El mundo mágico de Árkel - Florencia C. Burcez - E-Book

El mundo mágico de Árkel E-Book

Florencia C. Burcez

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Beschreibung

María Jazmín Crosvec es una jovencita de doce años, quien un día es elegida como la nueva Candril —Candril: nombre que se le designa a la niña elegida de forma azarosa, quien a partir de ese momento, tiene el deber de proteger a los ciudadanos del mundo de Árkel—. Es entonces cuando comenzará a ser desafiada con las más increíbles aventuras junto a sus nuevos amigos. Acompañada en este nuevo camino, María se dispone a aprender a controlar su magia, y a su vez, desentrañar los misterios que la rodean.

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Seitenzahl: 345

Veröffentlichungsjahr: 2024

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FLORENCIA C. BURCEZ

El mundo mágico de Árkel

Las Candriles

Burcez, Florencia C. El mundo mágico de Árkel : Las Candriles / Florencia C. Burcez. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4984-6

1. Novelas. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Todas las ilustraciones fueron realizadas por Florencia C. Burcez

Tabla de contenido

CAPÍTULO 1 LAS CANDRILES

CAPÍTULO 2 LA FIESTADE BIENVENIDA

CAPÍTULO 3 LOS AYUDANTESDE CANDRIL

CAPÍTULO 4 PRIMERA MISIÓN

CAPÍTULO 5 LAS COPTIS

CAPÍTULO 6 EL VIAJE A MUNSINBOM

CAPÍTULO 7 LA PEQUEÑA LINA

CAPÍTULO 8 LA GRAN DUDA

CAPÍTULO 9 UNA HISTORIA DE VAMPIROS

CAPÍTULO 10 UNA TAREA DIFÍCIL

CAPÍTULO 11 EL DESIERTO DE SARA

CAPÍTULO 12 LA GUERRA INTERMINABLE

CAPÍTULO 13 UNA VISITA INESPERADA

CAPÍTULO 14 NUEVOS HALLAZGOS

CAPÍTULO 15 EL EJMO DE UM FREM

CAPÍTULO 16 LA HIJA BASTARDA

CAPÍTULO 17 EL SECUESTRO

CAPÍTULO 18 CLARIVIDENCIA

CAPÍTULO 19 LA HUÉSPED

CAPÍTULO 20 ACONTECIMIENTO DESENCADENANTE

CAPÍTULO 21 LA RESOLUCIÓN

CAPÍTULO 22 LA FURIA DESDEÑADA

Le dedico esta historia a mi niña interior.

Y también, a toda persona que se sienta en soledad.

“Todo lo que puedas imaginar es real”

Pablo Picasso (1881-1973)

CAPÍTULO 1

LAS CANDRILES

Tiempo atrás, en el mundo de Árkel, las personas convivían con el símbolo de las Candriles por sobre todas las cosas. Parecía ser una era de paz que rodeaba las más oscuras esquinas. Hacía casi veinte años que ninguna Candril1 era reconocida; la gente proclamaba a esta niña aún desconocida.

Clarionise2 ya había plasmado su preocupación acerca de la tardanza en la elección de la próxima Candril, en un pergamino sobre su escritorio de madera lustrada. “Es mi mayor anhelo entrenar a la siguiente honorable Candril. La elegida aún no se ha presentado. Supongo que el tiempo dictará cuándo sea el momento indicado…”. No pasaron muchos meses hasta que una mañana escuchó un estruendo proveniente de la entrada del gran reino de Borchud; era el mismísimo rey “La nueva Candril se encuentra en el lado oeste, esperando a ser elegida”, Clarionise sonrió con júbilo y se asomó al balcón, donde la luz del sol resplandecía desde lo más alto del cielo. “Debemos darle la bienvenida que merece”, dijo ella.

Mientras tanto, en una choza lejana en el lado oeste, donde la cosecha estaba en el mejor punto, con las verduras al color vivo, una jovencita de doce años llamada María Jazmín Crosvec3, jugaba con el agua mientras regaba las plantas del jardín. Su madre, con el delantal sucio y rezongando, le dijo “¡Niña, termina ya de regar esas plantas o se las tragará la tierra!”, “Estoy en eso, madre” respondió con insistencia. María había mojado la tierra, y distraída, notó cómo un chorro de agua se elevaba del piso, a no más de dos metros, y formaba un arco hecho únicamente de agua. María lo veía asombrada, preguntándose qué podía ser. Dentro de ese extraño marco de agua, había una luz blanca que llamaba la atención de la niña, así que posó su mano derecha en él y vio su hogar antes de cruzarlo. En cuanto pasó del otro lado, el agua cayó al suelo como si nada hubiera ocurrido.

Al terminar de cruzarlo, la niña se vio enceguecida por una luz dorada, así que tapó sus ojos con ambas manos. Una mujer de vestido perlado le dio la mano diciéndole “Tú eres una Candril y tu deber es cuidar a las personas de este mundo”, la niña, quien se encontraba sumamente confundida, le preguntó “¿Quién es usted?”,“Mi nombre es Clarionise y soy la reina del Reino de Borchud. Bienvenida, María”. No solo el aspecto hermoso de aquella mujer la dejó boquiabierta; su cabello era largo, ondulado y de color castaño, sino también el hecho de que supiera su nombre. Delante de ella pudo ver hombres herrando armaduras, espadas y demás armas. No se sintió segura, al contrario, se sintió intimidada. “¿Yo una Candril?”, María sabía perfectamente a lo que la mujer se refería, pero jamás imaginó que ella sería digna de ser una. “Levántate, te enseñaré el castillo”.

