El paraíso de los errantes - Pablo Velazquez - E-Book

El paraíso de los errantes E-Book

Pablo Velazquez

0,0

Beschreibung

A diario, la vida nos presenta un sinnúmero de situaciones diversas y extraordinarias. Sin saberlo, somos testigos accidentales de eventos aleatorios que nos provocan risas, asombro y, en el mejor de los casos, hasta pueden dejarnos una anécdota. En nuestro ir y venir cohabitamos con personajes maravillosos que usualmente pasamos por alto, aunque ellos siempre están ahí, esperando a que los veamos. El paraíso de los errantes trata sobre eso, y nos propone intentar ir más allá de nuestro derrotero diario y permitirnos soñar a medida que avanzamos en sus páginas. Sus relatos parten de hechos comunes, pero navegan entre lo mágico y lo real, persiguiendo el costado asombroso detrás de cada situación e intentando retratar lo extraordinario que convive con lo habitual. En este universo hay poetas, tarotistas, fantasmas y hasta un adivinador de penales. No faltan los filántropos, los oráculos ni los detectives. Conviven soñadores con fundamentalistas, goleadores y sirenas. Hay intrépidos comerciantes árabes y misteriosos hacedores de quimeras; pero, sobre todas las cosas, hay un intento de agregar una pizca de magia a nuestras vidas.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 157

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Velazquez, Pablo

El paraíso de los errantes / Pablo Velazquez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Bärenhaus, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-8449-36-4

1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título.

CDD A863

© 2022, Pablo Velazquez

Diseño de cubierta e interior: Departamento de arte de Editorial Bärenhaus S.R.L.

Todos los derechos reservados

© 2022, Editorial Bärenhaus S.R.L.

Publicado bajo el sello Bärenhaus

Quevedo 4014 (C1419BZL) C.A.B.A.

www.editorialbarenhaus.com

ISBN 978-987-8449-36-4

1º edición: diciembre de 2022

1º edición digital: noviembre de 2022

Conversión a formato digital: Libresque

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446 de la República Argentina.

Sobre este libro

A diario, la vida nos presenta un sinnúmero de situaciones diversas y extraordinarias. Sin saberlo, somos testigos accidentales de eventos aleatorios que nos provocan risas, asombro y, en el mejor de los casos, hasta pueden dejarnos una anécdota. En nuestro ir y venir cohabitamos con personajes maravillosos que usualmente pasamos por alto, aunque ellos siempre están ahí, esperando a que los veamos.

El paraíso de los errantes trata sobre eso, y nos propone intentar ir más allá de nuestro derrotero diario y permitirnos soñar a medida que avanzamos en sus páginas. Sus relatos parten de hechos comunes, pero navegan entre lo mágico y lo real, persiguiendo el costado asombroso detrás de cada situación e intentando retratar lo extraordinario que convive con lo habitual.

En este universo hay poetas, tarotistas, fantasmas y hasta un adivinador de penales. No faltan los filántropos, los oráculos ni los detectives. Conviven soñadores con fundamentalistas, goleadores y sirenas. Hay intrépidos comerciantes árabes y misteriosos hacedores de quimeras; pero, sobre todas las cosas, hay un intento de agregar una pizca de magia a nuestras vidas.

Sobre Pablo Velazquez

Pablo Velazquez nació el 23 de junio de 1979, en CABA y reside en Ituzaingó, en el oeste bonaerense. Es Contador Público egresado de la UBA en 2012. Ha participado en el taller de escritura “El cuaderno Azul” de Juan Sklar y en el taller literario que lleva adelante Delia Covelli, profesora en Letras de la UBA.

El paraíso de los errantes es su primer libro. Algunos de sus cuentos formaron parte de diversas publicaciones en formato digital y tradicional, en Argentina y en el extranjero.

Actualmente, se encuentra finalizando un libro de cuentos con el fútbol como eje movilizador de las historias; un fútbol mínimo, el de los pueblos del interior, los clubes de barrio y los amigos de la infancia. También trabaja en su primera novela, una historia sobre un viaje por las rutas del país, una investigación y el pasaje de la juventud hacia la adultez.

