectos que le había producido la última pelea, gracias en parte a un entrenamiento físico que duró tres días. Yuri estaba seguro de que volvía a estar listo. De hecho, hacía días que ya estaba en condiciones de luchar.

—El problema es que cada vez que salgo a la calle, acabo rodeado de periodistas y curiosos… De camino a la cafetería del señor Elías, no dejaron ni un momento de pararme y de ofrecerme trabajo. Por no hablar de los turistas que no paran de pedirme que les dé la mano…

—Eres la sensación del momento, Yuri.

—¡Sí, seguro que eres muy popular!

—Estoy muy agradecido de que me traten así, y la gente es muy amable conmigo… Pero si a causa de todo esto no puedo pelear… ¡no me beneficia en nada! ¡Lo único que quiero hacer es luchar! Quiero probar de nuevo mi fuerza, pero durante estos tres últimos días…

—¡Ah! ¡Es verdad! Hace un rato te acercaste a un reportero con el que te cruzaste gritando: «¡Vamos, peleemos! ¡Aquí y ahora!». No me extraña que huyera despavorido.

—Sí, seguramente fue por la mirada que tiene Yuri cuando desea batirse en duelo.

Yuri no dejaba de moverse, inquieto, mientras las dos mujeres intercambiaban sendas miradas cargadas de cansancio. Esto se debía, por supuesto, a la Ruleta de Babel, el gran acontecimiento en el que tantos duelistas participarían, y en el que se decidiría quién era el más fuerte de todos. Precisamente por eso Yuri era incapaz de tranquilizarse con el comienzo de la Ruleta tan próximo.

—Estoy segura de que ya te lo he explicado varias veces, pero todavía estamos en el periodo de inscripción. Ahora mismo lo más importante es encontrar al resto de miembros que formarán nuestro equipo y elaborar estrategias. Si empiezas a pelear sin más, no podrás aguantar hasta el final.

—¡No tienes por qué preocuparte! ¡Confío en mi fuerza! —replicó Yuri.

—¡A su hermanita mayor también le sobra!

—Creo que seré yo la única que acabará agotada… y será por vuestra culpa.

Sin embargo, a pesar del gran suspiro de Fram, Athena asintió discretamente en respuesta.

—Bueno, no soy como Yuri, pero es verdad que me gustaría encontrar más integrantes para nuestro equipo y empezar a trabajar todos juntos cuanto antes, para acostumbrarnos.

—Si no recuerdo mal, los duelos por equipos también están permitidos durante el periodo de inscripción, ¿no? —preguntó Yuri.

—Sí… Más bien, ahora mismo todos los duelos son por equipos… Puedes entrar y participar en una pelea de cualquier miembro de tu equipo cuando quieras, ¡son auténticas batallas campales! Por lo que, si ves a un compañero luchando, ¡no lo dudes y ve a ayudarlo! —indicó Athena mientras movía su cola llena de motivación. Sin embargo, Yuri se quedó dubitativo.

—Si eso es así, ¿qué ocurre con aquellos que no forman parte de ningún equipo?

—En realidad, nada cambia si se trata de un duelo uno contra uno —respondió Fram—. Pero, si tu oponente pertenece a algún equipo, lo más probable es que alguno de sus miembros se una a la pelea, quedándote en desventaja.

—¿Quieres decir que, si estás solo, lo tendrías muy complicado a partir de ahora?

—Así es —continuó Fram—. Pero durante este periodo tus puntos no se verán afectados, así que no hay ningún problema en batirse en duelo, aunque sea contra varias personas. Es más, luchar solo contra varias personas es una buena forma de hacerse un nombre y de ganar relevancia. Así podrías atraer la atención de algún otro equipo y, probablemente, también conseguir más seguidores y apoyo.

Yuri se dio cuenta de que había otra forma de ver las cosas. Hasta el momento, había pensado que aquellos que no pertenecieran a algún equipo no disfrutarían de los duelos durante el plazo de inscripción.

—Si lo pienso así… ¡suena muy bien! —concluyó Yuri enseguida.

—Vaya, Athena… Parece que nuestro equipo está a punto de romperse —comentó Fram.

—No pasa nada, sabía que esto podría pasar. ¡Estoy preparada para luchar contra Yuri!