María miraba detalle por detalle. El techo era prominente, con decoraciones en dorado, y no dudó en notar que se trataba de oro puro, columnas con estilo eclécticos y el piso era liso y de mármol blanco. Todo era bellísimo, más de lo que una persona podría soñar; pero la confusión de su repentina aparición no la dejaba concentrarse del todo en lo que la rodeaba.

María seguía caminando detrás de la misteriosa mujer sin chistar ni hacer ningún sonido. Mientras caminaba, una niña de cabello largo color castaño claro y con abundantes rulos, la miró asombrada mientras caminaba. Esta chica tenía puesto un vestido rosa con un moño azul en su cintura y zapatos negros, además poseía un listón de color celeste en su pelo. Estas dos solo cruzaron miradas; la niña de cabello rizado seguía mirándola mientras mantenía una sonrisa en su rostro.

María acompañó a la mujer hasta una habitación, las dos entraron y se sentaron en unas sillas. Era un pequeño cuarto, donde había un escritorio de madera tallada, dos repisas llenas de libros con las hojas marrones de los años que seguramente poseían, y el olor a palo santo abundaba en el ambiente.

—María, mi nombre es Clarionise —dijo amable.

—¿Qué es este lugar?

—A partir de ahora será tu segundo hogar —sonrió—. Sé que vives en un pueblo en el oeste con tus queridos padres.

—Perdóneme, pero debe haber una equivocación. Yo no soy digna de ser una Candril, solo soy una simple campesina.

—Nada de eso —aclaró rápidamente—. Seas una campesina o una reina, tu prestigio no cambiará. Las Candriles no son elegidas por eso, claro que no. Las Candriles son elegidas por la ayuda que brindarán a nuestras tierras, por su talento y amabilidad con terceros. Ahora solo eres una niña, pero eso no quita lo brillante que serás algún día.

Candril se mantuvo en silencio, pensando en la siguiente pregunta que formularía.

—¿Y qué tendré que hacer ahora?

—Primero que nada deberás desarrollar tus poderes, han estado sin uso desde… Bueno, jamás los has usado hasta el día de hoy.

—¿Poderes? –preguntó con asombro–. ¿Pero cómo que tengo poderes y que hoy los he usado?

—El portal que formaste para llegar aquí, fue producto de tu maravillosa magia, querida.

—¿Pero cómo es posible que haya hecho algo como eso?

—Lo llevas en la sangre. No hay necesidad de saberlo cuando has nacido para serlo. Pero no desesperes, todo lleva su tiempo de práctica y paciencia. Y sé quién podrá ayudarte, acompáñame.

Ambas salieron de aquella oficina, María seguía a Clarionise detrás de ella. Llegaron a otra habitación donde se encontraba la niña que había visualizado María anteriormente.

—María, ella es Glindilous Rosaleuli y te ayudará a entrenar tus poderes.

—Es un placer conocerte, Candril.

—Lo mismo digo —expresó María, con timidez.

—Bueno, empecemos —dijo Clarionise—. Ven.

La llevó a conocer el castillo, primero fueron en donde María había llegado luego de cruzar el portal.

—Este es el sector donde se confeccionan espadas y armaduras —le dijo Clarionise.

—¿Por qué? ¿Habrá una guerra? —preguntó Candril, con temor.

—Es solo por si acaso.

Y así siguieron recorriendo todo el castillo; pasaron por los grandes balcones, el salón principal que su techo estaba hecho también de oro, tenía grandes columnas de plata y el piso era de una madera reluciente. Luego caminaron por un pasillo que tenía distintas habitaciones, entraron a una en donde había un chico de unos trece años, este estaba escribiendo en un gran libro sobre un escritorio de madera.

—Hola, John —dijo Glindilous al darle una amable sonrisa.

Este chico tenía el cabello de color rubio, llevaba pantalones blancos sueltos y una camisa de color verde aceituna. El chico dejó de escribir y les sonrío a las dos.

—Hola —se levantó de su asiento y saludó nervioso a María—. Es un honor conocer a la nueva Candril.

—Gracias —dijo avergonzada.

—Mi nombre es John Pasguort.

—El mío es María Crosvec… Bueno, Candril. ¿Y qué hacías, John?

—Escribía las buenas nuevas; la llegada de una Candril es el día más importante para Árkel. Todos te darán la bienvenida muy pronto.

—¿En serio? —preguntó al sonreír.

—Sí, se suponía que debía ser una sorpresa —expresó Glin al darle un leve golpe con el codo en las costillas a John—, pero ahora ya lo sabes.

—Bueno —expresó John al sonrojarse—. Lo siento.

—Descuida —dijo María al seguir sonriendo.

Luego de estar un tiempo más hablando con John, Glindilous salió de la oficina junto a María para seguir recorriendo el gran castillo. María pensaba que ni todo un día le alcanzaría para terminar de conocer ese sitio. Glindilous le mostró el resto de las habitaciones y, por último, fueron a la oficina de Clarionise, donde solo María entró.

—Permiso.

—Adelante, siéntate —dijo Clarionise, mientras leía un libro, sentada en su escritorio con unos anteojos puestos. Al ver entrar a María, se sacó los pequeños lentes y cerró el libro al dejarlo sobre el mueble—. ¿Y qué te ha parecido el castillo?

—¡Sorprendente! Es una lástima que mi gente no sepa de usted.

—La lejanía impide que la información planteada día a día se sepa con rapidez. ¿Qué es lo que sabes de las Candriles?

—Bueno, no mucho, solo sé que son niñas elegidas al azar que tienen el deber de enfrentar a quienes atentan la paz de este mundo.