Lleva adelante la web www.biromelanegra.com

ÍNDICE

CubiertaPortadaCréditosSobre este libroSobre Pablo VelazquezDedicatoriaPrólogoLeyenda del tren erranteUna historia para Evaristo CarriegoLos Mejoradores de HistoriasEl adivinador de penalesLa soledad en la calle RivadaviaCuando los viejos se ponen de pie500 costillas de carneEl precio de los misteriosLos hacedores de quimerasSalvador Rucci, el poeta revulsivoHistoria del tipo que un día fue felizEl asombroso interno 4Sortilegio estivalLaberintosEl oráculo que predijo su destinoBalada improbable para un universo entrelazadoEpílogoAgradecimientos

A la memoria de mi padre.

PRÓLOGO

Tal y como dijera el más grande escritor argentino en su epílogo a El libro de arena, “Prologar cuentos no leídos aún es tarea casi imposible, ya que exige el análisis de tramas que no conviene anticipar” (Jorge Luis Borges, Buenos Aires, 1975).

Siguiendo la línea del maestro, y más allá de lo que uno pueda o no anticipar sobre este conjunto de relatos, la tarea de redactar su prólogo me ha resultado por demás compleja. Esto se debe principalmente a que —a mi entender— los cuentos aquí presentados no se encuadran puntualmente dentro de ninguna de las ramas específicas del género, aunque, sin embargo, abrevan de una gran variedad de ellas. Así, tenemos por ejemplo que, aunque no se trate de cuentos policiales, encontraremos entre sus páginas policías y misterios; sin tampoco poder considerarse textos de corte fantástico, se sucederán en ellos eventos mágicos, sobrenaturales e incluso extraños; y a pesar de no tratarse de cuentos costumbristas, un cierto dejo de nostalgia y evocación perfuma sutilmente todos los relatos.

Como supongo que ocurre con todos los apasionados por la escritura, suelo tener la costumbre de imaginar las historias que existen detrás de los hechos más comunes y rutinarios —la cola de un banco, un viaje en tren, un partido de fútbol, un amor—. Y creo que fue esa búsqueda la que me llevó a escribir este libro. El tener la posibilidad de develar las historias detrás de las historias, navegando cuidadosamente entre lo mágico y lo habitual, persiguiendo el costado asombroso detrás de las situaciones que vivimos a diario e intentando retratar lo extraordinario que convive con lo conocido.

En este pequeño universo entrelazado conviven poetas, payadores, tarotistas y hasta un adivinador de penales; tampoco faltan los filántropos, los oráculos ni los detectives. Hay goleadores y sirenas, fantasmas buenos y otros no tanto. Desperdigados entre los textos que integran esta alquimia inesperada coexisten misteriosos hacedores de quimeras, intrépidos comerciantes árabes, y también ciertos colectivos de personas defendiendo sus propias creencias y sistema de valores que se irán revelando poco a poco.

Bienvenidos al paraíso de los errantes, espero que disfruten del viaje.

 

P. V.

LEYENDA DEL TREN ERRANTE

En los copetines de la estación Liniers del Ferrocarril Sarmiento, se habla de la existencia de un tren que realiza el trayecto Once-Moreno sin detenerse. Comentan que circula durante las noches sin luna.

Lo habitan almas perdidas y solitarias que se alimentan de la esperanza tardía.

Hay sobrados testimonios que dan cuenta de los avistamientos del convoy misterioso. Personas comunes que súbitamente se vieron cara a cara con el espectro rodante.

Algunos observadores afirman que prestaron oídos a novios quinceañeros que lloraban desconsolados su primer desengaño amoroso, juran haberlos escuchado y dado consejo para luego verlos desaparecer junto con el paso del tren en la negrura de la noche.

Un transeúnte declaró haber descubierto a un grupo de hinchas del extinto club Colorados Unidos lamentarse por un título que nunca llegó, todo debido a un penal no sancionado en el año ‘38. Nosotros, sin embargo, sabemos bien que aquel penal nunca existió.

