El Misántropo - Moliére - E-Book

El Misántropo E-Book

Moliere

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Beschreibung

El misántropo o El atrabiliario enamorado es un drama de Molière escrito en 1666.

El autor, enfermo ya de hipocondría y abandonado por su esposa, expresa de la mano del protagonista su desagrado con el género humano y la sociedad del momento.

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Veröffentlichungsjahr: 2020

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El Misántropo

 

Molière

 

 

 

PERSONAJES

ALCESTE, enamorado de Celimena.

FILINTO, amigo de Alcestes.

ORONTE, enamorado de Celimena.

CELIMENA, enamorada de Alcestes.

ELIANTA, prima de Celimena.

ARSINOE, amiga de Celimena.

ACASTO

CLITANDRO marqueses.

VASCO, lacayo de Celimena.

UN GUARDIA, del Mariscalato de Francia.

DUBOIS, lacayo de Alcestes.

La acción es en París, en casa de Celimena.

ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

Filinto, Alceste

FILINTO

¿Qué es lo que pasa?

ALCESTE (sentado)

Dejadme, os lo ruego.

FILINTO

Pero, una vez más, decidme qué extravagancia...

ALCESTE

Dejadme aquí, os digo, y corred a ocultaros.

FILINTO

Pero al menos escucha uno a la gente, sin enojarse.

ALCESTE

Pues yo quiero enojarme y no quiero escuchar.

FILINTO

No alcanzo a comprender vuestros repentinos enfados, y en fin, aunque amigos, soy de los primeros...

ALCESTE (levantándose bruscamente)

¿Yo, vuestro amigo? Quitáos eso de la cabeza. Notoriamente lo he sido hasta hoy; pero después de lo que acabo de ver manifestarse en vos, os declaro sin más que he dejado de serlo y que no quiero sitio alguno en corazones corrompidos.

FILINTO

¿A vuestro paracer, soy, pues, muy culpable, Alceste?

ALCESTE

Vaya, deberíais moriros de pura vergüenza; semejante proceder es inexcusable, y cualquier hombre de honor se escandalizaría de él. Os veo abrumar a un hombre con agasajos, testimoniarle la mayor afección; con protestas, promesas y juramentos acompañáis el furor de vuestros abrazos, y cuando os pregunto luego quién es ese hombre, apenas

podéis decirme cómo se llama; vuestro entusiasmo por él decae al separares, y a mí me lo dais como indiferente. ¡Pardiez!, es una cosa indigna, cobarde, infame, rebajarse así hasta traicionar la propia alma; y si por desgracia hubiera hecho yo otro tanto, iría a ahorcarme al instante, de remordimiento.

FTLINTO

Por mi parte, no veo que el caso sea de horca, y os suplicaré no tomar a mal que me conceda gracia en vuestra sentencia, y que no me ahorque por esto, si os parece.

ALCESTE

¡Qué poca gracia tiene la broma!

FILINTO

Pero, seriamente, ¿qué queréis que se haga?

ALCESTE

Quiero que haya sinceridad y que, como hombres de honor, no pronunciemos palabra en la que no creamos.

FILINTO

Cuando un hombre viene a abrazaros lleno de gozo, es preciso pagarle en la misma moneda, responder lo mejor posible a sus manifestaciones, y devolver promesa por promesa y juramento por juramento.

ALCESTE

No, yo no puedo soportar este cobarde proceder que afecta la mayoría de vuestra gente a la moda; y nada odio tanto como las contorsiones de todos esos grandes artífices de protestas, esos afables donadores de frívolos abrazos, esos obsequiosos habladores de palabras inútiles, que asaltan a todos con sus amabilidades y tratan en la misma forma al hombre de mérito y al tonto. ¿Qué ventaja hay en que un hombre os agasaje, os jure' amistad, fidelidad, celo, estima, ternura, y os haga el más deslumbrante elogio de vuestra persona, si corre a hacer lo mismo con el primer pelele? No, no, no existe alma un poco bien puesta que acepte una estimación tan prostituida; y la más honrada tiene por baratos esos dones, desde que ve que se nos confunde con todo el universo: la estimación se funda en alguna preferencia, y estimar a todo el mundo es no estimar a nadie. Pues que os entregáis a esos vicios de la época, no estáis hecho, ¡pardiez!, para ser de los míos; rechazo la amplia generosidad de un corazón que no establece diferencia alguna para el

mérito; yo quiero que se me distinga; y para decirlo claro, el amigo del género humano no es cosa que me convenga.