—Bien, estás bien encaminada, pero además de eso debes saber que es una gran responsabilidad. Aquí te enseñaremos a controlar con rigurosidad los poderes que posees. No lo harás sola, las Candriles siempre tienen ayudantes que se comprometen a ayudarla hasta que su mandato finalice.

—¿Cuánto tiempo dura el mandato de una Candril?

—El Dios Amosenios, el Dios más poderoso de Árkel, determinó hace tiempo atrás que el mandato de una Candril debía durar doce años. Luego, la mujer elegida tendrá una vida completamente normal fuera de su vida habitual como Candril. Así que se supone que el mandato debería durar hasta que cumplas los veinticuatro años. A veces pasa que el mandato dura menos de doce años; las complicaciones que este mundo ha tenido que sobrellevar siempre son impredecibles.

—Entiendo… Agradezco haber sido elegida, es un gran honor.

—Me alegra que tomes esa postura. Bueno, volvamos a lo importante. Lo que harás de ahora en adelante será entrenar tus poderes y vendrás todos los días. El castillo está muy lejos de tu hogar, es por eso por lo que vendrás a través de un portal; ya sabes cómo crearlo así que no creo que sea un problema.

—Aún tengo una duda.

—Pregunta lo que sea.

—¿Mis padres lo saben?

—Podrás decírselos cuando estés preparada para hacerlo.

María asintió con la cabeza.

—¿Quieres una taza de té? —le ofreció Clarionise—. Justo antes de que vinieras había preparado té de jengibre.

—Claro, me encantaría.

Clarionise sirvió dos tazas.

—Aún estoy asombrada y… avergonzada de no haber escuchado de usted en toda mi vida —le dijo María, ocultando sus mejillas sonrojadas—. Mis padres solo me hablaban de los tres reyes. Creía que solo ellos eran las autoridades de este mundo.

—Eso es un tema complicado —dejó la taza sobre la mesa—. Los tres reyes tienen autoridad en todo Árkel, mientras que yo soy la autoridad puntualmente de Borchud. Aunque a mi parecer, la Candril elegida es más importante que cualquier rey de cualquier reino. Durante siglos, las Candriles lucharon para que su poder como representantes de Árkel se fortaleciera, pero ese es un tema dejado de lado.

Al atardecer, María se quedó mirando cómo el sol desaparecía en el horizonte mientras tenía apoyados los brazos en la baranda de uno de los balcones, en ese momento Glindilous se acercó a ella. Las dos se quedaron observando como el sol ya casi ni se veía, el cielo estaba anaranjado con algunas nubes. En cuanto el sol ya no se podía apreciar, se prendieron unas antorchas por sí solas, las cuales estaban colgadas en las paredes. Clarionise se acercó a donde estaba María, levantó su mano y diciendo unas palabras, hizo aparecer un portal para que ella lo cruzara y volviera a su hogar, “Ya nos volveremos a ver, Candril”, le dijo Clarionise; María sonrió, se despidió de ellas y cruzó el portal. Al terminar de hacerlo cayó en la tierra de la huerta, su madre salió enfurecida de la choza caminando directo hacia su única hija.

—¡¿A dónde habías ido, jovencita?! ¡No puedes ir por allí sin previo aviso y lo sabes!

—No desesperes, madre.

Cuando intentó explicarle lo que había sucedido, su padre salió de la casa, llevaba un rastrillo en sus manos y soltó un pequeño grito al ver a María.

—¿En dónde estabas, niña traviesa?

—Eso es lo que quiero explicarles —dijo con desespero—. Lo que sucedió fue increíble —sus ojos estaban iluminados—. Mientras regaba la tierra, un portal se me apareció y lo crucé. En un principio dudé en hacerlo, pero la curiosidad siempre me ganó de antemano —comentó ruborizada—, así que simplemente lo crucé. ¡Aparecí en un castillo! Mamá, papá, Clarionise, la reina de Borchud, me nombró la nueva Candril —dijo al sonreír.

—Oh, Dios santo —expresó la madre al poner una mano en su pecho y caer al suelo—. Sabía que este día llegaría, pero nunca pensé que sería tan pronto…

—¿La eligieron? —preguntó el padre sorprendido.

—Eso parece, Héctor.

—¿Sabían que iban a elegirme como Candril? —preguntó con el ceño fruncido.

—Hija, tu padre y yo debemos hablar contigo de algo muy importante. Primero que nada entremos, está haciendo mucho frío aquí afuera.

Los tres entraron a la choza y se sentaron en las sillas que daban a la mesa. Lucinda miró a Héctor antes de comenzar su relato, solo que antes agarró una gran bocanada de aire.

—Yo fui una Candril cuando tenía tu edad —confesó su madre—. Recuerdo cuando el portal se me apareció como si hubiera sido ayer… Y en realidad ha pasado tanto tiempo.

—¿Por qué nunca me hablaron sobre esto? —preguntó Candril, aún asombrada.

—Porque no podíamos, para ambos fue muy difícil ocultártelo, pero sabíamos con certeza que Clarionise te elegiría cuando fuera el momento adecuado —agarró aire.

—Cuéntame más, por favor —insistió emocionada.

