El placer de los mórbidos - Roberto Bustamante - E-Book

El placer de los mórbidos E-Book

Roberto Bustamante

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Beschreibung

El autor ha recopilado ocho cuentos aterradores de una manera fantástica, en los que abarca ese temeroso universo del morbo que no se detendrá ni un minuto durante el recorrido de estas páginas espantosas. Siempre existirá esa atracción por el morbo… ¿Te dan curiosidad los relatos detrás de los suicidios en los rieles, las invocaciones y los experimentos en la penumbra? Estos cuentos están destinados a aquellos que sutilmente se regocijan de lo malvado y lo enfermizo. ¿Te atreves a hacerle frente? Solo con un poco de valor para transitar al filo del horror y hurgar en lo escabroso supongamos que será suficiente.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Bustamante, Roberto Marcelino

El placer de los mórbidos / Roberto Marcelino Bustamante. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2024.

100 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-837-0

1. Antología de Cuentos. 2. Cuentos. 3. Cuentos de Terror. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2024. Bustamante, Roberto Marcelino

© 2024. Tinta Libre Ediciones

Cada uno debe hacer lo que siente que debe hacer.

Soñar y perseguir los sueños es gratis.

Un tipo cerrado puede ser una caja de sorpresas

que en cualquier momento se puede abrir.

Belén, mi morocha fantástica, lo sabe.

Agradecimientos de corazón

Este libro está dedicado a mis amores de toda la vida: Belén y Lara. Ambas han aportado una inmensa colaboración hasta en los mínimos detalles, tan increíblemente como lo hicieron en el antecesor Buscando el lado bueno de la vida. Se han quedado leyendo estos cuentos una y otra vez, hasta después de hora, cansaditas, para brindar valiosas críticas.

Y por supuesto, también deseo agradecer a todos aquellos que han creído en mí y me han dado una oportunidad para realizar este proyecto.

Gracias eternas una vez más al maravilloso equipo de Tinta libre.

El placer de los mórbidos

Prólogo

A Roberto lo vi inquieto y angustiado, y me causo mucha gracia. Se ha topado con chicos llenos de envidia y mujeres llenas de veneno, quizás. ¿Resultado…? Inexorables y ásperas decepciones. Yo, como buen lobizón, debo decirle que le vendría bien un poquito de ¿maldad? a estas alturas.

Entonces, me le aparecí en las calles durante una madrugada para darle un buen susto y darle un mal consejo del diablo: “Ojo por ojo paga con la misma moneda. Sé maldito: la venganza es dulce, querido”. Y lo más importante, a cambio de un favor solo para mí, y que lo cumpla, por supuesto.

Entonces en aquella aparición le comenté sobre el anhelo que siempre he tenido: participar en un libro de morbo. Siempre aquella nube fugaz se me volaba. Lo pude convencer de que escriba textos de horror y que me permita ser parte del prólogo, bah, digo… El mismísimo diablo no logró convencerlo, yo sí...

No sé qué se le habrá pasado por la cabeza a Roberto para escribir estas historias terroríficas de las cuales soy el cruel antagonista en una donde mi persona es humildemente la mejor de la escena. Amo ser polémico y excéntrico.

Roberto le dio el gusto a mi capricho y le he aconsejado. Qué tipo corto de palabras, qué hermético, por Dios, pufff… nombré a Dios entre carcajadas roncas.

No tiene sentido ser tan terco y orgulloso, todos terminarán en el mismo lugar. Desde allí, a tocar el arpa bien arriba, u orinar azufre en los rincones entre las llamas conmigo… Vaya uno a saber, está en cada uno. ¿Lo está? Después de todo no soy tan malo como muchos creen.

Estos son ocho cuentos cortos para ponernos un poco nerviosos, a ver hasta dónde podremos hacerles frente a los miedos al leer estas historias con un poquito de “morbito”.

Un gran abrazo para Roberto Bustamante de parte de un lobizón no muy querido.

El mejor amigo del hombre es el perro, dicen...

PD: Arriba te vas a congelar, pero ¡no traigas bufanda acá abajo! Hace calor, sonso.

Nota del editor

En todos los cuentos, los lugares o los personajes son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

—Yo no creo en el diablo.

—Pues debería, porque él cree en usted.

Constantine, 2005

Mi nuevo amigo en partes

Un tal Roi

Era un enero de 1996 asquerosamente caluroso, que hacía escupir el mercurio de los termómetros. Cuando no jugaban al Family Game, los chicosrecogían sus bicicletas y gastaban las cubiertas por el barrio. Exploraban las nuevas calles, aunque el sol partiera la tierra y derritiera la brea de las juntas de las calles de asfalto mal reparadas. En aquellos años no era tan peligroso mostrar la bicinueva. Hoy dicen que los disparos sonarían más fuertes en alguna parte de zona sur, en la ciudad de los jardines.

La musculosa blanca de Roi mostraba sus bracitos delgados. Llevaba el jogging cortado como una exótica bermuda de otro mundo, lista para el calor del infierno que se avecinaba. Siempre se lo veía algo extraño. No hablaba mucho, tenía una familia que siempre estaba atento a él, pero siempre algún detalle se escapaba, nada ni nadie era perfecto. Ese era Roi.

—Estoy cansado de que me digan que soy raro. Que se vayan a la mierda, soy lo que soy y punto —Roi le dijo a Gerardo, un pequeño simpático y burlisto amigo muy compinche por aquel entonces cuando ambos rondaban los 12 años.