—¡No, no, no! ¡No pienso romper el equipo antes incluso de que se forme! Yo también quiero luchar junto a vosotras dos, ¡seguro que nos divertiremos mucho!

Dicho esto, Yuri extendió su puño. Athena y Fran sonrieron y, acto seguido, chocaron sus propios puños contra el de él.

—Gracias a todas las personas que os habéis reunido hoy aquí para inscribiros en la Ruleta de Babel. Por favor, dirigíos a las ventanillas de recepción.

La voz de una mujer resonó por todo el vestíbulo. Al escuchar el anuncio, Yuri se puso en pie con aire triunfal.

—¡Genial! ¡Voy a inscribirnos!

—¡Lo dejamos en tus manos, líder!

—Contamos contigo.

Inmediatamente, Yuri se dirigió a una de las ventanillas de recepción. Allí se encontró con una mujer pelirroja que le resultaba familiar.

—¡Señorita Mirka! ¡Le traigo el formulario para inscribir a nuestro equipo! —exclamó Yuri, dejando la hoja sobre el mostrador.

—Sí, sí. He estado esperándote.

Mirka cogió los papeles con pereza y, tras comprobar que no había ningún campo en blanco, asintió.

—Muy bien, parece que todo está en orden. Tal y como se detalla en el formulario, debo conferirte la autoridad como líder del equipo. Por favor, muéstrame tu prueba.

Obediente, Yuri blandió el brazalete que tenía en su brazo izquierdo. Ahora tenía un brillo verde, color que demostraba que Yuri habría logrado superar sus propios límites en el combate contra Elías.

Después de observar detenidamente la prueba, Mirka dio un pequeño golpecito a una de las piedras preciosas que tenía sobre el mostrador.

—Muy bien. Yuri, desde ahora puedes utilizar tu prueba para enviar a otros duelistas invitaciones para que se unan a tu equipo. Si alguien acepta la invitación, quedará registrado oficialmente como parte de este.

—Eh… Vale… ¡Creo que lo entiendo!

Como si estuviera imitando los hábiles movimientos de Mirka, Yuri jugueteó con su prueba hasta llegar a la pantalla desde la que se podían enviar las invitaciones. Mientras lo hacía, ella volvió a revisar su formulario y esbozó una leve sonrisa.

—Ya veo… Es un nombre bastante atrevido para un equipo.

—¿Eh? ¿Hay algún problema?

—No, pero la mayoría de los equipos forman su nombre con las iniciales de los nombres o de las ciudades natales sus integrantes. El nombre de vuestro equipo es francamente refrescante.

—¡Es el que mejor nos representa! Y, sobre todo, dejará claro a todo el mundo cuál es nuestro objetivo.

Fue la idea de Fram la que se acabó imponiendo cuando estaban decidiendo el nombre del equipo. Eniastar era el nombre de la familia que llevaba la sangre de las ocho grandes tribus y que peleaba por alcanzar un único objetivo…

Yuri sabía perfectamente cuál era ese objetivo, porque él mismo había heredado dicho anhelo.

Era simple: conseguir ser los más fuertes.

—Estamos aquí no solo para disfrutar de nuestras peleas… sino también para hacernos más fuertes que nadie. No retrocederemos. No importa contra quién o qué nos enfrentemos, seguiremos luchando hasta conseguir la victoria. —Yuri alzó su prueba, orgulloso, tras su declaración de intenciones—. Ese es el objetivo del… ¡Equipo Eniastar!

Capítulo 1

1

Y así fue como nació el equipo Eniastar, un equipo cuyo único objetivo era convertirse en el más fuerte. Sus tres integrantes ya habían dado el primer paso para alcanzar esa meta, pero…

—No va a venir nadie… ¿Verdad? —murmuró el chico.

—Sí… Ya ha pasado una semana…

—Eso parece…

Sin lugar a duda, el equipo se enfrentaba a su primera gran crisis.

—Ah… No me lo puedo creer. Incluso le llegué a rogar a Eli que nos dejara repartir publicidad…

—Sí… Pensé que al menos podríamos conseguir otro miembro más, teniendo en cuenta todos los mensajes que puse en el boletín…

En la terraza de la cafetería Argent, Athena y Fram se lamentaban juntas por el escaso éxito que habían tenido. En parte se debía a que, a pesar de que el máximo de miembros por equipo era de ocho personas, no había un mínimo, e incluso un equipo unipersonal podía participar en la Ruleta de Babel.