—Tenía doce años al igual que tú, estaba sentada cerca del río cuando comenzó a haber un viento muy fuerte, las hojas revoloteaban por todas partes, las copas de los árboles se meneaban de manera violenta, hasta que frente a mi apareció una especie de portal compuesto por el viento y las hojas amarronadas de mi alrededor. Lo observé con detenimiento, y por supuesto también con miedo. No había nadie allí conmigo, y por un momento, creí que era mi imaginación, pero no, lo que estaba frente a mí erareal. Lo toqué, y al hacerlo, me transporté a otro lado. Clarionise se apareció contándome que yo iba a ser una Candril y que debía proteger a la gente de este mundo. Fue una sorpresa para mí, como seguro lo fue para ti. Y bueno, los años pasaron, tuve mucho entrenamiento y, a mis diecisiete años, conocí a tu padre y me enamoré de él desde el primer momento en que lo vi —posó su mirada en su marido y ambos sonrieron, María esbozó una sonrisa al verlos—. Lo conocí en una misión, y nos quedamos hablando durante todo el día. Si quería tener una vida con él, no podía mientras era una Candril, así que le dije la verdad a Clarionise, ella se lo ocultó a los reyes, ya que nunca fue digno de alguien noble fijarse en alguien que no lo fuera. Pero mi amor por tu padre era tan grande que no podía contenerme. Cuando mi deber terminó a mis veinticuatro años, nos quedamos viviendo aquí y jamás volví al castillo —dio un último suspiro—. Admito que hay días en los que extraño las aventuras y los entrenamientos. Ha pasado tiempo, pero no hay ni un día en el que no recuerde ese gran castillo… Ese es el hogar de todas las Candriles y no deberías sentir miedo al estar ahí.

María estaba fascinada con todo lo que acababa de escuchar, le estaba prestando toda la atención posible al relato de su madre.

—¿Sabían con seguridad que sería una Candril? —les preguntó Candril.

—Bueno, no —respondió su padre—. Lo suponíamos, pero nunca nadie nos lo dijo.

—¿Y aún tienes tus poderes? —le preguntó María a su madre.

—Cuando finalizas tu deber, ya no conservas tus poderes —respondió su madre—. Pero siempre se preserva un solo poder, aunque creo que eso es algo de lo que Clarionise debería hablarte, yo no soy la indicada. Tu abuela también lo fue —María sonrió, al igual que su madre—. Con ella comenzó el linaje de las Candriles en nuestra familia, y recuerdo que ella tampoco me había contado sobre su historia, hasta que yo también fui elegida.

—Supongo que le hubiera gustado ver que también su nieta es una Candril —comentó nostálgica.

—Sí —le brillaban los ojos—, pero estoy segura que aunque no esté presente físicamente, ella lo sabe y está muy orgullosa de ti —le acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Te diré algo, cuando eras solo un bebé, tu madre te contaba sus aventuras como Candril —le dijo su padre.

—¿En serio?

—Claro —dijo su madre—. Pero por supuesto no lo recuerdas.

María fue a dormir más tarde de lo habitual esa noche; observando el hermoso paisaje que reflejaba la ventana desde su pequeña y acogedora habitación. No podía parar de pensar en todo lo nuevo que se avecinaba en su vida.

1 Candril [Candríl].

2 Clarionise [Clárionis].

3 Crosvec [Crósvic].

CAPÍTULO 2

LA FIESTADE BIENVENIDA

Se olía el delicioso aroma a las tostadas recién sacadas del fuego en la casa de María, su madre fue quien la despertó para desayunar. María se sentó en la silla y comenzó a comer el delicioso desayuno, que consistía en dos tostadas y un té de hierbas; la combinación perfecta para empezar el día. Al terminar de comer, fue a cambiarse con un vestido de color originalmente blanco, que estaba sucio con tierra. Comenzó a mirarse al espejo al intentar hacer algún hechizo, pero no tenía idea de cómo se hacían; no sabía cómo debía poner las manos, qué debía decir o qué debía pensar. Después de tanto tiempo tratando, chasqueó sus dedos y vio cómo unos brillos de color rosa salieron de su mano, parecía poco, pero para ella eso ya había sido bastante y sonrió al respecto.

El sol ya estaba alto en cuanto María se quedó mirando hacia la nada sentada en su cama, estaba ansiosa por retomar un día similar al de ayer. Alzó su mano en busca de volver a hacer el portal que, según Clarionise, había creado ella misma ayer, pero nada sucedía… Cerró sus ojos e intentó visualizar el portal… Luego de tantos intentos fallidos, logró que se creara. Soltó una sonrisa de oreja a oreja; al menos ahora sabía cómo aparecerse en el castillo.

Al aparecer del otro lado vio que no se encontraba nadie. Comenzó a caminar con cuidado por el largo pasillo principal, ya que aunque Glindilous le había mostrado todo el castillo, no lo recordaba de memoria. Fue directo a donde escuchó voces conocidas, pero en el camino se cruzó con un hombre algo obeso y con barba corta de color castaño.

—Oh, señorita, ya llegó —le expresó aquel hombre.

—¿Quién es usted? —preguntó con amabilidad.

—Mi nombre es Poclas Lewis, soy el ayudante del rey.

—Hola… ¿Sabe dónde está Clarionise?

—Clarionise se encuentra en el patio trasero. Siga caminando y lo encontrará al final del pasillo.

—Gracias —sonrió—. Adiós.

—Adiós —le hizo una pequeña reverencia y siguió caminando.

Extrañada por aquel gesto, caminó hacia donde el hombre le indicó. Una vez allí, Candril se encontró con Clarionise. Glindilous estaba lanzando hechizos de distintos colores hacia una pared, y mientras tanto, John miraba con atención lo que ellas hacían.

—Buenos días.

—¡Hola! No creí que llegarías tan temprano —dijo Glindilous con entusiasmo.

—Mejor, porque hoy empezarás con las lecciones de hechizos —le dijo Clarionise.