¿Por qué siempre juzgan al más introvertido?, era una pregunta que siempre le hacía mucho ruido, de esos ruidos de bronca, con una respuesta que era para él un silencio tétrico y vacío. Pero las aventuras con su mejor y único amigo le regalaban un poco de color en esos días que solo pasaban de grises a opacos y negros.

Roi adoraba viajar en tren, sus abuelos le habían hecho conocer todos los ramales de la línea Gral. Roca cuando era pequeño. De la estación Luis Guillón a plaza Constitución, de esta misma a Glew... La Plata... de Temperley a Haedo, por nombrar algunas. Infaltables las garrapiñadas y el helado que le compraban los adorables ancianos. Le encantaba viajar en los trenes, también, desde abajo, los miraba sumergido en un increíble fanatismo cuando pasaban.

Vivía a tan solo dos cuadras de las vías. Apenas unos metros más adelante se encontraba un abandonado, peligroso y tétrico paso peatonal, de esos en los que el tren ni se percibe venir. No se lo oía ni se lo veía tan fácilmente ya que había una curva muy pronunciada que provocaba demasiados accidentes. A todo eso, existía una historia contada hacía tiempo en el barrio por las más viejas chusmas.

En ese paso a nivel del horror, a veces, se escuchaban lamentos, susurros y gritos desgarradores como un “¡¡¡Nooo, Alouqua!!!” en los oídos y en la mente del que pasaba por allí. Gerardo, tan pequeño y tan necio, de oídos cerrados, decía siempre que eran unos viejos fanfarrones embusteros que querían solo asustar a los más chicos. Roi, simplemente, no opinaba nada, solo escuchaba.

Peripecia

Un mediodía de ese verano, a pesar del muy mal tiempo, salieron a andar en bicicleta igual. Encendieron las luces balizas ante una llovizna bien cargada que no dejaba ver nada a tan solo unos metros.

Encajando los rodados en el barro, observaron que el tren estaba detenido y con las puertas abiertas, mucho antes de llegar a la estación. Los pasajeros descendían como podían, bajo las órdenes y el consejo de un guarda corpulento de bigotes azabache.

Tristemente, se trataba de un fatídico accidente. Se dieron cuenta por la presencia de uniformados sobre los rieles mirando hacia abajo, como a sus pies. Roi y Gerardo no podían apreciar lo que sería un espectáculo espantoso, ya que las vías estaban sobre un más alto terraplén. ¿La mejor idea de Gerardo?

—Roi, vamos a ver qué ha pasado. ¡No seas miedoso!

—Bueno... Está bien —dijo Roi.

Al apersonarse en el paso a nivel, ambos miran hacia sus pies...

—Oh, Dios mío… ¿Es piel y cabello humano? es lo más parecido... Que comience el show —dijo atrevidamente Gerardo.

Un bombero se baja del móvil y antes de acercarse al lugar del hecho reta a los chicos.

—Ustedes, qué están haciendo acá. Se tienen que ir inmediatamente, no querrán ver esto...

Sin embargo, sería tarde para la advertencia...

A su izquierda, a unos metros de distancia se veía una zapatilla y un piloto de lluvia arruinado y suelto; y más adelante, entre los rieles, lo que era simplemente una pierna mutilada con el fémur salido. Mirando arriba hacia el cielo, una cabeza calva suelta había terminado de rodar hacía unos minutos. El torso ensangrentado, con algunos músculos desgarrados, estaba más lejos y rodeado por los uniformados.

Combinación de intriga y fascinación por parte de Gerardo, para Roi no fue así ya que escuchó una voz ronca:

—Roooiii… —Espantado tomó su bici y se marchó a toda velocidad: fin de la aventura.

Al llegar a casa ese mediodía, la madre lo esperaba con fideos con tuco, con algunos pedazos de carne, algo rojizos y jugosos, justamente. No comió. Con el estómago revuelto, dijo tímidamente que no iba a comer. Su hermana mayor notó su cara muy pálida, los ojos desorbitados. Roi tenía una tormenta de miedos en la cabeza.

Alouqua

«Ay Roi, ay... —se dijo—, para qué le hice caso al imbécil de Gerardo —se castigaba una y otra vez, la pesadilla de algún trauma fulero se veía venir—. Vaya que la mente jugará en contra después de esto, Dios» —imploró.

Miles de pesadillas de cadáveres en las vías, lo primero y lo más común, ¿y después?

Se metió en la ducha obnubilado, miraba cómo el agua se escurría entre la rejilla, cómo la imagen del vapor se deshacía, contaba los garabatos de la cortina del baño.

Estaba bloqueado, con los ojos nublados,perdido en una marea como la de aquel mísero bullying de moda que lo hostigaba suavemente con crueldad. Y a todo eso... ¡vaya sorpresa!, un cuerpo descuartizado arriba, en la claraboya del baño. Roi se cubrió con un toallón y huyó.

Cuando caminaba, Roi sentía escalofríos por la espalda, no miraba hacia atrás porque seguramente estaba ese cuerpo despedazado persiguiéndolo. Estaba convencido. Al parecer, Gerardo no sufrió ningún trastorno, o por lo menos no lo confesó durante esa semana, la más larga de la historia. Roi se estaba volviendo loco, y se comía todo ese dolor, toda esa locura.