Desgraciadamente (y como era de esperar), esto no era realista. Por muy fuerte que uno fuera, la dificultad de tener que enfrentarse a varios oponentes a la vez era muy alta. También había que tener en cuenta que un mayor número de adversarios significaba un mayor número de técnicas a las que hacer frente. Otro aspecto importante era que, en la Ruleta de Babel, uno no se enfrentaría a oponentes normales, sino que participarían los más fuertes. Conformar un buen equipo era esencial.

Sin embargo, ya había pasado una semana desde que iniciaron la búsqueda y hasta el momento no se había presentado ni un solo aspirante.

—Esto es bastante extraño… Dada la popularidad de Yuri, pensé que no tendríamos ningún problema para conseguir más miembros para el equipo.

A pesar de ser un mestizo, Yuri había logrado vencer a Elías. Era uno de los novatos que más destacaban y, como era evidente, llamaba la atención fuera donde fuera. Todo el mundo tenía altas expectativas puestas en él, por lo que lo normal sería que hubiera al menos un duelista interesado en escuchar su historia… Pero incluso eso era poco más que un mero espejismo.

Paradójicamente, toda esa atención que Yuri recibía había acabado por convertirse en el principal limitante de los potenciales aspirantes.

—Intenté convencer a varios de nuestros clientes habituales, pero todos se mostraron bastante reacios…

—Era de esperar, no podemos hacer mucho más. Que la gente tenga tantas expectativas puestas en nosotros significa que esperan que tengamos un importante rendimiento. Por lo que si no confían en sus propias habilidades, entonces…

Por lo que habían podido ver durante la última semana, era evidente que había un alto número de duelistas interesados en unirse al equipo, pero… todos pensaban que no tenían el nivel suficiente.

Ese equipo tiene demasiado nivel para mí.

Si no logro cumplir las expectativas en las peleas, no quiero pensar en lo que la gente diría sobre mí.

Recibir tanta atención implica que, si pierdes, causará un gran impacto. ¡Incluso puede afectar a tu futuro como duelista!

Esos eran los comentarios más habituales que se podían encontrar en el boletín de la ciudad.

Mientras leía las deprimentes reacciones, Yuri apoyó el lateral de su cabeza sobre la mesa mientras esbozaba una mueca de desaprobación.

—Bueno… Al menos podrían intentar unirse a nuestro equipo antes de escribir todo esto…

—Sí, tienes razón… Pero al ser un equipo formado por distintas razas, estoy segura de que hay muchos que simplemente piensan que no encajarán por afinidad u otros motivos. Deberían ser conscientes de que hay cosas que no puedes saber sin pelearlas antes.

—No todo el mundo es tan inconsciente como vosotros dos. No tenéis motivos para quejaros —replicó Fram mientras golpeaba las dos cabezas que estaban apoyadas sobre la mesa—. Al parecer hay otras razones…

—¿Eh? ¿Cuáles? —preguntó Athena.

—Algunos decían: «El estilo de lucha de Yuri es tan grotesco, que el simple hecho de pelear junto a él haría peligrar mi cordura».

—¿Quieres decir que yo soy el problema?

—Ah… Es verdad… A nosotras también nos llevó un tiempo acostumbrarnos.

Las orejas de la chica-zorro se encogieron llenas de tristeza al recordar las escenas que vivió mientras entrenaban juntos.

La habilidad que desarrolló Yuri, Armamento Tribal, permitía a los mestizos exhibir un tremendo poder a cambio de un gran daño físico. Ese poder fue el que le permitió vencer a Elías, pero a muchos de los espectadores el mero hecho de ver cómo se destrozaba el cuerpo les pareció demasiado grotesco.

Ese estilo de lucha, por regla general, era ampliamente rechazado. Al fin y al cabo, los duelos eran un entretenimiento. Aunque todos los duelistas competían y lo entendían, Yuri se había esforzado al máximo superando sus propias limitaciones. Eso provocó que espectadores de todo el mundo lo vieran como «el que se arrastra por el suelo toscamente», o como un duelista que nunca dejarías ver a tus hijos.