A María se le formó una sonrisa deslumbrante en la cara, estaba ansiosa por aprender cómo usar sus poderes. Glin se acercó a María para comenzar con la explicación.

—Bien —suspiró Glindilous—, levanta tu brazo y concéntrate en ese punto blanco de la pared —se lo señaló—, míralo e intenta crear una bola de poder. Sé que suena raro, pero piensa que los poderes se encuentran dentro de ti.

María hizo lo que Glin le aconsejó, se concentró en el punto blanco de la pared que tenía en frente suyo y al estirar el brazo derecho, cerró sus ojos y al abrirlos sintió como una energía comenzaba a salir por sus dedos y con fuerza se formó una gran bola brillante que voló con rapidez hacia la pared y se deshizo en un instante. Eso hizo que John quedara con la boca abierta del asombro, mientras Glin sonreía de oreja a oreja, y Clarionise asentía con su cabeza.

—¡Eso fue increíble! —dijo John emocionado.

—Sí que te luciste —reconoció Glindilous.

—¡Felicitaciones! —le dijo Clarionise.

—¡Gracias! No tengo idea de cómo lo hice.

María siguió practicando casi toda la tarde junto a Glin y Clarionise, mientras John anotaba cosas en un libro. En cuanto Clarionise pensó que el entrenamiento ya había sido suficiente para ese día, se detuvieron. María se acercó a John y se sentó a su lado.

—¿Qué has estado anotando en tu libro durante todo el día?

—Clarionise me pidió que escribiera todo lo que viera de la nueva Candril, y eso hice. Anoté tu verdadero nombre, tus cualidades y lo increíble que ha sido tu primer hechizo.

—Interesante.

—En serio es un honor conocer a una Candril —dijo al sonreír.

—Oh, gracias, pero solo soy una chica ordinaria.

—No eres una chica ordinaria —aclaró de inmediato—. Ser una Candril es muy importante, no es un puesto que uno gane con facilidad. Estoy estudiando toda la historia de las Candriles y es muy interesante. El problema es que el libro que habla de ellas es enorme, ¡tiene más de mil páginas! Aún no lo termino, pero ya sé bastante.

—Eso es fascinante, tendrás que contarme sobre la historia. En mi pueblo se sabe muy poco sobre el símbolo de las Candriles, lo cual es una lástima.

—Ahora no tengo mucho tiempo —dijo apenado—, pero ya te contaré todo lo que sé.

—Eso sería estupendo… Y veo que vives aquí, ¿verdad?

—Sí, mis padres vivían en la miseria, al igual que yo antes de venir aquí… Pero Clarionise se ocupó de ellos muy amablemente al darles un hogar. Aunque me parezca muy interesante todo esto —dijo al mirar alrededor de la habitación en donde estaban—lamentablemente no tengo poderes.

—¿Ni siquiera puedes aprender de alguna manera?

—Podría, pero soy terco para aprender sobre asuntos prácticos. Me gusta más ver cómo otros hacen los hechizos y anotar lo que me pida Clarionise.

Más tarde Glin le pidió a María que la acompañara a su cuarto. Su habitación era de madera color claro, los muebles brillaban como si estuvieran encerados, su cama estaba cubierta por una sábana de lana con cuadros de muchos colores; había una enorme ventana que daba hacia el patio en donde habían estado entrenando.

—Quiero mostrarte algo —le dijo Glindilous, quien se acercó a una pecera redonda, la agarró con ambas manos y se sentó en su cama al lado de María.

—No hay nada en la pecera.

—¿Estás segura? —sonrió y metió su mano bajo del agua. Al sacarla, sostenía un pequeño animal.

—¿Qué son estas criaturas? —exclamó asombrada.

—Son Quémeys. Estos animalitos pueden hacerse invisibles debajo del agua, crecen de un huevo y mantienen este tamaño toda su vida. Emiten un sonido muy agudo casi imperceptible para el oído humano, esa es su forma de comunicarse. Este tiene solo dos meses, pueden llegar a vivir más de cien años, es increíble.

—Son hermosos —dijo al tener sus ojos clavados en aquella criatura—. ¿De qué se alimentan?

—De esto —agarró un frasco de vidrio que contenía pequeñas piedritas de color violeta.

—¿Qué son?

—Son piedras del lago Lander, queda muy lejos de aquí y cuesta conseguirlas, pero bueno… es lo único que pueden comer, además el agua en donde están es mágica, sino morirían.

—Cuidarlos es un gran trabajo, pero parecen ser muy tiernos.

—Solo son tiernos si les agradas, se nota que te quieren.

Las dos rieron y, luego de estar un tiempo jugando con los Quémeys, Glin le contó sobre la fiesta que daría lugar esa noche. Sería una noche de gala e irían personas muy importantes de Árkel a darle la bienvenida a la nueva Candril.

María caminó a la oficina de Clarionise, tocó su puerta y pasó.

—¿Sucedió algo? —le preguntó Clarionise.

—Bueno… Esta noche es la fiesta de bienvenida y, como usted sabe, mi familia y yo somos pobres. No tengo ropa de gala para una fiesta.

—No tienes de qué preocuparte, aún conservo el vestido que usé yo, podrías usarlo.

—¿No sería ninguna molestia?

—Para nada. Eres demasiado amable, deja de tratarme de usted.

—Me tomará tiempo acostumbrarme —rio.

Clarionise se acercó a un armario y sacó un vestido largo y blanco con detalles en plateado, demasiado elegante para una niña de solo doce años, pensó María.

—¿Te gusta?