El filántropo Estanislao sostiene haberle ofrecido un pañuelo a una dama desconocida en un banco de la estación Ciudadela. Asevera haberla encontrado esperando con lágrimas en los ojos el regreso de un amor no correspondido.

La mayoría de los testigos sitúan al tren en las cercanías de Liniers, aunque otros dicen que lo vieron en Morón e incluso en las proximidades de Floresta.

El último testimonio es, sin dudas, el más sorprendente.

Gómez, el dependiente del copetín de la estación Liniers, era un tipo tranquilo que repartía su tiempo entre el trabajo, su madre y un grupo de amigos recurrentes con quienes compartía una cuestionable afición por el juego; no era muy ambicioso, ni había gozado de mucho éxito en el amor, pero a su manera, era feliz y ensoñador. De hecho, en la estación todos recordaban verlo siempre de buen humor rondando el andén. Su encuentro con el espectro rodante ocurrió durante una noche de excesos, cuando divisó el número del tren que se acercaba por la vía norte. Gómez juraba que era el 5817, “la desgracia” en la quiniela, pero a la semana siguiente lo volvió a ver y era ahora el 5872 “la sorpresa”; tres semanas más tarde creyó advertirlo bajo el 5893 “el enamorado”, y así durante el transcurso de tres meses le sucedió verlo bajo cifras diferentes... alegó haber espiado los números 22 “el loco”, el 69 “los vicios” y el 21 “la mujer”, entre otros. Al comienzo no quiso arriesgarse, pero luego empezó a realizar pequeñas apuestas a la quiniela según el tren que se le presentase... su éxito fue dispar pero sostenido.

Lo inesperado sucedió cuando la chapa del tren reflejó el 5848: “il morto chi parla”. A pesar de las advertencias que recibió de sus amigos, el dependiente, que siempre fue adepto a las cábalas y el misticismo, resolvió apostar a ese número a la cabeza en las loterías de Buenos Aires y Montevideo. La primera sorpresa que se llevaron sus conocidos fue que Gómez acertó un pleno en ambas casas de apuestas, algo que no había sucedido anteriormente. La segunda, que Gómez no aparecía por ningún lado: no se había presentado a trabajar ni respondía su teléfono, de hecho, nadie lo había visto. Al principio, bromeaban sobre su desaparición. Luego, con el paso de los días, la cosa se puso más seria: lo buscaron en su casa y en la de su madre, recorrieron comisarías, hospitales y morgues, pero el resultado era siempre el mismo: ni rastros del dependiente. Finalmente, en el copetín de la estación decretaron tres días de duelo y entre los habitués se rumoreaba que alguien lo vio arrojarse a las vías del tren con las boletas en la mano. Gómez nunca apareció, y con el tiempo todos fueron olvidándose de él.

Por las dudas, nadie más volvió a jugar al 48.

Los Fundamentalistas Fácticos insisten en negar la existencia del tren, alegando que una formación no puede correr por las vías indefinidamente; resoplan al escuchar conversaciones mencionando la ausencia del maquinista. Debaten si podría tratarse del carguero que circula por las noches o solo son meros divagues de trasnochados. Sus opiniones están divididas y hasta el día de hoy se producen acaloradas discusiones en la sociedad de fomento de Villa Luro al respecto. Nosotros, en cambio, tenemos en claro que esta gente no tiene la sutileza suficiente para comprender hechos tan sensibles y espirituales.

Allá ellos y su lógica pragmática, desde este lado preferimos pensar diferente. Sabemos que al tren solo pueden verlo los soñadores, los bohemios y los poetas. Aquellos que no se resignan, ni se conforman. Los que permanecen en la esperanza, los idealistas que aún buscan a su primera novia y las personas que sonríen recordando el beso que les robaron en el patio de la escuela. Los locos y los enamorados, los que ríen, los que lloran.

Los que están vivos.

Si alguna vez te cruzas con el tren, levanta la mano y saluda. Gómez, desde alguna ventanilla nostálgica, te devolverá la cortesía.

UNA HISTORIA PARA EVARISTO CARRIEGO

“...si te agarro con otro te mato...”