Dado que el número de espectadores y la popularidad de los duelos afectaban a los ingresos, para un duelista que pensara lo más mínimo en su futuro unirse a un equipo como el de Yuri sería, cuando menos, problemático.

En el instante en el que los tres suspiraron profundamente, una sombra se cernió sobre ellos.

—Si vais a ocupar la mesa, al menos pedid algo.

Al escucharlo, Yuri levantó lentamente su mirada hacia el origen de la voz. Allí, de pie, estaba Elías con expresión de hartazgo.

—Puedo pasar por alto que utilicéis la cafetería como punto de encuentro, pero si vais a ocupar las mesas del local, os trataré como clientes.

—¡Oh! ¿De verdad? Entonces, por favor, un café.

—Yo quiero un sándwich de carne.

—Y yo el postre del día.

—Supongo que eso significa que tenéis pensado estar aquí un buen rato —resopló Elías antes de apuntar el pedido en su bloc de notas.

Al observar mejor a Elías, Yuri se dio cuenta de que no llevaba su ropa habitual.

—Señor Elías, ¿por qué lleva hoy un uniforme de camarero?

—Una de mis empleadas no ha podido venir por asuntos personales, así que me ha tocado sustituirla.

—¿Eh? Pero, Eli… Normalmente llevas ropa informal incluso cuando atiendes a los clientes, ¿no?

—Soy el dueño, así que para que los clientes puedan verme, prefiero no llevar uniforme, pero… —comenzó a explicar Elías, hasta que se calló de repente.

Desde el otro lado de la terraza empezaron a llegar estridentes gritos de varias mujeres.

—Últimamente estamos teniendo mucha más clientela femenina, por lo que no me ha quedado más remedio que vestirme así.

—Vaya, señor Elías, tiene una gran visión comercial…

—Los ingresos de esta tienda son tan importantes como mis duelos. Si la tienda se hunde, mis compañeros y yo nos veríamos obligados a encontrar un nuevo trabajo… Y no sería muy buena idea tener que estar buscando miembros para tu propio equipo mientras buscas un nuevo trabajo, ¿no?

—Dudo mucho que alguien quisiera contratarme en otro lugar.

—¡Estoy segura de que me despedirían nada más comenzar!

—A estas alturas, no pienso trabajar para alguien que ni siquiera conozco.

—A ver… Permitidme aclarar una cosa. Si todavía no os he echado, es por el daño que causaría al resto del mundo si lo hiciera.

Y con un miserable movimiento de cabeza, Elías entró en la cafetería, volviendo poco después hasta donde Yuri y sus amigas se encontraban.

—Entonces… ¿Qué es lo que tanto os preocupa?

—¿Eh? ¡Lo sabía! ¡Sabía que no nos abandonarías! ¡Te quiero, Eli!

—Gracias. Creo que ya tengo una idea general de vuestro problema.

A continuación, asintiendo, cogió uno de los folletos apilados junto a Athena.

—Ya veo… Es evidente que es imposible que alguien se una a vosotros con semejante publicidad.

—¡Lo sabía! ¡Siempre aprovechas la mínima oportunidad para despreciarnos! ¡Te odio!

—Y veo que las emociones de mi hermana siguen igual de inestables que siempre.

—Siempre está igual. Entonces, ¿por qué está mal? —preguntó rápidamente Fram, intentando cambiar el rumbo de la conversación.

—En primer lugar, no habéis puesto ninguna condición de rango o tribu —dijo Elías con indiferencia mientras miraba el papel.

—¿Eh? ¿Y eso es un problema? —inquirió Yuri, incrédulo.

—No, no es ningún problema per se. Sin embargo, esta condición siempre atrae a gente que busca un equipo para participar y así hacerse una idea sobre qué es realmente la Ruleta de Babel… El verdadero problema es esto —afirmó Elías, golpeando con el dedo el siguiente punto de la lista—: «¡Ser los ganadores de la Ruleta de Babel!». Este objetivo puede parecer normal para vosotros, pero se contradice con el anterior. Con requisitos así solo conseguiréis atraer a principiantes.

—Pero… ni siquiera han venido principiantes.

—Es normal. La falta de profesionalidad en los criterios los echa atrás —indicó Elías mientras trazaba un círculo alrededor de los criterios con el mismo bolígrafo con el que había tomado nota de los pedidos.

—¿Eh? ¿Qué quieres decir? —preguntó Yuri.