—¡Es hermoso! —exclamó—. Me encanta. En serio, gracias.

—De nada, ahora ve a cambiarte que en poco tiempo comenzara a venir la gente.

Al terminar de vestirse, María fue hacia el gran salón que Glin le mostró el primer día. Había un trono donde iba a sentarse Clarionise, y había un asiento más pequeño al lado en donde iba a sentarse María cuando la nombraran oficialmente una Candril.

Ya era de noche en cuanto los invitados comenzaron a llegar. La mayoría eran campesinos bien vestidos que llevaban ofrendas en agradecimiento por la nueva Candril; llevaban verduras, como papas, cebollas, zanahorias, entre otras cosas. Luego llegó la gente de clase más alta que como ofrenda traía jarrones de porcelana, copas de plata y joyería de piedras. En cuanto el gran salón ya estaba repleto de gente bebiendo vino, o comiendo del banquete en donde había uvas, pollo, cerezas, vino tinto del más fino; Clarionise entró por la gran puerta, todos la aplaudían haciéndose a un lado para dejarle el paso libre, cuando ella pasaba por al lado de ellos, algunos le hacían una reverencia. Antes de que Clarionise llegara al trono y se sentara, les dedicó unas palabras a los invitados: “Muchísimas gracias por estar presentes en esta noche tan especial para Árkel. Como ha sido costumbre desde hace siglos, una niña ha sido elegida para cuidar a las personas de este mundo y en esta ocasión su nombre es María Jazmín Crosvec”. Al terminar de hablar, señaló hacia una puerta y de allí salió María sonrojada y sonriente, los nervios la estaban comiendo viva pero intentaba actuar natural. Apenas comenzó a caminar hacia su asiento, escuchó la ovación de la gente. Al llegar a su pequeño trono, se sentó al igual que Clarionise y la fiesta continuó. Todos bailaban una danza que ahí era llamada “La Danza De La Guerrera”, danza creada para bailar en la fiesta de bienvenida de una Candril.

Tiempo después Glindilous se acercó a Clarionise y le dijo algo al oído que hizo que se levantara de su asiento, María la miró extrañada al ver cómo abandonaba el salón. En cuanto quedó sola, un hombre de túnica roja y negra, con una larga barba negra, al igual que su larga cabellera y cejas tupidas, se acercó a ella haciendo una reverencia y se presentó: “Mi nombre es Brounstand Lewi-More”, dijo con una voz grave, María le preguntó qué necesitaba y él sonrió de forma maliciosa. María frunció el ceño sin entender qué era lo que estaba sucediendo. Brounstand desenvainó una espada de su túnica y le apuntó a María con ella, una mujer de los invitados lo vio y gritó, haciendo que todos voltearan a ver la terrible escena. Glindilous vio lo que sucedía y corrió en busca de Clarionise, quien estaba hablando con el rey. Clarionise corrió hacia donde estaba María y se paró frente a ella.

—No elegiste un buen día para molestar —dijo Clarionise desafiante hacia el hombre.

—Es un día perfecto —contestó Brounstand.

Tanto Glindilous, como John y el tumulto de gente, se encontraban aterrorizados. Glindilous intentó intervenir, pero Clarionise no se lo permitió.

—Déjala que se defienda sola —dijo Brounstand—. Si es la verdadera guerrera, sabrá cómo enfrentarme.

Clarionise miró a María, quien aunque estaba asustada, también estaba decidida. Se alejó de aquella situación, pero no tanto por las dudas, y dejó que María se defendiera sola.

Brounstand empuñó su espada para atacar pero María levantó sus dos manos al cerrar muy fuerte sus ojos; en cuanto hizo eso, creó un campo de fuerza que la protegió, miró sus manos, bajó sus brazos y los observó asombrada. Brounstand tiró la espada y creó un hechizo que hizo que la niña cayera al suelo, pero ella se levantó con agilidad y le lanzó un hechizo que hizo que él cayera al piso; débil volvió a levantarse e hizo su último intento, pero María señaló con su mano la espada, y eso hizo que esta apareciera en su mano, así que en cuanto Brounstand le lanzó un hechizo de una luz negra, ella lo deshizo con la espada. Brounstand observaba a María perplejo, para luego desaparecerse. María respiraba rápido y fuerte. Hubo unos segundos de silencio, hasta que el público comenzó a aplaudirla. Clarionise subió al estrado y la abrazó. Glindilous junto a John la aplaudieron con orgullo.

Para cuando la fiesta había concluido, todos se despidieron con cortesía de Clarionise y de Candril. En el gran salón solo quedaban Candril y John, quienes estaban sentados en el piso.

—Fue increíble presenciar lo que hiciste —le dijo John—. Lo que pasó hoy será histórico.

—No sé cómo hago los hechizos, pienso que puedo hacerlo y lo hago. Es fantástico.

CAPÍTULO 3

LOS AYUDANTESDE CANDRIL

Candril despertó temprano por un mal sueño y no logró volver a dormir. Era una mañana soleada, así que la niña aprovechó para levantarse y limpiar su habitación. Más tarde su madre, que tenía un delantal blanco, fue a la habitación de su hija para darle los buenos días.

—Hoy es un día estupendo —le dijo su madre.

Abrió las cortinas para que la luz del sol reflejara en su ventana.

—¿Por qué ayer papá y tú no presenciaron mi fiesta de bienvenida?

—Lo siento, nena —se acercó a su hija y le acarició la mejilla derecha—. Lo que sucede es que cuando una Candril decide no volver al castillo, ya no es bienvenida. Y quienes no son bienvenidos, difícilmente pueden ingresar en él.