Dicen que fue lo que se le escuchó decir al pobre del Chueco Valdivia, la noche en que su mujer, María, apareció muerta de un golpe en la cabeza en el piso de su cocina.

Lo chueco lo traía de nacimiento debido a una malformación, pero lo de pobre fue mérito propio gracias a una mezcla de suerte esquiva y pésimo instinto al momento de elegir el caballo al cual jugarse el jornal.

El aviso a las fuerzas del orden lo dio doña Inés, vecina del conventillo, quien afirmó oír la amenaza, algunos gritos, y finalmente un estruendo. Además, adujo escuchar un extraño ruido al que describió sencillamente como el de “un golpe seco”.

Cuando a las 4 de la mañana los oficiales llegaron al lugar del hecho, Valdivia lloraba en un rincón la partida de su esposa. Ante la inquisitiva mirada de los funcionarios públicos, negó rotundamente tener algo que ver con el asunto y se mostró indignado ante tal sugerencia. Y tan solo aseguró que dormía plácidamente hasta que despertó por el impacto de un golpe.

El susodicho pasó el resto de la madrugada en la comisaría, entre papeleo, barrotes de hierro y exclamaciones de inocencia. En su declaración optó por exculparse del hecho argumentando que llegar a su casa con unas copas de más y cantando a viva voz los temas de un famoso cantautor popular, no lo convertían en asesino. Afirmó, además, que amaba a su mujer y alegó que doña Inés le tenía encono desde la vez en que la llamó “vieja bruja” por practicar el tarot en el barrio. Pidió, por último, que lo dejaran ir a despedirse de “la María” —así llamaba a la difunta— como Dios manda y que le permitieran conseguir la muda de ropa necesaria para guardar el luto acorde a tan desgraciado acontecimiento.

Los efectivos hicieron caso omiso de sus reclamos y lo encerraron en el calabozo por el resto de la noche. Luego le aconsejaron confesar, ya que el arrepentimiento, le dijeron, podría otorgarle alguna ocasional reducción de pena. «Que Dios se apiade de este pobre diablo», les escuchó decir, «Nosotros no vamos a hacerlo».

A la mañana siguiente el expediente recayó en el escritorio de Evaristo Carriego, que actuaba en la fiscalía como defensor de oficio. Informal, ilustrado, manejable... con algo de detective y buen tino para los vicios. Con su aspecto pálido y desgarbado, los que lo conocían decían que lo que no tenía de espabilado, lo compensaba por concienzudo.

Con su gabán marrón, su figura delgada, y portando un raído sombrero de fieltro, daba más la impresión de ser un detective caído en desgracia que un instrumento de la justicia.

Leyendo el expediente, Evaristo se enteró de que, al llegar, la policía encontró varios long plays desperdigados por el suelo, un sillón-cama abierto —presumiblemente utilizado por el acusado—, un viejo equipo Wincofon aún funcionando, un vaso de whisky a medio beber y los restos de vidrio de otro recipiente —tal vez una botella— diseminados en el suelo de la cocina, además de otros detalles sin importancia. La fallecida yacía tendida en el suelo, boca arriba, con la marca de un golpe en la sien y varias esquirlas incrustadas en el cuero cabelludo. La hora de deceso aproximada se estableció sobre las 2:45 AM.

El abogado dedicó el resto de la mañana a sopesar las alternativas del caso y entrevistarse con los oficiales intervinientes. Luego recorrió el barrio del recluso, poniendo especial énfasis en el lugar del hecho y en el bar de la esquina. Allí, conversando con el dependiente, supo que “el chueco” —con tal apodo lo conocían en el lugar—, era un «ferviente cantor de la música popular», que «desafinaba más de lo que cantaba», y que solía «cerrar el bar», ya que casi siempre se quedaba hasta la hora de bajar la persiana.

Satisfecho con sus primeras pesquisas e incipientes conclusiones, Evaristo regresó a la comisaría a releer la declaración del acusado. Finalmente, se dirigió hacia la celda de este a realizarle una pregunta.

—Dígame, Valdivia, ¿hace cuánto que usted y la finada no intimaban?