—En pocas palabras, se necesita a la persona adecuada en el lugar adecuado. Cada tribu tiene sus propias características y, naturalmente, también puntos fuertes y débiles. Decir que cualquiera servirá es lo mismo que decir que todavía no tienes ninguna estrategia. Así, lo que haces es que aquellos más experimentados no confíen en tu equipo.

Acto seguido escribió juntas las palabras «estrategia» y «roles» en el folleto.

—Tienes que decidir qué rol quieres desempeñar en la pelea. Después, piensa en cuáles son tus puntos fuertes y débiles. Si tienes en cuenta todo esto, seguro que podrás encontrar a los candidatos idóneos.

—Sí… Ya veo…

Por más que Yuri intentaba entender la explicación de Elías, había algo que no lo terminaba de convencer.

—Entiendo perfectamente cómo te sientes con respecto a esto —se adelantó Elías con una sonrisa irónica—. Lo que acabo de explicarte se basa en la idea de «aspirar a ganar». Es un principio que ignora completamente el fundamento de «disfrutar de las peleas». Así que, en última instancia, hay que encontrar el equilibrio justo para todos los miembros del equipo. Así fue como conseguimos ganar la anterior Ruleta de Babel.

Si ganar hubiera sido lo único que Elías tenía en mente, le habría pedido a Reilly que se retirara para sustituirlo por alguien más fuerte. Pero, como bien es sabido, no lo hizo. Se las arregló para que pudiera permanecer en el equipo hasta el final. A pesar de que Reilly era un mestizo, pudo contribuir y ayudar al equipo en otras áreas distintas al combate.

—La verdad es que nunca se sabe hasta qué punto afecta cada decisión que tomas a tus posibilidades de obtener la victoria. Lo mejor que puedes hacer es intentar formar un equipo del que sepas que nunca te vas a arrepentir.

—¡Ya lo entiendo! ¡Es una gran idea! —respondió Yuri sonriendo, mientras Elías le devolvía una sonrisa disimulada.

—Hablaba en serio cuando dije que deberíais decidir vuestros roles en el equipo. Así podréis concentraros en la gente que conocéis, y podréis descubrir juntos nuevas cosas mientras lucháis…

Justo cuando parecía que Elías iba a empezar un nuevo discurso, una mano lo agarró del hombro con firmeza. Al notar su presencia, Elías se volvió hacia un joven demonio vestido de cocinero, que tenía una sonrisa perturbadora en el rostro.

—Jefe… ¿Cuántas veces más tengo que llamarte…? ¡La comida lleva lista bastante tiempo!

—Oh, Frevo, mis disculpas. Ahora mismo estoy un poco ocupado.

—Vaya, parece que estás teniendo una conversación muy agradable, ¿no? Todavía quedan platos por servir y, si no haces bien tu trabajo, ¡no pienso volver a currar aquí!

—Es mi deber enseñar al equipo Eniastar qué es lo que significa exactamente la Ruleta…

—Señorita Athena, ¿puedo llevarme a rastras a su estúpido hermano?

—¡Por supuesto!

—Gracias, señorita. Y tú, si quieres hablar más, haz primero tu trabajo.

Frevo agarró a Elías por el cuello y lo arrastró de vuelta al interior de la cafetería totalmente inexpresivo. Sin duda, fue un espectáculo digno de admirar.

Una vez que Elías se fue, el grupo se inclinó de nuevo.

—Así que… ¿roles? No se me da muy bien pensar en estas cosas —admitió Yuri con desgana.

—Sí. Los roles son importantes, pero primero deberíamos centrarnos en encontrar a los integrantes que nos faltan para completar el equipo. Suponiendo que fuéramos cinco, todavía tenemos que encontrar a alguien que se encargue de la vanguardia y a otra persona que vigile la retaguardia —explicó Fram.

—Supongo que habrá que tener en cuenta cuáles son nuestros puntos fuertes y débiles, ¿no? —aventuró Yuri.

—Así es. Estoy segura de que hay tribus con las que todavía no has luchado. Te lo explicaré de forma sencilla —dijo Fram tomando el folleto entre sus manos y enumerando las distintas tribus con un bolígrafo—: la tribu de las bestias, la de los dragones y la de los enanos son las más adecuadas para estar en la vanguardia, ya que son mejores en el combate cuerpo a cuerpo. Por ejemplo, los hombres-bestia son ideales para la ofensiva, los dragones defienden muy bien y los enanos pueden matar a un oponente de un solo golpe.