FILINTO

Pero cuando se anda en sociedad, preciso es cumplir con algunos convencionalismos que exige el uso.

ALCESTE -

Os digo que no; se debería castigar inexorablemente ese vergonzoso comercio de las apariencias de la amistad. Quiero que seamos hombres, y que en toda circunstancia aparezca en nuestras palabras el fondo de nuestro corazón, que sea él quien hable y que nunca se disfracen nuestros sentimientos bajo cumplidos vanos.

FILINTO

Hay muchas ocasiones en que la franqueza absoluta resultaría ridícula y poco al caso; y a menudo, mal que le pese a vuestro austero honor, es bueno ocultar lo que tenemos en el alma. ¿Sería adecuado y decente decir a mil personas todo lo que pensamos de ellas? Y cuando hay alguien que nos desagrada o a quien odiamos, ¿debemos declararle la cosa tal como es?

ALCESTE

Si.

FILINTO

¿Qué? ¿Iríais a decir a la vieja Emilia que a su edad le queda mal hacerse la coqueta, y que los afeites que usa escandalizan a todos?

ALCESTE

Sin duda.

FILINTO

¿A Dorilas que es demasiado importuno, y que no hay oídos en la corte a los que no harte relatando su bravura y el brillo de su linaje?

ALCESTE

Efectivamente.

FILINTO

Os burláis.

ALCESTE

No me burlo, y no voy a perdonar a nadie a ese respecto. Demasiado heridos están mis ojos, y la ciudad y la corte no me ofrecen más que espectáculos buenos para revolverme de bilis; caigo en un humor negro, en un enfado sin límites, cuando veo vivir a los hombres como lo hacen; dondequiera encuentro sólo adulación cobarde, injusticia, intereses, trai-

ción, pillería; no puedo aguantar más, me enfurezco, y es mi propósito desafiar en sus barbas a todo el género humano.

FILINTO

Ese filosófico enfado es un poco demasiado salvaje; ríome de los negros ataques en que os contemplo, y me parece ver en nosotros dos, educados en la misma forma, a esos dos hermanos que pinta La escuela de los maridos, cuyos...

ALCESTE

¡Por Dios! Dejemos ya vuestras insulsas comparaciones.

FILINTO

No, renunciad buenamente a todas esas locuras. El mundo no ha de cambiar por vuestra diligencia; y puesto que la franqueza tiene tantos encantos para vos, os diré francamente que esta enfermedad da el espectáculo dondequiera que vais y que tan gran enojo contra las costumbres de la época os pone en ridículo ante mucha gente.

ALCESTE

Tanto mejor, ¡pardiez!, tanto mejor, eso es lo que pido; me resulta muy buena señal y me alegro en grande por ella: todos los hombres me son odiosos a tal punto, que me disgustaría pasar por discreto a sus ojos.

MANTO

¡Vos detestáis la naturaleza humana!

ALCESTE

Sí, he concebido por ella un odio espantoso.

FILINTO

¿Todos los pobres mortales, sin excepción, serán incluidos en este aborrecimiento? Todavía hay algo de bueno en el siglo en que vivimos...

ALCESTE

No: es general, y odio a todos los hombres: a los unos, porque son malos y dañinos, y a los otros, por ser complacientes con los malos y no tener para ellos ese odio vigoroso que debe provocar el vicio en las almas virtuosas. Se ve el injusto exceso de esta complacencia a propósito del perfecto facineroso con el que mantengo pleito: a través de su máscara se ve al traidor plenamente; es conocido como lo que es en todas partes; sus caídas de ojos y su tono dulzón no engañan más que a los que no son de aquí, se sabe que ese palurdo digno de que se le ponga en evidencia se ha deslizado en la sociedad por medio de sucios menesteres, y que su fortuna, revestida por ellos de esplendor, hace

sonrojarse a la virtud y rezongar al mérito. Por más epítetos vergonzosos que se le apliquen dondequiera, su miserable honor no encuentra defensa en nadie; llamadle trapacero, infame y facineroso maldito, todo el mundo conviene en ello y nadie os contradice. Sin embargo, su mueca es bienvenida en todas partes: en todas partes se desliza, se le acoge, se le festeja; y si hay que conseguir un puesto con intrigas, se le ve ganárselo al hombre más honrado. ¡Ira de Dios, es para mí mortal ofensa el ver que se guardan miramientos con el vicio; y a menudo me sobrevienen súbitos impulsos de huir a un desierto lejos del contacto de los hombres!

FILINTO