—¿Intimar? —se rio— Nosotros hace tiempo que no teníamos contacto físico. Incluso llevo durmiendo en la cocina desde hace años, fíjese. Óigame, Carriego, y perdone la expresión en este momento, pero nuestra pasión lleva ya mucho tiempo muerta y enterrada —Valdivia se encogió de hombros— es la cruda verdad.

Evaristo sonrió.

—No se diga más —dijo, y saludándolo con un gesto, enfiló rumbo a la oficina del comisario.

Golpeó la puerta del despacho de Mario Sepúlveda y con total parsimonia y desparpajo se acercó hacia su escritorio.

—El hombre que ingresaron sus efectivos anoche al calabozo es inocente... culpablemente inocente para expresarnos mejor.

—¿Cómo dice? —Sepúlveda sonaba divertido— ¿Se refiere al borracho que encontramos in fraganti en la escena?

—El mismo que viste y calza —respondió seguro Evaristo.

—A ver cómo se arregla para explicármelo, Carriego.

—Verá usted, cuando Valdivia regresó a su casa anoche, lo hizo totalmente ebrio. Había estado bebiendo, cantando y escuchando canciones en el bar de la esquina.

El comisario asintió.

—Cuando el garito cerró, lejos de haber terminado su noche, el susodicho decidió continuar la faena en casa. Al llegar y como era de esperarse debido al horario, todo estaba ya en silencio y a oscuras, y como Valdivia —a su manera— amaba a su mujer, decidió no importunar a María y seguir brindando en nombre de los dos.

—Extraña forma de respetarla —dijo el comisario al tiempo que se rascaba la cabeza.

—Permítame continuar, Mario, por favor...

—Claro, hombre, claro, continúe...

—...como le venía diciendo, el acusado aún seguía con ganas de jarana. Se dirigió al living, tomó la botella de whisky de la despensa y se sentó en el suelo junto al Wincofon. Allí se dedicó a la difícil tarea de dar con el álbum que incluía aquella canción que no lograba quitarse de la cabeza. Canturreaba partes de la letra, pero en su estado, no era capaz de recordar su nombre. Sabe Dios el revoltijo que debió hacer con los discos hasta encontrar el que buscaba.

—Hasta ahora no me está diciendo nada nuevo... —el comisario ya empezaba a mostrarse inquieto.

—Espérese un poquito que viene lo mejor —lo interrumpió Evaristo y continuó:

—Imagínese esta situación: Valdivia, con varias copas de más y cansado luego de una larga jornada laboral, y una incluso más larga noche de bar, logra dar finalmente con la canción que tanto buscó. Se recuesta en el sillón-cama a disfrutar de la melodía y, botella de whisky en mano, continúa bebiendo y cantando a destajo hasta que, irremediablemente, cae rendido ante el dios del sueño. El botellón de whisky cae al suelo y rueda por la sala. Aquí es donde interviene la finada María —y esto es solo mi interpretación de los hechos— quien despierta por el bullicio y conociendo las trasnochadas de su marido, decide levantarse a poner un poco de orden y tal vez incluso reprenderlo. Lamentablemente, y para su propia desgracia, no repara —quién lo haría— en la cantidad de discos diseminados por el suelo. Sin advertirlo, pisa alguno de los long plays desparramados, y termina resbalando con tan mala estrella que, cuando cae, su cabeza da de lleno contra la botella de whisky que había rodado por la sala al soltarse de las manos de Valdivia.

—Es un tanto rebuscado mi amigo, pero le concedo que, explicado así, usted hace que no parezca tan... tan descabellado, digamos. Escúcheme Carriego, ¿usted está absolutamente seguro de su inocencia? —el oficial ahora dudaba.

—Por supuesto —respondió el abogado.

—Y dígame una cosa más... llegado el momento ¿sería capaz de defender su caso ante el juez?

—Creo que podría convencerlo —dijo Evaristo, y sonrió.

Llevó su mano hacia el ala del sombrero y saludó a Mario Sepúlveda. «Nos vemos en la audiencia preliminar, comisario», le dijo. Luego dio media vuelta y se marchó.

LOS MEJORADORES DE HISTORIAS