—Un momento… ¿Insinúas que los humanos no son aptos para estar en la vanguardia?

—Si tuviera que elegir la posición para un humano, sería en medio de la formación. Si bien hay gente como tú, que lucha casi exclusivamente cuerpo a cuerpo, también hay muchos humanos que basan sus habilidades en la magia.

—Es verdad, tienes razón. Además, el poder divino de los ángeles también puede utilizarse en la pelea cuerpo a cuerpo o contra la magia, por lo que supongo que los ángeles también estarían en el centro de la formación, ¿no? —indicó Athena, quitándole el bolígrafo a Fram para resaltar ella misma las palabras «humanos» y «ángeles».

—Los tres restantes, los demonios, los elfos y los espíritus, son los más adecuados para cubrir la retaguardia. Los espíritus cuentan con una gran puntería, los demonios son buenos con todo tipo de encantamientos y los elfos destacan lanzando ataques sorpresa o poniendo trampas, entre muchas otras cosas. Un elfo puede estar en distintas posiciones sin problema.

—Entiendo. Si me ubico en una posición central de la formación, ya tenemos quien se encargue de la vanguardia y la retaguardia.

—Exacto. Si pudiera elegir, me decantaría por un dragón y un demonio… —explicó Fram mientras rodeaba con un círculo esos dos nombres—. Athena y tú atacáis sin pensar, por lo que, si tenéis a un dragón a vuestro lado no tendréis que preocuparos por la defensa. En mi caso, aunque tengo muy buena puntería, mi resistencia se ve mermada rápidamente. Creo que podría luchar mejor si tuviéramos con nosotros a un demonio que realizara labores de distracción, y así tener yo tiempo suficiente para preparar el siguiente ataque.

Fram dio una palmada, dando por concluido el debate.

—Muy bien. Quien conozca a un dragón o un demonio que valga la pena, por favor, que levante la mano.

—¡No conozco a ninguno!

—¡Yo ya he preguntado y todos me han dicho que no!

—Yo no conozco a nadie más aparte de a vosotras.

Durante largo rato, los tres se miraron entre ellos en completo silencio.

—¡Volvemos a estar como al principio! —exclamó Athena.

—¡No! Al menos ahora ya sabemos lo que necesitamos. ¡Algo sí que hemos progresado!

—Sí… Se puede decir que hemos hecho un pequeño avance. Reescribiré el anuncio y lo volveré a publicar en el boletín de la ciudad.

—¡Bien! ¡En ese caso, yo añadiré los nuevos detalles a los folletos!

Las dos chicas comenzaron a trabajar de inmediato. Yuri, por su parte, estaba a punto de intervenir para ayudar cuando vio a una figura familiar. Poseía un gran cuerpo y dos característicos cuernos curvados en su cabeza, que destacaban entre la gente que pasaba por allí.

Al verlo, Yuri saltó como un resorte. Era la primera persona con la que había hablado al llegar a Babel, y también su primer oponente.

—Es verdad… Ahora que lo pienso, sí que conozco a un prometedor dragón para nuestro equipo —dijo de improviso a sus compañeras antes de salir corriendo.

2

—¡Y es por eso por lo que me acerqué, señor Haring! —Yuri perseguía a Haring, explicándole el curso que habían tomado los acontecimientos con una gran sonrisa en la cara. El hombre-dragón estaba claramente irritado.

—Nada de eso es mi problema. Lárgate de una maldita vez.

—Pero… ¡No puedo hacer eso!

—Vaya. ¿Sabes lo que puedes hacer? Aprender a escuchar a los demás. —Lleno de rabia, Haring dio un gran pisotón en el suelo, haciendo que muchas miradas a su alrededor se volvieran hacia él.

—Además, ¿qué te ha hecho pensar siquiera que aceptaría tu propuesta?

—Bueno… Es que parece que no tienes muchos amigos, ¡así que pensé que te alegrarías si te pedía que te unieras a nuestro equipo!

—Maldito insolente. Te voy a mandar a volar de un puñetazo.

—Oh, vaya… ¿Te unirías a nuestro equipo si te gano en un duelo?