—Es una pena, porque ayer vencí a mi primer oponente —dijo al sonreír con orgullo.

—¿Quién fue? ¡Cuéntame! —exclamó con una sonrisa en el rostro.

—Fue un hombre llamado Brounstand. Tuve miedo, pero al final se rindió y desapareció.

Candril caminó a la cocina a prepararse el desayuno, en cuanto de repente un portal apareció de la nada, Candril lo cruzó sin dudarlo y al hacerlo, llegó al castillo que se encontraba en Borchud, en donde del otro lado había una niña de cabello muy oscuro y piel pálida.

—Oh… Hola —dijo tímida la niña.

—Hola, soy Candril, ¿quién eres tú?

—Blanca Munding.

—Un gusto conocerte.

—Igual. Si buscas a Clarionise, está en su oficina.

—Sí, gracias. Adiós.

Esta chica no respondió, parecía tener unos trece años y ser algo miedosa. Candril caminó hacia la oficina de Clarionise en donde tocó la puerta antes de entrar.

—Buenos días —le dijo Candril.

—Buenos días. Hoy será un día muy importante para ti. Siéntate —dijo antes de continuar hablando.

Candril se sentó en una silla de madera, Clarionise le entregó un vaso con agua y se sentó en su asiento.

—Las Candriles deben tener uno o dos ayudantes a lo largo de su tratado. Con los reyes, que luego conocerás, tendremos una reunión para concluir quién será.

—¿Será alguien con experiencia? —preguntó con curiosidad.

—No es necesario. Eso lo sabrás cuando la reunión concluya.

—¿Cuándo lo sabré?

—La reunión es… —miró un reloj de arena que tenía sobre el escritorio— ¡Oh! Es en diez minutos, debo apurarme.

En el camino, Clarionise se cruzó con Glindilous.

—Clarionise, sabes a quién debes elegir para ser su ayudante.

—Eso lo determinaremos junto a los reyes.

—Lo sé, pero...

—Tú debes procurarte de esconder bien tu secreto —le interrumpió en un susurro.

—Nadie lo sabrá.

—Mejor así, sería una locura si alguien se enterara.

—Sé que nadie debe saberlo pero ¿no crees que ocultárselo a los reyes es peligroso?

—Yo no diría peligroso, más bien diría que no contárselos es ser cautelosas.

El reinado se dividía en tres reyes: Las reinas Aguater Cristalayn e Incandalecente, y el rey Imaginatunm Salur-Dem; Poclas también estaba allí ya que era el ayudante del rey y debía presenciar ese tipo de conferencias.

—Es indispensable elegirle un ayudante a Candril —expresó Aguater, relajada como de costumbre.

Aguater era una mujer que mantenía una postura recta, tenía el cabello de color dorado y la piel blanca como la nieve, además de una nariz respingada. Sus ojos eran azules y tenía un vestido blanco perlado.

—Junto al rey hemos estado hablando sobre este tema, y elegimos a Glindilous Rosaleuli, una niña que ayuda a Clarionise con la organización del castillo hace ya cuatro años —deliberó Poclas.

—Pero Clarionise nos comunicó que tomemos en consideración a John Pasguort, un muchacho que trabaja en el castillo —dijo Incandalecente.

Al contrario de Aguater, la reina Incandalecente no asemejaba ternura, sino autoridad. Llevaba puesta una túnica roja con dibujos ondulados en dorado y el pelo negro azabache con un flequillo en forma de flecha y corto hasta los hombros. Sus ojos eran negros, con una mirada desafiante. El rey Imaginatunm Salur-Dem parecía perplejo con la opinión de sus compañeros.

—¿Acaso has olvidado una de las reglas más importantes? —recriminó el rey—. ¿Dónde se ha visto a una Candril con un niño como ayudante?

—Entiendo tu plateo, Salur —dijo Clarionise—, pero las reglas las hemos hecho nosotros y podrían cambiarse cuando se nos plazca.

—Sabemos que Candril puede contar con dos ayudantes —reflexionó el rey.

—El reglamento dice que ante una situación de indecisión, se pueden elegir a dos ayudantes para la actual Candril —dijo Aguater—, pero en tal caso, a uno de ellos se le deberán quitar sus poderes a una edad avanzada.

Poclas se levantó de su asiento y habló.

—Bien, ¿está decidido? —preguntó Poclas.

Nadie emitió palabra alguna. Extendido sobre la mesa había un pergamino arrugado y húmedo, en donde todos dejaron su firma por escrita para dejar una prueba de la decisión que habían tomado.

Clarionise fue hacia donde estaban Candril, Glindilous y John y les contó la nueva noticia. Glindilous sonrió muy alegre mientras que John se mantuvo callado, parecía no poder creerlo. Pero ante tanta emoción de los tres, Clarionise les dijo.

—Entiendo su emoción, pero deben tener en claro que habrá gente que querrá matarlos, en especial a ti Candril —María cambió su semblante a un rostro serio y preocupado—. Tus poderes son deseados por muchos y deberán pasar por varias pruebas y misiones en donde sus vidas serán puestas en peligro. El valor es algo muy importante para ser un ayudante… Pero basta de tanto palabrerío —dijo al mover sus manos de lado a lado—. Felicitaciones a los dos —les dijo a Glindilous y John.

Los tres se dieron un abrazo.

Los tres amigos estaban en una habitación muy grande en donde solo había cuadros colgados con la imagen de cada una de todas las Candriles que había habido hasta el momento. Todas estaban vestidas como guerreras, eran cuadros pintados a mano.