—¡Por supuesto que no! ¡Tan solo quiero darte una paliza! —Mientras lo decía, comenzó a percibirse una gruesa vena en la frente de Haring. Sin embargo, acabó calmándose tras respirar profundamente—. Chico, escúchame bien. No tengo ninguna intención de participar en la Ruleta de Babel.

—Ah… Lo siento mucho… Tal y como pensaba, nadie te invitó a su equipo.

—¡No digas eso! ¡Simplemente no me interesa participar! —explicó Haring molesto.

A Yuri le pareció que decía la verdad; no tenía interés en participar.

—Luchar junto a otros no va conmigo. Además, no me importa nada todo eso de ganar o ser el más fuerte.

—Entonces… ¿por qué te hiciste duelista?

—Por ningún motivo en especial. Solo era lo que más me convenía.

Por su expresión y su forma de hablar, Haring estaba siendo sincero. Sin embargo, Yuri no pudo evitar sentir que algo no encajaba.

—A mi modo de ver, cualquier cosa vale siempre que te reporte beneficios. Participar en la Ruleta de Babel no creo que me vaya a aportar nada. De hecho, mientras tanto, puedo ganar mucho más dinero haciendo otras cosas.

—Cuando dices «otras cosas»… ¿Te refieres a trabajar en algo normal?

—Por supuesto, ¿qué iba a ser si no?

—No sé… Es que, por más que lo intente, no puedo imaginarte haciendo algo que no sea pelear.

—¿Pero a ti qué te pasa, mocoso? ¿Es que te has propuesto cabrearme cada vez que nos vemos? —El cuerpo de Haring comenzó a temblar de ira, pero casi inmediatamente se dio cuenta de que Yuri no tenía ni idea de a qué se refería. Así que se calmó, suspiro y volvió a hablar—: Hay todo tipo de labores que un duelista puede realizar, ¿sabes? Los trabajos sencillos suelen dar poco, pero si es un trabajo difícil puedes ganar una buena cantidad de dinero. Por ejemplo, explorar las mazmorras del distrito del Purgatorio es uno de los trabajos más lucrativos que hay.

—El Purgatorio… Todavía no lo he visitado.

Yuri pasaba con regularidad por el distrito residencial para comer y dormir, y por el distrito turístico para visitar la cafetería de Elías, pero aún no había visitado ni el distrito de los artesanos del norte ni el Purgatorio, que se encontraba al este.

—Entonces te aconsejo que vayas y le eches un vistazo mientras puedas. Durante el periodo de inscripción, todo el mundo está ocupado reuniendo miembros para su equipo y practicando sus estrategias, por lo que está inusualmente vacío. Es muy raro verlo tan tranquilo.

—Ya lo entiendo. Básicamente, te dedicas a saquear las mazmorras ahora que no hay gente.

—Veo que puedes ser muy listo cuando te lo propones —respondió Haring con una mueca, ya que había intentado obviar esa parte—. Ahora ya sabes por qué no me interesa. Estoy muy ocupado recorriendo las mazmorras, así que no tengo tiempo para participar en la Ruleta. Ahora vete a molestar a otro.

—Eh… Pero, señor Haring, es que si no te unes a nuestro equipo nunca podremos terminar de reunir a todos los integrantes, y no podremos ir a las mazmorras al igual que tú…

—Sigue sin ser mi problema. ¿A qué viene todo este interés repentino? —preguntó Haring intrigado—. Ya deberías saber cómo reaccionan ante mí esa estúpida chica-zorro y ese fantasmucho. Imagina que aceptara unirme a tu equipo, estoy seguro de que esas dos estarían en contra. Además, en el peor de los casos, esto podría hacer que vuestro equipo se acabara disolviendo.

—Sí… Lo sé, pero eso es porque ellas no te conocen bien, señor Haring.

—Tampoco se puede decir que tú sepas mucho sobre mí.

—Oh, no, no. A diferencia de ellas, yo sé que eres es una buena persona, señor Haring —declaró Yuri con una brillante sonrisa—. Lo que quiero decir es que fuiste tú quien me enseñó las reglas de la ciudad cuando nos conocimos, ¿no?

—¿Pero qué demonios…? Pero si tan solo intenté intimidarte para sacarte unas cuantas monedas…