—Solo hay un problema con todo esto —comentó John—. Yo no tengo poderes.

—No creo que eso sea un problema —dijo Glindilous—. Ya aprenderás. Ahora, deberíamos seguir practicando —le dijo a Candril.

—Estos cuadros son hermosos —dijo Candril al ver cada una de las imágenes, ignorando el comentario de Glindilous.

—Lo son, a un costado de todos los cuadros está la firma de la Candril de la pintura —dijo Glindilous al señalar una firma de uno de los cuadros.

—¿Sabían que solo una Candril en toda la historia murió en una de sus misiones? —dijo John.

—¿Cómo fue? —preguntó Candril.

—No es necesario recordar momentos como esos —dijo Glindilous.

—Vamos, quiero saber —insistió Candril.

—Se llamaba Andalucía, fue hace unos doscientos años —contó John—. Tuvo que enfrentarse a una bruja temida por el pueblo en donde ella vivía, le lanzó un hechizo que la Candril no logró detener y… murió. Padeció muy joven, tenía unos… —se detuvo unos segundos a recordar la edad— diecisiete años.

—Pobrecita… —expresó Candril.

—No tienes de qué preocuparte—dijo Glindilous—. Sí es cierto que una Candril entre cientos murió, pero también otras fueron victoriosas y el mejor ejemplo es Clarionise. Imagínate, fue la instructora de todas las Candriles y jamás ninguna logró reemplazarla —dijo con orgullo.

CAPÍTULO 4

PRIMERA MISIÓN

Ya hacía dos meses que María se había vuelto una Candril, ese fenómeno del cual día a día aprendía cada vez más.

Temprano por la mañana, Candril despertó. Tenía los ojos somnolientos y se sentía cansada, los entrenamientos habían sido fantásticos, pero agotadores. Glindilous le había explicado bastantes hechizos y, poco a poco, aprendía a ser una verdadera Candril. Por otra parte, John no paraba de anotar cosas en su libro sobre la evolución de María. Pero a pesar de su gran desarrollo, aún no había tenido su primera misión… Ya se había enfrentado a ese hombre que tanto miedo le producía recordarlo, cuyo nombre era Brounstand; pero había sido de forma imprevista, así que ahora en adelante sabía que debía estar preparada para los ataques sorpresa.

María abrió un portal al castillo de Borchud. Apareció en el mismo lugar donde se había presentado la primera vez, y se encontró con la chica que había visto tiempo atrás: Blanca Munding.

—Hola —dijo Candril sonriente.

—Hola… Lamento si fui grosera cuando nos conocimos —dijo apenada.

—No te preocupes —contestó amable—. ¿Y trabajas aquí?

—Sí, ayudo con los deberes del castillo, limpiarlo y todo eso.

—Oh… pero solo eres una niña.

—¡Igual no me quejo! —exclamó alegre—. Aunque sea para limpiar el castillo, es un privilegio mientras pueda presenciar los entrenamientos y todo lo que hagas —Candril iba a decir algo pero ella la interrumpió—. Sé que suena extraño, pero en serio me agrada mi trabajo. Además no es que me extorsionan ni nada parecido, yo misma me ofrecí a esto.

—Ah… ¿desde cuándo estás aquí?

—No lo sé con exactitud, pero vivo aquí.

En cuanto Candril atinó a comentar algo, Clarionise apareció ante ellas, Candril se despidió de Blanca y fue junto a Clarionise.

—Creo que era hora de que este día llegara —dijo Clarionise en un susurro.

—¿Qué cosa?

—Tendrás tu primera misión.

—¿En serio? —preguntó emocionada.

—Sí, pero recuerda que no estarás sola. Tus ayudantes te acompañarán.

—¿Cómo será mi primera misión? ¿De qué tratará?

—Calma —sonrió—. Ahí vienen Glin y John, debo contarte todos los detalles junto a ellos.

En cuanto Glindilous y John llegaron y saludaron a Candril, escucharon con atención lo que Clarionise tenía para decirles.

—Bien —suspiró—, una Coptis llamada Melisa está hechizando a los habitantes de un pueblo cercano: Fericond.

—¿Una Coptis? —preguntó Candril—. En mi pueblo dicen que son demonios del agua, ¿es eso cierto?

—No exactamente —le dijo Glindilous—. Las Coptis son mujeres que viven bajo el agua, pero su respiración no dura más de una hora, así que de vez en cuando salen a la superficie en busca de aire. Son engañosas y muy persuasivas.

—Exacto, así que deben tener mucho cuidado —les resguardó Clarionise.

—¿Acaso debemos… matarla? —preguntó John con temor.

—No, claro que no —aclaró Clarionise al abrir con exageración los ojos—. Lo que deben hacer es desmayarla y traerla a la prisión del castillo.

—Eso suena sencillo —dijo Glin. John y Candril la miraron asombrados—. ¿Qué? Podría ser peor…

—No será sencillo, ¿verdad? —preguntó Candril.

—Bueno, todo depende de ustedes tres —contestó Clarionise—. Deben recordar ser cuidadosos y entender que su vida está en constante peligro.

—Bueno, me quedo más tranquilo —comentó John con sarcasmo.

Glindilous agarró de la mano a John y a Candril e hicieron una aparición en frente de una montaña; hacía frío y gran parte de esta estaba cubierta por nieve.

—¿Cómo encontraremos a una Coptis si no hay agua? —preguntó Candril.

—Debemos entrar en lo profundo del bosque —dijo Glin al señalar el bosque que se encontraba frente a ella—. Ahí hay un lago, en donde se supone que viven las Coptis, o bueno, gran parte de ellas.